
6 Esa mañana Elizabeth Lancaster amaneció agotada. Walter apenas la había dejado dormir y estaba cansada. Por eso no le hizo gracia que recibir una llamada de la clienta preguntando si conocía una buena masajista, cuando ni siquiera había tenido tiempo de terminarse la taza de café. ―¿Qué le pasa?― contestó. Mei le explicó que había amanecido contracturada y que le urgía un masaje tailandés que le estirara la espalda. Al escucharla la ex militar atribuyó ese dolor a la pelea del día anterior y abusando de la buena relación que entre ellas se había creado, comentó: […]