
En la cocina me encontré a Teresa dando de desayunar a Manolito. Curiosamente, al entrar y sin que tuviera que decir nada, dejó al niño y tras ponerme un café, me preguntó si deseaba algo más. ―No, con el café me basta― contesté mientras daba un repaso a lo bien que le quedaba el uniforme. De haber sido una criada “normal”, le hubiese dado las gracias. “Perra”, en cambio, con el sonoro azote que descargué sobre sus nalgas debía darse por satisfecha. Para mi extrañeza, la zorra no solo no se quejó, sino que, esbozando una sonrisa, se […]