
A la mañana siguiente, cuando despertó en brazos en brazos de la hispana, la vergüenza de haberse dejado llevar por la lujuria volvió con fuerza. ¡Se sentía un puto viejo verde! Incapaz de moverse, mientras sentía los juveniles pechos de Estefany bajo sus palmas, Gonzalo quiso que lo ocurrido hubiera sido un sueño. «¡Por dios! ¿Qué he hecho?», se torturó mientras en su mente se acumulaban las excusas con las que intentaba disculpar su comportamiento. Sin entender cómo era posible que hubiese permitido sucumbir a la pecaminosa atracción que sentía por la chavala, temió la reacción de su hija cuando […]