Era tal como me lo imaginaba, ahí estaban los tres sobre la cama de Ignacio y, para variar, teniendo sexo. La escena parecía saludarme, el culo completamente abierto de Lucia me apuntaba mientras, agachada encima de Ignacio, le practicaba una mamada bastante interesante. También Gina me mostraba sus preciosas nalgas mientras entre sus piernas la cabeza de mi buen amigo le provocaba orgasmo tras orgasmo con su lengua. Ninguno me vio, ni ninguno parecía haber notado mi presencia; el sueño, desde luego, se me quitó y aquella escena inevitablemente terminó por provocarme una erección inmensa, quizás por lo poco que me esperaba semejante y tan erótica situación.
Ambas eran muy pero muy lindas, con mucho mejor cuerpo que Rocío aunque sin aquel aire de ternura y simpatía que aquella daba. Eran, entre las dos, más bien, una especie de par de amigas tan hermosas como alocadas. Sabía que Ignacio se había acostado varias veces con una de ellas, Lucia, pero jamás me hubiese esperado esto.
Sin embargo, a pesar de ser muy amigas, ambas tenían marcadas y también, por qué no, atractivas diferencias.
Lucia era, por decirlo en una palabra, voluptuosa; debía medir casi un metro setenta y tenía unos senos enormes, realmente grandes que solía, por lo regular y como aquella noche, esconder en la mayor medida posible con camisetas grandes, también tenía un culo grande y redondo que en ese instante, completamente abierto, lucia precioso. Tenía piel clara y su cabello, castaño claro y hasta los hombros, era rizado y visiblemente descuidado, lo que le daba un aspecto verdaderamente sexy a mi punto de vista. Tenía unos ojos bonitos, negros, y unas cejas delgadas y remarcadas. Su boca parecía pequeña en aquel cuerpo pero me gustaba.
Gina, por su parte, era otra cosa. Parecía una especie de modelo de ropa para pubertas. Era bajita, como de un metro cuarenta. Ni siquiera nos llegaba a los hombros a Ignacio o a mí. Sin embargo eso no parecía afectarle para nada. Era delgada, y cualquiera hubiese dicho que se trataba de una niña de doce años de no ser por su par de tetitas bien redondas y marcadas y un trasero encantador escoltado por unas nalgas preciosas que difícilmente podía ocultar. Era morenita clara y su cabello oscuro le iba bien con sus ojos oscuros. Tenía la cara muy fina y un cabello largo y lacio. Esa era pues, la combinación que Ignacio se había conseguido, ¿cómo lo hizo?, no tengo la menor idea.
De primera no supe que hacer, me parecía una situación compleja. Por un lado tenía la verga bien erecta y el culo de Lucia parecía perfecto para saciarme. Por el otro lado me pregunté si mi repentina aparición no las pondría nerviosas o, peor aún, acabara con aquella situación. Sin más ni más decidí arriesgarme. Me saqué toda mi ropa y, antes de entrar en aquel grupo, pasé antes por un frasco de gel lubricante que tenemos para momentos como este. En este caso no me interesaba tanto follarme el coño de Lucia sino que quería ir directamente al ojo rosado de su ano que parpadeaba como sediento. Sabía de antemano, por parte de lo que Ignacio me había contado, que Lucia estaba bien acostumbrada a tragarse penes por el culo.
Sin mayor aviso me subí de un salto a la cama y solo hasta entonces advirtieron mi presencia. Mis manos directamente se dirigieron al culo de Lucia y lo alzaron.
– Mira nada más quien llego. – exclamó Pablo sonriendo, asomándose con las nalguitas de Gina sobre su frente.
Gina volteó sonriente sin dejar de restregar su coño en la cara de Ignacio que lucía feliz de la vida.
– Deja ahí malandrín – bromeó Lucia.
No le hice mucho caso, y comencé a manosearla desde el ano hasta su coñito. Me pregunté si aun continuaban en estado de ebriedad, parecía que si aunque también noté cierta señal de lucidez en sus voces que me hizo pensar en que ya no estaban tan influenciados por el alcohol. No pensé más en aquello, Gina seguía, con movimientos de lo más sensuales, rozando sus labios vaginales con la lengua y cara de Ignacio quien no perdía tiempo y apretujaba las nalgas de nuestra compañera de clases mientras Lucia, nuestra otra compañera, mamaba con cariño el pene de mi amigo. Me di a la tarea entonces de unirme de lleno a aquel inesperado banquete y dirigí mi boca al coñito ya húmedo de Lucia; comencé a chocar mi lengua con su coño y me concentré más que nada en su clítoris lo que la volvía loca, seguí así por un par de minutos hasta que le provoqué su primer orgasmo de la noche.
– Bien hecho Pablo – dijo Gina desde su posición, mientras nos miraba volteando la mirada – estás haciendo que mi amiga la pase bien.
Aquello de tener una espectadora me pareció muy lindo, así que para no aburrirla decidí pasar a lo siguiente. Succioné todos los jugos que pude del coño mojado de Lucia e inmediatamente posicioné mi boca junto a la entrada de su culo y escupí los fluidos ahí. Metí un dedo para probar y entró con facilidad, lo que dio a entender que aquellos eran muy buenos lubricantes. Seguí metiéndole el dedo y ella parecía entender muy bien porque la muy zorra elevó su culo y abrió no sé como el ojo de su ano.
– Dale Pablo – dijo Lucia totalmente jariosa – te estás tardando.
Volteé hacia Gina y comprobé que nos seguía mirando. Tomé mi ansiosa verga y apuntándolo hacia el culo de Lucia se lo inserté de un golpe; se tensó pero muy poco tomando en cuenta de que aquel era un esfínter acostumbrado a ser taladrado. Sentí cierta diferencia en aquel ano, era apretado como todos pero daba la sensación de ser más acogedor con mi pene, comencé a bombear y ciertamente era mucho más sencillo acribillar aquel culo.
– ¡Dale Pablo! – gritó Lucia y ciertamente no parecía la misma voz de ebria de hacia un rato y era también notable que, aunque acostumbrado a las vergas, aquel culito aun se volvía loco con cada embestida.
Lucía seguía mamando la verga de Ignacio pero de momento se detenía para intentar soportar el placer de mi falo que le taladraba el culo. Yo me sentía realmente cómodo en aquel ano y a Gina parecía llamarle mucho la atención pues, cuando no estaba al borde de un orgasmo causado por la lengua de Ignacio, volteaba de vez en cuando a observar cómo me follaba a su amiga.
De pronto Gina cambió su posición y se agachó sobre el cuerpo de Ignacio y comenzaron a besarse, yo seguía bombeando el ano de Gina. Con aquella nueva posición podía ver con mayor amplitud el culo de la pequeña Gina, tenía una vagina muy rosada, quizás por el contraste de su piel morena, y un ano muy apretado y con pliegues muy oscuros que enseguida comencé a desear. Seguía besando a Ignacio pero me deleitaba a mí alzando aquel culito tan encantador.
De pronto Ignacio pareció comentarle algo al oído de Gina y en seguida esta se enderezo y giro mirando hacia su amiga que seguía engullendo aquella verga. Entonces Gina detuvo la cabeza de Lucia, como evitando que escapara, mientras Ignacio comenzó a bombear su verga dentro de la boca de la chica, básicamente se estaba follando a Lucia por la boca y esta parecía extrañada pero no mostró mayor resistencia. De pronto el orgasmo de Ignacio rellenó la boca de Lucia con su semen.
– Idiotas – dijo Lucia con una ligera sonrisa – no tenían que hacer eso para tragarme esa leche.
Entonces Gina cambió su posición, girando y llevando su linda boca hacia el falo de Ignacio; este recibió el culo de Gina a lengüetazos mientras la chica le hacia una limpieza al pene que aun chorreaba un poco de semen.
Lucia y yo también cambiamos de posición, ella se recostó de lado y alzó una pierna de modo que yo, recostado de tras de ella, seguía bombeándola mientras mi verga era apretujada por sus nalgas; esto debía acelerar un poco el proceso porque momentos después mi leche estaba ya chorreándose por el ano de Lucia quien seguía tambaleando su cabeza con otro orgasmo más.
– Carajo Pablo – dijo Lucia, mostrándome sus dientes incisivos en su pervertida cara – tu leche está muy caliente.
Saqué mi verga de su ano y noté el coño mojado de la chica, seguía cansada de sus orgasmos pero con mi mano comencé a magrear su coñito lo que a la larga le provocó un orgasmo más, la chica estaba muy caliente y parecía encantada con aquella velada.
– ¡Dios Pablo! – dijo en pleno orgasmo – me estas volviendo loca.
Deje aquel coñito y entonces pensé en limpiarme mi pene para que Lucia le diera un buen masaje con aquella boquita. Caminé hacia el baño.
– ¿A dónde vas? – me detuvo la voz de Gina mientras gateaba hacia mí sobre la cama.
– Voy a lavarme – le respondí mientras ella se sentaba sobre la orilla de la cama.
– Espérate – dijo – todavía te falta algo – de pronto se recostó y alzó sus piernas hasta pegarlas lo más posible a su cuerpo, de modo que su culito quedó totalmente expuesto.
Mi verga se puso erecta de inmediato y más aun cuando un dedito de Gina señalaba directamente hacia el ojo de su esfínter.
– ¡Gina! – gritó Lucia – ¿tú?, creí que nunca lo habías hecho por ahí.
– Nunca lo he hecho – respondió Gina.
Toda aquella situación provocó que mi pene se erigiera de inmediato. Más aun cuando Lucía, recalcando lo zorra que podía llegar a ser, se agachó y dirigió su lengua al culo de su amiga y comenzó a lengüetear la entrada del ano.