
Tatiana miró a Luis y su rostro pareció encenderse; se la veía alegre ante la ocurrencia de su novio. “¡Cruz!” – se apuró a decir, acompañando su exclamación con un saltito que era propio de una chiquilina entusiasmada. Luis me miró. “Va con cara entonces, Soledad” Flexioné ligeramente una rodilla y, sin querer hacerlo, apoyé una pierna sobre la otra. La situación era altamente erotizante y el corazón me saltaba dentro del pecho. Sin embargo, fue en ese momento cuando pensé que, definitivamente, no quería exponerme al juicio del azar. “N… no, Luis… S… señor Luis, perdón” Me miró […]