
La sensación de derrota no me dejaba ni respirar mientras las esperábamos. No me quedaba duda que esa hija de puta se había salido con la suya al propiciar de una manera tan ilusa que el enemigo se metiera en nuestra cama. Era tanto mi cabreo que María se dio cuenta y mientras me desnudaba, me preguntó qué me ocurría. Como no podía ni debía confesar que la pelirroja era una espía del gobierno americano, le respondí que lo raro que me resultaba que una hembra semejante un día apareciera en nuestras vidas y al siguiente, nos la fuésemos a […]