Esta obra es originalmente del escritor mexicano Ragnas1, la presente entrega es solo una versión alternativa, aunque prácticamente es la misma historia, con la gran mayor parte del texto idéntico a la obra original. Solo se agregaron eventos un poquito más intensos, y como también se cambiarán a futuro en las dos próximas entregas situaciones que eventualmente pueden ser distorsionadas, o mal interpretadas. Homenaje al gran Guerrerocharrua.

Saludos. Roger David.

Gabriela… una adorable mujer casada 1 (vRD)

Gabriela caminaba de un lado a otro pensando que hacer, pensaba si estaba haciendo lo correcto.

Muy en el fondo sabía la respuesta, aunque las circunstancias fueran especiales no debería hacer lo que estaba por pasar.

Estaba a punto de salir con un hombre que no era su marido, sin embargo no lo traicionaría, eso jamás y menos con tan despreciable sujeto.

Rápidamente cogió el teléfono, deseando que no fuera demasiado tarde para cancelar aquella cita extramarital, argumentaría cualquier cosa, pero cuando comenzó a marcar las teclas escuchó sonar el timbre, se maldijo a si misma, había sido muy lenta.

Se preguntó si aun habría marcha atrás.

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Semanas antes.

No había sido un buen día para la bella Gabriela.

Su jefe estuvo de mal humor, incluso con ella, lo que significó más trabajo.

Se preguntaba si era su culpa, si tal vez las constantes negativas a salir con él finalmente le pasaban la factura.

Todos en la oficina sabían que el señor Martínez, su jefe, intentaba cortejarla pero ella al estar casada y feliz solo lo toreaba, le daba alas (como comúnmente se dice en México) se reía jovial y pícaramente ante sus insinuaciones, todo esto con afán de conservar su empleo.

Sumida en estos pensamientos estaba cuando el sonido de un claxon la despertó.

–Apúrele señora…!, -escuchó decir una voz proveniente del automóvil que tenia detrás de su camioneta.

A sus 26 años Gabriela de Guillen podía decir orgullosa que era una mujer plena y feliz, casada desde los 20 con el amor de su vida, Cesar Guillen, un hombre que conoció a los 18 años y del cual rápidamente se enamoró y comenzaron a salir juntos. Al paso de 2 años se casaron y un año después dio a luz a un hermoso y saludable niño llamado Jacobo.

Gaby (como comúnmente la llamaban) aprovechaba los pocos minutos en los que podía estar sola para reflexionar sobre sus sueños, su familia, su trabajo, en fin todas esas cosas que las labores cotidianas no se lo permitían.

Pero hoy era diferente, debía recoger a su hijo con su “adorable suegra”, el solo ver la cara de esa señora la ponía de malas, no se llevaban muy bien.

Reflexionando sobre su enemistad con Doña Romina llegó a la conclusión de que por ella (Gaby) no había empezado, siempre quiso tratarla bien pero al parecer doña Romina no quería lo mismo.

En esos momentos sin querer pisó el acelerador de su camioneta y para su mala suerte salió del carril y fue a impactar con un coche que estaba estacionado en la acera.

–Dios…!, -pensó Gaby algo aturdida y sacudida por el golpe, era la primera vez en su vida que chocaba.

Luego de unos momentos observó como un sujeto bajó del carro, a la distancia lo notó molesto, muy molesto. El tipo maldiciendo en voz alta se dirigió a encarar a quien lo chocó.

Estaba un poco asustada, pero al ser una persona honesta se dispuso a afrontar las consecuencias de su error.

En un instante el sujeto ya estaba frente a su camioneta. Fueron solo segundos en que el aireado estado de aquel energúmeno pasó a ser de maravillado por la sola visión que tenia frente a él.

Los ojos del viejo se clavaron en el tierno rostro de Gabriela, con esos hermosos ojos azules, su tez blanca, sus labios carnosos de un intenso rojo carmesí, su hermoso y lacio cabello rubio hasta por debajo de los hombros, finamente maquillada.

Jamás en su vida aquel tipo había visto un rostro tan hermoso.

Ella también lo vio. Era un tipo gordo, bastante ancho, alto, de alrededor de 50 años, bastante desalineado, llevaba puesto un overol de trabajo que se veía bastante sucio y con manchas de aceite y grasas.

–Buenasssss… señito…, -dijo el hombre, al cual Gaby vio, con lo que rápidamente pensó que era un viejo verde de esos que usualmente se topaba en las calles, olió el fétido aliento de su boca, por lo visto no era un hombre muy limpio.

–Discúlpeme señor…!, fue un completo error de mi parte…!, -Se disculpó la preocupada chica quien aun se encontraba sentada en el asiento del conductor.

–Tranquilícese mi reina, Jejeje, si no es para tanto, primero presentémonos, mi nombre es Cipriano, y ¿el suyo princesa?, -el hombre estiró su mano tratando de que la mujer le devolviera el saludo.

Era impresionante como al verla el hombre cambio su humor, si se hubiese tratado de un hombre probablemente hubiese existido pelea, pero no con ella, no con semejante pedazo de hembra, pensaba el entusiasmado hombre.

–Tiene razón, que mal educada soy…, -dijo Gaby llevándose las manos a la cara. –Mi nombre es Gabriela…, -la joven mujer casada al igual que el viejo estrechó su mano en señal de presentación, a pesar de que el hombre no le daba buena impresión ella no era prejuiciosa, pensaba que tal vez debajo de ese vulgar exterior se encontraba una buena persona.

–Bueno, -dijo el viejo Cipriano, –ahora si vamos a hablar de lo que pasó…, -el sujeto hablaba en tono sugerente que Gaby entendía, sin embargo estaba acostumbrada a esas actitudes de parte de hombres de todas las edades, por lo cual no le dio importancia.

Gabriela abrió la puerta de su auto y de una manera muy sensual (sin proponérselo, ya que así era ella naturalmente) bajó de su vehículo.

El viejo tenía los ojos como platos al poder observar en total plenitud la figura aquella espectacular mujer.

La veía de arriba y hacia abajo, sus impactantes piernas, su vientre plano resultado de mucho tiempo de gimnasio, su enorme trasero el cual parecía querer romper el apretado pantalón de mezclilla con el que estaba cubierto, subiendo más arriba su mirada vio los impactantes cantaros de miel de la chica, tan majestuosos como imponentes, completamente erguidos a pesar de su exagerado tamaño. En fin Gaby era una chica de concurso.

La dulce, pero a la vez sexy voz de Gabriela lo despertaron de sus lascivos pensamientos.

–Por favor discúlpeme señor, fue un grave descuido de mi parte…

–No te preocupes muñeca, al parecer mi carro no sufrió más que una abolladura, -dijo el viejo Cipriano señalando su auto, –el que si quedó mal fue el tuyo, mira nomas.

Era verdad, su camioneta era la que se había llevado la peor parte, no sabía qué hacer, uno de los pocos problemas que acarreaba su matrimonio era el tema económico por el cual estaban atravesando.

Cesar, su marido hacía poco tiempo que había perdido su trabajo, solamente se sostenían de lo que ella ganaba como secretaria, que no era mucho y para acabar de amolarla el moderno vehículo aun no terminaban de pagarlo.

–Señor… -dijo Gabriela, –le reitero mi disculpa, pero…, -dudó en seguir, sin embargo lo hizo, –en este momento estamos cortos de dinero, le propongo dejarle mi número de teléfono y domicilio y en 1 mes yo le pago el desperfecto… ¿siiiiiiiiii?, -esto último lo dijo en tono coqueto (este tipo de actitudes no las hacía a propósito, es solo que en toda su vida al ser acosada por los hombres inconscientemente había aprendido que su belleza podía abrirle algunas puertas, y por ende ciertos beneficios.

El viejo estaba que no se la creía, estaba algo indeciso, no sabía si el forro de mujer que tenía en frente estaba coqueteando con él o era su imaginación, en cualquier caso no quería dejar de verla.

–No te preocupes Gaby, -esta fue la primera vez que el viejo la llamó por su nombre. –Déjeme decirle que está al frente del mejor mecánico del rumbo… jajaja…!, -reía orgulloso el viejo mecánico mientras colocaba su mano en su prominente barriga

–En serio?, -preguntó Gaby con verdadera curiosidad, y es que así era ella, curiosa, coqueta, alegre, divertida, la típica chica que siempre llama la atención, y no solo por su cuerpo, si no por ser una persona muy agradable y carismática, aunque ser así de desinhibida algunas veces acarreaba problemas, mas de una vez había cacheteado a alguien por mal interpretar su actitud, por creer que podían llegar a mas con ella, justo como el viejo Cipriano lo hacía en esos momentos.

–Claro que si reinita… déjame revisar el motor de tu camioneta que al parecer fue lo que más se madreó…

–Muchísimas gracias Don Cipriano…!, -dijo esto mostrando aquella sonrisa de dientes perfectos que enloquecían a cualquier hombre y que obviamente el viejo Cipriano no era la excepción

–Sin cuidado chiquita… ahora súbete a la camioneta y dale contacto cuando yo te diga…. -Gabriela estaba tan acostumbrada a que la mayoría de los hombres la llamaran de esa manera (chiquita, reina, nena, mami etc.) que ya no le daba importancia y obedeció.

Sentada en el asiento del conductor Gabriela veía como Don Cipriano revisaba su motor, rogando a dios que cuando le ordenase que prendiera el motor, si prendiera, cosa que desafortunadamente no ocurrió, maldijo para sus adentros, ¿cómo era posible que aunque ella provocó el choque su camioneta era la que se llevó la peor parte?

–Quedó más madreado de lo que pensé mi seño…, -le vociferó don Cipriano ubicado delante del motor descubierto.

–Maldición…!, -dijo Gaby en voz baja pero lo suficientemente claro como para que el viejo pudiera escucharla, a la vez que recargaba su cabeza en el volante haciendo sonar el claxon.

–Tranquilícese mi reina… cuénteme a ver qué le pasa…?, -dijo Don Cipriano notando la pesadez de la chica.

–No es nada señor…, -le contestó aquella rubia de ensueño aun apoyada en el volante de la camioneta y mirando fijamente hacia el frente de ella.

–Claro que me preocupo, además que una chica tan linda como tú no debe desobedecer a sus mayores…, -el viejo dijo esto con una sonrisa que dejaba ver su boca carente de algunos dientes. El ordinario mecánico era todo un lobo de mar en los asuntos de mujeres, sabía como tratarlas, como alegrarlas, como seducirlas y estaba dispuesto a poner toda su experiencia en marcha con tal de llevarse a la cama a su nueva “amiga” (aunque también era verdad que era la primera vez que intentaría seducir a alguien tan tremendamente buena como lo era Gaby, sus otras conquistas estaban a años luz de esta nueva que pretendía).

Gabriela le devolvió la sonrisa y sin mucha resistencia le contó sus problemas al viejo, por alguna extraña razón pensó que podía confiar en él.

Platicaron acerca de la perdida de trabajo de su marido, la colegiatura de su hijo, la falta de seguro de la camioneta, el hecho de aun no haber terminado de pagarla e incluso Gabriela le comentó sobre los problemas con su suegra.

–Bueno chamaca… lamentablemente no puedo ayudarte con todos tus problemas, pero al menos puedo hacerlo con el de tu camioneta, -el mecánico estaba claro que esa era la forma perfecta para poder llegar a la chica, es por ello que el mismo le había cortado la corriente al vehículo antes de pedirle a Gabriela que encendiera el motor.

–En serio…?, -le dijo Gaby con la mirada llena de esperanza, sin saber que estaba siendo timada por aquel horrendo viejo.

–Claro… que si…!, -le contestó este…

Sin pensarlo Gaby se abalanzó sobre aquel hombre que acababa de conocer abrazándolo fuertemente con el único motivo de agradecerle el favor que este iba a hacerle.

Los delicados brazos de Gabriela no podían rodear el obeso cuerpo de su nuevo amigo, pero a Gaby no le importó, a pesar de no saber cómo tenía pensado ayudarla el hombre se había portado de maravilla, ella había provocado el accidente y parecía que era al revés.

Don Cipriano se encontraba en la gloria ya que podía sentir en su pecho los grandes melones de Gaby, y al ser él más grande que ella y al estar en ese abrazo le bastaba con mirar hacia abajo para poder recrearse la vista con el espectacular par de nalgas de la chica, su olor a feminidad le encantaba, a ingenuidad, a mujer, hacía un esfuerzo sobre humano para no tocarla de manera indebida.

Los hombres que pasaban cerca de ellos miraban incrédulos lo que ocurría, aquella bella mujer repagada totalmente al fofo cuerpo de ese viejo hombre.

Hasta que la hermosa Gabriela se despegó del obeso mecánico para desgracia de él.

–Mira reinita, esto es lo que haremos, aquí no tengo las piezas para arreglar tu camioneta, -dijo don Cipriano mirando fijamente a la hermosa Gaby.

–Me la llevo a mi taller, la arreglo y te la tengo lista en unas 2 semanas…

–Dos semanas…!?, -preguntó algo desilusionada la joven mujer casada.

–Lo siento, pero no puedo antes, las piezas que necesito son difíciles de conseguir, ahora si tu quieres te la puedes llevar para otro taller. –El viejo cruzaba los dedos para que la chica no decidiera esto último, y si es que lo hacía el ya tenía pensado como contraatacar y bajar su periodo de entrega a una semana.

Gabriela dudó por unos momentos, ¿cómo le explicaría a su marido la ausencia de su camioneta?, no quería contarle que por un descuido había conseguido una nueva deuda, eran tiempos difíciles y el dinero no les sobraba, pensó en que tal vez pudiera llevarlo con otro mecánico, pero a la vez pensó que quizás el viejo hacía eso para tener cierto seguro de que le iba a pagar, además que habría que ver si en otro taller aceptarían reparársela y esperarla a que ella reuniera el dinero, así que aceptando su error aceptó.

–Está bien señor, pero como dije antes no tendré dinero para pagarle sino hasta final de mes… ¿me saldrá caro?…

El viejo Cipriano no daba más de dicha con la determinación de la bella Gabriela, si ya hasta se la imaginaba toda encuerada y pagándole con una noche de sexo el favor que él le iba a hacer, claro que esto solo eran sueños, y él lo sabía, ya que se notaba que la chica no era suelta de cascos, pero aun así él lo intentaría.

–No se preocupe por el dinero, después nos arreglamos, -le dijo finalmente volviendo a recorrerla de pies a cabeza, ahora con mas lujuria que antes.

–De veras señor…?. Pero es que me da pena… todavía que yo lo choco y usted es el que va a salir perdiendo…, -la bella Gaby tenía sus brazos cruzados lo cual resaltaba aun mas sus prominentes pechos.

–No se apene señito… mire que yo también tuve algo de culpa…, -cosa que no era cierto pero quería quedar bien con esa bella mujer que aun lo tenía aturdido.

Aun indecisa la joven señora término aceptando el trato con aquel desconocido solo por evitar problemas con su marido, además y pensándolo bien ella no se estaba aprovechando del señor, pues tarde o temprano terminaría “pagándole”.

El viejo llamó por celular a su ayudante con las órdenes de traer la grúa lo más rápido posible, mientras el charlaba con la chica como si se conociesen de años, extrañamente existía una química muy buena entre ellos.

Por un lado Gabriela veía al hombre como un agradable señor quien la estaba ayudando tras un grave error.

Por el otro el viejo veía a la chica como una posible pareja sexual no importándole que ya le había contado que estaba casada y con un hijo. Estaba tan buena que el viejo haría todo lo posible por llevársela a la cama.

Gabriela miraba desesperadamente su reloj, estaba retrasada para recoger a Jacobo, y sabía que al llegar con su suegra habría algún tipo de pleito.

En ese momento llego la grúa.

De ella bajó un chico de alrededor de 18 años, bastante chaparro, moreno, al parecer bastante naco (o al menos esa impresión le dio a Gabriela) y al igual que Don Cipriano muy sucio.

El chico ni siquiera intento disimular las miradas obscenas que dirigía hacia Gaby.

–Ay mi jefe… me despertó, estaba durmiendo bien chingón… aunque por esta mamacita lo entiendo… jajaja…, -dijo el joven dirigiéndose primero al mecánico y después mirando lascivamente a Gaby.

Lo que recibió el pobre chamaco por este vulgar comentario fue una fuerte bofetada de parte de su jefe.

–Respeta a la señora chango, (ese era su apodo) –le dijo don Cipriano a su ayudante, -discúlpate orita mismo o ya verás.

A regañadientes el chango se disculpó, le pareció extraña la actitud del viejo jamás se había comportado así.

–Disculpa aceptada…, -dijo Gaby mostrando su encantadora sonrisa a la vez que extendía su mano queriendo estrechar la del chango, -Soy Gabriela mucho gusto.

El chango completamente extrañado contestó el saludo.

–Me… Me llamo Pablo, o el chango para los cuates…, -el chamaco se mostraba sorprendido por la actitud de la encantadora y joven mujer.

–Chango…? Déjame adivinar… Mmmm… te dicen así porque de niño andabas por las ramas, jaja… -Gabriela se rio encantadoramente para ambos.

Era bastante obvio que no era por eso, si no por lo tremendamente velludo que era el chamaco, sin embargo al muchacho le agradó que pasara esto por alto.

La chica estaba tan acostumbrada a ese tipo de piropos como el que le dijo el chango que ya no se ofendía, al contrario prefería llevársela bien con las personas, pero si tenía que ser sincera le agradó la manera en que Don Cipriano lo reprendió por el comentario.

Intercambiaron unas cuantas palabras más, cuando la chica se disculpó con ellos pues ya iba muy tarde, se dirigió a su camioneta y sacó su cartera para tomar el dinero e irse en taxi, y para su mala suerte se dio cuenta que no traía nada de dinero.

Eso era el colmo de la mala suerte, estaba segura que este era uno de los peores días de su vida.

La casa de de su suegra aun estaba algo lejos, podría irse caminando, llegaría sin muchas dificultades, el problema surgía al pensar como regresar a su casa, para ese momento podría ya estar oscuro y no quería exponer a su hijo a la inseguridad de la ciudad.

Otra opción era pedirle a su suegra que la llevara a casa, o que le prestara dinero para un taxi, inmediatamente deshecho esa idea, prefería regresar caminando que pedir algo a su horrible suegra.

Estaba en una encrucijada, afortunadamente para ella el viejo Cipriano lo notó y no le costó mucho hacer que la chica le contara de nuevo sus problemas.

–No te preocupes lindura, yo te puedo llevar…, le dijo don Cipriano no creyéndosela ni el mismo por las oportunidades que se le estaban dando tan fácilmente con semejante Diosa, oportunidades que aun no lo llevarían a algo más con ella, pero que si le permitían inmiscuirse en su vida en forma acelerada.

–No don Cipriano… usted ya ha hecho demasiado por mí… no puedo permitirlo, -negaba Gaby con su cabeza.

–Déjame decirte un pequeño secreto…, -el viejo con mucha confianza se acercó al oído de Gaby (confianza que ella misma le estaba comenzando a dar sin saber el peligro que corría con aquel lujurioso depredador). Al estar tan cerca de ella el viejo sentía que perdía el control, quería besar su oreja, succionar su tierna boquita, tirarla allí mismo al suelo y despojarla de su estrecha ropita y encajarle su verga por la vagina, si ya hasta se la imaginaba de lo hermosa que debería ser esta al igual que su dueña, sin embargo se contuvo, debía ir con calma.

–Yo también odio a mi suegra…, -le susurró finalmente Don Cipriano.

La chica soltó una gran carcajada y al final terminó aceptando, se dirigió hacia su camioneta para ver si no olvidaba algo.

Mientras el viejo charlaba con el chango dándole las últimas instrucciones.

–Bien, ya sabes derechito al taller, no quiero enterarme que andas dando vueltas por ahí dándotelas de galán con las colegialas.

–Si lo sé señor… por cierto… en verdad creé tener alguna posibilidad con ese forro de vieja…?, -le preguntó el chango quien ya se había dado cuenta del porque de la “buena” actitud de su jefe.

–A huevo mi changuito… acaso no has visto como me mira…?, -le respondió el viejo, -de volada se ve que sabe elegir a los que la tenemos grandota, jejeje.

–La neta que se me hace que ella es así con todo el mundo mi jefe, -le contestó el joven quien estaba en lo cierto, así era Gabriela, sin proponérselo hacía pensar a los hombres que podían llevársela a la cama cosa que hasta ahora no había pasado.

–A la verga con lo que tu creas pendejo…!, pero de que me la cojo me la cojo… o que ¿alguna vez te he fallado?, -el viejo decía esto refiriéndose a que siempre que se proponía cogerse a cualquier vieja lo hacía.

–Pus no… nunca mi jefe, pero es que esta viejita está en otro nivel…, nomas de verle las nalgotas ya se me para a mi también.

–Si, a mí también chango…, lástima que tu nunca te cojeras a una así, Jejeje.

Estas palabras molestaron al joven, estaba cansado de que Don Cipriano lo hiciese en menos.

–Ni usted tampoco…, -le respondió el chango…, –es más le apuesto lo de siempre a que no se la lleva a la cama.

–Sale y vale…, -dijo Don Cipriano que en su cara ya se le notaba una viciosa calentura por solo estar realizando semejante apuesta con tan deliciosa hembra.

–Recuerde que me tiene que traer alguna prueba… –Y además debe de ser por las buenas no vale forzarla, que por ahí hay rumores, -terminó diciéndole en tono inquisitivo el chango.

–Tu tranquilo mi Monkey que cuando tenga mi verga entre medio de esas piernotas me acordaré de ti… jajajajaja.

En ese momento vieron como la escultural Gabriela se acercaba a ellos con su provocativo andar y ambos separaron rumbos.

–Otra vez le digo que muchas gracias señor Cipriano, ¿Quién diría que de algo tan horrible como un accidente encontraría a una persona tan buena como usted?, -la desprevenida casada estaba en verdad agradecida de aquel hombre que en forma tan desinteresada le estaba ayudando.

–Lo sé reina, y ahora sube rápido a mi auto que aunque chocado aun funciona…, -Gabriela se sonrojó al recordar que ella había causado el accidente, y esto era lo que precisamente el viejo quería lograr refregándole en su cara que era ella quien lo había chocado a él.

Ambos se dirigieron a la casa de Doña Romina mientras hablaban de cosas vánales, con las metas muy distintas, ella pensando que de todo esto probablemente obtendría una nueva amistad, además de perder dinero y el imaginando que encontraría a su nueva zorra para usarla en la cama.

–Quién es ese hombre con el que vienes?, -le preguntó doña Romina cuando Gabriela se disponía a salir por la puerta con dirección al carro de Don Cipriano con Jacobo en brazos pues ya era algo tarde y el pequeño había caído dormido.

Gaby notó el tono con el que su suegra dijo estas palabras, como queriendo insinuar algo.

–El es un amigo…, -le dijo Gaby en tono cortante, ella no le debía explicaciones a nadie y menos a su suegra.

–Ahaaaa ya veo… otro de tus “amiguitos”, no?.

Gaby se detuvo en seco, el día ya había sido lo suficientemente malo sin tener que aguantar aquello…

–Está insinuando lo que creo señora?, -respondió la rubia mirándola visiblemente molesta.

–Hay no, como crees…?. Solo te pido que cuando estés haciendo tus cochinadas con ese hombre le tapes los oídos al pobre de Jacobo… no queremos que crezca traumado.

Era la primera vez que la señora Romina hacía un ataque tan directo, por lo general se limitaba a hacer comentarios sugerentes sobre la fidelidad de Gaby hacia su hijo (Cesar), pero esta vez había dicho claramente que tendría relaciones con otro hombre.

Gaby no entendía la razón por la que su suegra la odiaba, jamás había sido infiel… ni siquiera en su etapa de novios, recordaba cuando la conoció, se portaba bien… El típico trato de suegra y nuera, nunca habían sido las grandes amigas pero al inicio se trataban con respeto. Gaby no supo cuando fue que todo cambio, sabía que ella no lo había iniciado.

–Sabe algo suegrita…? vallase a la mierda…!, -dijo Gaby, sabía que esas simples palabras le traerían graves problemas con Cesar, pero en ese instante no le importaba.

–Muy bonito… linda boquita Gabrielita…, no sé qué te vio mi Cesar antes de casarse contigo, -le respondió la vieja Romina mirando de arriba hacia abajo a la chica y con una sonrisa como de asco volvió a decirle, –bueno a parte de las tetas y las nalgas.

Gaby ya no soportaba seguir escuchado tantas tonterías y muy molesta cruzó la puerta, mientras se alejaba podía escuchar las tonterías que bufaba su suegra.

El viejo Cipriano esperaba a la chica sentado en el cofre del auto, jamás en su vida había estado tan excitado como en esos momentos, el solo pensar que podría cogerse a su nueva amiga lo tenía calientísimo.

Y entonces la vio acercarse rápidamente, escuchaba los gritos provenientes de la suegra.

Notó las lagrimas escurrir de sus bellos ojos (debido al tremendo coraje) y sin pensarlo 2 veces la abrazó. Quería volver a sentir su fresco y bello cuerpo cerca del suyo y que mejor oportunidad que esta, aunque lamentó que debido al niño no pudo repagarse tanto como quería.

–Tranquila chica…, -le dijo el viejo mientras acariciaba su sedoso cabello.

–Eeeess… es una e… es… estúpida…, -tartamudeaba la joven casada sin intención de separarse del viejo, de alguna manera el abrazo le hacían sentir bien.

Todo esto pasaba mientras eran observados por Doña Romina quien de brazos cruzados meneaba su cabeza de forma negativa: –“Como puedes cambiar a mi hijo por ese asqueroso sujeto”, -pensaba.

Doña Romina era una mujer que enjuiciaba antes de preguntar, en su mente ni se asomaba la idea de que Gabriela acababa de conocer a aquel hombre, para ella ya eran amantes.

Don Cipriano quedaba de frente a Doña Romina y le lanzó una mirada burlona y triunfante. Romina y Cipriano se miraban en los momentos en que el viejo aun mantenía a Gabriela abrazada contra su pecho, el asqueroso vejete se encargaba de que la vieja viera que el tenía a su nuera en sus brazos todo lo que él quería, con esto ultimo sabía que todo lo que ocurriera de aquí en adelante solo lo beneficiarían a él: –“Señora… Si supiera lo rico que algún día lo pasaremos su nuerita y yo cuando estemos acostados…”

Con una mirada de desprecio Doña Romina se alejó de ellos y se metió en su hogar, mientras Cipriano, Gaby y el pequeño Jacobo se dirigían al fin a casa.

–Muchísimas gracias por todo Don Cipriano…, -dijo Gaby bajando del auto con su hijo en brazos.

–Tranquila mi reina… No pasa nada…

–No sé cómo pagarle todo lo que ha hecho hoy por mi…, -le decía Gaby con sinceridad, –bueno… si lo sé…!, no se preocupe le pagaré hasta el último centavo.

–Cuando puedas nena…, solo recuerda que tu camioneta estará en unas 2 semanas.

–Está bien señor… y me despido porque mi marido debe estar muy preocupado por nosotros (refiriéndose a ella y su hijo).

La atractiva y joven madre de familia comenzó a caminar en dirección al edificio donde se encontraba su apartamento, con la libidinosa mirada del viejo clavada en aquel espectacular trasero que movía como una diosa.

El viejo se tocaba la verga por encima de su pantalón mientras decía en voz alta.

–Tranquilo… en unos días más vas a estar dentro de esa pendeja, -arrancó su auto después de que ya no pudo ver a la rubia y se fue de allí.

El camino para Gaby fue difícil, su hijo ya no era un bebe, los últimos meses había ganado peso (no es que el niño fuese gordo, pero estaba pesado), además vivía en el 4 piso y el elevador no funcionaba desde hacía varias semanas.

Durante el camino se topó con varios vecinos que la saludaban eufóricamente, muchos de ellos con tal de pasar algunos momentos cerca de ella se ofrecieron a ayudarla con el niño, a lo cual se negaba, sabía que si hubiese aceptado se exponía a un nuevo pleito, ahora con su marido.

Estaba segura que su suegra ya lo había llamado, contándole quien sabe que cosas acerca de lo sucedido en su casa.

Cesar era un hombre celoso, a sabiendas del mujerón que tenía como esposa y eso lo carcomía, algunas veces cuando estaba solo se imaginaba que Gaby se conseguía otro hombre y lo dejaba, aunque cuando estaba con ella se reprendía por tener esos pensamientos al verla tan cariñosa, tan atenta, tan amorosa y entonces sabía que él lo era todo para ella, y el también la amaba, más de lo que había amado a otra persona en su vida.

Más tarde que temprano Gabriela llegó a su departamento introdujo su llave en la cerradura y entró.

No le sorprendió ver a su marido sentado en el sofá con semblante serio.

–Hola mi amor…, -le saludó Gaby con la esperanza de que no se encontrara de mal humor… no tenía ganas de otra pelea.

Cesar no respondió el saludo, se dirigió hacia ella y tomó a Jacobo en sus brazos, para después alejarse de allí y llevarlo a su habitación (la de Jacobo).

Para ella esto solo podía significar una cosa, habría pelea, así que esperó a que regresara, ella no quería discutir, pero tampoco era una dejada si quería pelea la iba a encontrar.

Esperó sentada en el sofá de la sala cuando vio aparecer a Cesar.

–Me llamó mi madre…, -atinó a decir Cesar mirándola seriamente a su cara.

–Otra vez esa vieja bruja…, -dijo Gaby frunciendo el seño en señal de molestia.

–No le digas así, es mi madre y lo sabes…, -Cesar estaba muy ofendido.

–Y cómo quieres que le diga…!?, si no deja de meterse en nuestros asuntos…

–Me dijo que estabas en el carro de un hombre… ¿Quién era?, -inquirió Cesar con el gusanito de los celos.

–Un conocido…, -dijo Gaby muy suelta de cuerpo, además que la palabra conocido para ella le sonaba a poco por lo atento en que se había comportado don Cipriano con ella en aquel día.

–Qué…!? Un conocido…!? Realmente quieres que me trague eso…!?, -los celosos gritos de Cesar llenaron la sala.

Gabriela al instante se puso de pie para intentar acallarlo, ambos quedaron frente a frente.

–Baja la voz que despertaras al niño…

–A la mierda con eso…!, y como quieres que me ponga cuando mi mujer se está revolcando con quien sabe quien…!!.

La respuesta de Gaby fue una sonora cachetada, jamás en su vida su marido le había hablado así, era la primera vez que la tachaba de adultera, y estaba segura que era por culpa de su suegra solo dios sabía que fue lo que le contó.

A Cesar le dolía mas el orgullo que aquel golpe, el solo imaginar que Gaby estuviera en brazos de otro lo enloquecían.

–En verdad crees que sería capaz de engañarte con otro…!?, mírame a los ojos y dímelo…!!, -la chica hablaba en tono alto, no importándole que alguien la escuchara, cuando ese tipo de acusaciones venían de su suegra no le afectaban tanto, pero viniendo de su marido era diferente.

Así lo hizo Cesar, miró fijamente los bellos ojos azules de Gaby y vinieron a su mente todas aquellas ocasiones en que había cuidado a él y de su hijo, lo tierna que era cuando se enfermaba, lo amorosa que era la mayoría del tiempo y la respuesta le llegó pronto a su mente. No, Gabriela jamás lo engañaría, o al menos eso pensaba en ese momento.

–Noo…, discúlpame mi amor…, -le decía ahora algo temeroso de la reacción de Gaby, –es que tu sabes lo mal que me pongo, tu eres mi vida y no sé qué haría sin ti.

–No me vengas con eso ahora, primero me insultas y después me vienes con esto…!. -Gaby aun estaba molesta, se notaba por la posición de sus hombros.

Cesar pidió una vez más disculpas, incluso se arrodilló, y como a Gaby no le gustaba verlo así, humillándose, terminó por perdonarlo.

–Mi amor… tengo unas preguntas…, sin pelear ni nada pero… Qué hacías en el auto de ese hombre?, -trató de que su voz sonara lo más tranquila posible, aunque sintiera celos.

Gabriela no quería contestar esa pregunta, no quería decirle a su marido que por su estupidez ahora tenían más deudas, así que hizo lo que cualquier ser humano haría: Mintió.

Le contó que su mejor amiga Lidia le había pedido prestada su camioneta por unos días porque iba a salir de la ciudad, a fin de cuentas ya lo había hecho antes y a Cesar aunque le molestara terminaba aceptándolo, siguió diciendo que el hombre era tío de Lidia y que muy amablemente al ver que no tenía como regresar se ofreció a llevarla.

La intuición de Cesar (o quizás los celos) le decía que algo andaba mal, su historia cuadraba, pero había algo extraño, a fin de cuentas lo dejaría pasar, viniendo de Gaby no sería nada grave.

La reconciliación de la feliz pareja no tardó mucho en llegar, esa misma noche tuvieron una sesión de sexo marital, y como siempre las sensaciones fueron contrastantes.

Cesar como siempre había terminado completamente satisfecho (y como no si aparte de ser una belleza Gaby era tremendamente fogosa en la cama).

Por otro lado tenemos a Gaby, la sensual chica, desnuda viendo detalladamente a Cesar quien plácidamente ajeno a todo esto dormía.

A pesar de ya llevar mucho tiempo casados Gaby no dejaba de sorprenderse de la belleza de su marido, un hombre alto, fornido gracias a las horas invertidas en el gimnasio, rubio, en fin era el estereotipo de belleza de las películas, alguien digno del tremendo cuerpazo de Gabriela, sin embargo había algo mal, nunca había logrado satisfacerla sexualmente y esto se debía a 2 razones.

El primero: Gaby pensaba que era debido a la falta de originalidad y talento a la hora de moverse, de sentir, de disfrutar de cada rincón de su cuerpo, y la segunda era el tamaño del miembro de su marido, si bien era cierto que nunca había visto otro, por platicas con sus amigas se podía dar una idea de lo pequeño que era, no obstante ella lo amaba demasiado como para quejarse por eso.

Sin embargo el mayor problema para ella, aun que en forma inconsciente, era eso último: Cesar la tenía muy chica.

Sabía en el fondo que debía hablarlo con él, que era un problema que tal vez tenía solución, pero también existía la posibilidad de que sus palabras pudiesen dañarlo, y eso era lo que menos quería.

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Los siguientes 2 días transcurrieron de manera normal en la vida de nuestra bella protagonista, no fue sino hasta el domingo por la tarde cuando recibió una llamada.

–Bueno…, -Dijo Gaby al no reconocer el numero de quien llamaba.

–Que bella voz tiene muchachita, -dijo la voz del otro lado del teléfono.

–Como es de juguetón Usted…, -dijo Gaby al percatarse de que se trataba la voz del viejo Cipriano.

–Que quiere que le haga…?, cuando estoy hablando con la mujer más bella del barrio… -dijo el viejo como tentando la situación.

–Mmmm…, Solo del barrio?- respondió coquetamente la chica sin ninguna mala intención, es solo que estaba acostumbrada a recibir los piropos muy subidos de tono, y cuando uno le agradaba por lo general seguía el juego.

–Usted sabe que no reinita…! Usted sabe que es la mujer más bella de la galaxia…, -el viejo lentamente tomaba más confianza, pero sin llegar a ser vulgar, no quería perder su oportunidad.

–Ya ve como es señor… va a hacer que me sonroje…

–Sonrójese todo lo que quiera…. De todas maneras estoy diciendo la puritita verdad.

Era extraña la gran confianza que habían adquirido en unos pocos momentos que habían estado juntos. Gabriela no veía con malos ojos la actitud de don Cipriano, pues como ya se dijo, ella estaba acostumbrada a ser admirada por el sexo opuesto.

Los siguientes minutos pasaron de la misma manera con don Cipriano alabando la belleza de Gaby y ella cada vez mas sonrojada hasta que llegaron al punto de la llamada.

–Bueno nena… no quiero incomodarte, pero llamaba para ver si has conseguido el dinero…

Gabriela dudó un momento… por lo bien que se llevaba con el viejo no pensó que le cobraría tan pronto.

–Ande señor… la verdad es que aun nada…

–No te preocupes, y no pienses que te estoy cobrando, lo que sucede es que me surgió un problema y rápidamente pensé en ti, si aceptas te perdonaría la deuda.

–Qué clase de problema?, -le consultó Gabriela con la esperanza de librarse de la deuda.

–Déjame contarte todo desde el principio.

El viejo Cipriano tomó aire y empezó.

–Como ya te había dicho, tengo un taller, todo iba muy bien con la clientela pero hace unas cuantas semanas un nuevo taller abrió muy cerca de aquí y empezamos a perder clientes…. –No teníamos idea de que chingados hacer para volver a tener clientela hasta que se me ocurrió una idea…

–Cuál idea?, -preguntó Gaby.

–Contratar edecanes… tú ya sabes… de esas chavas buenonas que bailan afuera de los negocios.

Gaby aun no entendía que le estaba proponiendo.

–El problema aquí es que ya teníamos contratadas a 2, pero para mi mala suerte una sufrió un accidente y no podrá venir, y para acabarla de chingar la agencia donde las contraté no me puede mandar otra, dicen que no tienen disponibles, -mentía el viejo.

Gaby quien por fin tenía una idea de lo que quería el viejo, y tratando de zafarse preguntó.

–Y no puede llamar a otra agencia?.

–Si…, pero el problema es que estoy pagando un dineral por esta chica, ya la vi y es una hermosura, y en las demás agencias no tienen a nadie que le llegue a los talones.

–Y entonces…?, -la voz de Gaby sonaba preocupada.

–Entonces es cuando entras tú… Eres una hermosura de mujer, y si suples a la chica que se enfermó nuestra deuda quedará saldada.

El silencio reino por unos instantes mientras Gaby meditaba la situación.

–No creo señor, soy una mujer casada y no me parece correcto exhibirme, si mi marido se llegara a enterar inmediatamente me pediría el divorcio.

–Ándale… solo son 2 semanas Gabrielita… solo eso y por las mañanas, -le suplicaba el viejo.

–No se…, -la bella mujer casada estaba indecisa, solo tendría que hacer de edecán por 2 semanas y terminaría su deuda, era un buen trato, si estuviese soltera lo habría tomado sin protestar.

–Tu marido no tiene por que enterarse, será nuestro secreto…, -el viejo sonaba muy angustiado, sentía que la escultural mujer se le escapaba.

Después de unos angustiosos momentos la chica terminó aceptando.

–Está bien señor, pero solo porque usted me cae muy bien, jajaja…, -se rio con su dulce voz.

–Muchísimas gracias Gabrielita, y a propósito tu…”me caes mejor”, -dijo Don Cipriano en doble sentido cosa que Gaby no entendió.

–Déjame darte mis datos para que mañana llegues aquí temprano nena…

–Está bien señor…

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A la mañana siguiente Gabriela se encontraba afuera del taller de Don Cipriano, tuvo que hablar con su jefe pidiendo sus dos semanas de vacaciones por adelantado, su jefe aceptó, aparentemente las cosas estaban de su lado, sin embargo un sentimiento de angustia la recorría, la calle estaba en muy malas condiciones, era muy temprano y no pasaba mucha gente ni coches.

Llevaba alrededor de 15 minutos esperando a las afueras del “Pie Grande”, así se llamaba el taller mecánico. Por un momento le dio la impresión que el nombre parecía más de Cabaret que de taller mecánico, pensaba en irse, a fin de cuentas nadie la había recibido, sabía que estaba mal, como era posible que una mujer casada como ella estuviera pensando en exhibirse ante una bola de extraños.

¿Qué pensaría su marido?, ¿Qué pensaría su hijo?, definitivamente estaba mal, la espectacular rubia dio media vuelta cuando escuchó que se abría el gran portón café.

–Hola señora Gabriela…!, -le saludó eufóricamente el chango.

–Buenos días Pablo…, -le respondió Gaby devolviéndole el saludo.

–Bu… buenos días…, -el chango se extraño de cómo una espectacular mujer como ella recordara su nombre.

Aun con aquellas ropas, se podía ver a la perfección la escultural figura de Gabriela, dotada de una belleza espectacular que la naturaleza le concedió y cuidada gracias a las horas de gimnasio invertidas, decir que era espectacular es poco, ese bello rostro digno de una muñeca de porcelana con sus ojos azules y esos labios rojos que brillaban como la sangre, contrastaban con el deseo que despertaba su anatomía.

Su cuerpo digno de las pajas mentales de todo el que la conocía, con su trasero perfecto, voluminoso, parado respingón, y sus enormes melones, fantasía obligatoria de grandes y chicos, de amigos y familiares.

–Pero no se quede allí señito… pásele al fondo, la otra chica ya llegó…

Gabriela se quedó unos momentos sin articular palabra, su mente era un caos, sabía que no debía hacerlo, pero necesitaba saldar la cuenta de su camioneta.

–Okey Pablo, muchas Gracias…, -y con su sensual movimiento de caderas fue al lugar señalado, recorriendo un húmedo y ancho pasillo de paredes grisáceas.

El lugar olía mucho a gasolina, aceite a todos esos olores característicos de los autos, el recorrido era largo y mientras avanzaba se topaba con lo que pensaba eran trabajadores, todos eran similares, vestían ropas maltrechas, sucias y feas, tipos bastante normales, notaba la lasciva mirada de todos y cada uno de ellos, a lo cual ella respondía con un agradable “buenos días”.

Gabriela abrió lentamente la puerta del camerino improvisado que Don Cipriano había montado y cuando lo hizo vio a una chica morena sentada en una silla, vestida con un diminuto short y una pequeña blusa de tirantes.

La chica no se dio cuenta de la entrada de Gabriela puesto que estaba muy ocupada arreglando su cabello en el espejo.

Gaby quien por naturaleza era curiosa se quedó sin hacer ruido observando a la joven.

Notó que se trataba de una chica bastante normal, no era la belleza que creyó encontraría tras la llamada de Don Cipriano, veía su cuerpo, unos pechos de tamaño medio, para bajar a un estomago del cual se notaba una ligera pancita, observo su rosto, era una niña, según Gaby no pasaba de los 18 o 19 años, lo que pudo ver de su rostro le agradó, era una chica bastante bonita, pero dentro de lo que cabe normal.

La joven volteo a ver a la rubia y fue Gaby quien rompió el silencio, como siempre;

–Hola, me llamo Gabriela y creo que somos compañeras…, -le dijo mostrando su bella sonrisa de dientes relucientes.

–Mu… mucho gusto señora, mi nombre es María…, -dijo la joven levantándose de la silla y estrechándole su mano. A Gaby no le agrado que se dirigiera a ella como señora, porque a fin de cuentas a que mujer le gusta que le recuerden su edad.

–Bien María, pero a partir de hoy llámame por mi nombre Okey…

–Si “señora” esta bi…, -en ese momento hubo un silencio, para después ambas empezar a reír.

–Si Gaby está bien.

Gabriela al instante supo que se llevarían muy bien.

Pasadas las presentaciones María le indicó a Gaby donde se encontraba su ropa, la cual tomó, y la extendió sobre una pequeña mesita en la esquina del cuarto.

Sin ningún tipo de pudor la escultural rubia se despojó de su blusa deportiva y su brasier, después de manera muy sensual (sin proponérselo) deslizar lentamente su pantalón deportivo.

–Disculpa, no sé si te importara que me cambie aquí…, -dijo Gaby cubriendo sus pechos con un brazo y con el otro cubriendo su intimidad.

Gaby tenía la costumbre de hacer eso con sus amigas, entre ellas no había secretos y menos algo tan simple como verse desnudas, pero recordó que no todas las mujeres eran así.

–Para nada Gaby, con confianza…

Para ser honesta el cuerpo de Gaby impacto a María, jamás en su vida había visto cuerpo tan perfecto como ese, y eso la cohibió, la avergonzaba saber que cuando estuviesen fuera nadie la vería por ver a esa espectacular mujer.

–Te pasa algo María…?, -le preguntó Gaby…

–No nada… puedo hacerte una pregunta?

–Ya la hiciste…, -rio Gaby, comentario que agrado a María

–No… ya en serio… te has hecho alguna cirugía?, -le consultó María intentando sonar lo más natural posible, no quería enfadar a su compañera.

Gaby se extrañó, llevaba poco de conocer a María jamás imaginó que le preguntaría eso,

–No, la verdad no, así me hicieron mis papás, -dijo orgullosa de su anatomía, a la vez que se veía en el espejo.

–En… en serio?.

–Claro… en mi familia las mujeres siempre hemos sido así, aunque mi madre dice que yo si exageré…, -ambas rieron.

–Qué padre tener un cuerpo como el tuyo…, -le decía María en tono melancólico sabiendo que ella no era ni la mitad de hermosa que Gaby.

Gabriela notando que tal vez al presumir su cuerpo había hecho sentir mal a María dijo:

–Pues ni creas, es una verdadera friega en el gimnasio, además todos los hombres se te quedan viendo de manera extraña, -la sonrisa de Gaby era muy amistosa.

–Ha de ser bien chido que los hombres te quieran por tu cuerpo, así como poder conseguir lo que quieras.

Este último comentario si preocupó a la rubia, siempre había sido de la idea que lo más importante de las personas era el interior, no se había casado con su esposo por ser un hombre bien parecido, lo había hecho porque a pesar de sus defectos, también tenía grandes virtudes.

–Créeme no está tan bien…, -le decía Gaby, -lo que importa es lo que llevamos dentro.

–Siiii…!, lo que llevamos dentro de la tanga y dentro del bra…, -respondió María.

A pesar de la lección que Gaby quería impartirle a María no pudo evitar reírse.

–Bueno apúrate, Gaby que ya casi es hora de salir…

–Sí, pero donde está el dueño del taller?, -preguntó Gaby refiriéndose a Don Cipriano.

–Mi tío llega más tarde, pero tranquila que ya me dio órdenes de que hacer…

–Tu tío…?, -preguntó Gaby…

–Así es, acaso no notas el parecido familiar…?.

Jamás en su vida Gaby lo habría adivinado, don Cipriano era un hombre muy feo y la chica era hasta cierto punto bonita.

–Pues la verdad no…, -respondió Gaby.

–Ay… gracias a dios…, -comentó María a lo que ambas rieron fuertemente.

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Gabriela y María bailaban sensualmente a las afueras del pie grande, con sus ajustados atuendos, al ritmo del reggaetón.

La bella rubia al principio le daba pena estar allí bailando para extraños, pero conforme pasaba el tiempo iba adquiriendo confianza, hasta que llegó a la conclusión de que no era tan horrible como pensaba, a fin de cuentas a ella le encantaba bailar, le encantaba esa música, su compañera era muy agradable, e incluso le hacía gracia como alguno que otro despistado había sufrido ligeros accidentes menores por voltear a verlas.

Ya había conocido a todo el personal, aunque hubiese deseado recordar el nombre de todos solo recordaba al chango o Pablo y a Francisco un chico de unos 20 años que era novio de María.

Debía admitir que la estrategia al parecer estaba dando resultado, había muchísima gente rodeando el taller, era verdad que muchos solo iban a verlas, pero otros en verdad entraban por sus autos.

En el poco tiempo que llevaba allí Gabriela ya había recibido más de 20 números de teléfono, los cuales ella aceptaba por educación aunque claro nunca llamaría a esos hombres, cuando alguien preguntaba su número ella cordialmente se excusaba (mintiendo) diciendo que si la compañía se enterara perdería su empleo.

Mientras a unos cuentos metros de distancia el chango, Francisco y Don Cipriano hablaban tranquilamente.

–No mamen gueyes… ya no aguanto, me la quiero coger ya…!, -decía el viejo Cipriano

–Sí señor, esta re buena la señora, mire nada mas como nos mueve esas nalgotas…, -decía Francisco señalando a la rubia mientras bailaba la macarena meneando su trasero de una forma hipnotizante, y si a eso le sumamos el diminuto short que usaba era una visión impactante.

–Esas nalgotas van a ser mías muchachos, pero todo depende de que salga bien el plan, y que no la cagues muchachito…, -dijo don Cipriano volteando a ver a Francisco.

–Si ya lo sé señor…, -fue lo único que pudo responder el joven.

Y como si Gabriela pudiera escucharlos sin perder el ritmo se acercó a ellos y jalando a Don Cipriano lo incitó a que bailara con ella, el no perdería la oportunidad de dar una pequeña manoseada a tan sensual mujer, así que ni tonto ni perezoso la acompañó.

Los hombres que estaban allí reunidos no podían creer como tan horrible viejo estaba dando llegues a la chica, la cual al parecer ni se daba cuenta, y así era Gabriela ni se imaginaba nada de eso, notaba como el viejo se repegaba a ella, pero así se bailaba.

–La neta que lo vas a hacer wey…?, -le preguntó el chango a Francisco.

–Pus si wey… por qué?

–Es que la seño es a toda madre wey…, -en el poco tiempo que el chango llevaba de conocer a Gaby ya le había cogido cariño.

–Si we pero el patrón se la quiere echar, y quien no…, nomas mírala esta re buena.

–Pero si lo logra le arruinará la vida, hasta donde se está casada y con chamaco y toda la cosa, imagínate si a tu mamá o a tu hermana le quieren hacer algo así, es mas no te vayas tan lejos, imagínate si a María se la quiere chingar otro wey.

Francisco se quedó en silencio pensando.

–Tú sabes que necesito feria y el patrón me ofreció una buena, además María está de acuerdo…, -respondió finalmente Francisco.

El chango ya no dijo nada, sabía que ni ninguna cosa lo haría cambiar de opinión, ambos se quedaron allí embelesados viendo a la buenísima de la casada.

…………………………………………………..

Pasaron las horas, su primer día había pasado de maravilla, le había encantado el sentimiento de libertad, de sentirse deseada, de poder sobre los hombres y ahora llegaba el momento de regresar a casa y obviamente Don Cipriano se había encargado de ofrecerse para llevarla.

Desde el primer momento en que llegó al taller el viejo no se había separo de ella, y para los próximos días tenía pensado que fuera igual, cosa que a Gaby no le molestaba, más bien la hacía sentirse segura, y siempre era agradable estar con alguien.

Don Cipriano quería que Gaby se acostumbrara a él, que en el momento en que la penetrara no existiese resistencia de su parte, quería seducirla, quería apartarla de su familia, quería que ese forro de mujer fuera solo suyo, pero también quería que fuera por las buenas, quería que ella lo deseara y no le importaba valerse de trucos y de engaños para lograrlo.

Don Cipriano dejo a Gaby a dos calles de su edificio, para que su marido no se diera cuenta de que llegaba con él.

La rubia caminó hasta su casa, había sido un día muy placentero y ansiaba que llegara el próximo.

–Hola mi amor…, -le saludo Cesar al ver entrar a Gaby, –luces un poco cansada.

Gabriela no le contó a su esposo que pidió sus dos semanas de vacaciones, pues no quería que se enterara de lo que hacía, se sentía mal de ocultar algo a su marido, pero había llegado a la conclusión de que era lo mejor para ambos.

–Si amor, fue un día duro.

En ese momento entró corriendo Jacobo.

–Mamá… mami…, -le decía completamente emocionado.

–Hola mi amor…

Gabriela cargó a su pequeñín entre sus brazos, en esos momentos era lo único que le importaba.

……………………………………………………….

Los siguientes días transcurrieron de la misma manera, con Gabriela acudiendo a su “trabajo” en el taller, esto claro sin que su marido se diera cuenta.

Estrechaba sus relaciones con los que ya consideraba sus amigos es decir con María y el chango, pero con el que cada vez se sentía más unida era con Don Cipriano, en tan poco tiempo había llegado a considerarlo como un padre, quizá gracias a la falta de uno en su infancia, no lo sabía pero ya le tenía mucho cariño.

Con los demás trabajadores llevaba una relación cordial, notaba la manera en que la miraban pero ya estaba acostumbrada, no fue sino hasta el jueves, un día antes de cumplir con su contrato lo que cambio todo.

Ese día María no acudió al trabajo, Don Cipriano le explicó que estaba enferma, por lo cual había salido como edecán sola, notaba algo extraño en el día, durante toda la tarde no vio a ningún otro trabajador, excepto a Don Cipriano, el chango y Francisco, cuando preguntó porque a Don Cipriano este le respondió que no sabía, pero que cuando lo supiese se iba a desquitar, cosa que era mentira ya que él mismo les había dado el día libre.

Gabriela ya se encontraba en el pequeño cuarto donde se cambiaba de ropa para regresar a casa, se veía en el espejo modelando, tomando su rubia melena por encima de su cabeza, la casada a fin de cuentas era vanidosa.

Inspeccionaba su cuerpo en busca de alguna imperfección.

De pronto se abrió la puerta, y frente a ella apareció Francisco con un cuchillo en la mano, Gabriela no sabía que estaba pasando, además estaba segura de haber puesto el seguro de la puerta.

–Francisco…!, -exclamó la rubia preocupada pero tratando de no demostrarlo, mientras de manera muy despacio retrocedía, hasta que topó con la pared.

Francisco no decía nada, su rostro no mostraba emoción alguna, simplemente se dedicó a acercarse a la rubia.

–Qué es lo que quieres Francisco…?, -preguntó con un tono en su voz de lo más valeroso qué pudo demostrar.

El chico no le contestó, solo aprisionó con su cuerpo el de ella.

Aléjate de mi cerdo…!, -la chica trataba de empujar sin buenos resultados el fuerte cuerpo del joven quien la contenía.

–Por favor que alguien me ayude…!!!, -gritaba desesperadamente la chica para que alguien la escuchara y la socorriera.

El joven seguía sin pronunciar palabra alguna, solo emitía sonidos guturales, mientras colocaba la navaja en el cuello de la rubia.

–Calla nena, o te puede pasar algo malo…, -le decía Francisco visiblemente nervioso, y comenzó a deslizar su lengua por el tierno cuello de ella.

–“Oh Dios”… me van a violar…!!, -pensaba desesperadamente la casada en aquellos terribles momentos. –Por favor ayúdenme… me están tocandoooo…!!!, -seguía rogando la chica en su mente, instintivamente cerró los ojos y rezó por estar en otro lugar, p porque todo aquello fuera solo un terrible sueño.

En ese momento sintió que unas manos apretaron sus formidables pechos, palpándolos, sintiéndolos.

–Noooooooooooo…!!!, -gritó la rubia ahora con desesperación.

–Tranquila putita… todo va a estar bien…

Las lágrimas inundaron el bello rostro de Gaby, no quería ser violada en ese lugar.

De repente y sin previo aviso unas manos tomaron al joven y lo empujaron hacia un lado.

La bella Gabriela observó aliviadísima, aunque desconcertada lo que pasaba.

Junto a ella y sin saber cómo se encontraba Don Cipriano, que a pesar de ser un viejo, también era bastante corpulento y le era bastante sencillo combatir con el joven.

–Qué crees que haces pendejo…!?, -le gritó el viejo colocándose frente a la chica en señal de protección, lo cual ella agradeció y repagándose a él permanecía expectante.

El joven no dijo nada, rápidamente se levantó y echo a correr.

El viejo quiso ir tras él, pero no pudo puesto que Gabriela extrañamente jaló su brazo por temor a que Francisco ahora pudiera hacerle daño a él, además que no quería estar sola.

La rubia lo abrazó, sus bellos ojos seguían expulsando lágrimas, pero esta vez eran lágrimas de alegría.

–Muchas… Muchas gracias Don Cipriano…, -le decía Gaby sin imaginar que ese abrazo calentaba de sobremanera a el viejo, sentir su voluptuosa anatomía era enloquecedor.

–Tranquila chiquita… haría todo por ti…, -fue la primera vez que Gaby creyó ver en su mirada algo más que amor paternal.

Don Cipriano la tuvo unos minutos entre sus brazos, era la primera vez que experimentaba un deseo tan intenso por alguien, ni siquiera por su esposa había sentido tanta excitación y quería disfrutar cada segundo de aquello.

Por su parte Gaby se sentía segura, ese hombre la había salvado de lo que hubiera sido la peor experiencia de su vida.

O al menos eso creía.

………………………………………

Esa noche Gaby aun se sentía intranquila, sabía que el peligro había pasado, pero aun estaba nerviosa, lo cual Cesar notó, sin embargo ella se negó a contarle la verdad y argumentaba que eran problemas de trabajo sin importancia.

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Don Cipriano había sugerido a Gabriela que se tomara el día siguiente, para que se tranquilizase, sin embargo ella se negó, en parte porque en verdad se estaba divirtiendo y en parte como agradecimiento a su salvador, no iba a defraudarlo con el trabajo.

Ese viernes llegó al taller y notó que las cosas volvían a la normalidad, los trabajadores regresaron, al igual que su compañera y amiga María.

Con mucha pena la rubia contó a su amiga lo que paso el día anterior en el taller con Francisco (novio de María).

–Te platico esto en parte porque eres mi amiga y quiero desahogarme, y por otra porque un tipo como ese no te merece…, -el rostro de Gaby reflejaba verdadera preocupación.

El rostro de María era sereno, pero a la vez preocupado.

–No… No es lo que crees amiga…, -defendió María a su novio.

–Que no es lo que creo…!?, si me tocó, estuvo a punto de…, -no pudo terminar la oración.

–Ahora no puedo contarte mas, espera unas horas y lo diré todo…, -le prometió María a Gaby y sin decir más salió del cuarto apresuradamente.

Gabriela estaba desconcertada, a qué se refería? Que es lo que iba a contarle?, al menos por el momento a fin de cuentas en unas horas lo sabría.

………………………………………..

Terminado su último día ambas chicas regresaron al cuarto donde se cambiaban de ropas, y cuando entraron el chango las esperaba.

Gabriela rápidamente se puso a la defensiva, después de lo que paso el día anterior prefería estar preparada.

María noto la actitud de su amiga y dijo:

–Tranquila, yo le dije que viniera, lo que te vamos a contar es muy serio y de antemano te pido que nos perdones.

–Pus si… yo también…, -dijo el chango…

–Toma asiento Gaby porfa…, -le pidió amablemente María.

Cuando todos estuvieron sentados continuaron:

–Qué es lo que me quieren decir?, no me dejen en ascuas…

–Lo que sucedió ayer, fue todo un error…

–Estas equivocada, no fue ningún error…!!!, -Gaby había alzado su voz, después de lo que paso ayer le molestaba que aun tratara de defender a su novio.

–Disculpa, no me explique bien, ambos (refiriéndose al chango y a ella) sabemos que lo que nos cuentas es cierto, pero las cosas no son lo que parecen.

La rubia estaba muy confundida.

–Trataré de ser lo más clara que pueda, verás Francisco jamás quiso hacerte daño, pero fue obligado por alguien…, -María y el chango intercambiaban miradas ansiosas.

–Por quién…!?, -preguntó Gabriela en forma temerosa, pero a la vez ansiosa por saber mas de aquello que le estaban diciendo.

–Por el patrón…, -contestó rápidamente el chango.

Eso fue como un balde de agua fría para nuestra aun inocente casada.

–Qué…?, -a pesar de lo que le dijeran le era difícil asimilarlo.

–Así es Gaby, mi tío planeo todo eso, y lo peor de todo es que nosotros lo sabíamos…, -se notaba el arrepentimiento en la voz de María, sin embargo Gabriela no estaba muy convencida de que le dijesen la verdad.

Abruptamente se levantó de su asiento y visiblemente molesta dijo:

–No… no puedo creer que después de lo que me pasó ayer, se atrevan a hacerme una broma como esta…!

–Créeme Gaby, me gustaría mucho que fuera una broma, pero no lo es.

–Pues lo siento mucho mi reina, pero no puedo creer que un hombre como Don Cipriano haya planeado eso, y además ¿con que fin?, -Gaby continuaba con el mismo tono desafiante.

–Shhhh…!!!, -decía el chango con su dedo índice en la boca temiendo que alguien pudiera escucharlos.

–Por favor Gabriela, veo que estas muy alterada, mejor lo dejamos para otro día…, -propuso María.

–No, no me callo, o me cuentas ahora mismo que pasa, o Don Cipriano se va a enterar que le levantan falsos…, -amenazó Gaby, con ese tono que denotaba lo enfadada que estaba, ese hombre había sido muy bueno con ella, no dejaría que mintieran sobre él y menos en algo tan grave.

–Bien, quería contártelo con tacto, pero si así lo quieres…, -María respiró aire profundamente. –Mi tío esta prendado contigo, en otras palabras te quiere coger…, -el bello rostro de Gaby se dibujo una cara de sorpresa, mientras la chica continuaba aclarándole la película, –El está obsesionado con acostarse contigo, -le decía María mientras el chango movía su cabeza en señal afirmativa.

–Estás loca…!, en serio crees que me voy a tragar eso…!?, si él ha sido bien buena gente conmigo…, -Gaby seguía sin creer en sus palabras.

–Es verdad Gaby… si no que se muera mi jefecita…, -le decía ahora el chango creyendo que con esto la convencería.

–Disculpen, pero se me hace una reverenda estupidez, en cualquier caso… ¿por qué contármelo ahora?

–Porque eres a toda madre, nosotros (el chango y María) te hemos tomado mucho cariño y no se nos hace justo que mi tío te juegue chueco, pues tienes un hijito y un esposo que por lo que cuentas amas y te aman, además tampoco se me hace justo con mi tía, ella también es una buena mujer que no se merece que le pongan los cuernos.

Gabriela sabía que Don Cipriano estaba casado, y por la manera en que él le había hablado acerca de ella no creía que nunca se le ocurriera engañarla.

María contó a Gaby como su tío le había prohibido acercarse al taller el día anterior, amenazando con correrla de su trabajo si no hacía caso, también que había dado el día libre a los trabajadores (recordemos que a Gaby le contó que no sabía por qué no fueron a trabajar).

El chango por su parte contó como Don Cipriano había apostado a él llevársela a la cama, la manera en que aparentaba ser frente a ella y como en verdad era a sus espaldas.

Y lo más importante, le contaron lo que había pasado con Francisco, el era un buen muchacho quien desafortunadamente tenía a su madre muy enferma en el hospital y Don Cipriano se aprovechó de esto para obligarlo a atacar a la rubia, así el llegar de último momento y quedar como un héroe frente a ella, le había prometido que si todo salía bien le daría una gran suma de de dinero y la promesa de poder regresar a su trabajo después de que Gaby se fuese.

–En verdad no puedo creerles, Don Cipriano es un buen hombre…!, -la rubia no sabía si en verdad podía creerles… o a lo mejor no quería.

–Ojala nos hubieras creído a la primera, pero en fin parece que tendremos que mostrarte como es mi tío en realidad.

A continuación pasaron a contarle lo que harían.

María le dijo que ambas se esconderían en el closet, que escuchara atentamente todo lo que diría su tío, de lo demás se encargaba el chango.

Gabriela terminó aceptando, con la amenaza de que si no les creía le contaría todo a Don Cipriano.

Quería llegar al fondo de todo eso, ahora solo faltaba que hiciera su aparición Don Cipriano

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Escucharon ruidos provenientes de la entrada, lo cual los alertó de que Don Cipriano acababa de regresar, por lo cual María incitó a Gabriela a que ambas se escondiesen en el closet, cerraron la puerta con seguro para así evitar que Don Cipriano las descubriera, mientras sucedía esto el chango sería el encargado de desenmascararlo atrayéndolo hacia el cuarto para que Gabriela lo escuchara.

–Qué quieres chango…?, -preguntó Don Cipriano, a la vez que con su mirada buscaba rastros de Gaby

–No pus, solo le quería informar que Gaby se sentía mal…. Se llevó su camioneta (recordemos que ese día su camioneta al fin estaba lista).

–No hay pedo mi changuito, a fin de cuentas ya la tengo comiendo de mi mano, jajajaja…!!

La rubia desde su escondite podía escuchar toda la conversación, le sorprendió el comentario de Don Cipriano, pero a fin de cuentas aun no había dicho nada tan malo, por lo que continuó escuchando atentamente.

El chango sabía que para que Gaby les creyese debía escucharlo como en verdad era, así que se atrevió a preguntar.

–Y cómo va lo de la apuesta jefecito?.

–Eres un imbécil, es el dinero más fácil que voy a conseguir, -presumía Don Cipriano.

–Apoco es tan fácil?, -la voz del chango se retumbaba en la pequeña habitación.

Mientras en su escondite Gabriela no entendía que hablaban, pero la respuesta llegó en instantes.

–Verás mi chango, frente a Gabrielita soy un héroe, si no fuera por mi Francisco se la hubiera cogido…, -dijo Cipriano seguido de una carcajada.

Por unos instantes reino el silencio entre los 2 hombres, el chango no sabía que mas decir, hasta el momento Don Cipriano no había dicho nada comprometedor y sabía que solo era tiempo para que Gaby dejara de seguir el plan y saliera del closet, afortunadamente el no tuvo que decir más.

–Sabes lo que me caga?, -preguntó Don Cipriano, –me caga haber tenido que darle tanto dinero a ese pendejo para que siguiera mi plan, pero cuando recuerdo las espectaculares nalgas de Gabrielita y como me las voy a coger se me olvida todo lo demás, jajajaja…!!!, -las palabras de Don Cipriano estaban cargadas de lujuria, una lujuria que lo comía por dentro.

–No mames chango, si está re buena…, -dijo don Cipriano refiriéndose a Gaby.

–Si jefe, es… está… muy bonita… pero…, -en otra situación el chango hubiese usado otro adjetivo mas subido de tono, pero al saber que Gaby los escuchaba se contuvo.

–Pero qué…?, preguntó Cipriano con un tono molesto.

–Está casada señor, y además tiene un hijo, o sea tiene una familia…

–A la mierda con su familia, ella es un mujerón y a simple vista se ve que le encanta la verga.

Estas palabras calaron hondo en el corazón de Gaby, quien con su oído pegado en la pequeña puerta de madera del closet escuchaba claramente la manera en que Don Cipriano se expresaba de ella.

–Y a mí lo que más me sobra es eso… VERGA… Jajajaja…!!!

El viejo notó el nerviosismo en la cara del chango, ahora que estaba seguro que Gaby lo había escuchado se preguntaba como reaccionaria, tenía miedo que tal vez saliera del closet y encarara a su jefe, a fin de cuentas ella era ese tipo de mujer, se preguntó si había sido un error arriesgar su trabajo por su amiga.

–Qué te pasa pendejo…?, te noto raro…

–Nada señor…, solo me preguntaba ahora que es lo que va a hacer con Gaby…?, -mintió el chango.

–Mañana es mi día de suerte chango, ella me contó que su marido no va a estar mañana (era verdad finalmente Cesar había conseguido trabajo y tenía que salir de la ciudad), así que la invitaré a salir, y en la noche la vamos a pasar rico… jajaja…!!!

–Y usted cree que ella quiera salir, llevan solo 2 semanas de conocerse…

–Desde luego, como te dije soy su héroe, así que no se negara, y si lo hiciese pues solo sería cuestión de insistirle…, chango, te voy a contar algo pero esto si no se lo cuentes a nadie, ni siquiera a María.

–Por qué no quiere que se lo cuente?, -el chango estaba intrigado.

–Porque esas dos se han vuelto muy amigas, y tengo miedo que esa niña la valla a cagar…, -decía Don Cipriano sin imaginarse que ya lo había hecho.

–Se lo prometo señor…, -el chango cruzó sus dedos mintiendo, esto claro sin que Don Cipriano lo viese.

–Verás, tengo pensado traerla aquí mismo y colocar una cámara allí…, -dijo Cipriano señalando a la ventana, –oculta por supuesto, y extorsionarla de alguna manera con él.

Gaby no creía lo que escuchaba, donde había quedado ese señor buena gente que conocía, acaso desde que la conoció ese era su plan?, y porque ella?, porque no le importaba tratar de destruir a su familia para quedarse con ella?.

Pasaron los minutos y Gaby cada vez estaba más asqueada, de escuchar la manera tan soez como Don Cipriano se refería a ella, las posiciones que según el harían, las veces que se vendría dentro de ella, incluso escucho como quería embarazarla.

No aguantaba más, quería salir corriendo y decirle sus verdades a ese hombre que la había engañado haciéndola creer que era un buen tipo, sin embargo se contuvo, lo había prometido.

En cierto momento Don Cipriano se despidió, dejando en manos del chango cerrar el changarro y se fue hacia su casa.

Tiempo después ambas chicas salieron del closet al escuchar arrancar el carro de Don Cipriano.

–Honestamente lamento que te hayas enterado de esta forma, y te vuelvo a pedir disculpas por que nosotros lo sabíamos, -dijo la joven María mientras el chango asentía con la cabeza.

El chango y María guardaron silencio unos instantes no sabían cómo reaccionaría Gaby, el silencio era muy incomodo hasta que Gaby lo rompió.

–Les agradezco que al final hiciesen lo correcto…, aunque debo admitir que estoy algo molesta con ustedes…, -ella se conocía, sabía que en pocos días se le olvidaría de lo malo que hicieron, pero al que no podría perdonar era a Don Cipriano.

–Dónde está mi camioneta?, -preguntó Gaby secamente dirigiéndose al chango.

–A dos cuadras de aquí…, -dijo el chango entregándole las llaves y apuntando la dirección.

–Creo que no es necesario que diga esto, pero no le digan a Cipriano que ya se dé su “plan”.

Ambos asintieron y vieron como se alejaba de ellos, no dijeron nada sabían que era mejor dejarla sola por el momento.

Incluso en esa situación y siendo su amiga el chango no pudo evitar clavar su mirada en las nalgotas de la chica.

“Que buenas nalgas… que buenas nalgas…”. Pensó el chango.

………………………………….

Gaby conducía su camioneta con dirección a casa, mientras pensaba sobre lo ocurrido recientemente.

No entendía porque alguien trataría de separarla de sus 2 grandes amores (su hijo y su marido), y mucho menos entendía que lo hiciera por algo tan banal como el sexo, así era, aquel hombre solo la quería para tener sexo, no para hacer el amor con ella, sino para saciar sus más bajas pasiones, y eso la asqueaba, la enojaba la manera en que se había hecho pasar por un buen hombre solo para meterla en una cama.

Y decidió que no podía quedarse así debía vengarse de alguna manera.

—————————-

Mientras daba vueltas en su cama, a solas recordaba que hacía algunas horas que su marido se había ido, su hijo plácidamente dormía en la habitación contigua, ese día había sido duro, al principio le fue difícil aceptar que aquel hombre al cual casi había llegado a querer como un padre la traicionara de esa manera.

Se percató que su pequeño celular vibraba en señal de que estaba entrando una llamada, lo cogió del buro que tenía del lado derecho de su recamara matrimonial, con la esperanza de que se tratase de su marido, su decepción fue tal al ver en la pantalla que la llamada entrante era de Don Cipriano.

Dudó un momento en que hacer, quizá debió hacer lo más lógico y no contestar, a fin de cuentas ya había pagado su deuda y tenía su camioneta de regreso, sin embargo la vida pone trampas en el camino y la rubia cometió uno de los mayores errores de su vida: contestó.

–Bueno…, -respondió Gaby a la llamada.

–Hola Gabrielita… como estas?, -preguntó Don Cipriano.

Le resultaba increíble como ese hombre al que hace solo algunas horas hubiese protegido de cualquier cosa ahora le provocase tan profundo asco, sin embargo no lo demostró.

–Muy bien señor, estaba aquí dormidita, solita, con frio…, -actuaba en forma extraña.

–Estas solita porque quieres nena, tu nomas dime y voy y te caliento…, -se atrevió a decir el viejo, en cualquier otro momento Gaby hubiera colgado, pero después de esa tarde quería darle una lección así que siguió el juego.

–Es usted todo un coqueto señor… jajaja…!, -Gaby fingió una risa tímida.

Pasaron unos instantes en que reino el silencio entre ellos, pero el viejo sintiendo falsamente que había logrado ganar terreno no quitó el dedo del renglón.

–Entonces que nena… voy a tu casa para “hablar”?

–Pues si me gustaría… pero me siento malita… pero también me siento solita, ay señor no se qué hacer…, -la actuación de la chica era tan convincente que el hombre creía que le estaba coqueteando.

–Fácil… voy para allá y yo te sobo tus heriditas…, -el viejo comenzó a usar los mismos diminutivos que usaba Gaby.

Don Cipriano creía que ya la tenía entre sus manos, en su imaginación ya la veía desnuda mamándole su verga.

–Ay no señor, que pensaran mis vecinos si ven que a estas horas un machote como usted entra en mi casa y mientras mi marido no está, pensarían de mi lo peor…, -Gabriela sabía que lo que más le gustaba a los hombres era que los alabaran.

–Mándalos a la verga a todos…, -le decía el viejo preso de la lujuria.

La rubia esbozó una maliciosa sonrisa, podía sentir una viciosa calentura proveniente de las palabras del viejo quien cada vez se esforzaba menos por aparentar en hablar de la enfermedad de Gabriela.

–Me gustaría Don, pero verá, esas son las contras de estar casada, una no se divierte tanto como quisiera…, -el viejo no podía creer lo aventada que era Gaby por lo que pensó que tal vez estaba malinterpretando las cosas, así que preguntó.

–A aaaa… que te refieres?, -tartamudeo el viejo, ansioso por saber la respuesta.

–Ya sabe Don, si por mi fuera lo invitaría a mi casa, le daría un rico masajito y la pasaríamos rico, todo para mi HEROE…, -Gabriela se sorprendió de lo sensual que sonaba, además de lo rápido que estaba pensando en esta situación.

El viejo estaba en shock claramente Gabrielita, la mujer que más había deseado en su vida le estaba proponiendo acostarse con ella.

–Además Don, mi hijito esta aquí en casa y que diría si me ve con otro hombre que no es su papi…, -el corazón de Gabriela se rompía al hablar de sus 2 grandes amores en esta situación.

–Si, te entiendo nena, pero tu entiéndeme a mí, si vieras lo dura y grande que tengo mi verga por ti… Ufff…!!!, -Gabriela no imaginaba que en ese instante el viejo masajeaba fuertemente su mástil peneano.

Qué asco le provocaban a Gabriela esas palabras, pero debía soportarlas, al menos de momento.

–Tengo una idea nena… que tal si paso por ti y nos vamos a otro lugar, al que tú quieras

–No Don, no puedo dejar a Jacobo solo… pero… pero qué tal si lo dejamos para mañana?

–Mañana?, -preguntó con un tono esperanzador el viejo.

–Si… mañana paso en la tarde a dejar a Jacobito con mi estúpida suegra (esto le salía del corazón) y por la noche tenemos todo el tiempo del mundo para nosotros dos solitos, ok pero claro, con 2 condiciones…, -la voz de Gaby era tan sensual que ni un padre podría resistirse.

–Cuáles?, -preguntó el viejo.

–La primera es que nos vallamos a un lugar retirado de mi casa, no queremos que un vecino chismoso nos eche a perder la noche verdad?, -inquirió Gaby cargada de sensualidad.

–Ni lo mande dios mi reina… ni lo mande dios…!

A pesar del asco que ahora sentía por Don Cipriano no podía evitar sentir algo de gracia por la calentura que notaba en el viejo y su diversión aumentaba cuando imaginaba lo decepcionado que estaría el viejo al final de la noche.

–Y la otra… -prosiguió Gaby, –es que llevemos mi camioneta, después de que la arregló el mejor mecánico del mundo quiero presumirla.

–Claro… lo que tu desees mamacita…!!

–Mañana pase por mí a las 8, y de aquí nos vamos, entendido?

–Entendido, ya no puedo esperar…

“Viejo puerco, si a ti no te importó intentar arruinar mi vida a mi no me importará arruinar la tuya”, pensó Gaby.

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La mañana siguiente Gaby sentía un extraño sentimiento de culpa, de cierta manera había aceptado salir con un hombre que no era su marido, sabía que no llegarían al terreno sexual y que en verdad su plan era dejarlo en ridículo pero para lograrlo debía hacerse pasar por una obediente chica quien quería todo con él y debía mostrarse coqueta, dispuesta, sexy y eso de cierta forma ante ella lo hacía parecer como una ligera infidelidad.

Para aminorar la culpa, toda la mañana se dedicó a consentir a su nenuco (como le decía de cariño a Jacobo), lo llevó al parque temprano, después a desayunar a McDonald y terminaron por ver una película infantil.

Terminado esto y con su plan puesto en marcha como había dicho a Don Cipriano paso a dejar a Jacobo con su abuela.

Y la misma cantaleta de siempre la señora reclamándole a Gaby, decía cosas como que apenas su hijo no estaba y ella aprovechaba para salir con sus “amigas”, clara insinuación de que no iba con sus amigas.

Sin embargo ese día Gabriela no respondió, no tenía ganas, ya se había cansado de pelear con su suegra, o quizás era porque en ese día algo de razón tenía la vieja.

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Entrada la tarde la rubia comenzó a alistarse para su “cita”, se bañó, se perfumó, cuidadosamente eligió la ropa que iba a usar, intentando lucir tremendamente sexi.

Para esa noche Gabriela había decidido usar sus mejores ropas, las más caras y las que mejor resaltaban su voluptuosa anatomía.

Primero eligió un diminuto pantie y un brazier muy pequeño ambos de color negro.

Se colocó la tanga, la cual era tan pequeña que parecía que solo vestía un diminuto hilo a la altura de sus caderas pues sus formidables nalgas la cubrían por completo.

El diminuto brazzier parecía reventar, al tratar de contener la majestuosidad de las suaves tetasas de su dueña, después de su closet tomó un diminuto vestido que le llegaba por encima de sus muslos mitad negro de arriba y mitad gris de la parte de abajo sin mangas, que dibujaba a la perfección sus nalgotas y sus enormes pechos, rizó su rubio cabello y se colocó los típicos productos de belleza que usan las mujeres, posteriormente se maquilló (aunque no lo necesitaba) y por ultimo su puso unas finísimas zapatillas de tacón negras.

Al terminar se vio en el espejo de cuerpo completo que tenía en el baño, ella lo sabía, se veía espectacular.

–Así que por estas es por lo que me querías separar de mi familia…, -se decía en el espejo mientras con ambas manos tomaba su espectacular trasero.

–Pues verás que esta es más que unas nalgas…, -terminó por decir y sonreír para sí misma.

Se acercaba la hora, y su corazón latía cada vez más rápido, no sabía si hacia lo correcto.

Gabriela caminaba de un lado a otro pensando que hacer, pensaba si estaba haciendo lo correcto.

Muy en el fondo sabía la respuesta, aunque las circunstancias fueran especiales no debería hacer lo que estaba por pasar.

Estaba a punto de salir con otro hombre que no era su marido, sin embargo no lo traicionaría, eso jamás y menos con tan despreciable sujeto.

Rápidamente cogió el teléfono, deseando que no fuera demasiado tarde para cancelar aquella cita extramarital, argumentando cualquier cosa, comenzó a marcar las teclas cuando escucho sonar el timbre, se maldijo a sí misma, había sido muy lenta.

Se preguntó si aun habría marcha atrás.

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El viejo al ver la voluptuosa silueta de lo que el imaginaba sería su compañera sexual de la noche no pudo evitar sentirse el hombre más afortunado del mundo.

Ella por el contrario sintió repugnancia al ver al viejo, el cual vestía de camisa negra a cuadros, un pantalón de mezclilla azul y botas vaqueras.

–Buenas noches seño…, -le dijo en tono muy sugerente el viejo.

–Buenas noches señor…, -respondía Gaby lanzándole una sonrisa coqueta, prometedora, sexi.

La rubia rápidamente tomó su bolso que estaba encima de la mesita de planchar y en un instante se dirigió a la salida, no quería que ese hombre pisara un centímetro de su casa.

La rubia cerró la puerta y metió la llave con intención de poner el seguro.

–Plashhh…!!!, -fue el sonoro resultado de la aparatosa nalgada que el hombre propinó a la sensual casada, no conforme con eso el hombre no retiró su mano, sino que la dejo allí masajeando el glúteo de la chica.

–“Demonios, que hago…!?, me está tocando” -pensaba la chica presa de la desesperación, en ese momento quería propinarle un golpe, sin embargo si quería seguir con su plan debía soportarlo.

–No sea tentón…, -fue lo único que atinó a responder con su sensual sonrisa, retirando con su mano delicadamente la de él.

En el rostro del hombre solo se podía apreciar la sonrisa de un hombre que se cree ya vencedor, que está seguro que será una gran noche.

–Ya no aguanto Gabrielita…, dame un adelantito…, -las grandes manos del hombre la atrajeron hacia él, a pesar de oponer resistencia de poco sirvió, el viejo era muy fuerte.

La chica era capaz de percibir, el calor que emanaba de ese gordo cuerpo, en ese momento supo que era inútil resistirse, debía ser inteligente.

–No… Aquí no… nos pueden ver… Jijijiji…, -reía nerviosamente Gaby.

–No te hagas del rogar, aunque sea un besito para tu héroe…

El hombre tenía aprisionada a la mujer con sus dos manazas, las cuales las tenía situadas a unos centímetros por encima de sus carnosas nalgas, solo le bastaba un movimiento para palparlas, para sentir esa dureza con la cual había soñado todas las noches desde que la conoció.

No aguanto más y las tomó, las estrujó, las sintió en toda su gran dimensión, eran mejor de lo que las imaginaba, duras pero a la vez suaves, impactantes.

Gabriela en verdad estaba preocupada porque alguien pudiese verlos (algún vecino), estaba en una situación comprometedora.

No tenía de otra, coquetamente poso sus labios en los del viejo, y en un instante los retiró.

Ese pequeño beso bastó para excitar aun más al viejo.

–Ay señor, vámonos a otro lugar…. Para poder darle el masajito que le prometí ayer, y le aseguro que esta noche terminará con un final feliz…, -le susurró esto en la oreja izquierda de Don Cipriano.

El viejo viendo fijamente a la chica, tomó su mano y prácticamente jalándola la ínsito a que lo siguiera con dirección a la salida del edificio, ya no quería esperar más, se la iría a coger.

……………

El viejo condujo a un hotel que se encontraba alrededor de 20 minutos del edificio donde vivía la chica, lo hizo en la camioneta de ella, pues una de las condiciones que puso Gaby dictaba que usaran su camioneta.

La primera propuesta del mecánico había sido llevarla a su taller, pero Gaby recordando lo que dijo el día anterior, acerca de que pondría cámaras, se negó argumentando que ya tenía conocidos por esos lugares.

El viejo por más que insistió no pudo hacerla cambiar de opinión, así que decidió llevarla a otro lugar.

El viaje resultó horrible para la chica, tuvo que soportar todo tipo de piropos bastante subidos de tono, además de eso el viejo al estar completamente seguro de que ya tenía en la cama no dejaba de masajearle sus poderosas piernas, y lo peor no era eso, lo peor para Gaby era tener que fingir que lo disfrutaba, tener que utilizar su risa estúpida para que el viejo no sospechara, aunque en cierto momento se sintió culpable, reflexionó sobre lo que estaría haciendo su marido mientras ella se dejaba manosear por un sujeto que podría ser su padre, pero no había marcha atrás debía enseñarle a ese hombre que con la señora Gabriela Ramos de Guillen no se juega.

Estacionaron la camioneta cerca del hotel, era un edificio muy antiguo, no se podía decir que era horrible pero era bastante precario, al menos la fachada, unos cuantos pisos que se notaba llevaban años sin una pintada, un letrero enorme con la palabra motel en rojo parpadeando, exceptuando la o que no funcionaba.

Gabriela veía parejas entrar y salir (aunque eran más las que entraban dada la hora), y sintió vergüenza, en su cabeza lo sabía, ellos eran la “pareja más dispareja”, las parejas que veía eran por lo general de la misma edad y características, a diferencia de ellos.

Sentía que todas las miradas estaban posadas en ellos, y no estaba muy alejada de la realidad, los hombres se preguntaban como ese asqueroso sujeto podía traer de la cintura a tan encantadora chica, si es que le había pagado algo y si fuera así debía ser mucho dinero.

Las mujeres rápidamente pensaban lo más lógico que era una puta.

Llegaron con el recepcionista.

–Muy buenas noches…, -dijo el recepcionista quien inmediatamente notó la belleza de la chica.

–Necesito una habitación…, -respondió el viejo, se notaba que estaba apurado.

–Cama matrimonial o individual?, -preguntó el empleado del hotel.

–Acaso no estás viendo pendejo?, -respondió el viejo molesto, a la vez que con la mirada señalaba a Gaby.

–Disculpe señor…

El empleado entregó las llaves de la habitación, Don Cipriano la pagó y ambos se retiraron en dirección a ella, con la mirada del recepcionista clavada en el sensual bamboleo del trasero de la casada, en esos momentos deseo tener cámaras en las habitaciones.

……………………………..

Con cierta dificultad Don Cipriano metió la llave en la chapa y abrió la puerta, la ansiedad por coger con Gaby era demasiada.

Entonces la rubia pudo ver la habitación, no era muy amplia, pero tampoco era demasiado pequeña, tenía solo lo necesario para lo que la necesitaban las parejas, una cama en el centro pegada a la pared, algunos muebles y un cuarto al fondo, el cual ella pensó que era el baño.

Los pensamientos de la rubia fueron interrumpidos por la voz del viejo quien decía:

–Ahora si chiquita… vamos a disfrutar como recién casados…, -lentamente Cipriano se acercaba a ella, quien no sabía qué hacer, debía pensar rápido o estaría en peligro, sabía que un hombre excitado era capaz de cualquier cosa.

Tal vez ustedes se preguntarán que es exactamente lo que Gabriela pensaba al meterse a la boca del lobo, al exponerse de esa manera con aquel hombre que deseaba todo con ella, esto era simple, ella no podía dejar las cosas así, no podía permitir que se burlara de ella y menos de su familia, era una mujer independiente, capaz de valerse por sí misma, cuando alguien intentaba dañarla ella era capaz de defenderse y en este caso no era la excepción.

Su plan consistía en exponerlo frente a todos, que su mujer se diera cuenta de que clase de hombre era y para ello tenía guardada una sorpresa.

–Esperece un tantito Don… que le parece si primero le doy el masajito que le prometí ayer???, -preguntó Gaby con esa voz cargada de ingenuidad.

–Lo que tu desees mi reina…, -contestó Cipriano…

“Viejo cerdo…. Mientras tu estas aquí con otra mujer tu pobre esposa debe estar preocupadísima por ti” pensaba Gaby “pero lamentarás haber aceptado mi propuesta”, fue en ese instante que Gaby se dio cuenta que Don Cipriano se había quitado su camisa a cuadros, era una visión asquerosa, la prominente barriga de Don Cipriano subía y bajaba debido a su respiración agitada, sus gruesos bellos de lejos parecían mugre y suciedad, definitivamente era un tipo asqueroso.

–No…!, -exclamó Gaby dándose cuenta que el viejo intentaba quitarse el pantalón para luego quitarse su ropa interior.

–Qué te pasa reina?, -preguntó Don Cipriano no entendiendo su reacción.

Gaby dándose cuenta que había reaccionado mal dijo:

–Vaya al baño, quítese su ropa y póngase una toalla…

El viejo quien aun no entendía por qué no se podía desnudar allí se quedó inmóvil hasta que Gaby prosiguió:

–Me excita la espera… quiero sorprenderme con su gran pene…

Don Cipriano sonrió, era a primera vez que escuchaba a tan sensual mujer hablar sobre su miembro.

–Te aseguro que mi verga no te decepcionara chiquita… en unos instantes te haré gritar como una loba.

Se acercó peligrosamente a la anatomía de Gabriela, quien rápidamente se puso a la defensiva, pero el hombre fue más rápido, de un jalón la atrajo hacia él y le plantó un tremendo beso, que la asqueada casada recibió de mala gana, su mente se debatía entre empujarlo y seguir besándolo, debía guardar las apariencias, debía hacerle creer que le gustaba.

El viejo era hábil, y llegaba a lugares profundos en la boca de la rubia, aprovechaba para masajear el cuerpo de lo que él creía que ya era su amante.

Le encantaba posar sus manos sobre el gran trasero de la chica y subirlas por la estrechez de sus caderas, creía sentir como la joven mujer se resistía, pero no lo suficiente como para alejarlo así que continúo.

El olor que el hombre desprendía de su boca era asqueroso para Gabriela, mezcla de alcohol y tabaco, dos de las cosas que más odiaba en la vida.

Pero algo estaba pasando dentro de ella, algo extraño, ese hombre era el típico mexicano, machista, sucio, infiel mujeriego cosas que odiaba en un hombre, pero en ese momento en sus brazos se sentía extraña, la manera en que el hombre la besaba sin contemplaciones y sin pedir su permiso no le molestaba tanto como creía, se sentía protegida, deseada, en fin como una mujer, algo que con su esposo no había sentido jamás.

Con tal de seguir su plan devolvió el beso, su lengua comenzó a jugar con la de Don Cipriano, sus manos que hasta ese momento estaban sobre las de él intentando quitarlas dejaron de hacer presión para colocarlas en el cuello de Don Cipriano, lo mismo sus azules ojos que en un principio se abrieron como platos ante semejante besuqueo poco a poco y en forma lánguida se fueron entre cerrando, y cuando al fin ella se abrazó al obeso cuerpo del macho por fin cerró completamente sus ojos para seguir besándolo y siendo besada.

El viejo entonces cargó de las nalgas a la chica con la intención de llevarla a la cama, sin separar sus labios ni un milímetro.

Fue en eso cuando de la bolsita de Gaby sonó su celular, señal de que alguien estaba llamando, esto alertó a la rubia quien rápidamente separó sus labios de los del hombre volviendo a la realidad y recordando también su enajenada venganza.

–Bájeme Don…, -pidió Gaby, estaba muy agitada debido al magreo de antes.

–Déjalo que suene preciosa… continuemos con lo que hacíamos, besas riquísimo…, -decía Don Cipriano intentando nuevamente basarla, a lo que ella movía su cabeza para no permitírselo.

– Noo… Por favor puede ser mi marido…, -suplicaba Gabriela.

A pesar de su excitación el hombre obedeció, no quería hacer enojar a esa culona y perder su oportunidad.

Como un rayo Gabriela sacó su celular de su bolsa, efectivamente se trataba de Cesar.

La culpa la inundó, como era posible que segundos antes se estuviera besando con otro hombre. Esa llamada la había vuelto a la realidad, lo que quería hacer era estúpido, debía salir de allí…

Vio como Don Cipriano se metió en el baño, pero aun estaba indecisa.

Lo más sensato hubiera sido no contestar, pero presa del nerviosismo lo hizo.

–Quién es la nena más linda del mundo?, -preguntó Cesar en tono muy cariñoso.

–Soy yo… qué quieres cesar?, -Gabriela quería aparentar serenidad, sin embargo nunca había sido buena para mentir.

–Disculpa por querer saber cómo esta mi mujercita.

–Estoy bien… si me llamabas solo para eso voy a colgar…, -Gabriela trataba de terminar esa llamada lo más rápido posible, no notaba que estaba siendo muy brusca.

–Dónde estás?, -preguntó Cesar.

–Como que donde estoy…!?, estoy en casa…, -mintió Gabriela.

–Pues según mi mamá le dejaste cuidando a Jacobo…

Gabriela había olvidado ese detalle, cometió un grave error.

–Está bien… estoy en casa de Lidia (su mejor amiga), estamos en una reunión de chicas.

–A ya entiendo, pásamela…, – Dijo Cesar…

–Qué…? quieres que te la pase…? para qué…?, – Gaby estaba consternada por su petición.

–Para saber qué me dices la verdad…

En ese momento dos sentimientos predominaban en la sexy rubia.

El primero era el miedo de que quizá Cesar pudiera descubrir su mentira, que aunque no planeara acostarse con aquel hombre si supiera cual era su plan, de igual manera se enojaría.

En pocos segundos el miedo había sido sustituido por el coraje, por el hecho de que su esposo no confiaba en ella, porque estaba segura que su suegra le había llamado y contado mentiras, ¿porque siempre le creía más a su madre que a ella que era su esposa?

–No… No te la voy a pasar, si me quieres creer bien, si no pues ni modo chiquito.

–Qué me la pases…!!!, – gritó desde el otro lado del celular Cesar…

–No lo haré…, -Seguía firme Gaby.

–Sabes que haz lo que quieras… mi madre tenía razón.

En ese momento Cesar colgó el teléfono.

Esas últimas palabras calaron hondo en ella, su suegra nunca la había bajado de puta, estaba seguro que a eso se refería Cesar, lo cual la hizo enojarse aun más.

Olvido completamente querer salir de allí, quería desquitar su enojo con alguien y ese alguien acababa de salir del baño desnudo solamente con una toalla sujeta a su cintura.

–Listo mi héroe para su masaje?, – preguntó Gaby con esa voz coqueta que la caracterizaba.

El hombre sabía que no tenía que decir nada, lo que hizo fue pasar por un lado de la rubia y recostarse boca abajo en el colchón.

Gaby subió a su espalda, llena de bellos y de manera muy sensual frotó sus manos sobre ella.

Debido a la posición en la que estaba su minivestido mostraba casi totalmente la majestuosidad de sus piernas.

Don Cipriano dejaba escapar ligeros gemidos de placer, Gabriela era muy hábil, practicaba los masajes seguido con su esposo, reflexionó y se dio cuenta que era la primer vez que hacía eso con otro hombre…

–Qué bien lo haces mamacitaaa…!, – bramaba el viejo.

–Soy buena…?, – preguntó Gaby haciendo un ligero puchero, como queriendo parecer niña mimada.

–Si… si eres y estas buenísima… Ya me imagino lo bien que has de coger nena…, – al viejo ya no le importaba guardar la compostura, a fin de cuentas se creía ganador.

Ante este comentario Gabriela soltó una ligera risa, quería calentarlo a tal punto que el viejo no aguantara más y en ese momento se iría, no sin antes llevarse un pequeño regalo.

Las manos de Gabriela por momentos rozaban por encima de la toalla el trasero del viejo, notaba que le gustaba por la manera en que el viejo se contorsionaba.

El viejo se sentía en la gloria, ese mujerón encima suyo propinándole un masaje que muchísimos hombres quisieran, se sentía algo incomodo en esa posición, pues su verga completamente erecta ejercía presión sobre el colchón, causándole ligero dolor.

–Puedo hacerle una pregunta?, – Gabriela quería ver que tan caliente estaba el viejo…

–Claro reina… lo que quieras…

–Desde hace cuanto tiempo quiere llevarme a la cama?, – se aventuró a preguntar.

El viejo tardó un momento en responder, pero al notar que las manos de Gaby dejaban de masajearlo respondió:

–La neta… desde la primera vez que te vi, ya sabía que terminaríamos en una habitación de motel…

–En serio?, – Gaby estaba incrédula de la honestidad del viejo.

–Claro… todavía lo recuerdo… incluso recuerdo como ibas vestida…

–Jajajajaja…, – rio Gabriela, honestamente ese comentario le causó gracia.

–No le creo señor…, – siguió la rubia.

–Pues créelo, te recuerdo con ese ajustado jeans que resaltaba tus nalgotas, y esa blusita blanca que no podía contener tus chichotas.

Gabriela seguía con su labor, por momentos se recostaba completamente sobre el viejo haciéndole sentir sus pechos, le gustaba la manera en que se sentía dueña de la situación, creía poder manejar al viejo a su antojo.

–Una última pregunta señor… Cuando hacía el amor con su mujer… pensaba en mi…?, – esa pregunta en verdad le causaba curiosidad, desde que se enteró de cómo era el viejo en realidad.

–Siiiii…, cada vez que se la metía a mi esposa en mi cabeza estabas tú preciosa, y ahora por fin te voy a meter mi verga…

“Pinche viejo verde “pensaba Gabriela.

–Ahora me toca preguntar a mí… Qué tan chiquita la tiene tu esposo…?, – dijo el viejo sin inmutarse.

–De… de donde ha sacado eso..!?, – contestó Gaby contrariada en parte porque la conversación hubiese girado hacia su marido y además porque había acertado. Según ella Cesar la tenía chica.

–Me lo imagino… para que una hembra como tu engañe a su marido quiere decir que no te coge como debería, o que la tiene chiquita… Jejeje.

–Nooo… como cree…? hago esto porque usted me salvó, – decía Gaby sintiendo que perdía el control de la situación.

–No tienes por qué mentir preciosura… Y déjame decirte que mi verga es muy grande, digna de una amazona como tú…

Gaby se quedó un momento inmóvil, debía calmarse debía recuperar la compostura o el viejo podría descubrir que tramaba.

–Ay… no sea presumido…, – dijo sensualmente la chica.

–No es por presumir, pero todas las mujeres que me han probado repiten, y tu mamacita no vas a ser la excepción.

A Gabriela ya no le estaba gustando ese juego. O quizá le estaba gustando demasiado por lo que llegó a la conclusión de que era hora de terminar todo el teatrito.

–No se mueva de aquí… no voltee…

Don Cipriano sintió como la casada bajaba de su espalda, y obedeció.

Gabriela sacó de su bolsa dos pequeñas vendas negras.

Regresó lo más rápido que pudo y nuevamente subió a la espalda de Don Cipriano.

–Qué trama señora Guillen?, – preguntó el viejo.

–Un pequeño juego…, o no le gustan los juegos?, – decía la chica mientras amarraba la venda en los ojos del viejo impidiendo que viera algo.

–Me encantan los juegos…, – se notaba claramente la excitación del viejo.

Gabriela tomó los brazos del mecánico, el cooperó de lo contrario la rubia nunca los hubiera movido, los juntó en la espalda y los amarró lo mejor que pudo.

Cuando terminó Gabriela se bajó de él y se ubicó a unos pasos de la cama.

–Ahora sí, dese la vuelta… Sin quitarse la venda….

El viejo acató órdenes de la que según él iba a ser su hembra en pocos minutos, y giró sobre sí mismo para quedar boca arriba.

Y fue entonces cuando Gabriela notó el enorme bulto que se dibujaba perfectamente bajo la ajustada toalla de baño, por lo visto Don Cipriano no mentía,

–Eres una traviesa… Ya no la hagas larga y siéntate en mi verga… te va a gustar…, -dijo Don Cipriano…

Gabriela no respondió, había llegado el momento.

Tomó su celular, su intención era grabar al viejo, tomar fotos y entregárselos a su esposa, esa era su venganza, exponerlo ante su ser más querido (o al menos eso pensaba que era Gaby)

Comenzó a grabar:

–Quiere que me siente en su verga…?, – preguntaba Gabriela en tono sugerente.

–Siiii… ensártate tu sola en ella… se que es lo quieres…

–Ay no… pero qué pensaría su mujer…?, – decía la rubia masajeando la pierna del viejo con una mano mientras con la otra no dejaba de grabar.

–A la verga con esa pendeja… No te llega ni a los talones de lo buenísima que estas…!

Increíblemente a Gabriela le estaba gustando sentirse así, deseada, sentir que tenía el control de la situación, sentir que ese hombre haría cualquier cosa por estar con ella.

Sintiendo que había grabado lo suficiente como para exponerlo frente a su esposa pensó que era hora de retirarse, cerró su celular, y tratando de hacer el menor ruido cogió su bolso y caminando de puntillas llegó a la puerta, empezó a jalar la perilla con la voz del viejo a sus espaldas quien creyendo que aun estaba con él seguía diciendo obscenos piropos a la rubia.

Entonces fue que Gabriela cometió uno de los más grandes errores de su vida.

La rubia pensó que quizá no era suficiente con exponerlo frente a su esposa, y si lo hacía ante todo el mundo, podía subir el video a internet, claro tendría que modificarlo para que no se escuchara su voz, pero creyó que no era lo suficientemente vergonzoso, a fin de cuentas solo era un hombre en toalla diciendo vulgaridades y se decidió, iba a capturarlo desnudo.

Quizá lo más sensato hubiera sido irse, pero el morbo la venció.

–Ya me voy a quitar esta venda Gabrielita para que cojamos…, -decía el viejo

–No, aun no, espere un tantito…

La rubia se abalanzó sobre Don Cipriano quien seguía en la misma posición, dejo su celular en el buro que estaba junto a la cama.

–Ahora si mi héroe… es tiempo de que ya me muestre su gran herramienta…, – decía Gabriela en tono sarcástico, cosa que el viejo no notó, la chica aun se negaba a creer que fuera tan grande como parecía debajo de esa toalla, quizá era una ilusión óptica o quizá la toalla hacia mas bulto del debido.

Gabriela subió encima del viejo, gateando como felina, sin saber que era una posición peligrosa, en esta posición Don Cipriano pudo haberla penetrado con facilidad, pero el juego le estaba gustando.

Definitivamente era la mejor noche del viejo, sentía las manos de la casada masajear su pecho y como lentamente descendían, junto con ella hacia su virilidad. Rozó la barra de carne del viejo por encima de la toalla, le gustaba calentarlo.

–Vamos chiquita… quítame la toalla y mámamela…, – decía el viejo totalmente excitado.

“viejo estúpido… no sabe que todo esto ira a internet”

Gabriela colocó sus delicadas manos en el borde superior de la toalla de baño, cerca de donde se notaba el gran bulto, de manera muy lenta comenzó a jalarla hacia abajo.

–Don… espero que no me decepcio…, – Gabriela no pudo terminar la oración, la toalla cayó a los pies del hombre y frente a ella se encontraba totalmente erecta la verga más grande que había visto en su vida.

Si bien solo había visto la de su marido, esta era completamente diferente, casi la triplificaba en tamaño y en grosor, contrastaba completamente el rubio miembro de su esposo con la morena y nervuda verga que estaba frente a ella, a Gaby le pareció que no era normal que tuviese tantas venas, eran demasiadas, todo esto cubierto por una oscura mata de gruesos pelos negros enroscados.

La rubia retrocedió, ese viejo asqueroso no mentía en verdad su pene era muy grande.

Por un instante la chica no supo qué hacer, estaba embelesada por esa herramienta masculina, ver su tamaño, grosor, la manera en que apuntaba al techo en forma estoica pulsando aceleradamente, y saber que estaba así por ella, que estaba así de dura para entrar en ella, un extraño sentimiento brotó en su interior: quería tocársela, sentírsela, chupársela.

“Y si lo hacía”, si se la tocaba, si la besaba o se la mamaba…?, a fin de cuentas quien se enteraría?, estaban en un hotel alejados bastante de los lugares que frecuentaba, solos, haría daño a alguien jugar por unos momentos con esa barra de carne?, por un momento en verdad pensó en chupársela, pero inmediatamente llegaron los recuerdos de su familia y se reprendió por siquiera pensarlo.

“Que estas pensando Gabriela… eres una mujer CA-SA-DA… Con 1 hermoso hijo” pensaba la rubia…

–Ya no me hagas esperar chiquita… ya mámamela…, – estas palabras hicieron volver en si a la hermosa mujer.

–Un momentito Don…, – la chica nuevamente agarró su celular y tomó fotografías de ese hombre en esa situación tan comprometedora.

–Qué te parece mi verga mamacita… impresionante verdad?, – preguntó el viejo orgulloso de sí mismo.

–Aja…, – respondió en voz baja la rubia, se avergonzaba de sí misma puesto que le daba la razón al viejo.

–Estoy más que seguro que la tengo mucho más grande que el cornudo de tu maridito, – sin saberlo el viejo había dado en el clavo.

Al escuchar como el viejo hablaba de Cesar, rememoró las palabras que momentos antes habían intercambiado y la manera en que este terminó prácticamente por llamarle puta.

Esto hizo hervir la sangre de la rubia “en verdad me crees una puta” pensaba “pues déjame darte una lección”, de alguna manera la chica se excusó en esto para subir al mullido colchón, y colocarse por encima del viejo, quedando su femenina intimidad a escasos centímetros de aquella monstruosa verga, pero la verdad era una sola y esta era que estaba excitada, ya tenía lo que quería, podía retirarse y completar su extraña venganza, pero estaba caliente, quería seguir jugando un poco mas con ese hombre y sintiéndose segura de que el hombre no podía desatarse continuo, no pensaba tener sexo con él pero quería volverlo loco, y a la vez disfrutar un poco.

Don Cipriano estaba enajenado con el sensual perfume que emanaba el cuerpo de la casada, ese aroma de feminidad, de mujer, de hembra casada, cada vez se sentía más cerca de cumplir con su objetivo que se había propuesto desde el día que conoció a la rubia: COJERSELA.

Apoyándose en sus rodillas la rubia escaló un poco sobre el fofo cuerpo de Don Cipriano y se levantó (quedando de esta manera hincada de rodillas sobre el viejo), podía sentir en su voluptuoso trasero las contracciones de tan descomunal falo, la manera en que prácticamente rogaba por entrar en ella.

–Qué tanto me desea?, – preguntó Gabriela al oído de Don Cipriano de la manera más sensual que pudo haber hecho.

–Muchísimo estas buenísima…, – el viejo ponía todas sus fuerzas en desatarse, ya estaba harto quería poseer a la chica ya.

–Diooss…!, – exhaló Gaby cuando una descarga eléctrica recorrió su cuerpo, la verga de Don Cipriano pareció atorarse en el canal que separa las nalgas, causándole placer.

Ambos estaban ante la situación más excitante de sus vidas.

Don Cipriano, jamás había estado con una mujer tan hermosa como Gabriela, a lo mas que se había acercado, era a contratar una que otra puta, que no se acercaban a la belleza de la rubia, y ni que decir de su mujer

Para Gabriela era la primera vez con alguien con una verga tan grande como la de Don Cipriano, Cesar no se acercaba al tamaño e esa herramienta, y aunque estaba segura que no llegaría a más, le gustaba estar en esa posición, acariciando el velludo pecho del viejo.

Así continuaron los siguientes minutos, Gaby susurrándole palabras de lo más sugestivas y el viejo rogando que ya no lo martirizara.

Gabriela sintió como el viejo se levantó junto con ella unos centímetros del colchón, no le dio mucha importancia, la excitación de la chica crecía cada instante, pero también sabía que cada minuto que pasaba su tiempo allí se acortaba, y muy pronto tendría que separarse de esa situación que extrañamente le resultaba tan gratificante.

Sorpresivamente las grandes manazas del vejete cogieron las nalgotas de la casada, este había logrado desatarse, las estrujó con tanta fuerza que Gabriela soltó un quejido mezcla de dolor y de placer.

Tardó unos segundos en reaccionar y darse cuenta que el viejo había logrado desatarse, al parecer la casada no era buena haciendo nudos.

–No… no… no… señor… p… por… f… fa… favorrrrr…, – dijo Gabriela incitándolo a que no siguiera tocándola, pero con un tono y un tartamudeo que denotaban lo caliente que estaba, el viejo notando esto no paró.

Las manos del viejo se introdujeron por debajo del micro vestido sintiendo la suave piel del trasero de la excitada hembra, por momentos intercambiaba caricias entre su trasero y sus tersas piernas.

–No mames reinita… que pinches y suavecitas nalgotas tienes…, – bufaba el viejo a la vez que le propinaba sonoras nalgadas. –Plaffff…!!! –Plaffff…!!!!.

Gabriela sabía que estaba mal dejarse tocar y nalguear por ese hombre del cual intentaba desquitarse, pero también era cierto que se sentía tan bien, y creyendo que en el momento que ella quisiera podría detenerlo lo dejo hacer.

No se dio cuenta de cuando fue que el viejo subió su minivestido hasta su cintura, dejando expuesto su fenomenal trasero solo cubierto por la diminuta tanga.

Con ambas manos Don Cipriano se deshizo de la venda de sus ojos y por primera vez en largo tiempo vio a tan escultural mujer.

–Esto… e… esto no está bien… d… de… déjeme señor…, – decía esto para no sentirse tan culpable por las caricias, pero en su voz no había indicio de que quisiera que el viejo parase.

El minivestido de Gabriela cada vez subía mas, el viejo era muy hábil y había logrado subirlo hasta que prácticamente solo fungía como un brasier.

Que espectacular visión hubiera tenido cualquiera que en ese momento entrase por la puerta, aunque para suerte del viejo no habría nadie que los interrumpiera.

Gabriela se sentía como en otro mundo, como en una realidad alterna donde la esposa y madre feliz no existían, ¿Dónde había quedado la mujer que hasta hace algunos minutos detestaba a aquel viejo?, ahora en esta ardiente dimensión se sentía como una vulnerable hembra a segundos de ser ofrecida al mismísimo mino tauro, y eso la excitaban aun mas.

–Me encantan las viejas que usan estas tanguitas así de chiquitas, – decía el viejo separando un poco el hilo dental de Gabriela.

–Mjmjmj…, – fue lo único que pudo pronunciar la chica, quien se había recostado completamente sobre Don Cipriano con su cabeza posada a un lado de la de él en el colchón.

Los hábiles dedos del viejo buscaron la intimidad de la casada, la encontraron y de manera muy lenta comenzaron a abrirse paso por sus pliegues, ante la cooperación de la rubia quien no hacía nada por oponerse.

El viejo mecánico entonces pudo sentir la poca cantidad de vello púbico que tenía la rubia en esa parte, se preguntó si así era o se depilaba, aunque lo que más le importaba es que la estaba tocando, y la notaba húmeda.

“O dios que rico” pensaba la chica sintiendo los gruesos y tiesos dedos del mecánico restregándole la entrada de su vagina, aunque sabía que estaba haciendo mal.

No fue una tarea tan difícil, la íntima fisura de Gabriela estaba lubricada por sus líquidos, Cesar jamás se atrevía a masturbarla con sus dedos, le parecía algo inmoral, por lo que la chica al ser una situación diferente a lo que estaba acostumbrada lo dejo hacer.

Estas bien apretadita pendeja…, – decía el viejo, para luego llevarse sus dedos a su boca y lamerlos, de esta forma lubricarlos y volver a su labor.

Gabriela lanzaba eróticos gemidos inentendibles, estaba disfrutando mucho, cada vez que los dedos del viejo tocaban su vagina una descarga eléctrica la recorría de la cabeza a los pies.

Ella estaba sorprendida de la poca o nula resistencia que estaba poniendo, quería hacerlo pero sentía delicioso, su vagina comenzó a desprender fluidos a la vez que el viejo aceleraba su mete y saca.

–Dioooooss… mío…, – murmuraba Gabriela al separar la cabeza del colchón, los dedos entraban y salían rápidamente haciendo que la casada vibrara, jamás en la vida había sentido tan rico.

–Ya… pa… paree… p… porrr favorrr…, – ahora gritaba como una loca, esta vez en verdad quería que parara, por fin había juntado fuerzas para oponerse, pero tal vez era demasiado tarde.

El viejo sentía en su piel como los fluidos de la chica escurrían en abundancia, esto confirmaba que lo estaba haciendo bien.

–Noooo… poorr… favor…, – los gritos de Gabriela cada vez se hacía más fuerte, sus tímidas manos fueron al encuentro de las de él en un afán de impedir que siguieran avanzando.

No lo consiguió, el hombre era muy fuerte.

–Meee… me vooooy.. aaa … co… corrreer…!!!, – incluso ella estaba preocupada de lo fuerte que estaba gritando y lo peor es que cada vez sentía más rico y las ganas de correrse ya casi la superaban,

–Pinche Gaby… estas re buena… vente todo lo que quie…, – las palabras del viejo fueron interrumpidas por la boca de Gabriela, quien lo beso en un afán de acallar sus propios gritos ante el mayor orgasmo que hasta el momento había tenido en su vida y del cual estaba siendo víctima.

Mientras en un hotel muy alejado de donde estaban los dos amantes, Cesar reflexionaba plácidamente es su cama sobre lo que pasó antes con Gabriela:

“Soy un estúpido, Gaby esta en todo su derecho de enojarse conmigo, como se me ocurre pensar que ella me mentiría”, pensaba Cesar completamente arrepentido sin imaginarse lo que pasaba con ella y el viejo mecánico.

“Tengo que llamarla y disculparme” cogió el teléfono y marcó a su esposa.

Los líquidos de la chica fluían por su vagina y llegaban hasta Don Cipriano, su cuerpo se contorsionaba con espasmos de placer, sus lenguas se entrelazan, mientras ella notaba como el viejo seguía masajeando sus nalgas, de alguna extraña manera se siente libre, plena, feliz.

La casada escucha nuevamente su celular, probablemente es Cesar de nuevo, hace por separarse del viejo, pero esta vez no lo logra.

El remordimiento va inundando su ser, ¿Cómo era posible que se haya dejado llevar tan fácilmente por sus deseos, ella una mujer a la cual nunca le habían importado esas cosas.

–De… De… jeme…, – decía Gabriela, mientras su teléfono seguía sonando insistentemente.

Pero el viejo no le hacía caso, en vez de eso intentaba besarla, a lo cual ella se negaba, pero siendo el viejo más fuerte terminó por conseguirlo.

El beso es largo, su saliva se mezcla, sus lenguas se buscan, ambos están excitados… el teléfono sigue sonando testarudamente, pero a ella ya no le importa, simplemente lo deja sonar por minutos eternos hasta que este deja de timbrar, Cesar se ha cansado de intentarlo, ya se disculpara cuando regrese.

Tras unos buenos minutos de intensos besos que les quitan el aliento don Cipriano no quiere separarse de Gabriela, ella hace un esfuerzo para alejarse de ese infiel beso, finalmente lo logra, ambos deben respirar.

La casada esta mucho más exaltada que el viejo, sus pechos suben y bajan de manera hipnotizante, fue un orgasmo maravilloso, pero ella sabe que se dejó llevar, que nunca debió pasar eso y menos con tan despreciable hombre.

Hace por retirarse, ha llegado la hora de terminar con esa locura.

Sus bellos ojos azules están al borde de las lagrimas había sido infiel.

Sin embargo se pregunta: Cómo era posible que en esos pocos momentos con el viejo hubiera disfrutado más que toda su vida marital con su marido?.

Don Cipriano se da cuenta que su princesita quiere irse, no se lo permite la aprisiona sosteniéndola de esas amplias y suaves caderas que tanto le gustan.

–Me tengo que ir señor…, – dice Gabriela aun con la respiración agitada, por primera vez en la noche era consciente que estaba semidesnuda frente a un hombre que podría ser su padre, sus mejillas enrojecieron de vergüenza.

–A donde nalgona…!?, esto apenas empieza, – Don Cipriano se levantó de su posición y se sentó en el colchón, levantando como si se tratara de una pluma a la buenísima de Gaby sentándola frente a él, de esta forma la casada quedó a unos pocos centímetros de la erecta virilidad del hombre.

El corazón de Gabriela latía a mil por hora, había sido muy estúpida al pensar que el viejo la dejaría ir así como así, sus bellos ojos azules se clavaron en el pene del viejo, no entendía cómo es que momentos antes había querido sentir el pene de ese hombre entre sus manos, ahora que lo veía más de cerca se dio cuenta que era un monstro, si el viejo intentaba meterla estaba segura que la partiría en dos.

–No… déjeme…. Aléjese de mí…, – la nuevamente preocupada hembra trataba de empujar el seboso cuerpo de Don Cipriano sin resultados.

El viejo mecánico no entendía porque la casada se comportaba así, momentos antes estaba bastante cooperadora, aunque si debía ser sincero no le importaba, a fin de cuentas tenía allí a la mujer más sensual que había conocido en su vida, semidesnuda a unos escasos centímetros de su verga, por nada del mundo la dejaría ir.

–Por favor señor Cipriano… déjeme… soy casada…, – le decía Gabriela sin resultados.

La cara del viejo era de un completo degenerado, y era entendible, tener a semejante mujer así como la tenía volvía pecador al más santo.

Cogió la diminuta tanga de la chica y de un jalón la rompió y se la quito a su dueña, ella soltó un ligero alarido por lo brusco de la acción.

Fue entonces cuando el momento más esperado por el viejo llegó, era hora de penetrarla, tomándola de su formidable trasero la levantó y la dirigió a hacia su enhiesto miembro, la casada al darse cuenta comenzó a gritar:

–Nooooo…!! Me va a destrozar…!!! Por favor Noooo!!!, – sin embargo sus suplicas fueron en vano, muy lentamente el viejo la fue penetrando, mientras ella no paraba de quejarse. –Dueleee…!!! Noooo…!!! Nooooo!!!!, – Gabriela tratando de tener algún lugar del cual apoyarse abrazo al viejo, su cabeza la puso junto a la de él.

Con un gran dolor la casada ya había logrado tragarse más de la mitad de esa verga.

–Estas bien apretadita pendeja… esto que se siente es increibleeee…!!!, -le vociferaba el viejo Cipriano con sus ojos bien abiertos mirándola a su cara asustada.

Gabriela ya no decía nada, su cuerpo se arqueo por la fuerza del viejo, guardaba sus fuerzas para tratar de resistir el dolor, el cual llego muy pronto, el viejo la dejo caer ensartándose la porción que le faltaba de un tirón.

El grito de la chica no se hizo esperar.

–Ahhhhhhhh… me dueleeeeeeeeeee…!!!!!!!!

–Tranquilízate nena… verás que en unos momentos te acostumbraras a la verga y pedirás mas de ella…, – el viejo acariciaba el sedoso cabello de la rubia de forma muy paternal, cosa que agrado a Gaby, la hizo sentir un poco más segura.

Ya totalmente ensartada el viejo la liberó de sus manos, sabía que lo que menos quería la casada era moverse por lo tanto no se separaría, aprovechó este momento para terminar de retirar el minivestido, con una mano estiró hacia arriba los brazos de la chica y con la otra se lo quitó.

Se veía tremendamente sensual, solamente con su brazier negro sentada en la verga de un hombre mayor, era simplemente espectacular.

Gabriela no podía creerlo, el viejo había ganado, estaba dentro de ella, se sentía como una estúpida, como la peor de las mujeres, cómo había permitido que todo eso pasara?

El viejo sintiendo que ya había esperado lo suficiente para que la estirada vagina de Gaby se adaptara empezó a mover su pelvis, sintiendo un placer inmenso, cuantos días y cuantas noches había soñado con esto y al fin se le había cumplido.

–Nooo… no se muevaaaa…!, – la cara de la rubia era mezcla de dolor y de placer, pero en ella ya no había dolor se había adaptado muy rápido a ese falo, lo que no quería era excitarse más, estaba sintiendo muy rico.

–Lo ves nena… tu panochita ya se adaptó a mí… puedo sentir como me succiona la vergaaaa…, – decía el viejo muy agitado y ya con su cara mojada de traspiración..

–Nooo… eso no es… ciertooo…, – Gabriela lo negaba ahogadamente tratando de así sentirse menos culpable.

El viejo mordió la oreja de Gabriela, la lamía, la saboreaba, mientras el placer de ella va en aumento.

Encaja sus cuidadas uñas en la gran espalda del viejo haciéndolo sentir un dulce dolor.

Don Cipriano cada vez se mueve más rápido, esta enloquecido por Gabriela, al igual que ella que hace esfuerzos sobre humanos para no demostrarlo, en su mente y en su corazón estaba Cesar, pero a pesar de que ella ya se movía levemente aceptando esa relación extramarital no le daría la satisfacción al viejo.

–AAHHHHHHHHHHH…!!!!, – Gabriela no pudo dejar escapar un sonoro gemido.

–Me encantas como culeas estúpida…!!!. Qué rica panchita es la que te cargas zorraaa… y por fin estoy probando su sabor…, – la calentura del momento hacía que el viejo insultara a la rubia y sorprendentemente a ella le gustaba, le gustaba sentirse utilizada por ese hombre, ser su zorra, tal como él se lo decía, y estar indefensa ante él.

La manos del viejo cogieron a la excitada y joven mujer de su espectacular trasero, la subía y la bajaba sobre su larga y gruesa verga venuda, sus fluidos se unían, sus cuerpos se frotaban, el viejo sentía en su fofo pecho como los melones de Gaby se apretaban.

Don Cipriano hace por besarla nuevamente, ella lo rechaza.

Su resistencia ya casi es nula, la verga de Don Cipriano está por romperla, esta la lleva a lugares que no creía que pudiera alcanzar, está experimentando el mayor placer vivido.

Ya no le importa nada, olvida completamente a su esposo, a su hijo, su vida y se entrega completamente al sexo desenfrenado con ese hombre que apenas conocía hace un par de semanas.

–AAAAAAAAAAHHH…!!!!- Grita como una loca Gabriela y es ella, quien ahora busca la boca de Don Cipriano, él la acepta y se funden en un apasionado beso, sus lenguas juegan, se buscan, se sienten mientras se ponen a culear en forma apasionadamente desquiciante.

Don Cipriano nota como ya no tiene que cargar a Gaby para seguir penetrándola, ella se está ensartando por sí sola, el sonido del plock…! Plock…! que hace el trasero de Gaby al golpear al viejo es maravilloso, excitante.

Las manos del viejo abandonan el trasero de Gaby y cogen los melones de la rubia por encima del brassier.

–Quítatelo…, – ordena el viejo separándose de aquel beso.

Gabriela desvía la mirada, se siente apenada, pero no deja de mover sus caderas, el placer es inmenso, ella quiere seguir sintiendo rico.

Obedece y desabrocha el seguro de brassier, se lo quita y lo arroja a una esquina de ese cuarto que huele a sexo.

Ante Don Cipriano se muestran majestuosamente las tetas más grandes que había visto nunca, grandes, voluminosas, con dos pequeños pezones rosados bastante duros muestra de la excitación de su dueña, se mueven de arriba hacia abajo, nota como de ellos escurren gotas de sudor haciéndolos ver más apetecibles.

El viejo las estruja bruscamente, las amolda a sus callosas manos…

–Que pinches chichotas te gastas putona…, – Don Cipriano abre lo más grande que puede su boca y se los come.

–Ahhhhhhahhhhhhhh…!!!!, – Gabriela no paraba de gritar, de gemir, de mostrar su excitación, en aquellos delirantes momentos le encantaba que esa hedionda boca le succionara sus tetas.

El viejo no se la cree, que rica está la rubia, es una diosa… es su diosa…!

Pasan bastantes minutos con ellos culeando. Gabriela se meneaba vigorosamente sobre la obesa cintura del viejo que la empalaba, con todas las fuerzas que ejercía en su cuerpo concentradas desde su cintura para abajo, apretando, frotando, comprimiendo y succionando con su vagina esa temible vergota que estaba probando, ambos están en su límite, exhaustos, sudorosos, pero aun excitados.

–PORRR FAVORRR… YA ACABE CON ESTO…!!!- Gabriela no se daba cuenta lo fuerte que gritaba a la misma vez que ella sola se movía violentamente sobre el cuerpo de don Cipriano, la gente que pasaba por fuera del cuarto podían escucharla gritar, o como así mismo oír el acelerado jadeo de ambos cuerpos excitados.

–Voy pendejaaa…!!!, -el viejo ya queriendo acabar se salió de ella, la levantó la puso baca arriba en la cama y subió en ella.

Estos pequeños instantes de calma sirvieron para que Gaby se calmara un poco.

–Ahí te voy nalgonaaaa…!, – le dijo Don Cipriano colocando su aun erecto miembro en la lubrica entrada de la vagina de Gaby.

–Esppeereee…!, – lo detuvo Gaby desde su posición poniendo sus manitas en la peluda panza del viejo Cipriano…

El viejo puso una cara de curiosidad.

–Noo… no se venga cortado dentro… Cuando vaya a eyacular salgase por favor…!, -Gabriela sabía que resistirse era inútil, es mas ni siquiera estaba segura de querer detenerlo, pero pensaba en su vida pues no quería que la dejaran embarazada.

Don Cipriano no respondió, de un solo golpe introdujo toda la extensión, de su descomunal falo.

–Mmmmmffffffss… r… ri… cooooo…!, – gimió excitantemente Gaby con sus ojos fuertemente cerrados ante tan brutal pero deleitosa acción para su venerable cuerpazo que ya a estas alturas lo resistía todo.

El viejo dejo caer todo su peso en la casada, ella tiene dificultades para respirar, el hombre es muy pesado, pero aun así se mantiene con sus mulos totalmente abiertos y recogidos en señal de aceptación de coito.

Es por eso que el rápido mete y saca del pene del hombre la vuelve loca, lo abrazó, sus suaves manos daban tiernas caricias a su espalda, y nuevamente mientras cogían se besaron pero ahora con verdadera pasión.

La cama parece venirse abajo, la cogida que el hombre le estaba poniendo al voluptuoso cuerpo de Gaby era de antología.

El placer y los deleitosos escalofríos enloquecen a la rubia y aprisiona al viejo con sus piernas, queriendo y permitiéndole que entrara más en ella.

Su vagina y su pene parecen ser uno solo, parecen haber nacido el uno para el otro, ambos sexos se derretían y se fusionaban.

El tiempo pasa, 30 minutos en aquella posición, pasan los 45 y ninguno de los dos tiene idea de cuánto tiempo ha pasado, como tampoco quieren terminar de hacerlo, solo se concentraban en seguir sintiendo el placer.

El voluptuoso cuerpo de Gabriela no puede más a llegado a su límite, se tensan todos sus músculos, los contrae e intenta abrazarle en forma completa la verga con su vagina, y cuando cree lograrlo explota en grandes espasmos de placer, literalmente está sufriendo un espectacular orgasmo.

–Siiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii…!!!!!!, – Grita en forma desesperada con su cara irreconocible debido a su ahora rictus orgásmico por todo lo que estaba sintiendo.

Al sentir que su hembra tuvo el orgasmo tan deseado por ella Don Cipriano no pudo más y al igual que la chica llega a su límite.

La vagina de Gabriela que no dejaba de escurrir líquidos, sintió como la verga que aun la penetraba hacia movimientos extraños.

–Salgase Donnnn, – dijo Gabriela en un momento de sensatez notando que el viejo iba a eyacular.

Don Cipriano haciendo caso omiso, no se salió y deposito toda su semilla en la rubia.

–Noooooooo…!!!!- el grito de la chica era de temor, aun así su vagina no dejaba de chupar ese falo que vomitaba semen a raudales casi en su misma matriz.

–Acepta mi corrida pendejaaaa…!, – la voz del viejo resuena en todo el cuarto mientras esta eyaculando dentro de ella.

El espeso líquido era abundante, viscoso caliente para Gaby era la primera vez que sentía otro que no fuera el de su marido.

Totalmente exhausto el viejo se separó de la chica y sin proponérselo cae dormido, ha sido la mejor cogida de su vida.

Ella yace en el colchón boca arriba, completamente desnuda con sus bellas piernas bien abiertas, su cabello rubio alborotado y el rímel corrido, de su vagina escurre el liquido seminal del viejo, esta exhausta, a la vez que cae en cuenta que se la acaban de culear.

A medida que su excitación bajaba, la culpa ocupo su lugar, era una estúpida, había terminado cayendo en las redes del viejo, había sido infiel, no solo a su marido, también a su hijo y lo peor le había gustado.

(Continuará)

16 comentarios en “Relato erótico: “Gabriela… una adorable mujer casada 1(vRD)” (POR ROGER DAVID)”

  1. Hola, me gusta mucho tu relato, he leido la segunda parte y queria saber si me puedes mandar la tercera parte de ese relato x q no lo encuentro x ningun lado o si me puedes decir donde lo puedo leer te lo agradeceria mi correo es dimsanchez@hotmail.com

      1. Hola amigos todos. Soy Roger David, escritor de Gabriela. Pido disculpas por no haber entrado antes a estos comentarios. Les cuento, y les pido comprensión, que con el escritor Dantes tenemos nuestra propia Web de Relatos eróticos. Esta es RelatosDantes.com

        En ella estoy re publicando mis relatos dándole un toque de mucha mas calidad de cuando los escribí en primera instancia, y con escenas mas intensas aun. Cada relato cuesta dos dolares. Esto es para poder dar soporte a nuestra nueva pagina, la cual a futuro pensamos publicar audio relatos, y relatos graficos. Los invito a que la visiten. Todos los primeros capítulos de cada saga son Gratuitos.

        Agradezco mucho al escritor Golfo por permitirme estas palabras.

        Muchas gracias

        Roger David

  2. Hola amigos todos. Soy Roger David, escritor de Gabriela. Pido disculpas por no haber entrado antes a estos comentarios. Les cuento, y les pido comprensión, que con el escritor Dantes tenemos nuestra propia Web de Relatos eróticos. Esta es RelatosDantes.com

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    Muchas gracias

    Roger David

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