
_Lo siento, murmuré avergonzada El mesero hizo una venia y se inclinó a recoger los vidrios de la copa, que gracias a mi distraimiento se había estrellado contra el porcelanato del selecto restaurant Palace. Juan Carlos, mi esposo, pasó sus dedos por mi mejilla tratando de restar importancia al incidente; le sonreí y mientras desdoblaba el periódico, eché un vistazo por encima de su hombro, alcanzando a percibir la discreta seña que me hizo el empleado antes de retirarse. _Discúlpame un segundo querido, voy…voy a retocarme un poco, mentí _Como gustes linda, aunque luces preciosa. Le di un rápido beso […]