Vacaciones con mamá (dia 2)

– Despierta, dormilón. – oigo la voz de mamá susurrándome con su boca muy pegada a mi oreja.

Me vuelvo y la observo. Está guapísima, con su pelo alborotado, su cara todavía de sueño y su pecho embutido en mi camiseta favorita asomando por encima de la sábana ¿Es un sueño? No, es más bien la mujer de mis sueños la que me habla. Todavía no soy capaz de asimilar que estoy de vacaciones a solas con ella, que hemos dormido juntos en la misma cama y que ha estado a pocos centímetros de mí con esa ropa tan sexy.

– Vamos, vete a la ducha y luego voy yo. – me ordena.

– No, mejor vete tú primero – digo intentando convencerla, pues mi erección ha hecho su acto de presencia bajo mi pijama y no quiero ser descubierto.

– No, ve tú, yo no puedo ahora. – me dice ella.

– ¿Por qué? – le pregunto, mirando a sus ojazos brillantes.

Estira su brazo y señala a los pies de la cama, donde reposan mi calzoncillos… mejor dicho: ¡Mis calzoncillos que llevaba ella puestos esta noche!. Y tardo un rato en reaccionar. Al final pregunto lo obvio:

– ¿Te los has quitado?

– Sí, me oprimían mucho y me los tuve que sacar.

Alucinado estoy. Eso quiere decir que mamá está a mi lado, ¡desnuda de cintura para abajo!

– Pero, ¿cuándo te los has quitado que no me enteré? – interrogo curioso.

– Pues nada más dormirte, cariño, aproveché para quitármelos.

Y yo sin enterarme durante toda la noche. ¡Joder, qué putada!, no sé ni cómo me he podido dormir y perderme algo así.

– Estabas como un tronco. – añade ella, sacándome de mis pensamientos, muy sonriente y acariciando mi mejilla con el dorso de su mano.

– Ni me di cuenta.

– No, jajajaja. Ni cuando me levanté a hacer pis, tampoco. Menos mal, porque me hubieras pillado en pelotas. – añade.

Joder, para colmo se levantó al baño, medio desnuda y yo ¿Como un tronco? Definitivamente soy gilipollas.

– Venga, vete a la ducha. – insiste ella.

Me levanto dándole la espalda e intentando ocultar mi erección, caminando de lado, como si de una figura egipcia se tratara.

– Llévate la toalla que está secándose en la terraza. – apunta ella.

¡Ostras! Tengo que atravesar la habitación para coger la toalla. No me lo puedo creer. Ella se va a dar cuenta de…

– Vaya, cariño, ya te has levantado a tope, jeje… – me dice como quien no quiere la cosa.

– Sí, es que… yo…

– No seas bobo, es normal, tienes 19 años, estás en plena efervescencia, jajaja.

– Pensé que no te darías cuenta. -intento excusarme.

– Las mujeres no somos tontas y sabemos lo que ocurre. Es algo natural… vamos, quiero decir natural a tu edad, ya me gustaría que tu padre se levantase así todas las mañanas. ¡Qué maravilla!

Desde luego, mi madre está irreconocible, nunca le había oído hablar así, con esa naturalidad, que me suena hasta obscena. Me está diciendo que mi padre no se empalma tanto como yo por las mañanas y lo suelta así, la tía, como si nada. Además eso ha sonado a que ella también se levanta cachonda cada mañana, bastante necesitada de un repaso. Y pienso: ¿Lo estará ahora?, ¿estará cachonda?

Recapacito, recojo la toalla y voy hacia el baño totalmente avergonzado y ella no deja de ver la tienda de campaña que muestra mi pijama mientras ríe nerviosamente.

Nada más meterme en la ducha me comienzo a pajear pensando en todo lo sucedido, desde las frases más que elocuentes de mamá, en su cuerpo, en sus tetas, en saber que ha dormido prácticamente desnuda casi pegada a mi cuerpo. Cuando quiero reaccionar un chorro tras otro salen de mi polla disparados embadurnando los azulejos del plato de ducha.

Después de asearme, me visto y salgo a la habitación. Ella está en la terraza hablando por el móvil, seguramente con papá y puedo ver que se ha puesto de nuevo mi calzoncillo y en la parte de arriba mi camiseta que tan bien luce ella. ¡Joder qué maravilla!, ¡qué cuerpo tiene mamá!, creo que así está más imponente que nunca.

Me siento en el borde de la cama para admirarla, mientras ella sigue parloteando y me doy cuenta que está reclamando su maleta, por sus aspavientos y su nerviosismo. Sus tetas se mueven bajo mi camiseta preferida, al igual que sus caderas embutidas en mis pequeños bóxers que hacen que forme la redondez de su culo en la imagen más grandiosa jamás soñada y viendo que bajo su culo se asoman livianamente los labios de su vagina… Ufff..

Se da la vuelta en ese momento y me ve allí embobado mirándola. Me sonríe y después sigue discutiendo con el personal de la compañía aérea. Al final cuelga, acercándose hasta mí.

– ¿Qué tal mamá? ¿Apareció la maleta? – le pregunto disimulando de nuevo, sin poder evitar que mis ojos recorran ese cuerpazo, esos muslos, esa cintura, ese ombligo, esas tetas bamboleantes.

– Nada, que la están buscando me dicen… y yo sin nada de ropa. – contesta ella con ese mohín de enfado pero a mí me parece más atractiva, más deseable.

En ese momento oímos una voz procedente de la terraza de al lado.

– Hola vecinos- responde una joven rubia asomando su cabeza por la mampara que separa nuestras terrazas.

– Hola. – saluda mi madre, algo apurada, pues la ha pillado esa chica con mi camiseta y mi calzoncillo, pero ella intenta ser natural y se acerca a la barandilla que separa nuestras terrazas.

Me levanto y la acompaño para saludar a nuestra joven vecina. Es una chavala de mi edad, bastante guapa por cierto. Cuando llegamos a su altura veo que está con las tetas al aire y mis ojos evidentemente se van a sus protuberancias mamarias, que están lejos del tamaño de mi madre, pero son bonitas y ella nota que yo me quedo agilipollado mirándolas. Abajo solo lleva la braguita de su bikini que cubre lo justo. La tía está bastante buena, la verdad. Mi erección vuelve al ataque.

– ¿Qué tal pareja? – dice la chica – Perdonadme, pero no pude evitar oíros. ¿Os han perdido la maleta los de la compañía aérea?

– Sí, desapareció y no saben nada de ella. – aclara mamá.

– Son unos capullos – dice nuestra vecina. – bueno, me presento, me llamo Sandra. Diréis que soy una entrometida…

– No, para nada. – contesta mi madre educadamente. – Yo me llamo Laura y él es…

– Víctor. – contesto yo, antes de que diga “mi hijo” y meta la pata.

– Encantada. – contesta ella desde el otro lado con una bonita sonrisa.

En ese momento parece ponerse de puntillas sobre algo, dando dos besos a mamá y yo me acerco para darle otros dos. Sus tetas rozan ligeramente uno de mis brazos y noto un ligero cosquilleo en mis partes.

– ¿También sois recién casados? – nos pregunta Sandra.

Mi madre parece dudar durante unos instantes. Me pego a su cuerpo y abrazo su cintura. Ella me sonríe y responde:

– Sí.

– Nosotros también – dice la chica. – Acércate Toni. – añade gritando hacia el interior de su propia habitación.

En ese momento aparece un hombre bastante más mayor que ella, no sé cuánto, pero la saca unos cuantos años. Es un hombre fuerte, se le nota que practica, como yo, algo de pesas. Muy moreno de piel, peina algunas canas y lleva un bañador tipo slip que remarca su paquete. Mi primera impresión es verle como un chulito de playa, aunque por cómo le mira mamá creo que a ella le gusta más de lo que yo quisiera.

Comparativamente somos dos parejas parecidas pero completamente al revés. El hombre podría ser perfectamente su padre. Me resulta curiosa esa coincidencia. Se asoma a la terraza, como hiciera antes su esposa plantándole dos besos a mi madre haciendo que esta se sonroje bastante, sobre todo porque el tipo no quita la vista de sus tetas y después su entrepierna embutida en mis pequeños bóxers. A continuación el hombre me ofrece su mano y nos la estrechamos educadamente.

– Encantado. – me dice pero sin quitar ojo al chochete de mamá.

– ¿Sabes cariño? – dice Sandra – nuestros vecinos también son recién casados.

En ese momento la chica se agarra al cuello de su marido y le pega un morreo de los de no te menees, metiendo su lengua, mientras él responde acariciando su culo que queda al aire por fuera de su minúsculo tanga.

Mamá abre los ojos alucinada, pero noto que ella también está algo caliente, como lo estoy yo. Cuando Sandra deja de morrearse con su marido y todavía abrazada a él, nos mira, esperando ver nuestra reacción. Entonces mamá hace algo que me deja flipado: Me agarra por el cuello, como si se tratara de una competición y me besa en la boca. No es un beso de tornillo y no es tan largo como el de nuestros vecinos, ni mucho menos, pero a mí me ha sabido a gloria. Mi empalmada es brutal, menos mal que llevo vaqueros y disimulo girándome un poco.

– Pues tenéis que reclamar a la compañía aérea. Tenéis derecho a una indemnización urgente. Miradlo en vuestro billete. – dice de pronto Sandra mientras yo no quito ojo de sus dos meloncillos bamboleantes..

– Sandra, ¿Estás segura que tenemos derecho a esa indemnización?- le pregunta mamá.

– Sí, veo por el papel que tienes en la mano que es la misma compañía con la que yo tuve otro problema y tienen un seguro especial. Al no haberse repuesto la maleta en menos de cuatro horas, tenéis derecho a un dinero para poder comprar lo básico, ropa, cosas de aseo, etc… – añade la rubia simpática.

– ¿No sabrás a cuanto tenemos derecho?

– Pues dependerá de la letra pequeña, pero para comprar cuatro trapillos y demás, de sobra.

– Pues muchas gracias, guapa. – contesta ilusionada mamá. – Lo malo será dónde comprarlo. Hoy es domingo y no habrá nada abierto.

– Sí, la boutique del hotel abre hoy… y es un poco cara, la verdad, pero al menos podrás comprarte alguna cosa. Ah y no olvidaros de pedir la factura para la reclamación. – añade nuestra rubia vecina.

Después de despedirnos de ambos, sin que el bueno de Toni quite ojo a mamá ni un instante, comprobamos en los billetes que lo que dice Sandra es cierto y tras una llamada de queja, nos confirman que tenemos derecho a una primera indemnización y si no aparece la maleta en cuarenta y ocho horas, tendremos derecho a mayor cantidad.

– Qué simpática – dice mamá sentada al borde de la cama.

– Sí, parece maja. – contesto.

– Y te quedaste bizco mirando sus tetas.

– Yo… bueno… sí. Su marido tampoco perdió detalle de las tuyas.

Mi madre enrojece ligeramente y disimula mirando los billetes como si no quisiera oírme.

– Me gustó mucho ese beso. – le digo de pronto.

– ¿Cual?, Ah, sí, quise disimular para que no notaran que no somos lo que somos…

– Hiciste muy bien tu papel, mamá.

– Jeje, tú también, amor. – me contesta.

Me deja con la duda si realmente ese beso era necesario o simplemente una excusa como otra cualquiera. Quiero pensar que lo ha hecho porque se ha calentado, como yo lo hice aunque ella no lo quiera reconocer.

– Oye mamá. ¿Puedo hacerte una foto? – suelto de sopetón.

– ¿Ahora?

– Sí, con mi ropa. Estás muy guapa.

– Pero ¿Estás loco? ¿De esta guisa?

– Sí, de recuerdo. Luego nos reiremos… – añado, aunque lo que realmente quiero es tenerla grabada en mi móvil para el resto de mis días.

– Vale, pero sin que trascienda. ¿Eh?, luego las borras.

– Ok, tranquila.

Disparo varias fotos, así sentada, luego le pido que se levante y le hago otras cuatro o cinco, fijándome en que se enfoque bien ese chochito bien remarcado en mis bóxers. Luego su culito y al final ella da por cerrada la sesión, pues se siente algo incómoda. Se mete en la ducha, mientras yo voy mirando las fotos que acabo de hacerle. Ha salido guapísima en todas, ¡joder vaya colección!

Cuando sale del baño, aparece ataviada con sus vaqueros ajustados y una de mis camisas que le he prestado y que le está justísima, pero que le hace más espectacular de lo que ya es.

Al bajar al comedor a desayunar, puedo comprobar que lo que pienso no es algo de mi cosecha y veo que los hombres echan unas buenas miradas a mamá, que no sé muy bien si hace la desentendida o es que le gusta. Yo no puedo evitar decírselo.

– Mamá, estás muy guapa con mi camisa y con esos jeans. Y no soy el único que lo piensa – le señalo con la vista las miradas que le envían varios hombres que desayunan con sus respectivas parejas.

– ¿En serio es por mí? – pregunta mirando de reojo.

Yo no sé si se hace la tonta, pero me encanta ver su cara sonrojada. Supongo que eso de que la observen, también le excita.

– Es lógico que te miren así mamá. Estás preciosa y me siento orgulloso de ser tu pareja.

– Jajajaja, gracias hijo. Si te soy sincera, me gusta causar esa sensación. No estoy acostumbrada.

– Pues deberías.

– Bueno, pasando de los cuarenta ya no me miran como cuando era una jovencita, así que claro que me halaga que lo hagan ahora.

– Pues yo sí te miro y me pareces divina.

– Anda bobo, con las chiquillas guapas que hay por aquí….

– Pues ahora eres tú el centro de atención.

– ¿Tú crees?

– Te comen con la mirada, mamá. Yo también. – digo como si fuera broma, pero es la verdad.

– Será por ponerme ropa tan ceñida. ¿En serio me queda bien? Creo que me tomas el pelo.

– Mamá, por Dios… ¡Estás buenísima! – contesto casi enfadado.

– Gracias amor, pero tú me ves como un hijo y eso no es objetivo.

– Mamá, te veo como una mujer impresionante. ¡Y muy deseable! – añado.

Ella se me queda mirando durante unos instantes. Llego a pensar que va a bronquearme por hablar así de ella, sin embargo poco a poco, va mostrando su preciosa sonrisa. Me da la impresión de haberla convencido, aunque las miradas de otros hombres reafirma mi teoría.

– ¿Sabes?, me siento muy rara, pero es que nunca había experimentado nada parecido, ni causar esa sensación. Me parece un sueño provocar esas miradas libidinosas de los hombres.

– Pues deberías hacerlo más a menudo. Estás guapísima y me encanta verte así.

– Sí hijo… y entonces tu padre me mata, jajaja. Si me viera con ropa tan ajustada…

– Bueno, él ahora no está aquí, además, tú tienes criterio propio. ¿Te sientes mal por provocar esa atracción?

– ¡Nooo! , la verdad es que me gusta, pero me siento extraña, como si estuviera haciendo algo malo.

– Lo importante es que estés a gusto. Si te apetece hazlo y disfruta mamá y los demás lo disfrutaremos admirándote.

Otra vez su mirada y su sonrisa que me cautivan. Desayunamos y no pierdo la oportunidad de observarla detenidamente.

– Eres un cielo. – me dice de pronto mirándome a los ojos, cuando ya estamos acabando el desayuno.

– ¿Por? – pregunto sorprendido.

– Pues por traerme a este viaje y hacerme tan feliz, hijo.

– Gracias a ti por dejarme estar contigo, por cierto, creo que es mejor que nos empecemos a llamar por nuestro nombre, no vaya a ser que alguien descubra “nuestro secreto” – digo como si de una aventurilla se tratase.

– Vale, Víctor… ¿mejor así? – me responde sonriente y acariciando mi mano.

– Sí, mejor.

– Seguro que metemos la pata en algún momento…

– Bueno, ahora vamos a la boutique del hotel y te compras lo que necesites, pero siéntete guapa y disfruta con ello. – lo digo y me siento bien, como si estuviera desempeñando mi papel de marido.

Ella vuelve a besarme en la mejilla y me agarra fuerte del brazo ilusionada con ir a la tienda del hotel y ver cosas nuevas. Al entrar en esa boutique nos encontramos con una grata sorpresa, al menos para mí, pues toda la ropa es juvenil y bastante ceñida. No hay tallas grandes y mamá se va probando camisetas al principio que le están bastante justas, algo que no suele usar precisamente de esa guisa, pero que a mí me parece divina. Para colmo, la logro convencer para que compre una minifalda y al final accede. Qué piernas, con esa faldita y qué tetas se marcan con la camiseta. Se compra algunas braguitas también.

– Mira qué bonito. – le digo sacando un mini vestido de una percha. Se trata de un vestido de lycra de color azul celeste.

– No me puedo poner eso, Víctor – me dice con cara de susto.

– ¿Por qué no?

– Pues porque no entro en eso.

– Eso lo dirás tú. – afirmo ofreciéndole la prenda para que se la pruebe.

– Tu padre diría que soy una calentona por vestirme así.

– Papá es un carca. Tienes un cuerpo impresionante y es una pena que no lo puedas lucir como tú quisieras. Lo cierto es que nunca vas a tener una oportunidad así.

Esa última frase mía da en el clavo, pues consigo convencerla para que se ponga el vestidito y cuando sale del probador me quedo flipado. Esa prenda se ajusta como una segunda piel y se pega a cada una de sus magníficas curvas. Se muestra efusivo su busto, lisa su tripita, bien marcado su culo y sus caderas. Imponente es decir poco.

Por suerte la dependienta me echa un cable de los buenos, cuando dice.

– Le queda genial.

– ¿En serio? – pregunta mamá girando frente al espejo del probador.

– Sí, de maravilla – corrobora la chica.

– No es demasiado ajustado. – insiste mi madre pasando sus manos por sus curvas.

– Se llevan así. – afirma la dependienta a la que hubiera besado por tener ese arte.

Después miramos la ropa de baño y vuelve a sonreirme el destino pues no hay ningún bañador disponible de los que suele usar mamá y el único que hay, es enorme. Solo quedan bikinis y todos tipo tanga, algo que le propongo probarse y de nuevo se niega en rotundo.

– Eso sí que no, hijo. Ni loca. – dice negando con su mano.

– Pero, ma… Laura. – corrijo en el último instante.

– Que no, que no pienso ponerme eso – dice levantando en la percha un diminuto bikini amarillo que lleva una braguita de las más pequeñas.

– Pruébatelo y luego si no te gusta, pues nada. – la intento convencer.

– Que no, que el vestido ya es demasiado y porque no está tu padre, que desde luego ni se me ocurriría… pero lo de ese bikini, parecería estar desnuda y que no, que no tengo edad para eso.

– Me molesta que digas eso. Ya quisieran muchas tener ese cuerpo y poderlo lucir

Lo digo sobre todo intentando herir su orgullo y esas ideas anticuadas que tiene en la cabeza, las que por cierto mi padre siempre ha llevado por delante por su forma de ser tan retrógrada y por sus celos exagerados. Ahora ver a mamá así es todo un regalo, primero para mí y luego para ella misma, pues está disfrutando como una niña.

– Entonces, ¿quiere decir que no te vas a bañar en la piscina ni en esa maravillosa playa que vemos desde la terraza de la habitación? – le digo echando el resto pues se niega una y otra vez.

– No Víctor, no me pongo eso, no insistas. Mira lo que parezco con este vestido, como para llevarme eso. Si acaso mañana vamos a la ciudad y miramos un bañador algo más apropiado.

No quiero violentarla ni discutir en medio de la tienda, pero al final consigo, sin que ella se de cuenta que la dependienta incluya en el lote ese pequeño tanga amarillo, mientras mamá se vuelve a poner su ropa.

El resto del día lo dedicamos a ver las instalaciones del hotel, pero yo me quedo con las ganas de darme un baño, sobre todo porque hace bastante calor, así que decidimos que ella se vuelva a probar las cosas tranquilamente en la habitación mientras yo me bajo a la piscina a darme un remojón.

Después de un buen rato bañándome en la piscina, me doy cuenta de que todas las mujeres llevan sus diminutos bikinis, casi todo tangas y que mi madre es una tonta por no aprovechar ese momento y disfrutarlo. Ninguna parece tener esos escrúpulos ni miedos. Pienso en lo bien que estaría aquí bañándose conmigo y yo disfrutando de su cuerpo.

Cuando subo a la habitación, mamá está doblando la ropa. Lleva un pequeño albornoz y su pelo está mojado, seguramente se ha tenido que pegar una ducha, pues el día es realmente caluroso. Se vuelve hacia mí.

– Eres un… ¡guarro! – me suelta de pronto con un mohín de enfado.

La verdad es que nunca mi madre me había dicho tal cosa, pero intuyo inmediatamente que ha visto en una de las bolsas el famoso mini bikini amarillo.

– ¿Por qué mamá? – pregunto con toda la inocencia del mundo.

– Ya sabes por qué. Al final has puesto el bikini en una de las bolsas.

– Bueno… pensé que si lo veías tal vez te animabas…

– ¿Pero tú has visto lo pequeñísimo que es?

– A mi me pareció muy bonito – añado.

– ¿Y no crees que es demasiado pensar que una madre decente se ponga algo así?

– Mamá…

– Eres un cerdo, como todos los hombres. Os puede la carne.

– Perdona…yo…

– Tranquilo, hijo, es normal, jajaja, pero ese bikini es una invitación al pecado, ya sabes que yo nunca me pondría eso, imagina la cara de papá…

– Él ahora no está.

– Ya, pero no dejo de pensar en que le estoy engañando.

– Mira, piensa que no había más bañadores ni bikinis y que algo tendrás que usar en la piscina, por cierto el agua está buenísima y todas las chicas llevan tangas parecidos a ese.

– Víctor, hijo, pero yo me moriría de vergüenza. Nunca llevé nada parecido.

– Al menos, deberías probártelo y así sales de dudas.

– Lo he hecho. – me contesta, dejándome pasmado pues ni por asomo hubiera imaginado que se atreviera, al menos no tan pronto.

– ¿Te lo has probado? – pregunto lo que ella misma acaba de confirmarme.

– Sí, lo llevo puesto ahora.

Me la quedo mirando y no había caído en la cuenta de que debajo de ese albornoz blanco estuviera ataviada con semejante mini bikini. La miro a los ojos y noto que brillan más de la cuenta y que su risita es floja y nerviosa.

– ¿Y qué tal te queda? – pregunto con curiosidad.

– ¡Pequeñísimo!

– Jajaja, ya mamá, ¿No te gusta entonces?

– Sí, me gusta. Pero…

– Entonces, ¿Te ha gustado o no? – digo retándola.

– Sí, me encanta, pero no puedo llevar eso, hijo, es algo… ¿Quieres ver como me queda? – me dice de repente.

Se produce un silencio largo y mi cabeza no para de girar, como si fuera la niña del exorcista. ¿En serio me ha dicho mamá que quiere que le dé mi opinión de cómo le queda ese tanga?

– Pero tienes que ser sincero. – añade. – Verás como me das la razón y es demasiado pequeño, me veo rarísima, no parezco ni yo misma. Sentirás vergüenza de tu madre.

– ¡Eso nunca! – digo casi gritando ofendido.

Ella me besa en la frente y se separa de mí dos pasos.

– La verdad, Víctor, ¿vale?

– Te daré mi sincera opinión – contesto sabiendo que voy a alucinar de antemano.

– ¡Qué vergüenza! – añade.

En ese momento se suelta el nudo del albornoz y lo deja caer sobre su espalda de una manera tan sensual, tan impactante que me quedo sin palabras, sobre todo cuando veo a mi madre embutida en ese pequeño bikini amarillo. No doy crédito a lo que veo, tan solo una imagen que será difícil de borrar de mi mente para el resto de mi vida.

– ¿Y? – contesta ella abriendo sus brazos y mirándome fijamente tras ver que tardo en contestar.

– ¡Alucinante! – alcanzo a decir pero mi voz tiembla.

Sus tetas se han quedado más juntas al estar aprisionadas bajo la pequeña tela que cubre la aureola de sus pezones y poco más, dejando el resto de su pecho al aire. Para colmo la braguita es minúscula y le tapa la entrepierna en el lugar más recóndito que nunca imaginé ver desde tan cerca. Para colmo la tela se mete en su rajita y forma una hucha que se ve pletórica.

Sin tiempo a asimilar todo, ella se gira y me muestra su culo, un culazo redondo de poderosas caderas, donde una fina tela se cuela entre las posaderas, dejando a la vista ese imponente trasero y unos muslos divinamente largos. Observo que se puede ver la tela de su entrepierna en ese precioso culo y se puede distinguir la protuberancia que asoma de lo que es su sexo desde atrás. Gira solamente su cabeza y sin dejar de sonreírme, me pregunta:

– ¡Parezco una fulana! ¿A que sí?- dice volviéndose a girar quedando frente a mí.

– Mamá, estás divina – digo sin dejar de observarla. – ¡Preciosa!

– Veo que sí. – dice señalando el bulto enorme que asoma por debajo de mi bañador.

Me tapo a duras penas, pero a ella parece encantarle provocar eso.

– No puedo salir así a la calle. – añade – mira lo que te provoqué a tí.

– Y ¿No te gusta que te admiren? – le reprocho.

Otro silencio que rompe ella sin dejar de mirar el bulto bajo mi bañador.

– No.

– ¿Por qué no?

– Porque estoy medio desnuda, hijo.

– Es simplemente un bikini, mamá – alcanzo a decir aunque ciertamente tapa lo mínimo.

– ¿No lo ves? – dice señalando con sus dedos sus posaderas, y cubriendo sus tetas ligeramente con sus manos bastante cortada.

– Tapa lo justo, pero te queda de maravilla. -añado no ya por convencerle a ella, sino porque el convencido soy yo.

– Mira, es tan pequeña la braga que me tuve que recortar hasta los pelitos en la parte de las ingles que salían por los costados. – añade señalando ese maravilloso lugar.

Me fijo y veo que esa parte está más enrojecida, seguramente porque ha metido la cuchilla para ocultar el bosquecillo que debe cubrir su sexo.

En ese momento, mamá hace el ademán de volverse a poner el albornoz, pero apresurado sostengo su muñeca. Me mira sorprendida.

– No. Déjatelo puesto.

– ¿Cómo? – me pregunta fijándose detenidamente en la erección que le estoy ofreciendo ya sin cortarme y que está más cerca que nunca de esa mujer a la que adoro.

– Hijo, no puedo dejarme esto puesto.

– Al menos, si no lo vas a llevar en la piscina y en la playa, déjatelo para mí. – mi petición es más bien ruego.

No sé por qué he dicho eso, pero me ha salido involuntariamente. Pienso que va a darme una bofetada o algo parecido.

– Vale, pero un rato solamente… – añade al fin.

A partir de ese momento, mamá permanece con ese mini bikini en exclusiva para mí, algo impensable apenas hace un par de días. Todo se está produciendo tan precipitadamente que no soy capaz de digerirlo.

Se sienta en la cama y coge su móvil en una pose que me parece divina: Sus tetas se ven pletóricas y sus piernas cruzadas me parecen realmente las de una diosa.

– Cariño, tendrás que bajar esa calentura. – me dice de pronto señalando mi erección.

– Perdona, mamá. – digo otra vez cortado.

– No problem… vete al baño y alíviate, cariño. Ya sé que las hormonas se te disparan, jajaja…

Obedezco como un corderito y nada más cerrar la puerta del baño me comienzo a hacer una paja de campeonato teniendo en mi mente la imagen de mi madre con el tanga que realza todos sus atributos de forma magistral. Mi polla no resiste mucho más y es que en estos días casi no tengo aguante, porque todo esto me tiene loco. Me corro con potentes chorros que salen disparados por todas partes.

Después de limpiar los restos con un papel, me desnudo por completo y me meto en la ducha para intentar apagar el calor que todavía perdura en todo mi cuerpo y en mi sucia mente.

En ese momento se abre la puerta del baño y entra mamá con su bikini amarillo pillándome en bolas bajo la ducha y con mi polla morcillona. Me tapo y me giro para quedar de espaldas a ella.

– ¡Mamá! – grito a modo de protesta.

– ¿Qué pasa? No me voy a asustar a estas alturas por verte desnudo, hijo.

– Pero es que…

– Además tu ya me has visto a mí medio desnuda, qué menos.

– ¡Mamá yo no te he visto desnuda! – vuelvo a protestar.

– Poco me falta, jajaja… – dice ella con su vista clavada en mi trasero.

– ¡Pero mamá! – sigo protestando y tapando mis vergüenzas con mis manos.

– ¿Sabes una cosa, cariño? Nunca me había fijado en ese culito y mola ¿eh?

Sale riéndose del baño y mi vista sigue sus andares y el movimiento oscilante que su culo muestra con ese tanga. Tras reponerme del susto y secarme, regreso a la habitación. Mamá está en la terraza tumbada en una hamaca con los ojos cerrados. Yo llevo puesto otro bañador y me tumbo en la hamaca que está a su lado sin dejar de observar ese cuerpo celestial en un bikini que realmente es minúsculo.

– Te vas a quedar ciego – me dice repentinamente sin abrir los ojos, pero sabe que no quito la vista de encima de su cuerpo…

– ¿Por…?

– Pues porque estás mirándome sin parar

– Es que… – no sé ni qué decir. – ¿Cómo lo sabes?

– Lo imagino.

– Pues sí, mamá, es que estás impresionante.

– Sí, menudas pintas – añade abriendo sus ojos y sonriendo.

– Estás guapísima, Laura. – le digo y parece que le gusta que por un momento no la llame mamá. Me guiña un ojo y me acaricia la mano en señal de agradecimiento.

– Deberías bajarte a la piscina y disfrutar de los cuerpazos de todas las chavalas guapas que hay y no de la vieja de tu madre. – me dice.

– No eres vieja. – contesto ofendido.

– Si te parece…

– Tienes solo 42. Y además aparentas diez menos, como mínimo.

Sé que le gusta ese piropo, porque su sonrisa se amplía y esa forma de mirarme es explícita. Pero en el fondo no es un piropo pues es realmente cierto que mi madre no aparenta su edad. Para nada.

– Bájate conmigo. – le digo para animarla

– Ni borracha. ¿Con este tanga?

– En serio, estás alucinante.

– Mejor bájate tú. Mañana me compro un bañador más normal y te acompaño, con esto no pienso bajar.

Decido no presionarla más, sé que se siente agobiada, aunque en el fondo está deseosa de hacerlo, creo que hay algo dentro de ella que la empuja a hacer pequeñas locuras y qué mejor momento que en estas vacaciones donde mi padre no está para controlarla.

– Mamá – digo poniéndome de pie.

– Dime, amor.

– ¿Puedo hacerte una foto?

– ¿Qué?, ¿Otra vez?- pregunta con cara de susto.

– Digo una foto para mí. Así también te ves tú.

– No creo que sea buena idea. Víctor. – añade llena de dudas.

– Vamos, anímate. Solo una foto.

– Bueno, pero luego la borras – dice al fin poniéndose de pie quedando frente a mí.

Mi polla vuelve a estar en ristre y se muestra la erección bajo mi bañador. Prefiero no taparme porque sé que ella se ha fijado a tenor de su pícara sonrisa.

– ¿Cómo me pongo? – me pregunta mucho más lanzada.

– Así, como estás… me pareces preciosa.

Pongo mi móvil frente a esa belleza y comienzo a disparar, pero no hago una sola foto, sino que comienzo a tirar una tras otra y ella no parece poner objeción, sino que va cambiando sus poses, algo chistosas en principio, pero con un alto contenido erótico, al menos eso me parece.

– ¿Qué tal quedan? – me pregunta acercándose a verlas.

– Espera. Déjame hacerte alguna de espaldas. – añado.

– Que guarro que eres…

En el fondo lo soy, no lo puedo negar y cuando ella se gira y se pone de espaldas me tiemblan las manos cuando fotografío ese culo que se ve al completo, tan solo una tira fina de tela se cuela entre sus glúteos. Está para comérsela. Acerco el zoom y hago una panorámica de ese culo en primer plano, pero luego aproximo aún más el objetivo para captar el chochito que sale por debajo haciendo dos montañitas invertidas que no son otra cosa más que sus labios vaginales.

Después de tirar más de treinta fotos ella se acerca y pega su cuerpo al mío para verlas. Sentirla tan cerca es algo increíble, algo portentoso, único e irrepetible, pero que aunque parezca mentira es real, totalmente real. Notar su piel caliente junto a la mía es algo delicioso.

Se divierte viendo las fotos y alguna le parece demasiado fuerte, tapándose la boca con una mano y señalando cosas que nunca antes había enseñado.

– ¡Bórralas inmediatamente!, ¡Victor, qué vergüenza! – dice seria

– Tranquila, que ya las borraré.

– No, no quiero que tu padre pudiera verlas… – dice con cierto nerviosismo.

– Que no, mujer, que no las va a ver. Ya las borro antes de que lleguemos a casa.

No se queda muy convencida, pero en el fondo sabe que esa sesión de fotos, ha sido algo que hemos disfrutado de lleno los dos, algo muy nuestro y que rompe los esquemas y las cosas que nunca antes se ha atrevido a hacer.

– Entonces, ¿te bajas a la piscina? – le digo animándola de nuevo.

– Que no, ni loca. Bájate tú y disfruta de las chiquillas y no de los vejestorios.

Prefiero no contestarla y pongo una mueca de enfado. Decido bajarme solo a la piscina a darme otro baño que necesito realmente , para intentar calmar mi sed de sexo con mi madre, algo que no deja de torturarme y de hacerme sentirme mal, pero es algo que no puedo tener bajo control.

Me hago unos largos en la piscina y justo cuando salgo del agua aparece nuestra vecina Sandra, que viste un reducidísimo bikini de flores, esta vez completo, pues también lleva el sostén, aunque lo cierto es que bastante pequeño, como su tanga que cubre lo que tiene que cubrir y poco más.

– Hola vecino – me dice y se junta a mi cuerpo de una forma exagerada, tanto que quedamos pegados durante unos segundos. Después me da dos besos más que cordiales

– Hola. – respondo totalmente cortado.

Lo cierto es que Sandra está muy buena, no quiero compararla con mi madre, porque la diferencia es abismal, pero tengo que reconocer, que aunque no tiene mucho pecho, su cuerpo es muy bonito, un culo redondo y bien levantado, unos muslos morenos, finos y parecen fuertes. Y es muy guapa. Tiene un polvo, la verdad.

– ¿No baja tu chica? – me pregunta, mientras yo me seco con la toalla mirando su cuerpo de reojo.

– No, prefería tomar el sol arriba.

– Claro… aquí no puede hacer top-less.

– ¿Ah no? – pregunto sorprendido.

– No, no permiten enseñar las tetas en la zona de la piscina. Yo también tomo el sol arriba sin nada.

– En top-less, sí ya te ví- intervengo.

– Jeje… sí, y en pelotas tambien, jajajaa.. – responde viendo mi cara de bobo.

– ¿Desnuda? – le pregunto.

– Sí, en la terraza sí que se puede y es mucho mejor.

– Ah, entiendo. – respondo y mi polla crece por momentos.

– Tu chica puede hacerlo desnuda también allá arriba. Nadie le dirá nada.

Qué más quisiera yo, pienso, pero no, mi madre no haría eso. Ni siquiera es capaz de bajar a la piscina con su bikini, aunque claro, esto no se lo voy a decir a Sandra.

– De todos modos, hay una zona en la playa que es nudista y nosotros siempre vamos allí. Coméntaselo a Laura, quizás le apetezca.

– Ok. Se lo diré. Gracias Sandra.

– Hasta luego. – se despide con otros dos besos y pegándose de nuevo a mi cuerpo. ¡Joder qué calentona es esta tía!

Cuando subo a la habitación le cuento a mi madre lo sucedido y no para de reírse, pensando en la insólita situación que me ha ocurrido con la vecina y después con la locura de ponerse en la terraza en pelotas a tomar el sol. Vamos, algo inaudito para ella.

– ¿Así que Sandrita se te ha pegado bien para darte dos besos? – me pregunta insinuante.

– Y tanto…

– Se te habrá puesto dura.

– ¡Mamá! – exclamo sorprendido y es que no es habitual oírla hablar así.

– ¿Qué pasa? ¿No es verdad?

– Sí, pero…

– No hay peros, la chica es preciosa y es normal que te excite, además la tienes loquita.

– ¿Tu crees? – pregunto pensando en su sentencia.

– Desde luego, la noté bien nerviosa cuando estuvimos en la terraza y ahora esto que me cuentas…

– Bueno, pues su marido contigo también… – afirmo.

– ¿Su marido qué? – me pregunta, aunque sabe a qué me refiero.

– Pues que le has puesto a tope con tu cuerpazo.

– Anda ya…

– Es verdad, mamá, no había más que mirarle a la cara, babeaba…

Ella se queda algo sorprendida y pensativa, pues creo que hacía mucho tiempo que no sentía nada parecido, pero sabe que no miento.

Después de la entretenida charla me doy una ducha y le propongo a mamá que nos bajemos a cenar.

– No sé qué ponerme, cariño – me dice.

– El vestido nuevo. – digo sonriendo.

– ¿El azul?

– Claro.

– No. Ese vestido tan ceñido…

– Sí, mamá, por favor…

– Jajaja, te gusta como me queda, ¿eh?

– Mucho, estás rompedora. Y yo orgulloso de ir a tu lado.

– Es muy ceñido. Ya sabes que suelo vestir así.

– Mamá estamos de vacaciones. Disfruta el momento. – insisto.

– Sí, pero… me da apuro.

– Imagina la cara de Toni.

– ¡Qué malo eres!

– Hazlo por mí.

– Vale, lo haré por ti. Y… porque tu padre no nos ve ahora, jejeje…

Se mete en el baño y tarda como siempre una barbaridad, pero la espera ha merecido la pena, pues sale con ese vestido tan ceñido que me dan ganas de saltar sobre ella para sobarle cada una de sus curvas. El escote es prominente y se ve un gran canalillo. Las tetas parecen enormes en esa apretura y sus caderas se ven preciosas, por no hablar de sus muslos en un vestido tan cortito y sus zapatos de tacón que hacen que sus piernas parezcan más largas de lo que ya son. Además, se ha maquillado y lleva recogido el pelo en un gracioso moño.

– ¡Qué pasada! – digo.

– ¿Estoy bien?

– ¿Bromeas? ¡Estás Divina!

– Gracias, pero me veo muy ceñida, se me nota hasta la costura de las braguitas. Fíjate – me señala en su culo.

– Estas preciosa, en serio.

– Gracias. ¿Me vas a hacer una foto? – me pregunta de pronto dejándome nuevamente K.O.

– Claro.

No dudo en disparar con mi móvil un montón de fotos en todas las posturas que ella va cambiando muy insinuante- Por delante, por detrás, sentada en la cama con sus piernas cruzadas… ¡Joder mi polla está a punto de reventar!

– ¿Qué tal han quedado?

– Bien, has salido muy guapa. – contesto orgulloso de madre y de haber conseguido un teléfono móvil con tantos megapixels. Me costó una pasta, pero ha sido la mejor inversión que hice con mis ahorros.

Después de unos cuantos piropos más a mi madre y mis palabras llenas de aliento, casi eufóricas, decidimos bajar a cenar. Nada más entrar en el comedor, comprobamos que todos la miran, pues está francamente arrebatadora. Los hombres no la quitan ojo y las mujeres creo que también la observan más de la cuenta, sabiendo que ese cuerpazo no es normal. Yo me siento orgulloso y tengo que tapar mi erección que está de nuevo haciendo su aparición bajo mi pantalón vaquero.

Justo en el momento en el que llegamos al buffet para la cena, nos encontramos con nuestra pareja vecina: Sandra y Toni. Ella lleva un vestido muy parecido al de mamá, igualmente ceñido y menos escotado, pero está pegado a sus curvas y está muy guapa. El suyo es blanco y cuando ambas se ven, se miran y juntan sus cuerpos en un abrazo con sus dos posteriores besos.

Me gusta ver a esas dos mujeres así de sexys. Son, sin duda, la sensación del hotel. A continuación, su marido no pierde la oportunidad de pegarse al cuerpo de mamá, más de lo necesario, para plantarle dos besos, pero en esa imagen estoy cuando Sandra se acerca hasta mí, uniendo su cuerpo contra el mío de igual forma y besándome, como siempre, con su gran efusividad.

Ha notado mi erección, es inevitable, pues yo estoy a tope y ella con ese vestido tan fino lo ha notado claramente. Abre sus ojos como platos y después me da un tercer beso, esta vez cerca de la comisura de los labios para separarse después con una victoriosa sonrisa. ¡Joder, me ha puesto más berraco de lo que ya estaba!

Decidimos cenar juntos los cuatro y la verdad es que la velada resulta muy animada, porque son una pareja muy simpática. Tras los postres y un par de botellas de vino decidimos bajar al pub del hotel para rematar la noche como se suele decir.

Mientras las chicas van al baño, juntas, como no puede ser de otra manera, Toni y yo buscamos una mesa en un rincón y allí nos sentamos. Charlamos de fútbol con la suerte de que ambos coincidimos en ser del mismo equipo. Después nos felicitamos por tener como pareja respectivamente, a dos bellezones.

Tras un buen rato, en el que nos ha dado tiempo a pedir una ronda de copas, regresan las chicas. Ambas vienen riendo muy alegres. Creo que mamá ha bebido demasiado y no está acostumbrada. Están preciosas con sus pegados vestidos, pero mi vista se va indiscutiblemente al cuerpo de mamá que tiene las curvas de Sandra pero multiplicadas por diez. Cuando giro mi vista a mi compañero de mesa, veo que él también flipa con ella. No es para menos, mamá está alucinante con ese vestido azul tan ajustado. Es curioso, pero mi madre se ha quitado diez años de encima vestida así.

Nos ubicamos los cuatro en unos sillones y pasamos una noche genial, hasta que comienzan a poner música algo melosa y Toni invita a mamá para salir bailar. Lo estaba deseando el muy cabrón. Desde nuestro sitio, Sandra y yo podemos ver que lo hacen nuestras respectivas parejas, que bailan muy acaramelados. Entonces esa preciosa rubia me sonríe para sacarme a mí también. No puedo negarme cuando ella de pie tira de mi mano. Me agarro a su cuerpo pero no puedo evitar observar a mamá de vez en cuando, bailando con ese hombre. Siento celos, no lo puedo remediar, es un hombre más afín a ella y del que se siente atraída, sin duda y él hacia ella más que por descontado.

Resulta chocante, pero estoy abrazado a una rubia impresionante y no puedo quitarme a mi madre de la cabeza. Quiero ser yo el que esté abrazado a ella, así de pegado como está ahora Toni disfrutando de sus curvas. Veo que sus manos llegan muy cerca del culo de mamá y alguna vez lo tocan descaradamente. No puede ser. Me siento furioso.

– Estás colado, ¿eh? – me despierta Sandra de mis pensamientos que sigue muy unida a mi cuerpo y me susurra al oído.

– ¿Cómo dices? – pregunto con sorpresa.

– Sí, hombre, se te ve que no le quitas ojo a tu chica. Estás enamorado. ¿No?

Su pregunta me deja trastocado, porque creo que en el fondo es una mezcla de cosas, ya no sé si es el amor hacia una madre, un deseo puramente carnal, un enamoramiento como ella dice o una mezcla de todo junto.

– Es muy guapa tu chica y tiene un cuerpo precioso. – añade Sandra que sigue pegada a mí, notando claramente mi polla pegada en su barriguita.

– Gracias – le contesto. – Tú también eres muy guapa.

– Gracias. – me devuelve una bonita sonrisa y restriega sus tetas por mi pecho.

En ese momento la música se acaba y las dos parejas nos separamos. Tomamos nuestras copas y después de unas risas entre los cuatro, pedimos una tercera o cuarta ronda, ya he perdido la cuenta.

Vuelve a sonar otro tema lento en aquel pub. Mamá estira su mano invitándome a salir a la pista con ella.

– ¿Bailamos, amor? -me dice toda insinuante.

Cómo me gusta oírle decir eso. Me siento de maravilla en esta situación. Yo sé que ella está interpretando un papel, que hace muy bien, por cierto, pero yo quiero sentirlo como algo que es real, que ella es mi amor, que es mi pareja.

Nuestros cuerpos se juntan y afortunadamente mamá sabe cómo llevar el compás y yo al tiempo me uno a sus pasos, pues soy algo más torpe. Nada más notar su cintura frente a la mía y sus enormes tetas oprimidas contra mi pecho siento que mi polla crece irremediablemente, mucho más incluso que cuando bailaba con Sandra.

– Estás muy guapa, mamá… – le digo al oído.

– Gracias, hijo. Toni también me lo dijo. Que estaba guapísima con este vestido. Hoy me siento rompedora, como tú dices, jejeje.

– ¿Ves como no era el único?

– Sí, también me dijo que bailaba muy bien y que era un placer estar con una mujer como yo.

– ¿Te gustó que te dijera eso?

– Mucho, la verdad es que a una no le dicen esas cosas todos los días…

– ¿Te calentó cuando lo dijo?

– ¡Víctor!

– Perdona, mamá.

– No, es que es verdad, hijo, me calentó bastante, porque se pegó a mi cuerpo y me abrazaba de una forma… – decía ella susurrando a mi oído.

– Ya lo ví.

– Como contigo ahora. – añade – y también estaba empalmado, como tú.

Por un momento me pongo rojo pero lejos de apartarme del cuerpazo de mi madre, le restriego mi erección por su tripita, haciendo gala de lo que ella ha notado hace rato. ¡Coño, es inevitable y ella lo sabe!

– Nos tienes a todos locos. – le susurro al oído.

– Anda, exagerado.

– No sé si tú veías la cara de Toni cuando bailábais, pero estaba extasiado.

– Pero era solo un baile, Víctor.

– Ya, claro… – lo afirmo irónicamente, por supuesto.

– Yo respeto a tu padre, hijo, pero no puedo evitar sentirme…

– ¿Cachonda?

– ¡Oye, no te pases! – me reprocha ella.

– Más bien halagada. – me corrije – Hoy me están llenando de piropos.

– Y es que estás para hacerlo mamá.

– Gracias, corazón.

– ¿Cómo es qué tardásteis tanto en el baño antes? ¿Nos criticabáis? – le pregunto intrigado.

– No, jajajaja, pero Sandra es muy habladora y muy simpática, me dijo que el vestido me quedaba genial y que estaba muy sexy.

– Claro, ¿ves? y tú toda remilgada, no querías ponértelo.

– Ya. Además Sandra me dijo también que me quedaría mejor sin ropa interior, para que no se me marcaran las braguitas. Que ella no usa nada debajo.

– ¿No usa nada debajo? – pregunto sabiendo que he bailado hace un rato con ella con el vestido sin nada más sin percatarme de ese detalle.

– Sí, dice que siempre va desnuda bajo ese tipo de vestidos.

– ¿Y Tú? ¿Qué le dijiste? – pregunto de nuevo.

– Pues que habría que probarlo. – me dice, dejándome sorprendido de nuevo.

– Pero tú no… – digo a la vez que con mi mano palpo su cintura comprobando que no se notan las costuras de su ropa interior. Luego subo a su espalda y tampoco se nota el sostén.

– Sí, me lo quité todo, jeje… – me contesta nerviosamente.

– ¿No llevas nada debajo? – digo completamente alucinado.

– No, jeje… – responde ella y noto un brillo en sus ojos…. y luego se pega más a mí notando que mi erección va a más.

Joder, mi madre está desnuda bajo ese vestido y además parece que le gusta. Y pensar que momentos antes no quería ni ponérselo.

– Así que habrás disfrutado del baile con Toni, sin nada más que tu vestido – le digo casi echándoselo en cara, pues ha sido él quién lo ha probado antes que yo. No puedo evitar los celos.

– Sí, jajaa. Me gustó provocarle y notar su polla dura cuando bailábamos.

– ¡Joder y tú sin nada debajo! – reitero celoso perdido.

– Sí, me siento rara, pero me gusta ir sin nada bajo el vestido.

– Notarías mucho más su erección.

– Como la tuya ahora – dice esto y vuelve a apretar su pelvis contra la mía dando a entender que no es mentira.

Estoy soñando. No puede ser, que mi santa madre, me esté diciendo esas palabras, tan alejadas de su vocabulario y que lo diga ademas, satisfecha, disfrutando, incluso que note mi polla dura bajo mi pantalón contra la fina tela de su vestido como hiciera momentos antes con Toni.

– No te molestes, hijo. Es natural – me vuelve a susurrar viendo mi cara de alucine.

– ¿No te importa que esté así? – le pregunto ciertamente confundido.

– Me encanta provocar eso. Hoy me siento un poco putilla, la verdad, todos los hombres me miran, creo que el vino y las copas me han dejado trastornada.

Mi mano baja hasta el culo de mamá y lo acaricio suavemente. Ella me mira sorprendida y en un primer instante y luego para colmo me dice:

– Estamos interpretando muy bien nuestro papel de recién casados ¿no?

– Sí – contesto y a continuación le doy un beso tierno en su boca.

– ¡Víctor! – me regaña separándose extrañada.

– Mamá, recuerda: Es nuestro papel.

– No abuses de tu madre. Estoy borracha.

Cuando termina la música me siento extraño. Por un lado porque se ha roto esa magia y ese momento tan divino y por otro por todo lo que mamá me ha ido contando. Es todo tan fuerte….

Al final nos despedimos las dos parejas y nos vamos a nuestras respectivas habitaciones. Cuando entramos, mamá me pide que le baje la cremallera del vestido a su espalda y por un momento pienso que se lo va a quitar allí mismo, pero es simplemente una ayuda pues está algo bebida. Bajo la cremallera hasta el final de su espalda desnuda y la acaricio suavemente. Ella gira su cara y me sonríe. Me pregunto si seguirá cachonda con toda esta noche de locura.

– Estoy algo mareada. Me voy a mojar un poco lo nuca, sino me dará todo vueltas. – añade.

– Vale. Oye… mamá, por cierto. ¿Dónde pusiste tu ropa interior? – le pregunto cuando ya avanza hacia el servicio.

– La metí en el bolso.

Se mete al fin en el baño y yo saco mi polla del pantalón que está a punto de reventar. Me la machaco como un mono, reviviendo todas las experiencias de esta noche divina, mientras oigo a mamá dar pequeños gritos que intuyo son por notar el agua tan fría sobre su piel caliente.

Me fijo en su bolso sobre la cama y aunque tengo ciertas dudas, me decido y lo abro encontrándome allí con su sostén y sus braguitas. Las cojo con mi mano izquierda, masturbándome con la otra. Llevo esa prenda, que estuvo esta noche entre las piernas de mi madre, hasta mi nariz, aspirando ese embriagador olor, que me encanta. Estoy a punto de correrme cuando oigo que cesa el ruido del agua en el baño y precipitadamente meto las bragas en su bolso y mi polla de nuevo en su sitio bajo el pantalón.

– ¡Ay, me he quedado como nueva!- me dice al salir tapada con una toalla.

– ¿Se te ha pasado el mareo, mamá?

– Sí, estoy algo mejor. Ahora métete tú en el baño mientras me pongo tu camiseta para dormir.

Así lo hago y allí en la ducha todavía sigo empalmado, es algo que no consigo controlar, pero es que mi madre me está matando. Me lavo la cara y luego el cuello con el agua bien fría intentando frenar el calor que emana mi cuerpo y mi sucia mente. Me paro a pensar si mamá se habrá masturbado en momentos antes intentando apagar su calentura.

Cuando vuelvo a la habitación ataviado solamente con mi pantalón de pijama, veo que mamá está sentada dentro de la cama leyendo los mensajes de su móvil, imagino que son de papá. Levanta su mirada un instante y veo que observa mi torso desnudo y noto que lo hace de una forma extraña y no como una madre precisamente, algo que me encanta pues me siento atrayente hacia ella por un momento.

– ¿Mañana iremos al pueblo a comprar un bañador, entonces? – le pregunto metiéndome en la cama a su lado.

– No.

– ¿Como que no?

– Que no hace falta. Bajaré a la piscina con el bikini amarillo.

– ¿Cómo? ¿El tanga? – digo quedándomela mirando con cara de tonto.

– Sí, creo que tienes razón y soy una idiota. Lo he estado pensando, total, aquí nadie me conoce y además, Sandra me insistió en que bajara a la piscina, que luciera este cuerpo serrano, que así estaríamos los cuatro juntos otra vez y bueno, pues creo que le voy a echar valor.

– Cómo me alegro, mamá. – contesto sin creérmelo todavía

– Me moriré de vergüenza, pero es que tengo que disfrutar de este viaje. Así me lo acaba de decir papá en un mensaje.

– ¿Dijo que te pusieras el tanga? – le pregunto con los ojos como platos.

– ¡Noo, tonto! Ni se me ha ocurrido contarle lo del tanga. ¿Estás loco?

– ¿No se lo has contado?

– ¡No. Ni en broma!

– Mejor, será un secreto entre nosotros, mamá.

Me da un beso en la frente en agradecimiento y luego se da la vuelta dispuesta a dormir. Entonces me fijo y veo a los pies de la cama están sus braguitas. ¿Será que no lleva nada más que mi camiseta para dormir y va desnuda de cintura para abajo como hiciera la otra noche?

Me cuesta un buen rato conciliar el sueño, pero claro, no voy a levantar las sábanas para comprobar eso y que me pille en plena excursión.

Juliaki

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