Capítulo 4: La Venganza de Hera.

Todo fue como un sueño. El animal se alejó en la oscuridad de la noche y ella volvió a casa desnuda en un estado de casi total ausencia. Cuando volvió a ser consciente de lo que le rodeaba estaba de nuevo en casa. Miró a su alrededor sorprendida y se abrazó. Estaba helada. Con pasos inseguros se metió en la ducha y abrió el chorro del agua caliente. La ducha se llevó la suciedad y los restos de semen del caballo, pero no se llevó la inquietud ni el sordo escozor que dominaba su bajo vientre.

Se levantó al día siguiente y vistiéndose apresuradamente atravesó la desierta casa camino de las caballerizas. Sin dejar de mirar a su alrededor entró en el edificio y sacando a Lava, una vieja yegua torda que era la que usaba Angélica normalmente para dar paseos por la finca, le puso los arreos y salió a inspeccionar la finca. Revisó todo el cercado sin encontrar ningún lugar por donde hubiese podido colarse nada más grande que un ratón.

Continuó inspeccionando el resto de la finca y preguntó a toda la gente ocupada del mantenimiento, pero acababan de llegar a trabajar y no habían visto nada inusual ni sabían nada de la compra de un nuevo caballo.

Finalmente llamó a su padre. Casi podía ver su sonrisa permanente y sus mejillas enrojecidas por el frío de Zúrich. Le contestó apresuradamente porque estaba a punto de coger un avión que les llevaría a Milán para hacer unas compras. Le preguntó que tal estaba y le aseguró que ni él ni su madre habían comprado un caballo en las últimas horas para sustituir la pérdida de Piper.

Durante los siguientes tres días, hasta la vuelta de Angélica, recorrió la finca día y noche rastreándola, primero por cuadrículas y luego en paseos aleatorios sin volver a ver el animal, se había esfumado. Y con él se fue esfumando su desazón.

Angélica no sabía que pasaría cuando volviese junto a Diana, el accidente de sus padres, no por inevitable, había sido menos inoportuno. Tras dos días de intenso trabajo había logrado establecer a sus padres en el pequeño apartamento que tenía alquilado en la ciudad y les había ayudado con el papeleo para que pudiesen cobrar el seguro lo antes posible.

Cuando logró marcharse, su madre le dio las gracias entre sollozos mientras que su padre se limitó a mirarle con los ojos entrecerrados como preguntándose a dónde diablos iba con tanta prisa.

Durante todo el camino las dudas le asaltaron. Había hablado con Diana un par de veces, pero se había mostrado evasiva y ligeramente distraída y Angélica no se había atrevido a sacar el tema de sus sentimientos. Cuando se separaron no hubo tiempo de hablar así que todo había quedado en suspenso. ¿Se lo habría pensado mejor Diana y no querría saber nada de ella? ¿Pensaría que todo había sido un error? ¿Se habrían enterado sus padres de su relación y la habrían obligado a apartarse de ella?

Durante tres largas horas siguió torturándose hasta que al llegar a la casa la puerta se abrió y Diana salió corriendo con una sonrisa que no le cabía en la cara. Angélica se bajó de la pick up con el tiempo justo de abrir los brazos y recibir el abrazo de Diana. Sus labios se fundieron en un beso tan dulce como intenso. Solo la falta de oxígeno las obligó a separarse.

Diana disimuló su alivio lanzándose como una loba sobre Angélica que apenas pudo hacer otra cosa que llevar a la joven subida a sus caderas hasta la habitación y hacerla el amor durante el resto del día.

***

Hacía mucho tiempo que Hera no se dejaba llevar por los celos, pero liarse con una humana saltándose todos sus juramentos y encima disfrazado, pensando que el mismo y estúpido truco de siempre le serviría para eludir su vigilancia, la había puesto de un pésimo humor.

Hubiese deseado fulminar a aquella jovencita convertirla en una rana, en árbol, en una mierda de grillo, pero al contrario que él, se tomaba en serio sus juramentos y prefería no mancharse las manos. Necesitaba un aliado alguien que le hiciese el trabajo sucio, alguien que no hubiese hecho el juramento porque no le interesaba el mundo de los mortales.

Sacó la moneda y la puso en las manos de Caronte que alargó una mano para ayudarle a subir a la barca.

—¡Qué placer tan inesperado! —dijo Hades recibiéndola en la misma orilla del rio Estigia.

Hera sonrió y depositó dos suaves besos en las mejillas de Hades antes de adelantarse a él dirigiéndose a las puertas del infierno y dejando que el resplandor rojo que escapaba de ellas atravesase el fino tejido de su clámide perfilando su cuerpo.

El palacio de Hades era el más grande y lujoso de todos los dioses, pero eso no lograba compensar sus terribles vistas. Hades chasqueó los dedos y dos mujeres de aspecto triste y torturado le sirvieron sendas copas de ambrosía.

—¿Qué es lo que te trae a mi humilde morada? —dijo el Dios cuando las mujeres hubieron desaparecido— No, no me lo digas. Puedo ver la ira y el resentimiento en tu cara… Ya sé, Zeus te la ha vuelto a pegar.

—Sí y quiero vengarme, pero no puedo hacerlo, juré no intervenir en el mundo humano.

—También lo hizo Zeus, haz como él. —dijo Hades con una sonrisa despectiva.

—No yo no soy como él…

—Y por eso en vez de hacerlo tú misma me vas a utilizar a mí. —le interrumpió Hades— ¿Qué quieres de mí?

—Ya sabes que solo hay una cosa que le guste más que follar mortales y es dejarlas preñadas. Estoy seguro de que está putilla no es la excepción. Quiero que hagas sufrir a su vástago. No hay nada que le pueda sentar peor.

—¿Y yo, que saco a cambio? —preguntó Hades con una mirada calculadora.

Hera sonrió segura de sí misma y con dos elegantes movimiento dejó resbalar su Clámide quedando totalmente desnuda ante él. Al contrario que otras ninfas o las esclavas del Erebo su mirada era altiva y segura de sí misma.

Hades observó su cuerpo no tan esbelto como el de su esposa Perséfone, pero increíblemente voluptuoso, con unos grandes pechos firmes y cremosos y unos muslos gruesos y apetecibles. Hades se incorporó y acercándose a ella selló el trato con un beso. Hera le devolvió un beso cargado de lascivia, su lengua exploró y saboreó la boca del dios del inframundo ignorando el tenue sabor a azufre. Las manos de la Diosa se cerraron sobre la copa de ambrosía y vertieron su contenido sobre su torso dejando que el fragante licor mojase sus pechos y escurriese por su vientre para acabar goteando de su sexo.

Hades se inclino y agarró uno de los pechos de Hera chupando el pezón erecto y recorriendo con su lengua la dulce y rosada areola. Con un gemido de placer la Diosa se cogió los pechos y los apretó el uno contra el otro poniendo los pezones juntos al alcance de Hades.

Los chupetones resonaron y formaron ecos en el mármol y el alabastro que cubría las paredes. Hera gemía y golpeaba la cara de Hades con su pechos, disfrutando tanto de la boca del Dios como del hecho de pensar que le estaba poniendo los cuernos a su odiado esposo.

Hades continuó recorriendo todo su cuerpo y recogiendo con su boca la ambrosía que había derramado sobre ella. Hades sintió como su polla estaba ansiosa por cobrarse el tributo.

Con un suspiro Hera se apartó y dándose la vuelta se agarró a una de las columnas de fino alabastro. El tacto frío y suave la hizo estremecerse y apartar ligeramente el cuerpo para no estar en contacto con la piedra. Mientras tanto, por detrás sintió el ardiente cuerpo del Dios del Tántalo acercarse. Fijando la mirada en la columna separó ligeramente las piernas expectante. En pocos instantes la polla de hades golpeó con suavidad el interior de sus muslos cálida y excitante.

Hera elevó sus caderas y giró la cabeza desafiando al Dios a que la penetrase. Los ojos de Hades fulguraron un instante y mirando a la Diosa directamente a los ojos separó sus poderosas nalgas y le metió la polla de un solo golpe. Hera se estremeció asaltada por un intenso placer y se vio obligada a ponerse de puntillas para no perder el contacto con el suelo mientras se agarraba desesperadamente a la resbaladiza columna hincando sus uñas en ella.

Hera no apartó la mirada y mordiéndose los labios para ahogar los gritos de placer miró altiva a su amante mientras este enterraba su polla con golpes duros y secos en lo más profundo de su coño.

Las manos de Hades se agarraron a las caderas de la Diosa, estrujaron sus pechos y pellizcaron sus pezones con violencia sin dejar de follarla hasta que Hera perdió el control y comenzó a gemir y gritar víctima de un placer cada vez más intenso.

Con un golpe en el pecho apartó a Hades y se arrodilló ante él. Con sus grandes ojos azules fijos en las oscuras pupilas de Hades cogió su polla y se la metió profundamente en su boca chupando y lamiendo hasta que fue él el que ahora tenía dificultades para contenerse.

Gimiendo roncamente posó la mano sobre el cabello de la Diosa y acompañó sus chupadas con violentos movimientos de sus caderas hasta que tuvo que separase evitando correrse antes de tiempo.

Dándole la mano la ayudó a incorporarse y besando y acariciando su boca y sus pechos la guio hasta el lecho. Con más suavidad abrió sus piernas, acarició su vulva y jugueteó con su clítoris antes de penetrarla de nuevo, esta vez con más suavidad mientras Hera ceñía sus piernas en torno a la cintura de su amante.

La polla de Hades entraba suavemente, cada vez un poco más profunda y rápida que la anterior. Hera jadeaba y gemía clavando las uñas en la espalda del Dios de las tinieblas hasta que un sensacional orgasmo le asaltó. Lamiendo el sudor y los restos de ambrosía que quedaban entre sus pechos Hades siguió follándola sin descanso hasta que con dos bestiales empujones eyaculó en su coño haciendo que se corriese de nuevo.

Con las uñas clavadas en la musculosa espalda de Hades sintió como la semilla espesa y abrasadora como la lava del Santorini invadía su coño provocándole un nuevo orgasmo, tan fuerte como el anterior. Satisfecha Hera se quedó quieta dejando menguar la polla de Hades poco a poco hasta que finalmente se separaron.

Con un gesto rápido tomó aire y se levantó para recoger la clámide que yacía en el suelo.

—No olvides que tenemos un acuerdo, —dijo Hera vistiéndose— quiero que la nueva criatura que está por nacer pierda a su primer amor y mientras más dolorosa sea la pérdida mejor.

***

Nueve semanas después.

Cuando tuvo la primera falta Diana no se asustó, a veces el periodo, sobre todo en momentos de estrés, se volvía irregular, pero cuando el segundo periodo tampoco apareció se asustó y compró un test de embarazo.

El asombró dio lugar al miedo, un miedo a lo desconocido. Hacía más de seis meses que no tenía relaciones con un hombre y solo había dos opciones o había sido víctima de la inmaculada concepción o aquel caballo la había dejado preñada. Ninguna de las dos alternativas la gustaba, pero la segunda le aterraba. ¿Qué pasaría si daba a luz un monstruo? ¿Y qué haría Angélica? La posibilidad de que la mujer le abandonara hacía que un escalofrío recorriera su cuerpo.

Intentó varias veces abortar pero cada vez que salía de casa con destino a la clínica, sin saber muy bien cómo, se perdía y volvía a casa. Al llegar, sorprendida y agotada, se derrumbaba en un sofá y se limitaba a ver la tele en una especie de estado catatónico que le duraba un par de horas y del que ni siquiera Angélica la lograba sacar.

Finalmente, unos días después, cuando ya no pudo ocultar las nauseas se lo contó a Angélica. Evidentemente no le dijo la verdad y le contó una historia sobre una noche de borrachera con un desconocido. La idea era que la ayudase a ir a una clínica para abortar, pero Angélica se mostró tan ilusionada que no escuchó ninguna de las torpes excusas de Diana y la arrastró a la clínica pero para hacerse una ecografía y poder ver a su hijo.

Temblando de la cabeza a los pies, sin poder imaginar qué diablos estaría creciendo en su vientre entró en la consulta.

NOTA: Esta es una serie de treinta y seis capítulos, cada uno en una de las categorías de esta web. Trataré de publicar uno cada tres días y al final de cada uno indicaré cual es la categoría del capítulo siguiente. Además, si queréis leer esta serie desde el principio o saber algo más sobre ella, puedes hacerlo en el índice que he publicado en la sección de entrevistas/ info: http://www.todorelatos.com/relato/124900/

PRÓXIMO CAPÍTULO : TRIOS

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2 comentarios en “Relato erótico: “Hércules. Capítulo 4. La Venganza de Hera..” (POR ALEX BLAME)”

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