Gracias a todos mis lectores por el interés en las desventuras de Shadow Angel. Fuisteis varios los interesados en ver un final “no tan dulce”. Os traigo esta conclusión alternativa. No dejéis de escribir vuestros comentarios. Me gustaría saber veustra opinión.

Detroit. Primera hora de la mañana. Prisión de Hard Rock. Peche Island

El plan iba sobre ruedas. Antes de su captura, Skull había escondido varios artefactos explosivos por la ciudad que ahora les servirían para generar el caos necesario para poder escapar sin peligro.Cuando los reclusos terminaron con Shadow Angel sacaron a todas las chicas de la prisión sin ningún tipo de inconveniente. Todas menos una. En la prisión no quedaba casi nadie, excepto Skull, y una veintena de reclusos que se habían quedado montando guardia hasta el último momento. Una simple medida de prevención ante una posible intervención policial que no se produjo, otras preocupaciones tenía la policía.

Mikoto Amy estaba completamente acabada. Se encontraba en el patio interior de la prisión de Black Rock, inmovilizada a un cepo que aquellos tipos sacaron de una de las celdas de castigo, completamente desnuda. Su pelo ya no era suave y sedoso sino que estaba sucio y enmarañado. Ese artilugio le sujetaba firmemente la cabeza y las manos, sus piernas estaban esposadas a las patas del cepo, forzándola a mantenerlas abiertas. Skull estaba satisfecho con el aspecto que presentaba, como más humillada estuviera la chica, más fácil sería moldear su carácter de acuerdo con lo que tenía planeado para ella.

Aquellos individuos le tenían auténticas ganas a Shadow Angel y se habían divertido enormemente. Su cara, su pelo, su espalda, casi todo su cuerpo estaba cubierto por las pegajosas eyaculaciones de quienes habían disfrutado de cada rincón de su piel. Cuando la sujetaron en el cepo, uno de los reclusos tuvo la genial idea de coger un rotulador y garabatear “zorra” en su trasero. Pronto el resto de individuos se sumaron a la iniciativa y llenaron cada rincón de su piel con insultos: “comepollas” tenía escrito en la frente, “usadme” había garabateado en su escote… otros pusieron su firma en su piel, otros dibujaron penes. Amy no llevaba más de dos horas en ese cepo pero le parecían semanas. La chica tenía todo el cuerpo dolorido y mantenía la mirada fija en el suelo, contemplando el uniforme de Shadow Angel, convertido en un sucio amasijo. Su rota katana y su equipo estaban encima, como recuerdo de su derrota.

Par mayor burla, Skull había hecho desfilar a las chicas ante la desnuda e indefensa heroína. Amy simplemente no pudo aguantar tal humillación, ver salir las primeras chicas, ver sus miradas de lástima y desesperación fue demasiado. La chica cerró fuertemente los ojos para evitar ver como la miraban. No iba a poder resistir la mirada de Claire o Felina. Simplemente no podría resistirlo. Así que había estado incontables minutos, con los ojos cerrados mientras las chicas, poco a poco, pasaban ante ella camino de su nefasto destino.

Skull se retiró al interior del edificio. No había tiempo que perder, todo estaba a punto y sólo faltaba que él y Amy abandonaran el edificio. Evidentemente, los reclusos que habían quedado como refuerzo, pese a lo que les había prometido, no iban a salir de allí. Aunque tampoco iba a dejar cabos sueltos. Pronto los gritos y los disparos llenaron el edificio, para poco a poco silenciarse.

Aún no había pasado media hora que Skull regresó al patio, cargaba una pesada jaula con barrotes de hierro. Un artilugio utilizado para aislar e intimidar a los presos más violentos. La dejó caer enfrente de la derrotada heroína.

-Ahora te soltaré, y quiero que tu solita te metas ahí dentro ¿vale? No me hagas obligarte a ello.- Dijo el villano acariciando suavemente el pelo de Shadow Angel en un falso gesto tranquilizador.

Mientras Skull rompía los candados, la chica contempló la jaula y sospesó sus opciones. En todo el edificio sólo quedaban ellos dos. Si había un momento en que debía aprovechar para escapar era ese. Pero meditó unos instantes ¿dónde iría? Su identidad había sido expuesta de la forma más denigrante posible. Su familia no querría saber nada de ella, aunque lograra escapar de allí, sus padres ni tan siquiera le abrirían la puerta de casa. Y sus amigos, ¿cómo iba a mirarles a la cara? Su mejor amiga iba camino de un aciago destino del que ella había sido incapaz de salvarla. ¿Cómo podría aguantar las miradas de desprecio que le dirigirían? Y Tom… No quería ni pensar en qué le diría el chico. Ser vendida a un rico dictador africano, o ser la concubina de Skull era una salida mucho mejor que la que le esperaría en caso de escapar. Ni tan siquiera intentaría luchar contra ello, simplemente se resignaría a aceptar su destino. Se sentía la viva imagen de la derrota, aunque escapara, nadie iba a dar la cara por ella.

Contempló la jaula con indiferencia, su cuerpo cabría dentro, pero quedaría en una incómoda posición, permanentemente acurrucada, sin poder ponerse tan siquiera de rodillas. Como si fuera una mascota camino a una nueva vivienda. Cuando estuvo libre del cepo, se dejó caer al suelo, estaba agotada y tenía sus músculos agarrotados. No intentaría escapar, pero tampoco le apetecía entrar allí dentro. Si en el cepo estaba incómoda, en la jaula lo estaría aún más. Miró a Skull con ojos suplicantes, implorándole algo de clemencia, pero la mirada del villano no dejaba lugar a dudas. Si ella no entraba voluntariamente, la haría entrar a la fuerza.

Al final Amy se resignó. Si osaba contrariarlo aún sería peor. Había luchado contra él en plena forma y había sido plenamente derrotada. En el estado en que estaba ahora ni tan siquiera lo iba a intentar. Gateando, llegó hasta la jaula, abrió la puerta y se dispuso a entrar. Tuvo que agacharse un poco más, entró de cara pero se lo pensó. Volvió a salir y se dio la vuelta, mejor entrar de espaldas, así podría ver a cualquiera que se acercara a la puerta.

Skull contempló con una mirada de satisfacción en el rostro como Shadow Angel, como una gatita obediente entraba de espaldas a la jaula. La antes temida heroína, ahora no tenía ninguna voluntad de lucha. No pudo evitar una involuntaria carcajada al ver que, sin que le dijera nada, la chica, sacando los dedos entre los barrotes cerró ella misma el candado. Moldear su carácter iba a ser más fácil de lo que suponía. Antes de salir de allí, el villano recogió del suelo el sucio traje de la heroína y lo colgó en la puerta principal del edificio. Cuando la policía llegara allí, sabrían que Shadow Angel había desaparecido para siempre.

El peso de la jaula con la chica no implicó ningún esfuerzo para el musculoso villano. Skull como quien llevaría un perro en un transportín, abandonó la prisión y se dirigió a la pequeña ensenada de Peche Island dónde lo esperaba una lancha neumática. Metió la jaula en ella y arrancó el motor.

Una hora después, a bordo del Poseidón.

El Poseidón era un buque pesquero de altura. Con sus 22 metros de eslora, tenía autonomía suficiente para permanecer 30 días en alta mar. Todo estaba saliendo sobre ruedas. Aunque habían tenido un pequeño incidente.

Cuando Skull subió al barco, se dirigió inmediatamente a su camarote a dejar su preciada carga. Pero no había tenido casi tiempo a saborearla. El buque empezó a girar y a través del intercomunicador le advirtieron que una chica había escapado. Skull se dirigió inmediatamente a la bodega, deteniendo en el último momento a uno de los suyos que en un arrebato de impulsividad casi elimina a una de las chicas. Skull no era hombre que tolerase ese tipo de negligencias. Solucionado el pequeño “incidente” y con las 34 chicas de nuevo aseguradas, tan solo quedaba por localizar a la fugada. Por radio le indicaron que las otras dos chicas recluidas en la sentina seguían allí y aunque les habían quitado las esposas, ahora volvían a estar encadenadas.

Para Felina había ido de poco. Gracias a un oxidado tornillo había logrado quitarse las esposas y escapar del húmedo cuartucho en que la tenían encerrada. Saboteó el timón para generar una distracción. Aunque ella no era una heroína, tampoco le apetecía dejar a las otras chicas a merced de aquella banda, así que intentó liberarlas. La interrumpió un hombre armado con un subfusil que por poco la alcanza. Por suerte pudo meterse en el conducto de ventilación que pasaba por debajo la bodega. Salió al pasillo que conducía a los camarotes justo cuando Skull pasaba delante de la salida del conducto. Si quería tener éxito en su fuga, debía escapar como fuera de aquella mole de músculo. Felina, había visto lo que le habían hecho a la ninja y no quería pasar por el mismo trance. Sin ropa y sin equipo, sus posibilidades de éxito eran escasas, así que abrió la puerta del primer camarote y entró. Lo que vio, la dejó unos instantes sin aliento.

En la pequeña estancia estaba Mikoto Amy encerrada en una jaula en la que a penas cabía su cuerpo. La japonesa la miró con ojos implorantes, Felina no supo determinar si le pedía perdón o le suplicaba que la liberase. La heroína, con todo su cuerpo sucio y garabateado, daba pena. Aunque era ella la que la había entregado a esa maldita Red. Por su culpa se encontraba allí desnuda en ese maldito barco. “Justicia poética” pensó la ladrona.

– Mírate… no puedes ser más patética – Le espetó a Amy, que agachó la cabeza con indiferencia. Felina no pudo evitar recrearse al verla así.- ¡Jódete!… Te lo tienes merecido, tu me pusiste en manos de esos desgraciados.

Acto seguido Felina abandonó el camarote. La ladrona había cometido dos errores que le resultaron fatales. El primero, no abrir el pequeño armario del camarote de Skull. Allí habría descubierto no solo uno de los trajes de Shadow Angel sino también una letal y fiable katana. El segundo, fue no haber parado la oreja antes de salir al pasillo. En su impulso por apartarse de aquella patética Shadow Angel, había olvidado parar la atención necesaria. Skull la había visto salir del camarote.

Amy a través de la puerta escuchó los inútiles gritos y golpes de Felina, que intentaba zafarse del poderoso villano. “Tu también lo tienes merecido. Por fin alguien te dará una buena lección” pensó. Desde que muchos meses atrás había caído por primera vez en las garras de Felina, para Shadow Angel casi todo habían sido derrotas. La ladrona había intentado adueñarse de su vida, pero ahora por fin alguien la pondría en su sitio. Mikoto Amy se permitió una cruel sonrisa al pensar lo que haría Skull con ella. Le gustaría verla implorar y suplicar como había hecho ella.

El buque recuperó su rumbo sin incidencias. Amy pese a su incómoda postura no tardó en caer dormida. Su cuerpo estaba agotado y llevaba demasiado tiempo sin dormir. El ruido de la puerta al abrirse la despertó, no sabía precisar si habían transcurrido minutos o horas desde que sus ojos se cerraron. Skull entró en la pequeña estancia llevando un bol y una botella de agua.Dejó ambas cosas en una pequeña mesita y se acercó a Amy, acariciándole el pelo.

– Buena chica-. Dijo en tono calmado.- Debes estar agotada y hambrienta, tranquila, no soy un monstruo.

Para dominar completamente a la chica, Skull sabía que no tendría suficiente con la mera intimidación física. Debía darle también algo positivo a cambio, que supiera que si se portaba bien, obtendría ciertas recompensas. Su socio Calvo seguía obstinado en su loca idea de vender a la chica, sabía que podrían obtener una auténtica fortuna sólo por ella. Pero Skull tenía otros planes, la había visto luchar, la había visto vencer a uno de los más letales asesinos que había conocido nunca. Y también la había visto gozar entre sus piernas. Una chica así no podía ser vendida a cualquiera, Mikoto Amy tendría que ser suya. Tarde o temprano tendría que dejarles las cosas claras a su socio, pero ahora no era el momento.

Quitó el candado de la jaula y abrió la puertecita. Con su fuerte brazo ayudó a la chica a salir e incorporarse. Admiró su hermoso cuerpo mientras ella hacía estiramientos para liberar sus músculos y articulaciones.

– Arrodíllate.- Le dijo. Complacido, vio como la chica obedecía inmediatamente y se agachaba frente a sus piernas. Convencida de que el villano le pediría alguna satisfacción sexual.

Skull notó como su miembro volvía a endurecerse al tener los dulces labios de la chica tan cerca de su entrepierna. Pero contuvo su impulso.

– Abre la boquita.- Le dijo. Cuando vio que la chica abría sus labios, sacando su lengua fuera, desenroscó el tapón de la botella y vertió el agua en su boca.

Amy no era consciente de estar deshidratada hasta el momento en que el agua rozó sus labios. Inmediatamente hizo el impulso de levantarse para agarrar la botella, aunque una brusca orden de Skull la detuvo. “¡Quieta! ¡Sentada!” le dijo imperante. La chica obedeció, y moviendo la lengua procuró no desperdiciar ninguna gota de aquel líquido. Skull terminó de verter todo el contenido de la botella sobre su cabeza. Satisfecho, contempló como la chica, desesperada, intentaba absorber toda el agua posible, lamiendo el pequeño charco que se había formado en el suelo.

– Más… quiero más…- Le imploró.

Él la convenció que ya había bebido suficiente, que si se portaba bien, tendría toda el agua que quisiera. Depositó el bol en el suelo, dentro había una ensalada de pasta y atún. Justo los nutrientes que el agotado cuerpo de la chica necesitaba. De nuevo, le ordenó que comiera de rodillas, y sin usar las manos. Satisfecho contempló como la chica juntaba las manos a su espalda y devoraba el contenido con su boca, lamiendo hasta el último rincón del cuenco.

La chica protestó ligeramente cuando le ordenó que volviera a la jaula, pero terminó obedeciendo. Skull, satisfecho, salió del camarote.

Cinco días después

El Poseidón había atravesado sin problemas Montreal y Quebec. Al llevar todos los papeles en regla, no tuvieron que ser inspeccionados. Habían pasado Terranova el día anterior y ahora se encontraban en aguas internacionales. Toda la tripulación respiraba con más calma, habían sorteado todos los obstáculos sin problema.

Skull entró en su camarote, su “mascota” le devolvió una mirada de indiferencia, a cada día que pasaba, más se resignaba a su nueva situación. Su voluntad de luchar era inexistente. Y ahora iba a anularla por completo. El villano abrió el candado de la jaula y le tendió a Amy una tablet.

– En un rato estoy contigo. Mientras tanto, yo de ti echaría una mirada a lo que dicen de ti en internet. Eres famosa.- Le dijo mientras abandonaba la estancia, dejando a la chica sola en sus pensamientos.

La tablet disponía de conexión a internet, si la chica quería, podría alertar a las autoridades que podrían rastrear la ubicación del buque. Pero estaba completamente convencido de que no lo haría, no después de lo que la chica leería. De hecho, ni tan siquiera se había molestado en volver a cerrar la jaula ni en echar la llave a la puerta del camarote. Si la chica iba a tener una oportunidad para frustrar sus planes era esa. No consideraba ningún riesgo en lo que había hecho, simplemente quería poner a prueba su voluntad. Si la chica no iba a aprovechar esa oportunidad, estaba definitivamente anulada. Skull se dirigió al puente, su socio quería hablar con él.

Amy tardó unos minutos en asimilar lo que estaba leyendo. Temblorosa y sin comprender que pretendía Skull con ello, había cogido la tablet y había empezado a curiosear las distintas pestañas que tenía abiertas. La mayoría eran perfiles de redes sociales en los que había publicado no sólo el vídeo en el que era desenmascarada, sino todas las imágenes y vídeos que el Calvo había grabado de ella semanas atrás mientras estaba bajo los efectos del cloroformo. En ellas aparecía Amy indistintamente con y sin la máscara, totalmente desnuda o medio vestida con el uniforme, a fin de que se viera que era la famosa heroína.

Aquello era de lo más humillante, aunque ella estaba inconsciente, las imágenes estaban tomadas de tal forma que no sólo parecía que la chica estuviera consciente sino que además daba la sensación que gozaba enormemente y participaba activamente de lo que le hacían. En cualquier otra circunstancia la chica se habría echado a llorar desesperadamente con solo verlas. Pero no fue eso lo que la impactó, sino los comentarios que la gente decía al respecto.

“Menuda zorra está hecha” decía uno que acumulaba más de 100 likes.

“Siempre pensé que esa tipa lo que quería era sexo fácil” decía otro.

“¿Y esa guarra es una heroína?” “¿vistéis como la chupa?” “¿Creéis que Supergirl también será tan puta?” “pero que tetazas” “empezaré a ahorrar a ver si puedo pagarme una noche con ella”… eran varios de los comentarios que la chica leía.

También había otros, antiguos compañeros de clase, aquellos le dolieron aún más.

“¿Así que Shadow Angel es esa putita japonesa que se hace la estrecha en clase?” decía un chico que Amy recordaba de vista.

“Nos mira siempre por encima del hombro y mirala, hasta tres pollas se mete en la boca a la vez. Shadow Furcia es un apodo que le quedaría mejor” decía una chica.

“A mi nunca me engañó, bajo esos aires de princesita inocente siempre pensé que se escondía una putita lasciva.” decía otra compañera.

“¿Cuantos tipos hacen falta para satisfacer a esa zorra en celo? Mirad como disfruta siendo penetrada por delante y por detrás a la vez”. Decía una chica a la que Amy había ayudado alguna vez con alguna asignatura.

“¿El arma de Shadow Angel para combatir el crimen son sus tetas y sus mamadas?” Decía un chico que a Amy le caía relativamente bien. En clase parecía un buen chaval pero ahora se recreaba en todo tipo de comentarios.

“Siempre supe que no era más que una ramera, recuerdo especialmente un día, vino a clase vistiendo top y minifalda, seguro que venía de atender algún cliente, pero lo más divertido de todo fue que después de subir a la pizarra, resbaló y nos regaló una preciosa vista de su lindo coñito. La muy guarra no llevaba ropa interior” ese último comentario por parte de una chica que nunca había sentido mucho aprecio por Amy tenía multitud de interacciones.

Después de eso, no pudo seguir leyendo, no había ningún comentario positivo, nadie hablaba en su favor. El silencio de sus amigos le sentó peor que los comentarios que leyó. Estaba a punto de soltar la tablet pero un titular captó su atención.

Una de las pestañas había una pequeña noticia. Lo que leyó, la dejó completamente sin habla:

“Hace varios días, internet se vio sacudido por un vídeo en el que la famosa heroína de Detroit, Shadow Angel aparecía desnudándose y afirmando ser una prostituta para acto seguido ser desenmascarada. Días después, múltiples imágenes sexuales de la chica circulan por las redes sociales. Son varios los usuarios que afirman que tras la máscara de Shadow Angel se oculta Mikoto Amy, una joven estudiante procedente de Japón, miembro de una de las familias de la más alta aristocracia.

Hoy, la familia Mikoto ha decidido romper su silencio, declinando hacer declaraciones en directo han emitido un comunicado de prensa. En él niegan que forme parte de la familia Mikoto ninguna chica con el nombre de Amy. Acompaña el comunicado una fotografía de la familia con la única hija del matrimonio, Mikoto Keiko, de 19 años. La familia afirma que esas imágenes no son sino una campaña de difamación contra el buen nombre de uno de los más respetables linajes de Japón, afirmando claramente que no existe tal Mikoto Amy. Y que vincular a esa ramera (cito textualmente) que se disfraza de heroína no es sino un intento de socavar el buen nombre de la familia Mikoto. Negando rotundamente que dicha chica sea miembro de su familia, por mucho que varios medios de comunicación así lo afirmen. La familia anuncia acciones legales contra cualquiera que se atreva a vincular a Shadow Angel y la chica tras su máscara con la familia Mikoto.”

Después de leer aquello, Amy no pudo continuar, la tablet se deslizó de sus manos y se acurrucó en su incómoda jaula. Al final de todo, incluso su propia familia le había dado la espalda. La habían repudiado con un simple comunicado de prensa, ni tan siquiera iban a hacer el mínimo esfuerzo para rescatarla. Simplemente había dejado de existir. Y sus conciudadanos de Detroit, después de tantos meses luchando por ellos. Después de todo el esfuerzo, todos los sacrificios, ahora la menospreciaban y se burlaban de ella. Se dio cuenta que no había servido de nada adoptar la identidad de Shadow Angel, había intentado ayudar a unos seres despreciables que ahora la insultaban y la veían como una prostituta. Aunque tal vez, pensó ella, tuvieran parte de razón y no fuera más que eso. Al fin y al cabo eran muchos los hombres que habían gozado con ella de cualquier forma en los últimos meses, y ella lo había terminado disfrutando. Tal vez estuviera predestinada a ello. Ni tan siquiera se planteó escapar de allí, no tenía dónde ir. Ni tan siquiera pensó en ayudar a las otras chicas, su voluntad de lucha había sido totalmente anulada, ya no era una heroína, era una prostituta más. Pasadas unas horas, la puerta volvió a abrirse.

– ¡Oh! Que descuidado soy.- Dijo Skull divertido al entrar.- Parece ser que me olvidé de cerrar, vaya ¿tampoco cerré el candado de la jaula? Podrías haber escapado.

Amy tardó en responder, le miró con ojos enrojecidos por el llanto

– ¿Por que me hacen eso? ¿Qué va a ser de mi ahora?

Skull casi sentía pena por la chica. Era una lástima que su socio siguiera obcecado en su idea de venderla a ese maldito dictador, él veía mucho potencial en ella. Estaba completamente derrotada, física y mentalmente. Ya no les podía suponer ningún problema.

– Ya ves… lo das todo para luchar por ellos y cuando fracasas se deleitan con ello. ¿Sabes? Creo que nunca han sentido ningún aprecio por ti, siempre han estado allí, esperando el momento en que metieras la pata para recrearse en tu derrota. Estoy seguro que con cada victoria tuya se llevaban una decepción, ellos esperaban ese momento, verte derrotada, humillada, completamente fracasada. En el fondo todos sabían lo que ahora sabes, que no eres más que una vulgar ramera. Estoy seguro que disfrutaron con los primeros vídeos que publicamos hace un tiempo, y ahora se deleitan enormemente con tus nuevas imágenes. En cuanto a tu situación, ya no supones ningún peligro para nosotros. Vamos a llevarte con las otras chicas, creo que tendrán algo que decirte.- Dijo con una risita.- Tal vez, si te portas bien, tu destino sea distinto al suyo.

Obligó a Amy a salir de su jaula y le puso un collar y una correa. No pudo resistirse a acariciar su cuerpo. Como llevaba haciendo constantemente durante esos días, quería gozar de nuevo con ella. La tumbó en la cama, la chica ni tan siquiera se resistió. Las marcas de rotulador dejadas por los reclusos de Black Rock aún eran perfectamente visibles sobre su pálida piel. Skull acarició los senos de la chica, recorriendo todas las palabras e insultos que había escritos por su cuerpo. Al llegar a su vagina, se sorprendió al verla humedecida, cada vez reaccionaba mejor a sus estímulos. Su miembro empezó a apretarle en el pantalón.

La tomó con pasión, y ella le correspondió de la misma manera. La chica apretaba sus piernas contra su cintura, buscando el máximo placer que su enorme miembro le producía en toda su dilatada vagina. “Sí… soy una puta… una ramera… soy tu perrita cachonda” le iba susurrando en su oreja entre gemidos para complacerlo, tal vez con la esperanza de que no la llevara con las otras. Aquello lo excitó del todo, derritiéndose abundantemente en su vagina pocos minutos después. Había sido corto pero intenso. La chica aún no había terminado, pero no se atrevía a pedirle más, vio como ella misma acercaba la mano a su sexo, buscando su orgasmo. La dejó hacer durante unos minutos, contemplando como la chica introducía dos dedos y los iba moviendo. Era obvio que no le producían el mismo placer que su grueso miembro, instantes después, la chica se humedeció la mano con la lengua e introdujo cuatro dedos en su vagina, buscando lo que sólo Skull podía darle. Al final, no tardó en alcanzar el clímax.

– Venga… perrita.- Dijo arrastrando especialmente esa última palabra.- Las otras chicas te están esperando.

Amy ni tan siquiera hizo el esfuerzo de ponerse en pie, a cuatro patas, como si de una mascota se tratara, avanzó guiada por Skull. Él la llevaba con la correa como si paseara un perrito. Por el camino se cruzó con varios de los secuestradores, que se burlaron de ella, lanzándole pullas y escupitajos. A Skull aquello le divirtió, de forma que en lugar de llevarla directamente a la bodega la paseó por todo el barco, quería que toda la tripulación viera lo amansada que estaba Shadow Angel.

Amy, sin protestar ni un instante aguantó todas las burlas y humillaciones que le iban lanzando, hasta que Skull la llevó a la cubierta. Al salir a la superficie, la luz del sol la cegó durante unos instantes, su cabeza de Amy tropezó torpemente con las piernas de alguien. Tímidamente alzó la cabeza para encontrarse con una cara que le era muy familiar.

– ¿Qué te parece mi mascota, socio?- Le dijo Skull.- Adelante, tócala, te aseguro que no te va a morder.

El Calvo, divertido, empezó a acariciar la cabeza de Amy, como si no fuera más que un perrito sociable. Por iniciativa propia, la chica empezó a lamer la mano que la acariciaba.

– ¿Qué me dices? ¿Quieres que te la preste por un rato? Comprobarás que es totalmente inofensiva.

El Calvo se descalzó y dirigió una sonriente mirada a Amy al ver como la heroína, empezaba a lamer sus pies, complaciente. Tal vez Skull tuviera razón, tal vez aquella chica pudiera serles de utilidad. Ver a la temible Shadow Angel lamiendo sus pies de forma totalmente voluntaria era algo sumamente estimulante. Su socio había gozado con ella durante casi una semana entera, ahora era él quién tenía ganas de disfrutar de lo que ofrecía ese hermoso y humillado cuerpo.

Con una sonrisa cogió la correa que le tendía Skull y arrastró a Amy hasta la barandilla. Skull contempló la escena sentado sobre un arcón. La idea de contemplar como otra persona disfrutaba de su mascota le parecía excitante, divertida incluso. Quería ver si con su socio ella gemía tanto.

Amy no tenía ninguna voluntad de lucha. Cualquier intento seria inútil, así que ya se había resignado a ello. Su cuerpo agradecía verse libre de la jaula, ese paseo, aunque a cuatro patas, le había sentado de maravilla. Poder mover sus articulaciones durante un buen rato, gateando, gozar ahora de las vistas que ofrecía la inmensidad del océano, respirar la brisa marina… le sabía a gloria. En cualquier otra circunstancia no habría tolerado de ninguna manera que ese calvo individuo le pusiera la mano encima, seguramente fuera la persona que más odiaba del mundo. Pero después de lo que había leído, cualquier cosa que le hicieran le era completamente indiferente. Lo peor que le podría haber pasado, ya había sucedido. Así que obedientemente, abrió sus piernas para lo que vendría.

El Calvo se quitó los pantalones, la levantó y le dio la vuelta, quería que la chica lo mirase, quería ver su cara mientras la penetraba. Sentó su pálido trasero sobre la barandilla del barco, sujetando a la chica con sus brazos para que no pudiera escurrirse por la borda. Y empezó a penetrarla. Su primera reacción fue sorprenderse al notar la vagina de la chica húmeda y dilatada. A través de su camisa, notaba la tibieza del cuerpo de la ninja. Quería saborear ese momento, su victoria final sobre la heroína que tan cerca había estado de arruinar sus planes. La penetró suavemente pero con firmeza, que ella lo notara. El balanceo del barco acompañaba sus movimientos de cadera. La respiración de la chica se volvió más lenta, acompasando el ritmo de su penetración. Quien iba a decir que Shadow Angel, la chica que había estado a punto de dejarlo medio ciego, se abrazaría a su cuello mientras se la follaba. Realmente Skull tenía razón, esa chica en nada se parecía a la incansable justiciera que tantos problemas les había causado.

Mientras gozaba con su cuerpo, enterrando su cara entre sus pechos, mordiendo sus rosados pezones, endurecidos con el contacto de la brisa marina, pensó en la fortuna que sacaría por ella. Realmente esa chica valía un millón de dólares. Pese a que su familia había renegado de ella, estaba seguro que su mecenas pagaría ese importe por ella. Al fin y al cabo, pocos podrían presumir de tener una auténtica heroína en su harén. Pensando en el dinero, eyaculó abundantemente en su vagina, soltando un intenso gemido de satisfacción.

Skull contempló satisfecho como la chica gemía débilmente al alcanzar el clímax, como suponía, sólo él podía hacerla chillar de placer. El Calvo dejó que Amy se derrumbase en el suelo del barco pero aún no había terminado con ella. Divertido empezó a azotarla y patearla en el trasero. “¡Gime zorra!” le gritaba. Ella obedeció y empezó a gemir, como si encontrara placer en sus azotes. “¡Ladra!, demuestra que no eres más que una sucia perra”. Amy volvió a obedecer, imitando los ladridos de un perro como había hecho tiempo atrás. Aquello provocó risas en los tripulantes que, atraídos por sus gemidos habían acudido a ver la escena. La famosa Shadow Angel se estaba autohumillando ante ellos.

“¡Dinos! ¿que eres?” Le volvió a gritar el Calvo al ver que habían acudido más secuaces a presenciar la escena. “Una puta, no soy más que una puta… una perra, sí eso es lo que soy… ahora soy vuestra mascota”. Decía Amy mientras el calvó se recreaba en ella y ponía su pie encima de su cabeza.

Al final se cansó de ella y la dejó tumbada en la cubierta. Complacido, Skull contempló como la chica se incorporaba y gateaba hasta él, hacia su amo, llevando la correa en su boca.

– ¿Qué te pareció? ¿Lo hace mejor que yo?- Le preguntó burlón mientras la chica negaba con la cabeza y acariciaba sus musculosas piernas. Volverla totalmente complaciente había sido mucho más fácil de lo esperado.

Usando el montacargas, la llevó a la bodega del barco. Alejados del peligro y ya en aguas internacionales, los secuestradores habían sacado a las chicas de su escondite y las habían encadenado, distribuidas a lo largo de las cuatro paredes. Una cadena las sujetaba a su cuello hasta una larga barra de hierro, que firmemente anclada al suelo, recorría la bodega de arriba a abajo. La cadena tenía una longitud de unos dos metros, lo justo para que las chicas pudieran moverse pero lo suficientemente corta como para que no pudieran ser una amenaza para los secuestradores que les dejaban la comida justo en el límite de su movilidad. El motivo de ello era que las chicas pudieran moverse y hacer ejercicio. Cada día las obligarían a hacer una dura rutina física, por encima de todo querían que las chicas conservaran su atractivo al llegar a su destino, o su “valor de mercado” se depreciaría.

Cada chica podía tener contacto con las que tenía a ambos lados pero nada más. Cerca de ellas había varias bandejas con varias piezas de fruta y agua. La comida que les daban era lo más saludable posible. Había 34 chicas cuando entraron a Amy, otras tres chicas, las que consideraban más peligrosas, las mantenían firmemente inmovilizadas a la sentina del buque.

Skull llevó a Amy alúnico rincón disponible, entre una chica morena de unos veinte años y una rubia que tenía aspecto de modelo. Amy era una chica altamente atractiva, pero su forma física no destacaba especialmente entre las chicas que la rodeaban. Los días transcurridos en la incómoda jaula habían ablandado su cuerpo, perdiendo parte de su atractivo. La Red había seleccionado detenidamente sus presas, bonitas influencers, modelos profesionales, deportistas de élite… había incluso un par de atractivas profesoras. Cuanto más hermosas fueran sus chicas, más dinero obtenían.

Amarró a Amy a la cadena y Skull ordenó a uno de los secuestradores que le pusiera una chapa en el cuello. Todas las chicas disponían de una, su número variaba en función del grado de peligrosidad que consideraban que tenía la chica en cuestión. La rubia que Amy tenía al lado tenía el número 17 en el cuello, la morena tenía el 4. A Amy le pusieron el número 38, entre todas las chicas que tenían, era la que consideraban más inofensiva. La única que no anhelaba escapar, la única cuya vida en el exterior sería aún peor que en esas paredes de hierro.

Una vez sujeta, Skull y los otros secuestradores abandonaron la bodega. Amy le dirigió una mirada de súplica, prefería estar encerrada en esa jaula, en su camarote, antes de estar rodeada por esas chicas ¿qué les iba a decir? Pero el villano no vio su súplica, o no quiso prestarle atención. Pronto la gruesa puerta de la bodega se cerró, dejándola allí encerrada con las otras 34 chicas. Enfrente a ella tenía una bandeja con aguacates y uvas. La chica notó como rugía su estómago, tenía hambre así que se dirigió a comer. Evidentemente no tenían cubiertos y las chicas comían con la mano. Ella, acostumbrada a las instrucciones de Skull, comió directamente con la boca, sin usar las manos, engullendo las uvas con hambre y usando hábilmente sus dientes y lengua, quitó la piel del aguacate para comérselo hasta dejar el hueso limpio.

Cuando terminó, se acurrucó en un rincón, sin decir nada, cuando alguien interrumpió sus pensamientos.

– ¿De verdad eres una comepollas?- Preguntó una chica castaña desde otra pared. Amy, sobresaltada por la dureza de la pregunta, no supo que responder. La morena que tenía a su lado, respondió por ella.

– Pues claro que lo es, ¿no ves que lo lleva escrito en la frente?- Dijo, haciendo estallar en carcajadas al resto ante esa ocurrencia.

Skull había sido tajante en ello, Amy no debía borrarse en ningún caso las marcas dejadas en su cuerpo por los reclusos de Black Rock o sería castigada. De forma que los garabatos hechos a rotulador, aunque un poco borrosos por el paso de los días, seguían siendo perfectamente legibles.

– ¿Sabes que estamos aquí por tu culpa, verdad?- Dijo la rubia que tenía a su izquierda.

– ¿Cómo…? – Balbuceó Amy.- Eso no es verdad… yo… intenté rescataros… hice todo lo posible… yo…

– No hiciste ¡nada!.- Replicó la morena.- Te dejaste capturar a la primera de cambio como la maldita zorra sumisa que eres.

– No es verdad… yo… Skull… él me venció y…- Intentó justificarse Amy que no entendía tal ataque por parte de a quienes había intentado rescatar.

– ¡Tus ansias de protagonismo pudieron por encima de la lógica!- Replicó otra chica desde otro extremo de la bodega.- En lugar de hacer lo que hubiera hecho todo el mundo, que es avisar a la policía, no… tu tenías que hacerte la superheroína. Tu ego te impedía llamar a los auténticos profesionales ¿verdad? Buscando la fama nos has condenado a todas.

– Eso no es verdad…- Se justificó Amy intentando contener los sollozos.- Teníamos un plan, pero salió mal, fui capturada… pasé un infierno y…

– Sí, ya escuchamos qué mal lo pasaste.- La interrumpió la morena.- Tus gemidos de placer llegaron hasta nuestras celdas. Pobrecita… mientras nosotros estábamos encerradas tu jadeabas de placer.

Amy intentó responder pero la rubia se acercó a ella y la abofeteó para acto seguido sujetarla fuertemente por los brazos.

– ¡Miradla!- Dijo la morena señalando el garabato que decía “usadme” escrito en el escote de la japonesa.- Quiere que la usemos.

La rubia le dio la vuelta para que las otras chicas contemplaran su espalda “zorra” tenía escrito en su trasero y “metedme algo” había escrito en su espalda con unas flechas que señalaban hacia su culito.

– Si ella misma nos lo pide, algo tendremos que hacer al respecto ¿no? ¿Qué podemos meterle en ese hermoso trasero?- Dijo la rubia mientras la morena gateaba hacia la bandeja de Amy y cogía con la mano el hueso del aguacate y lo mostraba sonriente.

– No… eso no… por favor, no os he hecho nada…- Imploró la chica al ver las intenciones de las otras.

La rubia la tenía fuertemente sujeta, por mucho que lo intentó, Amy no pudo liberarse de su agarre. Todos esos días encerrada en la jaula habían ablandado sus músculos y su cuerpo no respondía como debería. Pese a todo, ella intentó luchar con todas sus fuerzas, pero ello no hizo sino divertir aún más a las otras chicas que contemplaban como la tanto admirada Shadow Angel era incapaz de quitarse de encima a una chica normal y corriente.

La rubia la tumbó boca abajo contra el suelo de cara a la pared y se sentó sobre ella para inmovilizarla. Su culo se apoyaba en la nuca de Amy y sus brazos hacían fuerza para mantener sus piernas abiertas mientras la morena lamía el hueso de aguacate con una clara intención.

Amy aulló, no de dolor, sino por la humillación de notar como introducían el hueso de la fruta en su trasero. Verse impotente ante una chica que en otras circunstancias podría haber derrotado sin problema era mucho más de lo que el poco amor propio que le quedaba podía aguantar. Amy pensaba que ya había tocado fondo, pero aún podía verse más humillada de lo que estaba. Poco a poco, aquél grueso y duro hueso se iba introduciendo en su ano causando la diversión de todas las chicas. Amy pataleaba con piernas y manos, intentando golpear a las chicas, pero la tenían bien sujeta y casi no les causaba daño. Los gritos se convirtieron en gemidos al notar el hueso de aguacate totalmente dentro de su culo.

– Vaya… eso ha sido más fácil de lo que pensaba.- Dijo la morena sorprendida.- Quien te haya escrito eso tenía toda la razón, tu culo imploraba a gritos que alguien te metiera algo.

La rubia salió de encima de Amy y dejó que la chica se incorporada. Ella no se atrevió a intentar quitarse lo que le habían introducido por miedo a más represalias por parte de las chicas. ¿Por qué le hacían eso? ¿Por que la trataban así? Por otro lado, después de las múltiples veces en que la habían penetrado analmente, el hueso de la fruta no le hacía daño, al contrario, incluso relajaba sus músculos.

Otra de las chicas, lanzó algo a la morena desde el otro lado de la bodega.

– Usa eso también, seguro que le gusta.- Le dijo mientras la otra chica lo cogía al vuelo. Era una banana perfectamente pelada.

La sonrisa que le dirigieron las chicas, no dejaba lugar a dudas sobre lo que iba a suceder.

– Ahora te toca a ti.- Dijo la morena a la rubia mientras le pasaba la banana.

La morena sujetó con fuerza los brazos de Amy contra su espalda. Puso sus piernas entre las de la japonesa, forzándola a mantener los muslos abiertos. Amy ni siquiera intentó luchar tanto como antes. Empezaba a darle todo igual, que se divirtieran con ella, parte de razón tenían. La había fastidiado completamente y por culpa de su fracaso, esas chicas iban a ser vendidas como mercancía. Que se divirtieran un poco con ella si querían, en parte se sentía culpable de su situación.

La rubia introdujo la banana en su vagina, sorprendiéndose por encontrarla húmeda pero no dijo nada al respecto. Poco a poco fue penetrándola con aquella fruta.

Amy llevaba días en que los únicos estímulos positivos que recibía eran sexuales. Cuando Skull la tumbaba en la cama de su camarote y la penetraba apasionadamente, era el mejor momento del día, los pocos momentos en que se veía fuera de esa incómoda jaula. Llevaba pocos días en ese barco, pero el cuerpo de Amy ya había acostumbrado a asimilar el estímulo sexual con esos pequeños y únicos momentos de cierta comodidad. Así que su cuerpo, al notar como la fruta se introducía en su interior, con sus músculos vaginales apretados por la presión que ejercía el hueso del aguacate, reaccionó en consecuencia. Humedeciéndose cada vez más y estimulando su libido.

La chica se olvidó de dónde estaba. Cerró los ojos para no ver las miradas de burla de las chicas y se dejó llevar por el placer que sentía. Involuntariamente, empezó a gemir, haciendo fuerza con sus brazos. La morena interpretó esa fuerza como un intento de liberarse y la sujetó aún más. Al cabo de unos minutos, una intensa exclamación salió de los labios de la japonesa.

– ¡JO-DER!- Exclamó una chica al otro lado de la bodega.- No me digas que…

– ¡Sí!- Afirmó la rubia contemplando como los fluidos chorreaban por la vagina de Amy a través de la banana que aún tenía insertada.- Nuestra heroína, nuestra flamante rescatadora acaba de correrse.

– ¡Menuda zorra está hecha!- Exclamó otra chica, mientras las otras asentían.

– Menudo charco has generado- Se burló la morena mientras aflojaba su presión.

– ¡Oye!- Le gritó otra chica.- La comida aquí no abunda, eso no es un bufet libre, así que ni se te ocurra desperdiciar esa sabrosa banana.

Las otras chicas estallaron en carcajadas y animaron a Amy a comerse la fruta. Justo cuando terminó de sacársela de su vagina, la morena se la arrebató de las manos y cogiéndola con fuerza por el pelo se la fue metiendo y sacando de su boca. Mofándose acerca de lo buena que era la “banana con miel”.

Amy, aturdida por lo sucedido, sintiéndose totalmente una auténtica piltrafa, no tuvo voluntad para negarse a ello. Sus fluidos chorreaban hacia el suelo, mientras poco a poco iba engullendo la fruta, degustando el sabor dulzón de sus propios jugos.

Las otras chicas se burlaban acerca de lo bien que lo hacía. “Una auténtica comepollas” concluyeron.

Después de aquello, Amy se acurrucó en un rincón, metiendo la cabeza entre sus piernas para evitar mirar a las chicas. Sus compañeras, la dejaron en paz, suficiente se habían divertido.

Dos semanas después

Skull estaba francamente decepcionado con Amy. Al parecer, desde que la habían puesto con las otras chicas, no habían hecho sino maltratarla y convertirla en objeto de sus burlas. Las que estaban a su lado la azotaban en el trasero o los pechos impunemente, sin que la chica se defendiera. Enterraban su cabeza en los platos de comida, hasta que toda su cara y su pelo quedaban pringados de sopa, arroz, pasta… La obligaban a darles masajes y a lamer sus pies mientras las otras chicas lo contemplaban y se burlaban de ella. Parecía que en Mikoto Amy ya no quedaba ningún rastro de la fiera guerrera que había sido anteriormente.

El villano hasta había perdido interés en la chica, cada vez que entraba en la bodega, ella se lanzaba a sus piernas, implorándole que la sacara de allí, que la volviera a meter en la jaula. Suplicando que la llevara a su camarote, que le daría tanto placer como quisiera, que sería su perrita obediente. Pero él estaba cansado de ella. No quería una furcia sumisa, quería una leona, una asesina. Hasta se había resignado a los planes de su Calvo socio. Mikoto Amy sería vendida junto con las otras chicas, en el estado en que estaba, ya no servía a sus intereses. Era una lástima, Shadow Angel parecía perfecta, pero al parecer, debería buscarse otra.

Skull miró con desprecio a Amy por última vez antes de salir de la bodega.

– Ya no me sirves.- Le dijo.- No eres más que una perrita apaleada. Estoy seguro que esa rubia que nos conseguiste, me complacerá mucho mejor. Ella no deja de luchar para liberarse, y en varias ocasiones casi lo consigue, ella sí que es una guerrera.

Aquello desesperó completamente a Amy, que imploró y suplicó a Skull que no la abandonara, que nadie podría darle tanto placer como ella, que tenía muchas habilidades que él aún no había visto, que podría complacerlo de mil formas distintas. Pero el villano cerró la puerta sin volver a mirarla.

Las otras chicas se burlaron de ella al verla arrastrarse de esa forma.

– ¿Qué te pensabas, que por ser la putita del jefe tendrías algún tipo de privilegio?- Le dijo la morena con una carcajada.- Mírate, te has humillado totalmente, y ahora te desprecia.

Aquello cambió la mirada de Amy, la chica tenía razón, se había resignado a ser la putita de todos, incluso de las chicas que compartían su destino. Había dejado que le hicieran de todo y la convirtieran en objeto de sus burlas y descargaran en ella su frustración. Había dejado que la patearan y la humillaran de todas las formas posibles. Y con ello únicamente había conseguido que Skull, la única persona en ese barco que la había tratado bien, la mirara con desprecio.

Con el paso de los días y las semanas, Amy había empezado a mirar a Skull con otros ojos. De ser el villano causante de la derrota final de Shadow Angel, ahora había empezado a verlo como una persona atractiva y comprensiva con ella. Nunca se burlaba de ella, cuando le traía comida, la acariciaba suavemente, se interesaba por su estado, hablaba con ella unos minutos… Los días en su camarote, habían sido los mejores entre las últimas semanas. Poco a poco, Amy había empezado a generar una relación de dependencia con el villano. Haría todo lo que fuera por poder pasar una noche entera con él, en su camarote nadie la había maltratado. En cambio desde que estaba en la bodega, su vida había ido aún peor. Esa jaula le parecía el paraíso en comparación con su actual situación.

Al ver que había perdido incluso el respeto de Skull, ver como la morena hacía burla de su estado, saber que los secuestradores la consideraban la más inofensiva de todas las chicas que tenían, hizo aflorar un sentimiento que hacía tiempo que creía olvidado. La ira.

Horas después

Skull estaba en el puente de mando, hablando con su socio cuando uno de sus secuaces informó de una incidencia por el comunicador.

– Esa chica, la japonesa, ha golpeado a sus dos compañeras. Uno de los nuestros ha intentado separarlas pero esa maldita fiera lo ha dejado inconsciente con un par de golpes.

– Yo me encargo.- Dijo Skull.

“Vaya vaya” pensó el villano mientras se dirigía a la bodega. Tal vez aún quedara parte de su espíritu guerrero dentro de Amy, aquello fue toda una grata sorpresa. Cuando entró allí, hizo salir a los otros secuestradores, que intentaban sin éxito refrenar a una encadenada Amy. Skull los tachó de inútiles. Los tipos se llevaron a su inconsciente compañero en brazos. Skull se acercó a Amy y se arrodilló ante ella, acariciándole suavemente el pelo y la cabeza. Se fijó en sus ojos, en ellos brillaba “algo” como una pequeña llama que hacía tiempo que no veía. Esa misma llama que había visto en sus ojos mientras luchaba contra ella semanas atrás.

– Bien pequeña, bien, así me gusta.- Le dijo como quien hace un gesto de agradecimiento hacia un perro se ha portado bien mientras señalaba a la chica a su lado que se frotaba la nariz.- Pero ten cuidado, puedes castigar, pero no dañar a nuestra mercancía.

Skull se dirigió a la morena y le quitó su chapa con el número 4 y la intercambió con el número 38 de Amy. Era evidente cual de las chicas era ahora más peligrosa. Skull salió con una sonrisa de satisfacción en el rostro.

Después de aquello. Ninguna de las chicas tuvo el valor de volver a insultar a Amy. La última que lo había hecho se había encontrado con una manzana estrellándose de pleno en su rostro. De esta forma aprendieron a respetar y temer a Mikoto Amy, incluso le pasaban las piezas de comida más apetecibles cuando ella se lo pedía.

Y así, los días se convirtieron en semanas, y el Poseidón se acercó a la costa africana.

Puente de mando del Poseidón

El timonel estaba absorto en su trabajo, asustado. Sabía que sus jefes tenían sus diferencias, pero hasta ahora no los había visto discutir nunca tan acaloradamente.

– ¡No, no y no! Skull ya hemos hablado de eso. El dinero que nos van a dar por ella hace inviable cualquier otro planteamiento. Además, ya la tengo apalabrada con nuestro patrocinador. Un millón de dólares por UNA sola chica. Tu estás loco.

Skull calló, su socio no daba su brazo a torcer, él era incapaz de mirar más allá del dinero. Era incapaz de apreciar las posibilidades que ofrecía una Mikoto Amy a su lado totalmente amaestrada. Podría ser una socia muy valiosa. En el resto del viaje, la chica había logrado controlar a las otras 34 de la bodega. Después de cómo la habían tratado, era obvio que la perspectiva en Amy había cambiado, ya no las veía como inocentes rehenes a quién rescatar. La japonesa se moría por complacer a Skull y demostrar su valía. Después de esas semanas, estaba totalmente colaborativa con él. Incluso había dejado que fuera ella quien sirviera la comida a las otras chicas, y se encargara de ejecutar los castigos a los que se portaban mal o no cumplían con la rutina de ejercicio físico. A decir verdad, Amy se había convertido en una chica muy solícita con sus secuestradores. Y su socio pretendía venderla como si nada.

Algo tendría que hacer al respecto.

Una semana y varios días después. En un desconocido país del Golfo de Guinea

Skull llevaba más de una hora hablando con aquél dictador y había llegado a la conclusión que era un individuo de lo más despreciable. Vivía en un lujoso palacio rodeado de tapices, esculturas de mármol, alfombras de piel de los más exóticos animales, colecciones de antigüedades… Todo inmensamente sobrecargado y sin ningún tipo de gusto ni criterio. El Dictador, un individuo de baja estatura y complexión gruesa, no se alejaba en ningún momento de su cuerpo de guardia, diez individuos fuertemente armados que lo seguían como si fueran su sombra. “Un individuo que necesita diez tipos que le cubran constantemente las espaldas no se merece gobernar nada” pensó Skull mientras el Dictador examinaba a las chicas.

Gracias a la rutina de ejercicios a bordo, las 37 chicas que se mostraban ante el Dictador tenían una forma física envidiable. Para hacerlas lo más atractivas posible ante los ojos de su comprador, las habían vestido con un disfraz de conejita, que se componía de un bodi aterciopelado de color rosa que por detrás terminaba en forma de tanga, revelando el trasero de las chicas, rematado con una bola de algodón a modo de colita. Todas tenían una diadema a juego que imitaba las orejas de un conejo y estaban fuertemente engrilletadas y amordazadas. Pese a no poder pronunciar más que gemidos, era obvio el miedo que se reflejaba en sus caras. Sólo había una chica que no vestía como las otras. A Jill, la agente de policía, la habían vestido con su uniforme y su placa, esperando aumentar con ello su “valor de mercado”.

El Dictador manoseaba a las chicas con la excusa de “inspeccionar el producto”, pero aquel tacto iba mucho más allá de la mera “inspección”. A Skull aquello empezaba a inquietarlo.

El Dictador los había hecho registrar nada más llegar al puerto y había mandado un camión para trasladar a las chicas directamente a su palacio, sólo permitiendo que las acompañaran Skull y dos de sus hombres totalmente desarmados. No es que a Skull le preocupara encontrarse ante 10 tipos fuertemente armados, de situaciones peores había salido, sólo que la pomposidad con que se movía el Dictador lo sacaba de quicio. Finalmente el tipo dejó de manosear a las chicas y se dirigió a él.

– Me gustaría hablar con tu socio, que por cierto nunca me dijo su nombre. Tenía un trato con él. Me prometió una chica “especial” que me aseguró que por ella sola yo estaría dispuesto a pagar un millón de dólares. Pero no veo a ninguna que valga tanto. ¿No se referiría a esa policía verdad? Acepto que es atractiva, y que su identificación sea verídica la hace aún más deseable. Pero no creo que valga más de trescientos mil, como mucho cuatrocientos mil.

Skull se encogió de hombros antes de responder. Cierto era que el Calvo nunca le había dicho tampoco su nombre, pero eso no importaba ya.

– Nos sorprendió una tormenta en el Atlántico, poco antes de alcanzar la costa africana. Perdimos a algunos hombres. Entre ellos mi socio. En cuanto a esa chica a la que te refieres… Nunca me concretó nada al respecto. Así que lo que ves aquí, es todo lo que tenemos.- Respondió tajante.

– De acuerdo… de acuerdo.- Dijo el Dictador antes de retirarse de hacia otra estancia, con sus diez guardaespaldas detrás de él.

Al cabo de unos minutos, aquel tipo volvió a entrar acarreando un maletín que depositó sobre una mesa.

– Aquí lo tenéis.- Dijo mientras abría el maletín, revelando varios diamantes en su interior.- El valor de las chicas en diamantes, tal como acordamos.

Skull se acercó a examinar el pago. Los diamantes eran auténticos, y los había por valor de unos dos millones y medio de dólares.

– ¡Eso no llega a la mitad de lo que nos prometieron! – Dijo visiblemente enfadado.- Esas chicas valen como mínimo el doble, somos los únicos que hemos podido sacar con éxito a casi cuarenta atractivas chicas de Estados Unidos. Nadie más podría haberte conseguido un lote tan variado y valioso.

El Dictador se mesó suavemente su abundante barba, como si meditara la respuesta.

– Mi agente hizo tratos con tu socio… y ahora tu socio no está aquí ¿verdad? Por otro lado, si habéis perdido hombres por el camino, también seréis menos a repartir y tocaréis a más por cabeza. ¿Sabes? Te tengo por un tipo listo. No seas estúpido, coge el maletín y sal de mi presencia antes de que decida cancelar mi oferta y en lugar de diamantes os ofrezca una bala en el pecho.

Skull apretó los puños y se planteó seriamente romperle la cara a aquel odioso individuo. Podría deshacerse sin problema de los diez guardaespaldas. Claro que el pequeño ejército que vigilaba el exterior del palacio podría suponer un pequeño problema. Nunca se había enfrentado a armamento pesado y no quería poner a prueba su resistencia. Además, había otros medios de devolverle esa jugarreta. Con un gesto de cabeza indicó a uno de sus hombres que recogiera el maletín y se dispuso a abandonar el palacio.

– Un placer hacer negocios con vosotros.- Dijo el Dictador en tono burlón mientras se marchaban.

“Maldito” masculló Skull mientras volvía al barco. Si algo no soportaba era que lo tomaran por tonto.

De nuevo a bordo del Poseidón, Skull se dirigió a su camarote. Lo que vio, le hizo cambiar su mirada. Tumbada encima de la cama, contoneándose como una serpiente la esperaba Mikoto Amy totalmente desnuda.

– ¿Todo bien cariño?- Le dijo mientras se levantaba dispuesta a masajearle la espalda.

Skull le contó lo sucedido mientras le tendía una pequeña bolsa con varios diamantes.

– Tu parte, te la has ganado.

Skull tenía que reconocer que en los últimos días de travesía Amy había sido una valiosa colaboradora. Con un látigo mantenía a raya a todas las prisioneras y ella sola había resuelto más de un altercado entre las chicas. Todas, sin excepción la terminaron mirando con más pavor del que miraban a cualquiera de sus secuestradores, incluyendo a Skull. Además ella, con buen ojo, le había advertido que tuviera cuidado con ese Dictador. Que le daba mala espina que entrara sólo con dos acompañantes y todas las chicas dentro del palacio fortificado. La chica interrumpió sus pensamientos.

– No quiero diamantes.- Le dijo mientras le devolvía la bolsa.- Podría incluso ocuparme de ese estúpido líder, pero a cambio me gustaría pedirte algo.

Skull escuchó atentamente a la chica. Su idea era entrar él mismo esa noche en el palacio y sorprender a aquel maldito individuo con la guardia baja. Aunque el brillo de furia que había en la mirada de Amy le dijo que tal vez ella podría hacerlo. Skull no lamentó haberse quedado con ella, esa chica podía valer mucho más que su peso en diamantes.

– ¿Y no crees que tus habilidades estarán un poco oxidadas después de tantas semanas en el barco?- Le preguntó mientras abría el armario del camarote.

– ¿Bromeas?- Respondió Amy con una pícara sonrisa mientras Skull le tendía el uniforme de Shadow Angel que una eternidad atrás había quedado en manos del Calvo.

El cuerpo de Amy volvía a ser el de antaño. Desde que Skull arrojó al maldito Calvo y sus más leales hombres por la borda, la había tratado francamente bien. Tenía a su disposición la ducha del camarote y podía recorrer el barco a placer. La única norma era que no podía cubrir su cuerpo desnudo, algo que a Amy poco le importaba a esas alturas. Cuando no vigilaba a las chicas ni se entretenía en la cama de Skull, la japonesa volvió a practicar su intensa rutina de ejercicios. Sentía su cuerpo de nuevo en plena forma mientras se enfundaba de nuevo en el uniforme de Shadow Angel.

Esa misma noche. Palacio Gubernamental

Burlar la vigilancia exterior fue un juego de niños para la oscura figura que subía hacia la terraza del palacio. El palacio no disponía de elementos modernos de seguridad electrónica, no había cámaras, ni infrarrojos, ni sensores de movimiento. Tan solo patrullas armadas y perros guardianes. Aquello hubiera supuesto un problema para cualquier otra persona, pero Mikoto Amy sabía perfectamente como evitar que el olfato entrenado de un perro la detectara. Una vez dentro, por lo que le había relatado Skull, pudo hacerse una idea aproximada de la distribución interior del edificio. Aún así, le costó dar con su objetivo. Por primera vez en mucho tiempo, la fiel katana que le había regalado su maestro salió de su vaina, sedienta de sangre. Los diez guardias que debían proteger al Dictador, no la vieron venir. En pocos segundos su objetivo se había cumplido y estaba limpiando su arma con las sábanas de seda. Las dos chicas que dormían al lado del dictador ni tan siquiera se despertaron.

Llegar al harén del palacio fue un poco más complicado. Pero de nuevo, los guardias armados no supusieron un problema para la hábil asesina. Aunque había sido entrenada para matar si era necesario, nunca había acabado con tantas vidas como esta noche. Mikoto Amy empezó a sentir cierto placer en ello, era tan fácil segar una vida… Su maestro le había enseñado que nunca debía usar sus habilidades en capricho propio y siempre para defender a alguien vulnerable. “A la mierda con tu código de honor, sensei. Ya ves a dónde me ha llevado” se dijo a si misma apartando a su maestro de su mente.

El harén era una amplia estancia adornada con grandes y mullidos cojines. La luna llena penetraba en la estancia a través de una lujosa vidriera de colores, generando un arco iris de plateadas tonalidades. Pero ella no había venido a recrearse en la belleza del lugar. Allí dentro, dormían las chicas que el dictador no había llevado hasta su cama, encadenadas con finas cadenas de plata. Su entrenada visión pronto localizó a las que buscaba. Con la ayuda de una ganzúa les quitó los grilletes que las sujetaban a la pared, aunque como medida de precaución, no soltó los que les sujetaban las muñecas y los tobillos. Con un gesto con el dedo les indicó que guardaran silencio y la siguieran. Por un momento le preocupó la posible reacción de una de las dos chicas. Para la prisionera, la perspectiva de salir de allí era mucho más atractiva que la de quedarse en manos de aquel dictador, así que terminó obedeciendo.

Justo antes de salir, el sonido de los grilletes despertó a una de las chicas.

– Por favor… llévame a mí también.- Le imploró.

Amy la miró unos instantes. Entre todas las chicas posibles, tenía que implorarle precisamente aquella maldita morena que tanto la había humillado en el barco. Había cierto aire de “justicia poética” en ello.

– ¿No dijiste que era una “comepollas”, que lo llevaba escrito en la frente?- Le respondió en un susurro.- Pues lo siento, la comepollas no te va a rescatar.

Antes de que la morena pudiera responder, Amy le escupió en la cara con desprecio para acto seguido dejarla inconsciente de un solo golpe. Antes de salir, otra chica se había despertado.

– Por favor, no nos dejes así. Tu eres de los buenos, no puedes hacernos eso.

Amy se giró dispuesta a dejarla también inconsciente, pero se detuvo en el último momento al ver que era Jill quien le había hablado. Eso era diferente, no podía negar que esa agente de policía la había sacado de la calle después de haber sido duramente derrotada y se había encargado de cuidarla y preservar su identidad. “Tonta, para lo que sirvió” se dijo Amy. Al final si había sido capturada por Skull era en parte por culpa de la torpeza de esa agente, que se había dejado capturar con facilidad. No, no consideraba que le debiera nada. Ya no era una heroína. Con una sacudida de cabeza volvió a apartar de su mente las lecciones morales de su maestro. Aunque en el último momento, en un gesto casi impulsivo, pateó hacia ella el arma de uno de los guardas que había eliminado fuera, y le lanzó una de sus ganzúas. “Espabila tu misma” le dijo antes de salir tirando de las dos chicas que llevaba consigo.

El destino de las otras 35 chicas le era indiferente, pero había dos por las que había renunciado a sus diamantes. Claire, que en el fondo, pese a todo lo transcurrido, no dejaba de ser su amiga y pese a que ella la había metido en manos de esa Red, no podía dejar de sentir cierto aprecio por ella. Sentía algún tipo de responsabilidad hacia la pelirroja, al fin y al cabo, no había habido malicia en sus actos, sólo impulsividad y temeridad. Amy aún recordaba cierta noche, meses atrás, en la habitación de Claire con las luces apagadas, las confesiones que había compartido con ella en el vestuario del gimnasio, los momentos que la había echo reír… La otra era Felina. Amy no podía quitarse de encima la mirada de desprecio que la villana le había dirigido cuando la había encontrada metida en la jaula. Ahora sería ella quién la miraría con desprecio. Quería ver a Felina arrastrándose ante ella, quería subyugarla totalmente, de un modo similar al que Skull la había subyugado a ella. Felina había sido la primera enemiga que había podido con ella, la ladrona creía haberla convertida en su gatita sumisa. Ahora ella sería la mascota de Amy. La japonesa se llevaría la victoria final sobre Felina.

Salir, fue casi tan fácil como entrar, pese a llevar a dos chicas desnudas consigo. Generó un pequeño incendio en una sala llena de tapices y aprovechando la distracción, abandonó el palacio por una salida secundaria tras deshacerse de unos pocos guardias que encontró por el camino, con las chicas detrás suyo, tirando de sus grilletes.

Después de reunirse con Skull en el punto acordado, se quitó la máscara y, con las chicas arrodilladas a sus pies, lo besó apasionadamente mientras veían las llamas del palacio elevarse en el cielo nocturno. Finalmente subieron a un camión lleno de equipo vario que Skull había comprado con parte de los diamantes. Junto a Skull había otros miembros de la Red que, tras repartir el botín, habían decidido permanecer junto al villano con la esperanza de incrementar su fortuna. Skull había repartido los diamantes de forma equitativa y les había expuesto su plan para hacerse con una fortuna mayor. Aquellos individuos no tenían demasiadas opciones, así que decidieron seguir al más fuerte.

El trayecto en barco a través del Atlántico, había dado para muchas reflexiones. Una vez cobrada la paga, Skull quería establecerse en África, alejado de las agencias estadounidenses. Pero no en ese pequeño país en el que acababan de eliminar a su dictador. Ese Estado no producía casi nada, excepto una mina de diamantes a punto de agotarse. Además, alguien podía reconocer al Poseidón en el muelle. No, se alejaría de ese pequeño país. Skull se había estado informando. África era un vasto continente lleno de posibilidades.

Mientras el camión se adentraba en el continente africano, Amy, abstraída, pensó en la máscara que había dejado abandonada kilómetros atrás. Sí, Mikoto Amy no existía, su familia así lo había afirmado. Y Shadow Angel había muerto en Black Rock, su uniforme, clavado en la puerta de la prisión a modo de última burla, así lo atestiguaba. Ahora tendría que buscarse otro nombre, otra identidad.

Dos años después. En un rincón de la selva del Congo

Los dos hombres se apearon del vehículo cuando llegaron a su destino. Dos individuos armados los guiaron hacia el interior de un antiguo recinto amurallado. Vestigio imponente de una antigua civilización desaparecida. Los dos tipos, no podían sino admirar cuanto les rodeaba. La naturaleza penetraba en las ruinas, fundiéndose raíces y lianas con la arquitectura. Pero en su interior parecía haber todas las comodidades del siglo XXI en una estructura milenaria. Salas con ordenadores, buena iluminación, agua potable, electricidad en todas las estancias… Cruzada una segunda muralla, entraron en unos amplios jardines irrigados por fuentes con formas de animales y canales de riego que nutrían unos estanques llenos de vida. Nenúfares, lirios y sobretodo crisantemos predominaban en el lugar, dando un fresco y agradable aroma. Los dos hombres se sorprendieron al ver una manada de leones guardando la puerta de entrada a lo que debía ser el edificio principal. Sus acompañantes hicieron caso omiso a las fieras miradas de los leones y con un gesto les indicaron que entraran.

Mientras cruzaban la amplia puerta, decorada con relieves antropomórficos, los dos individuos meditaron si habían hecho bien en acudir allí. Pese a que venían únicamente a hacer negocios, no las tenían todas consigo. Eran muchos los rumores acerca del tipo con el que se iban a reunir.

Los dos individuos que acababan de entrar eran un hombre alto y flaco, representante de una importante empresa minera canadiense y su acompañante un apoderado de la filial holandesa de la misma empresa, bajo y con gafas. El misterioso individuo con el que se iban a reunir era toda una incógnita. Se hacía llamar Skull y había aparecido de la nada con un pequeño grupo de mercenarios. En poco más de un año, eliminando a los líderes de las guerrillas y milicias de la zona, había logrado adueñarse de una extensión de territorio de unos 100 kilómetros cuadrados dentro de un basto estado fallido. Skull regía la zona con mano dura, manteniendo el control absoluto sobre las distintas poblaciones y, lo más importante, controlaba una importante mina de diamantes a los pies de un volcán extinguido. Ese era el motivo por el que ellos dos estaban allí.

Por el trayecto, se habían sorprendido por la cantidad de mercenarios al servicio de Skull que patrullaban la zona. Gente dura que seguían al más fuerte o al mejor postor, y si consagraban su lealtad a Skull, tenía que ser un individuo realmente temible o inmensamente rico. Ninguna fuerza en la región, ni tan siquiera las fuerzas gubernamentales del estado fallido en el que se había instalado, representaban ninguna amenaza. Skull era dueño absoluto de toda esa región.

Otro detalle había captado la atención de los dos hombres, en los poblados por los que pasaron, no se apreciaba el hambre ni la miseria que se acostumbraba a ver en el resto del territorio estatal. Parecía como si hubieran entrado en una especie de burbuja dónde había un cierto bienestar no visto en cualquier otro lugar de los alrededores.

Después de caminar por un pasillo de piedra llegaron a una amplia sala iluminada por ventanales ricamente decorados en formas vegetales. En el centro había una bonita piscina en forma hexagonal decorada con mosaicos, una fuente de piedra con cabeza de león le suministraba agua. Dentro había una chica que nadaba a ritmo tranquilo, haciendo suaves ondas en el agua. Los dos hombres no pudieron sino detenerse unos instantes a contemplar la hermosa silueta femenina.

La mirada de ambos visitantes reflejaba lascivia y temor a partes iguales. Sin duda alguna, aquella joven que nadaba debía tratarse de Orochi, la inseparable compañera de Skull. Cualquiera que hubiera estado un mínimo de tiempo en esa zona habría escuchado hablar de la temible Orochi. Los nativos la llamaban “Sombra Mortal” porque decían que podía escurrirse en tu cama en plena noche y degollarte sin despertar a quien durmiera a tu lado.

Si había que hacer caso a los rumores, esa chica eliminaba selectivamente a cualquiera que se opusiera a Skull. Líderes mercenarios, guerrilleros, agitadores, revolucionarios, mandos militares, periodistas extranjeros que hacían incómodas preguntas, o incluso miembros de ONG’s que metían las narices dónde no deberían. Allí dónde alguien incordiaba a Skull y requería un trabajo sutil, actuaba la silenciosa y letal Orochi. Sin importar dónde estuviera su objetivo, Orochi era capaz de recorrer kilómetros sin ser detectada y entrar dentro de cualquier edificio sin ser vista.

Quién era esa inquietante chica era todo un misterio, había quién aseguraba que era una antigua heroína venida en desgracia, otros decían que Skull la había criado desde pequeña convirtiéndola en una máquina de matar, había incluso quién afirmaba que era una de las sobrinas del emperador de Japón. Tal vez solo fueran meros rumores, o tal vez hubiera algo de cierto en todos esos rumores.

Los dos individuos se percataron de que nadie los había cacheado. En la sala la única arma que se apreciaba era una katana de vaina lacada en negro situada al borde de la piscina. Ciertamente la fama acerca de la habilidad asesina de Orochi debía ser merecida si Skull confiaba toda su seguridad en su katana y no se preocupaba de que sus visitantes pudieran estar armados.

– Supongo que habréis venido a algo más que disfrutar de las vistas.- Dijo una voz grave al centro de la sala. Los dos hombres inmediatamente levantaron la mirada.

Sentado en un trono de piedra, como si de un antiguo monarca se tratara, estaba sentado su anfitrión. Lo primero que saltó a la vista era que su nombre le hacía justicia, toda la piel de su corpulento y musculoso cuerpo era de color oscuro, mientras que su cara era pálida como el papel. Vestía pantalones militares y un collar con colmillos de diversas fieras adornaba su torso desnudo.

Skull se levantó de su trono y llevó a los dos visitantes a una mesa de mármol con sillas de ébano situada en un extremo de la sala. Con un gesto les indicó que tomaran asiento.

La propuesta que ellos le hacían era simple. La empresa canadiense tenía la maquinaria suficiente como para poder sacar el máximo rendimiento a la mina de diamantes. Además, contaban con otra ventaja, actualmente los diamantes que Skull sacaba de la mina se consideraban “diamantes de sangre”, ello impedía que pudieran ser vendidos en los mercados convencionales, forzándolo a venderlos a un precio mucho más bajo del que valían. El holandés en cambio, tenía muchos contactos en Amberes, suficientes como para poder hacer pasar por legales los diamantes que se extraían de la mina. Aumentar la producción y legalizar su explotación, a cambio de una parte de los beneficios. Era un trato justo, ellos conocían suficientemente al individuo con el que estaban tratando como para evitar cualquier treta. Sabían las consecuencias de intentar engañarlo. Se decía que los negocios con Skull solo podían terminar de dos formas: entre las piernas de Orochi o bajo su espada, no había término medio.

Skull meditó por unos instantes. Ciertamente la propuesta era buena. Hacía tiempo que era plenamente consciente de que malvendía sus diamantes y que la mina no operaba a pleno rendimiento. Por otro lado, la explotación actual le permitía vivir rodeado de lujos. Skull gobernaba ese territorio con mano dura y era implacable con la gente desleal, pero premiaba el esfuerzo. Todos sus trabajadores y los habitantes de la zona que controlaban, recibían un trato justo y una proporción en los beneficios a cambio de su fidelidad. La desobediencia se penaba con la muerte.

El trato que le ofrecían ambos individuos era justo, ambos ganaban. Ellos obtendrían buena parte de la producción, pero con la nueva maquinaria, Skull sacaría muchos más diamantes de los que ahora estaba extrayendo, y los vendería a más del triple de su precio actual.

Mientras Skull meditaba, el holandés miró de reojo a la piscina. La hermosa chica salía del agua y entonces comprendió el porque de su apodo. De su tobillo izquierdo, le subía un precioso y detallado tatuaje de una serpiente que se enroscaba por su pierna, subiendo por sus muslos, volteando su cadera hasta llegar a sus pechos. Las ocho cabezas de la mítica sierpe del folklore japonés convergían en los pechos de la chica, como si dos grupos de cuatro cabezas pelearan por engullir los pezones de la chica. Un tatuaje así no sólo requería un inmenso talento sino que además debía haber sido doloroso. La chica, aparentemente ajena a lo que sucedía, pero sin quitarles el ojo de encima, se recostó en las losas de granito pulido del borde de la piscina y a un gesto suyo, dos chicas acudieron desde una pequeña puerta.

Las dos chicas, no podían ser más diferentes en todo. Una pelirroja, completamente desnuda, caminaba erguida, llevando una fina correa en la mano. La otra chica, rubia, avanzaba gateando, con la correa sujeta a su cuello. Iba también desnuda, salvo un arnés de cuero que dejaba sus pechos, su barriga y su trasero al descubierto. Una máscara que imitaba el rostro de un gato cubría su cara, y en su culo asomaba lo que parecía ser un plug-in con forma de cola. La rubia, no cesaba de maullar, como si fuera la gatita doméstica de Orochi.

La pelirroja se situó a la espalda de la tatuada chica y con una peineta de marfil empezó a peinar el largo y sedoso pelo de la chica. La rubia, se tumbó a sus pies y empezó a lamer sus dedos. Orochi parecía relajada, aunque sus dedos no se separaban en ningún momento de la empuñadura de su katana.

Skull volvió a captar la atención del holandés. Con un firme apretón de manos, les indicó que aceptaba su propuesta. Con los beneficios que obtendría, podría reclutar a más mercenarios con los que ampliar su área de influencia, poco a poco su dominio se iría extendiendo. Ya eran pocos los que podían representar una amenaza para él. Quién sabe, tal vez en un tiempo pudiera apoderarse de todo ese corrupto Estado. Con un gesto indicó a Orochi que se acercara.

La chica disfrazada de gato había ido subiendo la cabeza y ahora le lamía la parte interna del muslo. La expresión lasciva en el rostro de la asesina por unos instantes turbó a los dos individuos. Orochi apartó bruscamente a la rubia, mientras se levantaba le puso el pie en la cabeza, como reafirmando su autoridad sobre ella. En cambio a la pelirroja la apartó con un gesto suave, casi una caricia.

Mientras la asesina se acercaba a ellos, ambos individuos no pudieron evitar deleitarse con las sensuales formas femeninas de su cuerpo decorado por el extenso tatuaje.

– Querida, acabo de cerrar un acuerdo con esos invitados.- Le dijo Skull mientras le besaba el cuello.- Acompañalos a la salida, se una buena anfitriona.

A Skull no le importaba que su fiel compañera se acostara con otros hombres, al contrario. Le deleitaba ver como la chica admitía que ningún hombre era capaz de darle tanto placer como le daba él.

Mientras Orochi, sin pudor alguno por su desnudez, los acompañaba de nuevo hacia afuera, el holandés no pudo evitar fijarse en otro pequeño detalle. A la derecha de su rasurado pubis, la chica tenía otro tatuaje, muy diferente a la enorme serpiente que se enroscaba entorno a su cuerpo. Ese era diminuto, mucho más sensual, una detallada huella de gato.

– Habéis venido desde muy lejos.- Les dijo la asesina, con voz sensual, interrumpiendo sus pensamientos mientras sus manos recorrían los tensos hombros de los dos individuos.- ¿No queréis tomaros un descanso antes de salir? Ese palacio ofrece muchos placeres para quién sepa apreciarlos…¿Os doy miedo?… ¿No os gusto suficiente?…¿Qué os pareció mi gatita? ¿Os gustaría satisfacer vuestras más oscuras pasiones con ella? Se deja hacer cualquier cosa, absolutamente cualquier cosa…

Mientras los dos individuos, sorprendidos, intentaban mascullar una respuesta coherente, la chica los sujetó por la cintura y los condujo por otro pasillo hacia el interior del palacio.

FIN

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