Víspera de San Valentín. Zona comercial de Detroit

Mikoto Amy llevaba unos días apática, su relación con Tom no iba bien y la chica temía que por culpa del orgullo de ambos todo se fuera al garete.

Hacía una semana Amy había descubierto a Tom chateando con otra chica de la facultad “hola guapa” “saludos guapa” le decía “guapa, guapa, guapa…” siempre esa maldita palabra en cada frase. En un arrebato de celos se lo había echado en cara. Tom le había replicado acusándola de falta de confianza en la relación y de meterse en su privacidad.

De acuerdo, parte de razón tenía, no debería haber accedido a su cuenta de Instagram para curiosear sus mensajes privados, pero es que el hecho que Tom llamara “guapa” a otra chica la ponía de los nervios. Además, la chica en cuestión no dejaba de subir fotos en ropa interior, fotos a las que Tom evidentemente daba “like”.

A causa de ello, Tom y Amy llevaban varios días de morros y sin hablarse. Claire incluso había intentado mediar entre la pareja, aunque aquello lejos de suavizar la disputa, la había agravado. La japonesa era demasiado orgullosa como para admitir que no debería haber entrado en su cuenta de Instagram y vulnerar su privacidad, tampoco iba a admitir que antes de dudar de Tom quizá debería haber hablado las cosas con otro tono.

Tom por otro lado, no iba a disculparse por algo que, según él, no tenía nada de malo, aunque saliera con Amy, era libre para hablarse con sus amigas y se sentía herido por la falta de confianza que la japonesa había demostrado tener en él.

Pero ahora, por primera vez en mucho tiempo, Amy tenía miedo. Sí, la chica que se había enfrentado a los peores monstruos de la ciudad, que había vivido auténticos infiernos y se había sobrepuesto a cualquier adversidad, ahora tenía miedo. Tenía miedo de perder a Tom, al chico al que tanto amaba.

Así que, aprovechando que el día siguiente era San Valentín, Mikoto Amy por primera vez en su vida iba a tragarse su orgullo, le pediría disculpas a Tom y haría todo lo posible para reconciliarse con él. Y allí estaba ella, en plena zona comercial buscando algún detalle para su chico, un pequeño regalo que la ayudara a suavizar la tensión que había entre ambos.

Sin tener ninguna idea en mente, Amy había entrado en una bombonería y sostenía en sus manos una caja de variados bombones en forma de corazón. ¿Le gustarían a Tom? Mientras se dirigía a la cola de caja, sacó su teléfono móvil.

“Por que no vienes mañana a comer a mi piso y arreglamos las cosas? Te esperará una sorpresa. Ya sabes lo mucho que te quiero” le escribió a Tom mientras sujetaba la caja de bombones.

Una voz a su espalda le puso la piel de gallina.

– ¿Problemas con tu novio?- Le susurró una voz femenina.

Amy se giró rápidamente con una mueca en su rostro que reflejaba sorpresa y espanto a partes iguales. Una enorme pamela en la cabeza de la mujer que tenía detrás impedía a Amy ver su rostro, pero su voz era inconfundible.

– ¿Felina?- Susurró Amy con un hilillo de voz.

– ¡Bingo!- respondió divertida la chica- Veo que tienes buen gusto por los dulces.

Amy tardó unos segundos en percatarse qué quería decir su enemiga. Examinando la caja de bombones descubrió que los fabricaba la empresa de dulces en la que meses antes, toda una eternidad para la chica, Shadow Angel había sufrido su primera derrota.

La japonesa no se dejó amedrentar por el comentario de Felina, ahora tenía una oportunidad de oro para intentar reconocer su identidad. Con un rápido movimiento de mano intentó apartar la amplia pamela. Felina, adivinando la intención de su rival, dio un ágil salto hacia atrás, esquivando por unos milímetros la rápida manotada de la ninja. Varios clientes se habían girado y miraban a ambas chicas llenos de curiosidad.

– Shht, pequeña gatita, guarda tus garras. No querrás montar un espectáculo aquí, ¿verdad?

Amy no la escuchó, la daba rabia que su enemiga se hubiera enterado de su situación sentimental. Con un ágil movimiento volvió a arremeter contra la villana. Felina repitió la maniobra, chocando su espalda contra una estantería, con un movimiento desesperado, agarró la muñeca de la japonesa cuando sus dedos rozaban el sombrero.

– Yo de ti no lo intentaría pequeña. Mi paciencia es finita. Descubre mi rostro y verás como tus vídeos circulan en todas las redes sociales. Dime, ¿quieres ser trendig topic?- Le susurró Felina en tono autoritario.

Amy con un gesto de rabia en el rostro no tuvo más remedio que apartar su mano y separarse de la villana. Por mucho que odiara reconocerlo, Felina tenía el control absoluto sobre ella, si cualquiera de los videos que su rival tenía circulara por internet, sería el fin de Mikoto Amy.

– ¿Qué haces aquí? Dudo que este encuentro sea casualidad.- Preguntó la japonesa.

– Sí y no.- Respondió Felina.- Estaba paseando tranquilamente por el centro cuando por casualidad te vi pasar cabizbaja. No me gustó verte triste y he decidido seguirte para averiguar qué te pasaba. Somos amigas, ¿no?

– ¡NO! No somos amigas. ¡Déjame en paz! Ya hice lo que me pediste. Yo no te hecho nada, desaparece de mi vida.- Replicó Amy alzando la voz.

– Eh tranquila, estás montando un numerito- Replicó la villana señalando varios curiosos que contemplaban la escena.- Por supuesto que estamos en paz, hiciste un gran trabajo con Estrella Polar. Yo solo quería comprobar que estabas bien. Encima que me preocupo por tí.

– Ya lo has comprobado, ahora vete. Tengo asuntos que atender.- Respondió Amy.

– Pobrecita… me da pena verte con el corazón roto por culpa de un chico.- Dijo la villana en un susurro.- Hombres… todos son iguales… Te enamoran, se aprovechan de ti y luego te dejan tirada por otra. ¿Me equivoco?

-Tom es distinto, él es…- Amy lamentó haber dicho aquellas palabras, Felina era su enemiga y cualquier información que le diera sería un arma que podría utilizar contra ella.

Pero Felina no era quien para dejar escapar una oportunidad como aquella para sonsacar información a Shadow Angel. Con suaves palabras, la villana engatusó a Amy hasta que la japonesa se sinceró con ella y le contó lo que sucedía. Felina tenía una habilidad enorme con sus palabras para sonsacar lo que quería de la gente, Amy no fue una excepción. Como si de una amiga preocupada se tratara, pagó ella la caja de bombones y llevó a Amy hasta la terraza de una cafetería, donde la heroína terminó de contarle la historia.

– Pobrecita… estás totalmente enamorada de ese chico. Me sabe mal verte así.- Con sus dulces palabras, la villana fue ganándose a Amy.- Deja que te dé un consejo, ve a ver hoy a tu chico y mañana…

El rostro de Amy palideció al escuchar la propuesta de Felina.

– De ninguna manera, eso sí que NO.- Replicó molesta.

– ¿Quieres o no quieres recuperar a tu chico? ¿No confías suficientemente en mí?

No, Amy no confiaba para nada en Felina y no le gustaba nada el cariz que estaba tomando el asunto. Dando por finalizada la conversación hizo el gesto de levantarse de la mesa cuando unas palabras la hicieron sentarse de nuevo.

– De acuerdo, si te niegas, tendré que ayudarte de otra forma. Tal vez mandando a tu chico alguno de tus vídeos consiga que recupere su interés en tí.- Felina sacó su teléfono móvil y empezó a trastear sus archivos.- Tal vez este… o sí, definitivamente este le gustará.

– ¡Basta!- gritó Amy.- Por favor, basta. Acepto lo que me propones, pero como te sobrepases…

– Como me sobrepase ¿qué?- Dijo Felina desafiante, para acto seguido cambiar su expresión por una sonrisa.- Me alegro que aceptes mi sugerencia, te garantizo que todo saldrá bien y a partir de mañana tu chico sólo tendrá ojos para ti.

Felina pagó la consumición y se levantó de la mesa, perdiéndose entre la multitud que paseaba por el centro de la ciudad. Amy se quedó allí, pensativa, varios minutos. No se fiaba de Felina, pero por otra parte su sugerencia no le parecía mala idea.

Horas después

Después de la conversación con Felina, a Amy no se le hizo muy difícil llamar a Tom. Por el tono de voz, el chico seguía molesto con ella, pero el tono conciliador de Amy lo calmó. Ahora estaban frente a frente, sentados en una pastelería, compartiendo unos dulces con chocolate.

Siguiendo el consejo de Felina, Amy se disculpó ante Tom por su actitud, le dijo que no quería que se sintiera atado a ella y que tenía todo el derecho del mundo a hablarse con sus amigas. Que lamentaba mucho su arrebato de celos y que no quería ser un lastre para él. Sus últimas palabras provocaron una enorme sacudida en el corazón del chico.

– Al final, siempre podemos continuar como amigos.- Dijo Amy.- Me caes muy bien.

No, aquello no podía estar pasando. ¿Amy estaba rompiendo con él? Tom se dio cuenta de lo mucho que significaba para él su relación con ella y se le hacía un nudo en la garganta con sólo pensar que ya no le quería.

Sus palabras tuvieron el efecto previsto, en eso Amy debía reconocer que su enemiga había acertado de pleno. Ante la falsa amenaza de romper su relación, era Tom el que ahora se estaba disculpando con ella, pidiéndole perdón por los reproches que le había hecho.

Todas las discusiones previas quedaron olvidados y aquello quedó como un pequeño bache en su relación. Ambos se querían mucho y no tardaron en fundirse en un intenso beso con sabor a chocolate caliente.

Estuvieron juntos toda la tarde, recuperando el tiempo perdido, hasta casi entrada la noche. El chico tenía una cena en casa de sus abuelos y tuvieron que despedirse. Mientras miraba a la chica alejarse, Tom no paraba de maldecirse por su comportamiento infantil de los últimos días. Casi había perdido a la chica que tanto amaba. Con el corazón palpitante, se encaminó hacia el domicilio de sus abuelos pensando en que mañana sería un gran día.

Amy se alejó de Tom y, aún con la caja de bombones bajo el brazo, se encaminó pensativa hacia su apartamento. La primera mitad del plan de Felina había salido mucho mejor de lo esperado. Por un lado se sentía feliz, notaba que había recuperado a Tom. Pero por otro lado, le preocupaba el día de mañana.

El día siguiente. 14 de febrero, San Valentín

Amy se levantó temprano y con una extraña sensación en el cuerpo. Se sentía feliz y amada de nuevo. Pero por otro lado, le preocupaba lo que Felina quería preparar para ese día. Nerviosa, hizo sus ejercicios matinales, desayunó un cuenco de yogur con fruta y se metió en la ducha. Justo cuando se terminaba de secar el pelo sonó el timbre, su visita se había adelantado. Se vistió rápidamente y abrió la puerta.

Afuera la esperaba una chica rubia de unos treinta años, aunque era difícil precisar su edad. Cubría su rostro con un pañuelo y unas gafas de sol. Con un bufido Amy le indicó que entrara.

– Carai gatita, menudo pisito que tienes.- Dijo Felina admirando el céntrico ático de Amy.- Veo que tu familia no ha reparado en gastos.

La familia de Amy había alquilado para su estancia en Detroit un céntrico ático con dos habitaciones, un salón-comedor con una cocina anexa mediante una barra americana y un amplio baño con una ducha de hidromasaje. Grandes ventanales en el comedor permitían gozar de una vista privilegiada de la ciudad. Sí, a Mikoto Amy no le faltaban comodidades.

– Ya te has divertido suficiente conmigo, ¿por qué no me dejas en paz?- Le dijo Amy resignada.

Pero a Felina le divertía mucho Mikoto Amy y no estaba dispuesta a dejar escapar esa oportunidad. Abrió la nevera y se sirvió un vaso de leche en una taza.

– ¿En paz? Pero si todo eso lo hago por tu bien.- Replicó divertida la villana mientras le mostraba lo que tenía previsto.

Amy se resistió, avergonzada por lo que su adversaria tenía preparado. Aunque muy a su pesar tenía que reconocer que gracias al consejo de Felina había recuperado a Tom. La japonesa insistió de todas las maneras posibles pidiéndole que saliera de su casa y la dejara en paz.

A Felina aquella situación la divertía en sobremanera. Disfrutaba ostentando el control sobre las personas, y Mikoto Amy/Shadow Angel era su víctima favorita. ¿Cuántas personas en el mundo podían deleitarse con tener completamente dominada no sólo a una aristócrata japonesa sino también a una famosa luchadora contra el crimen? Le encantaba la sensación que le producía tener a Amy en la palma de su mano, sin más opción que plegarse a su voluntad. Y también le gustaba escuchar las inútiles súplicas de la heroína.

-¿Sabes? en parte todo eso es culpa tuya, no deberías chatear en un lugar público con tu novio. Gracias a tu ingenuidad ayer pude memorizar el teléfono de tu chico. Quizá sería mejor que le hiciera una llamada y le hablara de tí, de como en lugar de su compañía prefieres pasar las noches disfrazada y rodeada de malhechores. Podría hasta enviarle algún archivo para que vea como…

-¡Ya basta!- Gritó Amy- De acuerdo, lo capto, estoy completamente a tu merced, haz lo que tengas que hacer y por favor, desaparece de mi vida.

Felina sonrió. Le encantaba la sensación de poder y dominio que tenía sobre la heroína. Relamiéndose los labios puso manos a la obra. Había estado toda la noche fantaseando con ese momento y no iba a desaprovecharlo. Tenía varias horas por delante.

Mientras Felina hacía, acudieron a la mente de Amy recuerdos de su primer encuentro con la villana, sobre la primera vez que había sido derrotada y como había llegado a gozar en manos de su captora. Ahora, con su rival invadiendo la intimidad de su piso, la situación era distinta, aunque sería injusto decir que Amy no disfrutó también con esa situación. Aunque hacía auténticos esfuerzos para que su excitación fuera lo menos evidente posible.

Pasadas un par de horas, Felina contempló satisfecha su obra. Estaba segura que el resultado sería mucho mejor de lo esperado. Amy estaba espléndida, a punto de caramelo. Tanto que Felina no pudo evitar inmortalizar ese momento con una fotografía.

-Sabía que al final eso te terminaría gustando- Dijo la villana percatándose de la excitación de la japonesa.- Moriría por ver la cara de tu novio cuando te vea.

Amy no pudo responder. Faltaban pocos minutos para la llegada de Tom. Con una mirada que reflejaba excitación e inquietud a partes iguales contempló como Felina abandonaba su habitación. Con un suspiro de alivio, se relajó cuando escuchó abrir y cerrarse la puerta del apartamento. “Por fin se ha ido” pensó. Amy no tenía mucho que hacer, así que cerró los ojos y esperó que Tom fuera puntual y no se demorara.

Minutos después

Tom llegó a la puerta de entrada del moderno bloque de apartamentos en el que vivía Amy. Durante todo el trayecto no había dejado de pensar en la sorpresa que le tendría preparada la chica. La verdad es que estaba totalmente intrigado, y el mensaje que le había mandado horas antes a su teléfono había contribuido a ello. “No llames al timbre, entra directamente, las llaves estarán en el buzón. En mi habitación te esperará una sorpresa. Te quiero”.

El chico lamentaba su comportamiento infantil de las últimas semanas. Se había comportado como un auténtico idiota. Coqueteando con otra chica, no se había dado cuenta que estaba hiriendo los sentimientos de Amy. Y aquello había estado a punto de costarle su relación con ella. Tom era consciente de que su belleza masculina atraía a la mayoría de chicas, durante muchos años se había aprovechado de ello y había compartido cama con las chicas más guapas del instituto y de la universidad. Pero no estaba acostumbrado a comprometerse en relaciones a largo plazo, le encantaba la sensación de tener a la mayoría de chicas detrás suyo. Terminaba una relación y empezaba otra con la chica que le colmara con más atenciones. Pero algo había cambiado en él con la llegada de Amy a la Universidad.

La belleza exótica de la chica había captado la atención, no solo de Tom, sino de la mayoría de chicos de la clase. Tom no estaba acostumbrado a que le dijeran que no, así que se sorprendió cuando Amy rechazó su oferta de salir el viernes a tomar algo con su grupo de amigos. Aquello supuso un reto para él, quería acercarse más a esa chica que trataba a todo el mundo con frialdad y distancia. Entre semana Amy no tenía inconveniente en comer con él y sus amigos, pero llegado el fin de semana desaparecía del mapa. Tenía que concentrarse en los estudios, era la excusa que daba. Se tranquilizó cuando se dio cuenta que no sólo era él, sino que la chica rechazaba las proposiciones que recibía de los otros chicos de la clase. Con el tiempo, la mayoría de chicos dejaron de perder el tiempo en Amy, a la que consideraban una “estirada” y una “estrecha”.

Tom no consideraba a la chica ninguna de ambas cosas, en los momentos que compartía con él, la chica reía y lo pasaba realmente bien, participando de las bromas con el grupo. Un día, él y su grupo decidieron abordarla al salir de clase y la convencieron de que pasara con ellos una noche de viernes. Aquella noche, definitivamente cambió la percepción que él tenía de la “tímida Amy”, descubriendo que de “tímida”, “estrecha” o “estirada” no tenía nada. A partir de allí sus sentimientos hacia la chica no cesaron de crecer. Hasta que finalmente, un día decidió dar el paso y la besó al salir de clase. Para su sorpresa, aunque el beso fue corto, ella no lo rechazó, cuando se separó de él parecía forzada a hacerlo, como si un compromiso ineludible la impidiera estar más tiempo con él. Ella no le dio ninguna excusa, pero estuvo tres días completamente ilocalizable. El chico pensó que para la chica quizá habría sido un error y que no quería saber nada de él. El hecho que tampoco respondiera a los mensajes de sus amigos empezó a preocuparlo. Justo cuando pensaba en acudir a la policía, vio a la chica entrar a la facultad, fundiéndose con él en un intenso abrazo. Fue en aquel momento cuando el chico que sus sentimientos hacia ella iban más allá de la mera atracción sexual y que empezaba a estar enamorado de esa enigmática japonesa.

En su afán por colmar a Amy de atenciones, había empezado a actuar de forma sobreprotectora hacia ella hasta el punto de agobiarla. El hecho que la chica rehusara cualquier encuentro sexual con él no hacía sino ponerlo de los nervios, sentía que había algo que se interponía en su relación. Pero una noche de halloween por fin la chica se entregó completamente a él. Aquella fue la mejor noche de su vida. Cuando se dio cuenta que podría pasar el resto de su vida con Amy. Nunca se había sentido tan feliz, hasta que la pifió completamente.

Centrado completamente en él, había dejado de lado los sentimientos de la chica. Y su extrovertida personalidad no pudo resistirse a chatearse y coquetear con otra chica de la clase. Sobretodo desde que ella había empezado a subir fotos suyas en ropa interior a su cuenta de Instagram. Cuando Amy no podía estar por él, Tom se acercaba a esa chica y le hablaba, riéndose juntos, comentaba todas las seductoras fotos que ella subía a redes sociales. Los fines de semana en que Amy, por cualquier excusa, no podía estar con él, Tom llamaba a su nueva amiga para que viniese con sus amigos. Sin preocuparse de los sentimientos de Amy. Hasta que ella un día le cogió el móvil y leyó los mensajes que se intercambiaban. Y se desató la hecatombe. Tom en su fuero interno, estaba convencido que no había hecho nada malo y que ninguna disculpa le debía a Amy. No era su culpa que la chica fuera tan celosa, al fin y al cabo con la otra chica sólo había compartido sonrisas, mensajes, y alguna que otra cena junto con sus amigos. Al fin y al cabo era Amy la que muchas veces declinaba, sin motivo aparente, pasar el fin de semana con él.

No fue hasta la conversación de ayer que Tom se dio cuenta realmente de lo muy enamorado que estaba de Amy y de lo mucho que significaba la chica para él.

Él no comprendía, porque Amy nunca se lo diría, que ella se moría de ganas de pasar más tiempo juntos. Pero Shadow Angel lo impedía. Varias veces Amy había sentido la tentación de dejar su doble vida y dedicarse exclusivamente a sus estudios y a Tom. Pero siempre aparecía un villano al que la policía no podía interceptar. Siempre había alguna víctima que salvar. Por mucho que se esforzara, Shadow Angel seguía siendo necesaria. Y ello le impedía dedicar a Tom todo el tiempo que desearía.

El chico sacudió su cabeza y volvió a la realidad. Recogió un juego de llaves en el buzón y cruzó la puerta intrigado. Entró en un moderno ascensor y marcó el interruptor del ático. El ascensor, con paredes de cristal, permitía contemplar el centro de la ciudad a medida que se elevaba. Pero Tom no quitaba ojo del mensaje que le había mandado Amy, impaciente. Pasados unos minutos, que le parecieron horas, se encontró frente a la puerta del piso de la chica.

Un aroma agradable recibió al chico nada más entrar. El incienso que usaba Amy para perfumar el piso se mezclaba con un aroma dulce. Había también un tercer olor, un olor a fragancia femenina, distinto al perfume de crisantemo que usaba Amy, pero Tom no prestó atención a ello. Cerrando la puerta detrás de sí, se encaminó al dormitorio de la chica, ansioso por descubrir la anhelada sorpresa que le tenía preparada. Al cruzar la puerta, el corazón le dio un vuelco a medida que notaba una creciente excitación en su interior. Había esperado cualquier cosa menos algo así.

Amy estaba tumbada en la cama, completamente desnuda, y atada al estilo “shibari” con una fina y suave cuerda. Sus manos estaban juntas y firmemente atadas por encima de su cabeza. Una cuerda las sujetaba al cabezal de la cama impidiendo que pudiera moverlas. La misma cuerda recorría todo el cuerpo de la chica, sujetando sus antebrazos, bajando por su cuello pero sin cortar su respiración. En múltiples nudos y cuerdas recorría su torso, sujetando firmemente sus pechos y como una telaraña descendiendo por su barriga hasta terminar en finos nudos en su ingle.

Otras dos cuerdas sujetaban firmemente sus muslos con sus tobillos, impidiendo a la chica pudiera estirar las piernas. Las bonitas piernas de Amy parecían las de un pavo al horno listo para ser devorado. A Tom se le hacía la boca agua al contemplar a su pareja en esta situación. Nunca había practicado el bondage ni el shibari, ni con Amy ni con ninguna otra chica, era algo que nunca había despertado sus fantasías. Pero ahora, contemplar a Amy atada de aquella manera, totalmente indefensa y a merced del chico, lo excitaba enormemente.

Decir que la chica estaba totalmente desnuda, tampoco sería del todo cierto. Sus pechos estaban recubiertos de chocolate fundido con una cereza madura coronando los mismos, como si de un pezón endurecido se tratara. Su ombligo lo cubría un caramelo en forma de corazón. Su pubis lo cubría una rodaja de naranja caramelizada. Era obvio que la chica había precisado ayuda para toda esa puesta en escena, pero en aquél momento la mente de Tom estaba lejos de preguntarse quién había ayudado a Amy.

La chica únicamente podía murmurar pequeños gemidos, su boca estaba silenciada por una mordaza de goma en forma de corazón. Pese lo incómoda que pudiera parecer su postura, los ojos de Amy reflejaban un intenso deseo.

La chica, que desde joven había sentido cierta atracción fetichista con el bondage y las ataduras, llevaba un tiempo deseando practicar algo así con Tom. Su timidez le había impedido proponer al chico “jugar con cuerdas” por miedo a que la considerara una “rarita”. Pero ahora, viéndose totalmente impotente ante el chico que amaba, la sensación de que ahora mismo Tom podría hacer cualquier cosa con su cuerpo sin que ella pudiera impedírselo, la llenaba de un intenso deseo. La mirada boquiabierta de Tom reflejaba a partes iguales, sorpresa y pasión. Por unos instantes, Amy se olvidó de Felina y de sus reticencias a que la atara de esa forma. Ahora solo estaban ella y Tom, y ambos anhelaban fundirse el uno con el otro.

Al lado de Amy había un sobre cerrado, en el que Tom tardó en reparar. Movido por la curiosidad, lo abrió. Dentro, en papel perfumado de color rosa había una nota manuscrita con la letra de Amy.

“Espero que te guste la sorpresa

Feliz San Valentín

Te Amo

Amy”

Cualquier duda acerca de su relación, cualquier rencor o desavenencia que el chico pudiera aún albergar sobre Amy desapareció en el mismo instante en que leyó la nota. Definitivamente se dio cuenta que nunca había amado tanto a una chica como amaba a Mikoto Amy, y que nunca encontraría una chica que le amara tanto como esa enigmática japonesa. Con delicadeza, dejó la nota en la mesita de noche y el chico se centró en su regalo de San Valentín. Tenía todo el día por delante, y ambos querían gozarlo al máximo.

Tom se tumbó al lado de Amy (en la espaciosa cama había sitio de sobra para los dos), y empezó a recorrer suavemente la fina piel de la chica con sus manos. Cogió una cereza de uno de sus pezones y untándola en el chocolate de su pecho, la devoró con pasión, repitió lo mismo con la otra. A Amy se le erizaba la piel al notar el contacto de las fuertes manos de Tom. El chico pasó a saborear el resto del chocolate, recorriendo con su hábil lengua los senos de la japonesa. Poco a poco, a medida que la lengua del chico recorría otras partes de su cuerpo, finas y dulces líneas de color castaño se iban dibujando en la desnuda piel de la chica.

La mordaza de Amy silenciaba los gemidos de placer de la chica, ella notaba como cada vez más se le humedecía la vagina, deseaba que el chico le prestara atención en esa zona, pero Tom no tenía prisa. Con su lengua, fue descendiendo por su barriga, dibujando círculos de chocolate, deteniéndose a lamer el caramelo de su ombligo, apretando con su boca su fina barriga, hundiendo su ombligo, succionando su dulce piel. Hasta que la golosina no se derritió del todo, el chico no continuó descendiendo.

Al notar que la lengua del chico se acercaba a su zona más íntima y húmeda, Amy arqueó las caderas en la medida que las cuerdas que la ataban lo permitieron, indicando al chico la zona en la que deseaba ser lamida. El chico descendió y con pequeños mordiscos, devoró la rodaja de naranja. Cuando se terminó la pieza de fruta, el chico no se detuvo, continuó mordisqueando el depilado pubis de la chica, deteniéndose en su diminuto y atrevido tatuaje. Tom notaba como la vagina de Amy no cesaba de segregar fluido, era obvio lo que ella deseaba. El chico detuvo su lengua y contempló el rostro de la japonesa. Su mirada era puro deseo, no podía hablar pero su cuerpo transmitía lo que ella quería, a través de la mordaza, resbalaban hilillos de saliva por su cuello. Tenían todo el día por delante y no había prisa.

Dejando a Amy completamente encendida, el chico se retiró de su cuerpo. La chica soltó un gemido de frustración que, a través de la mordaza, a Tom le pareció el maullido de un gatito. El chico se puso de pie ante ella y empezó a quitarse la ropa.

Amy, totalmente extasiada, contempló como poco a poco, Tom se iba desnudando. El chico vestía una camisa blanca que ella le había regalado poco antes de empezar a discutir, y que tan bien le quedaba. La chica se deleitó viendo como uno a uno, se desabrochaba los botones, descubriendo un atlético torso y unos definidos abdominales. El chico luego pasó a quitarse el cinturón y a desabrocharse los pantalones tejanos. Mientras se bajaba los pantalones, la chica se deleitó con la erección que los bóxer del chico no podían disimular. Ella estaba ansiosa porque el chico se los quitara y empezara a penetrarla con su miembro, totalmente acorde con la complexión atlética del chico.

Tom no se hizo rogar mucho más, embriagado de pasión, se tumbó con suavidad encima de la chica. Besó intensamente sus labios amordazados y empezó a penetrarla. El grueso pene del chico entró sin dificultad en la húmeda y dilatada vagina de la chica. Pronto, los ahogados gemidos de la chica fueron superados por los jadeos de placer del chico. El chico se dejó guiar por sus estímulos y no intentó disimular su placer. El apartamento de Amy estaba bien insonorizado y no había riesgo que nadie escuchara sus gemidos. ¿O sí?

Ese mismo instante. En la habitación de invitados

Felina estaba tumbada encima de la cama de invitados de Amy, con la puerta de la habitación entreabierta, deleitándose con los ruidos de placer de ambos chicos. Imaginarse lo que aquél atlético chico estaría haciendo con el cuerpo de su “gatita sumisa” la estaba excitando más de lo que había previsto.

No, Felina no había sido totalmente honesta con Amy. Como reza el dicho sobre los gatos, su curiosidad pudo con ella. Cuando estaba a punto de abandonar el apartamento de Amy, ya con la puerta abierta, cambió de idea. Cerró la puerta sonoramente para que la japonesa confiara en que había abandonado su piso y, sigilosamente, se escondió en la habitación de invitados.

Sí, Felina sentía cierta envidia por el atractivo chico con el que salía Amy. Tom era todo lo que una chica podía desear en un hombre. Alto, atlético, con una abundante melena rubia y rizada… Sí, Felina se escondió, le mordía la curiosidad, quería saber como se comportaba ese atractivo joven en la cama. Quería tener una visión privilegiada de lo que haría con la indefensa Amy. Esta vez Felina no se iba a contentar con una mera grabación de vídeo. Quería disfrutar del espectáculo “en directo”.

Mientras la villana se levantaba el vestido y se bajaba sus bragas, dispuesta a acariciar su sexo con su mano, dirigió su mirada hacia su bolsa. Dentro había un único “juguete” que no había utilizado. Su intención era usarlo para divertirse con Amy una vez la tuviera atada, pero para su frustración, la villana se había deleitado demasiado atándola y preparándola para su chico que el tiempo se le había venido encima. Un error de cálculo que le había impedido jugar con el cuerpo de su “gatita”. En ese momento tampoco le dio demasiada importancia. Mikoto Amy estaba totalmente sometida a ella, en cualquier otro día, podría llamarla y hacer lo que quisiera con su cuerpo. Pero ahora, una nueva idea se iba formando en su mente. “¿Por qué no?” pensó mientras apartaba la mano de su húmeda vagina y, silenciosamente se levantaba de la cama dirigiéndose a su bolsa.

Mientras tanto, en la habitación de Amy

Amy, con los ojos entrecerrados, no dejaba de mirar a Tom mientras el chico la penetraba apasionadamente. La presencia del duro miembro de él en su vagina, hacía arquear a Amy de placer, todo lo que sus ataduras le permitían. El chico no había retirado la mordaza de su boca, le gustaba ver como Amy mordía apasionadamente ese corazón de goma que la impedía articular palabra, disfrutaba escuchando sus gemidos de placer, ver como la saliva de la chica resbalaba por la comisura de sus labios, escuchar aquellos excitantes ruiditos que salían de su boca cada vez que ella intentaba decir algo. Sí, Tom gozaba enormemente de tener a Amy no sólo amordazada sino completamente indefensa y a su merced. Tenía el cuerpo de la hermosa japonesa completamente a su plena disposición, y no había rincón de su suave piel que no hubiera explorado con sus manos, sus labios o su miembro.

La joven pareja estaban tan entregados el uno al otro que no notaron que una tercera persona había hecho acto de presencia.

Felina, totalmente desnuda salvo por su pañuelo y las gafas de sol que ocultaban su rostro, contemplaba excitada como Tom penetraba apasionadamente a “su gatita”. Por unos instantes, deseó ser ella la que estuviera atada y desnuda en esa cama y tener al hercúleo chico gozando con su cuerpo. Pensándolo unos instantes, Felina cambió su fantasía, mucho mejor tener al chico atado e indefenso a su cama a su plena disposición. Se imaginó azotándolo con su látigo, clavando sus uñas en la tersa piel del chico, mordiendo sus pezones, jugando con su miembro… Tal vez algún día podría…

La villana notaba como la libido se adueñaba de su cuerpo mientras contemplaba la ancha espalda y el definido trasero de aquél chico que gozaba de su pequeña sumisa. A medida que el aparato que tenía entre sus piernas hacía su trabajo, decidió pasar a la acción.

Amy no apartaba sus ojos del cuerpo de Tom, pero su mente entrenada, captó un ligero movimiento por el rabillo del ojo. La chica abrió sus ojos y, asustada y sorprendida, intentó avisar al chico. De su boca en lugar de un grito de advertencia, salió un ligero gemido al que Tom no prestó atención. El chico tenía la mirada fija en los suaves y firmes pechos de Amy, así que no pudo advertir el cambio en la mirada de la chica hasta que fue demasiado tarde.

Tom se sobresaltó al notar como alguien se subía a su espalda, como unas piernas suaves y definidas presionaban su cadera. El chico intentó apartarse, sorprendido, pero una firme mano le agarró por el cuello, obligándolo a fijar su vista en Amy.

– Shhht, relajate y disfruta. Todo forma parte de tu sorpresa.- Le susurró al oído una suave voz femenina.

El chico no entendía lo que sucedía y tampoco podía pedirle explicaciones a la amordazada japonesa. De hecho, la mente del chico estaba lejos de poder encontrar una explicación razonable a aquello. Estaba a punto de fundirse de placer y no deseaba, ni podía, parar. Para él era obvio que si esa desconocida chica estaba en el apartamento de Amy era porque contaba con el consentimiento de la japonesa.

Tom, se dejó llevar por el éxtasis y siguió penetrando a Amy. La japonesa estaba a punto de alcanzar el clímax, un clímax demasiado intenso como para dejarse llevar por la ira. Cerró los ojos y se dejó llevar por el placer.

Felina frotaba todo su cuerpo por la espalda de Tom, con sus manos firmemente agarradas a los fuertes pectorales del chico y sus piernas apretadas contra las caderas del chico. Buscando el roce del cuerpo del chico con su clítoris. Eso, sumado al estímulo que le provocaba el consolador que tenía dentro de su vagina, hacía gemir a Felina de puro placer, gemidos que la villana disfrutaba emitiendo en la oreja del chico.

No era la primera vez que Tom tenía sexo con más de una chica, pero si la más intensa. Mientras penetraba a Amy, devorando su cuerpo con su mirada, notaba a la otra “fiera” firmemente agarrada a su espalda. Fuere quien fuere, la chica sabía lo que hacía. Sus labios rozaban su oreja, cada gemido de ella, cada jadeo, le erizaba la piel. Notar los firmes pechos de la desconocida apretados contra su espalda, sus pezones endurecidos, lo ponía a mil por hora. Y no sólo era eso, además, la chica buscaba su propio placer frotando su sexo contra la espalda del chico.

Mientras Felina se fundía de placer, incrementó sus gemidos, lamiendo la oreja de Tom, notando como el chico se estremecía al notar su lengua recorrer cada rincón de su oreja. Aquello para él, fue demasiado, derritiéndose dentro de Amy en un intenso jadeo.

En el mismo momento que Tom se fundía dentro de ella, Amy gozó de un intenso orgasmo. Mientras Felina jugaba con el cuerpo del chico, la japonesa había notado como él incrementaba la pasión de sus envites. Aquello, involuntariamente, llevó a Amy al punto álgido de placer.

Aquello había sido intenso, demasiado intenso. Sorprendentemente, los tres jóvenes habían alcanzado el clímax de forma casi simultánea. Tom, agotado, se recostó boca abajo en la cama, mientras Felina, se deslizaba por su cuerpo, dispuesta a salir de la habitación. No sin antes realizar un travieso mordisco en el definido trasero del chico. Guiñando un ojo a la agotada pareja, Felina abandonó la habitación.

Amy, entre agotada y furiosa, contempló impotente como la villana abandonaba la habitación. Si no fuera por la mordaza, de su boca habrían salido todo tipo de insultos hacia Felina. Como pudo, pidió al agotado Tom que la desatara.

Felina se vistió rápidamente y con el sigilo y la velocidad de un gato, abandonó el apartamento de Amy. No había tiempo que perder, la ladrona sabía de lo que Amy era capaz. La había visto luchar y no quería encontrarse cerca de ella cuando se desatara. Una vez estuviera lejos de ese apartamento, ya le enviaría un mensaje a su “sumisa” recordando que sucedería si a la “fierecilla” se le ocurría tomar represalias contra ella.

Cuando Tom terminó de desatar a Amy, Felina había abandonado el apartamento. Para desgracia de la japonesa, la villana no había mostrado en ningún momento su rostro. Seguía sin tener ninguna pista de su identidad.

Minutos después

Ambos jóvenes estaban acurrucados en el sofá, completamente desnudos, disfrutando de un caliente té mientras contemplaban las vistas sobre la ciudad. Tom tenía su brazo sobre los hombros de la chica, resiguiendo con los dedos las marcas que las ataduras habían dejado sobre la fina piel de la chica y que poco a poco se iban desvaneciendo. El contacto del suave cuerpo de la chica apoyado en el suyo, lo llenaba de felicidad. Por una estúpida rencilla casi lo había echado todo a perder. Con la otra mano jugaba con el sedoso pelo de ella, oliendo aquél perfume de crisantemo que tanto le cautivaba. Realmente la Amy tenía que quererlo mucho para entregarse a él como había hecho ese día. Él no terminaba de entender a qué había venido el arrebato de la otra chica, pero tampoco quería preguntar a Amy, se sentía plenamente amado y no quería que nada interrumpiera ese momento.

Pese a todo, Amy se sentía feliz. Tom la miraba y acariciaba como hacía días que no hacía. Ella apoyaba su cabeza sobre el pecho del chico, acurrucada a su cuerpo, notando su calidez, y su calmada respiración. Por mucho que le molestara, tenía que reconocer que seguramente, sin la intervención de Felina, le habría costado mucho más recuperar al chico.

En un momento dado, el chico, hambriento, se levantó del sofá para ir a preparar algo para picar. Rompiendo ese mágico momento. Amy se quedó tumbada en el sofá, notando el calor corporal del chico en los cojines.

Mientras Tom preparaba un plato de salmón a la plancha con verduras salteadas, la mirada de Amy posó en la marca que los dientes de Felina habían dejado en el hermoso trasero del chico. Un sentimiento de rabia invadió su cuerpo. Felina había ido demasiado lejos, no sólo había invadido su intimidad sino que además se había aprovechado de su chico.

Mikoto Amy lo habría tolerado todo, cualquier cosa con tal de evitar que Felina publicara sus vídeos. Cualquier cosa menos ver, impotente, como se aprovechaba del cuerpo de su amado Tom. Por primera vez desde su primer enfrentamiento con la villana, Amy se convenció que Shadow Angel debía tomar cartas en el asunto, demasiada libertad había dejado a Felina. Así que ya iba siendo hora de preparar un plan para cazarla. Hoy sólo se había restregado contra el cuerpo del chico, pero, ¿qué sería la próxima vez? Debía pararle los pies a Felina antes que la villana tomara el control sobre su vida privada.

No sería hoy, ni mañana, Amy no tenía prisa. Como le había enseñado su maestro, la paciencia es la mejor arma de un ninja. La villana lo conocía todo sobre ella, en cambio Amy no sabía casi nada de Felina, se tomaría su tiempo, reuniría la máxima información y cuando menos se lo esperara, actuaría. La venganza es un plato que se sirve frío. Y hablando de comida, la visión de Tom, desnudo, aderezando el pescado, había vuelto a estimular a Amy. Sigilosamente, la chica se levantó del sofá.

Tom estaba distraído con el pescado. Quería demostrar a Amy sus artes culinarias. Terminaba de colocar finas tiras de pimiento y cebolla sobre el salmón recién cocinado e iba a terminar de condimentarlo con un poco de aceite y pimienta cuando algo lo cogió totalmente desprevenido.

El chico, sorprendido y excitado a la vez, se vio de nuevo en la habitación de Amy, esta vez tumbado boca arriba mientras la chica lo ataba firmemente al cabecero de la cama. Aquél arrebato de pasión lo había vuelto a excitar. Él nunca se había visto así, atado y completamente a merced de una chica, pero la mirada pícara de Amy le indicó que aquello sería de lo más divertido y estimulante.

Mientras Amy hacía enloquecer al indefenso Tom de placer, experimentando todo tipo de posturas y satisfaciendo sus más profundos deseos, en la cocina, un apetitoso plato de salmón se enfriaba. A veces la venganza no es el único plato que se toma frío.

CONTINUARA

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