
Mi vida había quedado destrozada en una curva de la autopista de la Coruña. Curva en la que el destino qui que Carmen, mi mujer, muriera en un desgraciado accidente. La culpa no fue de nadie, ni siquiera de mi amada esposa. Si tuviera que nombrar a un responsable de su pérdida, tendría que acusar a la naturaleza por haber mandado una tromba de agua que la hiciera patinar. Todavía recuerdo que la llamada de la Guardia Civil. Estaba trabajando como siempre en mi oficina cuando mi móvil sonó. Me fijé que era Carmen pero al contestar quien estaba […]