
Me acerco a pedir disculpas. Irene no tardó en darse cuenta de que nos habíamos pasado. Según ella, esa chavala ya tenía bastante con la pillada y que la termináramos de humillar con nuestras risas, era un castigo excesivo. ― ¿No esperarás que vaya a pedirle perdón? ― contesté todavía despelotado. ―Es lo menos que puedes hacer. La pobre ha tenido un momento de debilidad y en este momento debe de estar muerta de miedo por si se lo dices a su agencia. No me costó reconocer que tenía razón, pero traté de escaquearme pidiéndole que fuera ella, pero entonces […]