El viaje había sido largo y, por lo tanto, los 4 amigos que habían viajado desde España estaban bastante cansados. Acababan de llegar a Sudáfrica, lugar en el que se disputaba la copa del mundo de naciones de fútbol. España jugaba 2 días después con lo que tendrían tiempo para descansar primero, visitar la mayor ciudad portuaria del país al día siguiente y, por último, asistir al partido para volver un día después.
Andrés era un auténtico apasionado del fútbol y de la selección. Su sueño había sido siempre asistir a un gran evento como el que acontecía y su anhelo por fin se vería cumplido.
Por su parte, Karen no era ninguna fanática del fútbol, si bien es cierto que le gustaba que el equipo que representaba a su país ganara, no lo sentía como para ir a un lugar tan alejado. Sin embargo, era el hecho del viaje en sí mismo, el visitar otro lugar, lo que la había convencido para hacer aquel desplazamiento.
A Oriol le pasaba algo similar que a Karen, sólo que lo que a él le atraía era el conocer gente, culturas… ¿y qué mejor forma de hacerlo que en un evento en el que se junta tanta gente de tantos sitios tan dispares?
El último integrante del grupo era Diego, un auténtico políglota gracias al cual los otros 3 compañeros se sentían tan tranquilos al ir guiados por alguien que se podía hacer entender con cualquiera que se cruzara en su aventura.
Lo primero que hicieron fue ir directamente al hotel para ver las habitaciones y acomodarse. Como era tarde, aquel día no tuvieron mucho más tiempo que el necesario para bajar a cenar y acostarse pronto para descansar del largo viaje.
Al día siguiente se dispusieron a visitar la ciudad situada a orillas del océano Índico. Por la mañana un poquito de turismo por Durban, por la tarde la visita a los alrededores del estadio homónimo y por la noche acabaron en una especie de fiesta dedicada al mundial que el mismo hotel había preparado.
A pesar de estar en invierno la temperatura estaba siendo buena con lo que la jornada matutina de turismo por Florida Road fue bastante agradable. Aunque no hizo un calor sofocante típicamente africano, el día fue tan bueno que pudieron pasear con poca ropa. A Karen le pareció estupendo, el sol le daba vida.
Por la tarde, junto al estadio, Oriol tuvo las primeras sensaciones que había ido a buscar. Aunque por la zona predominaban los españoles y los suizos, había gente de todas las nacionalidades y Oriol, con el suficiente nivel de inglés que tenía, estuvo departiendo con varias personas.
Junto al estadio Diego divisó un local de decoración corporal. Le encantaban los tatuajes y pensó que sería magnífico guardarse un recuerdo de aquel viaje y no había mejor modo de hacerlo que grabándoselo en su propia piel. Sin embargo, por el momento, desestimó la idea pues no creyó oportuno interrumpir la estancia de los demás por su capricho.
Para sorpresa de todos, la fiesta nocturna del hotel no estaba dedicada a los países que debutarían en el torneo al día siguiente. Más bien era una fiesta dedicada al mundial en general. Se podía ver decoración representativa de cada una de las selecciones participantes y algo que llamó la atención de Andrés. El hotel había contratado 32 modelos cada una de las cuales llevaba pintada la camiseta de una de las selecciones participantes sobre su piel desnuda. A Andrés le pareció impresionante y no supo adivinar cuál de las 32 era la mejor. De hecho cualquiera que hubiera sido la elegida hubiera sido justo. ¡A pedazo hotel habían ido! pensó.
El partido comenzaba a las 16h. con lo que no querían alejarse demasiado por la mañana para no llegar tarde al evento.
-Si queréis podemos ir mañana temprano al estadio y así me paso por un sitio que hacen tatuajes que he visto esta tarde – les dijo Diego cuando la fiesta terminaba y se dirigían a sus habitaciones.
-Tú y tus tatuajes… – le recriminó amistosamente Karen.
Diego únicamente tenía un tatuaje, pero siempre había mostrado su admiración por los mismos. Eso sí, para él el tatuaje debía tener un significado como el que lucía en su espalda y pensó que aquel viaje a lo más lejano de África junto a sus amigos también valía ese honor.
-A mi me parece bien – admitió Oriol y ninguno puso mayor impedimento.
-¿Os habéis fijado en las chicas? – les preguntó Andrés obsesionado con las bellezas que acababa de presenciar.
El resto rieron.
-Sí, la verdad es que no estaban nada mal. ¿No os parece raro que el hotel se lo haya currado tanto para una fiesta que tampoco es que…? No sé… que tampoco es para futbolistas o gente de alto standing – departió Oriol.
-Es cierto, supongo que aquí se están tomando esto del mundial muy en serio – concursó Karen.
-¡Pero es que nadie va a decir que estaban todas buenísimas! – casi gritó Andrés.
-Que sí, tío, relájate – le instó Diego entre risas – Ya te lo hemos dicho.
-Además es bonito. La verdad es que queda de puta madre, pero tiene que ser jodido de llevar. ¡Es que vas desnuda! – intervino la chica – No creo que yo fuera capaz de ir así – sonrió.
-Cierto. Si ya es bonito ver a una chica con camiseta ceñida marcando todas sus curvas y el contorno de los pechos… pues esto lo supera – concluyó Diego guiñando un ojo y sonriendo.
-Tú lo has dicho. Yo ya me he fijado bien en las modelos. En cada uno de sus turgentes pechos, en sus curvas, en los pezones, algunos tiesos, por cierto…
-¡Calla ya, enfermo! – cortó jocosamente Oriol a Andrés y los 4 se fueron entre risas a sus respectivas habitaciones.
Como habían quedado, al día siguiente se fueron al estadio y allí entraron en el local que Diego había visto el día anterior.
Estuvieron un rato conversando sobre lo que Diego se podría tatuar hasta que llegó un hombre a atenderlos en perfecto inglés. Aunque Oriol se defendía con la lengua anglosajona y Andrés y Karen medio entendían alguna que otra cosa, era siempre Diego el que hablaba debido a su perfecto dominio de esta y otras lenguas. Le dijo que quería hacerse un tatuaje para tener un recuerdo de aquel viaje.
-Tío, dile que yo quiero hacerme un piercing – interrumpió Andrés. Todos lo miraron sorprendidos.
-¿Alguien más quiere hacerse algo? – preguntó Diego antes de reanudar su conversación con el dependiente.
Oriol dijo claramente que él pasaba mientras que a Karen le entraron dudas. Si bien es cierto que tenía pánico a hacerse un tatuaje pensó que era buena idea tenerlo como recuerdo de aquella aventura. Al final se decidió por pensárselo mientras echaba un vistazo a las muestras que había por la tienda.
Mientras Karen se decidía viendo el muestrario expuesto, a Andrés le agujereaban la oreja y Ori lo grababa todo en video, terminaron el tatuaje en el brazo de Diego.
-¿Dónde está Karen? – le preguntó a Oriol.
-Aún no se ha decidido.
-Ven, vamos a hablar con ella.
Y se fueron en busca de su amiga.
– ¿Qué…? ¿Te has decidido por alguno? – le preguntó Diego.
-Bueno, hay alguno que me gusta… – le contestó mientras se los indicaba – He pensado en algo así, alargado, para aquí – y se llevó las manos a la parte baja de la espalda indicando la zona en la que le gustaría hacerse el tatuaje.
-Ahí te quedaría bien. ¿Y has pensado por aquí? – le propuso Diego mientras le tocaba la parte trasera del cuello, pero ella insistió en la parte baja de la espalda.
-A ver… ¿puedo? – le pidió permiso para inspeccionar mejor la zona y, antes de que ella contestara, su amigo le había levantado ligeramente la parte baja de la camiseta – ¿Por aquí?
Pero ella le indicó, marcando con el dedo algo más abajo, la intención de hacerlo en una zona tapada por el pantalón.
-¡Guau! Eso puede ser espectacular – intervino Oriol con cierta picardía.
-Oye… – se giró ella para mirarlo, divertida, pero con cara de desaprobación al comentario.
-Bueno, ¿qué tal si la ayudamos a decidir? – le propuso Diego a Oriol.
-Perfecto – y le dedicó un repaso visual a su amiga.
Karen llevaba una camiseta fina de tirantes puesto que hacía un día tan bueno como el anterior y el clima húmedo invitaba a ello. Además se había puesto unos pantalones ajustados que marcaban perfectamente su perfecta silueta y, más evidentemente, su culo respingón. Oriol se dio cuenta de lo buena que estaba su amiga y se le escapó el comentario.
-Tía, estás muy buena…
Karen no se sorprendió. Aunque su amigo nunca se lo había dicho, ella no era tonta y sabía lo guapa que era. Eso, unido a la confianza que tenían los 4, hacía que no fuera de extrañar aquel comentario tras la repasada que le acababa de pegar su amigo con la vista. Le dio las gracias y no le dio mayor importancia hasta que se dio cuenta que Oriol le miraba el culo más de lo debido.
-¿Qué estás haciendo? – le dijo mientras se giraba con una sonrisa nerviosa pues aquello ya no era tan normal.
-Nada, nada – reaccionó como pudo – Me he quedado empanado con la mirada fija, pero no te estaba mirando el culo, ¡eh!
-Sí, claro… empanado… – y no pudo evitar reírse de la situación al ver a su amigo avergonzado.
Los 3 siguieron viendo dibujos para encontrar uno que hiciera que la chica se decidiera, pero Oriol no podía evitar echar un vistazo al trasero de su amiga siempre que podía de la forma más disimulada que lograba. Él siempre había sabido lo buena que estaba, pero al ser su amiga nunca la había visto con los ojos con los que la miraba ahora. No sabía por qué y no podía evitarlo. Se había puesto cachondo.
-Mira, Karen, a ver si te gusta el que me he hecho yo – Y Diego le enseñó su tatuaje para ver si le ayudaba a decidirse.
Cuando ella se giró para verlo, Oriol se fijó en el pecho de su amiga. Al igual que con su culo, la fina camiseta hacía que apeteciera echar un vistazo a sus tetas.
Cuando por fin Karen encontró un dibujo que pareció gustarle quiso imaginar cómo le quedaría y nuevamente se llevó las manos a la parte baja de su espalda haciendo con ellas la silueta del grabado en el punto en el que deseaba tatuarse.
-Aquí es donde lo quiero – indicó – ¿Me quedará bien?
-Así es difícil imaginarlo… ¿podrías bajarte un poco el pantalón? – le propuso Diego.
A ella no pareció importarte y con un dedo se retiró ligeramente la tela mostrando su piel morena. Oriol no quitó ojo.
-¿Aquí? – le preguntó Diego mientras le acariciaba levemente la zona con un dedo y se reía mirando con complicidad a su amigo.
Ella se giro rápidamente y con una muesca de extrañeza y sonrisa le recriminó débilmente a Diego la caricia. Pero este hizo ver que era una broma gesticulando y sonriéndola. Y añadió:
-Vamos a hablar con el que me ha hecho el tatuaje que igual puede recomendarte algo.
Ambos lo siguieron.
-Hello, Matthew – saludó al tatuador que, al girarse y ver a Diego, le respondió:
-¿No te ha gustado el tatuaje?
A pesar de ser un idioma bastante usual en Durban a Diego le sorprendió oír hablar a Matthew en zulú, sobretodo porque durante el grabado habían utilizado el inglés. Sin embargo no le dio mayor importancia y pensó que era una buena forma de practicarlo puesto que ni mucho menos lo dominaba.
-No, no, no es eso… mira, es que mi amiga está pensando en hacerse un tatuaje pero no lo tiene muy claro…
El tatuador sudafricano era un hombre de raza negra de unos 40 años, alto, fuerte, con barba y rastas. Se quedó mirando a la chica y Oriol le pidió que se diera la vuelta para que Matthew pudiera verla bien. Karen accedió y el hombre, con rostro impasible, pudo echar un vistazo a la preciosa joven que requería sus servicios.
Cuando Karen estada de espaldas a Matthew, Diego aprovechó para indicarle la zona donde su amiga quería hacerse el tatuaje.
-Ella tiene en mente hacérselo aquí – le dijo mientras volvía a acariciarle con el dedo índice la zona por encima del pantalón. Karen se incomodó reaccionando rápido girándose con una sonrisa forzada para evitar las caricias de su amigo y las miradas del desconocido.
-¿Y ha pensado en alguno de los dibujos que tenemos?
-¿Qué dice? – le preguntó intranquila Karen a su amigo.
-Sorry, Matthew, can you speak English, please? – le pidió si podía hablar en inglés para que sus amigos pudieran entenderlo algo mejor.
-Lo siento, tío, yo no hablo Inglés – le sorprendió mientras le miraba fijamente a los ojos.
¡¿Qué?! ¿Era posible? Claramente le estaba mintiendo puesto que antes lo habían hablado. ¿Pero por qué lo hacía? No quiso discutir sobre ello ni alertar a sus amigos así que les mintió.
-Lo siento, chicos, dice que no me entiende.
-Pues vaya… – se resignó Karen.
Intentando no darle mayor importancia a lo surrealista de la situación, Diego le explicó, como pudo, los gustos que Karen le iba indicando advirtiendo lo poco convencida que estaba y el miedo que tenía a que la perforaran con la aguja.
Al oír esto, Matthew pensó en una posible alternativa y se la hizo saber a Diego.
-Karen, me dice Matthew que ya que te da un poco de reparo lo del tatuaje ha pensado en una cosa para la que, según él, – remarcó – tienes un cuerpo perfecto.
-¿Cómo? – soltó sorprendida – miedo me da…
Karen y Diego se miraron y se rieron, una por los nervios y otro por lo que el sudafricano le había propuesto.
-Dice que con esto del fútbol hay muchas chicas que se pintan el cuerpo con los colores de su equipo. Vaya, como lo que vimos anoche. Y dice que a ti te quedaría de puta madre.
-Te habrá pegado un buen repaso – intervino Ori y le sacó una carcajada a su amiga al mismo tiempo que sonreía a Matthew con un gesto de negativa a su propuesta.
-¿No? No cuesta mucho y queda muy bonito. No es para siempre como el tatuaje, pero tampoco duele – sonrió el negro.
En ese momento apareció Andrés al que acababan de terminarle el piercing de la oreja y la conversación se desvió hacia él y su nueva decoración corporal.
-Bueno, ¿te interesa el body paint o no? – interrumpió Matthew dirigiéndose a Karen directamente quien se quedó mirando a Diego esperando traducción.
-Pregunta si tienes algún piercing.
Y nada más soltar la mentira comprendió por qué Matthew no quería hablar inglés. Karen hizo justo lo que él esperaba. Se levantó ligeramente la camiseta y mostró el piercing de su ombligo entre los vítores jocosos de los machos que la rodeaban. El sudafricano no se cortó y le tocó el piercing con el dedo rozándole ligeramente parte de su vientre plano. Karen se bajó la camiseta disimulando su malestar mientras oía las palabras ininteligibles del africano.
-Dice que necesita ver la zona donde te quieres tatuar – le dijo Diego y Karen la mostró nuevamente girándose y señalando con las manos el lugar.
De nuevo el hombre no se cortó y le levantó la camiseta. Como ella no reaccionó le cogió el pantalón por la trabilla trasera y tiró hacia abajo para descubrir la zona que ella le había indicado. Karen no se lo esperaba y reaccionó rápidamente llevando su mano a la trabilla para llevar el pantalón a su lugar de origen mientras soltaba un quejido de desaprobación al tiempo que evitaba que se descubriera parte de su ropa interior.
-Dile que no hace falta mostrar más, – indicó molesta – que es aquí donde lo quiero y punto – y volvió a indicar con las manos la zona en cuestión.
Diego le hizo caso y se lo dijo a Matthew acariciando la zona de su amiga quien se sorprendió ante aquellas reiteradas tímidas caricias y, riéndose nerviosa, se giró para cortar por lo sano.
-Definitivamente creo que paso del tatuaje, no creo que vaya a atreverme al fin y al cabo – quiso cortar aquella extraña situación en la que se sentía devorada por las miradas y las leves caricias de sus amigos y el negro sudafricano.
-Sigo pensando que tal vez lo mejor sea la opción de la pintura. – insistió Matthew al ver las reticencias de la chica – Podríamos pintar esta zona – señaló los hombros y la zona entre el cuello y el pecho de Karen – que se suelen hacer las mujeres más pudorosas.
Mientras Diego traducía del zulú, Oriol notó como Karen se iba convenciendo poco a poco. Se fijó como en su rostro se iba perfilando la resignación al aceptar que aquel hombre tenía razón. Aunque le atraía la idea del tatuaje, Karen no tenía el valor suficiente para hacerse uno y el body painting podía ser una buena forma de sustituirlo puesto que ella misma había afirmado lo bonito que era. Sin embargo, ella jamás se atrevería a desnudar su cuerpo en público por mucha pintura que llevara encima así que pintarse una parte era sin duda una buena idea.
A pesar de estar casi convencida, Diego notó la cara de preocupación de su amiga, así que se inventó la traducción final:
-Dice que puedes confiar en él.
-¿En serio? ¿Puedo confiar en ti? – le preguntó directamente al negro suponiendo que intuiría lo que le decía. El hombre la miró con crudeza, serio como siempre, y no abrió la boca. A Karen le entró un escalofrío. Fue una extraña sensación, más placentera que molesta y se fijó por primera vez en el morbo que le producía aquel hombre tan atractivo por la mezcla entre varonil y macarra. ¿Dónde se ha visto un hombre con esa edad, rastas y con ese trabajo? Pensó que era una mezcla interesante. – Está bien, adelante – concluyó.
Matthew le indicó que se sentara en un taburete justo en frente de él. Ella le hizo caso y él comenzó a explicar cómo funcionaba lo del body painting para que Diego fuera traduciendo. Tras la explicación Matthew sacó un par de muestras, la camiseta de Suiza y la de España. Karen eligió la segunda.
-Con esta pintura el escudo queda sobre el pecho, pero lo que suelo hacer en estos casos es dibujarlo un poco más arriba – comentó gesticulando.
Y Diego tradujo:
-Dice que con esta pintura el escudo queda sobre el pecho así que tú verás.
-Pues que no me pinte el escudo. Con las franjas amarillas y el resto rojo ya es suficiente.
Diego, sin planearlo previamente, estaba maquinando la situación para ver si lograba que su amiga se pintara la camiseta completamente. Estaba convencido que no lo conseguiría, pero pensó que valía la pena intentarlo.
Una vez recibidas las instrucciones del traductor, Matthew se puso manos a la obra. Primero retiró con cuidado los tirantes de la camiseta de la chica y comenzó a lanzar pintura desde el escote de Karen hasta su cuello desviándose hacia los hombros.
Karen sintió frío al primer contacto con la pintura, pero cuando se acostumbró a aquella sensación se relajó. Únicamente la sacó de su letargo, pasados unos minutos, los gestos de Matthew.
-Deberías bajarte un poco la camiseta – soltó mientras gesticulaba con los brazos de arriba abajo imitando el gesto que estaba solicitando – si no quieres que te manche.
Karen no necesitaba traducción y, con una sonrisa intranquila, bajó un dedo su camiseta.
-¿Así?
-Perfecto.
-Un poco más – tradujo malintencionadamente Diego.
Karen, sin perder la sonrisa de intranquilidad, bajó un dedo más, lo justo para no mostrar el comienzo de su aureola.
-Ya no más – concluyó y se le escapó una risa nerviosa.
Matthew se lo tomó como una invitación y soltó un chorro de pintura sobre la parte descubierta de uno de los pechos. Karen reaccionó mirando a su dibujante con un claro gesto que demostraba su disconformidad, pero que se tornó rápidamente en aceptación resignada.
-¡No, si al final te vas a dibujar la camiseta entera! – espetó Oriol y Karen se rió liberando tensiones.
-Pues ya puestos no estaría mal… – bromeó más relajada.
-¿Y por qué no lo haces en serio? – le preguntó Oriol ajeno a las intenciones de Diego.
-Sí, claro, ¿quieres que me muera de vergüenza?
-Perdona, pero con el cuerpazo que tienes lo último que tienes que tener es vergüenza – la piropeó su amigo – Además es como si hicieras topless. Incluso menos vergonzoso porque la pintura te disimula un montón.
Karen pensó que en eso tenía razón, pero no dejaba de parecerle raro ir a un estadio de fútbol en topless pintada con los colores de su equipo y acompañada por 3 amigos en un país desconocido y tan alejado del suyo.
-Pero piensa que estamos en invierno, ¿quién sabe si luego refresca y no hace tan buen día como ayer? – comentó preocupada.
Diego creyó oportuno intervenir y le preguntó a Matthew por el clima de Durban.
-Tu amiga no tiene por qué preocuparse – le contestó intuyendo por dónde iban los tiros – Aquí tenemos un clima subtropical con temperaturas en torno a los 20 grados todo el año.
Diego sonrió mientras se lo explicaba a sus amigos.
-Entonces, ¿te bajas la camiseta? – y volvió a gesticular con las manos para hacerse completamente entendible.
Karen estaba indecisa. Le encantaría tener el valor para hacerlo. Sabía lo bien que le quedaría, pero temía sentirse ridícula, extraña, fuera de lugar sin camiseta alguna y pintada con los colores de la selección española. Además tendría que mostrar sus pechos delante de un desconocido para que este se los coloreara con el espray. Tampoco eso era muy halagüeño.
-Matthew te recuerda que puedes confiar en él, que no te va a tocar – le dijo Diego y ella miró al negro que ahora gesticulaba moviendo las manos hacia atrás como diciendo lo que Diego acababa de traducir. Por un brevísimo instante pensó que tampoco le importaría que aquellas grandes manos la tocaran lo justo.
-Está bien… – y con toda la picardía reflejada en su rostro se bajó la camiseta mostrado por primera vez a los allí presentes sus perfectos pechos.
Oriol no se podía creer lo que estaba viendo. Las tetas de su amiga eran si cabe mejor de lo que él se las había imaginado. Si ya estaba cachondo, esto no hacía más que calentarlo más.
Mientras el sudafricano manchaba el resto de los pechos, aureola y pezón incluido, de Karen, Andrés recordó las modelos que contempló la noche anterior en el hotel. Se imaginó a su amiga con la pintura finalizada y no supo encontrar un motivo que la hiciera desencajar entre aquellas 32 diosas. Tuvo una erección al instante.
Por su parte Diego pensó que había sido más fácil de lo que se imaginó en un principio. Al parecer su amiga aún podía sorprenderlo e iba a acompañarlos al partido con la camiseta de España pintada en su cuerpo desnudo. Acojonante.
Karen empezaba a tener mucho calor. Mientras Matthew le pintaba los hombros, Diego tuvo que recogerle el pelo para que no se le manchara y mientras lo hacía no dejó de regalarle alguna que otra caricia esporádica. No le hacía mucha gracia, pero su amigo era lo suficientemente sutil como para que recriminarle pareciera fuera de lugar. Por otro lado, cuando Matthew empezó a pintar las franjas amarillas se ayudó de un plástico que apoyaba sobre su cuerpo para no mezclar colores sobre su piel. Le pegó una buena sobada puesto que para apoyar el plástico sobre su cuerpo debía hacerlo con la mano. Cuando pintó la zona de los pechos se sintió algo incómoda pero igualmente no le pudo decir nada puesto que en ningún momento llegó a sobrepasarse ni hacer nada que no fuera necesario para poder pintarla.
-¿Queréis que lo dejemos a esta altura? – preguntó Matthew que había pintado un poco por debajo del pecho de Karen.
-Pregunta si podrías bajarte un poco más la camiseta – mintió Diego.
-Termina aquí – y Karen le indicó la altura a la que estaba la camiseta, a la altura del ombligo.
El pintor continuó su faena y fue Ori quién indicó que tendría que bajarse más la camiseta si no quería que se manchara. Antes de que Karen pudiera contestar, Diego ya la había rodeado con los brazos por detrás y había empezado a bajarle más la camiseta descubriendo nuevamente el piercing del ombligo de su amiga. A medida que Matthew bajaba más los chorros de pintura, Diego le bajaba más la camiseta a Karen hasta que quedó completamente enrollada a la altura de su cintura por encima de los pantalones. Karen, a pesar de su cara de circunstancias, no dijo nada.
Diego se quedó inmóvil a la espalda de su amiga rodeándola con los brazos y con las manos a la altura de su bajo vientre. Nuevamente con disimulo levantó su pulgar para acariciar el firme vientre de Karen que cada vez estaba más acalorada.
El sudafricano preguntó si Karen querría dibujarse también los pantalones gesticulando con claridad. No necesitó traducción y a Karen le entró la risa floja. Una mezcla de incredulidad, nerviosismo y diversión se apoderó de ella y más cuando sus amigos respaldaron la idea con alegría desmedida.
-¿¡Pero estáis locos!? Ni de coña – y se rió nuevamente.
-Pero si sería como… – mas un rotundo no de la chica cortó las intenciones de Oriol.
-Dice que te lo pienses – tradujo Diego una vez más.
-Dile que primero termine esto y luego ya veremos…
Karen parecía dejar una puerta abierta y los chicos lo celebraron jocosamente haciendo sonreír una vez más a su amiga.
Tras un rato de trabajo, finalmente pasó lo inevitable. Matthew apuró más de lo debido y manchó ligeramente el pantalón de Karen quién se sobresaltó increpando al negro y marcando con las manos a escasos centímetros por encima de los pantalones el lugar a partir del cual Matthew no debía bajar.
-Ha sido sin querer Karen. No te pongas así – intervino Oriol.
-¿Tienes una toalla? – le preguntó Diego al sudafricano que le indicó dónde había una.
Oriol fue a buscarla y Diego le propuso a Karen que la utilizara para no mancharse la ropa. Pero a ella no le hizo mucha gracia desnudarse y taparse únicamente con una toalla así que se levantó, se quitó definitivamente la camiseta y propuso bajarse los pantalones doblándolos un dedo para evitar manchárselos.
-No es suficiente – intervino Diego que ya parecía llevar la voz cantante y él mismo dio un pliegue más al pantalón dejando entrever la ropa interior de su amiga que se quejó débilmente, pero no hizo nada para evitarlo.
Matthew siguió a lo suyo bajando todo lo que pudo, mucho más de lo que Karen le había indicado y Diego siguió con las caricias cada vez más descaradas. Y justo Karen iba a soltarle un moco a su amigo cuando el sudafricano la descolocó con un gesto que hasta ahora había sido inexistente. Había sido sutil, pero mientras le repasaba uno de los pechos notó como la mano que sujetaba el plástico contra uno de sus senos se recreaba más de lo debido. Karen no supo cómo reaccionar, pues no sabía si quería o no repudiar aquellos magreos del africano. Se olvidó de su amigo y buscó con la mirada al negro para adivinar sus intenciones en la mirada. Pero Matthew seguía a lo suyo, aparentemente ignorándola. Sin embargo, ella ya empezaba a disfrutar cada una de las caricias del nativo, ya fueran intencionadas o no y un claro reflejo de ello eran sus pezones completamente tiesos que no pasaron inadvertidos para el resto.
-¿Y esto qué es? – le preguntó con gracia Oriol mientras le tocaba un pezón con su dedo índice.
-¡Eh! ¡eh! – le paró ella entre risas de sorpresa por el gesto de su amigo que parecía envalentonarse por primera vez. Pero él repitió el gesto imitando el ruido de un timbre como si su pezón de un botón se tratara.
Ella repitió la suave forma de recriminarle y le dijo que no se sobrepasara. Y se excusó jocosamente:
-Es que tengo frío… – pero nadie la creyó.
Matthew había terminado la base de la camiseta hasta la cintura cuando hicieron un parón. Karen aprovechó para mirarse en un espejo y se alegró de haberse aventurado a pintarse el cuerpo. Le quedaba realmente espectacular. No necesitó a nadie que se lo dijera. Se sintió realmente orgullosa de sí misma y de su cuerpo.
Andrés se maravilló al ver el cuerpo pintado de su amiga. Era demasiado excitante observar cómo la pintura reflejaba el contorno exacto de los prominentes pechos de Karen. Se sorprendió gratamente al pensar que tal vez ella ganaría el ficticio concurso a las 32 modelos de la noche anterior.
-¿Te gusta? – le preguntó Matthew cuando reanudaron el body painting.
-Pregunta si te has decidido – volvió a mentir Diego mientras Oriol la cogía del brazo y la acariciaba como tantas veces antes había hecho su amigo políglota. Ella retiró el brazo incómoda y contempló a Matthew quién la miró a la cara y sonrió por primera vez.
Karen sintió que se humedecía sólo con pensar en el negro hurgando por ahí abajo y pensó que no era lo que quería que pasara. Además, ¿con qué cara aceptaba la proposición delante de sus amigos cuando en ningún caso tenía intención de ir al estadio con la parte de abajo pintada? Era una locura.
-Confío en ti, eh… – le dijo al sudafricano señalándolo – pero únicamente me voy a pintar hasta aquí – y empezó a desabrocharse el pantalón mientras Diego traducía al zulú.
Andrés estaba a punto de correrse sin tocarse mientras veía a su amiga bajarse los pantalones unos centímetros hasta dejar asomar claramente su diminuto tanga. El pantalón aún tapaba el pubis de su amiga, pero por detrás se podía vislumbrar el comienzo de la raja de su culo.
Matthew comenzó a explicar los siguientes pasos mientras Diego, incansable, le seguía traduciendo.
-Tendrás que bajarte un poco el tanga – indicó Diego haciendo ver que eran las indicaciones del artista.
-¿Así? – preguntó conscientemente de forma ingenua Karen mientras bajaba los costados de su braga hasta la altura del pantalón y este un poco más hasta que asomó el monte de Venus de la chica, tapado perfectamente por la fina tela del tanga.
Mientras reanudaba la faena, Matthew propuso una nueva inventiva:
-Si no quiere quedarse desnuda lo que podemos hacer es pintar sobre el tanga. Visualmente es casi lo mismo, pero ella se sentirá mucho más cómoda.
Diego se lo hizo saber a su amiga y, mientras ella ponía cara de circunstancias, él mismo tomó la decisión y se aventuró a agarrarle el pantalón y deslizarlo hacia abajo lentamente sin oposición alguna hasta descubrir completamente el tanga de Karen.
Oriol se fijó en el culo respingón de su amiga como lo había hecho durante todo el rato, pero estaba vez lo pudo disfrutar sin ropa y se pudo recrear viendo el leve bulto que parecía esconder la parte delantera de la diminuta tela que únicamente conservaba Karen. No se pudo resistir y le palpó una nalga con temor a que ella se enfadara, pero simplemente le recriminó la acción tras unos segundos en los que la pudo sobar a conciencia.
Karen quiso echar un vistazo general, controlar la situación, ver dónde estaban cada uno de los chicos y se fijó en Andrés que era el menos activo de sus amigos. Estaba algo alejado, parecía asustado, con la cara pálida, y Karen pensó que debía estar pasándolo mal de lo excitado que debía estar. Para que se relajara un poco le bromeó:
-Andrés, a ver qué haces que te estoy vigilando… Y tú controla tus instintos – le dijo a Oriol mientras Diego le quitaba los pantalones definitivamente.
El sudafricano parecía más animado y se la atrajo hacia sí agarrándola de los cachetes. Ella no quiso que su actitud cambiara así que le advirtió:
-Tú, a pintar – mientras que le hacía el gesto para que la entendiera sin necesidad de traducción.
Al reanudar el trabajo Matthew agarró el lateral del tanga de Karen para bajarlo un poco más y ella se lo recriminó asustada al desconocer las intenciones del hombre.
-Karen, ¿por qué no te tapas con la toalla? Te va a tapar más que el tanga y a él le molestará menos – le sugirió Oriol.
Karen estaba descolocada. La inusual actitud de sus amigos, los magreos del nativo sudafricano, su propia actitud más atrevida que de costumbre… todo se juntaba y no la dejaba pensar con claridad. Concluyó que la propuesta de Oriol era una buena idea sin darse cuenta de que se iba a quitar la única prenda que le quedaba y sobre la que Matthew iba a pintar los pantalones de la selección española. Cogió la toalla y se tapó con ella para quitarse el tanga en un gesto típicamente playero.
Oriol estuvo rápido pidiéndole las braguitas a su amiga. Ella alargó su mano para entregárselas pero se detuvo a medio camino con cara de picardía esperando la súplica de su amigo que no tardó en llegar. Ella se rió y por fin le entregó la tela.
Con la toalla alrededor de su cintura, sujetándola con las manos uniendo los extremos a la altura de su pubis, continuó la sesión de body painting.
La toalla fue resbalándose poco a poco por la parte trasera y comenzó a mostrar la raja de su culo que no pasó inadvertida para sus amigos que empezaron a bromear. Ella sonreía forzosamente y Oriol le dijo que no se mosqueara, que era una broma mientras le acariciaba la mejilla en un claro gesto de indulgencia que ella pareció aceptar.
Matthew estaba bajando todo lo que Karen le permitía y uno de los chorros de pintura llegó a una zona más baja de lo que ella se esperaba.
-¡Guau! – se sorprendió mientras se reía incontroladamente.
El artista se alejó rápidamente de la zona para evitar una mala reacción por parte de la chica que había dejado de reír y su rostro reflejaba resignación. Parecía estar al borde de un ataque, a punto de explotar y detener la situación definitivamente.
-Va, Karen, no te hagas la fina ahora… – arriesgó Ori.
Ella se enfadó:
-¿Qué estás insinuando? Tío, ¡es bastante incómodo estar prácticamente desnuda delante de vosotros y este tío al que no conozco de nada mientras me llena el cuerpo de pintura!
-Va… no te enfades… – le bromeó Oriol mientras le acariciaba la parte baja de la espalda completamente envalentonado.
Con el arrebato a Karen parecía olvidársele el mantener sus manos a la altura adecuada y parecía invitar al artista a llegar más abajo si cabe. Matthew lo aprovechó pintando justo donde empezaba la raja de la chica. Sin decir nada, llevó uno de sus grandes y fuertes dedos hasta el cruce de manos que sujetaban la toalla para indicar que las bajara ligeramente. Karen no supo oponer demasiada resistencia y aflojó ligeramente dejando ver a su pintor el clítoris, que recibió un fuerte chorro de pintura.
Karen reaccionó contrayendo su cuerpo y las sensaciones que le provocó resultaron en un grito de advertencia seguido de unas risas temblorosas. Cuando recuperó la compostura volvió a la situación anterior, mostrando accesible parte de su coño. Matthew siguió pintando por los laterales del mismo hasta que volvió a apuntar al clítoris de la chica soltándole un nuevo chorro que ella ahora sí se esperaba. Su cuerpo volvió a convulsionarse, pero esta vez el grito se intercambió por un leve gemido.
-¡Eeeeehhhh! – bramó Oriol sarcásticamente masajeándole la espalda.
Ella le recriminó su gesto con cara de circunstancias. Su rostro decía claramente ¡cómo me estoy calentando!
Matthew quiso utilizar el mismo plástico que había utilizado todo el rato por aquella zona pero era demasiado grande como para usarlo con la toalla tapando gran parte del lugar.
-Podrías quitarte ya la toalla… – continuó con suspicacia Oriol y ella le hizo caso pensando que realmente ya no servía de mucho.
Diego, que estaba a la espalda de su amiga, se sorprendió nuevamente. Si ya le pareció un logro que su amiga se pintara la camiseta mostrando sus pechos al descubierto, le pareció un auténtico hito que ahora estuviera completamente desnuda y claramente cachonda delante de Andrés, Oriol, él mismo y aquel nativo.
Matthew acarició los fornidos muslos de la chica y se acercó a su sexo con plástico en mano. Para que pudiera trabajar más cómodamente, Karen se agachó ligeramente abriendo levemente las piernas. El sudafricano llevó sus manos al lugar que ahora se mostraba más fácilmente accesible y con uno de los dedos de la mano que sujetaba el plástico palpó el coño de su clienta. Karen le recriminó entre risas, pero no hizo ningún gesto de reproche con lo que el negro no se pudo dar por aludido y continuó con su trabajo.
Matthew pidió a Karen que abriera más las piernas gesticulando con las manos. Ella seguía de pie y la posición no es que fuera muy cómoda con lo que se giró buscando el taburete en el que ahora estaba Diego quién le dijo:
-Ven, siéntate aquí encima de mí.
Karen no se lo podía creer. Era lógico que sus amigos se hubieran calentado con la situación, pero parecían dispuestos a hacer cualquier cosa con ella. No parecían respetar mucho el código de la amistad si es que eso existe.
-Bueno, pero vigila a ver si voy a notar algo demasiado duro… – le contestó completamente desatada sentándose sobre su amigo abriendo las piernas todo lo que pudo. Así, Matthew tuvo pleno acceso a la zona y se dedicó a pintarla ahora con plena libertad: clítoris, labios vaginales…
Karen giró el rostro hacia atrás y sin decir nada sonrió pícaramente a su amigo. Estaba notando cómo la polla de Diego se hinchaba bajo su culo. Él se rió nervioso y Oriol, que se percató de la situación, bromeó para que los 3 acabaran entre risas.
Cuando Matthew terminó la parte delantera solicitó continuar con la parte trasera de Karen. Ella se separó de su amigo y se giró quedándose cara a cara con Diego y dándole la espalda al artista sudafricano que empezó a pintar el trasero de la chica. El hombre solicitó la ayuda de Diego que gustosamente agarró las nalgas de su amiga para separarlas y que el negro tuviera mejor acceso para pintar. Karen ya no se quejaba de nada.
Cuando finalmente el artista terminó su obra era la hora de marchar al partido. Karen le agradeció a Matthew abrazándolo efusivamente dejando que el hombretón sintiera sus pechos y su calor. El negro aprovechó para sobarle nuevamente el culo y demostrar a las claras, por primera vez, que todos los magreos habían sido intencionados.
Cuando los 4 amigos se marchaban hacia el estadio a Karen le entraron las dudas.
-Oye, chicos, creo que no debo ir así al estadio.
A ninguno de los 3 les pareció una idea descabellada. Vale que la cosa había estado divertida y que había sido todo muy excitante, pero realmente habían los acontecimientos los que había llevado las cosas a esa situación. Si no hubiera sido por el morbo de las circunstancias ella jamás se habría dejado hacer aquello ni mucho menos para luego salir así a la calle rodeada de 70000 personas.
-¿Y qué hacemos? – preguntó nervioso Andrés que para nada quería perderse el partido.
-Id vosotros, a mí no me importa.
-¿Estás segura? Vas a perder la entrada… – insistió Oriol.
-Estoy segura, de verdad, tranquilo, no me importa. Así igual hasta podemos sacarnos una pasta con la reventa – sonrió.
-¿No quieres que me quede para traducirte? – propuso finalmente Diego.
-Tranquilo, creo que nos entendemos bastante bien – sonrió pícaramente.
Antes de marcharse los 3 amigos, Diego se despidió de Matthew:
-Tío, ya tienes lo que querías. Espero que después del partido me invites a alguna cosilla…
-I’ll remember – le indicó, nuevamente en perfecto inglés, que lo tendría en cuenta mientras le sonreía.
¡Qué cabrón! pensó el amigo políglota mientras se marchaba con sus 2 amigos a ver el partido que estaba a punto de comenzar.
Matthew cerró el local que ya estaba completamente vacío debido al inminente partido y se acercó a Karen a quién comenzó a sobar esta vez sin excusas artificiales de por medio ni miradas molestas de terceras personas. Pasó sus manos por los costados de la chica subiendo hasta llegar a sus pechos que los sintió ahora sí directamente.
Karen se refregaba contra el musculoso cuerpo del negro deseosa de satisfacer la calentura que tanta caricia le había provocado. Levantó la camiseta del hombre y se sorprendió al notar las durísimas abdominales que escondía. Karen cogió la mano del sudafricano y la guió hacia su sexo mientras abría las piernas invitándolo a acceder a su interior.
Tras magrearla a conciencia como ella le había hecho saber que deseaba. La chica se giró dándole la espalda y acercó su culo respingón hacia el paquete sudafricano. Ella pudo notar por primera vez el enorme bulto que el negro guardaba entre las piernas y que nada tenía que ver con lo que Diego le había hecho notar poco antes. Aquello pareció calentarla más si cabe y se agachó dispuesta a descubrir el tesoro africano.
Karen desabrochó el cinturón del pantalón de Matthew y cuando le había abierto la bragueta tiró del pantalón hacia abajo con brusquedad dejando al hombre en calzoncillos. Karen se acercó y comenzó a lamer el negro pubis del africano mientras descendía lentamente su última prenda. Poco a poco fue apareciendo el enorme pene que ella fue recorriendo con la lengua hasta llegar a su glande que se introdujo en la boca. Agarró los 20 flácidos centímetros y comenzó a masturbarlo sin dejar de chupársela.
Cuando la polla de Matthew alcanzó los 25 centímetros en completa erección, Karen se levantó separándose de él para acercarse al taburete. Al hacerlo se llevó la mano a la entrepierna para comprobar que ya estaba completamente lubricada, ansiosa por que el negro la reventara. Se sentó abriendo las piernas y masturbándose esperando a su semental.
Matthew observó el coño de su amante y cómo había perdido prácticamente toda la pintura debido a los flujos vaginales que Karen emanaba abundantemente y a las reiteradas caricias que se había llevado aquella zona.
-¿Cuánto hace que no te follan como es debido? – le preguntó Matthew sabiendo que no le entendería. Pero a Karen oírle hablar en zulú parecía excitarla más aún. Le añadía un punto exótico más, que ya de por sí lo era bastante.
Karen ya estaba gimiendo masturbándose con esmero con su dedo índice cuando Matthew acercó su pollón hacia la raja de la joven. Se había puesto un condón y Karen lo agradeció a pesar de no haber pensado en ello hasta ese momento. El negro le introdujo la polla y Karen sintió desvanecerse al notar por fin que su cuerpo recibía lo que tanto necesitaba. Se agarró al ancho cuello del nativo y disfrutó hasta del dolor que aquella enorme polla le ocasionaba cada vez que le llegaba hasta el fondo de su vagina. Karen se llevó una mano a su clítoris para masturbarse mientras se la follaban para acabar alcanzando el orgasmo que más recordaría durante mucho tiempo.
Tras esto, Matthew se separó de ella y se tumbó en el suelo dejando desafiante su polla erecta totalmente tiesa mirando al techo del local. Karen no necesitó preguntar. Se puso a horcajadas sobre el negro pasando una pierna por encima de él y bajó para clavarse en el coño aquella estaca negra. Cuando dejó caer todo su peso y sintió el glande golpeando su pared interna creyó sentir rayos de dolor. Sin embargo, tras ellos sintió el placer del roce provocado por el vaivén que el artista, ahora del sexo, había comenzado.
Cuando el rostro de Matthew comenzó a marcar la inminente corrida, Karen se separó de él, que se levantó enérgicamente. Aunque no hablaran el mismo idioma parecían entenderse a las mil maravillas. Mientras el hombre comenzó a masturbarse, la mujer, arrodillada, acercó la boca al grifo de leche. Sacó la lengua y comenzó a dar lametazos esporádicos al glande del africano mientras este no paraba de meneársela.
Matthew no tardó en correrse. El primer chorro de pintura blanca alcanzó una mejilla de Karen, el siguiente le manchó la otra parte de la cara y el tercero fue a parar a la receptiva lengua de la chica. Aún soltó un par de manantiales más que acabaron por pintarle el resto de la cara. Los últimos brotes de semen que soltó, ya con menor intensidad, se encargó de recogerlos Karen con la lengua. Finalmente acabó introduciéndose la verga en la boca intentando tragarse todo lo que pudo. Agarró la polla con la mano y se la mamó nuevamente para acabar de devolverle todo el placer que Matthew le había regalado.
Aún con la camiseta y el pantalón pintados sobre su cuerpo, Matthew acababa de pintarle toda la cara. El africano no pudo evitar reírse de lo cómico de la eventualidad y le soltó:
-You’re beautiful.
¡¿Cómo?! ¿El tío sabía inglés? Pensó que bien era posible que hubiera sido una estratagema para conseguir lo que al final había pasado. Aunque también pensó que podía saber frases sueltas como aquella, que seguramente le vendrían muy bien para su negocio… Pensó en averiguarlo, pero su nivel de inglés no era lo suficientemente bueno como para ni siquiera intentarlo y casi prefirió no saber la verdad.
Al poco rato, tras terminar de arreglarse, aparecieron los amigos de Karen. Malas noticias, España había perdido en su debut contra Suiza. Menuda decepción, pero las decepciones con un buen polvo se ven de otra manera, pensó Karen.
Tras despedirse del afortunado sudafricano, los 4 amigos se dirigieron hacia el hotel para preparar todo para su regreso a España al día siguiente.
Ninguno habló sobre los acontecimientos, pero todos le dieron vueltas sobre lo sucedido.
Andrés se maldijo por lo ocurrido. Si bien había disfrutado ante la fascinante visión de su amiga desnuda con el cuerpo pintado, tenía la sensación de haber quedado como un idiota al no saber reaccionar ante aquella situación. Y para colmo, España había perdido. Aquel debía ser su viaje, había sido su sueño durante muchos años y todo parecía haberse ido al traste.
Oriol pensó que debió quedarse con Karen y haber pasado del partido. Seguramente ahora volvería a España con un polvo con su amiga, algo que estaba convencido habría conseguido al igual que el maldito negro.
Por su parte, a Diego no le entraba en la cabeza que su amiga se hubiera acostado con el decorador de cuerpos. Si ya le pareció difícil que Karen hiciera lo que había hecho antes de que se marcharan al partido, más le costaba imaginar lo que pasó luego. Karen no era así.
Efectivamente Karen no era así. Aún no se creía cómo se había desinhibo de aquella manera. Y lo peor de todo es no saber cómo iba a afectar todo aquello a su relación con sus 3 amigos. Aunque no se arrepentía del magnífico polvo que se llevaba de recuerdo, le gustaría borrar parte de los acontecimientos vividos, más concretamente los que tenía relación con Andrés, Oriol y Diego.
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