
Hoy acabo de comer en un restaurante donde su dueña es mi cómplice. Tras la puerta del local, Ana es copartícipe del desenfreno de mi lujuria, colaboradora necesaria de mis delitos. Entre ella y yo, hemos dado rienda suelta a nuestros mas depravados instintos. La lujuria y el placer mezclados con la satisfacción animal de nuestros estómagos han obligado a María, la camarera, ha servirnos. Entre plato y plato, hemos tenido nuestro postre. Desnudo y poblado, hemos comido y sorbido grandes dosis del néctar de su cueva. Y ella, instrumento pasivo de nuestra perversa imaginación, ha disfrutado de la intromisión […]