
Nuestra relación mejoraba, día a día. La mujer, joven e inexperta, se había convertido en una Diosa. Mi vida adquirió sentido. Con ella, no existía la monotonía ni el hastío. Decididos a seguir juntos, tomamos posesión del dinero, que había robado su padre, y como habíamos acordado nos lo repartimos a partes iguales. En cambio en menos de tres meses, nos habíamos aburrido de su madre, ya no nos divertía la sumisa en que se había convertido, era mas un estorbo que un entretenimiento, por lo que Lucia me pidió que le consiguiéramos una jubilación de lujo. Como buen yerno, […]