
Tras ese primer escarceo, no pudimos seguir ya que el oleaje que nos encontramos al salir a mar abierto fue tan intenso que no nos quedó otra que sentarnos y abrochar nuestros cinturones mientras Ricardo se lo pasaba en grande tras el timón. Inexperto en cuestión de navegación, me tranquilizó observar que su hermana no estaba preocupada y por eso la creí cuando comentó que, en cuanto pasáramos Costa Teguise, todo volvería a la normalidad. Aun así, no respiré hasta que las olas disminuyeron de tamaño y el yate dejó de saltar. ― ¿Quién quiere ir a tomar el […]