
CAPÍTULO 6 Ese viernes, me desperté abrazado por María y por su madre. Con una a cada lado, el calor de sus cuerpos desnudos terminó de avivar los rescoldos de la lujuria que me había dominado esa noche. Cada una a su estilo era una mujer bellísima por lo que mientras las admiraba no pude decidir cuál me parecía más atractiva. La madurez de Azucena era tan apabullante como sus pechos y no tenía nada que envidiar a la juventud de su chavala. Viéndolas dormidas ya resultaba complicado entender que ese par hubieran voluntariamente accedido a entregarse a un hombre […]