Reencarnación 5

Una nueva semana comienza, me levanto y me ducho, parezco llena de energía, he descansado mucho y me he divertido aún más, así que me pongo mi traje más elegante, y voy a trabajar tras desayunar.

Todos, incluido mi jefe David, me dicen que se me ve genial en la oficina, lo achaco a que un boy me ha quitado las penas como se deben de quitar. Regreso a casa tarareando el canal de rock que siempre llevo guardado en la memoria de la radio, y que nunca ponía ya que mi hijo lo detesta. Desde que o le levo y le traigo de la universidad, me siento más liberada, esa es la realidad.

Llego a casa y me cambio, sigo con camisetas viejas por el chupetón en mi cuello del tal Jimmy, que parece que no desaparecerá nunca. Hago la comida y recuerdo hacer un poco más mi invitado, que me confirma por mensaje que vendrá. Viendo el telediario esperando a que lleguen, y cuando aparecen, se repite mi mundo.

Carlos pasa de largo con un leve gesto con la cabeza, y Javier entra con una sonrisa enorme a saludarme al salón, con un polo negro y pantalones piratas de tela fina. Nada más verle, siento ganas de correr a sus brazos, y eso hago. Me recibe y me zarandea lleno de felicidad. Adoro que haga eso.

– YO: Hola Javier ¿Cómo estás? – digo cuando me deja en el suelo después de darme mi imperdonable beso en la mejilla.

-JAVIER: Puf, no sé, empiezo a notar eso de mariposas en el estómago y esas cosas que dicen las canciones.

– YO: Que te has enamorado, eso pasa, se te ve genial.

-JAVIER: Pues anda que tú, parece que te haya tocado la lotería.

-YO: Nada, que me divertí el sábado, y estoy feliz, por ti.

– JAVIER: Estupendo, fue un honor sacarte por ahí, y siempre que quieras me avisas, y te llevo a comernos la noche de Madrid. – sonrío sujetándole del brazo.

-YO: Eso está hecho…anda, ven a la cocina, ayúdame con la mesa y me dices que tal con Celia.

Me habla maravillas de la relación con ella, dice que quedaron ayer y tomaron unos helados junto a un parque, jugaron con Thor y se besaron un montón de veces. Llegó a subirla a su casa, y allí se dieron el lote, dice que casi se vuelven a acostar, pero con el perro por allí le daba reparos, y la acompañó a su piso. Desde entonces han estado hablando por móvil mucho tiempo. Se le ilumina la cara cada vez que dice su nombre.

Pese a que estoy contenta, y alegre, charlado distendida, cada vez que veo el brillo en sus ojos al mencionar a su ligue, debo forzar un poco mi sonrisa. Es algo que achaco a unos celos primarios, debido tal vez a que la atención que yo recibía, ha pasado a manos de una adolecente cualquiera, y me da rabia. Soy consciente de ello mientras en algún rincón de mi mente, una voz me susurra que hice lo correcto al alejar a Javier, y que todo está en orden y como debe ser.

Luego me cuestiono que si eso es cierto, por qué no dejo de intentar auto convencerme.

Comemos, y para mi regocijo, Carlos se va a su cuarto y Javier se queda en el sofá conmigo. Charlamos un buen rato, sobre lo que pasó, y lo que puede pasar. También se interesa por mí, y lo que hice cuando se fue él de la discoteca. Le digo que toreé a unos cuantos buitres, cosa que no es mentira, y que uno de ellos me dejara molestias vaginales dos días después, simplemente me lo callo.

Pasan un par de horas, y se acerca la hora de irse, me dice que va a sacar a Thor, que le gustaría que le acompañara, pero que va a buscar a la adolecente rubia que se benefició en mi cama, para dar una vuelta. Me cuesta tragar saliva desde ese momento, y escucharle hablar de todo lo que tiene pensado hacer, decir o pensar sobre la chica, me va sumiendo en un pequeño agujero. Asiento triste, cuando se levanta para irse, finjo más tristeza para que no se note la real y quede como una broma. Le acompaño a la salida y me da tal abrazo que me eleva del suelo, me come a besos dándome las gracias por lo del fin de semana, tratando de animarme, y se va.

Aguanto la sonrisa falsa el tiempo justo de volver al salón, noto una espesa bola de plomo subir por mi pecho, cuando llega a mi cara, me derrumbo en el sofá, empezando a llorar. Me odio, soy idiota e imbécil, debería estar feliz, Celia es buena para él, y a mí me evita un problema, pero siento rabia de que Javier tenga a alguien que no sea yo. Era mi chico, mi pequeña versión mejorada de Luis, mi galán, y lo he perdido a manos de una niña con un buen culo y poco más. Sabía que esto debía suceder, yo misma lo provoqué, lo que no esperaba era sentirme así de mal.

Me recompongo, no temo que Carlos me haya visto, he llorado mucho desde la muerte de mi marido y nunca ha venido a reconfortarme. Hago la cena y me centro en que mi vida no es solo ese joven, tengo más cosas. O debo encontrarlas. La idea de buscar al boy para que me dé mi ropa íntima, y estar tres días en su cama, se me pasa por la cabeza, pero tengo mi orgullo. Podría haberme tenido siempre que quisiera si me hubiera tratado mejor, y ahora irá follándose a la primera boba que caiga a sus pies, ha perdido la oportunidad de tener a una mujer de verdad, como yo. “Pero te abriste de piernas como todas”, me dice un remanente de mi conciencia.

Cenamos y me voy a acostar directa a la cama para olvidarme de todo. El problema es que pese a cambiar las sábanas, noto la fragancia de Javier todavía en mi cuarto, y al sentirla, mi cuerpo reacciona, rememoro aquella sala VIP, y saco el consolador para sosegarme. Me encuentro la sorpresa de que al metérmelo, no es que me haga demasiado, el muy cabrón de Jimmy me ha dejado un boquete de campeonato. Me cuesta un mundo lograr acabar en un orgasmo, pero una vez hecho, caigo rendida.

El martes es exactamente lo mismo que el día anterior, solo que Javier avisa de que no vendrá a comer, ha quedado, ¡Oh sorpresa!…con Celia. Qué asco la estoy cogiendo, está acaparándole.

Me olvido del tema y me dedico a mis labores, trabajo sencillo, comida, limpio uno de los baños por la tarde, y la cena. Me mando algún mensaje intrascendente suelto con el joven que me está matando de celos, no por él, porque sé cómo la estará tratando, lo bien que cuida de ella, y yo quiero eso para mí, tengo envidia, y mucha.

Me quedo en el sofá un par de horas, pero estoy revuelta del estómago, el periodo sigue acudiendo a mí, pese a no poder tener hijos. Es una faena mayúscula.

Entre el dolor físico y el emocional, me voy a la cama pronto, y lucho por quedarme dormida.

Llegamos a la mitad de la semana laborable, y paso el día mustia y marchita. Tomo un par de pastillas para la menstruación y aguantar a duras penas mi turno de trabajo. Al regresar a casa, compro un pollo asado para no tener que cocinar. En mi día gris, la única luz es saber que vendrá Javier, y cambio al camisón azul de satén, algo más provocativo y el tirante cubre el ya decreciente chupetón.

Cuando llegan, me sorprendo al recibir un beso de Carlos al saludarme, y tras él, el invitado se acerca con ímpetu alegre. Pero me ve el rostro, las ojeras o el mal gesto, me da un abrazo suave, y su beso calma algo mi malestar.

– JAVIER: Qué mala cara, Laura ¿Estás bien?

– YO: Sí, es sólo que me duele la tripa. – me mira y sonríe.

-JAVIER: Es una epidemia, a las chicas de mi piso también les duele la tripa un par de días al mes. – me hace reír, y una caricia suya en mi brazo me anima un poco.

– YO: Anda, vamos a comer.

Casi no pruebo bocado, se me cierra el estómago y no hay manera. Carlos insiste en hablar de un tema de la universidad, y llega un momento en que su tono de voz me taladra la cabeza. Me excuso, voy a recoger mi plato para marcharme, pero Javier me coge de la mano y me dice que no me preocupe, él se ocupa. Se lo agradezco con una mirada tierna, y me marcho al sofá, dejándome caer.

Pasa un buen rato en que escucho a los dos hablar, comer, limpiar y fregar los cacharros. Me asombra que sea capaz de hacer ayudar a mi hijo, yo no lo logro desde que cumplió los catorce años.

Escucho la puerta del cuarto de Carlos, y creo que se han ido a seguir charlando, pero una figura emerge a mi lado. No me hago ilusiones de que sea mi pequeñín, y asumo que es el dueño de la nariz ladeada que tantos dolores de cabeza me está provocando.

– JAVIER: ¿Cómo te encuentras?

– YO: Mal, la verdad, pero no te preocupes.

– JAVIER: ¿Qué puedo hacer? – sonrío generosamente, y le hago una carantoña en el brazo.

– YO: Nada, esto se me pasa hoy, y ya mañana como nueva.

-JAVIER: ¿Le traigo una pastilla o…?

-YO: Sí ya me la he tomado, toca lidiar con ello. En serio Javier, gracias, pero no hace falta.

-JAVIER: Vale, pero si necesita lo que sea, avíseme, que ya sabemos que Carlos no está muy por la labor. – debería pensar que, un chico que conozco de apenas un mes hable así de mi hijo, está mal, pero no es así.

-YO: Anda, ve con él y pasarlo bien.

-JAVIER: Bueno, es que en realidad me iba ya, tengo un trabajo importante y quiero recoger mi cuarto, mañana se ha ofrecido a sacar a Thor una de las chicas de mi piso, y quiero aprovechar para estar con Celia – sospecho que para volver a tener sexo con ella – Así que mañana tampoco podré pasarme a comer, lo siento, pero creo que es mejor ya que así no la molesto en estos días.

-YO: No es molestia, Javier, y te agradezco el detalle, pásalo bien con esa afortunada chica. – quiero parecer dulce, pero me sale un tono seco e hiriente.

-JAVIER: Está bien. – amaga irse, pero le paro.

-YO: Tú no te vas sin despedirte como dios manda. – me pongo en pie y sonríe ayudándome.

Notar su cuerpo y cómo me protege con sus brazos, me reconforta, es casi magia, o un efecto placebo. Me besa la mejilla diciéndome palabras de aliento, y noto sus manos frotándome los costados con una ternura muy dulce. Le dejo irse tras al menos quince segundos de abrazo en los que no se ha apartado ni un instante, ha durado lo que yo he querido, y lo que necesitaba.

Se va y me recuesto más entera sobre el sofá. Algo ha hecho, no sé el qué, pero caigo frita sobre un cojín, y descanso como no he podido en varios días. Al despertarme es tarde, y debo apurar algunas tareas de casa. La cena la pido a domicilio, un poco de comida china, y a la cama, a aprovechar el bienestar que me ha dejado la visita de Javier.

Al levantarme el jueves mi tortura se ha acabado, ya no necesito pastillas ni tampones. Me pongo una buena falda corta de traje y me voy a trabajar llena de alegría. Al salir llego a casa y me ducho, el calor de inicios del verano hoy era insoportable, y tras comer con Carlos, que llega algo apurado, me preparo para otra tarde endeble y sosa.

El móvil me suena, y al ver nombre de Javier, recuerdo que debería estar con Celia ahora mismo.

-JAVIER: Hola Laura, lamento molestar.

-YO: Nunca molestas, ¿Que tal estás?

-JAVIER: Bien ¿Y tú de lo de ayer?

– YO: Como una rosa, ya te dije que era solo el día.

-JAVIER: Me alegro mucho, pero debo ser sincero, necesito tu ayuda.

-YO: Dime, Javier, me estás asustando.

-JAVIER: No, mujer, pero recuerdas que te conté lo del plan con Celia, ¿No? – gruño más que decir “Sí.”- Es que a la chica que iba a pasear a Thor le ha surgido un imprevisto y no puede, Celia viene en un rato, y parece ilusionada con…con que lo hagamos otra vez, no quiero que se chafe por el animal, pero he llamado a los pocos en los que confío y nadie puede hacerse cargo, eres mi última esperanza, no quería inquietarte sabiendo que estabas mal pero… ¿Qué hago, anulo el plan o…? .

Su tono de voz es lastimero, y algo me grita que le diga que lo cancele, pero suspiro, solo es un joven pidiéndome consejo y ayuda, así que cierro los ojos, diciéndome a mí misma que así ellos fortalecen su relación.

– YO: No, tranquilo, me paso ahora y le doy un buen paseo, para que te luzcas.

-JAVIER: Madre mía, Laura, eres mi pequeño ángel guardián, te debo la vida.

– YO: Me debes un buen baile la próxima vez, que en vaya jaleos me metes. ¿Me paso ya?

-JAVIER: En cuanto puedas, Celia está al caer.

– YO: Voy volando.

Casi salgo en camisón a la calle, pero regreso, y me pongo encima un sujetador de encaje del mismo color que mis braguitas, un top amarillo y una falda ligera de flores rojas hasta las rodillas, zapatillas cómodas y con la coleta de pelo más simple, voy a por el coche. Si quiero llegar antes que su chica, debo ser rápida, así me evito pensar demasiado sobre esa sensación seca del paladar que tengo, una muy común cuando haces algo que no quieres hacer, pero lo haces de todas formas.

Aparco como puedo, llamo al portal y Javier me dice que suba. Lo hago veloz, y llego transpirando y agitada, pero lo que veo al entrar en su cuarto, me deja impresionada.

El chico ha recogido la leonera que tenía, está todo para foto de revista, y ha preparado un camino de pétalos de rosas por el pasillo hasta su cama, con unas velas aromáticas y un poco de música sensual. El chaval se ha lucido, y si Celia no se lo come entero por el detalle, es idiota. Encima se ha puesto el pantalón y la chaqueta de un taje negro, con una camisa blanca, y está guapo a más no poder.

– YO: Ya estoy aquí ¡Vaya lujo te has pegado con ella!

-JAVIER: Ya, es que no sabía qué hacer, y me ha parecido bonito.

– YO: Pues le va a encantar….pero date prisa, ¿Dónde está Thor?

– JAVIER: Le he tenido que meter en el baño, se estaba comiendo las rosas el muy bestia. Toma la correa y las llaves para que lo traigas en….no sé, ¿Una hora? – me mira como si yo supiera cuánto va a tardar.

Encima debo darle consejitos, me repatea el estómago.

– YO: Hombre, Javier, ya que te has esforzado, dedícala un par de horas, no vayas al mete saca sin más, juega un poco, preliminares, y luego os quedáis abrazados en la cama. Dila lo importante que es para ti, que es muy especial, y que le das las gracias por compartir la cama contigo. – me río al ver a Javier tomando nota mental.

– JAVIER: Vale, pufff, estoy casi más nervioso que el otro día. – le abrazo, y le acaricio la cara.

-YO: No seas bobo, se le van a caer las bragas al suelo nada más entrar en la habitación. – soy algo brusca, quiero que se ría, y lo logro.

– JAVIER: Muchas gracias por lo del perro, llévalo al parque y juega con él, no sé…- le suena el móvil y lo mira, es un mensaje. – Mierda, es ella, corre, coge a Thor y vete.

La situación se vuelve irrisoria, el animal sale empujado casi de casa sin comprender por qué Javier no sale, y me cuesta tirar de él hasta la calle. Me cruzo con Celia, que va con un vaquero marcando su espectacular trasero, y un mini top rojo. Ni me ve, debe estar pensando toda ilusionada que va a tener un polvo rápido, y no sabe el regalo que le va a hacer, no conozco muchos que hagan cosas así por las chicas que acaban de conocer.

Me centro en el potro desbocado que tengo entre manos, Thor no debe pesar menos de 40 kilos, y tira como un burro hacia lo primero que le llama la atención. Me enfado cuando casi cruza una calle por perseguir una bolsa de plástico, y le chisto firme, como recuerdo que hacía su dueño. Me quedo petrificada al ver que el animal se da la vuelta, se coloca a mi lado, y se sienta, obediente. Javier tiene mano para educar bestias, este perro y mi hijo son la prueba.

Con más calma y recordándole quien manda, nos acercamos a un parque, y allí le suelto. Sale despedido a corretear tras otros tres perros más pequeños, y se pasa media hora dando vueltas.

Trato de no pensar en que posiblemente, Javier y Celia están ahora mismo retozando, me cruzo de piernas y brazos, hasta pongo morritos, tengo la sensación de que estoy haciendo el imbécil, no solo le ayudo a ligarse a otra, sino que encima le ayudo a tener sexo con ella. Me tengo que convencer de que es lo apropiado, pero a mí, Luis me hacía detalles como el de las rosas, y no salíamos de la cama en toda la noche. Dudo que esa cría sea capaz de aguantar un par de horas.

Dejo de compararme con ella en una hipotética carrera sexual, y voy a por Thor. Creo que no ha dejado un solo árbol sin mear, o alguien a quien no le haya olfateado, es tanta su seguridad en sí mismo, que no se preocupa o achanta por nada, ni cuando dos mastines se le encaran. Corro a cogerlo y apartarlo de la posible gresca, y me lo llevo a dar una vuelta.

Llegamos al parque del oeste, un bosque urbano pegado a Madrid, lleno de pendientes, caminos de tierra y césped, donde acuden jóvenes a beber alcohol y drogadictos a pincharse cuando oscurece, pero durante el día es un agradable lugar. Al ser un emplazamiento más amplio, juego con la pelota de tenis desgastada con el animal, que parece en un estado de felicidad constante. Hasta hago carreras con él, estoy en buena forma y aguanto el ritmo, ya que tiene una zancada larga y poderosa. Nos acercamos a una fuente y uso mis manos de cuenco para que beba. Su larga y áspera lengua me hace cosquillas, y me salpica de agua el top, para colmo me da con el hocico y me tira al suelo, una vez sentada, se acerca y me lame la cara para agradecérmelo. Trato de evitarlo pero es que su ímpetu me hace reír.

De regreso, me doy cuenta de que es algo tarde, está oscureciendo y esa zona de noche es un poco peligrosa. Me cruzo con grupos de adolescentes borrachos, pero mantienen las distancias en cuanto aparece Thor, su figura y planta son temibles, parece que entiende que debe protegerme y me pone en alerta de algunas sombras que yo no veo, dedicándoles un único y potente ladrido. Nadie se me acerca a menos de cinco metros, y salgo del parque. Han pasado unas tres horas, y miro el móvil. Javier me ha mandado un menaje, dice que en un rato Celia se irá, y que puedo volver.

Espero que el trayecto hasta su casa dure lo suficiente para no verla, hasta camino despacio y me detengo a comprarme un helado de nata tipo sandwich , que me encantan, pero al llegar al piso, aún está en casa. El perro salta alegre sobre Javier al entrar en el cuarto, y parece decirle que se lo ha pasado bien conmigo, mirándome y jadeando feliz mientras corretea de uno a otro, obviando a Celia, cosa que me saca una sonrisa.

Javier, besa a su chica, que está en una nube, debe tener la misma cara que yo al salir de la zona VIP, y me dedica un saludo fugaz antes de irse de la casa. No sé si irme tras ella, pero me quedo en el pasillo trasteando con Thor, oliendo el aroma de sexo que hay en el ambiente, mientras el joven parece moverse por el cuarto. Al poco rato, sale con una camiseta y un pantalón corto.

– JAVIER: Hola Laura, mil gracias.

-YO: Nada, ha sido un placer, es una gozada sacar a este animal

– JAVIER: Es un trozo de pan.

-YO: Bueno, ¿Y por aquí que tal? – se le escapa una sonrisa grande.

-JAVIER: Ha sido genial, le ha encantado lo de las rosas, y como es un poco atrevida… me gusta, compensa mi timidez en algunas cosas.

-YO: ¿Y después?

-JAVIER: Me he quedado pegado como una lapa a ella, se reía y me apartaba cuando la acariciaba y la besaba por el vientre…ha sido…no sé, me gusta. – el brillo en sus ojos me emociona, realmente está enamorándose de Celia.

– YO: Pues sigue así, con estos detalles, y la tendrás a tu lado para siempre…. ¿Habéis hablado de ser novios ya? – tose y sonríe.

– JAVIER: No, bueno…es que tampoco quiero incomodarla…va un poco por libre, a su ritmo.

– YO: No seas tonto, pídele salir, hazlo oficial, así dejara de buscar a otro, ya tiene al mejor chico que he conocido. – su abrazo tierno me eleva, estoy sucia y pringosa por Thor, pero me siento mejor que nunca cuando me aprieta ente sus brazos.

– JAVIER: Laura, te quiero, eres la mejor, si me pillas con tu edad, tú no te me escapas.

– YO: Anda, bobo, que no me hacen falta galanterías. – me río, pero me he puesto colorada como un tomate. No ha sido lo que ha dicho, ha sido el tono, iba totalmente en serio.

Me encanta ese instante previo a que me abrace, alzo mis bracitos y noto sus manos rodeándome, es algo placentero, y no puedo entender la diferencia entre que sea él u otra persona, pero lo siento diferente. Sus dedos me acarician y me doy cuenta de se traban con mi sujetador, a lo que él suelta un gemido mustio.

– YO: ¿Qué pasa? – le digo al despegarnos.

– JAVIER: Nada…es que…el otro día se desnudó ella, pero hoy, con el tema de las carantoñas y tal…pues que la he desnudado yo…y con el sujetador…me he liado. – está rojo, parece querer pedirme ayuda con el tema, pero no le salen las palabras.

-YO: ¿Tan torpe eres? Si eso sale con nada. – al decirlo solo logro que agache la cabeza avergonzado.

– JAVIER: Es que yo no me los pongo y quito a diario, y me he quedado como un idiota intentando abrir una caja fuerte, y se ha reído un poco. – mi sonrisa no le cambia el rictus.

– YO: Eso se aprende con la experiencia, ya se te dará mejor…- mi comentario no parece convencerle.-… o puedes ensayar.

– JAVIER: Claro ¿Le pido a las mujeres que me dejen quitarla el sujetador para entrenar…? – ironía al canto.

– YO: No, bobo, digo que te hagas con uno y lo pruebes, no sé, lo puedes poner en la almohada o un cojín… venga, yo te enseño.

– JAVIER: ¿Y de dónde saco uno?

– YO: Cógeselo a tus compañeras de piso.

– JAVIER: No, por dios, qué vergüenza, ¿Y si se enteran?

– YO: De verdad, qué complicado lo haces todo… pues ya que estoy aquí, usamos el mío. – quería evitar esa opción, pero el chico está tan avergonzado que parece que tenga que dárselo todo hecho.

– JAVIER: Va…vale, gracias, y perdóname, es que me pongo muy nervioso y no quiero meter la pata con la chica.

– YO: Anda, aparta y deja que me siente en la cama, que en vaya jaleos me metes. – quiero parecer algo molesta, pero tengo que fingirlo, pensar en él desnudándome me saca una sonrisa.

Me siento al borde de la cama, de lado, dejando el bolso en el suelo. Javier se sienta detrás, hacia mí, noto sus rodillas rozarme el trasero pero veo de refilón que se aparta y se frota nervioso las manos con el pantalón corto. Sería adorable si no estuviera haciendo yo lo mismo con la falda. Me aparto la coleta en un hombro y me llevo las manos atrás, doblándolas de forma natural.

– YO: ¿Ves? Es muy sencillo. – digo cogiendo del cierre y abriéndolo con la habilidad que da la práctica. Luego lo cierro.

– JAVIER: Joder, si es que parece fácil, pero no me sale.

– YO: Prueba tú. – es una orden, pero tarda en obedecerla un par de segundos.

Noto sus manos palpar sobre el top amarillo, y coge del cierre, pero una de las manos tira pillando de los dos lados, logra sacar una de las argollas, pero la otra queda unida. Así que vuelve a intentarlo, y no sé cómo se las apaña, que me lo ha vuelto a cerrar. Vuelve a la carga, esta vez lo coge bien, pero pese a hacer el gesto, no logra sacar ninguno, le escucho bufar, y acaba rindiéndose.

– JAVIER: Si es que soy un patán.

– YO: Que no, es solo repetición, otra vez.

Sus manos enormes no ayudan con algo tan delicado, noto los tirones apretándome el pecho, pero tras un momento de saturación, sale. Le felicito, pese a que parece igual de abochornado, y le insto a que lo cierre. Tarda casi el doble, y debo aguantar las ganas de gemir por la presión, no quiero agobiarle aunque me ahogue.

Una vez atina a ponérmelo, le digo que lo quite otra vez, y así, hasta que tiene el gesto cogido, su habilidad y sus tiempos mejoran. No sé cómo he terminando haciendo esto, estaba enfada y cabreada, no me gusta ser el plan de emergencia para cuando Celia y él quieran echar un polvo, ya le dejé mi casa y hoy saqué al perro. Y aquí estoy de todas formas, enseñándole a abrir sujetadores. Me digo que forma parte de mi “plan maestro” de conseguir que tenga una relación estable con otra, pero si fuera así, ahora mismo no sentiría un cosquilleo de emoción en la tripa.

– YO: Genial, Javier, es que te preocupas por nada.

– JAVIER: Ya lo veo, es que…puf, son cosas que no sé manejar.

– YO: Pues toma, sigue practicando. – con la mayor naturalidad del mundo, meto la mano por mi escote y saco el sujetador blanco de encaje, para dárselo.

– JAVIER: Laura, no puedo…es tuyo. – pienso en que, con este, ya serian dos sostenes perdidos en pocos días.

– YO: Si no vas a pedírselo a ninguna otra, pues no te queda remedio. – lo coge, y trato de no pensar en si nota el tibio de mis senos en él.

– JAVIER: Vale, pues ensayaré, pero te lo devolveré.

– YO: Así sea, y escóndelo bien cuando venga Celia…

-JAVIER: ¿Por qué lo…? – se calla comprendiendo el motivo. No ayudaría mucho encontrarte un sujetador de otra en la habitación de tu chico.- No sé qué haría sin ti.

– YO: Pues meter la pata, que eres un desastre… pónselo a algo, y te enseño.

Tarda un momento en reaccionar cuando me doy la vuelta, no es habitual en él mirarme así los pechos, pero al fijarme, tengo los pezones marcados en el top. Me ruborizo, y le doy normalidad a la situación, poniéndome en pie rodeándolo.

Cogemos la almohada, y se lo pone torpemente, luego se lo quita con algo de maña, pero se sigue trabando, y para ponerlo es más lento aún. Algo me pide a gritos que le ayude, y me pego a su espalda, cojo sus manos y le guío, pero como es tan alto tengo que pegar mis senos a su nuca, yo lo sé, y el más, pero casi sin parecerlo, acomoda su cabeza entre mis pechos. El roce mientras le adiestro, me está matando, siento lava entre mis piernas, y tengo una sola idea en la cabeza, “¿Si me tiro encima suya y le beso, me rechazaría?”

Aguanto como puedo hasta que lo hace casi mecánicamente. Ahora le hago darle la vuelta y hacerlo como si la abraza, para quitárselo y ponérselo. Es un gran chico, aprende con facilidad, y en menos de media hora le veo preparado, y me alejo sentándome a su lado, con las piernas dobladas sobre su cama, y apoyando la espalda contra la pared. Le miro embelesada, y sé que si fuera Jimmy, o cualquier otro varón, se daría cuenta de que estoy a punto de desnudarme y dejar que me haga todo lo que desee, pero él no. Está concentrado en su tarea, sin entender que la sonrisa que le dedico cada vez que me mira, pidiendo evaluación, no es de complicidad, si no para esconder el fuego que hay tras la fachada. No voy a poder seguir mucho tiempo más así.

-YO: Ya está bien, creo que ya le has pillado el truco.

-JAVIER: Si, eso creo. Muchas gracias, Laura, eres un sol, no sé como agradecértelo.

-YO: Ya que se te da tan bien, podrías devolverme mi sujetador…- le digo cuando le veo trasteando con él en sus manos.

– JAVIER: Ah, sí, toma perdona. – su forma tan inocente de dármelo, sin jugar ni bromear, tan diferente al boy de la discoteca, me hace ver la distancia entre un hombre y un crío. Javier es muy educado e inteligente, pero no es un varón hecho y derecho.

– YO: ¿Quieres ponérmelo? – digo algo incrédula antes de decirlo.

-JAVIER: No, creo que ya me he quedado con todo, me salgo para que te lo pongas tú. – ni tan siquiera me da tiempo a decirle que no hace falta que saliera para ponérmelo yo.

Ha sido como un baño de agua fría, toda la excitación del momento se ha desvanecido, y ahora la sensación que me ha dado, es que está tan embelesado de Celia, que no se ha dado cuenta del juego al que quería arrastrarlo, cuando antes hubiera entrado al trapo sin problemas. “Mierda, le he perdido, ya no me ve con ojos de amante, sino que ahora soy su amiga y nada más.” Pese a que es lo que quería, no puedo evitar desilusionarme, y sentirme mal por ello.

Me pongo el sostén, algo confundida, y cojo mi bolso para salir disparada de allí. Me cruzo con Javier, que me abraza, la calidez con lo que hace no me facilita nada marcharme, quiero volver a sentirme viva, y solo lo logro estando con él, pero mi mente racional me lleva en otra dirección y tras recibir mi beso, le suelto y me voy a casa.

No puedo reprimirme, y al regresar en el coche, debo aparcar y echarme a llorar aporreando el volante. Siento odio, envidia, celos y ahora una rabia incontrolada al entender que es culpa mía. Sólo tendría que haber seguido jugando, y Javier sería mío, pero tuve que ir de madura y seguir las normas. Ahora otra chica tiene lo que yo quiero, deseo, merezco y para colmo, es gracias a mí intervención directa.

Me sereno para regresar a mi piso, me doy una ducha templada poniéndome un camisón, y quedándome plantada con el sujetador entre las manos. Ceno con Carlos, que parece muy emocionado con la chica nueva, hasta habla de traerla a casa un día para que la conozca.

Tras comer algo, me voy al sofá, y reprimo las ganas de hablar con Javier, sé que si le escribo un mensaje contestará, pero ahora mismo estoy dolida, y él no parece darse cuenta. Claro ¿Cómo podría? le puse la cara colorada por ganar al juego que empecé yo con él, y ahora le consigo chica…ni se imagina cuanto deseo que la mande a la mierda, que no me haga caso de lo que dije, que venga a mi puerta y me diga que me quiere, y que me funda en su pecho en un abrazo que termine en un beso de película.

Me voy a la cama deshecha emocionalmente, y vuelvo a llorar, pensando en que debería haberle besado, estaba en su cama, medio tumbada, sin sujetador, no hubiera sido nada difícil, pero no lo hice, y ahora pago las consecuencias de la responsabilidad.

Esa palabra parece ser como aviso de carretera por mis pensamientos, cada vez que dejo ir mi imaginación hacia donde yo quiero, salta un aviso “Responsabilidad”, y tras varios kilómetros en mi mente, me asalta una duda, es apenas una idea insignificante, pero está ahí, imborrable. ¿Qué responsabilidades tengo? Mi hijo está educado, y Javier es tan mayor de edad, como yo libre de estar con quien yo quiera. La nube de razonamientos me deja exhausta, y me quedo dormida con restos se sal de mis lagrimas en los ojos.

Continuará…

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