Llegué a casa de Adrián unos 20 minutos después de su aviso. Lo encontré tal cual le había ordenado: Las manos atadas, los ojos vendados y con auriculares en sus oídos. Tenía el celular al lado suyo y, lo más importante, su pene totalmente erecto, con las venas marcadas y a punto de explotar. Adrián gemía y movía su cadera, buscando un alivio que le sería imposible conseguir.

Después de comprobar que efectivamente no había notado mi presencia me cambié y preparé para saludarlo. Verlo en ese estado de excitación no me fue inocuo y aumentó mi ya mucha calentura. Me sentí nuevamente poderosa. Mi mente solo pensaba en las formas en que podría jugar con él y en las que me satisfacería. Antes de sacarlo de su trance le tomé algunas fotografías más.

Sabía, visto su estado, que no resistiría mucho sin acabar en cuanto lo tocara. Lo que no esperaba era su angustia por pensar que me había defraudado. Por supuesto que no necesitaba el baño, pero me pareció una buena forma de que se relajara. Además quería que empezara a adorar mi cuerpo y nada mejor para eso que hacerlo mojada.

La ducha fue una delicia. Le ordené que me bañara y le permití tocar todo mi cuerpo. Lo primero que hizo fue agacharse y besar mis dos nalgas. Me enjabonó las piernas y después siguió por mi espalda, comenzando desde mis hombros y dándome un masaje mientras me higienizaba. Mi pelo mojado llegaba hasta arriba de mi cola, con lo que tuvo que tomarlo con una mano mientras la otra recorría despacio mi columna. Luego me tomó de la cintura y empezó a limpiarme la panza y el ombligo al tiempo que me besaba el cuello. Cuando sus manos subieron a mis tetas me giré y nos besamos con pasión. Para ese momento su miembro ya estaba listo nuevamente. Una vez que terminó con mis pechos me susurró que ahora vendría lo mejor.

Limpió con devoción mi cola. Una vez que me enjuagó empezó a besar mis nalgas, mientras me acariciaba mis labios exteriores con la yema de sus dedos. Yo sonreí despacio y lo apreté contra mí con mis dos manos. Debo confesar que me encantaba tenerlo tan dócil adorando mis nalgas. Sus besos fueron ganando intensidad al mismo tiempo que sus dedos iniciaban una pequeña exploración de mi vagina. Después comenzó a penetrarme mientras mordisqueaba mi trasero o la parte baja de mi espalda. Yo gemía cada vez con mayor intensidad. Una vez que estuve lo suficientemente caliente me giré. Primero lamió todo el exterior de mi sexo de arriba abajo. Repitió la lamida con su lengua ingresando tímidamente a mi interior. De a poco los lengüetazos fueron transformándose en chupones. Simultáneamente yo me fui acomodando al borde de la bañera, con el agua cayendo a su espalda. Tenía los ojos cerrados y respiraba cada vez más agitada. Me comía la concha sin prisa, permitiendo que ambos disfrutaramos. En un momento se detuvo y levantó su rostro, mirándome a los ojos

– Soy suyo ama – dijo con adoración

– Lo sé perrito – contesté acariciando su cabeza.

Volvió a acercar sus labios a los míos y siguió con su trabajo al mismo ritmo en que lo estaba haciendo. Yo ya no separé mis manos de su cabeza. Concentraba sus lamidas y chupones en mi clítoris, aumentando la velocidad con la que el aire entraba y salía de mi cuerpo. Empecé a gemir cada vez más fuerte hasta que, apretándolo firmemente contra mí, tuve un fantástico orgasmo.

Al igual que la otra noche siguió ocupándose de mi entrepierna hasta que le ordené que parara. Esta vez lo detuve antes de empezar a excitarme de vuelta. Le indiqué que se levantara y lo besé. Pude observar de reojo antes de besarnos que su miembro se encontraba ya totalmente erecto. Lástima que ese día no fuera a poder acabar de nuevo, aún sabiendo que ni por casualidad la media eyaculación que había tenido era suficiente para que estuviera satisfecho.

Le ordené que saliera y se secara primero. Después tendría que secarme. Lo hizo con dedicación y mimo, aprovechando otra vez para besar mis nalgas cuando secó mi cola. Luego le indiqué que me vistiera con el atuendo que había dejado sobre la cama: el conjunto de lencería blanco que le había prometido que usaría. Me colocó primero la bombacha. Estaba arrodillado a mis pies. Sus labios se anticipaban al camino de las yemas de sus dedos, los cuales me acariciaban a medida que la suave tela ascendía por mis muslos. Al llegar su boca a mi entrepierna empezó a besarme con mayor pasión. Esta vez no lo detuve. Al notar esto se envalentonó y comenzó a penetrarme con la lengua. Cerré los ojos y apoyé una mano en su cabeza. Adrián seguía agarrando mi ropa interior. Me senté en la cama al sentir la falta de apoyo que teníamos. Ya más cómodos sus lamidas fueron ganando profundidad dentro de mí, chupándome cada vez con más ahínco. Cuando alcanzó una intensidad adecuada le indiqué que siguiera así; después de haber acabado en el baño no me hubiera resultado gozoso que me diera placer de la misma forma. El ritmo pausado que estaba teniendo fue calentándome de a poco y casi no me di cuenta cuando empecé a gemir y apretarme despacio las tetas. Si fui conciente de que a medida que me acercaba a mi corrida mis caderas comenzaron a bailar adelante y atrás sincronizadas con la boca y lengua que recorrían mi entrepierna hasta que exploté en un fabuloso orgasmo, no tanto por la intensidad como por la duración del mismo.

Adrián siguió lamiéndome despacio hasta después de que terminaran mis espasmos de placer. Antes de separarse por completo de mi dio un suave chupón a mi clítoris. Yo me acosté en la cama, con las piernas colgando del borde y mi bombacha por los muslos. Estaba muy satisfecha en todo sentido. Mi perrito se quedó arrodillado en el piso, mirándome con adoración.

Luego de descansar unos minutos me levanté despacio. Al verme Adrián bajó inmediatamente su mirada, evitando verme los pechos.

– Podés mirarme las tetas si querés – dije con una sonrisa y mientras terminaba de acomodarme la bombacha.

– ¿Vos qué querés mi ama? – preguntó interpretando tal como quería la forma de hablarle, estirando y enlenteciendo las últimas palabras

– A mi me excita mucho ver cómo te resistís – tragó saliva y cerró los ojos. A pesar de esto su miembro creció y palpitó con fuerza – y como anteponés mis deseos a los tuyos – contesté acercándome a él – Seguí haciéndolo y siempre voy a recompensarte – le ordené que se parara sin abrir los ojos. Lo rodeé con mis brazos y besé con pasión, acercando nuestros cuerpos mientras nos besábamos. Lo rocé con mis pezones, haciendo que un gemido intentara escapar de entre sus labios. Segundos después apreté su muy erecto pene entre mi ombligo y el suyo – abrí los ojos y no dejés de mirarme a la cara – me hinqué despacio hasta que mis tetas quedaron a la altura de su pija. Vi que con esfuerzo cumplía mi orden. Desvié mi mirada unos instantes para acomodar mis pechos alrededor de su paquete – si acabás o me mirás las tetas no vas a volver a correrte en un mes, ¿está claro?

– Aha – logró asentir con dificultad.

Apreté suavemente y empecé a subir y bajar. Adrián emitiá bufidos de placer y cerraba los ojos. Mucho antes de llegar al minuto me pidió que parara. Relenticé mis movimientos pero no los detuve. Entre gemidos y suspiros me rogaba que me detuviera que no podía aguantar más. Estaba a punto de rendirme a sus plegarias cuando me di cuenta que en ningún momento me pidió acabar. Ese pensamiento sacó a relucir mi lado sádico. Le dije que debía aguantar un minuto más y si lo hacía le daría el mejor orgasmo de su vida, aunque omití decirle que no sería esa noche.

Lo vi sufrir y retorcerse durante 60 segundo. Cada instante que pasaba estaba segura que su pene reventaría con fuerza sobre mi y a cada instante me excitaba más al ver que no lo hacía. Terminado el minuto me detuve. Adrián jadeaba. Una gota de líquido brillaba en la punta de su miembro. Se estremeció de placer cuando la recogí con mi dedo índice derecho. Lo empujé sobre la cama y salté encima suyo. Bajé mi bombacha y lo agarré con fuerza de la cabeza, llevando mi sexo a su boca. Antes de que pudiera ordenárselo su lengua recorría ansiosa mi interior. Enseguida estaba gritando poseída por el placer que emanaba de mi vagina. Me desplomé a su lado al acabarse mi orgasmo. Adrián respiraba con dificultad, tanto por su propia agitación como por la falta de aire que le había provocado atrapándolo entre mis muslos. Su pene seguía palpitando. Una vez que me recuperé lo besé con dulzura. Su miembro continuaba erecto, pero ya no estaba a su máxima extensión.

Pude ver un aire de recriminación en su rostro. Aunque no lo manifestó verbalmente tampoco borró su expresión inmediatamente como el otro día. Debido a esto creí oportuno hablar con él y recordarle las reglas, para que no se decepcionara nuevamente en el futuro. Llevé mi mano a su aparato y empecé a masturbarlo despacio, casi distraídamente.

– No mentí cuando te dije que te iba a dar el orgasmo más potente de tu vida – dije mirándolo a los ojos – solo que no va a ser hoy. Para que esta relación funcione tenés que confiar 100 por ciento en mi – lo apretaba con suavidad, provocando una mayor erección pero sin acercarlo a correrse – y aceptar que lo que yo decida es lo correcto, aunque pienses que estoy equivocada.

– Perdón Laura – aunque cueste creerlo me gustó que me llamara “Laura” y no “ama”. Era el momento de que actuara como novio – Estoy algo frustrado y la excitación acumulada no me ayuda a tolerarlo mejor – Estaba agitado, tanto por su calentura como por el esfuerzo que hacía en no bajar sus ojos a mis pechos.

– Vas a tener que aprender a lidiar con la frustración sin que yo siquiera note que estás desilusionado – volví a besarlo – ya te demostré que puedo hacerte gozar como nunca lo hiciste en tu vida, pero para hacerlo necesito que estés entregado totalmente a mí – intentó hablar pero lo callé con un dedo – nadie te obligó a aceptar mi propuesta, pero ahora que lo hiciste no te podés arrepentir.

– No me arrepiento.

– Eso espero perrito – Me levanté y le di la espalda – ahora terminá de vestirme y más te vale que ni me roces las tetas.

Se levantó y colocó detrás de mi. Antes de subirme el calzón dio un beso en cada nalga, aplacando algo mi fastidio. Se paro y antes de ponerme la parte superior del bikini me rodeo con sus brazos, pego su paquete a mi cola y me susurró

– Perdón por no agradecerle haberme dejado colocar mi pene entre sus tetas. Toda mi concentración estaba puesta en no acabar – Su disculpa terminó de ablandarme, aunque no por eso se iba a salvar de su castigo.

– Ahora que hiciste las dos cosas, ¿qué te resultó más placentero?

– Es difícil decirlo – dijo después de unos segundos – espero que no me malinterpretes – seguía buscando ganar tiempo – Me costó disfrutar hoy por el miedo que tenía de acabar.

– Eso es todo lo que vas a tener con mis tetas – sonreí con malicia.

– Gracias ama – besó mi cuello.

– Además el otro día tampoco te dejé acabar inmediatamente.

– Puede ser, pero también estaba más lejos de mi límite.

– Mmmmmm no sé. Yo te notaba muy cerca y cuando te corriste fue bastante intenso – entre la excitación acumulada y el recuerdo del día anterior su pene volvió a ponerse a tono – pero si querés hacer una comparación completa podemos hacerla ahora – pegué mi cola a su palpitante miembro

– Ufff. No creo que pueda aguantarme.

– Yo creo que si – empecé a moverme despacio

– Ama por favor

– Eso de aguantar se te da bastante bien – ladeé mi cuello y llevé una de sus manos a mi entrepierna. Recordando lo hecho la última vez empezó a besarme despacio, marcando el ritmo de mi cola con sus dedos y sus besos.

– Mmmmmm aprendés muy rápido – mordió mi cuello y mi oreja – seguí hasta que acabe perrito.

Adrián gimió con fuerza antes de continuar complaciéndome. Tal como la otra vez cambiaba sus movimientos para evitar correrse. A pesar de ya haber acabado varias veces ese día seguía muy excitada, con lo que no tardé mucho en alcanzar un nuevo orgasmo. Adrián gemía y jadeaba. Su pene estaba a punto de reventar pero milagrosamente no lo hizo. Aún estaba algo agitado cuando le pregunté.

– ¿Y?

– Ufff – exhalo buscando recuperar aire – con la cola podemos disfrutar los dos – se detuvo un segundo para respirar – lo que es imposible con tus tetas. Creo que solo con eso es suficiente para preferir tu trasero.

Sonreí satisfecha. Estaba logrando que adorara mi cola como lo hacía con mis pechos. Ya no porque se lo pedí, sino porque así lo deseaba. Me acomodé bien la ropa y me separé de él. Ante su atenta mirada di una vuelta y le pregunté si en persona se veía igual que en las fotos. “Mejor” contestó sin dudarlo. Le sonreí nuevamente y me acerqué a besarlo, rodeándolo con mis brazos. Pude sentir su miembro reaccionar a mi beso. Me encantó saber que estaba así. Yo ya estaba más que satisfecha, con lo que decidí que el sexo se acabaría por esa noche.

– Pidamos algo de comer y veamos una peli – concluí

– ¿Y quien va a bajar? – preguntó esperanzado de que no lo hiciera bajar desnudo.

– Vos – respondí disfrutando de su cara de susto – con la ropa que te dejé sobre la cama – tragó saliva al ver que se trataba del corset del otro día, pero no se atrevió a desafiarme – si querés te podés poner una remera arriba, aunque vas a tener que pagarme por eso.

– ¿Cómo te tendría que pagar?

– Ya se meva a ocurrir algo – sonreí para mis adentros, ya que tenía claro el castigo que le daría – ¿no me darías algo de tomar?

– Andá a acomodarte al sillón que me visto y te llevo

– No, no, no. Nada de vestirte hasta que llegue la comida.

Mientras Adrián servía las bebidas me acomodé en el sofá y ordené la cena. Después me puse a hacer zapping hasta que encontré algo que me gustó. Me trajo una cerveza y un vaso de jugo. Una vez hidratados me acurruqué con él y vimos la tele abrazados. En más de una ocasión lo descubrí mirándome. Su pene nunca se relajó por completo en ese rato.

Tuve que ayudarlo a ponerse el corset. A pesar de colocarse una remera holgada cualquiera que mirara con algo de atención se daría cuenta de la ropa interior que llevaba puesta. Lo obligué a comer con ella puesta. Estuvo algo incómodo, pero terminó casi por ni darse cuenta.

Después de terminar la película llegó la hora de los castigos. Lo hice desnudarse y me paré detrás de él. Lo tomé de su pene y empecé a masturbarlo despacio. Debía avisarme cuando estuviera a punto de eyacular. En ese momento me detuve y le di 2 fustazos, uno por cada nalga. Repetí el proceso 10 veces. Al finalizar tenía una erección descomunal y las nalgas rojas. Le apliqué una crema para el dolor. Le expliqué que ese era su castigo por no haberme agradecido a tiempo que lo estimulara con mis tetas. Con respecto a hacerme cambiar de planes esa noche lo reprimiría quitándole su ropa interior y la reemplazaría por bombachas, tangas y culotes. Solo podría quedarse con un calzoncillo para cuando fuera a jugar al fútbol todos los sábados.

El cambio de su ropa no fue bien recibido, pero pronto disimuló su fastidio y se deshizo de todo lo que ya no tenía permitido ponerse. Cuando terminó le susurré en forma seductora “no te preocupes perrito, que cuando salgamos juntos no vas a llevar nada”. Su pene se puso morcillón nuevamente. Lo besé con lasciva. Después me di vuelta, sabiendo que estaba mirándome el culo, y me acosté, invitándolo a que lo hiciera conmigo.

Dormimos abrazados. Yo descansé como hacía mucho no descansaba. Me levanté antes que él, preparé el desayuno y lavé los platos que habían quedado de la noche anterior. Cuando se despertó lo besé y elegí la ropa interior que quería que usara ese día. Mientras comiamos, yo ya vestida y Adrián aún desnudo, le dije que quería que fuera a mi casa después de su trabajo; más allá de que había llevado algunas cosas a su departamento estaba ansiosa por mostrarle todo lo que había preparado.

Casi no nos comunicamos durante el día. Solo a media mañana cuando le pedí una foto donde se lo viera con la bombacha rosa con encajes que le había escogido. Debo admitir (y así se lo hice saber) que le quedaba muy bien. Una vez que llegué a mi hogar preparé todo para su visita. Ya alistada le escribí que se apurara, que lo estaba esperando desnuda. En cuanto llegó le comí la boca con ansias sin siquiera cerrar la puerta. Apenas pude empujarla cuando lo arrastré a mi departamento. Cuando pudo reaccionar yo le mordía el cuello y desabrochaba su camisa. Él me agarró fuerte de mis glúteos. Fuimos hasta el sillón sin dejar de besarnos. Parados delante de este descendí a base de besos y lamidas por su torso. Desabroché y bajé su pantalón. La punta de su pene sobresalía de la bombacha. Estaba hinchada y palpitante. Dí un beso y me incorporé sonriendo. Bajé también la ropa interior y lo empujé al sofá. Sin darle tiempo a nada le coloqué un preservativo, que había abierto en cuanto tocó el timbre, salté encima suyo y me penetré. Le recordé que no podía acabar y empecé a subir y bajar sobre su cuerpo a toda velocidad, mientras chillaba de placer. Creo que lo único que evitó que Adrián eyaculara fue que el ritmo de mis movimientos era demasiado rápido como para que pudiera gozarlo. Estallé en menos de un minuto. Finalizado mi orgasmo me quedé abrazada a él con su miembro dentro mío unos minutos.

Ya habiendo calmado mi sed de tenerlo en mi interior le dije que terminara de desvestirse y me siguiera a la habitación. Tenía listo casi todo lo que había comprado. Además de la fusta había sobre la cama unas velas, un encendedor, una mordaza, un antifaz y un juego de esposas aterciopelaladas. Lo encadené a la cama y cubrí sus ojos para poder ir a ponerme lo único que todavía no le había mostrado: un traje de latex negro, que me cubría hasta las muñecas y los tobillos pero dejaba expuestos mis pechos y mi entrepierna. Completaban el atuendo botas con tachas, guantes a juego y un látigo. Hice tronar este último en el piso sin desvendarlo. Tragó algo de saliva al tiempo que su pene tembló curioso. Lo besé y destapé los ojos, provocándole que quisiera arrancar las esposas para avalanzarse sobre mi.

– ¿Te gusta lo que ves, perrito?

– Si mi ama. Mucho – reí ante su comentario. Dada la alegría que mostró su amiguito no hacía falta que me lo dijera.

– ¿Vas a ser un buen perrito para tu ama? – me acerqué caminando a paso lento pero seguro, hasta que lo tomé de la barbilla y lo obligué a mirarme a los ojos – o voy a tener que castigarte.

– Voy a ser bueno ama – dejé el látigo y agarré la fusta. Le acaricié el pecho con esta y después también la descarté. Encendí una vela y me paré con mi sexo a la altura de su boca.

– Eso espero.

Me dí media vuelta y le ordené que empezara a lamerme despacio. Tenía la vela sobre sus piernas. Antes de empezar su trabajo dio un beso en cada una de mis nalgas. Dejó de lamerme un segundo para gritar cuando la primera gota de cera tocó su piel. Lamí esta con ganas y Adrián retomó sus tareas. A pesar del dolor su erección no menguó. “ Espero que nunca vuelvas a dejar de atenderme, sin importar el dolor que sientas”. Se las ingenió para mezclar sus alaridos de dolor con los lengüetazos que me estaba dando. Cuando estaba a punto de acabar lo detuve, dejé la vela en la cómoda y volví a colocarle un preservativo. Sonrió triunfador durante un segundo. Me miraba a la cara, esforzandose en no bajar su mirada. Me penetré y empecé a moverme despacio. Le desaté las manos y me di vuelta sobre él. Le dije que me besara el cuello y apretara mis dos tetas. Comencé a tener un potente orgasmo. Lo miré sobre mi hombro derecho y le ordené que acabara para mi. Se agarró fuerte a mis pechos y empezó a correrse. Lo besé después del primer gemido. Estuvo eyaculando cerca de un minuto. Cuando me levanté vi el preservativo más lleno que había visto en mi vida. Me desplomé sobre él y nos quedamos dormidos.

Esa semana dormimos juntos todos los días. Es rara la noche en que no lo hacemos. Cuando eso sucede Adrián debe dormir desnudo y atado y tiene que mandarme una foto suya antes de dormirse. El fin de semana fuimos a bailar. Yo con un ajustado pantalón y una remera y él sin ropa interior. Le resfregué la cola por su paquete durante dos horas. Cuando ya no pudo más me agarró de la mano y nos fuimos volando a mi departamento. Nada más cruzar la puerta nos desvestimos apurados y me la clavó hasta el fondo apoyada en el sillón. A pesar de la calentura de ambos se contuvo de agarrarme las tetas y aguantó sin acabar hasta que se lo permití, unos segundos después de que yo lo hiciera.

Llevamos juntos ya casi tres años. Todos nuestros amigos y familiares dicen que somos la pareja perfecta. Nunca nadie supo ni sospechó la relación que tenemos. Ayuda a esto que cuando estamos acompañados nos comportamos como cualquie otra pareja, aunque no saben que Adrián está con la bombacha con la que me masturbé antes de salir, o directamente sin ropa interior. Hace seis meses estamos conviviendo y creo que ninguno de los dos había sido más feliz.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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