Beatriz se mira en el espejo de su camerino, satisfecha con lo que ve, lista para empezar su trabajo. Aunque ya había cumplido de sobra  los cuarenta,  la imagen que le devuelve el espejo es el de una mujer en la plenitud de la vida, con un tipo envidiable, el pelo teñido de un rubio apagado como tantas mujeres de su edad, la mirada alegre de ojos claros y grandes, los labios brillantes y voluptuosos. Se mira de frente y de perfil. El vestido ajustado marca unos pechos firmes y generosos. La imagen que da es de una mujer sexy, decidida y tremendamente apetecible. Esto es muy importante, porque ella es presentadora de televisión, y su imagen es apreciada por la audiencia, sobre todo la audiencia masculina, que seguro que está más pendiente del modelito que lleva puesto que de las noticias que cuenta.

Le encanta jugar con su público que no llega a ver nunca. Se mete con frecuencia en los foros sobre mujeres guapas, y busca su nombre  y los comentarios que hay sobre ella; las capturas de pantalla, tanto fotos como pequeños videos de cuando da las noticias. Todo eso la excita enormemente, leer los comentarios subidos de tonos, algunos muy bordes y obscenos, sobre lo apretado que llevaba el jersey elástico el otro día, mostrando lo turgente de sus pezones, o un vestido abierto que muestra gran parte de sus pechos, o como se transparenta la blusa insinuando un sujetador de encajes que desata la líbido y las fantasías de sus miles de fans. Sí, le encanta sentirse como un objeto de deseo para tantos hombres, tantos fieles admiradores que se levantan por la mañana para verla a ella.  Es que ella se encuentra, como mujer,  en la cima de su deseo y fantasías sexuales.
Y está dispuesta a satisfacerlas todas.
La última empezó hacía poco. Dentro de las decenas y decenas de usuarios de unos de lo chats, había encontrado uno que le atraía, Alex, por los comentarios, por la manera de escribir, por las cosas que insinuaba que le gustaría ver de ella, que se pusiera tal o cual cosa….Ella simplemente leía, sin participar nunca. En general, tenía que ser muy cuidadosa, pero fantaseaba a veces con darle gusto, por lo menos, a uno de ellos. Además, le encantaban los juegos de roll, y le atraía la idea de someterse a un hombre dominante que la exhibiera.  Así que se dio de alta como usuaria, y chateó  con su admirador secreto un viernes por la noche.
“Hola, Alex. Soy Beatriz”
Al otro lado de Internet, Alex desconfió.
“¿Beatriz,…qué Beatriz….la presentadora?”
“Claro que sí”
“Desde luego que si es verdad, es un sueño lo que me está ocurriendo. Porque llevo años siguiéndote por televisión…pero no sé…”
“Sabes, Alex, me encantan las cosas que escribes sobre mí…y las fantasías que tienes conmigo. Por eso he dado este paso de ponerme en contacto contigo”
 “En Internet se miente mucho….jejeje, a lo mejor hasta eres un tío en vez de una mujer”
“Ya, te entiendo perfectamente. Pero me gustaría que por lo menos me dieras una oportunidad para creerme. Pide tú una prueba”
Alex pensó. Al día siguiente era sábado, y Beatriz solo salía en televisión los fines de semana por las mañanas. Por probar no perdía nada.
“Me gustaría elegir yo lo que te vayas a poner mañana para presentar las noticias”
Beatriz se estremeció de gusto mientras contestaba. Aquello era precisamente lo que ella quería.
“Claro que sí, Alex, tu decides, y yo te complaceré en todo lo que pueda”
Alex, se sonrió lujurioso. Por probar no se perdía nada. Lo más seguro es que fuera un fraude, pero por lo menos había que intentarlo.
“La verdad es que todo lo que te pones te queda tan bien y tan sugerente…”
“Gracias, Alex”
“Pero hay dos o tres cosas que me excitan más que otras…”
“Tú dirás, Alex”
“Tienes unos jersey negros de manga larga, que parecen bodys…”
Beatriz se sonrió. Sí esos bodys era de los más atrevido que se había puesto nunca, y habían provocado oleadas de comentarios dentro y fuera de los chats de Internet. Se los había puesto más bien poco, solo aquellos días que se había sentido más atrevida y calentorra. En general, no le quedaba más remedio que ir vestida de una manera más o menos conservadora, con algún detalle sexy algunas veces. Pero solo con pensar en ponérselos, notaba como se iba empapando.
“¿Cuál de ellos quieres que me ponga, Alex?
“Uno que se te pega como un guante a la piel, pero que es muy, muy escotado, ese que deja ver incluso una peca que tienes entre los dos pechos. Tiene como un pequeño colgante delante, a la altura de los pezones…”
“Ya se cual dices, Alex. Es muy atrevido. Si ese el que quieres, me lo pondré para ti”
“Estupendo. Estaré esperando mañana para verte. Adiós”
“Adiós, Alex. Es un placer para mi poder complacerte”.
Beatriz se quedó pensando, excitaba por lo que acababa de hacer, sintiendo como se le aceleraba el pulso solo con pensar el juego que había empezado con un desconocido. Pero tampoco se quiso preocupar de las consecuencias. En el fondo solo se iba a vestir de manera un poco especial.
Durmió regular esa noche, pensando en su admirador. Como siempre que le tocaba trabajar, se fue todavía siendo noche cerrada a los estudios de televisión. Allí ya había la actividad propia del sábado por la mañana, con gente por los pasillos, personal de administración, cámaras, gente de audio y video…Ella se fue a su camerino, a que la peinaran adecuadamente y recoger las notas de las noticias que tenía que leer. Cuando se quedó sola, fue a las largas perchas donde tenía colgada su ropa para salir en la tele. Muchos trajes de chaqueta, trajes más o menos elegantes, y en una esquina, aquella ropa que solo se ponía en algunas ocasiones más especiales. El corazón se le empezó a acelerar otra vez, cuando llegó a los bodys negros de los que había estado hablando con su admirador.
El que Alex quería, ese con un escote de vértigo, se lo había puesto algunas veces, pocas. Luego había otro body negro que  le llegaba hasta el cuello y no enseñaba nada, aparentemente, porque la tela era tan fina y elástica, que se estiraba muchísimo mostrando con claridad el sujetador que se ponía debajo. El tercero se lo había puesto solo una vez, en un rapto de lujuria exhibicionista, porque era como un simple velo de encaje negro, con finos dibujos geométricos que iban serpenteando por sus pechos, y que intentaban tapar a duras penas sus pezones. Ufff, aquello había sido una locura total cuando se lo puso. Recordó que incluso tuvo que ir al camerino a meterse un consolador bien dentro del coño cuando acabó, para que se le bajara la calentura que le había entrado.
Pero hoy Alex quería el primero de los bodys,  y ella estaba dispuesta a jugar a ese juego morboso con ella. Se puso primero un sujetador, negro también, muy pequeño, que apenas le tapaba los pezones, y le apretara bien los pechos. Tenía que ser así, porque el escote que iba mostrar era enorme. Se puso luego el body, y se lo ajustó bien. De hecho, gracias al sujetador, gran parte de su tetas quedaban a la vista, sin tener que imaginar gran cosa. Apenas había la anchura de un dedo desde donde acaba el material del body a sus pezones.  En vez de pantalón se puso una falda muy corta. Realmente se sentía con ganas de exhibirse.
Se miró en el espejo del camerino, viéndose tan sexy como hacía tiempo que no se sentía. La vagina le mandaba pulsaciones de placer, sabiendo que miles de hombres la verían así, y que lo estaba haciendo además para satisfacer a uno de ellos, entregándole un poco su voluntad y su cuerpo para que lo disfrutara. Respiró hondo, y salió camino del plato, resonado los tacones con fuerza contra el suelo.
En el plató estaba su ayudante de cámara de siempre, y nadie más. Hoy en día todo está muy informatizado.
Beatriz sonrió. Su cámara le dio los buenos días de forma mecánica, y luego se sonrió también. Los dos se llevaban muy bien, trabajando juntos desde hacía años. El cámara la miró  de forma apreciativa, sin poder apartar los ojos del escote de vértigo que llevaba, disfrutando de los ligeros botes de aquellos pechos mientras caminaba su dueña.
– Pero bueno, Beatriz, hoy estás deslumbrante como hacía tiempo que no te veía.
Ella no dejó de sonreír.
– Gracias, hoy me siento contenta y divertida.
– Pues nada a trabajar antes de que se te pase- dijo él guiñando un ojo.
Faltaban a penas un par de minutos y Beatriz se sentó en la silla delante de su mesa. A partir de ese momento era solo un busto parlante….nunca mejor dicho. Respiraba un poco más rápido de lo normal. Intentó serenarse. No estaba haciendo nada malo, ya se había puesto ese body otras veces. Pero estaba mucho más excitada que las otras veces que se lo puso, porque lo hacía sabiendo que lo hacía por alguien a quien no conocía, y había dado su palabra de que lo hacía por él. Eso también era fuente de excitación, el saber que estaba entregando así su voluntad, sometiéndose ligeramente a los caprichos de un hombre.
La luz se encendió y ella sonrió para dar los buenos días a su audiencia. De manera mecánica fue leyendo las noticias en la pantalla de enfrente, sin perder su sonrisa, mientras que su mente estaba realmente puesta en aquel escote escandaloso que llevaba, sintiendo que si se movía mucho, los pezones casi se escaparían y quedarían a la vista. De todas manera, se encontraba tan excitada, que los pezones los tenía duros y puntiagudos, como dos auténticos pitones. Aquello era un círculo sin fin de excitación, porque pensaba en cuantos miles de ojos estarían pendientes de sus pezones y su escote. La sensación de mostrarse indefensa, sin poder ni querer evitar la situación que vivía, la tenía casi al  borde del orgasmo. Con gusto soltaría el bolígrafo con el que jugaba nerviosa y se metería la mano en las bragas para jugar con su clítoris. Su ayudante de cámara la enfocaba, y por los movimientos que hacía, el muy cachondo le estaba haciendo un buen zoom.
Ella se lo había buscado.
Al rato desconectó la cámara que le enfocaba. Ahora tenía media hora de pausa hasta las nueve.
– Beatriz, seguro que hoy subimos las audiencias- le dijo el ayudante con una gran sonrisa mientras salía a tomarse un café-, porque  las noticias eran muy interesantes.
Ella le devolvió la sonrisa pero no dijo nada. Le temblaba un poco el cuerpo, mezcla de la sensación de riesgo y excitación por el atrevimiento de lo que estaba haciendo. En su mesa del plató tenía un ordenador portátil abierto, a un lado, para una emergencia. Sin pensarlo mucho se conectó al chat. Necesitaba hablar con Alex y saber si le había complacido.
“Buenos días, Alex”
Espero unos segundos, sin saber si él estaría conectado. Pero momento después, él contestó.
“Buenos días, Beatriz”
“Espero que te guste el body. Creo que es este él que me pediste que me pusiera”
“Si, es ese, exactamente. Y te queda mejor que nunca…me gusta que seas tan atenta y obediente…”
“Es un placer poder satisfacerte, Alex”
“Pero, Beatriz, ¿sabes una cosa….?”
“Dime, Alex”
“Verás, puede que haya sido una coincidencia, que tú no seas Beatriz, y haya ocurrido que por casualidad ella haya decidido ponerse el body negro con el colgante”
Beatriz se quedó un momento pensado. Sí, aquello era un poco retorcido, pero podía ser verdad.
“Dime Alex, como podría convencerte que se yo soy realmente quien soy”
Durante unos segundos no hubo respuesta. Alex se sonreía. Si era realmente Beatriz, y estaba dispuesta jugar este juego tan excitante, era cuestión de ir pidiendo cosas cada vez más atrevidas, poco a poco, a ver hasta donde ella era capaz de llegar.
“Podrías hacer una cosa…”
A Beatriz se le aceleró más el pulso, sintiendo las hormonas circulando por su cuerpo a toda velocidad.
“Pídeme lo que quieras, Alex”
“Quiero que te quites el sujetador”
Beatriz empezó a sentirse con un calor que le subía desde la vagina por el vientre, hasta los pechos, los hombros y la cara. Aquello era muy atrevido, demasiado. No podía hacer eso, para que la vieran así miles de personas. El material elástico se le pegaría al cuerpo como un guante. El orgasmo que le estaba rondando salió casi a la superficie de su piel. Si decía ahora que no, se acababa aquel juego, si decía que sí, aumentada el juego y la excitación. Se decidió.
“Por supuesto, Alex, iré vestida como tú quieras. Me lo quitaré. Hasta luego”.
“Eso espero. Adiós”
Beatriz miró el reloj, le quedaban todavía unos diez minutos antes de estar otra vez en el aire. Volvió al camerino. Allí se desabrochó el sujetador negro y en un par de movimientos, se lo quitó. Se mordió los labios mientras se miraba en el espejo, tanto de  preocupación como de lo cachonda que se sentía. La forma de sus pechos era perfectamente visible con aquel poquito de tela negra elástica que los cubría. En condiciones normales sus pezones abultarían ligeramente de la tela, pero en aquel estado de excitación, eran dos pitones que querían perforar la tela. Al menos, la tela no se estiraba demasiado y no se traslucía por debajo la piel. Aunque pensó, con un escalofrío de placer, que eso si pasaba con el segundo de los bodys.
Pero aquello que iba a hacer era una locura. Dudó todavía un momento, y dejar que todo volviera a la normalidad. Pero la otra parte de su mente quería todo aquello, sentirse manipulada y exhibida, sentir toda aquella excitación.  Frotó su dedo índice por su entrepierna. Lo que necesitaba ahora mismo era una buena polla allí dentro, o al menos un buen consolador.  Se siguió masajeando, metiendo su mano dentro de las braguitas blancas, buscando su clítoris y su vagina jugosa. Si, aquello era delicioso…. Una señal de alarma se encendió en su cabeza en medio del placer. ¡A penas faltaban un par de minutos para seguir con la noticias….! Casi corriendo salió hacia el plató, con  su  ayudante de cámara ya colocado en su sitio, extrañado que ella no hubiese vuelto.

– Entramos en 5…4…3…2…1….

Beatriz puso como pudo su mejor sonrisa otra vez, sintiendo el calor que la abrasaba por dentro y por fuera.
– Buenos días, bienvenidos a una nueva edición…..
Miraba a la pantalla con lo que tenía que leer, pero junto a la cámara que la enfocaba  estaba el ayudante de cámara, con la boca abierta y los ojos como platos. Beatriz leía sin saber que estaba diciendo, si se equivocaba o lo estaba haciendo bien. Su vagina estaba literalmente inundada, sus pezones, hipersensibles al rojo vivo, sintiendo el roce embriagador del tejido negro contra ellos. La sensación era deliciosa, sentirse así de exhibida delante de aquella lente que estaba llevando un primer plano de su imagen ante miles de ojos que estarían fijos en ella. Y entre miles de ojos, los de aquel Alex que le estaba haciendo sentir todo aquello.
La media hora de noticias se le hizo eterna, pero luego se entristeció que acabara tan pronto. Después de ella, vendría otra compañera a seguir con las noticias.
Beatriz no quiso ni hablar con su ayudante de cámara, medio avergonzada de parecer una mujer fácil y calienta pollas, pero al mismo tiempo eufórica por lo que se había atrevido a hacer. Se fue volando a su camerino.  El numerito que había montado había sido muy fuerte. Allí tenía otro ordenador portátil que no usaba casi nunca. Lo encendió y esperó impaciente a que se conectara a Internet. Rápidamente buscó el chat privado con Alex.
“Hola Alex, espero haberte demostrado que soy realmente yo”
“Sí, si lo has hecho. Me ha complacido mucho. Estas preciosa con ese body…y sin sujetador…realmente le hacen justicia a esos pechos tan hermosos que tienes”
“Gracias, Alex”
“¿Te ha gustado lo que has hecho?”
“Si, me ha encantado, pero estoy hecha ahora mismo un manojo de nervios. No me atrevo ni a salir del camerino, no vaya a ser que el productor me diga algo…aunque siendo un hombre, seguro que no me dice nada malo, sino todo lo contrario”.
“¿Te ha excitado lo que has hecho?”
Beatriz sentía los jugos de su vagina que le chorreaban mientras tecleaba en el ordenador.
“Si, Alex, estoy super excitada…si me vieras ahora mismo…”
“¿Y te ha excitado obedecerme?”
“Si Alex, eso es quizás lo que más me ha excitado…”
“Dime Beatriz, te gusta obedecerme?”
“Si, Alex, me encanta…”
“Me encantaría que te corrieras para mí…ahora”
Eso era lo que Beatriz deseaba más en el mundo ahora mismo. Estaba sentada en una silla, con las piernas separadas y la falda subiéndose hacia las caderas. Inconcientemente se pasa una mano por la tela de las braguitas que cubría su coño.
“¿Tienes algún consolador a mano?”
Jadeando, Beatriz negó con la cabeza.
“No, a veces me llevo alguno en el bolso, cuando voy de viaje…pero ahora no tengo ninguno cerca…”
“Seguro que tienes algo por ahí que pueda servir…”

Beatriz miró a su alrededor. En un camerino hay muchísimas cosas, como si fuera un almacén desordenado.

Se levantó un momento, con una idea en su cabeza. Sí, por allí tenía que haber algún micrófono inalámbrico, junto a la mesa de su otra compañera de camerino….Rebuscó por unas cajas, y rápidamente lo encontró. Era un micrófono metálico de color negro, no excesivamente grande, pero aun así de unos 3 o 4 centímetros de diámetro y con una longitud de al menos de 20, además de la alcachofa. Era liso en la superficie, quitando un botón para encenderlo.

Volvió corriendo a sentarse delante del ordenador. Sin acabarse de creer lo que estaba haciendo.
“Alex, tengo un micrófono”
“Ah, estupendo…Ahora, vas a seguir siendo una chica obediente, ¿verdad?”
El orgasmo que la venía rondando toda la mañana la tenía a punto de caramelo. Habría hecho cualquier cosa ahora mismo, por poder  alcanzar el clímax.
“Claro que sí, Alex. Dime lo que quieres que haga”
“Quítate las bragas”
La orden fue directa y sin contemplaciones.  Beatriz tragó saliva, sintiendo que el juego se volvía más peligroso, más duro…pero más excitante a la vez. Apenas dudó. Se puso de pié, metió las manos por debajo de su minifalda y se bajó las bragas. Cuando se las quitó, vio que estaban empapadas. Se volvió a sentar, con las piernas más separadas todavía, con la sensación deliciosa de su pubis completamente depilado aireándose.
“Ya está, Alex. Las he puesto junto al teclado”
“Muy bien, Beatriz, lo estás haciendo muy bien. Como recompensa por lo sumisa y obediente que eres dejaré que te corras”
“Gracias, Alex”
“¿El camerino tiene pestillo en la puerta?”
Es verdad, pensó Beatriz, podría entrar cualquiera y encontrarla allí haciendo cosas raras. Se fue a levantar, pero se detuvo.
“Si lo tiene, no cierres la puerta con pestillo”
“Si, Alex”
Beatriz miró el micrófono inalámbrico. No se le había ocurrido nunca seriamente darle esa utilidad, pero estaba claro que podía desempeñar perfectamente la función de consolador. Lo acarició con una mano, sintiendo el deseo de meterse algo en la vagina, lo que fuese, incluso ese micrófono, con tal de tener ese orgasmo que la estaba torturando dulcemente. Pasaron unos segundos, luego un minuto, pero el chat estaba en silencio,  sin que Alex escribiera, mientras Beatriz no dejaba de acariciar el micrófono. Impaciente, Beatriz escribió.
“Alex, dime que quieres que haga…”
La respuesta fue rápida.
“Quiero que me pidas permiso para que hagas eso que te está rondando la cabeza”
Beatriz tragó saliva y escribió con cuidado.
“Alex, te pido permiso para coger el micrófono y masturbarme con él”
No podía creer lo que estaba escribiendo.
Alex contestó también con rapidez.
“Por favor…”
Ella se quedó un momento extrañada. Agarrando el micrófono con fuerza.
“¿Por favor?”
“Si, las cosas se piden favor”
“Ahhh. Te lo pido por favor”
“No, no, hazme una frase completa, zorrita”
Beatriz se sintió humillada de que la llamase zorrita, pero incluso eso le gustó. ¿Acaso no era ella eso, una zorrita, con lo que estaba haciendo? Así, que volvió a escribir, y procuró ser más sumisa y directa todavía.
“Alex, por favor, te suplico que me des permiso para meterme este micrófono en el coño, y masturbarme con él hasta correrme”
“Vez, zorrita, como siempre se puede hacer todo mucho mejor. Córrete para mí”
Beatriz se remangó la falda completamente, hasta que se sentó con el culo desnudo sobre la silla, de espaldas a la puerta. Con una mano buscó su vagina y probó con un dedo lo muy lubricada que estaba. Si la vieran ahora así los espectadores….aquello la excitó todavía más. Sin perder tiempo, agarró el micrófono por la alcachofa, y apuntó el extremo inferior hasta la entrada de su coño. Empezó a hacer pequeños giros, apretando más y más, con un movimiento que masajeaba al mismo tiempo su clítoris. Empezó a gemir de placer, mientras el micrófono negro y brillante se iba hundiendo en su vagina. Lo metió hasta el final, hasta que solo asomaba la alcachofa; estaba tan excitada que pensó que incluso con un poco de paciencia, hasta la alcachofa se la podría meter dentro. Se recostó en el respaldo de la silla, de espaldas a la puerta, y puso las piernas separadas encima de la mesa, mostrando su coño a la pantalla del ordenador…si estuviese conectada la webcam….aquel pensamiento disparó todavía más la líbido. Mientras que con el dedo de una mano acariciaba el clítoris, con la otra metía y sacaba el tubo negro en toda su longitud, primero despacio, recreándose, después más y más rápido. En apenas un par de minutos, entre gemidos y el movimiento frenético de sus caderas, llegó el orgasmo a la velocidad del rayo, ese orgasmo que llevaba toda la mañana creciendo dentro de ella. Sin importarle donde estaba ni quien la escuchara, dio un gritito largo y profundo, y el placer absoluto la desbordó, a ráfagas que la iban a metrallando sin piedad de gusto y satisfacción.
Con la respiración entrecortada, las piernas separadas en alto, medio caída en la silla, y el micrófono todavía enterrado en su coño, pensó que era el mejor orgasmo en mucho tiempo.

En ese momento se abrió la puerta del camerino, y una compañera presentadora con quien lo compartía entró.
– Hola Beatriz- escucho una voz a su espalda-,…me han contado que esta mañana has estado espectacular.

Beatriz se quedó paralizada de la sorpresa un momento. De manera instintiva cerró las piernas y se enderezó en la silla. ¡Demonios, el micrófono seguía dentro de su coño!
– Ho-o-o-la –atinó a decir mientras intentaba recomponerse.
Su compañera entró en el camerino y se sentó en una silla  a lado de la mesa. La recién llegada la miró un poco de reojo, sonriéndose por lo bajo.
–  ¿Pero que hacías…? –la miró divertida-. Creo que has caldeado bien el ambiente en el plató…me lo has dejado muy difícil a mí, que me toca dentro de un rato seguir con las noticias.
Beatriz se puso colorada, sin saber que decir, entre el sofoco del orgasmo, el que casi la pillaran y lo que le decía su compañera.
– Si, lo mejor en verano, con los calores, es quitarse algo de ropa- continuó la compañera, haciendo referencia a su salida en el plató sin sujetador.
El color rojo de Beatriz se hizo más intenso.
– Por lo que veo, hoy te sobra mucha más ropa…-la compañera, como quien no quiere la cosa, dejó caer la mirada encima de la mesa de Beatriz. Allí, de manera ostentosa, estaban las braguitas blancas de Beatriz, empapadas de sus efluvios, y reliadas con las prisas por quitárselas.
Beatriz, adquirió una tonalidad de rojo intenso difícil de describir, además de sentirse completamente humillada de haberse dejado sorprender así. Realmente no sabía que decir. Con resignación, cogió sus bragas, las dobló y las puso fuera de la vista. Quería que se le tragara la tierra.
Su compañera se levantó.
– Bueno, tú sabrás lo que tienes entre manos, pero a ver si alguien nos va a llamar la atención por conducta indecorosa…-la compañera le sonrió- aunque de todas maneras, con el tipo tan bonito que tienes es una pena no darle un poco de vidilla de vez en cuando. Por cierto, no habrás visto un micrófono inalámbrico que había por aquí. Me lo prestaron ayer, y lo tengo que devolver….
A Beatriz se le pusieron los ojos como platos, e instintivamente apretó las piernas, sintiendo el palo de metal negro llenado su vagina. Notaba hasta el botón para encenderlo.
– No..no…no lo he visto –dijo con la voz más rara que había puesto en su vida.
Su compañera la miró, también con una mirada incrédula. Muchas cosas pasaban por su mente, viendo a Beatriz tan extraña. No, procuró quitarse de la cabeza lo que se le había ocurrido, y comenzó a buscarlo por el camerino.
Beatriz se concentró en el teclado, nerviosa y angustiada por todo aquello.
“Ya he tenido un orgasmo, Alex. Gracias por dejarme tenerlo. Ha sido maravilloso”
“Me alegro, zorrita”
“Alex, tengo un problema, tengo el micrófono todavía dentro, y mi compañera de camerino lo está buscando…”
“JAJAJAJA. Pues déjatelo dentro”
Beatriz suspiró, se lo temía.
Su compañera encendió mientras su propio ordenador portátil.
– Pues el micrófono tiene que estar por aquí, porque el programa de audio coge la señal de que está encendido.
Beatriz cerró un momento los ojos con desesperación. Aquella pesadilla no acaba nunca. Su compañera hacía clic con el ratón por la pantalla.
– ¿Ves? Está encendido. Le voy a dar a los altavoces.
Beatriz se agitó inquieta en la silla. Por el altavoz del ordenador se escuchó un ruido sordo, de ultratumba. Beatriz se quedó congelada, sin atrever a moverse.
– Pues si, tienes que estar cerca- seguía diciendo su compañera, además este ordenador tiene muy poco alcance inalámbrico, tiene que estar aquí, en el camerino. Anda levántate y ayúdame a buscarlo.
Beatriz negó débilmente con la cabeza.
– Es que estoy acabando de escribir unos mensajes…..
Y se puso a escribir frenéticamente.
“Alex, ¿qué hago?”
“Pues muy sencillo. Está claro que no te lo vas a sacar y se lo vas a dar a tu compañera…”
“Claro que no, Alex”
“Aunque si yo te lo pidiera, ¿lo harías?”
Beatriz se quedó petrificada. El juego y la situación se le estaban yendo de las manos. Aquello sería de una humillación difícil de describir. Sería la comidilla de sus compañeras, sería tan terriblemente embarazoso…y al mismo tiempo era tan deliciosa aquella humillación y tan dulce entregar su voluntad a otra persona…
“Si, Alex, lo haría”
“Sabía que dirías que sí, zorrita. Esto es lo que tú necesitas, alguien que te mande y te someta”
“Si, Alex”
“Anda, levántate y ayuda a tu compañera a buscar”
Beatriz, volvió a suspirar. Pero una nueva clase de excitación la estaba llenando. La excitación de ser descubierta, de sufrir deliciosamente con la angustia de ser descubierta, del miedo a la humillación que sufriría con todo esto..,y era tan dulce como la excitación que le conducía al orgasmo.
Se levantó, con miedo a que el micrófono se le cayera. Caminó despacio, con pasos cortos, apretando bien los muslos.
El ordenador de al lado siguió haciendo gruñidos.
– ¿Ves, lo oyes? Es que tiene que estar por aquí, como si alguien lo estuviera moviendo…
Aquel suplicio duró todavía unos minutos, sin que su compañera dejara de mirarla de reojo de vez en cuando.
– Bueno, pues entonces yo me voy a casa- dijo Beatriz.
“Alex, te pido permiso para irme a casa”- escribió en su ordenador.
“Estupendo, Beatriz…¿tu compañera encontró el micrófono?”
“No, Alex, no lo ha encontrado”
“Que lástima. Mañana por la mañana te diré lo que vas a poner para presentar las noticias”
“Si, Alex, siempre lo que tú quieras. Adiós”
Beatriz se dirigió hacia la puerta, y cogió disimuladamente sus braguitas, mientras su compañera seguía buscando. El bolso no lo tenía allí, sino en la consigna de la entrada del plató, así que las dobló todo lo que pudo y las metió dentro de un puño. Abrió  la puerta, deseando irse de allí. Salió fuera, suspirando aliviada. Pero entonces la puerta se abrió un momento después. La cara de su compañera era de fastidio.
– Beatriz, al salir tú he perdido la señal del micrófono……Lo tienes que tener tú.
Pero Beatriz no llevaba nada en las manos, excepto sus braguitas dobladas.
La cara de su compañera era todo un poema, de incredulidad absoluta, como queriendo mirar a través del tejido de la falda de Beatriz, mirando su entrepierna.
– Te agradecería que me lo devolvieras mañana, apagado para que no se gasten las pilas…y limpio, por favor.
Y sin decir nada más se metió otra vez en el camerino, mientras Beatriz, sin habla,  volvía abochornada a su casa.

 

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