
El lunes avanzó con lentitud para Beatriz. Dejó el chat encendido todo el día y toda la noche, pero su Amo Alex no se ponía en contacto con ella. Por los menos los pezones ya no le dolían y la piel de sus pechos se había recuperado después de que Silvia le pusiera las pinzas japonesas. Se moría de ganas de que su admirador secreto se conectara, que le siguiera dándole órdenes, que la siguiera usando y humillando en público. Aquello era una fuente de vergüenza, placer y dolor como nunca pudo imaginar. Estaba escribiendo en el ordenador el martes […]