En la Universidad todos estaban en clase y yo espere delante de la puerta de su aula para no perderlo de vista si salían en manadas como solían hacerlo. Todo lo tenía preparado, faltaba que Lucas respondiese a mis deseos.

Terminada su clase vino hacia el punto donde él sabía que le estaría esperando. Me cogió la cintura y me atrajo hacia el pretendiendo besar mi boca, le dije que allí no y nos dirigimos caminando hacia la salida, ignorando todo lo que nos rodeaba. Lucas no tenía ningún problema, más bien se sentía molesto cada vez que le frenaba alguno de sus impulsos amorosos.

El Parque de los Caobos me pareció el lugar más cálido y agradable.  Ahí, tumbados en el césped nos miramos con pasión, abrió los primeros botones de mi blusa para besarme cuello y comienzo del pecho, pero no tenía bastante y continuo hasta abrirme la blusa por completo, yo le facilitaba todo sin ser vista. Estábamos rodeados de niños, enamorados, viejos, pero tan lanzados en nuestro juego amoroso, que todo venía a formar parte de una sola cosa, Naturaleza, y como tal, Vida, movimiento. Le lamí su oreja provocando con eso que nuestros cuerpos se enrollasen, dando varias vueltas por la yerba, uno encima del otro. Mi risa fue la que le hizo reaccionar y que no se corriese. Me miro un tanto enfadado, diciéndome lo mala que era.

Fuimos a tomar un helado, era necesario tomar aliento y dar tiempo a la llegada de la noche, a que ella nos invitase a tumbarnos sobre la yerba, al amparo de un frondoso árbol, donde volvió a desabrochar mi blusa por completo, a buscar mi sexo húmedo, muy húmedo. Mi mano busco su pene, ansioso de ser sacado a la luz de la luna; era más bien pequeño, pero muy ancho, lo sentí infinitamente ágil en el momento en que le sentí buscar meterse en mi cueva que ahora también sería la suya. Sentí que su intención era metérmela de un solo envite, pero su propio grosor se lo impedía, de modo que tuvo que cambiar de táctica. Con la punta frotaba la entrada a mi vagina, buscaba acariciar mi clítoris con ella hasta que sentí que mi sexo desbordaba como un rio, y fui yo misma la que comenzó a pedirle que hiciera más presión. Poco a poco comenzó a penetrar sin hacerme daño, aunque su grado de excitación era tan grande que, en un momento, ya era incapaz de controlarse y con un empujón de sus caderas me termino de dilatar y su polla me entro hasta el fondo. A partir de ese momento ya fue la locura, le tenía encima de mí, dentro de mí, moviéndose desatado, mis uñas arañando su espalda, mis piernas levantadas y apresando sus caderas, dándonos la vuelta para quedar sentada sobre el que apretaba mis tetas mientras todo mi cuerpo se retorcía de deseo. No hubo aviso ninguno, ni yo lo di tampoco, en medio de un estremecimiento me llego un glorioso orgasmo, al tiempo que el comenzaba a descargar ríos de semen que desbordaban de mi vagina, en aquellos momentos yo no estaba utilizando ninguno de los métodos anticonceptivos y pese a ello no tomamos ninguna precaución o eyaculando fuera de mí. Después  le limpie tomando su polla con mi boca y lamiéndole hasta no dejar ni rastro, motivo suficiente para que él quisiera comenzar de nuevo, aunque necesitábamos descanso.

Desnuda como estaba, me levanté y empecé a caminar delante de él, mirando cada árbol del entorno, cada estrella del cielo, la yerba sobre la que caminaba. El me miraba y me hubiera gustado corresponderle con mis ojos, pero me sentía como en un campo verde salpicado de amapolas, era tan hermoso verme desnuda caminando libre por el parque… Su mano me hizo aterrizar, me atrajo hasta su sexo como si este fuera un caza mariposas, y comprendí  que allí, mi paseo realmente comenzaba, por su boca, su cuello, vientre, su sexo, aunque confieso, el hacía lo mismo conmigo.

El morbo era increíble, estábamos completamente desnudos en el medio de un parque que, por la hora, ya se había quedado desierto, aunque las últimas personas en marcharse, ya nos habían visto follando, e incluso hubo un pequeño grupo que se detuvo para observarnos. En realidad nada ni nadie nos importaba, aunque solo fue cuando nos dimos cuenta de que estábamos realmente solos en el parque, cuando verdaderamente nos desatamos. Apoyada contra el respaldo de un banco le di acceso a mis nalgas, me penetró desde atrás mientras sus manos estaban aferradas a mis tetas, que solo soltó para bajarlas hacia mi clítoris y empapar sus dedos con los jugos de mi orgasmo; de esa manera comenzó a hacer presión sobre mi culo, hasta conseguir meter un dedo, después fueron ya dos, hasta que en un momento sentí que era su polla la que hacía presión para meterse. Sería mi primera vez, pero yo estaba dispuesta a que no hubiera límites ni barreras. Fui yo misma la que le facilitó el camino, y cuando sentí que estaba bien colocado eché con fuerza mi culo hacia atrás y pese al dolor inicial conseguí que la mitad de su polla me penetrase. Después ya fue m´ss fácil, en un momento sus testículos golpeaban contra mis glúteos, sus envites eran cada vez más acelerados, más violentos, hasta alcanzar un nuevo orgasmo de forma simultánea.

Algo se había desatado entre nosotros, estábamos ya sin fuerzas y pese a ello nos empeñábamos en seguir, deseábamos que no acabase nunca y el morbo que habíamos desatado era cada vez más atrevido y violento. Nos vestimos, si es que aquello puede llamarse vestirnos, porque él se puso solamente sus bóxer y zapatos, el pantalón cruzado sobre sus hombros, y en los bolsillos, mi braga más que sucia. Por mi parte, yo me había puesto solamente la falda, después de haber hecho en ella un par de dobleces, de forma que había que ser realmente ciego para no darse cuenta de que bajo ella no había nada; tampoco me abroché la blusa que llevé todo el camino abierta, con uno de mis pechos tapado por la mano de él.

Creo que batimos algún record, llegamos a recorrer dos o tres calles, las justas para llegar hasta el parking de un hotel cercano, y donde nos metimos sin pedir ni permiso, para tumbarnos sobre el capot del primer coche que hubo a mano y, desnudos nuevamente, iniciar una nueva sesión de sexo duro.

Con el sentido común recuperado en parte, nos vestimos y salimos para acompañarme hasta mi casa, pero insistió en acompañarme hasta el apartamento para que le invitase a tomar la última copa. Yo sabía que mi pareja estaría en casa pero tampoco tuve muchos escrúpulos en hacerle subir, y eso, sin darme cuenta, precipitó las cosas, porque cuando nos vimos frente a mi pareja y me di cuenta de que él me miraba fijamente, fue cuando me di cuenta de que me había puesto la blusa del revés y medio abrochada solamente de forma que mis tetas lucían absolutamente libres y chorreones de su semen ya seco brillaban pegados a mis muslos  y Lucas puso la torta pues comenzó a reírse a carcajadas mientras se dirigía hacia  mí y sin reparo ninguno desabrochaba completamente mi blusa y me agarraba las tetas. La reacción de mi pareja fue salir de la casa sin decir palabra y al sentir la puerta cerrarse, también yo le acompañé en las risas mientras me arrancaba la blusa, lo cual motivó a Lucas lo suficiente como para en una especie de ataque de histeria de los dos, comenzásemos a arrancarnos la ropa el uno al otro, y allí mismo, en el suelo, comenzar a follar de nuevo como dos conejos desesperados, no paramos ni me dejó sola hasta casi a las cinco de la madrugada.

Al día siguiente fui a buscarle a la universidad, y puede decirse que conmigo llego el escándalo. Me vestí con una minifalda marrón, la más corta que tengo, aparte de que es de capa, lo que significa que se abre completamente por delante, una tanga de color verde musgo y una blusa de enorme escote que apenas si tapa mis pezones, solamente sujeta por dos finos tirantes y que dejaba mi vientre al descubierto. Con algo de prudencia, había calculado mi entrada a una hora en la que sabía que todo el mundo iba a estar en clase, así es que después de recorrer los pasillos desiertos, espere cerca de su aula, mirando al exterior por una ventana. Estaba completamente distraída y no se oía ni el vuelo de una mosca, de ahí mi sobresalto y mi sorpresa cuando violentamente sentí dos manos entrando por debajo de mi blusa y apoderándose de mis pechos. Era el, y le hubiera importado un comino si en aquel mismo momento se hubieran abierto las puertas de todas las aulas y el pasillo se hubiera llenado de gente. Conseguí darme la vuelta y colgarme de su cuello para fundirnos en un beso como si estuviéramos hambrientos; lo estábamos, de hecho, porque allí mismo me quito la blusa y desnudado completamente si le dejo. A duras penas tire de él hasta una escalera de servicio al cuarto de calderas; bajamos por ella a trompicones, no había más luz que la que llegaba desde el pasillo de las aulas y eso fue una fortuna porque cualquiera que hubiera mirado desde arriba hubiera visto como se abalanzaba sobre mis tetas y mordía mis pezones mientras literalmente yo le arrancaba la camisa, el cinturón, los pantalones y calzoncillo, hasta que quedo desnudo entre mis brazos y junto a su ropa tirada en el suelo, se unían mi falda y mi tanga.

Se pegó a mí, mi espalda contra el muro, sus manos abriendo mi vagina, conduciendo su polla hasta encontrar el hueco y la posición adecuada para penetrarme con violencia, tratando de llegar hasta la misma matriz. Me levanto en vilo entre sus brazos y yo anude mis piernas en torno a su cintura; como contorsionistas me dejo resbalar hasta que sentí la presión de su sexo sobre el mío, hasta que su verga entera penetro totalmente en mí y con muy pocos movimientos que parecían clavarme contra el muro, nos corrimos juntos en el momento en que, sobre nuestras cabezas se abrían las puertas de las aulas y los estudiantes salían en manadas.

Ahora venían los problemas, como salir de allí en nuestro estado. Habíamos tenido la suerte de que nadie se hubiera dado cuenta de nuestra presencia en el sótano, al pie de la escalera, pero debíamos salir de allí, y como hacerlo con los pasillos llenos de gente, el sin un solo botón en su camisa y yo solo con la tanga y la falda, ya que mi blusa había quedado tirada en alguna parte del pasillo, cuando el me la quito al sorprenderme. El paso había que dárlo aunque fuese un escándalo del cual todavía se habla en la universidad; me puse su camisa e hice un nudo para medio cerrarla ya que no tenía botones, el a torso desnudo subimos la escalera para aparecer en medio de la gente que nos miraba y reía. Como si el escándalo fuera poco, el rompió todas las barreras al detenerse y detenerme en medio del pasillo, para con el mayor de los descaros deshacer el nudo de la camisa y abrirla por completo, para después acariciarme y besarme las tetas, pretendía llevarme de esa manera hasta la misma puerta de la universidad. Era su manera de exhibir lo macho que era, y lo estúpido, porque con aquella acción, me perdió para siempre. Allí mismo, en medio del pasillo y ante todos, me quité su camisa y se la di en sus manos, volviéndole a continuación la espalda tratando de salir sola.  Entre aplausos y gritos, un par de chicos se colocaron a mi lado para cubrirme con sus chaquetas y al salir hacia el estacionamiento, muy gentilmente me invitaron a subir a su coche para llevarme hasta mi casa, así que quise demostrarles mi agradecimiento de la mejor manera posible 

El coche, un Chevy Nova con un montón de años y dos puertas, era de aquellos con un asiento corrido tanto delante como detrás, de modo que, estando en medio de ellos, tenía un chico a cada lado y aun había espacio entre nosotros, pero sin funcionar el aire acondicionado, enseguida comenzamos a sudar pese a las ventanas abiertas. Después del espectáculo dado en la universidad, poco importaba alargarlo un poco más abriendo la chaqueta, con lo que escapamos por muy poco de tener un accidente porque los ojos de los dos se clavaron en mis pechos y se olvidaron de la carretera.

Me invitaron a comer y bajamos a la playa para hacerlo en un restaurante que conocían; estaba justo frente a una playa, aquel día muy poco concurrida, pese a que lucía un sol espléndido, así que decidimos darnos un baño antes de comer, por supuesto yo solo con la braguita y ellos en calzoncillos, pero a nadie pareció molestarle, aparte de que en pocos minutos nos quedamos solos pues la poca gente que había regresaba sus casas para comer

 El agua estaba deliciosa y nos divertíamos en ella. Los dos chicos aprovechaban para deslizar sus manos por mi cuerpo mientras jugábamos; el más joven de ellos, Víctor, nos propuso un juego, bucear pasando entre las piernas de los otros dos tratando de no rozarlas siquiera. Claro está que era un juego maquiavélico, porque en vez de pasar entre mis piernas me derribo en el agua aprovechando para quitarme la braga y en el chapoteo, pegar su boca a mi sexo. Por descontado que bajo el agua no podía mantenerse mucho tiempo, lo suficiente para darme un par de lametones y después levantarme en vilo sacándome a la orilla y tumbándome en ella. Se acostó sobre mí besándome y acariciándome con delicadeza, con los dientes hizo descender mi braga hasta quitármela para enterrar su boca en mi sexo y meter su lengua en mi vagina. Fue lo primero que metió, por supuesto, porque su “tratamiento” vaginal había logrado que yo empezase a manar como una fuente, lo cual facilito que su polla me penetrase hasta lo más profundo. Tenía una técnica muy bien ensayada, me la metía hasta no poder más para a renglón seguido, sacarla casi por completo y muy despacio para, de nuevo, clavármela de golpe; repetía ese juego varias veces para después invertirlo, meterse muy despacito para salir con rapidez, y así hasta conseguir que los dos y de forma simultánea llegáramos al orgasmo.

Pablo, por su parte, había permanecido sentado en la arena, pendiente del espectáculo que le habíamos dado. Era muy joven y no muy decidido, pero había que meterle en el juego, aunque aquel no parecía ser el mejor momento para ello.

Recupere la falda, la braguita había desaparecido, llevada por el agua, sin duda, volví a enfundarme en su chaqueta mientras ellos se vestían, y nos dirigimos al restaurante en el que habíamos encargado la comida, y nos sentamos en una especie de saloncito reservado, pero provisto de un aparato de aire acondicionado.

Habíamos bebido bastante durante la comida y estábamos alegres. Por cierto que desde el momento en que nos sentamos, habíamos notado las miradas constantes del camarero hacia mi escote, y como al servirnos buscaba colocarse en el mejor ángulo posible para mejorar su perspectiva. Era tan evidente que hasta nos había hecho gracia, de modo que, ya en los postres, desabroche los dos botones de la chaqueta, dejando que fueran los propios movimientos quienes se encargasen de ampliar el panorama. Llamé de nuevo al camarero, al que faltó poco para que se le salieran los ojos cuando al señalarle algo se produjo el milagro, la chaqueta se abrió completamente y, ante sus ojos desorbitados aparecieron mis tetas desnudas. El efecto fue fulminante y similar para los tres machos, mis dos chicos y el camarero, las delanteras de sus pantalones claramente delataban su excitación. Víctor fue el más atrevido, con uno de sus dedos apoyado casi sobre la cinturilla de mi falda, comenzó a subirlo, siguiendo una línea imaginaria, hasta apoyarlo sobre uno de mis pezones, mientras que yo, ignorándole aparentemente, tenía los ojos fijados en los del camarero. Me bastó extender mi mano para que él avanzase hacia mí, con la misma mano que acaricié el considerable bulto que marcaba su verga bajo el pantalón. Busqué su verga desabrochándole y ante mis ojos apareció mi postre, su hermosa verga en todo su apogeo. No me entretuve en preliminares, la tomé con mi boca y comencé a saborearla mientras mis muchachos habían cerrado la cortina del reservado y, desatados, me habían retirado la chaqueta por completo, y la falda con ella dejándome totalmente desnuda. Como puestos de acuerdo, uno de ellos se tendió de espaldas en el suelo para que me sentase sobre su verga tiesa, y sin darme tiempo ni a disfrutar un poco de ella, el segundo hizo presión sobre mis espaldas para que yo quedase acostada sobre su amigo; no me esperaba que se acostase sobre mí, pero lo hizo y guiando su polla con la mano la condujo hasta llevarla hasta la entrada de mi esfínter y hacer presión sobre el hasta dilatarlo y comenzar a metérmela acompañando su ritmo con la verga que tenía en mi vagina. A todo esto, el camarero no quería renunciar a su mamada, de forma que se arrodilló para quedar a mi altura y acercó su polla a mi boca para que yo continuase con la labor comenzada un rato antes. Por descontado que no tardé en verme inundada por las corridas de los cuatro, incluyendo la mía, que no fue menos abundante. Cambiamos de postura varias veces, cada uno de ellos me folló cuantas veces y posturas como quiso, así que cuando por fin llegué a mi casa, permanecí durante horas metida en el agua, en la bañera, y me resultaba imposible recordar el número de pollas que se habían corrido en mi interior, ni la cantidad de orgasmos que yo había tenido en todo el día.

La sorpresa llegó cuando, pocas semanas más tarde, no me bajó la regla y, después de los correspondientes análisis, comprobé que estaba embarazada. Por lo ocurrido aquel día había cuatro posibles candidatos forzados a la paternidad, así que comencé por hablar con Lucas para pedirle se hiciera las pruebas de ADN. Estábamos sentados en la terraza de una cafetería y allí demostró que era un canalla. Repuesto del susto inicial se propuso sacar partido de la situación y a cambio de acceder a las pruebas, me exigió que volviera a acostarme con él y, como anticipo, se puso en pie, avanzó hasta mí y sin vergüenza, bajó los tirantes de mi vestido descubriendo mis tetas que cubrió con sus manos durante unos momentos; después tiró de mi para hacerme entrar en el primer hotel que había, en el que pidió una habitación en la cual entramos.

Traté de razonar con él, tratando de que hablaramos pero hablaba solo yo, me desgarró el vestido arrancando de un tirón la braga y me empujó sobre la cama en la que literalmente me violó y mientras lo hacía ahora si me hablaba; me dijo no creía que el bebé fuera suyo, pero estaba dispuesto a hacerme muchos otros y para demostrarlo se corrió en mi vagina y sin que yo sintiera otra cosa que asco. Su polla, que tanto me había gustado no hacía mucho, ahora me parecía tan fría y desagradable como si de un pez muerto se tratase. Ahora me frotaba el clítoris con ella, la metió nuevamente mientras sus dedos continuaban masturbándome; yo empezaba a excitarme pese a mi repelencia, y no tardé en comenzar a segregar como en el mejor tiempo de nuestra relación. Tomó mis piernas para colocarlas sobre sus hombros y gracias a la postura me penetró violentamente por el culo y me impedía cualquier movimiento para evitarle, pese al dolor mi cuerpo respondía, continuaba bombeando en mi culo y con su dedo acariciaba mi clítoris con lo que yo sentí que mi orgasmo no tardaría, como así fue en pocos segundos y al sentirlo él se corrió nuevamente dentro de mi. No acabó ahí la sesión sino que comenzó otra en la que los dos participamos con iguales ganas y entusiasmo, fueron no menos de cinco las veces que follamos y salí del hotel corriendo totalmente desnuda para montar en su coche que me llevó a mi casa donde no le permití que subiera.

Los días siguientes fueron como mucho más de lo mismo. Venía a mi casa y actuaba como si también fuese la suya, con el chantage del ADN me exigía que permaneciese desnuda desde su misma llegada, me utilizaba como si yo fuese su puta, y en verdad lo era y le aceptaba todo mientras los días y semanas pasaban con distintas excusas para hacerse la prueba, acercándose el final del plazo para tomar la decisión de tener o no al bebé; mientras tanto, mis pechos estaban aumentando de volumen aunque mi silueta no mostraba otro indicio de mi cambio  de estado. Lo cierto es que mi talla de sujetador había cambiado de 100 a 105 para sentirme cómoda, y mis pezones eran ya más grandes y, sobre todo, bastante más sensibles, cosa que él sabía y aprovechaba, se estaba dando un verdadero y diario festín de sexo, y me lo estaba proporcionando a mí. Ahora me exigía usar ropa más escotada, que comprase nueva ropa interior en los sex-shop; quería salir conmigo y cuando accedía a ello, que me pusiera vestidos o blusas que, aparte de un enorme escote, él pudiera desabrochar o bajar los tirantes cuando le apetecía, en general en una cafetería o en un pub cualquiera, como ejemplo el retrato de un día cualquiera

Llegó a mi casa y nada más abrirle, me desnudó en la misma puerta, sin darme tiempo a cerrarla al abrirle paso. Claro está que podía haberme negado o ni siquiera dejarle entrar en mi casa, pero su chantage había sido terminante, o le dejaba hacer todo lo que se le antojara, o no se haría la prueba necesaria y haría público mi embarazo, así que no tenía más remedio que aceptarlo. Decía, que me desnudó en la misma puerta y para cuando conseguí cerrarla ya lo hice con él detrás de mí y apretando mis tetas con sus manos. Estaba entusiasmado con ellas desde que se dio cuenta del aumento de volumen, a todas horas las quería en sus manos o con mis pezones en su boca, lo que de inmediato provocaba que mi sexo se inundara y me calentara como nunca antes había sucedido. Con ese inicio de sesión no le costó trabajo llevarme hasta mi cama y tenderme en ella; se desnudó veloz para ponerse sobre mí y empezar el bombeo hasta correrse y que yo me corriera, lo conseguía casi siempre, después quiso salir y me llevó a un pub bastante lleno de clientes ya maduros. Me había vestido con una de sus elecciones favoritas, en vestido a media pierna, muy suelto y estampado con flores blancas sobre un fondo color vino tinto, con un enorme escote solo dos botones desde el borde del escote a la cintura y sujeto con dos tirantes finos; llevaba los tirantes sobre los hombros con lo que mi escote estaba aún más abierto, pero no fue suficiente porque en cuanto nos sentamos en una mesa y dándose cuenta de que algunos  de los hombres cercanos me miraban, quiso provocarles y demostrar a todos que él era el dueño y macho dominante, y lo hizo usándome a mì, por supuesto; pasó su brazo por detrás de mis hombros para con su mano hacer deslizar por mis brazos los tirantes del vestido con lo que, mis tetas que ya desbordaban antes el escote del vestido, aparecieron libres y desnudas, las agarró con sus manos y empezó a jugar con mis pezones, a sabiendas de cual sería la respuesta de mi cuerpo y en muy pocos minutos mi vagina comenzó a humedecerse y todo mi cuerpo a estremecerse bajo las caricias en mis pechos. Comenzó a subir la falda del vestido y no paró hasta descubrir la tanga que portaba, mostrándome ante todos los que quisieran mirar y muchos vieron perfectamente como la parte delantera se humedecía; mientras una de sus manos pellizcaba mis pezones, la otra los abandonaba para apartar los bodes de la tanga, para con sus dedos penetrar mi vagina y en ese momento ya no había forma de detener ni ocultar los estremecimientos de mi cuerpo. Abrí los ojos al sentir que algo extraño ocurría, y eran tres de los clientes plantados ante nuestra mesa, encararon a Lucas y le reprocharon la màs que evidente provocación a todos, y que estando ellos allí participaban todos o ninguno lo hacía y a él le propinarían una buena paliza.  El no es ningún valiente, se dio cuenta a lo que le había conducido su juego, me soltó como si mi cuerpo quemara y al hacerlo, arrancó mi tanga y dejo mi sexo al descubierto ante ellos que tomaron asiento a nuestro lado, rodeándome y dejando al lado a Lucas, tomando posesión de su presa a la que quisieron catar de inmediato. Uno tomó posesión de mi pezón derecho y con su boca comenzó a lamerlo y mordisquearlo consiguiendo en minutos que sobresaliera mas de un centímetro, y que mi vagina fuese ya un verdadero rio en el que fue a beber la boca del segundo y cuando este se puso en pie para tumbarme sobre el sofá y meterme su polla que se deslizó en mi interior hasta llegar a mi matriz donde estaba mi hijo. Lo sabía pero ya era incapaz de controlar mi cuerpo, otra polla entró en mi boca que le acogió con hambre, mientras el tercero seguía jugando con mis tetas cuyos pezones estaban monstruosamente dilatados. Mis caderas danzaban buscando una penetración más profunda, sentía la segunda polla empotrada en mi boca llegar hasta la garganta y me sobrevino el orgasmo más grande del que tenía recuerdo, y al mismo tiempo los orgasmos de ellos vertiendo ríos de semen. Hubo cambio de tercio o cambio de posturas, cada uno de ellos cambió de lugar, ahora no era yo la que estaba tumbada sobre el sofá, sino sobre el cuerpo de uno de ellos con su polla metida a fondo en mi vagina; otro encima de mi apretando mi culo con su polla hasta meterla entera e iniciando una feroz cabalgada; el tercero de pie, acercando la polla hasta que la tomé con mis manos para lamer su cabeza apretando sus huevos, para meterla en mi boca haciéndola entrar y salir hasta que se vació en ella. Los otros dos seguían con lo suyo, si uno presionaba por detrás, el otro me llegaba más profundo y así todos nos vaciamos al unísono.

Fueron corteses, los tres nos llevaron hasta mi casa en la que entramos todos, Lucas abrió la puerta con la llave que llevaba en mi bolso,  una vez dentro y con los tres ya recuperados recomenzó la fiesta, pero esta vez fueron ellos tres y yo los que participamos activamente en ella, Lucas su fue a otro cuarto y de allí no salió mientras duró la fiesta, me follaron por el culo, la vagina y la boca cada uno de ellos, la noche fue un cuarteto muy bien orquestado, y yo la terminé rebosante de semen y alegre porque había tomado una decisión. Por la mañana eché a Lucas de mi vida para siempre, hice que me practicaran un aborto muy dispuesta a continuar mi camino sin trabas y sin cargas.

Espero que funcione!.

 

 

 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *