Continuación del relato “Chateando con Laura “
Relato erótico: “Chateando con Laura” (POR EL OTRO YO)
Es recomendable leerlo, pero la historia puede entenderse sin hacerlo.
Esa noche llegué a casa poco antes de las 22:00. Todavía me duraba el entusiasmo por la charla que tuve con Adrián. Seguramente ayudó el hecho de que apenas nos despedimos me pusiera a trabajar. Me sentía con la energía totalmente renovada y en menos de 2 horas tenía todo terminado. Solo cuando finalicé el trabajo y me preparaba para dejar la oficina empecé a pensar en lo que había hecho. Ya en el colectivo repasé mentalmente la conversación. Me sentía feliz y relajada. Era la única que sonreía en un transporte lleno de caras agotadas por el largo día laboral.
Supe desde que imaginé por primera vez sus labios acercarse a mi cuello que la conversación terminaría como terminó. La forma en que transcurrió todo fue perfecta (¿Cómo supo lo que me gusta que me muerdan las orejas?). Adrián se mostró seguro y decidido, al tiempo en que solo se preocupó de mi placer. Podría entregarme tranquila a él o podría hacer que se entregue a mi con resultados igualmente satisfactorios. Así y todo algunas cosas llamaron mi atención (“Dios, ¿por qué le cuesta tanto decir “tetas”?”). Tendría que enseñarle a llamar a las cosas por su nombre cuando lo hiciera mío.
Luego de unas rápidas cena y ducha seguía llena de energía y sin poder sacarme la conversación de la cabeza. Aunque suponía que la experiencia había sido sumamente excitante también para él, quería compensar a Adrián y que sintiera lo que yo sentí.
Decidí que alegraría su mañana (por la hora era poco probable que viera los mensajes hasta que se levantara) enviándole algunas fotos sexis. Escogí tres tipos de ropa interior: Un conjunto de tanga y bikini blanco con transparencias de encaje, un corset ajustado también blanco y un sujetador rojo con un colaless azul.
Me tomé varias fotos con cada conjunto. Con cada uno repetí la misma rutina: empezaba con fotos sin mucha gracia, para ir soltándome poco a poco y terminar con fotos insinuantes y sugerentes: sonriendo con picardía, mostrando mi cola o inclinándome hacia adelante dejando ver mi escote. Elegí las fotos que más me gustaron y se las envié con el mensaje “Pensando en que ponerme en nuestra cita de mañana”. Soy una mujer de armas tomar y si bien no habíamos arreglado una fecha aún, lo deseaba y no iba a seguir posponiendo nuestro encuentro. Por último le mandé una foto acostada en la cama, mordiéndome una uña y el mensaje “acá, esperándote para que durmamos juntos”.
Me costó conciliar el sueño. Las emociones del día más la expectativa por lo que vendría (tanto personal como profesionalmente) me mantuvieron dando vueltas en la cama un largo rato. Sin embargo la mañana siguiente me encontró renovada y en perfectas condiciones para empezar un día que prometía ser intenso.
Salvo por la elección de la ropa que llevaría en mi bolso, no pensé en Adrián hasta el mediodía. Tenía mucho trabajo en la mañana y si quería verlo en la tarde debía trabajar sin distracciones. Las primeras 4 horas de trabajo se me pasaron volando, revisando y luego comentando el informe con mi jefe. A propósito había puesto el celular en silencio y solo vi los mensajes de Adrián cuando lo revisé a la hora del almuerzo: “¡Qué linda forma de empezar el día!” “Me va a costar concentrarme en el trabajo sabiendo que tenés puesto alguno de los conjuntos que me mostraste” “¿Qué te hace pensar que vamos a vernos hoy?”
Aunque me encantaron los 3 mensajes el último fue el que más me gustó. Si hubiera contestado haciéndose el canchero posiblemente me habría desilusionado. La respuesta siguiendo el juego fue lo que esperaba y necesitaba. “Pensé que ibas a querer ver más de mi L” contesté después de unos minutos mostrando una falsa tristeza. “Obvio que quiero. Es en lo único que pienso desde que vi tus fotos esta mañana”. Me excité pensando en Adrián tocándose viendo mis fotos, pero tampoco me desagradó pensar que iba a estar caliente todo el día pensando en mi sin hacer nada. “¿Solo pensaste o hiciste algo más?” le pregunté finalmente, aunque luego añadí “ Mejor me lo contestás a la noche”.
Intercambiamos algunos mensajes más sin mayor relevancia hasta que acordamos lugar y hora del encuentro. Sería en un bar cercano a mi departamento a las 19:00, lo que me daba tiempo de volver a casa, bañarme y preparar todo para cuando volviéramos de la cita. Deliberadamente llegué unos minutos más tarde y cuando lo hice Adrián ya me estaba esperando en la puerta. Me acerqué a él con paso decidido, sonriéndole en cuanto me vio. Rodeé su cuello con mis brazos y le di un beso como si fuéramos novios. Como dije antes, soy una mujer de armas tomar. Adrián se mostró sorprendido unos segundos, pero rápidamente reaccionó devolviendo el beso y colocando sus manos sobre mi cintura, atrayéndome hacia él de forma firme pero respetuosa.
Ya roto el hielo entramos al bar abrazados de la cintura y sonriéndonos mutuamente. Nos sentamos en una mesa con un sillón en “U”. Estuvimos unos minutos besándonos y acariciándonos cada vez más íntimamente, calentándonos el uno al otro. Me separé de Adrián cuando una de sus manos intentaba meterse por debajo de mi remera. Sonriéndole y con su mano en mi cintura le dije
– Tengo un juego para proponerte.
– ¿qué juego?
– Las adivinanzas – le contesté sentándome en sus piernas y rodeando su cuello con mis brazos – Tengo puesto uno de los conjuntos que te mostré en las fotos. Si adivinás cuál es en el primer o segundo intento voy a hacer todo lo que quieras esta noche. Si no lo adivinás, vos vas a hacer lo que yo quiera. ¿Te interesa?
– Me interesa – dijo antes de besarme y agarrar suavemente mis dos tetas, como tratando de averiguar que corpiño tenía puesto a través de mi remera –
– Sin tocar – Dije sonriendo al tiempo que colocaba sus manos en mi cintura – primer intento
– Tanga y bikini blanco.
– ¿Ese es el que más te gustó?
– Si.
– Lo tendré en cuenta para el futuro, pero no es el que elegí hoy. Segundo intento
– No hay chance que te empaquetes en un corset sin saber cuando te lo vas a sacar, conjunto azul y rojo.
Sonreí y lo besé como única respuesta. Mientras nos besábamos llevé sus manos por dentro de mi remera, para que ahora si descubriera con su tacto la ropa interior que llevaba puesta – Nos vamos a divertir mucho esta noche – dije cuando supe que había descubierto su error, volviendo a besarlo, introduciendo mi lengua en su boca y tomándolo firmemente del rostro para que entendiera quien mandaba desde ese instante.
– Manos afuera – dije mirándolo seria y con su cara aún en mis manos
– Si ama – contestó como si me hubiera leído la mente
– Uf. Seguí portándote así de bien y vas a ser recompensado – dije volviendo a besarlo y empezando a frotarme con su entrepierna.
Comencé con un vaivén lento que fui acelerando junto a mis besos a medida que sentía crecer el pene de Adrián. Cuando consideré que ambos estábamos lo suficientemente calientes me separé y bajé de sus piernas
– Fuera tu ropa interior. Podés ir al baño a sacártela, pero si tardás más de 6 minutos no vas a acabar esta noche.
– Me las vas a pagar – dijo sonriendo.
– Cuando me ganes una apuesta. Por cierto, sabía perfectamente cuando y cómo me iba a sacar el corset. – Dicho esto tomé su rostro y lo apoyé en mi torso suavemente, haciéndole sentir mis tetas – te quedan 5 minutos y medio.
Adrián se dirigió rápidamente al baño al escucharme. Reconozco que fue una decisión arriesgada, pero quería corroborar que realmente estuviera a mis pies y jugar un poco con él. La química y confianza que habíamos generado hubiera sobrevivido si no lo dejaba correrse, cosa que por supuesto no estaba en mis planes.
Adrián regresó rápidamente. Mucho antes del límite de tiempo. Pude ver mientras se acercaba un bulto en uno de sus bolsillos. Al sentarse a mi lado solo extendí hacia él una de mis manos, mirándolo seria. Sin mediar palabra me entregó mi trofeo, el cual guardé desinteresadamente en mi cartera. Me acomodé nuevamente sobre sus piernas y lo felicité por su buen trabajo.
– Muy bien. Así me gusta. Seguí portándote bien y te voy a recompensar.
– Gracias ama.
– Mmmmmm me voy a acostumbrar a que me llames ama – dije después de besarlo nuevamente – Hora de irnos a casa.
Tal cual mencioné anteriormente vivo cerca del lugar del encuentro. Caminamos hasta mi departamento abrazados de la cintura y besándonos ocasionalmente. Ya a pocos metros de mi edificio bajé la mano con la que lo abrazaba hasta su cola, metiéndola por dentro de su pantalón.
– ¿Cómo te sentís caminando por la calle sin calzoncillos? – Pregunté mientras le apretaba una nalga.
– Es extraño
– ¿Te incomoda?
– Un poco, pero me estoy acostumbrando. Por suerte no me puse vaqueros.
– ¿O sea que no te molestaría si alguna vez te sacara a pasear así? – Una mezcla de terror y excitación invadió su rostro en cuanto terminé la pregunta – Imaginate mi cola rozándote mientras bailamos – Susurré al tiempo que la pasaba lentamente sobre su paquete.
– Puede ser… – suspiró – …uf interesante – contestó casi gimiendo mientras un bulto se agrandaba entre sus piernas.
Lo besé atrayéndolo hacia mi apretando sus desnudas nalgas. Luego seguimos camino al departamento. En cuanto cerramos la puerta tiré mi cartera y mis llaves al piso y me abalancé sobre él, besándolo con pasión y rodeando su cuello con mis brazos. Adrián me tomó de la cintura. Notaba sus ganas de tocarme, pero se mantuvo respetuoso en su papel. Sentirlo así fue sumamente excitante y despertó en mi algo que no sabía que tenía. Me sentía poderosa. Quería excitarlo y jugar con él. Ver su desesperación y frustración y el esfuerzo que hacía solo por complacerme.
– ¿Querés tocarme?
– Si
– ¿Por qué no lo hacés?
– Porque no me ordenaste que lo hiciera.
– ¿Qué te gustaría tocarme?
– Después de ver las fotos estuve todo el día pensando en tus pechos.
– Hablando de las fotos – dije acariciando su paquete sobre el pantalón – ¿te tocaste mientras las mirabas?
– No ama.
– ¿Te excitaron? – pregunté mientras levantaba su remera y veía la punta de su pene asomarse.
– Si, mucho.
– ¿Lo qué más te gusta de mi son mis tetas?
– Si
– Sacame la remera – dije – muy despacio y manteniendo tu mirada en mis ojos.
Adrián cumplió con mi orden. Notaba la fuerza que estaba haciendo para no desviar su mirada hacia mi escote, respirando con grandes exhalaciones. A pesar de su esfuerzo también notaba lo mucho que lo estaba disfrutando, a juzgar por el aspecto de su aparato. Le sonreí en cuanto terminó su tarea y acariciando sus brazos, que estaban tan tensos como su rostro, me di media vuelta, apoyando sus manos sobre mi estómago. Ladeé mi cuello y recogí mi pelo por un costado. Adrián reaccionó ante mi explícita orden besándome suavemente el cuello, a lo cual respondí con un gemido. Esto lo envalentonó y aumentó la intensidad de sus besos. Dudé un instante si castigar su iniciativa, pero sus manos firmes sin haberse movido de donde las había colocado me convencieron de que no era necesario. Pegué mi cola a su cintura y comencé a moverla arriba y abajo, provocando que dejara de besarme y fuera ahora él quien gimiera. Debo aclarar en este ahora que si bien me considero atractiva y sé que mis tetas gustan a los hombres, mi parte preferida de mi cuerpo son mis nalgas, con lo que su preferencia por mi delantera fue una pequeña ofensa que pensaba corregir en ese momento. Adrián parecía haberse olvidado temporalmente de su rol y solo gozaba del roce de mi cola con su miembro, algo que definitivamente no dejaría pasar.
– Volvé a besarme – dije simplemente sonriendo, sacándolo con esa sola frase de su ensoñación.
– Perdón ama – contestó volviendo rápidamente a posar sus labios en mi cuello.
– Mmmmmmmmm – gemí al sentirlo besarme nuevamente – no importa – mentí – me gusta saber que mi cola te puede excitar tanto – ahora si fui sincera, aunque “gustar” no fuera el verbo que mejor describía mis sensaciones – ¿creés que con mis tetas te excitarías así? – Pregunté mientras seguía moviéndome despacio sobre su ya muy erecto pene.
– No sé – dijo entre jadeos – habría que probarlo – mala respuesta.
– Sabés que si había alguna chance de que eso pasara hoy, la acabas de perder ¿verdad?
– Si ama – sonó levemente decepcionado
– ¿Y qué yo encuentro mucho más placentero rozarte así que hacerlo con mis tetas?
– Ufff…No lo… sabía – la decepción desapareció de su voz dando paso a guturales gemidos
– No podés acabar hasta que te lo ordene – dije luego, ya que notaba su miembro palpitar al límite.
– Está bien – contestó tragando saliva.
– Continuemos.
Adrián volvió a besar mi cuello despacio Yo gemía ante sus besos, en parte por excitación y en parte por excitarlo. Llevé sus manos al botón de mi pantalón y le ordené que lo abriera y me bajara lentamente el cierre. Me saqué con parsimonia cada uno de mis zapatos y mi pantalón, quedando vestida solo con mi corset y las medias con liguero a juego. Notaba a Adrián respirar agitado. Volví a pegarme a él y le dije “tocame”. El gemido que escapó de mis labios debió escucharse en todo el edificio. No pensé que la situación me tuviera también a mi tan caliente. Estaba yo también a punto.
– Pará – Le ordené después de unos segundos
– ¿pasa algo? – preguntó preocupado
– Si, que estoy a punto de correrme y quiero hacerlo con vos mirándome a la cara – contesté dándome vuelta sonriéndole y rodeándole el cuello con mis brazos – ahhhhh mmmmmmmm si – empecé a gemir cuando volvió a tocar mi entrepierna – seguí no dejes de mirarme – apenas podía mantenerme en pie – Decime de quien sos.
– Soy tuyo – dijo tímidamente.
– Ahhhhhh no te escucho.
– Soy tuyo – repitió más fuerte
– Mmmmmmmmmmmmm seguí.
– Soy tuyo – siguió repitiendo mientras no paraba de masturbarme sin dejar de mirarme a los ojos.
– Ahhhhhhh si así mmmmmmmmmm ahhhhhhhhhhhhh. – Alternaba mi mirada entre la suya y su palpitante pene hasta que alcancé uno de los orgasmos más potente que he tenido en mi vida.
Me quedé abrazada a él sosteniéndome de su cuello mientras me recuperaba. Luego de hacerlo permanecí en silencio acariciando despacio su pene, que seguía erecto, sobre el pantalón. Adrián tampoco podía emitir palabra. Mis caricias lo mantenían excitado sin acercarlo a su orgasmo. Respiraba agitado. Siguió mirándome a los ojos sin que se lo ordenara. La situación estaba volviendo a calentarme. Desabroché y bajé su pantalón, sonriendo y relamiendo mis labios. Apreté suavemente su aparato, a lo que respondió con un largo gemido. Supe que si continuaba no podría aguantarse más.
– ¿Alguna vez estuviste tan excitado?
– No ama, nunca
– ¿Aún sin habernos desnudado completamente?
– Aún así, o quizás por eso.
– ¿Te das cuenta que hubiera sido imposible llegar a estar así estimulándonos con mis tetas?
– Uf. Ahora si
– ¿Seguro?¿Ya no necesitas probarlo?
– No ama.
– Muy bien – dije dándome vuelta – Agachate y Pedile perdón a mi cola
– Perdón – dio un beso en mi nalga derecha
– Mmmmmmmm
– Por pensar – besó mi nalga izquierda
– Mmmmmmmm seguí así
– Que no podían – dio un suave mordisco en mi cachete derecho
– Ahhhhhhhhhh
– Excitarme tanto – repitió el proceso en mi cachete izquierdo.
– Ahhhhhhh
– Como los pechos…
– Las tetas – corregí
– Como las tetas de Laura.
– Mmmmmmm buena disculpa. Espero que a partir de ahora nunca te olvides de adorar mi cola.
– No ama.
Me acerqué a mi cartera para buscar un preservativo y pude sentir su mirada en mi cola. Sonreí, primero para mis adentros y luego mirándolo sobre mi hombro. Seguía arrodillado, como un cachorro esperando a su dueña. Me paré delante suyo, acaricié su cabeza con una mano mientras corría mi ropa interior con la otra. “Lamé perrito” le ordené. Adrián empezó a lamer despacio mi vagina de abajo hacia arriba. A medida que aumentaba la intensidad de mis gemidos él se envalentonaba. Al poco tiempo me penetraba con su lengua lo más adentro que podía. Yo lo alentaba a que siguiera, tanto con palabras como con mis gritos de placer y apretando más su cabeza entre mis piernas. Volví a detenerlo cuando estaba a punto de correrme. A pesar que intentó disimularlo pude ver su sonrisa al hacerlo. Le ordené que se levantara y le coloqué el preservativo mirándolo a los ojos, que quiso cerrar en cuanto mi mano tocó su miembro. Una de las cosas que más me estaba excitando de toda la situación era como me miraba y no permitiría que dejara de hacerlo. “No te dije que podías dejar de mirarme” fue la forma en que decidí comunicárselo. Al abrir sus ojos se encontró con mi sonrisa y mis ojos mirándolo fijamente. Intentó disculparse pero estaba muy agitado como para que las palabras le salieran con fluidez. Lo callé primero con un dedo y luego con mis labios. Me separé y sin dejar de mirarlo dije “ahora me voy a dar vuelta y voy a pegar mi cola a vos. Voy a estimularte como lo hice antes. Vos vas a masturbarme mientras me besas y mordisqueas desde el cuello hasta la oreja. Podés acabar una vez que yo lo haga. Si te quedó claro asentí con la cabeza”.
Adrián asintió enseguida. Se notaba que estaba al límite. No sabía realmente si aguantaría y no pensaba castigarlo si no lo hacía, siempre que fuera capaz de seguir tocándome hasta que me corriera. Me rodeó con sus brazos, recogió mi pelo en un costado y empezó a besarme el cuello despacio. Yo gemí suavemente. Colocó un dedo en la entrada de mi vagina y fue recorriendo de a poco mi interior. Me pegué a él y reinicié mis movimientos sobre su paquete, siguiendo el ritmo que me marcaba con su dedo. Adrián recorría mi cuello y el costado de mi cara con sus labios, aumentando de a poco la intensidad de sus besos y con esta la velocidad y profundidad de su dedo dentro mío, el volumen y duración de mis gemidos y la rapidez y amplitud de mis movimientos sobre su paquete. Esto fue rápidamente reconocido por él quien cambiaba el ritmo para evitar correrse, sin por esto alejarme de mi orgasmo. Mi primer grito de placer vino en cuanto mordió suavemente mi oreja. El siguiente cuando introdujo un segundo dedo y llevo sus falanges lo más dentro mío que pudo. Después de esto comenzó nuevamente a besarme el cuello despacio, acariciando mi sexo por fuera. Yo gemía dulcemente. Siguió mordisqueándome a medida que de a poco me penetraba con sus dedos. Desde ese momento no paré de emitir gemidos y gritos, cada vez a mayor volumen y duración. Sus dedos entraban y salían a toda velocidad de mi entrepierna. Un largo y último gemido escapó de mi boca en cuanto mordió mi oreja. Cuando estaba terminando de acabar Adrián disminuyó la velocidad de sus dedos, llevándolos bien adentro mío. A los pocos segundos dejó de morderme y comenzó a gemir. Antes de que pudiera correrse giré mi cabeza y lo besé, sin dejar de moverme sobre él, ahogando su orgasmo con mis labios.
Me separé de Adrián en cuanto acabaron sus gemidos. Luego de estar mirándonos sonrientes unos segundos le indiqué que fuera al baño a quitarse el preservativo, terminar de desvestirse y refrescarse si así lo deseaba. Mientras tanto yo recogí nuestra ropa del piso, la doblé y llevé a la mesa del comedor y nos serví un vaso con agua y una cerveza a cada uno. Dejé las bebidas en la mesa ratona que tengo en el living y me recosté sobre el sofá que tengo frente a esta.
Adrián salió del baño a los pocos segundos. Todavía estaba levemente agitado. Le ordené que dejara su ropa en la mesa y se sentara junto a mí. Vi en su cara una leve decepción por no encontrarme desnuda, pero no dijo nada. Dio un sorbo a su vaso de agua y cayó rendido sobre el sillón.
– ¿Cómo estás? – Pregunté
– Uf – Sonreí ante su bufido. No necesité más respuesta para saber que para él también estaba siendo una de las experiencias más excitantes de su vida. Aún así una parte de mi necesitaba que me lo dijera.
– Si – dije solamente. No precisábamos más palabras. Nuestros rostros felices demostraban cómo nos sentíamos – ¿Ya habías hecho algo así?
– No, nunca.
– Lo estás haciendo muy bien.
– Gracias ama – Sonreí nuevamente. De verdad que estaba acostumbrándome a que me llamara ama – ¿Vos hiciste alguna vez algo como esto?
– Tampoco, aunque alguna vez lo he fantaseado – Tomé un trago a mi cerveza – ¿Cómo te sentís?
– Agotado.
– Te voy a dar un rato para que te recuperes, pero no era eso lo que quería escuchar. – Le sonreí para que viera que no estaba enfadada. – Me refería – dije llevando un pie a su entrepierna – a cómo la estás pasando.
– Genial. Está siendo difícil pero es parte de la gracia – Se tomó un segundo para pensar si continuar o no – Y lo que hace que sea tan placentero.
– ¿Qué es lo que te resulta placentero?
– Todo. Hasta el esfuerzo de no hacer algo que me ordenaste que no haga – miró un segundo el pie sobre su pene para rápidamente posar su vista en mis ojos.
– Cómo no mirarme las tetas – bajó inconscientemente su mirada hacia mi pecho – No, no, no, seguí viéndome a los ojos.
– Como no mirarte las tetas – dijo controlándose
– ¿Por qué eso te da placer?
– Creo que es por varios motivos. En primer lugar ahhh – comencé a mover mi pie sobre su pene, que lentamente comenzaba a retornar a la vida – me satisface esforzarme y cumplir. Si no me esforzara no sería mmmmmmm – presioné levemente su pene – placentero. Además es excitante ver tu excitación al cumplir tus órdenes.
– O sea que si te pidiera que besaras mis pies – dije acercando mi extremidad libre a su rostro – no te mmmmmmm – tomó mi pierna con sus manos y dio un beso en el empeine – excitarías – noté su miembro crecer más – porque a mí, mirame de nuevo a los ojos, me calienta mucho, lamé todo mi empeine mmmmmmm que cumplas con lo que te ordeno.
– Uf. Creo que es obvio que también me excita – Contestó agitado antes de volver a besarme.
Debo confesar que esa fue la primera vez que disfruté con que besaran mis pies. Nunca tuve mucha sensibilidad en esa parte de mi cuerpo. Lo excitante era el simbolismo de tener a un hombre a mis pies y el hecho de que obedeciera cada orden que le daba. Era cierto, también tengo que reconocer, que la excitación era mayor si la orden que daba a Adrián resultaba un desafío para él. Pero en mi caso pesaba mucho más la obediencia.
Separé mis dos pies de Adrián y me senté a su lado. Su pene estaba nuevamente listo para la acción. Lo besé y mordí su labio inferior, rozando la punta de su miembro con mis dedos mientras nos besábamos. Separó nuestras bocas cuando no pudo resistir más su gemido. Yo sonreía viéndolo a los ojos
– No sabés lo excitante que es verte así – dije en un susurro justo antes de agarrar su tronco suavemente.
– Ahhhh
– Y saber que es por mi – empecé a pajearlo despacio – y que por más que lo desees con toda tu alma – Adrián gemía y se esforzaba por mantener sus ojos abiertos – no vas a acabar hasta que te lo permita.
Dejé de masturbarlo y acerqué mis labios a los suyos. En cuanto abrió la boca para besarme saqué la lengua y lamí el contorno de la misma para después si unirnos a través de nuestras bocas.
– Ahora vas a tener que tomar una decisión. La última que vas tomar en toda la noche. ¿Estás listo?
– Si ama.
– Vas a tener que decidir – me tomé el mayor tiempo posible, observando divertida su creciente expectativa – Si querés ver o tocar mis tetas.
– Uf. ¿No pueden ser las dos? – Preguntó casi rogando.
– No. Es tu castigo por olvidarte antes de tu rol – contesté, no porque mereciera respuesta sino para que supiera que sus actos tenían consecuencias.
– Pensé que no te aaaahhhhhh – volví a rozar la punta de su pene – había molestado.
– ¿hubieras preferido que parara en ese momento solo para castigarte?
– No ama – Sonreí
– Eso pensé. Tenés 10 segundos para decidir o no va a ser ninguna.
– Verlas – contestó sin dudarlo, comenzando tímidamente a bajar su mirada a mis pechos.
– Todavía no perrito – lo interrumpí viendo su miembro palpitar al llamarlo de esa manera – ese va a ser tu premio si seguís portándote bien – me moví lentamente hasta subirme sobre sus piernas – ¿Te gusta que te llame perrito? – Sentí su paquete vibrar sobre mí al hacerle la pregunta. Eso, sumado a que evitó verme a los ojos debido a la vergüenza que le provocaba, me indicó la respuesta. Tomé suavemente su rostro obligándolo a mirarme de nuevo – contestame – hice una pausa – perrito – completé despacio.
– Ahhhhhh si
– ¿Si qué?
– Si ama.
– Decilo completo.
– Me gusta que me llames – desvío la mirada con vergüenza – perrito.
– Muy bien – lo besé despacio y empecé a moverme sobre él rozando nuestros sexos a través de mi ropa interior
Me detuve cuando lo noté lo suficientemente excitado. Me bajé de su cuerpo y le ordené que me desvistiera de a poco, empezando por mis pies. Se arrodilló y comenzó a besarme los muslos, acariciando mis piernas buscando el elástico de mis medias. Empezó por el derecho, bajaba la media de a poco, besando en forma suave la piel que iba quedando al descubierto. Yo gemía dulcemente y le acariciaba la cabeza, para que supiera que sus esfuerzos me estaban agradando. Cuando terminó de sacar mi media empezó a masajear y besarme el pie. Sin que se lo ordenara llevó a su boca cada uno de mis dedos lamiéndolos completamente mientras sus pulgares presionaban en círculos la planta. Después de unos minutos repitió el procedimiento en mi pierna izquierda. Si no fuera por la excitación que tenía el masaje me hubiera dejado lista para dormirme.
Cuando consideré que había sido suficiente me levanté dándole la espalda a Adrián, que aprovechó para tomarme suavemente por el ombligo y besar mi nalga derecha. Gratamente sorprendida le pregunté si siempre aprendía así de rápido o si quería congraciarse conmigo para pedirme algo. Me contestó que sólo estaba adorando la cola de su ama a lo que no totalmente convencida respondí que de ser así podía continuar al tiempo que llevé mis manos a su cabeza para apretarla contra mis cachetes.
Me besaba y mordisqueaba con la devoción suficiente como para haberme convencido de sus intenciones en menos de un minuto, lo que hizo que cambiara levemente mis planes. Pensaba hacer que terminara de desvestirme para después darle todo el tiempo la espalda, torturándolo sin que pudiera verme los pechos. En vez de eso le indiqué que me siguiera a cuatro patas sin separarse de mis nalgas. Caminé despacio con su nariz y su lengua pegadas a mi cola, lo que me provocaba un continuo y excitante cosquilleo. Cuando entramos a mi habitación Adrián se encontró con la última sorpresa que había preparado para esa noche. Estaba tan concentrado en mi cola que tardó unos segundos en darse cuenta de los distintos elementos que había distribuido en la cama y en la cómoda del cuarto.
Atadas a la cabecera de la cama había dos bufandas; dos sogas se encontraban amarradas a los pies de la misma y un pasamontañas descansaba sobre la almohada; en el mueble había una vela de cera, una caja de fósforos y un cinturón de cuero. Por supuesto que al preparar el cuarto no sabía quien ganaría la apuesta con lo que todo lo que había dispuesto eran cosas con las que me sentía cómoda o que creía que podría tolerar. No tenía pensado torturarlo físicamente, pero quería ver su reacción ante la amenaza de que eso sucediera. Cuando Adrián finalmente separó su cara de mi cola sonrió sin decir nada mientras observaba la habitación. A pesar de la innegable curiosidad no se levantó del lugar en que lo había dejado. Luego de algunos segundos preguntó como sabía que ganaría la apuesta, a lo que contesté de la misma manera que lo hice en estas líneas, obviando el hecho de que no pensaba lastimarlo.
– ¿Hay algo que quieras ver más de cerca? – pregunté animándolo a explorar, ante lo cual comenzó a incorporarse en dirección al improvisado látigo – No, no, no – Le llamé la atención divertida – a cuatro patas. A menos que – hice una pausa hasta que giró su cabeza hacia mi – a menos que quieras que lo pruebe con vos.
Adrián agachó su cabeza y continuo gateando hacia el cinturón. Pude ver una gota de sudor frío formarse en su espalda, lo que me calentó más de lo que ya estaba. Supe en ese momento que ya no podría volver a tener sexo en forma “normal”. Se había despertado algo en mi que no podía ni quería volver a adormecer.
Me senté en la cama con las piernas cruzadas observando a Adrián acercarse despacio a la cómoda. Tomó con sus dos manos el cinto y lo estiró despacio delante de sus ojos. Lo apoyó con cuidado en la madera y le pasó suavemente un dedo entre cada extremo, casi acariciándolo.
– Así no vas a averiguar como se siente en tu cola – dije sorprendida tanto por mis palabras, por el tono empleado y por la sonrisa que tenía al pronunciarlas.
– No es eso – Contestó casi susurrando y bajando la mirada
– No te preocupes – lo tranquilicé ignorando su mentira – Nunca vas a averiguarlo si no me das motivos para hacerlo. Además… – me callé esperando su reacción
– ¿Además?
– Además me interesa mucho más tu reacción cuando sin que lo esperes ni puedas evitarlo te caiga una gota de cera caliente en tu ombligo – La gota de sudor en la espalda de Adrián comenzó a descender por su cuerpo mientras describía la escena – Escuchar tu grito ahogado por una mordaza, ver tu cuerpo tensarse sin poder moverse y sobretodo sentir tu relajación y agradecimiento cuando para curarte roce toda la zona afectada con mi lengua.
Inmediatamente noté un cambio en su postura. Había despertado su curiosidad, ya vería más adelante cómo la estimulaba. De momento me interesaba más la estimulación sobre mi cuerpo.
– Pero bueno – continué diciendo – Eso lo descubriremos en otro momento. Lo que quiero ahora – dije descruzando las piernas y corriendo mi ropa interior – es que seas un buen perrito y no tenga que pensar en formas de castigarte.
Adrián dejó el cinturón en su lugar y comenzó a gatear hacia mi mirándome a los ojos. Mordí mi labio inferior mientras lo observaba acercarse. Llegó a mi lado, se acomodó entre mis piernas y pasó su nariz por mi vagina estremeciéndome de placer. Levantó su cabeza nuevamente en dirección a mi rostro buscando mi aprobación, la cual di apoyando una mano en su cabeza y diciéndole “seguí perrito”.
Volvió a rozar mis labios vaginales, primero con su nariz y luego con su lengua. “mmmmmmm si, así” dije jadeando mientras me acostaba y acariciaba despacio la parte de atrás de su cabeza. Repitió el proceso pero al usar su lengua en lugar de darme una lamida larga me dio rápidos lengüetazos. “aaaahhhhhhaaaa” grité mientras sentía su lengua pegarse y separarse de mi piel. Inmediatamente lo tomé con mis dos manos y lo apreté contra mí. Adrián reemplazó la mano con la que estaba exponiendo mi sexo con una suya, la cual aprovechó para, ayudándose con su otra mano, abrirlo. Siguió alternando lamidas largas con cortas hasta que empezó a penetrarme con la lengua, dando comienzo a una sinfonía de gritos, gemidos y jadeos por mi parte. La Lengua de Adrián me recorría con maestría, lamiendo, sorbiendo y chupando todo mi interior. Estaba en la gloria. Tenía a un hombre lindo, fuerte y seguro de si mismo totalmente a mis pies, preocupado únicamente de complacerme y haciéndolo muy, muy bien. Tomar consciencia de esto hizo que comenzara a correrme, apretando fuerte la cabeza de Adrián contra mí y gritándole que no parara.
Luego de no sé cuanto tiempo mis gritos fueron convirtiéndose en gemidos y unos segundos después dejé escapar un último suspiro de placer y solté su cabeza, cayendo desplomada sobre el colchón y empezando a reírme . Adrián bajó la intensidad de sus movimientos pero seguía ocupándose devoto de mi sexo. Cuando mi respiración se estaba normalizando y la sangre volvía lentamente a mi cerebro comprendí que no le había ordenado que se detuviera. Acaricié su cabeza y lo felicité por su buen trabajo mientras intentaba controlar mi risa, lo que logré hacer uno o dos minutos después. Era la primera vez que me corría tres veces en una noche. Estaba feliz y agotada.
Aunque la lengua de Adrián estaba entregándome nuevas energías, no sabía si sería capaz de continuar. Por un lado sentía que no era posible que me quedaran fuerzas para nada más que dormirme. Por el otro tenía muchos deseos de tener su pene adentro mío y no quería desaprovechar la preparación que había hecho en el cuarto. Además tenerlo entre mis piernas ocupándose incondicionalmente de mi estaba calentándome de nuevo. No por lo que estaba haciendo en si, que más que excitarme me estaba relajando, sino por lo obediente que estaba siendo. Que no se hubiera detenido ni pareciera querer hacerlo solo porque no le indiqué lo contrario me resultaba muy estimulante. Por un segundo pensé en premiarlo por su disciplina, pero rápidamente descarté la idea. No tenía ganas de hacerlo. En lugar de eso solo acaricié repetidas veces su cabeza y le dije “buen perrito”. Su premio sería ver (y adorar) mi cuerpo desnudo.
Unos minutos después mi mano acariciaba su cabeza con firmeza y la intensidad de sus besos y lamidas había aumentado. Yo ya gemía dulcemente y arqueaba un poco la espalda. Llevé mis manos a mis tetas y las acaricié y apreté a través del corset. Dejé una mano en mis pechos y utilicé la otra para sentarme, ayudándome con la cabeza de Adrián.
– Decime perrito – pregunté entre jadeos sin dejar de tocarme – ¿creés que merecés ver mis tetas?
– No lo sé – Contestó Adrián tragando saliva. Ambos sabíamos que había solo una respuesta correcta – Solo si vos creés que lo merezco.
– ¿Te molestaría si ahhhhh no quisiera mostrártelas?
– No ama
– ¿Aún después de mmmmmmmmm haberte dicho que lo haría?
– Si cambiaste de opinión no me va a molestar.
– No dije que haya cambiado de opinión – acaricié su cabeza con cariño – solo que no estoy segura de que lo merezcas – Adrián suspiró exasperado, pero en seguida se recompuso. Era obvio que creía que lo merecía y estaba de acuerdo con él, pero quería verlo esforzarse más. Tenía razón: el hecho de que se esforzara lo hacia excitante. A pesar de sus quejas su miembro palpitante pensaba lo mismo.
– ¿Qué puedo hacer para convencerte?
– Mmmmmmmmm no sé – ¿cómo podía decirle que solo quería jugar con él y no había nada que pudiera hacer? – Seguí portándote así de bien – le dije sonriendo
En ese momento su lengua me penetró profundamente, haciendo que llevara mi cabeza hacia atrás, lo que me permitió ver el pasamontañas que estaba apoyado en la almohada. Me estiré hasta alcanzarlo con la mano que apretaba mis pechos y se lo entregué a Adrián ordenándole que se lo pusiera. Pude ver la decepción en su cara pero, como durante toda la noche, rápidamente retornó a su papel.
Lo miré unos segundos, disfrutando de tenerlo arrodillado y totalmente a mi merced, antes de pararme detrás suyo para ayudarlo a levantarse y acomodarlo en la cama. Lo senté con su espalda en el respaldo y, con el mayor silencio posible, retiré finalmente mi corset y mi empapada bombacha. Era divertido (además de muy excitante) verlo impacientarse por tratar de adivinar mi próximo movimiento o esperando de un momento a otro sentir cera ardiendo en su piel.
Se sorprendió, gratamente si me guío por el sonido que escapó de su boca, cuando lo rocé levemente con mis pezones al estirarme para atar una de sus manos. Repetí el procedimiento con la otra obteniendo idénticos resultados. Levanté levemente el pasamontañas para besarlo mientras me acomodaba encima suyo. Gemimos al unísono al rozar su miembro con el mío. “Dado que ya las tocaste” dije levantándome para buscar un preservativo “no creo que sea justo que te deje ver mis tetas”. Adrián trató de argumentar contra mis dichos pero la sola caricia de la punta de su pene con uno de mis dedos le hizo perder las palabras. Coloqué el condón y volví a subirme encima de él.
Grité de placer a medida que introducía su pene dentro mío en forma lenta. Me agarré de sus hombros y empecé a subir y bajar, sacándomelo casi por completo en cada subida y chocando nuestras caderas en las bajadas. Acerqué mi pecho al suyo lo justo para que apenas se tocaran mientras me movía. Adrián gemía fuerte y respiraba con dificultad.
– ¿De verdad, perrito, hubieras preferido ver mis tetas al placer que te están dando ahora?
– Ahhhhhhhhhh – comprendí al verlo que en ese momento era incapaz de hablar y concentraba toda su fuerza en no acabar.
– ¿Ver mis perfectas tetas subir y bajar mientras te cabalgo sin poder agarrarlas? – empecé entonces a calentarlo también con mis palabras.
– Mmmmmmmmmm – casi que convulsionaba, pero seguía aguantando.
– ¿tratar de alcanzarlas con tus manos y que las ataduras no te lo permitan? – Empecé a acelerar mis movimientos.
– Ufffff, uuufff, uuuff.
– ¿Querés chuparlas perrito?
– Aaaahhhaaaa – llegó a afirmar entre gemidos. Lo besé y saqué la cobertura de su cabeza y separé nuestros labios solo unos centímetros para poder hablarle.
– Seguí mirándome a los ojos – estaba cerca de correrme
– Ahhhhhhh – cumplió mi orden con enorme esfuerzo, lo que hizo que comenzara a acabar.
– Intentá lamerme las tetas – dije entre jadeos acercándome a una distancia lo suficientemente lejos para que no pudiera alcanzarlas.
– Mmmmmmmmm – sacó inútilmente la lengua y forzó las ataduras para acercarse a mi, lo que alargó mi gozo. Cuando este comenzó a menguar lo agarré con ambas manos por detrás de su cabeza.
– Podés chuparlas perrito – dije poniendo una de mis tetas a su alcance – y cuando tu lengua me toque podés acabar.
Apenas me rozó con su lengua apreté más fuerte su cabeza contra mi, sin dejar de mover mis caderas. A pesar de ya haberse corrido antes eyaculó mucho y durante bastante tiempo. Cuando sentí que estaba terminando solté su cabeza. Lo dejé respirar unos segundos y luego lo tomé del rostro para darle un beso. Apenas tuve fuerzas para desatarlo antes de quedarme adormilada abrazada a él, que todavía agitado me envolvió entre sus brazos
Adrián tardó unos minutos en volver a respirar normalmente y poder sacarse el preservativo. Nos quedamos abrazados en silencio, mirándonos a los ojos y sonriendo. En cuanto tuve algo de fuerza me fui a bañar, dejándolo descansar mientras lo hacia. Cuando volví del baño, envuelta en una toalla, todavía estaba acostado. La ducha me sentó de maravilla. Si bien no estaba en condiciones de hacer nada sexual (y creía que Adrián tampoco) quería seguir jugando con él. Saqué una crema hidratante de mi armario y le ordené que me la aplicara en la espalda. Me acosté y desate la toalla, dejando esa parte de mi cuerpo al descubierto. Antes de colocarse crema en las manos Adrián dio un beso en cada una de mis nalgas, provocándome una sonrisa. Cuando terminó le pedí que me hiciera un masaje, el cual fue tan satisfactorio como lo imaginé el día anterior. Adrián recorrió toda mi espalda de arriba a abajo, variando la presión que ejercía en la misma y besándome ocasionalmente. Resultó tan relajante que quise que continuara por mis piernas. Volvió a besar mi cola antes de reponer la crema y hacer el masaje. Pude ver de reojo que su miembro estaba nuevamente preparado. Aunque esto me excito ya estaba más que satisfecha y no quería ni podía hacer nada más.
Cuando terminó le indique que fuera a bañarse mientras preparaba algo de comer. Decidí que cenaríamos desnudos, así podría jugar por última vez con él. Por más que lo disimulaba muy bien y se había comportado intachablemente toda la noche sabía que Adrián era un hombre de tetas y seguía prefiriendo mis delantera a mi trasero, con lo que se las pondría delante suyo pero no lo dejaría mirarlas.
A pesar de mis múltiples insinuaciones Adrián me demostró nuevamente tener una voluntad de hierro. Estuvo tenso durante toda la comida, pero en ningún momento desvío su mirada a mis pechos , o al menos nunca lo descubrí haciéndolo. Mis acciones eran de lo más variadas: me apretaba las tetas despacio mientras gemía o le rozaba su pene con mis pies (provocando en ambos casos que se tensara aún más y tragara saliva), le hablaba tratando de distraerlo, le acariciaba la cara todo sin resultado. Me di por vencida al finalizar la cena, con lo que me levanté despacio para darle tiempo a levantar su vista (no hubiera sido justa si lo hacia velozmente), le indique que levantara y lavara todo y que si quería podía vestirse e irse cuando terminara o quedarse a dormir desnudo conmigo, lo que me gustaría mucho y recompensaría. Al darme vuelta pudo sentir su mirada en mi cola y sonriendo por mi pequeña victoria giré mi cabeza y le dije “nos vemos en un rato, perrito”.