
Daniel me había conseguido a quien, se suponía, podría ser un buen partenaire para los ensayos de Sarah, un chico colombiano, Diego, con algo más de veinte años y medianamente alto, casi 1,80, y sin ningún rasgo que le identificase como latino, más aspecto de europeo y con aspecto discreto y talante cortés y educado. Músico de profesión y, de acuerdo a la moda de entonces, media melena limpia y cuidada y bastante guapo de cara. Iríamos a un pub cercano a Denia, agradable y discreto, a unos 60 km de casa, de modo que los primeros contactos entre Sarah […]