
La certeza que en unas pocas horas iban a ver a esa mujer provocó en mis hindúes una desaforada actividad y al terminar de santificar nuestro matrimonio, ni siquiera me dejaron seguir tumbado en la cama porque según ellas tenían mucho que hacer. ―Pero si hemos quedado a las nueve de la noche― protesté mirando el reloj al verme obligado a levantarme. ―Nuestro amado marido nos ha pedido que estemos guapas y eso es lo que vamos a hacer― contestó la mayor de mis esposas mientras a rastras me llevaba a la cocina. Por mucho que traté de hacerlas […]