
Ricardo Redondo se estaba poniendo un whisky cuando vio entrar a Patricia y a su mucama en el salón. Desde el principio se percató de que algo había cambiado en su cautiva. La joven se había recuperado gracias a los cuidados de Antonella, y a tenor del rubor en las mejillas de ambas, supo al instante el tipo de bálsamo usado. En vez de cabrearse, que sin su permiso esas dos hubiesen compartido algo más que un baño le hizo gracia al saber que sus planes se iban cumpliendo al pie de la letra. «Qué previsibles son las mujeres», […]