
Horas después, Gonzalo despertó con la colombiana abrazada a él. Viéndola dormida, el sentimiento de culpa por la escena que él y su criada habían protagonizado la noche anterior en la cocina, no lo dejaba ni respirar. Asumiendo que, en su caso, se había dejado llevar por el dictado de sus hormonas, le aterrorizaba pensar que Antía sintiera algo por él. En silencio e inmóvil, se puso a repasar los casi diez años que esa preciosidad llevaba viviendo en su casa, empezando por el día en que la conoció cuando se acababa de divorciar. «Estuve a punto de no […]