
14 A la mañana siguiente, aparcada frente a casa de su padre, Patricia esperó nerviosa que su amiga cumpliera con la rutina y se fuera al gimnasio para llamar a la puerta y hablar con la única persona que podría confirmar o negar el romance del que le habían hablado. Sabía por ella que solía salir a las nueve y media y necesitada de respuestas, llegó con tiempo suficiente de verla tomar el coche y marcharse. Como al menos invertiría un par de horas ejercitándose, aguardó diez minutos antes de continuar, no fuera a ser que se hubiese olvidado algo. […]