
Más de una semana después y tras dejar a su madre casi totalmente repuesta, Antía llegó a la casa decidida a entablar la lucha. Pero al ir a abrir la puerta, el conjuro de protección que había echado Estefany sobre sus muros le impidió acceder. Al darse cuenta de que necesitaría su permiso para entrar, tocó el timbre y esperó a que esa advenediza llegara corriendo pensando que era Gonzalo que volvía antes de tiempo al chalet. Que su jefe no le había anticipado su llegada, quedó claro al verla vestida con un camisón propio de una cortesana, pero […]