
Esa hora de siesta fue cómo un bálsamo y sintiendo que había recuperado todas sus fuerzas, Gonzalo se despertó para descubrir abrazada a él al bombón que lo llevaba martirizando desde que aterrizó en Madrid. Asustado por las sensaciones que se acumulaban en su cuerpo al sentir la dureza de los pechos de esa monada contra su piel, evitó moverse para no despertarla. «¿Qué ocurre aquí?», se preguntó todavía alelado mientras de reojo la miraba descansar. El dulce aroma que desprendía lo traía loco y preocupado por si se excitaba tuvo que reconocer que la belleza morena de […]