
Un par de semanas después, tras una dura jornada en el trabajo, Isabel saludó en la puerta al llegar a casa y tras mostrarme satisfecha que las hijas del jefe la habían dejado impoluta, me comentó que había llegado la hora de normalizar nuestras vidas. ―¿A qué te refieres?― pregunté. Midiendo sus palabras no fuera a enfadarme, mi dulce amante contestó: ―Dado que tus niñas están demostrando que saben cuál es su papel y que lo aceptan, creo que tienes que dejar que vayan a clase para que no pierdan el curso. ―Entiendo― murmuré un tanto […]