
3 Al despertar, Altagracia se había ido. Sin saber si lo agradecía o por el contrario lo lamentaba, me levanté para irme a trabajar y ya en la ducha, supe que era una pena que no se hubiese quedado por lo mucho que me hubiese gustado enjabonar sus pechos mientras la mimaba. La tristeza de esa mañana mutó en alegría cuando al irme a vestir, leí la nota que me había dejado sobre la mesilla: “Gracias por hacerme sentir tu negrita”. Tras leerlo, sonreí y con renovados ánimos, salí a enfrentarme con el mundo sabiendo que lo quisiese o no […]