Reencarnación 8

Al despertarme con el sonido de la alarma, aunque he dormido bastante mal pensando en mil cosas a la vez, me levanto con energía. Miro el móvil, donde veo varios mensajes. Algunos de mi hijo, que sigue con su viaje por Londres, junto a su asquerosa novia y la aún más asquerosa Celia. Por lo visto va todo bien, y se lo está pasando genial. Me alegro por él, y porque desde que se marcharon mi casa es un remanso de paz. Luego leo algún otro de David, dándome las gracias por la noche anterior, una gran velada y que espera que podamos profundizar en nuestra relación más adelante. Le contesto amable pero sin florituras, no se da por vencido pese a que anoche tuvo su oportunidad, y le cerré la puerta de golpe. Por último uno de Javier, me resisto a abrirlo, aún estoy molesta con él por dejarme plantada ayer, pero al final lo leo, y me comenta que habló con Celia, que fue algo raro pero que toda va bien, y confirmaba que a las diez estará en mi casa, que está deseando pasar el día conmigo.

Miro la hora y son casi las nueve y media, me levanto de un salto y se me dibuja una sonrisa en la cara mientras me doy una ducha rápida. Estoy recordando la conclusión a la que llegué anoche, Javier y nadie más. Hoy voy a pasar todo el día con él y aún quedan un par de semanas hasta que regresen todos lo que podrían evitar que me divierta con mi particular galán.

Al salir del baño, declino la opción de peinarme mucho y maquillarme, vamos a la piscina y sería perder el tiempo, además tampoco me hace mucha falta para estar preciosa, siendo sincera.

Tardo un rato en escoger el bikini que voy a llevar, por un instante el apuro me hace coger un viejo bañador negro de cuerpo entero del armario, pero se me pasa, y me pongo uno de los nuevos, apenas unos triángulos blancos por delante y por detrás de mi cadera, unidos por cordones finos a los costados, y la sensación de ir enseñando gran parte de mis nalgas me hace sentir traviesa, y me gusta. La parte de arriba no es mucho más grande, mientras que los lazos a mi espalda son igual de pequeños que los de la parte de abajo, en este caso los cordones que recorren mi cuello son más anchos, ya que con mi generoso pecho y el paso de la edad, es mejor llevar mis senos bien sujetos. Me deleito con mi imagen en el espejo, estoy para comerme. Luego me pongo una amplia blusa blanca, de un solo hombro con algún dibujo en la parte delantera, dejando ver por las oberturas casi todo mi torso y que no tapa más allá de mi ombligo, con unos shorts vaqueros marcando mi trasero.

Al ponerme las sandalias, suena el timbre. Son la diez y mi chico llega puntal. Cojo un bolso grande donde meto todo lo del bolso pequeño que usé ayer, y en una bolsa meto crema solar del armario del baño, y un pequeño tanga limpio para cambiarme. Me pongo unas grades y oscuras gafas de sol, busco una toalla amplia, y bajo alegre por las escaleras al portal. Me atuso el pelo rubio a mi gusto, y salgo a la calle.

Javier está allí, de pie, con una enorme sonrisa al verme lanzarme contra su pecho, donde me abraza y me da un montón de besos en la frente. Dios, es como la noche y el día, estar en sus brazos me hace volar. Encima está guapísimo, con unas gafas de sol negras, un polo rojo pegado a su poderoso torso, y un bañador azul marino bastante corto enseñando gran parte de las piernas, y un abultado paquete. Me encana que tenga la seguridad en sí mismo de ir así.

-JAVIER: Hola preciosa mía, me alegro mucho de verte y de que no estés cabreada conmigo por lo de ayer.

-YO: Yo también me alegro de verte, y no te preocupes, al final me lo pase bien con mi jefe.- me alejo un poco y le golpeo en el pecho con uno de mis dedos, acusadora. –pero que no se repita eh, o me enfadaré de verdad. Por esta vez te libras invitándome a un helado.

-JAVIER: Vale, vale, lo capto. Lo siento de veras…y lo del helado está hecho.

Alza las manos en acto de sumisión, sabe que me dolió pero que no lo admitiré. Le miro con algo de desdén, solo para cerrar ese capítulo, y tomándole del brazo, doblamos la esquina para entrar al garaje del bloque de edificios, donde cogemos el coche.

No dejo de notar las miradas subidas de tono de Javier, está coméndame con los ojos, y me fascina que lo haga. Supongo que él no se da cuenta de que yo hago lo mismo.

Llegamos a mi vehículo, meto la toalla en la parte de atrás, y ya estamos listos para salir de camino a la piscina municipal más cercana.

-YO: Bueno, ¿Y qué tal con Celia? – me resigno a preguntar tras unos minutos de trayecto en silencio.

-JAVIER: Bien, la verdad es que la echo de menos, desde que se fue a estado muy desconectada y fue genial hablar por el ordenador un rato.

-YO: Pero me dijiste que había algo raro ¿No?

-JAVIER: Si, es que al principio fue muy fría, luego charlamos un par de horas y mejoró, aunque al final…

-YO: Dime.

-JAVIER: Es que no sé, en mitad de la conversación entraron varios del grupo del viaje, y llegó tu hijo… con la novia, y empezaron a molestarnos, para que luego se la llevaran y me dejara casi sin despedirse. No me gustó.

-YO: Es un feo detalle, pero tampoco me extraña viniendo de Carlos y su novia.

Voy conduciendo pero me doy perfecta cuenta de que está preocupado, no le gusta que Carlos pueda influenciar a su chica, y la verdad es que Celia es buena chica, por mucha envidia que le tenga. Si cambia su forma de ser por encajar en el grupo no creo que a Javier le haga mucha gracia.

-JAVIER: ¿Y tú qué con tu jefe? –cambia de tema no muy sutilmente.

-YO: Muy bien, la verdad, cenamos y nos reímos mucho, fue divertido. Luego me acercó a casa y nos quedamos en el coche un rato, pero luego se marchó, ya era tarde y debía madrugar para verte. – le sonrío.

Puede ser mi imaginación, pero al decirle que no hubo nada, juraría que apretaba los labios y el puño en señal de alegría. Luego me acaricia el brazo con ternura y me mira con fuerza, tanta que me ruboriza.

-JAVIER: Casi que mejor, Laura, vales mucho más que para ser la típica secretaria que se tira al jefe, y aunque eres mayorcita para saber lo que haces, me siento orgulloso de ti.

Me deja blanca esa madurez de su parte. Le sonrío cohibida, mientras trato de mantener la compostura. Puede parecer una bobada, pero que él se sienta orgulloso de mí, me hace notarme genial y me da un bienestar completo. Le copio el truco de anoche a mi jefe y poso mi mano en su rodilla, apretando con cariño.

-YO: Muchas gracias Javier, eres un encanto y te estás convirtiendo en alguien muy importante en mi vida, te aprecio mucho y espero que podamos seguir con nuestra relación mucho tiempo, eres un hombre ya, y me gusta mucho lo que veo en ti.

-JAVIER: Eres la mejor.

Aprovechando un semáforo se vence sobre mí y me abraza lateralmente, dándome varios besos en la mejilla, que correspondo con alegría. Le acaricio el rostro cuando se aleja de nuevo, y la mirada cómplice me dice que él me necesita a mi tanto como yo a él, no creo que tenga el mismo tono romántico que yo, pero está claro que hay un vínculo especial entre ambos.

Pongo el aire a toda potencia cuando salimos a carretera, el sol de finales del verano hace que pasadas las diez de la mañana ya estemos a treinta y dos grados. Siempre he tenido la sensación de que en Madrid el calor es más asfixiante, por el hecho de no tener mar cerca, y de que es una jungla de cemento y asfalto. Pasados unos kilómetros tomamos un desvío y nos encontramos con el acceso al parking de la piscina atascado de vehículos, y gente por las cunetas cambiando cargados con neveras portátiles, bolsas, mochilas y toallas. Es un suplicio pero tras media hora de quejas y recriminaciones, logramos acceder y aparcar casi de milagro. Es un alivio no cargar casi nada ya que la tortura continua, al cruzar el solar que hace de aparcamiento, llegamos a los puestos donde se compran las entradas, y la cola de gente se pierde entre unos árboles que hacen sombra. Lo más increíble es que aún faltan diez minutos para las once, que es cuando abren.

Pasamos un buen rato hablando de cosas banales entre Javier y yo, o alguna señora mayor que no pierde la oportunidad de charlar con alguien mientras se queja del calor. Nos hacemos unas fotos, cada uno al otro y luego juntos, le encanta mi sonrisa en cada instantánea, y me pregunto si es por él o porque soy feliz.

Avanzamos cuando abren las taquillas, por suerte han abierto todas y en poco tiempo sacamos las entradas. Empieza la carrera, la gente sale disparada para cruzar un puente sobre un riachuelo sin casi agua, que antaño era caudaloso y hacía las veces de piscina natural hasta que inauguraron el polideportivo. Luego tomamos una amplia avenida con gente usando las pistas de tenis, pádel, skate, futbol sala y hasta pelota vasca. Al llegar a un restaurante, la gente deja de correr y empieza una segunda cola de acceso al recinto acuático. En una mesa con sombrilla un señor vestido de seguridad, nos va diciendo que pasemos en orden y repasa las normas de la piscina. Pasamos por el lateral de un campo de rugby en fila, donde unos setos nos impiden ver lo que ya se oye y se huele, la piscina.

Llegamos a los vestuarios y en la entrada nos piden los tickets dos trabajadores del recinto. Pasamos a una antesala donde se pueden dejar las mochilas, ropa o bolsas en consigna, donde yo meto mi bolso en la mochila de mi acompañante, y la dejamos allí convenciéndole de que abandonemos los móviles por seguridad, cogiendo las toallas y la crema solar sin más. Javier me da un abrazo de “lo hemos logrado” antes de separarnos unos instantes. Él se marcha por un lado y yo por otro, cada uno a sus vestuarios según su sexo, donde me encuentro a un montón de mujeres medio desnudas. Paso al baño un momento para asearme y poner todo en su sitio, y salgo por la zona opuesta.

La estampa de Javier sólo con las bermudas allí de pie entre el gentío, me deja sin aire, aunque disimulo y me acerco como si nada. Tiene un aspecto increíble con las gafas de sol y la toalla echada al hombro, desprende seguridad, hombría, desparpajo y sobriedad cruzado de brazos por el pecho, con el torso descubierto y las piernas grandes y poderosas.

-JAVIER: ¿Y sales aún vestida? – dice con picardía.

-YO: Claro, me daba un poco de cosa en los vestuarios.

-JAVIER: ¿Por qué? – me pilla descolocada

-YO: Bueno, ya sabes, tanta chica joven luciéndose, y me daba algo de apuro. – se me queda mirando anonadado.

-JAVIER: No te entiendo, Laura, eres la mujer más preciosa del mundo, son ellas las que tendrían que envidiarte.

-YO: ¿De verdad lo crees? Mira que aún no me has visto en biquini.- sé que soy preciosa, pero me gusta ponerle a prueba.

-Javier: Claro que sí, boba…ven aquí.

Extiende su mano hacia mí, que me acerco sin saber qué va a hacer, parece que me va a abrazar, me relaja la sensación hasta que siento que coge de mi blusa y tira de ella por sorpresa sacándomela por la cabeza. Me aseguro de que mi cabello cae como oro líquido ante sus ojos y me cubro un poco avergonzada, pero él casi me exhibe a los demás.

-JAVIER: Mírate, estás para comerte, así que no me vegas con tonterías, que eres una mujer de bandera y lo sabes.

-YO: Vale.

Lo digo como si me hubiera convencido de que soy hermosa, pero es para esconder que me ha calado buscando el halago fácil.

Damos una vuelta buscando sitio, las mesas de jardín que ponen a cada extremo de la piscina, al lado de puestos pequeños del restaurante, están ya llenas, así que nos dirigimos a la zona interior, donde hay un solario con césped, una temeridad por el calor a estas horas. Así que encontramos un hueco en un techado verde alargado que hay al borde de la orilla, que da sombra.

Ponemos las toallas juntas y nos sentamos para relajarnos un rato. Pidiendo permiso, coge el bote de crema y se embadurna el cuerpo entero, no le quito el ojo de encima, y lo mejor es cuando me pide que le eche por la espalda, cosa que hago encantada. Sentir su piel y jugar a darle un masaje me enciende. Tras echarme un poco de crema en las piernas y brazos, decido quitarme los shorts de la forma más sensual que pueda, dejándole boquiabierto, algo que ni disimula. Acude presto a echarme crema y al sentir el frio del ungüento mezclado con sus dedos me calienta aún más. Aparta con una mano mi espesa melena y repasa cada centímetro de mi dermis. Cuando acaba me da un abrazo por detrás y me besa en el cuello de forma tierna.

Doy gracias a que la piscina está cerca, estoy segura de que si sigue tocándome así, pronto echaré fuego.

Nos sentamos unos minutos a esperar que la crema se absorba, y dejando de lado las miradas coquetas ente ambos, dándonos un festín entre nosotros, me percato de algo. Nadie, ni en el aparcamiento, ni las señoras con verborrea, ni en las taquillas, así como la gente del camino, o el vigilante, ni los operarios, ni la chica de la consigna… nadie nos ha mirado con gesto de desagrado. No es que tema que me vean desagradable, es el hecho de ir con alguien casi veinte años menor que yo al lado, pero nadie ha parecido darse cuenta. Asumo que la diferencia de edad está solo en mi cabeza, con treinta y siete puedo pasar por una de treinta por mi buen físico y belleza natural, él, con esa barba, algo de pelo en pecho y piernas, con un físico poderoso, aparenta bastante más que sus diecinueve años. No era algo en lo que hoy hubiera pensado hasta este momento, pero sí que siento un profundo alivio.

-YO: Muchas gracias por traerme.

-JAVIER: Gracias a ti, boba, que si no fuera por ti no hubiera visto el agua en todo el verano. –sin más se tumba y tira de mi para que me acomode a su brazo, usándolo de almohada.

Me rodea por la cintura y me pega a su cuerpo. El besito en la cabeza me saca una sonrisa, y trasteo con una de mis piernas encima de las suyas. Sentir sus dedos recorrer mi hombro me encanta, y al notar cómo se hincha su pecho ante mis ojos me lleva a poner mi mano allí, palpando su respiración, y advirtiendo el fuerte latido de su corazón. Pasa un rato en que no recordaba sentirme tan contenta. Se alza, y me quedo perpleja al verle repasar mi espalda con sus manos, que luego recorren mis brazos mis piernas y mi cintura.

-JAVIER: Creo que ya ha absorbido toda la crema tu piel, así que, yo me muero por entrar al agua.

Asiento cuando se pone en pie, dejamos las gafas de sol escondidas entre las toallas, y él no pierde detalle de cómo me levanto sacando culo, ni él ni varios de alrededor. Yo me fijo más en el abultado paquete de Javier, que o bien la tiene literalmente como un caballo o luce una semi erección bajo el escueto bañador. La realidad es que no muestra ningún tipo de rubor por ello, y me toma de la cintura acompañándome.

Los escasos quince metros hasta las duchas son un infierno. Pese a las sandalias siento las baldosas del suelo arder, y hasta el grifo metálico está ardiendo. El contraste con el agua fría es terrible, así que me mojo las manos primero, para humedecerme la nuca y los brazos. Me rio de los aullidos de sufrimiento de Javier, que se ha metido de golpe bajo el chorro, y se está frotando todo el cuerpo. Luego meto la cabeza mojándome el cabello y echándolo sobre un solo hombro. Mi acompañante intenta abrazarme, está empapado de agua fría y quiero huir entre risas, pero me agarra del brazo, pegándome a su cuerpo de nuevo, y asegurándose de que me moja todo lo que puede. Es algo entre sensual y divertido, y ambas cosas me recuerdan a cuando era feliz, hace ya lo que me parecen siglos.

Como joven que es, se lanza al agua desde el bordillo, salpicando un montón de agua. Yo me acerco al mismo, y me siento dejando que las piernas cuelguen, apoyo los brazos hacia atrás y dejo que el sol me haga brillar, es una sensación peculiar el calor del astro sobre tu piel, y debo estar preciosa ya que Javier me mira anonadado, medio agachado en el agua.

La piscina es muy grande, una “L” con una zona para críos aparte que cubre por las rodillas, y otra grande olímpica paralela, unidas por una abertura. Eso hace que la mayor parte de la profundidad sea la misma, un metro sesenta pelado.

Mi chico se pone en pie y su torso mojado hace que me muerda el labio, se echa el pelo hacia atrás y se acerca con el nivel del agua por el vientre. Me abre de piernas y se mete entre ellas, abrazándome por la cintura y besándome en el cuello. La sensación me eleva y le rodeo con mis brazos.

-JAVIER: Hemos venido a mojarnos ¿No?

Con todo su descaro me coge de los muslos y me carga sobre él, metiéndome en el agua hasta la cintura. Doy unos cortos gritos entre la risa y la sensación de frío, quiero escalar sobre su pecho, notando su nariz en mis senos. Él sonríe pero no me suelta, y de vez en cuando baja un poco para que me vaya mojando entera. Llega un momento que temo sacarle un ojo, mis pezones están duros y la tela del biquini ya los marca con nitidez, pero el roce es demasiado placentero para alejarme, sintiendo con el ajetreo su miembro rozándome el pubis. Es delicioso y sus ojos me miran, me admiran mejor dicho, es tan feliz como yo por la situación.

Me siento liviana entre sus brazos, y tras varios amagos que humedecen mis senos, ya estoy casi totalmente mojada, me falta la cabeza. Me permito el lujo de sujetarme de su nuca, y usando su cintura de eje, me venzo hacia atrás para hundirme del todo, él me ayuda sujetándome de los riñones, y cuando emerjo con todo el cabello pegado a mi cuerpo y los ojos azules brillando pegados en él, siento cómo me desea. Más allá de que tenga novia o yo sea la madre de su mejor amigo, es un adolescente y se lo noto. De algún modo se controla, y por fin me suelta, dejándome posarme en el suelo, donde se evidencia la diferencia de altura, ya que el agua me llega casi al pecho.

Nadamos orbitándonos el uno al otro, agachados para dejar solo la cabeza a flote. Nos salpicamos agua y durante un rato me olvido del juego. Buceamos, hacemos el pino, hablamos de anécdotas de piscina, solo somos dos personas pasándolo bien y disfrutando de un baño en un día caluroso. Luego nos acercamos, hay algún roce leve, pero al ir caminando, llegamos a la rampa de acceso a la olímpica y la profundidad aumenta, hasta el punto en el que a él le llega por los hombros y a mí me cuesta sacar la cabeza al ir de puntillas. Se me acerca con cuidado y me toma en sus brazos de nuevo.

-YO: Gracias, ya no llegaba al suelo.

-JAVIER: Tranquila, yo te llevo.

Y me subo a su pecho, como al principio, sé nadar perfectamente pero no desperdicio la oportunidad. Le rodeo con mis piernas, mientras me agarro a su cabeza con una mano, con la otra hago equilibrios sobre el agua y de vez en cuando coloco el biquini de mi pecho, ofreciéndome a él, que tiene cara de querer devorarme cuando lo hago.

Nos metemos en la zona más profunda, ni él hace pie ya, y tras soltarme, nadamos a uno de los laterales, dónde me agarro al bordillo. Javier acude a mi espalda y se agarra al bordillo también, pero pegando su pecho a mi espalda, protegiéndome o aprovechando para rozarse, me da igual, me gusta cómo me trata. Luego jugamos a tocar el suelo hundiéndonos, a aguantar la respiración y alguna aguadilla inocente.

Me canso un poco de mantenerme a flote y aprovecho que le tengo justo detrás para alzarme sobre el bordillo, mostrándole mi trasero en primer plano, y con un giro hábil, me siento en el borde. Me escurro el pelo hacia un lado y me aprieto los senos para lucirme de nuevo, gesto que es para echar el agua acumulada en la copa del biquini. Javier no tarda en acudir, y pasando sus manos por encima de mis piernas, donde se agarra, apoya su cabeza en mi muslo. Me resulta tan tierno y erótico que le acaricio la cabeza, entrelazando mis dedos con su cabello húmedo. Creo que si no es por el cloro del agua, percibiría el aroma a hembra que sale de mí, su nariz, ligeramente torcida, apunta directamente a mi sexo.

Nos pasamos un buen rato así, noto sus dedos haciendo círculos en la piel de mis muslos, y con el movimiento del oleaje de vez en cuando acomoda la cabeza de nuevo. Le acaricio la cara cuando el sol casi me ha secado por completo, alza la mirada y sonríe al verme observándole con cariño. Durante un instante me tienta besarle sus carnosos labios, pero es él el que se apoya en el borde y se eleva, me besa en la mejilla, un montón de veces, luego por el cuello y ya cayendo, me hace cosquillas al sentir sus labios rozando la piel de mi clavícula.

-YO: ¿A qué viene esto? – consigo decir entre risas.

-JAVIER: A que estás espectacular, ahora mismo es…es como si brillaras, pareces radiante.

-YO: Será el sol. – digo por evitar ruborizarme.

-JAVIER: Puede ser, aunque me gusta pensar que soy yo quien te hace feliz. Verás, es un poco egoísta, pero nunca había sentido una conexión así con nadie, me siento muy cómodo contigo.

– YO: Te entiendo perfectamente, siento… siento lo mismo, desde que falleció mi marido…pues me he sentido sola y tú me has hecho salir del cascarón donde me encontraba. – no me creo la conversación, nos estamos abriendo el uno al otro sin miedo – Además, tú también luces genial ahora mismo.

-JAVIER: Será por el sol.

Reímos, bromeamos para quitarle algo de peso al momento. Javier me mira sonriendo, y se echa a un lado para salir de un tirón del agua, poniéndose en pie, de inmediato se sienta detrás de mí, y me rodea con sus manos por el vientre. Me besa en el hombro, donde pone su barbilla, y yo me apoyo en su pecho, gozando al sentir su nariz haciéndome cosquillas detrás de la oreja, mientras acaricio sus antebrazos, o paso la mano por encima de su cabeza y le aprieto de la nuca sobre mí. Es algo más que disfrutar del momento, tengo la sensación de sentirme querida, por alguien que sabe que le quiero, y aunque no lo digamos con palabras, sé que es una vedad irrefutable.

-JAVIER: Dios, llevo aquí cinco minutos y ya me estoy asando, no sé cómo has aguantado tanto… – se separa un poco.

-YO: ¿Nos damos un chapuzón de vuelta a las toallas?

Asiente, me toma de la cintura, y de un simple tirón me echa sobre el agua. Cuando emerjo riéndome se tira a mi lado, y reímos. Cuando llegamos a la zona menos profunda jugueteamos a agarrarnos y acariciarnos. Todo parece muy normal aunque le quiero ver el lado sensual a todo lo que ocurre.

Una vez que llegamos al bordillo por donde entramos, Javier sale primero, y me ofrece su mano para ayudarme a salir. Lo que hace es que cuando estoy arriba, me empuja de nuevo al agua. Me quejo como una cría alegre, lo que soy en sus manos, y tras no fiarme de él, subo sola la siguiente vez. Pone cara triste pero se despista y haciendo acopio de todas mis fuerzas logro echarle al agua. Sale riéndose a carcajadas, maldiciendo y jurando venganza cuando sale. Pongo mi mejor cara de madre, y con gestos le digo que tenga cuidado, se le pasa el “enfado” y se gira, cosa que aprovecho para lanzarme contra él de nuevo, pero esta vez se da cuenta antes, y sin más opción que caer al agua, se agarra a mi espalda, y una de sus manos termina en mi trasero sujetándolo con fuerza, para que caiga con él.

Una vez en el agua seguimos riéndonos, pero una aguafiestas vestida de socorrista, nos pita con un silbato desde la lejanía, diciéndonos que está prohibido empujar a la gente. Con caritas de niños buenos, salimos del agua vigilándonos por si se nos ocurre intentarlo otra vez, y me fijo que Javier me mira por detrás sin disimulo. Me giro de forma sensual y me doy cuenta de que tengo la parte de abajo del biquini tan metida entre las nalgas que me queda un tanga. Me lo arreglo sin darle demasiada importancia. Le leo en la mirada que me quiere tirar de nuevo, y hasta amaga con hacerlo, pero ni corta ni perezosa le suelto un azote en el culo, señalándole acusadora.

-JAVIER: Que confianzas te tomas eh…

-YO: Anda que tú, que me has tirado al agua cogiéndome del trasero, listo. – caminamos hacia las toallas, y voy con aires de suficiencia para dejar claro que no me ha molestado que lo hiciera.

-JAVIER: Ha sido sin querer mujer – le miro traviesa – aunque debo decir que me ha gustado, lo tienes muy durito, como me gustan.

-YO Mira al otro, si ahora te gusta mi culo.

– JAVIER: Lo dices como si me tuviera que parecer feo.

– YO: ¿Con el pedazo de retaguardia de tu novia te vas a fijar en el mío?…Claro – el juego prosigue, y le tiento a ver por dónde sale.

-JAVIER: Laura, a ver, que el de Celia es muy grande y me gusta, pero el tuyo es… precioso.

-YO: Muchas gracias, mis horas de gimnasio me cuesta mantenerlo así de bonito.

-JAVIER: Cierto, dan ganas de agárralo y no soltarlo. – me da un toquecito con el hombro.

-YO: Pues por mí no te cortes.

Casi ha sido mi subconsciente el que ha hablado, estoy a punto de retractarme cuando me doy cuenta de que no tengo porqué, y me recuerdo que vengo a divertirme todo lo que él me deje. Me he sentido tan cómoda que el juego me ha llevado a esto. Así que me giro al llegar a las toallas, y le ofrezco mi trasero.

Javier pone los brazos en jarra, incrédulo me mira algo dubitativo, y yo, con seguridad contoneo las caderas ante él. Tras unos segundos eternos, posa sus manos en mi culo, y no con suavidad, una mano por nalga y apretando con gusto. Me muerdo el labio desando que no me suelte de verdad.

-JAVIER: Joder Laura, vaya trasero, en serio, es como la pared de pelota vasca de ahí fuera…

-YO: ¿Por qué?

-JAVIER: Porque me dan ganas de estrellas mis pelotas contra él.

Me parto de risa, me ha encantado el chiste, y de remate lo ha cerrado con una buena palmada en mi nalga. A continuación va a tumbarse boca abajo en la toalla, como si nada, pero es evidente, tiene una erección enorme, se lo noto cuando se ladea para acomodársela.

-JAVIER: Perdona la broma, no quiero que te sientas mal. – me siento a su lado boca arriba, poniéndome las gafas entre risas aún, y relajándome un poco.

-YO: Que va Javier, no te preocupes, ojala tuviera alguien que me tocara el culo.

-JAVIER: Ojalá estuviera la que me deja tocárselo…- dice cómplice, y sonreímos.

-YO: ¿A ti te molesta esto? – y le doy una palmada en su trasero, pero esta vez se lo agarro, deleitándome con descaro. – ¿A ti te molesta?

-JAVIER: Para nada.

-YO: Pues a mi menos, solucionado.

Y me tumbo cerrando el tema, deseando que cale la idea en su mente de que puede manosearme el trasero sin reproches.

Al rato noto el sol dándome en las piernas, el astro se mueve, y con él la sombra, así que decido ponerme morena como dios manda. Me estiro boca abajo y deshago el nudo a mi espalda, metiendo la tela de la parte de abajo entre las nalgas de nuevo. Lo hago sin segunda intención pero al fijarme Javier me está devorando con los ojos. Unos minutos después decide seguirme, y se da la vuelta, remangándose las ya de por sí cortas perneras de su bañador, macando un paquete enorme, aunque parece que ya tiene el miembro más tranquilo.

Tardo en decidir si darme la vuelta y hacer top less, nunca la he hecho pero me siento tan traviesa y cómoda con Javier, que pienso en tentarle aún más. No me atrevo y solo me doy la vuelta asegurándome de darle buena línea de visión a él y a nadie más, aunque todo el que pasa me mira, y hasta algunos chulos, con torsos marcados, alardean cerca. Yo no les hago caso, y aprovecho para remangar un poco más el biquini por mi pubis, lo justo, porque si lo bajo más mostraré mi pequeño triángulo de vello púbico.

Veo que Javier se pone en pie, y tras excusarse, regresa con un bote que tenía en su mochila, es un spray bronceador que se echa por el cuerpo. Le ayudo de nuevo, pero no me ato el cordón a mi espalda, solo me sujeto el biquini con una mano en los senos. Cuando termino, me tumbo y le pido que me la extienda por el cuerpo. Suspira con cada pasada por mi espalda y mis piernas, se atreve a bajar tanto que mete sus dedos por dentro del “tanga”, y al acabar, me toma la palabra y me palmea el trasero. Me encanta que lo haga, es la señal de que será una costumbre en nuestra relación.

Tras una hora tostándonos al sol, dando vueltas para igualar el tono de piel por todos lados, arrastramos las toallas hasta la sombra. Con la tontería son casi las tres y los puestos del restaurante están llenos ya de gente. Javier se pone la camiseta y yo le imito poniéndome la blusa y los shorts, aunque no los cierro por comodidad. Vamos a la consigna a coger el monedero, y aguardamos media hora en la cola para pedir la comida. Entre un chorreante bocadillo de panceta que se pide él, y otro de tortilla que elijo yo, compramos un par de botellas de agua fría y nos vamos a comer sentados en las toallas.

Charlamos de la universidad, me cuenta que lo está llevando bien y espera no fallar ninguna asignatura, su familia no puede permitirse que suspenda. Yo le hablo de mi trabajo y de algún que otro cotilleo. No sé como lo hacemos pero la conversación fluye si parar.

Al terminar recojo todo un poco mientras él va al baño. Cuando regresa, lo hace con un par de helados tipo sándwich de galleta con nata. Le como a besos por ello, me encantan, y nos los tenemos que comer a toda prisa, el calor es tal que sólo del trayecto ya se han medio derretido. Javier juega y me mancha la nariz de nata, yo le pringo el brazo, y al final tenemos los dedos tan manchados de galleta derretida que me chupo los dedos para limpiarlos. Él no quiere hacerlo para limpiarse, y sin servilletas, me lanzo a meter sus dedos en mi boca, dejándolos impolutos. No es muy sutil pero me encanta el sabor, y me sonroja la cara de gusto que pone al verme hacerlo, entre risas, mirándole a los ojos.

-JAVIER: Bueno, pues ahora un bañito ¿No? – se pone en pie y se quita la camiseta, lo hace con naturalidad pero ese gesto me enloquece.

-YO: Ahora no, hay que esperar un par de horas.

-JAVIER: Que va, si eso del corte de digestión es mentira.

-YO: Como sea, yo no voy.

-JAVIER: Venga, es solo un chapuzón. – se me acerca, coquetea y trata de desnudarme entre juegos, queriendo convencerme.

–YO: Para, no quiero, me apetece echarme un rato, no he dormido bien.

-JAVIER: ¿Me echabas de menos? – dice burlón.

-YO: Pues un poco si, estos días durmiendo juntos han sido muy buenos para mí, y esta noche no estabas. – me toma del mentón y me hace mirarle.

-JAVIER: Pues aquí me tienes, nos echamos una siesta y luego chapuzón ¿Vale?

Al verme asentir feliz, me besa la mejilla, y nos vamos al solario, ahora mismo hay una sombra en el césped, en una esquina banca, y antes de que se ponga nadie nos hacemos con el mejor sitio. Extendemos las toallas y Javier se sienta apoyando la espalda en el rincón. Es él el que se abre de piernas y tira de mí para que le use de colchón, sentada de medio lado. Me coloca tan pegada a él que noto su miembro en mi cadera. Me rodea por la cintura y apoyo la cabeza en su pecho. Siento sus dedos recorrer mi silueta antes de caer dormida.

Es raro, me despierto por el ruido de la piscina, del ambiente, es como si alguien hubiera subido el volumen de golpe. Me avergüenzo de estar casi babeando sobre el tórax de Javier, que me mantiene sujeta pegada a él. Nos hemos debido de mover ya que él tiene una postura diferente y yo estoy algo girada. Mirando a mí alrededor observo cómo varias familias y parejas se despiertan del mismo modo. La hora de la siesta terminó, y todos acuden a darse un baño.

Dejamos las tollas donde están, según el ángulo del atardecer ya nos toca sombra hasta irnos. Voy a los aseos y al regresar me quito la blusa y los shorts. Noto su mano acariciando mi cintura, los pantaloncitos me han dejado las marcas por dormir con ellos, y las repasa con las yemas de los dedos.

Él se quita la camiseta, y dejamos las chanclas allí. Sentir el césped fresco en los pies es una gloria, pero al llegar a las baldosas siguen ardiendo. Javier camina dando saltitos pero yo no puedo, así que regresa a por mí y me carga a su hombro. Cuando llegamos al bordillo me baja, allí el agua salpicada templa el suelo. Nos damos una ducha rápida y cuando nos acercamos al bordillo le doy una palmadita en el trasero para animarle, y proseguir el juego. El sonríe alegre y me toma de la cintura, haciéndome dar un salto para montarme sobre su cuerpo, esta vez usa sus manos en mi trasero con tranquilidad y me prepara para salta al agua y justo antes de saltar me da una fuerte palmada en el culo. El chico empieza a entender que puede hacerme lo que quiera, no le voy a frenar.

Una vez en la piscina, se repite la rutina de por la mañana, paseo, roces y alguna aguadilla sutil, pero ahora estamos mucho más cerca el uno del otro, agarrándonos y metiéndonos mano con cierto disimulo. Él es tan grande que me maneja como quiere, y le dejo. Para poder jugar con él, aprovecho cuando sale a tomar aire y le salto encima, muchas veces le meto una teta en la boca a posta, y me encanta verle tratar de no chuparla o morderla, lo hago todo el rato porque me vuelve loca el roce, y que sea él más. Luego se deja caer sobre su espalda y nos hundimos juntos, y lo que pasa debajo del agua allí se queda, pero al emerger más de una vez nos tenemos que poner los bañadores en su sitio.

Al llegar a la zona profunda me pego de espaldas a la pared y él se apoya en el bordillo de cara. Le abrazo con piernas y brazos por el torso, como si fuera un koala en una enorme rama. Dejo que sea él quien se acerca y se aleja, hablando de la gente y bromeando del anciano tan moreno que da vueltas a la piscina, de la chica aquella en top less, del grupo de chicos tirándose a la piscina haciendo acrobacias para impresionar al grupo de chicas, de las tetas de aquella o del paquetón de aquel otro.

Me lo paso bien, casi me recuerda a una época feliz con Luis, mi fallecido marido, pero me doy cuenta de que cada vez que noto el miembro de Javier en mi pubis por el oleaje, se aleja un poco. Supongo que es una barrera aún para él.

Regresamos a las tollas en una especie de carrera a nado. Mi buena forma física me hace no quedar descolgada ante su potente brazada. Salimos y nos damos una ducha para quitarnos el cloro, al pasar por detrás de mí, noto una palmadita suya, y se la devuelvo rápida y fuerte. Regresamos a las toallas entre risas, y las extendemos al sol, repitiendo un poco el ciclo de cremas y exponer la piel a los rayos uva, y a los ojos del otro.

Son las siete de la tarde, y aunque aún falta una hora para que cierren, estoy algo cansada y esperar a que salga toda la gente asegura un atasco. Así que vamos a la consiga a recoger todo, luego a los baños, cada uno al suyo. Me quito el biquini y me pongo el tanga minúsculo que llevaba en el bolso. Sopeso al idea de quitarme también la parte de arriba del biquini, pero no llevo sujetador de repuesto y la blusa es tan amplia que en cualquier gesto enseño los pechos por las oberturas de los brazos, así que me dejo la parte de arriba, el pelo aún húmedo ya es suficiente reclamo.

Mientras me visto sopeso al imagen ante mí, muchas mujeres desnudas de nuevo, y me imagino a Javier, rodeado de un montón de hombres también desnudos, y su miembro enorme, deduzco, colgado. Esa idea me excita. Una vez lista salgo por el lateral del campo de rugby. Mi galán ya me espera, con un pantalón corto del mismo color que el bañador, que llevaría en la mochila.

No somos los únicos que tienen la idea de salir antes, mucha gente ya está en camino, pero bastante menos que la que habrá en una hora. Pensando en ello descubro que estoy caminando pegada a Javier, que tiene un brazo por encima de mis hombros, y mi mano está metida en el bolsillo trasero de su pantalón. No tengo ni idea de cómo hemos llegado a esta postura tan de pareja, pero mi mano se da un festín sintiendo su nalga moverse, apretando y soltando alguna que otra vez. Y así se queda hasta que salimos al aparcamiento.

Me da una palmadita cuando nos separamos, y nos metemos en el coche. Durante el trayecto no paran las caricias y carantoñas de ambos, dando las gracias al otro. Javier comenta lo loco que debe esta Thor de estar todo el día solo en casa. Así que nos pasamos por su casa primero para recogerlo, y dar un largo paseo. No se equivocaba, el perro salta como loco al pasar a recogerle, y durante media hora no deja árbol sin marcar. Luego subimos a su casa unos minutos, se ducha mientras juego con el animal.

-YO: Qué solitaria está la casa ¿No? No se oye nada. – le comento abstraída cuando regresa sólo con unos bóxer ajustados puestos

-JAVIER: Ya, es lo que tiene ser una casa de estudiantes en verano, los demás están de vacaciones.

– YO: Te aburrirás aquí.

– JAVIER: Tampoco es que haga mucha vida con ellos, pero sí que se echa algo de menos ruido en casa.

– YO: Lo mismo digo, aunque en mi caso no sé si prefiero una casa vacía o que regrese Carlos…con la otra.- sonreímos ambos.

-JAVIER: Oye, pues no sé, se me ocurre que hasta que regresen del viaje, podría irme a tu casa unos días. – abro la boca ilusionada, no se me había ocurrido pedírselo. – bueno, si no te molesta, es que si nos sentimos algo solos los dos, nos podemos hacer compañía, y si voy a dormir en tu casa es un poco absurdo estar yendo y viniendo, dejando a Thor solo.

-YO: Claro, no hay problema, es más, me encantaría.

Sin más, cogemos una maleta y metemos algo de su ropa y las cosas de Thor. Se viste con el mismo pantalón corto de antes y una camiseta blanca limpia. Bajamos al coche y vamos a mi casa. El animal está encantado de tenernos a ambos en el trayecto, y hociquea mientras conduzco, feliz entre las piernas de Javier, que apenas puede mantenerle quieto.

Al llegar a casa aparcamos y subimos sus cosas, le dejo instalarse mientras voy a darme una ducha para quitarme el sabor a cloro de la piel, y al salir me pongo un tanga pequeño y un camisón blanco de satén nuevo, más largo y más escotado que los viejos. Me hago un moño por el calor, y salgo al salón. Me siento al lado de Javier, y descansamos un rato, mientras jugamos con el perro y vemos la televisión.

Un rato después me voy a la cocina a hacer la cena, y él me sigue, ayudándome con una ensalada y algo para picar. Me preocupa que desde que hemos llegado a casa está un poco más seco que en la piscina, así que cuando pasa por mi lado le doy una palmadita, esperando su reacción, que no se hace esperar y se gira, cogiéndome del culo con fuerza. Es como si se hubiera bloqueado, pero una vez le dejo claro que el juego sigue en casa, me da varias palmaditas en menos de media hora.

Cuando terminamos de cenar, friego los platos y él recoge. Al acabar se pone a secar la vajilla a mi lado. Una vez hemos concluido, me deja pasar primero al salón y esa vez me agarra del culo hasta que llegamos al sofá, donde no se corta y se deja caer, para tirar de mi cintura y sentarme en su regazo.

-YO: Vaya, me has tomado la palabra y no me quitas la mano de encima. – digo con la suficiente serenidad para que sepa que no me incomoda.

-JAVIER: Como para no, tienes un cuerpazo, y ya que no nos molesta a ninguno.

-YO: Me alegra mucho que te sientas cómodo con ello, me gusta.

-JAVIER: Y a mí, creo que a ambos nos falta mucho cariño, y no veo nada malo en dárnoslo. – posa su mano en mi muslo, y me besa por el cuello.

Me recuesto sorbe él, y nos quedamos así un buen rato. Me porto mal y de vez en cuando giro la cadera buscando su miembro, o me levanto a buscar un vaso de agua, pero enseguida vuelvo para sentarme sobre su paquete, luego me levanto de nuevo a por el móvil, y le traigo el suyo.

Tenemos muchos mensajes al estar todo el día desconectados, y los vamos contestando y comentando, enseñando las fotos que nos hemos hecho, haciéndonos otras nuevas muy juntos, o le pregunto sobre aplicaciones que no entiendo. Es casi normal, si no fuera porque noto su pene crecer y decrecer según me mueva. Advierto de nuevo que cuando se siente abrumado, ya que el roce de su paquete con mi cuerpo es evidente, me toma de las piernas y me coloca un poco más lejos de su ingle. Cuando lo hace por tercera vez me conformo con estar así, y no presionarle más.

-JAVIER: Oye, voy a salir con Thor un rato, para que se desahogue.

– YO: Vale, te acompañaría pero no me apetece vestirme, y no creo que pueda salir así. Sonrió al ponerme de pie ante él y lucirme.

-JAVIER: ¿Subo algo de alguna tienda?

-YO: Nada Javier, si tú quieres algo sí, pero hay de todo. – asiente acariciando mis piernas.

Se pone en pie y me abraza, es tan cálido y tan agradable que pasa casi un minuto hasta que me suelta. Thor se pone pie y me lame la mano antes de irse con su dueño, que me señala las llaves antes de cogerlas e irse con el animal.

Yo me tumbo en el sofá, y remoloneo contenta, repasando el día entero, y pensando que Javier se va a quedar en mi casa muchos días, vamos a dormir juntos y que estamos derribando barreras entre nosotros. Si hay algún tipo de impedimento moral, a mi ya no me importan, me gusta la relación que se va formando, y hacia dónde se dirige.

A los veinte minutos regresa con Thor, que me busca para que le acaricie la enorme cabeza, y se va a beberse casi su cuenco entero. Javier entras detrás, y pese a que se le entero, le noto cansado. Se acerca al sofá y se deja caer a plomo sobre mí, que a duras penas puedo colocar mis piernas para recibirle y acoger su cabeza en mi clavícula.

-JAVIER: Dios, estoy agotado, y en la calle hace un calor asfixiante.

– YO: Y aún quedan unas semanas de calor, así que vete acostumbrando. – le acaricio la cabeza, que está ligeramente humedecida de sudor – si estás sudando. – digo preocupada.

– JAVIER: Ya, perdona. Deja que….

Se alza poniéndose de rodillas, con las piernas entremezcladas, y se quita la camiseta algo sudada. Mis manos no pueden evitar subir por su vientre hasta el pecho. Javier sonríe y se acomoda un poco más abajo, para volver a tumbarse sobre mí, y usar uno de mis senos de almohada.

-YO: ¿Mejor?

-JAVIER: Mucho, si peso demasiado me lo dices…

-YO: Tranquilo, estoy en la gloria ahora mismo. – acaricio sus costados con las manos y le doy un besito en la frente.

-JAVIER: Eres la mejor Laura. –dice entre susurros, y haciendo fuerza tira de mi cuerpo para meter su brazos por mi espalda y rodearme con ellos.

Es una sensación colosal, me encanta tener a alguien tan grande sobre mí, y sentir su fuerza protegiéndome, cubriéndome, doblegado ante mí. Quizá no lo sepa, pero me está dando todo lo que quiero, y más.

Mis dedos recorren toda su espalda, desde la nuca hasta sus riñones. Debo hacerle cosquillas en un momento dado porque se revuelve un poco para dejar su cara en mi cuello. Siento sus respiración tan serena que me eriza la piel, y de vez en cuando me da un besito en la zona de la carótida.

-JAVIER: Como sigamos así me voy a queda dormido encima tuya.

-YO: No me importaría, tú me has hecho de colchón ya un par de veces.

-JAVIER: Cierto.

Se acomoda de nuevo, y en el trascurso de unos segundos siento su miembro en mi pierna, y su cadera está friccionando entre mis muslos. Me muerdo el labio para no gemir de placer, aunque me quedo quieta, y dejo que él tome la iniciativa, si quiere. Me decepciona ver que se separa otra vez.

-JAVIER: Será mejor que me vaya a la cama. ¿Te vienes ya o te quedas aquí un rato?

-YO: No, me voy ya contigo.

-JAVIER: Bueno, como quieras, aunque debo darme un agua antes de meterme en la cama…ya sabes…el sudor.

Me coge de la nuca y me da mil besos en la mejilla, para luego levantarse sin poder ocultar una enorme erección en el pantalón. Tampoco lo intenta.

Me pongo en pie, y como hizo él antes, le cojo del trasero hasta la habitación. Pasamos a la puerta del baño y se gira, rodeándome por la cintura y mientras me besa por el cuello, sus manos bajan a mi culo, el cual, amasa sin compasión, y palmea un par de veces. Abro la boca algo sorprendida, y de golpe le entiendo, va a masturbarse y necesita algo con qué hacerlo. Cuando se gira, decido ayudarle.

-YO: Oye ¿Ves que me haya quemado? Noto la piel algo tirante en las piernas – me giro, y casi sacándome el camisón por la cabeza, le muestro toda mi espalda y mi trasero desnudos, salvo por el fino hilo del tanga entre mis glúteos.

-JAVIER: No…bueno…no que yo vea.

-YO: Fíjate bien, mira, toca aquí ¿Lo notas? – le tomo de la mano y la pongo en mis muslos, tan cerca de mi sexo como puedo.

-JAVIER: No, nada. – se asegura tardando un mundo en repasar la zona.

– YO: Vale, gracias. – me giro bajándome el camisón, y le doy un beso enorme en la mejilla, aprovechado para restregarle mis pechos por el torso. – Buena ducha.

El gesto que hace es inequívoco, “Si ya tenía ganas, ahora me voy a masturbar hasta reventar” le leo en los ojos. Sonríe sin más y se mete en el baño. Tentada estoy de meterme por sorpresa en unos minutos, pillarle en mitad del acto, y acabarlo yo. Pero no quiero precipitarme, el problema es que ahora la excitada soy yo. Llevo todo el día bastante caliente, pero saber lo que va a hacer, y por mi culpa, me mata. Pienso varias locuras, entre ellas, masturbarme en la cama, o en el baño, o donde sea, pero todas tienen un fallo de base, debo terminar antes que él, y siendo adolescente, dudo que tenga mucho aguante.

Me voy al sofá, y juego con Thor, que ya anda medo dormido en el suelo del salón, normalmente dormía en mi cama cuando se quedó hace unas semanas, pero es el rincón más fresco de la casa, y tres cuerpos son demasiados ya para mi cama. Es increíble ver al enorme dogo allí tumbado, es casi como una enorme alfombra. Con eso me distraigo un poco, y tras diez minutos, escucho a Javier salir del baño. Como aguante no es mucho, pero todo depende del ritmo que le haya dado. Me ilusiona pensar que se la ha machacado a toda velocidad pensando en mí. Se asoma por la puerta que da al pasillo.

-YO: ¿Ya te has aliviado?

-JAVIER: Dios, que gustazo, necesitaba la ducha. – me aguanto la risa al ver que no capta mi doble sentido.

Dobla su ropa con cuidado y la coloca en una silla, ya con las luces apagadas apenas puedo intuir que ya va en bóxer. Viene hasta mí y me pone en pie, me toma de la cintura y de las piernas y me lleva a la cama como recién casados, ya lo hizo hace tiempo, pero esta vez siento sus manos recorrer mi cuerpo con seguridad. Me saca varias sonrisas verle maniobrar, pero logra dejarme en la cama con cuidado y sin incidentes.

Me da un besito dulce en la frente y se va unos segundos, deduzco que para ver a Thor ya durmiendo y asegurándose que tiene comida y agua. Yo aprovecho para ir al baño, donde salvo las paredes húmedas de la bañera no noto nada, tal vez no se masturbara, o tuvo cuidado de no dejar pistas.

Cuando regresa le estoy esperando con pose casual y sensual, quitándome el moño y dejando la cascada rubia libre. Apaga la luz del cuarto, no sin dejarme deleitarme con su cuerpo, antes de tumbarse boca arriba. Se queda quieto y me hace un gesto para que me acerque. Acudo encantada a su pecho y me abrazo a él, que aprovecha para tantear mi cuerpo y sobarme un poco el trasero. Yo no me quedo corta y acaricio todo su pecho y el vientre bajo.

-JAVIER: Ha sido un día magnifico Laura, en serio.

-YO: ¿Verdad? Ha sido un placer y espero repetirlo todos los días que podamos. – digo ilusionada.

-JAVIER: Claro, lo que tú quieras, tenemos tiempo, vamos a hacer todas las cosas que quieras, y voy a darte todo el cariño que te mereces. – me aprieta contra él y me besa en un ceja, la oscuridad no ayuda, así que lo hace otra vez en la frente. Nos reímos.

-YO: Voy a intenta hacer lo mismo, te lo prometo. – suelto en un suspiro.

La conversación va bajando de nivel, apenas murmullos en la noche, que se van debilitando según nos vamos quedando dormidos. Tras un rato, y algo adormecida ya, noto que me da la vuelta, y se pone detrás de mí, haciendo la cucharita, pone su brazo para que lo use de almohada, el otro me rodea la cintura, y con cuidado, mete la mano por dentro del camisón, que ayudo siendo tan vaporoso, y se queda acariciando con ternura mi vientre.

Pienso en mi marido, en todas las veces que me ponía así cuando le apetecía sexo, recorría mi cuerpo acariciando con esmero, desde mis senos hasta mi pubis, donde ya no había retorno, y me ofrecía a él, y él a mí. Aparto esa idea de mi cabeza, ahora es Javier quien apoya su nariz en mi cabeza, besa mi hombro, y pega su vientre a mi espalda. Le busco con un pie y lo entrelazo con los suyos, antes de aferrarme al antebrazo que me rodea, y quedarme serenamente dormida. Feliz.

Continuará…

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