
Solo detuve el vehículo para repostar y tomar café. Llegue a las seis de la mañana a casa. Imperaba el silencio, apenas mancillado por el tenue rumor de las olas, al batir la playa. Entré en la casa y fui directamente a la habitación. ¡Oh! ¡Sorpresa! La cama estaba ocupada por tres cuerpos, desnudos. A la difusa luz de la luna que entraba por los ventanales pude reconocer a Claudia, su hija y Ana. Mis tres mujeres, durmiendo, los cuerpos de una tersura y delicadeza sin igual. ¡Quede extasiado admirando tanta belleza! No podía apartar mis ojos de aquellos cuerpos. […]