
El pecado y el vicio de la carne. El macabro y ya casi sexagenario hombre de nombre Ramón se había encargado de mandar a hacer un orificio muy bien camuflado en el techo del baño de las mujeres, precisamente justo arriba de las duchas. Su acalorada idea no era espiar a las viejas que ahí se bañaban a diario, su objetivo ocular era uno solo, y este era el mismo que estaba a punto de observar. Con su obeso y grasiento cuerpo moreno y traspirado llevaba más de 10 minutos parapetado en su escondite hasta que estando ya casi al […]