Viviana 3

Empezó con su relato, un poco desordenado por el alcohol y por el apuro de cumplir con mi exigencia para que la siguiera garchando.

Muy de niña, 7 u 8 años descubrió por casualidad que tocándose la conchita sentía cosas agradables. Fue experimentando y encontrando que era lo que más le gustaba, además de los deditos se empezó a introducir otras cosas: lápices, marcadores, mangos de cepillos.

Su madre, una mujer muy católica y estricta, solía pegarle por la mínima travesura y encerrarla durante horas en un baño de servicio. El padre siempre estuvo ausente, trabajando en su escritorio o los fines de semana visitando algunos de sus campos.

Un día la mamá la encontró en su cuarto con el camisón levantado, sin bombacha, en pleno goce, metiéndose un marcador bastante grueso en la concha, casi la mata, allí mismo la desnudó y le pegó hasta cansarse con la zapatilla. Le dejó todo el culito rojo y la encerró en el baño por un largo rato gritándole que no se le ocurriera tocarse.

Esto sólo logró que se excitara más, al haberse interrumpido su paja y saberse descubierta no sólo no la inhibió, sino que aumentó su calentura; ni bien se fue su madre se volvió a masturbar en silencio, mordiéndose la lengua para no hacer ruido y terminó con lo que habían interrumpido.

A partir de ese día supo que lo que hacía no era original: por todas las barbaridades que dijo su mamá era algo ya inventado, pero prohibido; lógicamente se dedicó con todo su empeño a tratar de averiguar más.

Preguntó a sus compañeritas del colegio de monjas, algunas hacían lo mismo que ella, otras que tenían hermanas mayores estaban mejor informadas, le fueron contando y así obtuvo algunos datos, escuchó por primera vez palabras como coger, concha, paja, poronga, de sólo oírlas se mojaba.

En su búsqueda de conocimiento le preguntó a una monjita joven quien se mostró muy interesada en colaborar, a los pocos días la llevó a su cuarto y tuvo su primera experiencia sexual con otra persona, aun recuerda como disfrutó el sexo oral que recibió pero más el que ella le practicó a la monja siguiendo sus enseñanzas.

Lamentablemente a la monjita la trasladaron al poco tiempo y se quedó sin su amante, tuvo que seguir con sus prácticas solitarias las cuales fue mejorando. Aprendió que también le daba placer tocarse los pezones, meterse un dedo en el culo, sentir su olor y después chuparlo, a veces se aguantaba hasta el dolor las ganas de mear, eso también la hacía gozar.

Su madre seguía con las palizas, por sorprenderla en sus toqueteos o por otros motivos, a veces a mano limpia, a veces con una zapatilla o con una gruesa regla de madera pero no había semana que no recibiera algún castigo. Siempre le sacaba la bombacha antes de pegarle incluso si había otras personas presentes, parecía incluso que prefería hacerlo cuando estaba alguna de sus amigas en la casa.

Viviana lo disfrutaba y precedía a una paja desaforada, muchas veces hacía macanas a propósito para que le dieran una buena tunda. Tanto se acostumbró a esto que si no recibía un castigo de su mamá, ella misma se autoflagelaba de alguna forma para sentir dolor antes y durante la masturbación.

Siguió así durante toda la primaria, ya sabía en teoría lo que era coger y deseaba empezar cuanto antes, pero casi no tenía contacto con varones y se hacía difícil. Así que tuvo alguna otra relación lésbica con alguna compañerita y más que nada disfrutaba los placeres solitarios de infinitas pajas. Eso si, fue probando metiéndose en sus dos agujeros objetos más contundentes, el mango de la escobilla, vegetales apropiados, botellas y frascos, aerosoles de perfume. etc. Nunca supo cuando perdió su virginidad.

La secundaria la hizo en un buen colegio bilingüe MIXTO, por supuesto que se sintió en la gloria, no había transcurrido un mes de clases y ya tenía un noviecito con el cual logró su primer polvo con una verdadera pija.

A los pocos meses ya se había cogido a la mitad de los varones del curso y seguía probando, no era que no le gustaran, pero quería conocer otros, además la mayoría la trataba como a una princesa y eso no la satisfacía, la mayoría de las veces se quedaba con ganas de más.

Por supuesto su fama se fue difundiendo por el colegio y pronto tuvo ofertas de chicos más grandes, de años superiores, allá fue y se encamó con muchos de ellos, algunas veces con varios juntos, tuvo su primera doble penetración antes de ser señorita.

Ya era una experta cogedora cuando llegó la menstruación, se lo comentó a su madre y esta se ocupó, no de contenerla ni ayudarla, sino de asustarla con la posibilidad de quedar embarazada y exigirle llegar virgen al matrimonio, si supiera…

Pero algo de éxito tuvieron sus palabras, disminuyó un poco los encuentros con chicos y se dedicó más otra vez a las pajas y a las mujeres.

Así encontró algo nuevo: dos compañeras que siempre estaban juntas y se rumoreaba que eran tortilleras; se acercó a ellas, al principio no le dieron bola, casi se les regaló, algo la atraía.

Resultaron ser pareja y la aceptaron como su juguete sexual, le hicieron jurar que si quería estar con ellas debía transformarse en su esclava y hacer absolutamente cualquier cosa que le pidieran, aceptó feliz.

Se sentaban las tres juntas, en el mismo banco, a veces le tocaba el extremo que daba al pasillo donde más la veían los profesores, en esos casos la hacían mostrarse de la manera más impúdica, se tenía que levantar la pollera después de que le habían sacado la bombacha, le hacían abrir las piernas y que la vieran así profesores/as y compañeros/as.

Otras veces se tenía que abrir la camisa del uniforme casi dejando las tetas al aire luego de que le habían pellizcado fuerte los pezones para que estén bien parados y le escribían sobre las tetas con marcador al alcohol PUTA, CERDA y otras cosas por el estilo. Antes de volverse a su casa pasaba largo tiempo en el baño tratando de borrar esas leyendas, nunca le devolvían la ropa interior.

Cuando la sentaban al medio de ambas se pasaban toda la clase masturbándola sin compasión, pellizcando sus pezones, metiéndole cualquier cosa en el culo y obligándola a sentarse hasta que se enterrara bien, ella no podía decir nada y debía aguantarse para que no se dieran cuenta los docentes, aun así creía que muchas veces se hacían los distraídos.

Todos los días imaginaban una humillación o un castigo nuevo y ella era la chica más feliz sobre la tierra, sólo se entristecía cuando la ignoraban. A medida que fueron tomando confianza y viendo que Viviana respondía, fueron subiendo el nivel de perversión.

Un día, en el último recreo la hicieron ir al baño, buscaron el cubículo más sucio, mearon ambas y después obligaron a Viviana a tomar el agua del inodoro junto con las anónimas meadas anteriores, mientras le pegaban en el culo y la pajeaban sin parar, quedó hecha un asco pero feliz.

Otras veces la exhibían impúdicamente en público, en el centro comercial, en la calle, hasta en la iglesia, obligándola siempre a mostrar a quien quisiera verla sus tetas, su concha o su culo.

Una vez la desnudaron completamente y la dejaron en un baño de un bar llevándose la ropa, ella se metió en un cubículo dejando la puerta entreabierta para ver cuando volvían, pero pasaron horas, crecía la angustia y no sabía que hacer; a las cansadas aparecieron, se hicieron chupar las conchas antes de devolverle su ropa, Viviana, agradecida, lo hizo con más empeño que nunca y bebió con placer cuando se mearon en su boca.

Más adelante se les ocurrió que podían ganar dinero además de humillarla aun más y la empezaron a alquilar, primero a compañeros del colegio, pero estos a su vez corrieron la bola y se fue ampliando el mercado.

Así tuvo que coger con hombres y mujeres que la trataban como lo que era: una verdadera puta, aunque ella no recibía nada más que la leche de los clientes, la plata era para sus dueñas. En esta época participó de verdaderas fiestas, como las “amigas” eran chicas confiables, su mamá la dejaba quedarse el fin de semana con ellas, estás la obligaban a ser el centro de atracción de verdaderas orgias sadomasoquistas donde era el juguete sexual de pervertidos y degenerados.
De allí se iba el lunes al colegio demacrada, fundida, con todo el cuerpo dolorido, pero feliz,

Eso si, la cuidaban, ellas se ocuparon de conseguirle las pastillas anticonceptivas para que pudiera coger sin forro sin riesgo de quedar embarazada.

Mientras me contaba todo esto alternábamos entre seguir tomando whisky y coger. Me calentaban mucho sus comienzos infantiles y el morbo que la había rodeado toda la vida.

Cuando llegaba a las partes más perversas notaba que le daba cierta vergüenza hablar, una cosa es dejarse llevar por la calentura y otra contárselo a un casi extraño. Yo aprovechaba, le pedía más detalles, que me cuente que había sentido y le exigía que no se le ocurriera ocultar nada.

Terminada la secundaria continuó con sus estudios, ingresó en la universidad, en la carrera de sicología, pero más que nada seguía de joda, ya era mayor de edad y su madre no podía dominarla, tuvo que dejar de pegarle (ya era grande) y Viviana vivía para dar rienda suelta a sus deseos.

Pero la madre encontró la forma de frenar sus bajos instintos, la encaró un día y le dijo que si no terminaba con sus andanzas se tendría que ir de la casa, que ellos no iban a mantener a una puta que andaba todas las noches acostándose con cuanto tipo había.

Viviana lo pensó, por unos días pasó por su cabeza la idea de irse y dedicarse profesionalmente a lo que mejor sabía hacer: coger. Pero no era tan fácil, sabía que tendría que buscar un “protector” el cual se quedaría con un parte importante de las ganancias, tenía que alquilar un departamento, etc

Además estaba muy acostumbrada a vivir bien, su padre era rico y siempre había tenido todo lo que quería, sería muy difícil mantener ese nivel de vida.

Entonces hizo lo más sencillo, juró a su madre que enmendaría su vida, dedicó más tiempo a sus estudios y se ocupó de disimular muy bien cuando lograba encamarse con alguien fingiendo estar en la biblioteca o estudiando con una amiga.

Un día conoció un chico bastante lindo que estudiaba para marino mercante, se pusieron de novios y luego de un tiempo se casaron, en realidad a ella nunca le gusto la idea de estar casada, pero este era el candidato perfecto: cuando se casaron él estaba recién recibido.

Volvieron del la luna de miel que pagó papá en el Caribe (donde cogió por primera vez con un negro bien pijudo) y en poco tiempo el marido partió en su primer viaje, dejándola sola por más de un mes.

Nuevamente en la gloría, ahora su madre no podía ejercer su control, ella supuestamente seguía estudiando, pero lo que realmente estudiaba era la forma ser más promiscua cada día.

Volvió a garchar con todo lo que podía, hombre, mujer incluso algún perro. Cuenta que fue la mejor etapa de su vida porque por fin podía dar rienda suelta a sus deseos sin que nadie la controlara.

Encontró algunos amos y amas que eran sus relaciones preferidas, algunas con mucho dolor y humillación, pero también cogía con cualquiera que pintara, no lo hacía asco a nada.

Así fue que una vez, por una apuesta con una amiga, se cogió a 15 tipos al hilo, terminó llena de leche pero la otra tuvo que pagar la cena.

Otra vez en una quinta armaron una orgía de fin de semana, en pleno verano la estaquearon desnuda al sol todo el día sin darle agua ni comida, sólo de vez en cuando venía alguien, le quitaba la mordaza y la meaba en la boca, ella agradecía. Pasado el medio día la dieron vuelta y las pusieron de espalda para cocinar el otro lado. A la noche la vinieron a buscar, no podía ni caminar, la llevaron entre dos en andas, la colgaron con las manos juntas de la rama de un árbol y azotaron su cuerpo con ortigas, cuenta que fue el dolor más intenso que sintió en su vida, tuvo varios orgasmos muy intensos mientras le pegaban.

Siguió con esta rutina bastante tiempo, el marino viajaba y ella disfrutaba, sólo un semana cada tanto debía portarse bien y hacer de esposa, el resto del tiempo tenía vía libre para disfrutar del sexo más bizarro que conseguía.

Hasta que un día quedó embarazada, no estaba en sus planes, parece que fallaron las pastillas y ante el hecho consumado decidió tenerlo, aunque no estaba segura quien era el padre.

Estando embarazada siguió cogiendo como siempre, aunque se cuidó un poco de las sesiones de sado, sólo aceptaba humillación o castigos suaves.

Nació el nene y por un tiempo frenó sus farras, tenía que ocuparse del niño y no tenía casi oportunidad de salir, aunque recibía muchos llamados de amantes que querían aprovechar que estaba amamantando para beber su leche.

De vez en cuando conseguía dejar al niño con alguien y se hacia una escapada a revolcarse con algún degenerado. Como eran pocas las oportunidades había que aprovecharlas al máximo, así que siempre elegía alguien bien morboso para darle.

Cuando el nene tuvo edad suficiente lo llevo a una guardería, así logró tener algo de tiempo para ella y echarse un polvito rápido o, más a menudo, poder hacerse una buena paja recordando sus andanzas. En estos casos le gustaba autoflagelarse, se pegaba a si misma, se ponía broches de la ropa en las tetas y la concha, se clavaba alfileres, comía porquerías y recién allí se metía algo bien grande para llenarse la concha y gozar como la perra que era.

Cuando el hijo creció empezó a ir al jardín de infantes y ella dispuso de un poco más de tiempo, pero en la mañana no era muy fácil encontrar alguien disponible, así que muchas veces seguía con sus sesiones solitarias.

Y allí llegué yo, no era un adonis pero tenía una pija nada despreciable, mucha energía sexual y lo más importante: podía disponer con bastante libertad de mi tiempo.

Estaba muy claro que, si bien Viviana era la esclava y yo el amo, en realidad siempre llevó ella el control de nuestra relación, ella la buscó, después la llevó para el lado del sado que era su preferencia y me fue demostrando muy explícitamente que le gustaba.

Estaba amaneciendo cuando me fui de su casa, ella quedó medio borracha, agotada de tanto coger, en un rato tenía que llevar el nene al jardín, todo perfecto, yo me fui a descansar.

Continuará

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