Hola, soy Manuel, y tengo cinco sumisas que quiero vender. Tienen entre 18 y 29 años y están todas muy bien educadas. Responden a cualquier orden sin pensar en revelarse, término que ha desaparecido de sus mentes.

Están en muy buena forma física, porque dedican varias horas al día al ejercicio físico, además de cuidar su alimentación.

Todas entrenadas para hacer presión tanto con el anillo del culo como del coño para mayor satisfacción del amo. No están anilladas ni marcadas, lo dejo a elección de su nuevo amo.

La garantía es de por vida. Con reeducación gratuita si en algún momento tuviesen algún signo de rebeldía.

Si tiene interés y no consigue una, no se preocupe, más adelante iré disponiendo de más cada pocos meses. Puede apuntarse a la lista de espera. También es posible adaptarlas a gustos especiales.

Pueden enviarme las ofertas y gustos cuando deseen.

Seguramente no se creerá que pueda disponer de nuevas sumisas en pocos meses, cuando se tarda años en conseguirlo, por lo que voy a contarle el método, en la seguridad de que pocos o más bien nadie, podrán copiarlos y lo hago por dos razones, para convencerle y para dar a conocer las manipulaciones de las multinacionales.

Soy hijo de un matrimonio de médicos. Mi madre dirige una residencia de ancianos y mi padre es médico de la sanidad pública por las mañanas, tiene un afamado consultorio privado en la mejor zona de la ciudad, donde pasa consulta los lunes, miércoles y viernes por la tarde, dedicando el martes y jueves a atender gratuitamente a enfermos en una de las zonas más deprimidas. Todavía saca algo de tiempo para ayudar a mi madre en la residencia, donde viven ellos y hasta no hace mucho, yo también.

Desde que nací, me he criado entre el dolor de los demás. Los ancianos con sus molestias, dolores articulares y de todo tipo, el de los pobres que no pueden comprar medicinas y calmantes para sus enfermedades, a pesar del reparto gratuito e insuficiente que hace mi padre, y otros que he ido viendo.

Cuando tuve un poco de razón, decidí que estudiaría para conseguir un modo barato, si no gratuito, de suprimir el dolor de las personas. Por eso, en cuanto pude, empecé a leer todo lo que podía sobre el dolor, sus causas, cómo se transmite, etc., aburriendo a mis padres con mis preguntas cuando no entendía algo. Gracias a Dios, tengo gran facilidad de aprendizaje, por lo que ya de mayor, estudié bioingeniería, biotecnología y microelectrónica casi a la vez, con magníficos resultados, culminados con un proyecto de fin de carrera sobre nanotecnología aplicada al dolor, que hicieron que, antes de tener el título en mis manos, ya estuviese contratado por una multinacional farmaceútica, con la cesión de derechos de mi trabajo a favor de la misma y un grupo de otras cinco más.

Cuando entré a trabajar, me colocaron en un despacho con un trabajo que me pareció tan inútil como innecesario y cuando lo hice notar, agregando que podía desarrollar mi proyecto, me dijeron que el proyecto, después de estudiarlo detenidamente, carecía de interés y de futuro, por lo que había sido desechado al no ser rentable.

Cuando pedí más explicaciones, la propia directora general me dio a entender que, si se llevaba a cabo, iban a perder muchísimo dinero al dejar de fabricar la gran cantidad de productos dedicados a calmar el dolor en mayor o menor medida.

Es decir, me habían dado el trabajo para bloquear mi proyecto.

Durante mis estudios, me había montado un laboratorio en una de las habitaciones del sótano de la residencia, donde hice las prácticas de mis estudios y las pruebas de mi proyecto. Cuando salía de perder el tiempo, ya que eso no era trabajar, iba a mi laboratorio para perfeccionar lo mío.

Un año después, asistí a la celebración de la fiesta anual de la empresa. Nos llevaban a uno de los mejores restaurantes, nos invitaban a una fabulosa cena, seguida de baile con barra libre para todos.

Lo pasé estupendamente, los compañeros de mesa, al los que no conocí hasta entonces, fueron amables, de conversación fluida y alegre, lo que unido a las exquisitas viandas, hicieron que disfrutase de la velada en todos los sentidos.

Cuando llegó la hora del baile, la directora general y el que me dijeron los compañeros que era su marido y que veía por primera vez, lo inauguraron con un vals, al que pronto se le unieron algunas parejas. Fue el comienzo de las maniobras que quería llevar a cabo y que había planeado desde hacía tiempo.

Invité a una de las muchachas más hermosas de la mesa a bailar y fuimos evolucionando por la pista hasta llegar junto a la directora, momento en que detuve mi baile y, saludando con una inclinación de cabeza, les dije:

-Les apetece cambiar de pareja?

El marido, no lo dudó. Dejó a su mujer y se abrazó a la muchacha. Yo lo hice con la directora y seguimos evolucionando por la pista.

Llevaba un vestido escotado y atado al cuello, que dejaba su espalda al aire, casi

-Es una fiesta magnífica, doña Elena, estoy disfrutando muchísimo.

-Me alegra que te guste… eee…

-Manuel, doña Elena

-Ah, si, Manuel, ya me acuerdo. Es una costumbre de la dirección desde hace años, para que los empleados puedan confraternizar en un ambiente más distendido que el de la empresa.

-Pues conmigo lo han conseguido, tengo unos compañeros de mesa magnífic…

-Agg. Me estás clavando algo en la espalda.

-Uy, perdón, se me ha girado el anillo y lleva abierta una de las garras que sujetan la piedra y es lo que le ha pinchado.

Me la puse bien y seguimos bailando hasta terminar la pieza, momento en el que la acompañé a su mesa y le di las gracias.

No le quité ojo de encima y dos o tres bailes después, vi que se encontraba sentada en su sitio con mala cara, mientras su marido no había dejado a la muchacha que le había intercambiado.

“Ha llegado el momento”, me dije y me fui hacia ella para sacarla a bailar nuevamente.

-No, gracias, tengo mucho malestar por todo el cuerpo. Creo que me iré a casa.

-Quiere que la ayude? Recuerde que yo se mucho sobre el dolor.

-No, gracias, ya se me pasará. Me tomaré alguna pastilla y listo.

-Dudo que se le pase. Es más, creo que irá en aumento. Cuando no pueda más, avíseme y buscaremos la solución juntos. Yo se cómo calmarlo.

Y dicho esto me fui a mi mesa

No era tonta, debió estar pensando y no tardó mucho en acercase a mi, que me encontraba solo en mi mesa y no dejaba de mirarla y sonreir.

-Me has hecho algo, verdad? Me has pinchado con algo. ¿Qué me has metido?

-El resultado de mis estudios…

-¡Maldito cabrón! Sácame lo que me has metido ahora mismo. –dijo gritando, aunque con la música solamente pude oirla yo.

-Shhhhhsssst. No grites. Si me obedeces, te calmaré el dolor, si no, morirás esta noche entre terribles convulsiones y dolores.

Los dolores debían ser muy fuertes, porque enseguida se echó a llorar y dijo:

-¿Qué quieres de mi?

-A ti.

-¿Cómo?

-Te quiero a ti. Quiero que seas mi esclava sumisa.

-¡Maldito hijo de puta! Lo que voy a hacer es denunciarte en la primera comisaría de policía y que te obliguen a limpiarme lo que me has inoculado!

-Haz lo que quieras. –Le dije mientras metía la mano en mi bolsillo. La expresión de su cara volvió a cambiar con un nuevo rictus de dolor.- Pero mañana no verás el sol.

-Cabrón. ¿Qué me estas haciendo?…

-Solo demostrarte que la solución está en mis manos y en tu aceptación.

-¡Detenlo, por favor! –Dijo llorando.

-¿? –La miré con actitud interrogante.

-¿Qué quieres que haga?

-Ve al baño de hombres, entra en uno de los servicios. Espérame allí.

-¡Por favor, quítame este dolor ya!

-Cuando cumplas tu parte.

-¡No puedo ni moverme. Me duele todo el cuerpo. Te lo pido por favor. Quítame este dolor!

-…

-Maldito seas toda tu vida. –Dijo llorosa- Ven pronto, por favor, ya no puedo aguantarlo.

Y se fue moviéndose despacio, llorando por los dolores que se agudizaban a moverse.

No tardé mucho en ir al baño. Cuando entré, estaba vacío, y solo una de las puertas de los cuatro inodoros estaba cerrada. La empujé pero no se abrió.

-Abre.

Se oyó el cerrojo y la puerta se abrió facilitándome el paso, volviendo a cerrarse a mi espalda.

-Llevas un bonito vestido. Te sienta estupendamente. Pero me gusta ver lo que hay debajo. Muéstrame las tetas. (Si hubiese sido otra, le hubiese dicho pechos, que me parece más fino, pero quería empezar a humillarla)

-¡Y una mierda. Cabrón. Hijo de puta. Que te las enseñe tu madre!

Volví mi mano al bolsillo y saqué un pequeño mando con dos potenciómetros deslizantes, con tan mala fortuna que los cursores se engancharon en un hilo suelto y al moverlo se desplazaron hasta el extremo. A pesar de la prisa que me di en volverlos a su posición media, no pude evitar que Elena diese un grito inhumano y cayese redonda al suelo, donde no llegó por los pelos, cuando pude sujetarla. La senté en el inodoro y esperé a que se recuperase.

-¿Qué me ha pasado?

-Has sufrido un dolor tan fuerte que ha saturado tus sentidos y te has desmayado. Por suerte ha sido solamente un momento, si no, habrías muerto en unos segundos.

-Todavía siento mucho dolor.

-Todavía no me has enseñado las tetas.

Creo que en ese momento se rindió. Llorando, llevó las manos a la nuca y desanudó el vestido, dejando caer las dos tiras que lo formaban en su parte superior y que cubrían sus pechos. Operados, por lo firmes que estaban para los 52 años que tenía.

-Me gustan. Ahora, sácame la polla y hazme una buena mamada hasta que me corra. El dolor se incrementará poco a poco y cesará totalmente cuando me corra y te lo tragues todo.

-¡Por favor, no me hagas esto! ¿Qué te he hecho yo para que me lo hagas?

-Luego te lo explicaré. Ahora ponte a chupar y procura hacerlo bien para que me corra pronto, porque llegará un momento que no podrás hacerlo por el dolor y morirás. Lo de antes ha sido solo un aviso.

Con cara de asco y dolor, procedió a soltar mi cinturón.

-No lo sueltes. No quiero que me bajes los pantalones. Sácame la polla y chupa.

Bajó la cremallera de mi bragueta y buscó mi polla en el interior. Cuando la encontró, la sacó con facilidad, porque no estaba erecta, ni siquiera a mitad. La verdad es que esa mujer no me excitaba mucho, pero cuando metió mi polla en su boca y comenzó a darle con la lengua, mientras yo acariciaba sus pezones, los estiraba y apretaba, pellizcaba sus tetas, se me puso dura en un momento.

Era una estupenda mamadora. La chupaba, la recorría con la lengua, deteniéndose en el glande, para luego metérsela hasta la garganta, toda entera, y eso que no es pequeña, aunque grande tampoco (18 cmts y de grueso proporcionado). Eso, unido a que llevaba meses sin follar, me hicieron alcanzar rápidamente un tremendo orgasmo, que, presionando sobre su cabeza para que le entrase toda mi polla, me hizo descargar una abundante corrida directamente a su estómago.

Tosió y escupió babas. Una fuerte bofetada la paralizó.

-No escupas nada, si no quieres limpiarlo con la boca en este sucio suelo.

Seguidamente, moví los cursores de mi pequeño mando y se le calmó todo el dolor.

-¿Cómo lo haces? –Me preguntó.

-¿Recuerdas porqué entré en la empresa?

-Creo que tenías un proyecto para calmar el dolor. –Dijo más calmada.

-Efectivamente, pero me impediste comercializarlo. Por eso he mejorado el sistema para mi uso personal. Ahora no calma el dolor, sino que lo activa e incrementa.

-Y como consigues dar o quitar ese horrible dolor.

-Mi sistema original esta basado en nanobots. Pequeños robots preparados para identificar y fijarse a determinados nervios del cuerpo y bloquear los impulsos que informan al cerebro del dolor. Mi mejora consiste en que también pueden reproducir esos impulsos dolorosos y enviarlos al cerebro como si realmente existiese algún tipo de daño. Cuando estimulo al máximo todos los nervios a la vez, se produce un bloqueo cerebral con resultado de muerte si se prolonga. (Esto no lo tenía comprobado, pero quería asustarla)

Por desgracia –continué- todavía no están perfeccionados y no distinguen entre un nervio y otro, solamente distinguen entre los que lo transmiten, por lo que se fijan a todos a la vez. Tampoco se hacer que vayan al sitio adecuado, por lo que se fijan todos junto al cerebelo, donde llegan todas las terminaciones nerviosas. Por eso sientes como si te estuviesen golpeando, aplastando, pinchando y todo tipo de sensaciones dolorosas por todo el cuerpo a la vez

-¿Ya me los has quitado?

-No, solamente están aletargados. El mando es un emisor de frecuencias que recarga o descarga su energía. Se recargan con la energía de tu cuerpo, y cuando tiene de la mitad en adelante empieza a producir impulsos dolorosos, que se incrementan hasta llenarse completamente de energía, llegando al colapso total, aunque mucho antes ha muerto la persona anfitriona.

-¿Y qué me va a pasar?

-Cuando la energía suba, volverás a sentir dolor, entonces deberás venir a mi para que la descargue.

-¿Y que sentido tiene todo esto?

-Te lo he dicho en la mesa. Desde ahora harás todo lo que te diga. De momento, cada mañana pasarás por mi despacho preparada para ofrecerme tu coño, culo o boca, según me apetezca, no consentiré que te niegues a nada. Si no vienes sufrirás, si no obedeces, sufrirás, si alguien se entera o me detienen sufrirás y luego morirás. Así que tú decides. Mañana es domingo, como la empresa está cerrada, pasarás por mi casa a las 12 en punto para usarte. Esta es la dirección. –Dije pasándole en un papel la dirección de un piso que tenía como picadero.

-¡Eso no te lo crees ni borracho, cabrón, hijo de puta!

-Ah, y quiero que vayas siempre con faldas y sin ropa interior o desnuda, como prefieras o te ordene.

Dicho esto, salí de allí y me fui de la fiesta.

El domingo no vino en todo el día. Yo aproveché para modificar el mando, utilizando botones protegidos para evitar la presión accidental y eliminado los potenciómetros que me habían dado tan enorme susto, además, introduje un código de seguridad para evitar manipulaciones extrañas.

El lunes, a las 4 de la mañana (empezábamos el trabajo a las 9) llamaron a mi puerta con insistencia. Sabiendo lo que ocurría, me puse un calzoncillo, pues duermo desnudo y fui a ver que ocurría. Cuando abrí con los ojos somnolientos, apareció ella demacrada, sin pintar y sin peinar.

-Hijo de puta, quítame otra vez este dolor. –Dijo empujándome y entrando rápidamente.

Yo dejé la puerta abierta, la alcancé y tomándola por el brazo, la arrastré de nuevo al rellano.

-Mal comienzo. Vamos a empezar nuevamente. –Y cerré la puerta.

Volvió a llamar, esta vez de forma normal. Abrí de nuevo y …

-Por favor, quítame este dolor.

Llevaba una blusa blanca y pantalón negro.

-No vas vestida adecuadamente. –Y volví a cerrar.

-Te dije “con falda”, “sin ropa interior” o desnuda

Al otro lado escuché:

-Por favor, déjame pasar y haré lo que quieras. Aquí no puedo hacerlo. Pueden verme los vecinos.

-A estas horas, lo dudo.

-Déjame pasar, por favor.

Yo no contesté. Un minuto después volvió a llamar. Al abrir estaba desnuda, con la ropa sujeta contra su pecho, cubriendo las tetas y el coño.

-Por favor,,, -Dijo llorando.

Yo me quedé mirando su ropa sin dejar paso. Ella aumentó su llanto y bajó sus manos con una parte de las prendas en cada una, quedando desnuda ante mi. Su cuerpo, pese a sus 52 años, se conserva como el de una de 20. Sus pechos operados tienen un tamaño medio con una aréola pequeña, de marrón oscuro, de donde salen los pezones gruesos y grandes, su coño, totalmente depilado, también ha sido tratado para aparecer más recogido, con su interior rosado, como si jamás hubiese sido utilizado.

-Suéltala.

Dejó caer su ropa, pasando a cubrirse tetas y coño con las manos y brazos. La dejé pasar. Cerré la puerta y mientras me volvía, repitió.

-Por favor, quítame este dolor.

-Debías de haber venido ayer a medio día y… ¡Deja los brazos a los costados cuando estés ante mi!.

-Ayer… Noo… pude. Me levanté tarde… y… tenía citas.

-Desde ahora tu cita más importante soy yo. Si te llamo, sea la hora que sea, irás inmediatamente a donde te indique. Si te cito en un lugar y hora, estarás puntual. Cualquier cosa que te ordene la harás inmediatamente, sonriendo y poniendo todo tu interés, sea conmigo o con quien te diga. No le harás ascos nada de lo que te indique. De lo contrario sufrirás… y mucho.

-Haré lo que quieras, pero quítame este dolor…

-Antes tienes tareas pendientes, las que no hiciste ayer.

-Dímelo rápido y las haré para que me lo quites.

-La primera, desnudarte, ya la has hecho, ahora ponte de rodillas y chúpamela.

Lo hizo con rapidez. Me bajó el calzoncillo, quedando mi polla ya morcillona, ante su cara. Me pajeó varias veces y la descapulló para llevárselo a la boca y chupar el glande, pasando la lengua alrededor del borde, mientras seguía pajeando mi tronco.

Cuando la puso en su máximo esplendor, se la metió entera en la boca, mientras calentaba mis huevos con una mano y llevaba la otra hacia mi culo para acariciar mi ano.

Separé mis piernas para facilitar su labor y ella se aprovechó de eso. Sacó mi polla de su boca y metió en ella su dedo, ensalivándolo bien. Acto seguido volvió a meterse la polla en la boca y el dedo en mi culo masajeando mi próstata.

Fue increíble, atacado por tres lados me costaba enormes esfuerzos no correrme rápidamente.

-Más despacio, puta, no quiero correrme demasiado pronto. Quita el dedo de mi culo y dedícate más a mi polla.

Siguió alternando los recorridos con la lengua desde la base hasta el capullo con las engullidas hasta la garganta, hasta que ya no pude más y le dije:

-Ya no aguanto más, puta, empléate a fondo y prepárate para tragarlo todo.

En ese momento estaba lamiendo mi glande. Volvió a meterse el dedo en la boca para ensalivarlo y llevarlo a mi culo y repetir el proceso anterior.

-AAAAAAAAAhhhhhhhh Me corrooooo.

Ella se la metió hasta el fondo y se tragó toda mi corrida, dejándola completamente limpia después.

-Por favor, ahora ya he cumplido mi parte, quítame ahora este dolor.

-¿Quién te ha dicho que has cumplido? Esto solamente es una parte. Sigue aquí arrodillada.

Me fui a la habitación, mientras la oía gemir diciendo:

-Por favor… Manuel… No me hagas sufrir más. Me estoy volviendo loca.

Tomé el mando que controlaba los nanobots, y que servía para dar órdenes, y reduje su dolor a la mitad. Seguidamente volví junto a ella. No dijo nada, notaba lo que había hecho.

-Vuelve a ponérmela dura otra vez, quiero follarte.

Pude apreciar que se esmeró en conseguirlo. No soy de segunda erección fácil. De echo, no sabía se era de segunda erección, pero consiguió ponérmela dura otra vez, después de un buen rato de trabajársela.

-Date la vuelta, ponte a cuatro patas, con la cara en el suelo y separa bien las piernas.

Obediente, lo hizo. Se notaba que tenía experiencia, como así lo confirmaba la mamada que me había hecho y la perfecta colocación, que permitía mi acceso a su culo o a su coño.

Me arrodillé tras ella y froté mi polla recorriendo su raja. Mi intención era excitarla, hasta que caí en que sus nervios estaban bloqueados por el dolor y por tanto daba igual lo que hiciese porque no se iba a excitar. Sin más se la clavé. Entró bastante bien, por la saliva de la mamada, pero se la notaba seca.

La saqué, me levanté y, tomándola del pelo, la medio arrastré hasta mi cama.

-Ponte ahí en posición, puta. –Le dije mientras tomaba un bote de crema hidratante que tengo para la piel, pues desde niño la tengo muy seca y me produce picores.

Me unté la polla, la hice girarse y ponerse en el borde y punteé la entrada de su coño. Inmediatamente ajustó su altura para que pudiese meterla con comodidad, cosa que hice de inmediato.

-MMMMMMMM que estrecha estás, puta. Pareces primeriza. Qué gusto das.

Luego supe que contraía los músculos de la vagina para dar mayor placer. Como acababa de correrme, estuve más de media hora entrando y saliendo de ese coño que me resultaba tan estrecho, unas veces más rápido para aumentar el placer y otras más lento, cuando veía que se aproximaba mi orgasmo.

También le di unos azotes con mi mano en su culo, pero ni siquiera se puso algo rojo como consecuencia del bloqueo. No obstante seguí azotando por mi placer.

Cuando ya no podía más, se la clavé hasta el fondo, me incliné sobre ella, tomé sus pechos y llevé la mano a sus pezones, estirándolos y retorciéndolos, mientras un fuerte orgasmo me hacía soltar todo lo que me quedaba en los huevos, en la entrada de su útero.

Cuando me relajé, le dije:

-Límpiamela.

Ella se giró y lo hizo con prontitud. Cuando la tuve brillante por su saliva, me acerqué al mando, puse la combinación de seguridad y bajé el umbral de dolor. A partir de las 23-24 horas, se incrementaba gradualmente de forma automática.

Me descuidé y dejé el mando sobre la mesita, aunque desactivado, y le di un par de palmadas en su culo, que ahora si respondió coloreándose un poco. Elena se movió despacio sin que yo pudiese prever sus actos, hasta que saltó sobre el mando y saltó corriendo de la cama en dirección a la puerta, mientras pulsaba los botones frenéticamente.

El sistema de bloqueo estaba pensado para incrementar el dolor si no se introducía el código correcto, por lo que, en segundos, soltó el mando y cayó al suelo retorciéndose de dolor.

-AAAAAAAGGGGGGGGGGGGGGGG.

-Espero que esto te sirva de lección. –Dije recogiendo el mando. –Por esta vez no te voy a castigar, pero no quiero que hagas nada que yo no te haya ordenado, ni toques nada que yo no te haya indicado.

-Siii, perdona, pero, por favor, quítame este horrible dolor.

-Solamente quiero que te enteres bien de mis instrucciones. ¿Las has comprendido?

-Siii. Por favor, no lo haré más. Quítame el dolor. –Llorando

Introduje el código y volví a eliminar el dolor.

-Vístete y vete. No te olvides de que, a partir de ahora, lo primero que harás nada más llegar a la oficina será venir a mi despacho para ofrecerte. Y recuerda también que la próxima vez que te retrases no seré tan blando y rápido a la hora de reducir tu dolor.

Dicho esto, me metí en la cama para seguir durmiendo, ella se fue al recibidor, tomo su ropa, se vistió en silencio y se fue. Desconfiado, di una vuelta para ver si estaba todo en orden y volví a acostarme. Eran las 6 de la mañana.

A las 8 me levanté. Ducha, afeitado y a la oficina, donde nada más llegar pedí un café a la secretaria que compartía con otros dos directivos.

A las 10:30, media hora más tarde de lo habitual, Elena entró en las oficinas y vino a mi despacho:

-Aquí me tienes, hijo de puta, ¿quieres algo?

-Tshs, tshs, tshs. ¿Tu crees que esas son formas de ofrecerte?

-¿Cómo quieres que lo haga? Pedazo de cabrón.

-Tranquila, que te voy a enseñar. Lo primero, suprime los insultos de tu vocabulario, o la próxima vez te arrepentirás. En segundo lugar, desnúdate siempre nada más entrar. Y en tercero, cuando estés totalmente desnuda me preguntarás: ¿Deseas usar alguno de mis agujeros u otra parte de mi cuerpo? ¿Entendido?

-Si

-… -Alcé las cejas al ver que no se movía.

-¿A qué estás esperando?

Esta vez llevaba blusa y falda negras y me había hecho caso. No llevaba ropa interior. Enseguida quedó desnuda.

-¿Deseas usar alguno de mis agujeros u otra parte de mi cuerpo?

Aparté los papeles de la mesa y eché hacia atrás el sillón.

-Recuéstate sobre la mesa delante de mi, abre bien las piernas y separa los cachetes del culo. Quiero ver bien tus agujeros.

Silenciosamente hizo lo que le mandé. Sentado en mi sillón, metí mi dedo índice en su ano haciéndole emitir un gemido de dolor.

-¿Qué te ocurre?

-Me haces daño.

-Eso te pasa por no venir preparada. ¿Y si decido metértela por el culo? No pretenderás que sea yo quien te lo lubrique.

Seguidamente, metí el dedo medio en su coño y estuve un rato frotando la zona de su punto G, al mismo tiempo que su ano. Cuando empecé ya estaba mojado, pero pronto se convirtió en un río. Hasta tal punto salía, que mojaba ambos dedos para lubricar suficientemente su ano.

Cuando notaba que se aproximaba su orgasmo, la hice bajarse, arrodillarse ante mí y chupármela un rato. Cuando mi excitación crecía un poco, la volvía a poner sobre la mesa y seguía masturbándola, eso si, evitando las partes “mágicas” para que no alcanzase el orgasmo que a esas alturas tanto deseaba. Hasta cinco veces le hice esa jugada.

Al fin, la hice arrodillarse entre mis piernas y la dejé que me hiciese una mamada completa. Puso todo de su parte para hacerme alcanzar mi orgasmo. Lamió mi glande, lo chupó, se metió la polla hasta la garganta, tan profunda que le daban arcadas. Acarició mis huevos, y no me metió el dedo en el culo porque la había sacado sin bajarme los pantalones. Después de un rato trabajándomela, le anuncié mi inminente orgasmo.

-No desperdicies ni una gota. MMMMMMMMMMMM. Me corrooooo.

Ella, todavía forzó más la entrada en su boca y recibió todo mi semen, el poco que quedaba desde la madrugada, que tragó inmediatamente.

Después de limpiármela, me dijo:

-¿Quieres algo más de mi o de mis agujeros?

-No gracias, puedes vestirte y salir.

-Por cierto, -dije seguidamente- No quiero que te masturbes ni tengas un orgasmo hasta que yo te de permiso. Si lo tienes, me enteraré y sabrás lo que es sufrir en extremo una vez más.

-Pero… Me has dejado muy caliente. Necesito correrme.

-Mañana me lo pensaré. Hoy, ni se te ocurra correrte.

-Lo que tu digas.

Guardó mi polla en el pantalón, se levantó y vistió, mientras yo le activaba más tiempo en los nanobots.

Durante el resto del día no volvimos a comunicarnos ni a vernos, al día siguiente, puntual a las 10 de la mañana, entró en mi despacho, se desnudó quitándose un vestido hasta la rodilla, con una zona elástica bajo sus tetas que marcaba su cuerpo e impedía su movimiento indiscriminado al andar, con el fin de que nadie pudiera asegurar que iba sin sujetador, y me dijo la frase:

-¿Deseas usar alguno de mis agujeros u otra parte de mi cuerpo?

-Si, quiero follarte el culo.

Aparté los papeles de la mesa y eché atrás mi sillón y le hice un gesto para que viniese y se arrodillase ante mi.

-Sácame la polla. –Dije poniéndome en pie para que me bajase los pantalones. Antes tomé el mando, lo liberé y lo escondí en mi mano. Mi intención era jugar un rato con ella excitándola y aplicándole dolor para que no alcanzase el orgasmo.

Desabrochó el cinturón y el pantalón bajándolo, junto a mi calzoncillo, hasta los tobillos. Seguidamente me senté de nuevo y le señalé mi polla, que ya estaba casi en total erección, señal de que empezaba a gustarme el juego, y le dije:

-Pónmela a tono con la boca.

Ella se colocó entre mis piernas, tomó con una mano mis huevos y empezó a lamerla desde abajo hasta el glande, donde se entretuvo dándole lengüetazos todo alrededor del borde para volver a bajar y subir de nuevo.

Seguidamente, se la metió entera, rodeándola con los labios, formando un anillo estrecho que masajeaba mi pene y me transmitía sensaciones de placer al cerebro. En un momento me la puso como una piedra.

En uno de esos movimientos, no se si por casualidad o porque algo me decía que esa sumisión tan rápida no era normal, vi que abría su boca al máximo y sacaba los dientes e imaginé lo que venía a continuación. Fue un acto reflejo. Pulsé el botón que enviaba un impulso de máximo dolor cuando comenzaban a clavarse en mi polla. Ella cayó al suelo sin un gemido. Yo revisé los daños, observando una serie de pequeñas heridas que sangraban un poco, pero que resultaba más aparatoso que efectivo.

Con un suspiro de alivio, vendé las heridas con mi pañuelo y me subí los pantalones dejando la polla fuera para controlar el sangrado.

A ella la llevé al centro del despacho y la coloqué boca abajo. Mientras esperaba a que se recuperara, busqué en los cajones una regla de 60 x 5 cmts., que no usaba para nada, acerqué el sillón me senté a esperar.

Tardó como unos 15 minutos en recuperarse completamente. Cuando pudo darse la vuelta, me vio con la regla en una mano y el mando en la otra y se le mudó el semblante. Se sentó en el suelo y empezó a arrastrar el culo hacia atrás, intentando poner el máximo de espacio entre ambos, mientras decía:

-Yoo…

-Nooo…

-Lo siento.

-Lo siento mucho.

-Ha sido… sin pensar.

-Perdóname.

-Perdóname por favor.

-No volverá a ocurrir.

-Te compensaré por esto…

La interrumpí al escuchar esta frase. Una idea vino a mi mente.

-Vuelve al sitio donde estabas y a la postura en la que te he dejado.

-Perdóname…

Levanté el mando y ella se apresuro a obedecer, colocándose boca abajo en el mismo sitio, pero ligeramente girada para ver lo que hacía.

-Bien. Has intentado hacerme daño. Mucho daño. Incluso…

-Perdóname. No sabía lo que hacía…

-¡¡Cállate!! No hables si yo no te lo indico. Si sueltas aunque sea un suspiro, lo sentirás ¡y mucho!

Se calló y quedó mirándome.

-Has intentado hacerme mucho daño. Incluso hacerme morir desangrado. Y me da igual si fue intencionado o sin pensarlo. Vas a ser castigada, y muy duramente. Te voy a dar 25 golpes con esta regla. No quiero oirte ni verte abrir la boca. Después, y durante todo el día vas a sentir dolor en todo tu cuerpo, hasta que anochezca, pero no te preocupes, no morirás por ello.

-Tienes dos opciones –Continué- Primera: Aceptas el castigo y si gritas o viene alguien por el ruido te encargas de despacharlo. O segunda: No lo aceptas, te vistes y te vas. Es indistinto si me denuncias o no, pero esta segunda opción significa que morirás a la puesta del sol. Tú eliges, primera o segunda.

Con voz casi inaudible, dijo:

-La primera.

-¿Cómo?

-La primera. –Echándose a llorar.

-Bien. Levanta el culo al máximo y mantén pegada la cabeza al suelo.

Cuando se hubo colocado, me situé a su costado y solté un fuerte golpe sobre su culo, con efecto rebote, para golpear rápido, con fuerza y separándola con la misma rapidez, como el rebote de una pelota.

-ZASS.

-Huuummmmmmmmfffffffsssssss.

Fue el sonido que emitió cuando el dolor la alcanzó. Una línea roja, del acho de la regla, le cruzó ambos cachetes. El efecto la hizo caer larga al suelo.

-Maldita puta, ponte de nuevo en posición. –Le iba diciendo mientras golpeaba por todas las partes de su cuerpo que tenía a la vista, hasta que se volvió a colocar

Tras cuatro o cinco segundos de espera, que utilicé para cambiar al otro lado:

-ZASS.

-Hufff… ffff… ffff… ffff…

Esta vez casi cayó, pero consiguió mantenerse.

-ZASS.

-….

Cuando ya llevábamos unos quince, dados con toda mi fuerza, llorando y con voz apagada dijo:

-Por favor, no más. He aprendido la lección.

-No, no la has aprendido. Hablar te supondrá cuatro golpes en las tetas.

Cuando terminé con su culo, estaba cubierto de bandas rojas y líneas sanguinolentas en todas las direcciones que soltaban algún reguero que escurría por sus piernas. En el suelo, bajo su cara, un charco de babas y lágrimas.

-Incorpórate. Ponte de rodillas. Con el cuerpo recto.

La levanté yo, porque el dolor la impedía moverse por su cuenta, la coloqué más o menos en posición y quitándome la corbata, vendé con ella sus ojos. Me situé ante ella dispuesto a continuar. Casi me dio pena. La cara empapada en lágrimas. Su pintura corrida. Con un gesto de dolor que la desfiguraba. Parecía un monstruo.

Alargué mi mano y sobe primero un pecho y su pezón y luego el otro, lo que aumentó su llanto y gemidos de dolor.

Me separé de ella y …

-ZASS. ZASS.

Sendos golpes en los costados de sus tetas. Uno de ida y otro de vuelta

-MMMMMMMM

No pudo dejar escapar un gemido que bien hubiese podido parecer de placer, pero que no era así.

Cinco minutos después.

-ZASS. ZASS.

Sendos golpes de arriba abajo en una y de abajo arriba en la otra.

-MMMMMMMMMMMMMM

Esta vez, el gemido fue más largo.

Desaté mi corbata y la eché sobre la mesa.

La ayudé a ponerse en pie, tomé su vestido que había dejado en una silla y le dije:

-Toma. Vístete y vete.

-Puedo…

-…

-Necesito…

Decía con voz casi inaudible.

-Necesito lavarme.

-Pasa al baño lávate, te vistes y te vas. (El despacho constaba de un baño con ducha).

Le dije mientras la acompañaba.

En ese momento, la secretaria llamó a la puerta.

-Don Manuel, Doña Elena. ¿Ocurre algo?

-No pasa nada, Marta, siga con lo suyo.

Intentó abrir la puerta, pero Elena había puesto el pestillo al entrar.

Yo me guardé mi polla rápidamente con un ramalazo de dolor y fui a abrirla.

Se asomó al despacho y preguntó:

-¿Y doña Elena?

-Está en el baño. –En ese momento se oyó la ducha.

Vi que miraba la habitación. Sus ojos fueron a la mesa despejada con la corbata sobre ella y luego al charco del suelo. Se puso roja como un tomate y dijo.

-Perdone, Don Manuel, pero he oído algo extraño y he pensado que les había ocurrido algo. No les volveré a molestar. Si quiere, más tarde le envío al personal de limpieza.

-Ya le diré algo. –Le dije mientras la empujaba con la puerta y volvía a poner el pestillo.

Seguidamente, entré en el baño, donde Elena estaba secándose el cuerpo, evitando su culo. Se lo miré y le dije:

-Voy a ponerte en esas heridas un poco de masaje de afeitar que tengo aquí,

-Noooo. Por favor, me escocerá mucho.

-Pero te curará antes. Dóblate y separa las piernas.

Tomé el masaje, me lo eché en las manos, las froté un poco y se las pasé con suavidad por su culo. Aun con todo, ella emitió otro fuerte gemido y empezó a tragar y soltar aire.

Cuando terminé, coloqué papel del baño sobre las heridas y le ayudé con el vestido.

-Por favor, no me hagas más daño. No me merezco lo que me estás haciendo.

-¿Qué no? ¿Tú sabes la cantidad de personas que han sufrido tremendos dolores por enfermedades como el cáncer, por enfermedades reumáticas, por simples operaciones, amputaciones y un largo etcétera durante este tiempo? Todos podrían haber sido aliviados con mi trabajo, pero preferisteis comprar los derechos para dejarlo abandonado con el fin de que no disminuyesen los beneficios. Esto es solo una pequeña compensación moral por ello.

-En cuanto llegues a tu despacho, -continué- dirás al departamento de contabilidad que deberán pasarme un estado de todas tus cuentas y las de tu familia. ¡A partir de ya! ¿Entendido?

-Si.

-Ya te puedes ir. Luego pasaré a verte.

La vi salir hasta la puerta. La marcha hasta su despacho tuvo que ser espectacular. Sus movimientos lentos, sus gestos de dolor y las manos que iban al culo alguna vez, debieron dar a entender algo, que precisamente esa vez, no había sucedido.

Pasada una hora o poco más, me trajeron el informe de las cuentas, en el que, al primer vistazo, me saltaron a la vista varias cifras

La primera fue una transferencia mensual por un importe equivalente a lo que yo cobraba en un año a favor de su marido, que nunca aparecía por la empresa. La segunda, otro importe mensual, algo mayor que el mío, que se ingresaba el día último de cada mes en una cuenta conjunta con otro hombre, y que desaparecía el día uno. Había una tercera a nombre de una mujer cuyos apellidos coincidían con los de ellos, y de nombre Patricia, que deduje que era la hija. Los demás eran pagos normales.

Llamé a mi secretaria para interrogarla sobre el marido y el otro, porque había aprendido que en la empresa se sabía todo de todos, y no me equivoqué.

Me contó que el marido era un vividor, que repartía su tiempo entre las putas, las drogas y el juego. Que su mujer había tenido que pagar varias veces las deudas que contraía y que el otro era un desaprensivo que la chuleaba para vivir a costa de ella y acostarse de vez en cuando. Al terminar, se me quedó mirando y con la confianza que da el día a día en un trabajo donde no tienes nada que hacer me preguntó:

-¿Te la estás tirando?

-Por el momento, solo una vez.

-Pues la has dejado para el arrastre. Después de salir de aquí, moviéndose de forma rara, ha ido a su despacho, a hecho una llamada y se ha ido a casa alegando que no se encontraba bien. No se qué eres capaz de hacer, pero me gustaría probarlo algún día.

Y dicho esto, se marchó.

Al día siguiente, puntual a las 10 de la mañana, vino a mi despacho a ofrecerse, pero como todavía no tenía la polla en condiciones, rechacé su oferta. Ella volvió a irse a su casa.

Al otro día, cuando volvió nuevamente a ofrecerse, le dije:

-No, todavía no estoy en condiciones, sin embargo, quiero hablar contigo, siéntate, que tengo que darte unas instrucciones.

-Yo tampoco estoy en condiciones de sentarme por tu culpa. Si no te importa, permaneceré de pie.

-Eso lo decido yo. –Aparté los papeles de la mesa y continué.- Recuéstate sobre la mesa y se para bien las piernas.

-Por favor, no me hagas más daño, llevo dos días sin poder sentarme, ni dormir, ni ponerme ropa en condiciones.

-Obedece y no tendré que castigarte.

Se situó sobre la mesa, dejando su culo y su coño ante mi. Realmente, llevaba el culo en carne viva. Entre nosotros, reconozco que me pasé golpeando, pero… ¿y tú no lo hubieses hecho?

Llevaba el ano lubricado. Se veían restos de crema a su alrededor y toda la zona brillaba, pero no fue ese mi objetivo.

Esta vez, fui yo el que se arrodilló tras ella, acerqué mi boca a su coño y recorrí los labios con mi lengua, dando lengüetazos rápidos durante el recorrido. No tardaron en abrirse ante mi estímulo, asomando su clítoris entre ellos.

Entonces, volví a sentarme y sustituí la lengua por el dedo, volviendo a recorrer la zona y rodear su clítoris para mantener su excitación si que llegase al orgasmo. Mientras, comencé a decirle.

-Vas a realizar algunos cambios en tu vida. Quiero que te divorcies del putero de tu marido, sin que tenga derecho a nada. Puedes aprovechar y denunciarle por la situación de tu culo. De cualquier forma, no te costará encontrar cientos de motivos.

-MMMMM. Pero… MMMMM. No… MMMMM. Puedo hacer eso. MMMM. Tenemos.. MMMMMM. Un acuerdo.

Mi dedo entraba en su coño, llegando hasta la entrada de su útero y recorriendo el cuello con círculos de la yema de mi dedo medio.

-No me importa. Habla con tus abogados o con quien sea necesario, pero quiero que dentro de un mes estés soltera.

-FFFFF Si… Hablaré con los aboga… MMMMM dos..

-También dejarás, desde ahora mismo, a tu chulo y amante. A partir de ahora solamente follarás conmigo.

Lo sacaba y recorría los labios hasta la base del clítoris.

-MMMMM Lo que tu digas. MMMMM.

-zas.

Le di una suave palmada en su coño, más erótica que de castigo, a la que respondió con un gemido placentero, y le dije:

-Pues entonces, vuelve a tu sitio y haz lo que te he dicho.

Me aparté más de la mesa para que saliese.

-Necesito correrme.

-Tu necesitas lo que yo te de. Te correrás cuando yo quiera. Ahora vete.

Se levantó, se puso su ropa y se fue. Casi sin dar tiempo a cerrar la puerta, entró la secretaria para ver si necesitaba algo.

-No, nada, gracias. Pero quiero que llame antes de entrar. De todas formas, no es necesario que pregunte. Si necesito algo, la llamaré.

Salió con un mohín de disgusto y con una larga mirada a la mesa.

Dos días después, ya me encontraba en condiciones de usar mi polla. Cuando vino a ofrecerse, la hice colocarse sobre la mesa como la vez anterior. Su culo tenía mejor vista, pero seguía siendo algo horrible. Le quedarían cicatrices para el resto de su vida.

Cuando me agaché para pasar la lengua por su raja, la encontré abierta y rezumante, con el clítoris sobresaliendo entre los pliegues.

-¿Te has estado tocando?

-No, llevo así desde el otro día. Necesito un orgasmo. Por favor, no me lo niegues. Seré tuya para siempre.

-Esto último no lo niego. En cuanto te divorcies del cornudo de tu marido, nos casaremos tú y yo.

-Pero… ¡Soy mucho mayor que tú! Solo tienes 24 años y yo 52. Lo que debes buscar es una chica de tu edad. –Dijo medio incorporándose, girándose un poco y volviendo la cabeza.

-ZASS

-AAAAAAAAAAAAAAGGGGGGG.

El golpe en su maltratado culo le produjo un gran dolor que le hizo emitir un fuerte grito, sobre todo por lo inesperado. Nadie vino a preguntar qué era lo que pasaba.

-¿Quién te ha dicho que no tendré una chica de mi edad? No vuelvas a opinar sobre nada. Acepta lo que te diga y obedece, sin hacer nada más. Haré lo que quiera, cuando quiera y con quien quiera. Tú te limitarás a estar a mi servicio y obedecer mis órdenes. ¿Entendido?

-Si, como tu quieras.

Yo mismo me bajé la ropa y dejé la polla libre, dura como una piedra. Aquello me estaba gustando.

Recorrí con el glande toda su raja. Su agujero era como una aspiradora que pretendía absorber toda mi polla entera.

-OOOHHH Siiii.

Le froté el clítoris con ella, dándole vueltas alrededor.

-MMMMM Sigueee, sigueee, ohhhh.

Estaba tan excitada que vi que se iba a correr en cualquier momento. Pasé de más preámbulos y se la clavé entera. Estaba tan mojada que entró sin resistencia.

-SIIIIIII. Métemela bien, dame duro. Siiiii

Yo me quedé quieto un momento, luego la saqué un poco y comencé un pequeño vaivén, sacándola unos milímetros y metiéndola otro tanto.

-MAAASSSS. Por favor, maass. –Gritaba.

-Tranquila, que vas a tener tu ración de rabo, pero no demasiado pronto.

-MMMMM No me hagas esto. Estos días me he portado bien, he hecho lo que tu querías.

Yo seguí con mis movimientos cortos, que mantenían su excitación pero no le dejaban llegar al orgasmo, mientras mi placer se iba acercando.

Cuando lo sentí próximo, comencé un mete saca a toda velocidad.

-AAAAAAAGGGGGGGG. SIIIIII DAME MAAASSSS. MAS FUERTEEE.

Cuando sentí que me iba a correr, bajé la mano para pinzar su clítoris entre mis dedos, con intención de masturbarlo mientras me corría, pero no pude hacerlos. Nada mas pinzarlo empezó:

-AAAAAAGGGGGGGG ME CORROOOOO

-OOOOOOOHHHH QUE FUERTEEEE.

Oirla gritar así, hizo que no pudiese aguantar más y me corrí en su interior. Sentir cómo mi esperma se derramaba en su vagina, hizo que un nuevo orgasmo se le encadenase.

-SIIIIIII. OTRA VEEEZ. OOOOHHHH. QUE BUENOOOO.

Tras esto, quedó como desmayada sobre la mesa, yo sobre ella, hasta que se me desinfló la polla y se salió por ella misma. Cayendo sentado sobre mi sillón.

Varios minutos después, le dije que podía marcharse.

-¿No te apetece repetir? –Dijo a la vez que se levantaba.- ¿Quieres que te la ponga en forma otra vez?

Seguía con ganas de más.

-No, no quiero repetir, pero no es por miedo a que vuelvas a intentarlo, dije tomando el mando, pero déjamela bien limpia antes de irte.

Me la estuvo chupando y lamiendo hasta que me pareció suficiente y la hice marcharse.

Más tarde, pedí un café a la secretaria, que, solícita, lo trajo al momento, depositándolo a mi derecha.

-Gracias.

-Si lo deseas, ya sabes que estoy dispuesta a que me lo agradezcas de otra forma…

Entonces me di cuenta de que me estaba tuteando.

-Señorita, no creo haberle dado permiso para que me tutee. Le ruego recomponga su actitud, al menos durante las horas de trabajo.

-Por supuesto, Don Manuel. Pero recuerde que si desea agradecerme algo, estoy a su disposición.

-Déjeme solo, por favor.

Cerca del fin de la jornada, Elena volvió a mi despacho, se desnudó e hizo la pregunta de rigor

-¿Deseas usar alguno de mis agujeros u otra parte de mi cuerpo?

-No, ahora no, gracias. ¿A qué has venido?

-El otro día despedí a mi amante, y ahora me ha enviado unos correos con unos vídeos comprometidos reclamándome una indemnización equivalente a 10 años de lo que le estaba pagando.

-Vamos a tu despacho.

Se vistió y salimos juntos hacia su despacho. Había varios correos con vídeos tomados con el teléfono, donde se la veía chupando y lamiendo la polla a la vez que miraba a la cámara hasta conseguir una corrida en su cara en uno, en otro en una cama con el culo levantado por almohadones y la polla entrando y saliendo de su coño, por cierto, una polla más pequeña que la mía, pero que, al parecer, debía saber manejarla muy bien. En otro le daba por el culo mientras estaba arrodillada en el borde de una cama, y varios más en distintas posiciones, lugares y agujeros.

Por lo visto, no había un lugar donde no hubiesen follado y hubiese sido filmada.

-Cítalo para mañana. Cuando venga, me llamas a mi y me presentas como gestor de tus cuentas, y después de que yo lo salude, le dices que soy su sustituto.

Así lo hizo, al día siguiente no la follé cuando vino y la despedí inmediatamente. Sobre el medio día, me llamó a su despacho:

-Don Manuel, ¿puede venir un momento a mi despacho?

Yo me ajusté mi sortija correctamente y fui para allí.

Cuando me presentó al sujeto, bajo el ridículo apelativo de Jony, como el gestor de sus cuentas, alargué mi mano y le di un fuerte apretón.

-Agggg. ¡Me ha pinchado!

-Oh. Lo siento, Jony, tengo que llevar esta sortija al joyero, lleva una patilla del engarce un poco suelta y como siempre se me da la vuelta, me ocurren cosas como esta. Discúlpeme, por favor.

-No. No ha sido nada. No se preocupe.

-Don Manuel es tu sustituto. –Dijo entonces Elena.

-Maldita puta. Me has sustituido por este mierda de jovenzano. Me las pagarás. Voy a publicar todo lo que tengo sobre ti en Internet, y lo enviaré a todos tus clientes y proveedores. ¡Te voy a hundir! Puta.

-Bueno, hablemos con calma –dije yo- Creo que usted reclamaba una cantidad por entregarle los vídeos, estamos aquí para llegar a un acuerdo.

-Ahora ya no me conformo con eso, ¡quiero el doble! Esta puta me ha engañado!

Observé las reacciones de molestias en distintas partes del cuerpo me indicaron que los bots estaban haciendo su trabajo.

-Bien Jony, en estos momentos estás notando que te empiezan a doler todas las partes de tu cuerpo. Ese dolor irá incrementándose hasta que se produzca un colapso general y mueras. Tienes dos opciones, o nos das todos los vídeos, fotos y material que tengas sobre Elena y te libero o te niegas y dejo que siga el proceso.

-¿Qué me estáis haciendo?

-Es muy simple, al saludarte, te he inyectado una fórmula experimental que estimula los centros nerviosos del dolor, pudiendo llegar a bloquear tu cerebro y causarte la muerte. Si tardamos mucho, no tendrá remedio.

Aceptó ir a su casa, donde tenía el material, ya que era tan tonto que no esperaba resistencia por parte de ella. Eliminamos los correos enviados, los ficheros del disco, sobrescribiendo otros encima antes de borrar, revisamos todos los pendrives, discos, cd’s, teléfono, cámara de fotos, etc. No dejamos nada sin mirar ni limpiar. Incluso pasamos un programa eliminador de rastros.

Cuando terminamos, el dolor que sentía debía ser muy alto.

-A partir de ahora siempre estarás dolorido. No alcanzarás el nivel mortal, pero nunca más volverás a disfrutar de ninguna parte de tu cuerpo. Sólo tendrás dolor. Espero que eso te enseñe a no intentar extorsionar a nadie.

Nos dimos la vuelta, bajé su nivel de dolor a un nivel más soportable y nos fuimos, dejándolo como una piltrafa. En la puerta aún me volví y le dije:

-Y cambia ese apodo de Jony. En este país, los anglicismos resultan ridículos. Y más en un chulo de putas como tú.

-¿Qué le pasará ahora?

-Estará dolorido el resto de su vida y jamás tendrá placer de ningún tipo.

-Es muy cruel.

-Si. Ve aprendiendo.

El marido era más tonto que el otro. Le presentó una demanda de divorcio por infidelidad, con tantas pruebas y tan abrumadoras que firmó todo lo que le pusieron delante y sin protestar. Dada su buena disposición, le dije a Elena que le regalase el piso que utilizaba para sus juergas y puteríos y fue eso lo único que obtuvo del matrimonio.

Quince días después de obtener el divorcio definitivo, nos casábamos en el juzgado. Mis padres, cuando se enteraron también estuvieron aconsejándome durante horas de que debía buscar una mujer de mi edad, que no sabían que le veía a esa mujer, que era ya muy mayor, que cuando yo tuviese 60 años ella tendría 88 y sería una vieja decrépita, que estaba echando a perder mi vida, que si era por el dinero, ellos tenían el suficiente para que pudiese vivir desahogadamente, etc. Yo no di explicaciones y nos casamos.

Por supuesto, nos fuimos a vivir a su casa, un chalet en una urbanización de lujo. Piscina, zona arbolada, enorme espacio de césped, barbacoa, pista de tenis, padel, gimnasio, sauna, y un enorme garaje. Por su parte, el chalet consta de un gran sótano, montado como bodega, una planta calle con un gran salón, una no menor cocina, dos baños y tres dormitorios pequeños con aseos, destinados al servicio, y ocupados en parte por una doncella y una cocinera. En la parte superior, el dormitorio principal, enorme, con cama enorme y baño completo enorme, incluyendo sauna y bañera de hidromasaje, además de cinco habitaciones más pequeñas todas con baño.

Nada más entrar, me enseñó todo y al terminar le dije:

-En una parte de la bodega instalaré mi laboratorio, dormiré en el dormitorio principal y tú lo harás en el del final del pasillo (el más alejado). Cuando estemos solos, irás desnuda, sin que tenga que recordártelo.

Trasladé todas mis cosas a la casa, monté mi laboratorio y me dispuse a disfrutar de mi vida de casado. Por cierto, no hubo viaje de novios.

No hace falta decir que “convencí” a la doncella y la cocinera con el fin de que estuviesen calladas.

Todas las mañanas, Elena tenía la obligación de venir a mi habitación y despertarme con una mamada. Si me apetecía, la follaba por la noche por alguno o todos sus agujeros, según me viniese en gana. Al mostrarse siempre obediente y sumisa, sin decirle nada, fui dejando sin energía poco a poco a los bots, que se iban desprendiendo y eliminando por la orina, aunque de vez en cuando dejaba que le doliese un poco con los que quedaban para que pensase que todavía estaba bajo mi control.

Por supuesto que no volví a la oficina. Cuando ella se iba, me encerraba en el laboratorio para perfeccionar mi proyecto. El disponer de dinero ayudó mucho para mi trabajo, preparé una nueva versión que puede dar dolor o placer, según interese.

Como dije antes, Elena tiene una hija, Patricia, de 29 años que vivía con un novio del que no puedo precisar nada debido a que cambiaba cada quince, treinta o más días, pero siempre menos de 90. Nunca llegaban a los tres meses.

Cuando se enteró de que su madre se había divorciado de su padre y, sobre todo, que se había casado con un tío más joven que ella misma, vino a la casa a montarle un tremendo follón a su madre.

Había oscurecido ya cuando llamó a la puerta. A Elena la mandé a ponerse algo encima y fui a abrir yo mismo. Nada más hacerlo, la vi por primera vez, imaginé quien era por su parecido. Ella me saludó con el mismo estilo cariñoso de la madre:

-¿Así que tu eres el chulo? ¿Dónde está mi madre?.

-Arriba pon…

-Aparta y quítate del medio, imbécil.

Me dio un empujón y fue en busca de su madre. La encontró en el cuarto donde dormía, terminando de arreglarse.

Empezó una discusión preguntando el porqué de dejar a su padre si ella llevaba el puterío tan al día como su él. Que por qué se había casado con un imberbe que podía ser su hijo, que de hecho era más joven que ella misma. En fin gritos, gritos, gritos. Yo fui a por mi anillo, actualicé la carga y fui a buscarlas. Elena lloraba sentada en la cama. Cubriéndose la cara con las manos. No podía decir nada porque se lo había prohibido. La hija, inclinada sobre ella le lanzaba sus gritos e improperios la tomé por su brazo desnudo en una clara intención de separarla.

-Y tú que haces aquí, madito cab… AAAAGGGG Imbécil, me has pinchado, ¿qué es lo que estás haciendo?

-Perdona, es que esta sortija se da la vuelta y tiene una pata del engarce suelta y es lo que pincha. No pretendía más que separarte un poco de ella.

-No, Manuel, por favor, a mi hija no.

-Lo hecho, hecho está.

-Qué coño pasa aquí. De qué mierda estáis hablando. ¿Qué te ha hecho este hijo de puta, mamá?

Elena lloró más angustiadamente, viendo que su hija iba a sufrir el mismo calvario que ella.

-Por favor, no te excites. Terminarás con dolor de cabeza y es lo único que sacarás. Estamos casados y no vamos a deshacer el matrimonio. Te guste o no. Así que acéptalo y deja a tu madre en paz. –Dije.

-Tú no te metas, imbécil. ¿Qué te pasa? ¿Vienes por el dinero de mi madre, no? Porque no querrás decirme que te has enamorado de ella, ¿Verdad?

-No, no me he enamorado de ella. Y si, en parte estoy con ella por su dinero, pero hay algo más. Quiero castigarla.

-¿Castigarla? ¿Y quién eres tú para castigarla? ¿Qué ha hecho ella para merecer el castigo? Y ¿Por qué te atribuyes el poder de juzgarla y condenarla? Ufff. Todo eso me está dando dolor de cabeza.

-Los motivos no te importan, lo que si te importa es que ese dolor se irá incrementando hasta resultarte inaguantable, para, al final, colapsar tu mente y matarte.

-De donde te has sacado semejante imbecilidad, subnormal.

-Hazle caso, hija, no sabes el dolor que puedes llegar a sentir.

Ella notaba el incremento de dolores por todo el cuerpo.

-¿Qué…? ¿Qué me has hecho?

-Este subnormal, cabrón e hijo de puta, -le dije- es el autor de un proyecto que es capaz de hacer sentir dolor agudo a las personas, hasta el punto de matarlas y no quedar rastro. Desde ahora eres otra de mis víctimas, sentirás dolor en todo tu cuerpo, y solamente yo soy capaz de calmarlo y para conseguirlo, tendrás que obedecerme ciegamente.

-Y una mierda, cabrón. Eso es una sarta de mentiras. Mamá, ¿Dónde tienes los calmantes?

Ella le señaló el lugar, pero le dijo.

-No te servirán de nada, yo probé todo antes de dejarme llevar. Es mejor que lo asumas y te dejes tú también.

Las dejé solas y me fui a ver la televisión. Mejor dicho, a esperar acontecimientos delante del televisor.

Poco tardaron ambas en salir de la habitación. Patricia encorvada y con la cara contraída por el dolor, Elena la sujetaba de los hombros y la guiaba hasta mi.

-Le he contado lo que me has hecho pasar y se ha convencido. Está dispuesta a obedecerte.

-¿Y sabe lo que tiene que hacer?

La madre empezó a desnudarse, intentando hacer lo mismo la hija, pero el dolor hacía torpes sus movimientos y no conseguía hacerlo. Su madre le ayudó.

-¿Deseas usar alguno de nuestros agujeros u otra parte de nuestros cuerpos? –dijo Elena.

-¿Por qué tienes que hablar tú en nombre de las dos? Cada una que hable en su nombre.

-Perdona. ¿Deseas usar alguno de mis agujeros u otra parte de mi cuerpo?

-No, ahora no quiero usarte.

-¿Deseas… fff usar… fff alguno de… fff mis agujeros u otra… fff parte de mi cuerpo?

-Si, quiero que me hagas una buena mamada hasta que me corra en tu boca, y que no dejes derramar ni una gota.

Vino hasta mi acompañada por su madre, ambas llorando, se arrodilló ante mis piernas con su ayuda y procedió a bajarme el pantalón corto que llevaba para estar por casa y dejar mi polla al descubierto, pues no suelo llevar nada debajo, seguidamente, se la llevó a la boca y empezó a chuparla, se la metía hasta el fondo de la garganta y la sacaba despacito, formando una anilla con sus labios y presionándola con la lengua contra el paladar, después la sacaba y lamía mi capullo volviendo a introducirla hasta el fondo, pero con el detalle de no presionar con la lengua para no hacerme daño.

Estuvo casi 10 minutos lamiendo y chupando. Su boca es cálida y acogedora, tiene un gran dominio de su lengua, que juega con mi polla y sobre todo con el glande. Mi excitación se encontraba al máximo.

Estaba apunto de correrme. Ella se dio cuenta y aceleró los movimientos de forma increíble. En un momento me corrí. Cuando ella notó la tensión de mi polla, se la metió toda dentro y acarició mis huevos mientras me corría.

Tragó hasta la última gota con mi polla dentro de su boca, para seguidamente proceder a dejarla totalmente limpia antes de sacarla.

Tras esto, eliminé su dolor, cayendo al suelo llorando presa de un ataque de histeria. Mientras repetía una y otra vez:

-¿Por qué a mi? ¿Por qué a mi?

Su madre la tomó por los hombros, la puso en pie, dispuesta a llevarla a alguna habitación.

-Que se acueste en la habitación anterior a la tuya. A partir de ahora vivirá aquí.

Y desde ese día, mis experimentos fueron con ella. Descubrí las secuencias de los impulsos dolorosos que permitían identificar al cerebro el origen del dolor. Con esa información reprogramé mis bots para especializarlos cada uno en un punto distinto. Al tiempo, también encontré las secuencias para identificar el placer.

Con todo esto, volvió a llegar la fecha de la cena y baile anual, al que asistí con mi esposa. A los postres, fui recorriendo las mesas y hablando con la gente, ganándome su confianza a la vez que buscaba víctimas para mis experimentos.

Haciendo preguntas, encontré a 4 muchachas, Sonia, Silvia, María y Begoña,de 17, 18, 22 y 22 años respectivamente, que vivían solas en un piso y eran trabajadoras de la empresa, a las que convencí para ir mi casa el fin de semana siguiente, con la excusa de un día de fiesta y piscina con algunos amigos.

También me encontré después con la mujer de mi vida, Eva, una muchacha preciosa, rubia teñida, 24 años, soltera, sin pareja, viviendo sola, con pechos bien formados, redondos y tiesos, pues se veía que no llevaba sujetador. Del tamaño que me gustan, un cuerpo de escándalo y unas piernas largas que aparecían bajo su minifalda.

Bailé con ella toda la noche, hasta el punto de que se mosqueó y me preguntó si no le sabría malo a mi esposa. Le dije que no, pues en estos eventos teníamos el acuerdo de congeniar con los empleados para facilitar el acercamiento. Le hable de las 4 muchachas invitadas al día de fiesta del fin de semana siguiente y aproveché para invitarla a ella, que también aceptó.

Durante la semana, mandé poner dos camas en cada habitación de las que quedaban contiguas a Elena y su hija, en previsión del fin de semana.

Ese fin de semana, llevé a las 5 a la bodega, con la excusa de enseñarles toda la casa, y las “convencí” por el procedimiento habitual, esa noche se quedaron todas en casa. Las cuatro muchachas en las habitaciones dobles, Eva en la contigua a la mía, antes, en un aparte, indiqué a Eva a la hora que quería que estuviese en mi habitación.

No merece la pena repetir los detalles de conducción a la sumisión de todas, solamente contaré un par de detalles, uno con la que es mi novia y otro con la más joven.

Esa noche, fui a buscar a Eva y la llevé a mi habitación. Allí estuve besándola, sin ser correspondido, acariciando su cuerpo y diciéndole cuanto me gustaba, permaneciendo ella silenciosa. Me ayudé con la opción de estimulación placentera de mis bots, pero en ningún momento intenté forzarla. Mis caricias ya no le resultaban tan desagradables. Pronto fue ella la que buscaba dirigirme a sus puntos de placer, siguiéndole el juego pero evitando que se excitara tanto que llegase a alcanzar un orgasmo. Mi intención era que fuese ella la que me lo pidiera.

Viendo que se acercaba la hora de que viniese Sonia, la tomé en brazos, la llevé a su habitación, la acosté y cubrí con la sábana. En su mirada vi que dudaba entre quedarse conmigo o quedarse sola en la habitación. Por si acaso, bloqueé sus opciones de placer. En días sucesivos la iría convenciendo y llevándola a grandes orgasmos.

Al poco de volver a mi cama, entró Sonia.

-Aquí me tienes. ¿qué quieres de mi?

-¿Todavía no has aprendido a presentarte? –Le dije al tiempo que le aumentaba el dolor.

-Agggg. No, por favor…

-Aggg. ¿Deseas usar alguno de mis agujeros u otra parte de mi cuerpo?

-Si, ven que quiero follarte.

Se acercó llorando, se acostó a mi lado y se abrió de piernas.

-¿Por qué no lo hacemos de otra manera? Ponte a cuatro patas sobre mi, con el coño en mi boca y hazme una buena mamada.

Después de esto lancé la estimulación del placer. Tras colocarse sobre mi, aceptó mi polla con placer. Yo acerqué mi boca a su coño, que empezaba a mojarse. Recorrí con mi lengua los bordes en una suave caricia. A pesar de tener la boca llena de polla, se le escapó un gemido de placer.

-MMMMMM

Seguí recorriendo su raja y pasé a mojar su ano, el cual ensalivé bien. Volví a recorrer su raja, aprovechando para acariciar con el dedo su ano, que encontró poca resistencia. No dejé de ensalivarlo por eso, y poco tiempo después tenía tres dedos metidos. Todo ello sin dejar de prestar atención a su raja, abierta totalmente y con el clítoris fuera. Un par de lamentazos en él, la llevaron al borde del orgasmo.

-OOOOOOh Siiiiii. Me voy a correeeer.

Por supuesto que no la dejé, dedicándome a meter un dedo de la otra mano en su coño y acariciarlo suavemente por dentro. Ese dedo chocó con algo en el interior, que deduje que era su himen, pero no dije nada. Ella imprimía un ritmo frenético a la mamada de mi polla, como indicándome que quería que le diese a ella también más deprisa.

-Um, uff, umm, uff.

No me pude aguantar y solté toda mi lefa en su boca, que tragó, creo que con placer, y dejó limpia mi polla.

Seguí con mis lentas caricias, mientras ella volvía a intentar estimularme. Ya estaba poniéndose excesivamente ansiosa cuando consiguió que alcanzase una buena erección.

-Ponte en cuatro al borde de la cama. ¿Eres virgen de coño y culo?

-De coño, si, pero de culo no.

-¿Cómo es que te han desvirgado el culo y no el coño?

-Fue un novio que tuve. No quise que me quitase la virginidad, pero a cambio me pidió el culo y se lo tuve que dar.

-Voy a metértela por ahí. –Le dije mientras me colocaba de pie tras ella.

-Si, por favor, estoy deseando que me folles por cualquier sitio.

Y se la clavé. No gritó ni se quejó. Un profundo suspiro acompañó a mi polla en su camino, que finalizó cuando mis muslos chocaron con los suyos y mis huevos con su coño. No tardó ni un minuto en anunciarlo.

-Me corroooo. Siiiiii. Sigue, sigue.

Su ano presionaba mi polla coincidiendo con sus contracciones de placer. Yo estaba preparado para seguir un buen rato más, por lo que estimulé los bots de sus centros de placer, consiguiendo que, en los 20 minutos que estuve dándole por el culo, se corriese tres veces con orgasmos intensos. En ese momento ya no pude más y descargué lo que me quedaba en su recto, cayendo los dos sobre la cama rendidos y agotados.

Cuando se recuperó, la mandé a su habitación, diciéndole:

-Vuelve a tu cama. Mañana te espero a la misma hora para follarte el coño y desvirgarte.

-Lo que tú digas.

Me acosté bien y me dormí inmediatamente.

El lunes, mi mujer me despertó con su mamada. Si le supo a mierda, no dijo nada. Cuando terminó, se fue corriendo al trabajo pues debido a la juerga nocturna, me costó más correrme.

Ese lunes empecé las pruebas con las cuatro sumisas, mas la hija de mi mujer. He estado haciendo pruebas otro año más, descubriendo que en dos meses, si las muchachas son jóvenes, se convierten en sumisas capaces de hacer cualquier cosa que se les pida.

Como he dicho antes, no voy a repetir el proceso, porque siempre es el mismo, obligarles una y otra vez a hacer lo que no quieren y castigarlas con dolor si no obedecen. Si lo hacen, les dejo una ligera sensación placentera, que no la notan, pero las pone muy contentas. Es el mejor lavado de cerebro.

Esa noche, Sonia vino a mi cama nerviosa.

-¿Qué te ocurre? ¿Por qué estas nerviosa?

-Hoy dejaré de ser virgen y temo que me hagas mucho daño.

-Te aseguro que no sufrirás lo más mínimo.

Podía haber bloqueado sus nervios de dolor y haberla follado inmediatamente, pero preferí otra forma de hacerlo que le dejase mejor recuerdo.

La hice acostarse a mi lado, desnudos ambos, Estando yo boca arriba, hice que ella se pegase a mi costado, doblando su pierna sobre mi cuerpo y abrazándome. Mi brazo bajo su cabeza, permitía a mi mano acariciar su espalda. Ladeé ligeramente mi cuerpo y mi otra mano pudo acariciar su costado, desde el muslo hasta el cuello, sin olvidar su ano.

Estuve largo rato acariciando su cuerpo, tanto por detrás como por delante, buscando su relajación, pero no llegaba a relajarse bien.

Acariciaba su cuello, su culo, su ano, sus tetas, su espalda. Besaba todos los puntos a mi alcance, pero si bajaba mi mano a su coño, se tensaba como una ballesta. Decidí ayudarla, estimulando su placer. Pronto mis caricias llenaron de humedad su coño. Seguía tensándose, pero menos. Algo debía haberle ocurrido antes, porque eso no era normal ante la buena disposición para entregar su culo. Quizá hubiese sido mejor decirle que se la iba a meter por el culo y cambiar de agujero sobre la marcha.

Cuando estaba ya bien húmeda, la hice ponerse sobre mi y frotarse contra mi polla, que estaba ya dura como una piedra. Ella misma se hacía recorrer la raja con el glande, haciéndola saltar cuando se enganchaba en la entrada de su coño.

Se notaba la subida de su calentura, gemía mientras se frotaba, llegó a meter la punta hasta sentir que chocaba con su himen, incluso presionó ligeramente. Ese fue el momento que esperaba. La hice girar, quedando debajo de mi, empecé a meter solamente la punta, sin profundizar, sacándola completamente y recorriendo hasta el clítoris de salida y haciendo el camino inverso hasta meterla de nuevo.

Volví a aumentar la sensación de placer y a anular el del dolor, jugué con ella dos veces más y se la clavé hasta el fondo. Sentí la resistencia de su himen y cómo cedía. Ella solamente sintió placer, y en unos instantes, alcanzó un orgasmo. Yo seguí bombeando, besando y chupando, en busca de mi placer. Con el estímulo exterior y la ausencia de dolor, unido al machaqueo de mi polla, llegó a alcanzar tres orgasmos. El último, coincidiendo con mi corrida, debió de sentirlo tan fuerte que quedó como ida. No se recuperó, pasando directamente al sueño.

Dormimos juntos, abrazados, hasta que vino mi mujer a la mamada matutina. Sonia se levantó y se fue a su cuarto. Mi mujer cumplió con su cometido sin decir nada, volviendo a salir a toda prisa por la demora en correrme.

De Eva he conseguido que se enamore de mi con el paso del tiempo, ahora somos como un matrimonio, sabe toda la historia y la acepta. Compartimos el placer de las sumisas y de mi mujer, que ahora nos despierta comiendo polla y coño. Por cierto, mi mujer me pidió permiso un par de veces para follarse a unos clientes. Al parecer era su costumbre con ellos para conseguir sus contratos. Con el fin de tenerla controlada, hemos hecho un chalecito en un extremo del terreno, con entrada independiente desde la calle, para que las futuras citas las tenga allí y poder controlar a los clientes cuando pueda hacerlo con los hombres.

Y esa es la historia. Ahora no puedo investigar en condiciones porque las sumisas están muy entrenadas y no se si la mezcla de nanobots les afecta directamente.

Pongo a la venta a Sonia, Silvia, María y Begoña, perfectamente educadas y enseñadas. Si hubiese mucha demanda, vendería también a la hija de mi mujer. Solamente pongo las siguientes condiciones: No deberán ser tan maltratadas que les queden secuelas y no podrán ser vendidas a prostíbulos. Antes de cualquier transacción, deberé ser informado y aceptarla.

Con esta venta espero reponer mi laboratorio de nuevas mujeres para nuevos experimentos.

No olvides valorarme bien para que las chicas alcancen un mejor precio en el mercado.

2 comentarios en “Relato erótico: “Vendo sumisas” (POR AMORBOSO)”

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