CAPITULO 3 (Fotos para el recuerdo)

Todo lo que sucede esta noche es increíble y soy incapaz de asimilarlo, es más, creo que mañana me despertaré de uno de los sueños más maravillosos de mi corta vida.

Mamá estira sus brazos para recolocarse el moño que adorna su cabeza y en ese movimiento tan sensual, además de conseguir excitarme, la veo como una mujer deseable y no precisamente como a una madre. Miro hacia Carla y ella está a mi lado, parece pensativa. Me encanta su perfil, esa nariz respingona, esos labios pintados de rosa fucsia, esa barbilla fina, bueno… y si miro hacia abajo, no veo más que una mujer impresionante. Apenas con 19, pero hoy la veo muy mujer, más atractiva que nunca, ¡Mi bombón!

− Bueno, ¿Qué os parece? ¿Seguimos con las fotos? – propone nuestra madre.

− Pero mamá… ¿Así? – pregunto confuso.

− ¿Así cómo?

− Pues ¿qué cómo vamos a seguir con las fotos de cumple en ropa interior? – repito alarmado señalando nuestros cuerpos únicamente tapados por nuestras más que limitadas prendas.

− ¿Qué pasa hombretón? ¿Te vas a asustar porque estemos en ropa interior a estas alturas? Además, estas fotos no saldrán de aquí, tranquilo. Será nuestro secreto en un día muy especial. ¿Vale? – asegura ella sonriente.

− ¿Solo para nosotros? – reitero con asombro.

− Sí, tranquilo, no salen de mi móvil. Te lo prometo.

Nada más decir eso, se levanta del sofá y sin añadir nada más a su seguridad de madre y de anfitriona en este fiestorro, se dispone a fotografiarnos.

− Carla, ponte sobre tu hermano – ordena nuestra jefa de protocolo.

No me lo puedo creer. Sí, sí, mi hermana con esa minúscula braguita-tanga roja que se cuela tan maravillosamente por sus posaderas y se pierde en tan hermoso lugar, se va a sentar sobre mí. Por un momento creo que es un amago, pero no, me mira justo antes de posar su culo sobre mis rodillas. Está algo cortada, lo percibo, pero no quiere ser la que rompa ese cúmulo de sorpresas que están engalanando la noche. Abre sus piernas separándolas, dándome el culo, que se muestra más abierto y más apetitoso que nunca. Sus perfectos muslos, se ven preciosos desde atrás y ahora están a cada lado de mis piernas. Trago saliva y veo como poco a poco se va sentando encima hasta que su trasero perfecto se ubica apoyado sobre mis rodillas. ¡Joder, qué sensación más maravillosa! El poder notar la piel del culo suave de mi hermana sobre mi piel es algo único, me agarro a su cintura que también es suave, con una piel de terciopelo. Ella gira su cabeza y con una cara preciosa, me sonríe, sabiendo que me tiene loco perdido. Sabe que está buena y sabe también que yo lo sé. ¡No me lo puedo creer!

− Hija, ponte más atrás, que así estáis de un soso… – comenta mamá con la cámara de su móvil en la mano y enfocándonos.

En ese momento Carla levanta ligeramente su culito, algo que me permite ver bajo él la forma de los labios de su coño, ¡madre mía, qué sensación! Se apoya con sus manos en mis rodillas y se deja caer sobre… sí, sí…. se apoya directamente sobre mi verga que está como una piedra, lo juro, ella lo nota porque justo en el instante en que se produce el contacto de su chochito con mi polla ambos damos un suspiro. Mis manos siguen aferradas a su cintura disfrutando de su suavidad, pero lo realmente impactante está bajo mi ropa interior en donde puedo percibir la vulva caliente sobre mi miembro. Cierro los ojos al percibir esa maravillosa sensación y cuando los abro todavía alucino más, viendo a Carla sentada sobre mi polla.

− ¡Qué bien estáis así! – dice nuestra madre disparando fotos, más cerca y más lejos, con flashes que me parecen estrellas.

Para colmo, cuando mamá gira a nuestro alrededor en esa silla, puedo admirar ese cuerpazo que apenas cubre nada, de hecho, uno de sus pezones empieza a asomar ligeramente, algo que ella no ha debido notar. Luego la miro a la entrepierna intentando adivinar lo que oculta ese mini tanga. Carla se mueve ligeramente para colocarse en una pose y vuelvo a notar su sexo directamente sobre el mío. No me molesta tenerla encima lo más mínimo, de hecho me parece creer que no pesa nada. Así me pasaría horas.

− Dale un beso, Carla. – es la siguiente orden.

Mi hermana se gira ligeramente y al hacerlo su coño se aferra aun más a mi polla. ¡Dios, de esta me da algo! Luego veo como abre la boca, sin duda eso le está gustando tanto como a mí. No puedo creerlo, si una semana antes hubiera propuesto que mi hermana se pusiera en braguitas sobre mí, me hubiera partido la cara de un sopapo. Ahora ella está ahí, sentada directamente sobre mí, disfrutando el momento creo que tanto como yo, además de notar la dureza que se mantiene allá abajo. En ese giro, mis manos pasan de su cintura a su tripita, acariciando el ombligo con la yema de mis dedos. Sus labios abiertos se van acercando a mi boca y ella los posa suavemente sobre los míos en un beso increíble, que dura unos cuantos segundos, mientras mamá sigue con sus fotos. Carla saca su lengua y la mía no trata de atraparla, apenas nos rozamos dos o tres veces pero eso hace que mi polla se humedezca aun más y creo que ella también pues noto que su humedad me traspasa hasta mí.

− Ahora Carla, súbete al revés. – propone mamá.

− ¿Cómo? ¿Al revés?- pregunta inocente mi hermana aunque no hay mucho más que entender y yo sigo sin acabármelo de creer.

− Hija, pues que te des la vuelta y te pongas a horcajadas sobre Nacho.

− ¿Pero cara a cara? – pregunta mi hermana para cerciorarse sabiendo que eso ya ha traspasado la frontera de la decencia, la ética, la moral y hasta las puertas del infierno.

− Ya lo hemos hablado, Carla… – dice con su cara más seria, mamá.

Me gustaría saber todo lo que han hablado entre ellas porque esto es un no parar de sorpresas y a cada momento estoy alucinando más y más. Supongo que lo tienen todo bien atado y planificado, aunque por lo que deduzco, a mi hermana le supera alguna de las indicaciones. Tras levantarse y echarme una ojeada al bulto que se muestra en su pleno apogeo, yo aprovecho para echar otro vistazo a su entrepierna y se ve claramente la humedad que ha traspasado la tela y ya no sé si es mi humedad, la suya o posiblemente la de ambos. Se gira, pasándose el pelo tras la oreja de una forma que me parece tan sensual, tan divina, que en estos momentos creo que estoy enamorado y no veo ninguna mujer más bella que Carla. Sus piernas vuelven a abrirse, de cara a mí y yo la espero ansioso sentado sobre la silla. Sus ojos brillan, sus pezones se marcan en la tela de su sostén y abajo, esa tirilla rectangular que tapa su pubis y muestra el pliegue de sus ingles. Esto es algo que no se me va a olvidar mientras viva.

Se sienta sobre mis rodillas notando de nuevo su tersura y sus manos se apoyan en mis hombros. Vuelve a mirarme, sonríe para después observar detenidamente como a cámara lenta se va bajando por mis piernas hasta que nuestros sexos entran en contacto. ¡Sólo nos separan las finas telas de nuestras respectivas prendas íntimas!

Ella cierra los ojos al tiempo que vuelve a abrir la boca en un suspiro. Sin duda está cachonda perdida. Vuelvo a sostener su cintura con mis manos que también suben y bajan esta curvatura que me encanta. Su vulva está abierta o eso me parece y ha atrapado a mi nabo que se ubica en el medio. No sé si podré aguantar más esta amenaza que la ataca de lleno.

− ¡Genial, chicos! – grita mamá eufórica- Si no fuera porque estáis en ropa interior parece que estuvierais follando, jajaja… – añade con una risa nerviosa.

Y es cierto, mi hermana está sobre mí y yo estoy en la gloria, sin asimilar que estamos en esa pose con la que siempre había soñado. Por otro lado, ya ni me choca oír a mamá decir la palabra “follar”

− ¡Acaríciala el culo, Nacho!

Carla vuelve su cabeza hacia mamá y solo ve el mohín en su cara, después me mira a mí y sigo sin creerme que pueda sobarle el trasero a Carla que se mueve nerviosa sobre mi cuerpo. Tan solo sonrío forzadamente y con un hilo de voz:

− ¿No te importa?

− Adelante. – afirma sonriendo con sus mejillas sonrosadas.

Así que obedezco y apoyo mis manos en las posaderas de esa preciosa criatura y comienzo a acariciarlas suavemente. Ella cierra los ojos y sigue con su boca ligeramente abierta, tomando aire. Es una maravilla tocar ese culazo que tantas veces he soñado embutido en unos leggings, en unos vaqueros o con la braguita de su bikini, ahora puedo tocar su piel directamente y ¡es tan suave!

− Vaya, se me acaba la batería – dice mamá – Esperad, no os mováis que voy a por el cargador.

Mamá abandona la estancia en dirección a su cuarto y Carla y yo nos quedamos allí inmóviles, bueno, no del todo, porque noto como las caderas de ella se mueven cada vez que mis manos la soban, y ese movimiento provoca que nuestros sexos se rocen una y otra vez. Podría estar quieto esperando el regreso de mamá, pero sigo aprovechando la ocasión para seguir acariciando esas redondas y perfectas posaderas. Su pelvis se sigue moviendo casi imperceptiblemente, pero lo suficiente para notar nuestros sexos en contacto cada vez más intensamente. Por un momento permanecemos callados mirándonos a los ojos, con un brillo especial que nos mantiene tensos y excitados a la vez.

− Ufff, qué situación – dice Carla al fin en un suspiro que suena agitado.

− Sí, es todo tan extraño. – contesto también con dificultad.

− Está muy dura – añade y yo no me creo ni lo que dice.

− ¿El qué?

− Joder Nacho, tu polla, ¿Qué va a ser?… ¡Está durísima!

− ¿La notas? – le pregunto absurdamente

− ¡Como para no!

− Perdona… yo…

− No pasa nada, es normal, supongo. Es que me siento rara, solo es eso.

− Yo también. Espero que no estés molesta.

− ¡No! – lo dice con tanta euforia que luego se da cuenta y repite un “no” menos rotundo.

Vuelvo a mirar a sus preciosos ojos y a su boca, disfrutando este momento en su plenitud, pues me parece estar en el cielo, seguro que es algo así.

− ¡Vaya cumpleaños! – me dice sonriendo.

− ¡Y tanto!, lo teníais bien planeado ¿no?

− Bueno, sí, llevamos semanas con los preparativos.

− ¿Semanas?

− Sí. ¿Te están gustando las sorpresas? – me pregunta con su blanca sonrisa haciendo un leve movimiento de caderas para volver a sentir su vulva.

− No lo dudes, estoy que no me lo creo.

− Bueno, yo tampoco, porque una cosa era prepararlo y ahora estar así, bueno… no es lo mismo, yo también estoy sorprendida.

En ese momento mamá aparece de nuevo con el cable cargador de su móvil y lo enchufa al otro lado del salón.

− Poneros de pie, hijos, que no llego hasta allí con el cable. – nos dice.

Me cuesta soltarme de la cintura de mi hermana y creo que ella también está a gusto, pues no toma la iniciativa de levantarse.

− Venga. – insiste la otra desde el fondo.

Al fin Carla apoya sus tacones en el suelo y se pone en pie, mirando directamente al bulto de mi calzoncillo. Cuando me pongo en pie, la erección es contundente y ella sonríe. Se muerde ligeramente el labio inferior, algo que le hace parecer todavía más fascinante.

− Acercaros, hijos. – insiste mamá.

La verdad es que tengo cierto temor, no porque hasta ahora las sorpresas no hayan sido magníficas y cachondas, pero es la intriga por lo siguiente lo que me tiene atenazado. Nos da la mano a ambos y vuelve a mirarnos con esa ternura que siempre nos contagia, pero esta noche además, lo está haciendo con una desconocida sensualidad. El cuerpo de mi madre vuelve a ser admirado por este mortal con el certificado de mi polla que pega otro de sus saludos endureciéndose al imaginar lo que debe ser follárselo.

− Hijos míos, cuánto habéis crecido. Espero que hoy esté siendo un día especial para vosotros… para mí lo es y mucho. ¿Qué opináis? – nos pregunta con su cara de orgullo.

− Yo me siento contrariado, pero al mismo tiempo muy feliz – comento ante tanta sorpresa.

− Lo sé hijo, ya le expliqué hace tiempo a Carla que todo esto era algo muy especial. Habéis dejado de ser mis niños y hoy quiero que seáis mis chicos mayores, como dos adultos que ya sois. Ya sé que esto te parece raro, pero quiero que empecéis a conocer vuestros cuerpos más allá de vuestras masturbaciones en solitario, entendiendo que algún día conoceréis a alguien muy exclusivo y para entonces sepáis como actuar, cómo ser realmente complacientes y sabedores de cosas que ahora son desconocidas, ocultas, prohibidas… Quiero que perdáis los miedos, esos titubeos que pueden ser un problema. Cuanto hubiera deseado que mi madre me enseñara esas cosas en su día y no tener que aprenderlas a base de errores…

Carla y yo nos miramos con cara de asombro mientras mamá sigue como si no pasara nada y todo aquello fuera lo más natural del mundo. Yo estoy encantado, Carla creo que también, pero desde luego la cosa no es muy normal y al igual que Carla mi cuerpo ordena una cosa, mientras mi cabeza me tortura internamente queriendo poner algo de juicio.

− Esta es solo una fiesta, imaginad que es un sueño, un momento único que tenéis que aprovechar y luego la vida volverá a ser como antes, pero con una lección muy bien aprendida.

En lo que tiene razón es con lo del sueño, porque lo parece y en que hay que aprovechar la situación, también queda dicho. Lo que no me queda claro es que después de todo esto, la vida vuelva a ser como antes.

− Venga, sigamos con las fotos – añade mamá – ahora quiero que abraces a tu hermano – ordena a Carla.

Mi hermana no duda tanto como hasta ahora, suelta la mano de mamá y me abraza pegando su cuerpo contra el mío. Esa sensación es increíble, no solamente por tener a mi preciosa hermana pegada a mi cuerpo prácticamente desnuda, sino que lo haga con esa entrega y ese ímpetu. Sus manos se agarran por detrás de mi cuello y sus tetas se pegan a mi pecho. Noto su piel adherida a la mía y como mi miembro se aprisiona bajo el calzoncillo entre nuestros cuerpos. Mamá sigue disparando fotos y nos jalea:

− Genial, chicos, ahora besaros.

Carla duda unos instantes, pero después me mira y veo en sus ojos un brillo que me electriza. Nos damos un pequeño beso y ese calor que emanan sus labios es algo increíble.

− ¿Qué pasa?, ¿Ya? – nos pregunta mamá al ver que la cosa ha durado muy poco.

− Nada, pero… – empieza mi hermana

− Sin peros, Carla, acuérdate de cómo te enseñé. – añade la otra.

¿Mamá ha enseñado a Carla a besar? Estoy que ya no me caben más sorpresas en mi cabeza o igual es que la locura se ha apoderado de mi débil cuerpo y no logro entender nada, pero cuando quiero reaccionar, la boca de mi hermana se apodera de la mía y esta vez con todas las ganas. Sus labios muerden los míos al principio, haciendo que abra ligeramente la boca, momento que ella aprovecha para introducir su lengua y rozarse activamente con la mía. Es algo único y que me deja anonadado, agarrándome a su culo y entregado a ese beso que hace tensar mi polla. Cierro los ojos para poder sentir ese morreo como se merece y desde luego que ahora sí que quiero que el tiempo se detenga. ¡Qué maravilla sentir la lengua de Carla rozando la mía y morder y lamer nuestros labios como si nos fuera la vida en ello!

Nunca había sentido un beso así. Alguna vez he podido dar algún pico a alguna de mis compañeras de clase, pero casi como un juego. Esto es otra cosa, que nada tiene que ver, desde luego.

− ¡Guauu! – se oye decir a mamá contenta.- ¡Qué bonito!

Esto es una locura. Cuando giro la cabeza, la veo sonriendo y aplaudiendo. Apoya el móvil que le sirve de cámara sobre la mesa y se dirige a Carla.

− Bueno, hazme alguna a mí ahora.

Mi madre ocupa ahora el lugar de mi hermana y se abraza con fuerza a mí. Su cuerpo es distinto, pero igual de embriagador y sensual. Sus caderas más prominentes me permiten abarcar más caricias con mis manos. Sus enormes tetas ocupan gran parte de mi torso desnudo y percibo su blandura, que es puro placer, además ella es más osada y con sus manos pellizca mi culo, ya no sé qué más puede pasar. Mamá está, sin ningún género de dudas, totalmente desbocada. Quiero achacárselo al alcohol y no sé si mañana ninguno de los tres seremos capaces de mirarnos a la cara, pero siguiendo su consejo y sus palabras, disfrutaré de la velada sin importarme nada más.

La boca de mamá ataca literalmente la mía, sin que apenas me deje tiempo a reaccionar. Si antes dude poco con Carla, ahora con ella el morbo se convierte en demencia. No sé por qué pero le muerdo el labio inferior suavemente, algo que al principio me sorprende a mí mismo, esperando que ella me suelte alguna bronca de las suyas y lejos de eso ella repite la misma acción conmigo entrando en un juego de lenguas, labios y dientes en bocas y besos frenéticos. No sé cuánto tiempo estamos así, solo cuando mamá se separa, pasa su lengua por sus labios ensalivados y me mira con los ojos vidriosos:

− ¡Vaya, como besa mi niño! – dice

− Mamá… – quiero intervenir en medio de toda la confusión.

− Schhsss. No digas nada y disfruta el momento – dice poniendo su índice en mi labio sabiendo que sigo con mis temores.

Se gira hacia mi hermana y le pregunta:

− ¿Qué tal hemos salido?

− Ufff, bien mamá, esto es tremendo. – responde la otra.

− ¿Por qué hija?

− ¡Joder mamá, todo esto es una pasada!

Nuestra madre no deja que digamos tacos, pero esta vez tampoco reprime a su hija por eso y es que Carla tiene toda la razón, esto es irracional, anormal, extraño, loco… Mamá ríe casi a carcajadas disfrutando de todo, especialmente de nuestro estupor. Desde luego, está totalmente desconocida.

− ¿Qué pasa?, ¿Acaso no os gusta? – dice de pronto con cierto tono de enfado.

No hay respuesta de parte de ninguno, simplemente afirmamos con nuestro silencio.

− ¿Te gustan mis tetas, Nacho? – me pregunta mamá de pronto con su cuerpo pegado al mío.

Tardo un rato en contestar mientras mi vista no se separa de ese canalillo maravilloso que forma el sostén tan cerca de mí.

− Creo que es hora de que desenvuelvas tus regalos. – afirma.

Por un momento pienso que había algún regalo escondido después de todo este curioso festín, pero no, mamá a donde señala es a sus pechos.

− Mamá, pero… ¿quieres decir que…? – digo señalando su sostén con un movimiento de mis manos hacia los lados dando a entender lo que creo estar entendiendo.

Ella está totalmente salida, ha bebido demasiado cava y ya no es que esté achispada, es que está como una moto, sino no lo entiendo. ¿No me está pidiendo que le quite el sujetador?

− Venga hijo. ¿Hay que decírtelo todo?, ¿A qué esperas?, ¿No te apetece verme las tetas? – me incita.

− Yo… no…

− ¿No?

− Bueno, sí, pero…

− Vamos, cariño, qué sé que lo estás deseando, que me las devoras con los ojos. Ya es hora de que las disfrutes en vivo, ya eres mi hombrecito y me apetece mucho mostrártelas.

La mano de mamá acaricia mi torso desnudo mirándome fijamente a los ojos, algo que hace que sienta un temblor por todo mi cuerpo. Es cierto lo que dice y esas tetas son mi sueño, lo que no acabo es de encajar lo de quitarle el sostén.

Ante mi tardanza echa las manos a su espalda mientras las mías continúan sujetas a su cintura. Ella suelta el corchete de su pequeña prenda que queda suelta enganchada entre nuestros cuerpos.

− Pero mamá – le digo sorprendido y algo asustado aunque ella no dice nada, tan solo sonríe pasando su lengua entre los labios.

Giro mi cabeza hacia Carla esperando ver en su cara un atisbo de cordura o que diga lo que yo ahora pienso, pero no me da tiempo, mi madre se separa ligeramente lo suficiente para que el sujetador caiga al suelo.

¡Coño!, ¡sus tetas!… las que siempre soñé están ahora pegadas a mi pecho. No puede ser, me cuesta estar viviéndolo.

− Venga hija, tú sigue haciendo fotos.

− Pero… – intento preguntarme qué está pasando y cómo mi madre quiere seguir con esta fiesta desenfrenada.

− Tú calla y disfruta, cariño.

Las fotos siguen saliendo y casi no puedo mirar a los ojos a mi madre, en parte por vergüenza, pero principalmente porque están clavados en sus tetas. Ella se separa un poco más para que yo lo disfrute esa vista. Me sonríe. Miro a Carla, me sonríe también. Debo tener cara de idiota en estos momentos.

− ¿Qué te parecen?, ¿Te gustan?, ¿te las imaginabas así? – pregunta sosteniéndolas entre sus manos a pocos centímetros de mí.

Su sonrisa debe ser el reflejo de la mía. Sus dos enormes tetas están ahora entre sus manos, en vivo y en directo. Me parecen mucho más grandes de lo que había visto ocultas, redondas, ligeramente caídas y con dos grandes pezones rosados.

− No, esto… sí, mucho. – respondo tartamudeando y con una erección de caballo que no pasa desapercibida en absoluto para ninguna de las dos.

− Jajaja, entonces, tócalas, anda. – ordena.

En ese instante pienso que debería serenarme, decir que todo está saliéndose de lo racional, que estamos prácticamente desnudos, decirle que eso no puede ser, que todo esto se le está yendo de las manos. Sin embargo las mías, casi autómatas, agarran cada una de sus tetas y comienzo a acariciarlas, para después amasarlas con todas las ganas. ¡Qué delicia!

Mamá me mira a los ojos y me sonríe, veo que disfruta con mis toques y supongo que también haciéndome feliz a mí en el día de mi cumpleaños, ese que nunca podré olvidar jamás.

Mi hermana sigue con las fotos. Me giro para mirarla y está enfocando mi cara, que imagino debe ser un poema. Yo admiro su cuerpo por enésima vez, ese que antes tuve encima de mí, con su cintura estrecha, la curva armoniosa de sus caderas, ese agujerito que forman sus muslos al llegar a sus ingles y abajo sus piernas cruzadas a la altura de los tobillos con esas sandalias de tacón. ¡Está preciosa!

Vuelvo a la faena de seguir acariciando las tetas a mamá como un poseso, ante su risita nerviosa, mientras sus manos siguen sobando al mismo tiempo mi culo. Es una maravilla, me siento más que feliz ahora mismo, sintiendo la tersura y suavidad de esas grandes tetas con las que siempre soñé mientras ella acaricia mi culo poniendo mi polla durísima, si no lo estaba ya. ¿Se puede pedir algo más?

− ¿Qué tal? – me pregunta casi susurrándome.

− De maravilla. – respondo sin dejar de amasar esas grandes protuberancias que tiempo atrás me dieran de mamar.

− ¿Ves que bien? Por fin las puedes tocar. Ahora, ¡Quítame las braguitas, cariño! – dice de pronto.

No puedo creer lo que dice, de hecho aunque lo he oído le ruego que me lo repita.

− ¿Qué has dicho?

− Que me bajes el tanga y me desnudes del todo. ¿No te apetece?- dice sin dejar de sonreír.

− No puedo hacer eso. – digo en un momento, que creo es de lucidez, aunque mi polla esté pensando compoletamente lo contrario.

− Yo te ayudo, cariño. – dice al tiempo que sostiene mis manos con las suyas y las pone en sus caderas a la altura del elástico de su tanga para que se lo baje.

− Pero, mamá… ¿Quieres que te las quite y dejarte desnuda?

− Mira Nacho, tu regalo de hoy y el de tu hermana también, aparte de estos conjuntos sexys, es enseñaros cosas para que podáis conquistar a una chica y a un chico en el futuro con toda la experiencia que podáis adquirir en el día de hoy, lo digo porque yo fui con total inexperiencia a esa primera vez y así se sufre mucho, es preferible tener ciertos conocimientos… Por ejemplo, ¿Has visto alguna mujer desnuda en vivo?

No puedo responder, me cuesta hasta tragar saliva. Ella me mira a los ojos y noto hasta una cara de cierto enfado porque yo no siga sus planes sin rechistar. Hace ese gesto en el que levanta las cejas y ladea su cabeza de forma casi amenazante, esperando con impaciencia mi respuesta.

− No, mamá, nunca he visto una mujer desnuda.

− ¿Y? ¿No te gustaría verla ahora?

− Sí – contesto tímidamente y lo cierto es que es lo que más me apetece del mundo.

− Pues venga. No seas bobo.

− ¿Estás segura, mamá?

− Yo estoy segurísima y tu polla, por lo que veo también. – dice y a continuación agarra mi miembro que se endurece más todavía bajo mi calzoncillo cuando siento su mano aferrándose firmemente a él.

No sé si habla mi madre o la voz de mi mala conciencia, pero me agacho teniendo justo enfrente el sexo de mi madre que imagino palpitante bajo su tanga. Debe estar igual de excitada que yo, de otro modo no veo que esta barbaridad siga adelante.

Lentamente arrastro las tiras de esas minúsculas braguitas por los costados de sus caderas. Miro por última vez hacia sus ojos antes de continuar y ella sólo se limita a sonreír confirmando que continúe con la operación.

− ¡Muy bien, hijo! – me anima. – Tu Carla, sigue con las fotos o mejor haz un vídeo.

Yo sigo a lo mío y comienzo a deslizar hacia abajo la última prenda que cubre el precioso cuerpo de mamá hasta que descubro el comienzo de los pelitos de su pubis. La braguita se va enrollando lentamente con mis dedos a medida que bajo por sus muslos. No sé por qué pero en un principio no miro directamente a su sexo, no puedo hacerlo, solo atiendo a como baja por sus piernas eso pequeño tanga que por cierto veo que brilla en su interior, algo que corrobora lo que pensaba antes: Mamá está mojada y muy cachonda. Saco la prenda por debajo de sus tacones y se queda completamente desnuda frente a mí, mientras yo sigo agachado. Intento levantarme, pero ella sostiene fuertemente mi cabeza, lo que obliga a que mi vista se detenga justo ahí, frente a su precioso sexo. Ella quiere que disfrute de esa visión. Veo que se ha recortado los pelitos de su pubis y una larga tira se pierde hasta llegar a cada lado de los labios que se muestran brillantes. Abre ligeramente las piernas y puedo ver más de cerca y con todo lujo de detalles cada forma de esos pliegues, la largura de su rajita, los labios mayores, menores, el botoncito del que tantas veces oí hablar. Un sexo inflamado, tantas veces soñado y ahora delante de mis narices. Puedo sentir su olor, el embriagador aroma que fluye de su sexo esplendoroso.

− ¿Y bien? ¿Te gusta el primer coño que ves?- me pregunta sin dejar de sonreír.

No respondo. A estas alturas me estoy acostumbrando a oírle decir a mamá esa palabra, de hecho me gusta que lo llame así, porque es un señor coño, una de las cosas más bonitas que he visto jamás. Miro a sus ojos, para después seguir admirando ese sexo en vivo. Ella ayuda abriendo un poco más las piernas y con sus pulgares separar los labios mayores, para hacerme descubrir la puerta que conduce al paraíso.

Me invita a levantarme y me da un largo abrazo. ¡Mi madre está desnuda abrazándome!

− Bueno, ahora te toca desenvolver el otro regalo. – dice señalando a Carla.

Miro hacia ella y la veo sonrojada de nuevo, supongo que está muy cortada con todo, pero igual de cachonda que su madre, no hay duda. ¿No será verdad que mi segundo regalo es ver a Carla desnuda? ¡Dios!

− Vamos, hija, acércate, deja el móvil sobre la mesa – le indica.

Carla deja la cámara sobre la mesa apuntando hacia donde yo estoy, creo que sigue en modo grabación. Mi hermana se acerca lentamente. Me gusta ver como se menean sus caderas al hacerlo y yo continúo abrazado a mamá, sosteniendo su cintura, acariciando gran parte de sus caderas, los costados de sus pechos. ¡Estoy en la gloria!

− ¿Te apetece desenvolver tu segundo regalo, Nacho? – me invita mamá.

− Sí, claro. – digo eufórico, casi sin pensar, pero es que el impulso me mueve más que mi sentido común. Mi respuesta ha gustado a Carla que sonríe mientras se sitúa frente a mí con sus piernas muy juntas mirando al suelo. Es una diosa.

− Date la vuelta, cariño – ordena a su hija.

Veo la espalda preciosa de mi hermana y su culito en el que se cuela la fina tela de su tanga. ¡Qué pasada!

− Venga hijo, ahora suéltale los corchetes del sujetador. Esa es la primera lección que debes aprender y no todos los chicos tienen soltura en eso. Cuando estés con tu novia, alucinará si sabes despojarle de esa prenda con habilidad.

− Y ¿tú Carla?, ¿Dispuesta a mostrarle a tu hermano tu hermoso cuerpo? – pregunta mamá retirando la melena de la su hija mientras esta asiente tímidamente.

Mis manos temblorosas se aventuran con los corchetes. Estoy como una moto en todos los sentidos y miro a mamá que me sonríe a mi lado, animándome e indicándome cada paso. Logro soltar uno con cierta dificultad, pero el segundo me resulta más sencillo. El sujetador sale disparado hacia delante y mi hermana baja sus brazos ayudando a que la prenda caiga al suelo. No los veo, pero me los imagino. Al principio, creo que instintivamente se tapa los pechos con cierta vergüenza, pero después, el giro que da sobre sí misma, es muy lento, pausado, me da la impresión que muy ensayado, haciéndome sentir más que feliz por ese momento que es el que siempre tuve en mis fantasías y ahora es pura realidad. Carla sonríe observando mi reacción ofreciéndome una vista impresionante de unas tetas perfectas, redondas y que por cierto, son mucho más grandes de lo que aparentaban con la prenda puesta. No tanto como las de mamá, por supuesto, pero de una medida y forma que se me antojan perfectas. Instintivamente comparo las tetas de ambas y mamá sonríe cuando exploro su cuerpo desnudo de arriba a abajo. Después vuelvo la vista a los ojos de Carla y a su sonrisa, que parece que está invitándome al pecado. La aureola es más pequeña que la de su madre y de color marrón. Su pezón se ve erguido, lo noto duro sin tocarlo. Confirmo que la belleza de mi hermana es fuera de serie y esas tetas tampoco se borrarán de mi mente mientras viva.

− Ahora, la última prenda. – me anima mamá señalando el pequeño tanga que porta su hija.

Parece que Carla siente de nuevo cierto rubor, pues sus mejillas se tornan encarnadas y sostiene con mucha vergüenza sus braguitas por los costados intentando guardar la compostura y su secreto más íntimo. En ese momento mamá aparta las manos de Carla, pero ella la detiene sosteniendo sus muñecas durante unos segundos. Entonces, incompresiblemente, nuestra madre se lanza a por la boca de su hija y le planta un morreo de alucinar. La una desnuda y la otra a punto de estarlo entran en un abrazo acompasado por caricias y un increíble intercambio de labios, lenguas y saliva. ¡Wow!

Yo estoy que no me tengo en pie, viendo a mi madre despelotada, acariciando los pechos desnudos de su hija y mordiendo sus labios y metiendo su lengua hasta la campanilla. La escena lésbica que forma parte de mi repertorio porno en mis noches más locas, pero ahora en vivo y de la mano de mi madre y mi hermana. Tras un beso largo, se separan me miran expectantes. Ambas están excitadas, se nota en el brillo intenso de sus ojos.

− Vamos Nacho, ayúdame. – dice mamá sosteniendo el tanga de Carla por uno de sus costados, dispuesta a bajárselo.

Carla está muy cortada, lo noto en sus gestos, aunque también imagino que muy excitada, es evidente, pero le puede la idea de mostrar su cuerpo desnudo ante mí.

− ¿Qué te pasa mi amor? – le dice mamá retirando un mechón de su pelo que cubría parte de su cara.

− Es que… mamá, es la primera vez que me quedo desnuda delante de un hombre.

Reconozco que me considere por fin un hombre y no el niñato que siempre dice que soy. Mi pecho se hincha y me doy cuenta de que está con su vista clavada en mis abdominales. Sin duda le gusta lo que ve. Pues yo, ni te cuento.

Me cuesta creer que la visión de ese cuerpo no haya sido disfrutado por nadie, me siento más dichoso y afortunado sabiendo que seré el primero en admirarlo.

− Esta es otra de las razones por la quería que hicierais esto. La primera vez es cortante y es preferible que sea en una clase práctica como esta. Además, también es importante que lo tengas en cuenta, hijo… – interviene mamá con su precioso cuerpo desnudo a mi lado, hablando con total naturalidad.

− ¿El qué? – pregunto contrariado.

− Pues que las mujeres somos más indecisas a la hora de mostrar nuestras intimidades, tendrás que ser cauto y no agobiar a la chica que tengas delante, ser considerado, caballeroso, cariñoso y sobre todo paciente. Ahora, para que ella no se sienta tan cortada, invítala con dulzura a que se dé la vuelta.

Agarrado a la cintura de mi hermana la muevo con delicadeza y ella se queda de espaldas a mí. Su precioso culo está ante mi vista. Mamá me hace una seña para que sostenga uno de los costados de su braguita a la altura de su cadera derecha y ella hace lo propio en la otra.

− Ahora, bájala, despacio. Disfruta del momento y haz que ella también lo sienta. Es muy importante que nunca tengas prisa en desnudar a una mujer – me explica.

Así lo hacemos, ayudado por los consejos y la mano de mamá, uno por cada lado, tiramos hacia abajo y esa braguita de tanga, que apenas hace unos segundos estaba insertada en la rajita del culo de mi preciosa hermana ahora se está deslizando por sus muslos y en un abrir y cerrar de ojos está en el suelo. Se nota igualmente cierta humedad en la prenda y no es para menos.

Observo el culo desnudo de mi hermana y lo veo divino, entonces ella levanta un pie y luego el otro, pero al hacerlo la pequeña prenda queda enganchada en uno de sus finos tacones. Se tiene que apoyar en mi hombro y ese momento es flipante. Su pierna está flexionada para poderse quitar la braguita del todo. Su teta está ligeramente caída dejando una vista alucinante que también quedará grabada en mi memoria, pero más aún la de su coñito que se muestra por detrás como una fruta jugosa… ¡apetitosa!

Mamá se da cuenta de esa visión que me ha dejado tan impactado y ordena a continuación a su hija girarse hacia nosotros que seguimos agachados, para ayudarla a desenganchar esa pequeña prenda. No puedo creer lo que veo. El chochito de Carla está completamente rasurado, sin un pelito, se ve claramente la raja brillante y se nota mucho más cerrado que el de mamá, pero tanto o más maravilloso que el de esta. ¡Un coño precioso!

Por un momento los tres permanecimos callados esperando a que nuestra profesora de esa noche dé el siguiente paso, porque todos sabemos que aquello es el comienzo de algo muy especial.

− ¿Has visto Nacho que guapa está tu hermana? – me pregunta mamá agachada a mi lado, señalando esa rajita preciosa e invitando a su hija a abrir ligeramente las piernas.

− ¡Alucinante!- contesto y al hacerlo agarro mi polla ya que necesito tocarme para verificar que sigo vivo. Veo que mi reacción ha gustado a Carla, pues suelta una risita nerviosa, imagino que muy excitada y orgullosa de ofrecerme su desnudez y ese chochito tan deseado que me parece el más bonito del mundo.

− Hemos rasurado todo muy bien, ¿has visto, hijo?, exclusivamente para tu cumpleaños. ¿Te gusta ese regalo? – añade mi madre.

− ¡Joder… mucho! – añado eufórico.

− Ahora tócale las tetas a tu hermana. Hazlo con suavidad y así vas aprendiendo.

No doy crédito. Tocar una teta a Carla una semana antes hubiera sido un bofetón como poco en mi cara. Ahora, la admiro, la veo allí desnuda mirando al suelo, muerta de vergüenza pero dispuesta a recibir mis caricias. Entonces me decido, me voy levantando para dibujar cada una de las curvas que forman sus caderas y su cintura. Termino de incorporarme hasta quedar a su altura. Nos miramos a los ojos y después acaricio esos pechos, suaves y divinos, mientras ella apoya su boca en mi hombro. La oigo respirar entrecortadamente. Tenerla desnuda es demasiado y no abarco a acariciar sus tetas su culo, sus muslos… pero no me atrevo a tocar ese coño que me ha impactado tanto. Creo que no está preparada ni tampoco yo del todo, aunque ganas, evidentemente no me faltan.

Ellas lo tienen todo planeado, tanto que me asusta, porque justo en ese momento mamá nos separa sabiendo que no quiere que se rompa la magia, tan solo acaricia ella la piel de su hija ofreciéndome esa visión tan bonita, mientras las tengo delante despelotadas.

− No todas las mujeres que veas desnudas serán tan bonitas como esta – me dice mamá acariciando las caderas de su hija.

− Desde luego. – afirmo, admirando su gran belleza.

Es totalmente cierto. Mamá es una mujer madura, preciosa, con unas curvas que desearían muchas jóvenes, pero es que mi hermana se sencillamente espectacular, si ya lo es vestida, desnuda es la cosa más bonita que se pueda soñar. Me entretengo en observar ese cuerpo mientras mamá no pierde detalle de nuestras reacciones.

A continuación se junta al cuerpo de su hija para volver a fundirse en un abrazo, esta vez, ambas desnudas y me lanza su siguiente orden:

− ¡Grábanos, Nacho!

Con mis manos todavía temblorosas de tanta sensación, recojo el móvil que está sobre la mesa y sigo las instrucciones de mamá, que ahora veo abrazada a mi hermana. Están espectaculares… tan solo ataviadas con sus zapatos de fino tacón. Grabo el vídeo mientras ellas comienzan a morderse los labios, a juguetear con sus lenguas, están acariciando sus espaldas, sus pechos, sus caderas…. Esto es demasiado. De nuevo la escena lésbica de las que me vuelven loco en el ordenador y ahora en vivo y en directo, protagonizada por mis dos musas masturbatorias. No sé dónde mirar, porque cualquier resquicio, cualquier curva, cualquier escena es superior a la anterior.

Me fijo bien en ellas y me siento dichoso y orgulloso de tenerlas. Por un lado mi madre con ese perfil curvilíneo lleno de redondeces que invita a comérsela, con un culo grande y esas tetas de la misma proporción, acompañado de unas piernas robustas. Por otro lado mi hermana, mucho más delgada, con menos pecho, pero con una silueta muy bien delineada, provista de unas piernas adorables, largas y acabadas en esas sandalias tan bonitas. Y lo asombroso es el culito, tan redondo, tan respingón, digno de la capitana del equipo de vóley que ahora solo yo tengo el privilegio de disfrutar y además ¡completamente desnuda! Voy girando alrededor de ambas bellezas, grabando esa erótica y cachonda escena mientras mi polla no deja de dar espasmos, deseosa de entrar en juego. ¿Lo logrará?

La mano de mamá se aferra al culo de Carla y separa sus cachetes cada vez. Carla abre la boca, parece que con la intención de protestar, pero al hacerlo la lengua de mamá entra en acción y se cuela de nuevo en su boca con todas las ganas. Mi mano se va directamente a sobar mi paquete, que está que revienta. Me acaricio suavemente ante esa increíble actuación de dos hembras calientes.

− ¿Has sacado todo Nacho? – pregunta mi madre volviéndose hacia mí y recogiendo con su lengua la saliva que ambas se han intercambiado con fruición.

− Sí, mamá. – respondo acariciando instintivamente mi polla aprisionada bajo mi única prenda y ese gesto a ellas parece gustarles.

− ¿Y tú cariño? ¿estás cachonda? – le pregunta a mi hermana mesando su cabello y acariciando su culo.

− ¡Mucho, mamá! – responde la otra.

− ¿Ves hijo? Así es como se calienta a una mujer. ¿Te has fijado? – me pregunta.

− Mamá… todo esto… – digo yo todavía alucinado con este sueño de la noche del sexo, del placer, de la depravación más absoluta.

− Todo esto… ¡No acaba más que empezar, hijo mío!

Juliaki

CONTINUARÁ…

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