Después de novecientos kilómetros por fin tenían un descanso. El Teniente Giggs se pasó dos días enteros durmiendo pero el tercero de sus cinco días de permiso se levantó con ganas de pillar una buena borrachera. Cuando buscó a Carter y a Gennaro descubrió que se le habían adelantado así que cogió un jeep y se dirigió sólo al pueblo.

Era una localidad pequeña a treinta kilómetros de Metz. Con apenas tres mil habitantes y lejos de cualquier cruce de carreteras o infraestructura de importancia, había sufrido relativamente poco. La mayor parte de la población se dedicaba al trabajo del campo y aunque habían sufrido escasez no habían pasado verdadera penuria.

Era mediodía cuando aparcó en la plaza del ayuntamiento. Salió del jeep y estiró su raído aunque inmaculadamente limpio uniforme. Se colocó la gorra bajo la hombrera y se acomodó el Colt. A las mujeres francesas les encantaba el aire de vaqueros que les daba la automática enfundada en su cadera. Se giró sobre sí mismo buscando una tasca, era mediodía y tenía hambre. En una esquina de la plaza, bajo unos soportales de piedra había un bistró típico de la zona.  Se sentó en la terraza y pidió queso, pan y una botella de calvados.

Le encantaba la comida francesa. Esos malditos franceses hacían delicias con cualquier cosa y desde que había llegado en julio había aprendido lo que era el vino de verdad. El sol de agosto brillaba con fuerza y le obligó a refugiarse a la fresca sombra de los soportales de piedra. El pueblo había sido liberado mientras descansaba,  hacía apenas doce horas, así que toda la gente que pasaba a su lado le saludaba efusivamente y le invitaba a una ronda de calvados.

Un  tumulto que se acercaba por una de las calles interrumpió su plácido almuerzo.  Giggs se incorporó y apoyándose en una de las columnas de los soportales observó cómo unas cien personas entraban en la plaza y llevaban a alguien medio a rastras. Con disgusto comprobó que era una mujer. Harto de venganzas estúpidas se acercó al grupo con las manos apoyadas en las cachas de nácar de la automática.

-¿Qué demonios pasa aquí? –dijo el teniente levantando la voz para poder hacerse oír entre el tumulto.

-Es una colaboracionista –dijo un hombre gordo que llevaba puesto un mandil blanco con restos de sangre  en la pechera. –vamos a darle su merecido.

Giggs desvió la mirada del cabecilla y la dirigió hacia la víctima. La mujer ofrecía un aspecto lastimoso. Los dedos gordos como morcillas del carnicero sujetaban la larga melena rubia  de la chica y tiraba de ella para mantenerla en un equilibrio precario. La mujer era joven, apenas debía superar los veinte años. Su bonito rostro crispado y el rimmel corrido mostraban dolor y humillación pero sus gruesos y rojos labios apretados en una fina línea horizontal revelaban la determinación de la joven de no soltar el más mínimo gemido. La ropa que llevaba, bonita y de calidad estaba sucia,  rota y descolocada por los agarrones y empujones de que había sido objeto mostrando parte de su ropa interior. Sus medias estaban rotas y había perdido uno de los zapatos de tacón.

-¿De que la acusáis? –pregunto Giggs.

-Ha confraternizado con soldados alemanes. –respondió una anciana furibunda escupiendo al suelo.

-¿Con cuántos?

-¿Qué importancia tiene eso? –pregunto el carnicero.

-¿Con  cuántos? –Repitió el teniente empezando a mosquearse con los aldeanos.

-Con uno. Un Capitán de la Wehrmacht–dijo un hombre bajito vestido con ropa de los domingos.

-Aja. Ya veo…  Un gran  peligro para el esfuerzo de guerra aliado. ¿Puedo haceros unas preguntas?

-¿Cuántos de vosotros pertenecéis a la resistencia? –continuó sin esperar la respuesta.

Los presentes se miraron unos a otros dudando durante un momento y luego levantaron las manos unánimemente.

-Ya veo, este debe ser el pueblo más heroico de Francia. Ojalá en todos los lugares de Francia hubiese el mismo nivel de amor a la patria, los nazis las hubiesen pasado canutas. –dijo el teniente con sorna.

-Y usted ha debido pasarlo verdaderamente mal –continuó el teniente señalando la panza del carnicero -¿Acaso no ha vendido usted carne a los alemanes?

-Sí, pero estaba obligado a ello…

-Y también estaba obligado a aceptar su dinero. Saben, estoy harto de ver estos actos de venganza pueriles. Siempre con las mujeres solas e indefensas. ¿Qué pensabais hacer? ¿Raparle el pelo?

-Nosotros…

-¿Sabéis que es eso lo que hacen los alemanes con las mujeres que se acuestan con judíos o prisioneros de guerra? ¿Queréis ser como los nazis? Dentro de tres semanas me agradeceréis por no haberos dejado hacer semejante estupidez.

Poco a poco la resolución del grupo fue mermando hasta que soltaron a la joven y se retiraron lentamente de la plaza. La única que parecía sinceramente decepcionada era la anciana que fue la última en irse, no sin antes soltar sendas miradas llenas de inquina  a Giggs y a la joven.

Finalmente quedaron los dos solos en el centro de la plaza. El sol caía de plano haciéndole sudar bajo su pesado uniforme. La joven se mantenía en pie a duras penas dolorida y agotada.

-Vamos. Te llevaré a casa –dijo el teniente señalando el jeep.

La joven estuvo a punto de rechazar la invitación pero luego miro el aspecto de su ropa y no tuvo más remedio que admitir para sí misma que subir al todoterreno era la mejor opción. Sin decir nada,  siguió al oficial hasta el jeep y se sentó tapándose como mejor pudo.

El viaje transcurrió en silencio. La joven intentaba arreglarse el pelo y quitarse el rímel de la cara. Mientras conducía por el pueblo siguiendo las indicaciones de la muchacha, Giggs no pudo evitar pensar que aquel capitán alemán era un hombre afortunado. Los labios gruesos, los pómulos altos, los ojos grandes y claros y la nariz pequeña; todo en ella era bello y armonioso.

Dos minutos después salieron del pueblo y cogieron un pequeño camino de tierra que les llevó a una granja entre los árboles. El aspecto del edificio era un poco ajado. La guerra también se había cobrado su tributo allí. Cuando llegaron ante la puerta la joven se apeó. Giggs pensó que iba a irse sin decir nada pero la joven se volvió le dijo que se llamaba Aimee y dándole las gracias se despidió con dos besos. Mientras arrancaba, Aimee se quedó a la puerta observando como el  jeep  se iba con un zapato de tacón en  la mano.

El cabo Bonner le despertó a la mañana siguiente, su semblante serio y su brazalete de la policía militar le ayudaron a despejarse y vestirse rápidamente. No era la primera vez que le escoltaba la policía militar y como se imaginaba cual era el problema no se puso demasiado nervioso. Giggs intentó sonsacarle la razón por la que lo escoltaba pero no consiguió nada aparte de un Lucky.

Cuando pasaron de largo el viejo edificio semiderruido que hacía de cuartel de la policía militar  empezó a ponerse nervioso y cuando Bonner le invitó a subir en el jeep, el asunto le empezó a oler bastante mal.

Tras quince minutos de paseo ya estaba empezando a relajarse de nuevo y a disfrutar de la cálida mañana de agosto cuando el jeep se paró delante del cuartel general del tercer ejército americano.

-Chico, no sé qué has hecho, -dijo el PM con una sonrisa malévola, pero tienes una cita con el mismísimo general Patton.

La sangre  abandonó repentinamente de la cara del teniente. Sabía que tenían terminantemente prohibido intervenir en la vida de los pueblos liberados.  Los propios franceses se ocupaban de su seguridad interior y eran muy celosos al respecto, pero no se imaginaba que callo había podido pisar para que el propio Patton se ocupara de echarle la bronca en persona. Por un momento se le pasó por la cabeza darle un empujón a Bonner y salir corriendo con el  jeep, pero su entrenamiento se impuso y haciendo de tripas corazón entró en el despacho del general tras su asistente personal.

La oficina era  lujosa, con techos altos y muebles rococó que no pegaban para nada con el carácter del general.

-Ese maldito remilgado de   Monty*, en vez del bastón de mariscal deberían haberle dado un tutú. –Dijo el general revolviendo formularios de un cartapacio mientras Giggs permanecía de pie en postura de firmes –Ese jodido gilipollas nos ha obligado a frenar nuestro avance para poder alcanzarnos. Si fuese por él, aún estaríamos acampados comiendo ese queso asqueroso en las afueras de Caen.

-Descanse teniente –continuó el general cerrando el cartapacio y levantándose –-entre otras jodiendas tengo un informe de la PM sobre un incidente ocurrido ayer por la tarde en el que usted se vio envuelto.

-Lo siento señor yo sólo…

-Cierre el pico no le he dado autorización para hablar –le interrumpió Patton sin ceremonias  –el caso es que el alcalde de la villa ha venido aquí hecho un basilisco. Estos jodidos franceses salieron corriendo como gallinas asustadas cuando los nazis entraron en el país y ahora se pasean por mi cuartel general como si fuesen ellos los que les han echado a patadas. ¿Me puede explicar que cojones pasó ayer?

-Vera señor…

-Rapidito muchacho, tengo mucha gente que abroncar está mañana.

-A sus órdenes mi general. Yo estaba en la plaza del pueblo almorzando. Aparecieron un grupo de garrulos, perdón…

-No se disculpe, es lo que son; unos garrulos y unos tocapelotas. –volvió a interrumpirle el general.

-Si bueno, los tipos llevaban arrastrando a una mujer por el pelo con la intención de hacer en ella escarnio público. Yo les detuve y les mandé a casa, luego escolté a la señorita hasta su casa…

-Vale, vale, ya me hago una idea. – Volvió a interrumpirle Patton impaciente -¿Sabe quién es esa mujer?

-Sólo se su nombre Aimee.

-Bueno muchacho, te he llamado porque quiero que sepas que en otras circunstancias te hubiese despellejado como a un castor pero te ha tocado la lotería y sin saberlo has prestado un gran servicio a la causa aliada. –Dijo el general sacando un pequeño paquete de un cajón – Quiero que vuelvas a su casa y le lleves esto de parte del estado mayor aliado y de paso que vas, llévale algo de comida y  chucherías. Los de abastecimiento ya están avisados. Puede retirarse.

-¡Ah! –Dijo antes de que Giggs se escurriese por la puerta –si se te vuelve a ocurrir algo parecido  te juro que yo mismo te devolveré a patadas al otro lado del Atlántico.

 Los jeeps son rápidos, manejables y relativamente cómodos pero su fuerte no es su marcha silenciosa, así que cuando Giggs llego al claro donde estaba situada la granja de Aimee, la joven ya estaba esperándole apoyada en el quicio de la puerta con un ligero vestido de verano agitándose ligeramente con la brisa vespertina.

-Vaya, ha llegado Papa Noel –dijo la chica viendo como bajaba Giggs del todoterreno cargado de paquetes. –aunque no sabía que fuese verde.

-Puede que no lo sepas pero el original era verde, fue Coca Cola quién le cambio el color hace unos años por motivos publicitarios. –respondió el teniente mientras entraba en la cocina de la granja y depositaba tres paquetes sobre la mesa.

-¿A qué se debe tanto agasajo? –preguntó Aimee.

-Tú lo sabrás. Con lo de ayer me he ganado una entrevista con el general Patton en persona y en vez de cubrirme de insultos y patadas me da un regalito para ti. –Dijo sentándose y alargándole el pequeño paquete –De parte del alto mando aliado.

-¡Vaya! O mucho me equivoco o  eso son medias de nylon –dijo la joven apartando el paquete que le daba el teniente y cogiendo un par de cajas planas con el dibujo de unas piernas en la tapa.

-Vi como habían quedado las suyas ayer y pensé que…

Aimee  cogió una silla y sentándose levanto ligeramente la falda del vestido, lo justo para soltar unas medias raídas y mil veces zurcidas de las trabillas del liguero. Con un movimiento rápido se las quitó ante la mirada atenta de Giggs.

Las piernas largas y delgadas de la mujer quedaron expuestas  en toda su gloria. Aunque el teniente lo intentó, no pudo evitar lanzarle una mirada cargada de lujuria.

Aimee se dio cuenta inmediatamente y se giró ligeramente para que Giggs tuviese una buena panorámica del interior de sus muslos mientras ella se ponía lentamente las medias nuevas.

-¿Te gustan? –preguntó terminando de colocarse las trabillas y cruzando las piernas.

-Me gustan, me gustas, eres una mujer muy hermosa. –respondió el soldado recreándose en los grises ojos de la muchacha.

Aimee se levantó y se sentó sobre la mesa indicándole con un dedo a Giggs que se acercara. Los labios de Giggs se cerraron sobre los de la mujer mientras ella se desabotonaba el vestido. La  mujer  detectó la urgencia del hombre en sus besos violentos y sus manos apresuradas. Aquel hombre probablemente no había tocado una mujer desde antes del desembarco y después de jugarse la vida varias veces estaría sediento de sexo, así que abrió sus piernas y le dejo hacer.

Giggs estaba tan excitado que casi  no fue capaz de bajarse la bragueta y sacar su pene erecto. La joven le ayudó librándose de las bragas con un gracioso movimiento. El Teniente no esperó y acercando el cuerpo de la joven hacia él la penetró sin más ceremonias. La joven se recostó sobre la mesa y dejo que Giggs la penetrara con fuerza. Su mirada dulce y sus gemidos de placer evitaron que  el teniente se muriese de vergüenza cuando se dio cuenta de lo que estaba haciendo. Intentó separarse pero la joven aprovechó para darse la vuelta y apoyando los pies en el suelo dejar que la penetrase por detrás. Su vagina caliente y estrecha recibió la polla de Giggs estremeciendo a la mujer de placer. El teniente tiró del vestido y lo arrojó lejos acariciando su culo blanco y suave mientras penetraba profunda y rápidamente en su interior. Segundos después se corrió.

Giggs se sintió un poco avergonzado por haberse apresurado tanto e intentó balbucear una disculpa, pero la mujer le calló poniéndole el dedo índice sobre sus labios y cogiéndole de la mano le llevó  a la habitación en el piso superior.

Ahora que el apremio se había ido, pudo pararse y observar el cuerpo de Aimee.  El fresco aire vespertino proveniente del bosque se colaba por la ventana inundando la habitación con un aroma fresco y poniendo a la joven la piel de gallina.  Giggs  se acercó y mirándola a los ojos le acaricio la larga melena rubia platino. Su pelo era suave y brillante, Aimee sonrió y poniéndose de puntillas besó levemente al teniente. Giggs le soltó el pelo y abrazó su cuerpo suave y elástico. Las manos de la mujer se movieron rápidamente quitando botones y corchetes hasta que quedo totalmente desnudo como ella. Giggs subió las manos de la cintura de la joven y comenzó a acariciarle la espalda, el costado y los pechos. La respiración de la mujer volvió a ser anhelante y un hondo suspiro surgió de su garganta cuando el teniente le acaricio los pezones y se los chupó suavemente.

La joven estremecida se pegó al cuerpo del teniente en un movimiento reflejo. El pene flácido del soldado contactó contra el muslo de ella. El calor y la excitación de la mujer parecieron pasar por ese punto de contacto haciendo que su pene se irguiera de nuevo, pero él no se movió, siguió besándola suavemente, aspirando el aroma de su cuerpo y dejando que el deseo siguiese creciendo en ambos.

Aimee fue la que tomo la iniciativa y con un suave empujón sentó a Giggs en la cama.  La joven se arrodilló y  cogió su miembro palpitante. Sus manos pequeñas y ligeras lo acariciaron y tantearon antes de metérselo en la boca. Todo el cuerpo de Giggs se estremeció ante el suave y cálido contacto de la lengua de Aimee.  La boca y la lengua de la joven se movían arriba y abajo por su pene con la misma suavidad con la que hace un momento le besaba, haciéndole sentir un placer  intenso que el hombre sólo pensaba en devolver.

Levantándola como si fuera una pluma se la colocó en el regazo y la penetró. Aimee soltó un largo suspiro de satisfacción cuando tuvo el pene en lo más hondo  de su vientre. Apoyando las manos en sus hombros comenzó a subir y bajar lentamente, disfrutando de cada  chispazo de placer. Giggs  le dejó hacer limitándose a acariciarla y besar sus pechos, sus labios, su cuello…

Poco a poco los movimientos de la joven se hicieron más apresurados y unos instantes después la joven gimió intensamente y cayo desmadejada y sudorosa sobre Giggs.

Giggs  abrazó su cuerpo jadeante y la dejo recuperarse unos segundos antes de tumbarla sobre la cama. Aimee hizo unos leves intentos por apartar los labios del teniente de su sexo aún estremecido por el orgasmo, pero Giggs no le hizo caso y su lengua y sus manos acariciaron su cuerpo ignorando los gritos y los tirones de pelo de la joven. El sexo se convirtió en una pelea dura y placentera. Aimee jadeaba e intentaba  resistir con su frágil cuerpo en tensión mientras Giggs avanzaba poco a poco en silencio lamiendo, mordisqueando, sorbiendo…  Cuando llegó a la altura de su cara la agarró por las muñecas y colocándole las manos sobre la cabeza la beso violentamente, sorbiéndola, saboreándola, sofocándola… La joven levantaba su pelvis golpeando su polla, intentando incitarle a penetrarla. Finalmente sin soltarle las muñecas cogió su pene con la otra mano y se lo hincó profundamente en el coño.  Aimee se estremeció e intentó liberarse pero con una sonrisa el teniente la mantuvo inmovilizada mientras la follaba a placer  con movimientos  bruscos, primero espaciados, haciendo resonar el choque de sus cuerpos bañados en sudor, luego se fueron acelerando hasta que se convirtieron en un fuerte aplauso acompañado por la ovación de gemidos e insultos que le lanzaba la joven. Aimee incapaz de contenerse más se corrió y las contracciones de su vagina electrizada por el placer provocaron que el teniente se derramase de nuevo en su interior excitándola de nuevo y prolongando aún más su placer.

-¿Me vas a contar que rollo tienes con Ike**? –preguntó Giggs mientras compartía un Lucky con la joven.

-¿Estás celoso? –pregunto la joven divertida dando una calada al cigarrillo.

-No, sólo siento curiosidad…

-Está bien, algo hay que hacer antes de que vuelva  a estrujar esa polla a conciencia. –dijo la joven acariciándole el miembro con picardía.

-En realidad –comenzó Aimee –el carnicero no deja de tener una pizca de razón. Yo vivía aquí con mi padre, en la granja hasta que el ejército francés lo movilizó en enero de 1940. La última noticia que tuve de él fue una carta fechada el uno de mayo diciendo que estaban preparados y que iban a espabilar a esos cabezacuadradas. No he vuelto a saber nada más de él.

 El ejército alemán paso de largo pero dejo una pequeña guarnición en la villa. Diez hombres bajo el mando de un capitán, un hombre alto rubio y un poco crápula. Las primeras semanas se limitó a dejar todas las tareas en manos de un viejo cabo veterano de la primera guerra mundial y a correr de cama en cama. Yo me crucé en su vida como cualquier otra mujer del pueblo antes que yo, pero a pesar de que no hice nada especial salvo acostarme con él y aceptar unos vales de comida se encaprichó de mí y yo joven y sola en el mundo le acepté. La vida  a partir de ese momento fue más fácil. Fritz era un calavera y un perezoso pero tenía buen corazón y odiaba  sinceramente a Hitler y a los nazis. Me encariñé de él y nos instalamos los dos en la granja.  Un día hablándole de mi padre se ofreció a investigarlo explicándome que era sobrino de  Wilhelm Canaris***y que se llevaba muy bien con él.

-¿El almirante Canaris?

-El mismo. -respondió Aimee –Cuando me enteré de ello fui andando hasta Metz y contacté con un viejo amigo de mi padre que pertenecía a la resistencia. A partir de ese momento me dediqué a informar regularmente de todo lo que me contaba el capitán. Era cierto que se llevaba bien con su tío y resulto ser una mina de información y sobre todo permitió a los aliados valorar la efectividad de su sistema de contrainteligencia.   En junio todo cambio, se volvió más irritable y bebía casi todo el tiempo. Finalmente me contó que ibais a desembarcar. Gracias a él, el Alto mando supo que los alemanes estaban convencidos de que atacaríais por Calais. Pocos días después se marchó, dijo que su tío le había impuesto una tarea, que iba a acabar con la guerra de una vez y que volvería pronto, pero sus palabras y su beso me sonaron más a una despedida. Ese fue mi último  informe,  dos semanas después nos enteramos del atentado contra Hitler del mes pasado, supongo que participaría en él y probablemente a estas horas esté muerto.

-Lo siento, ¿Lo amabas?

-Si te digo la verdad no lo sé. Cuando me enteré de lo que tenía que hacer me propuse no enamorarme de él, pero no puedo evitar entristecerme por su destino. Nunca fue un soldado como tú, era leal como demostró cuando su tío lo llamó, pero no era un hombre violento ni un nazi.

-¿Y a mí? ¿Podrías llegar a amarme? –preguntó el teniente.

-Yanquis, siempre con prisas. No quiero perder a nadie más. Cuando termine esta estúpida mierda puedes venir y hacerme una visita, si es que no te has olvidado de mí para entonces. Sólo en ese momento decidiré…

El claro era totalmente diferente en mayo, el color dorado de la hierba agostada de hace  meses atrás había sido sustituido por el blanco, el amarillo y el rojo de las flores que cubrían la pradera verde y fragante. Una  solitaria vaca deambulaba de un lado a otro cogiendo los bocados más apetitosos. Giggs se bajó del jeep pensando si sería lo mismo ser granjero allí que en Arkansas.

*Apodo del mariscal Sir Bernard Law Montgomery  jefe de las fuerzas británicas en Normandía, era de sobra conocida entre los aliados la mala relación que mantenía con  el General Patton. Al igual que éste murió en extrañas circunstancias.

**General Dwight David Eisenhower Comandante supremo aliado en Europa en la segunda guerra mundial y 34º presidente de los EEUU.

***Almirante Wilhelm Canaris jefe de la Abwehr el servicio secreto nazi, implicado en varios complots para acabar con Hitler tras el atentado de julio del 44 fue apresado y condenado a la horca.

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