Diana se levantó feliz y llena de vida, la experiencia del día anterior había sido fabulosa. Saltó de la cama y, desnuda como estaba, se dirigió a la cocina, donde Missy, perfectamente aleccionada, estaba preparando el desayuno. La chica solo tenia por vestimenta un collar de perro.  

 

– Buenos días, Missy. – Saludó Diana.  

 

– Buenos días, ama. – Respondió solicita la mascota.  

 

– Hoy va a ser un día ajetreado para ti. – Missy la miraba con curiosidad. – Vas a salir a hacer unos recados.  

 

Diana notó como la felicidad invadía la mente de su mascota. Se alegró de que en ningún momento pensó en escapar, sino en hacer feliz a su dueña y ser la útil.  

 

– Y después – Continuó. – tengo una pequeña sorpresa preparada… De momento prepara la bañera, después de desayunar me apetece que nos demos un baño.  

 

“¿NOS demos?” Pensó Missy, mientras la alegría y la satisfacción la invadían.  

 

Diana terminó de desayunar y se dirigió al un baño. La bañera estaba llena de agua tibia y espuma.  

 

– Muy bien, pequeña. – Missy sentía placer cada vez que su ama la premiaba con dulces palabras.  

 

La mujer entró en la bañera y su mascota se situó tras ella. Sin tener que decirle nada, comenzó a enjabonar la espalda de su ama, con suavidad, saboreando el momento. Diana disfrutaba de las caricias, el cuerpo femenino era mucho más sensible a estos actos que el masculino… Y eso le encantaba… Se estaba calentando con el baño y a los pocos minutos acabó sentada en el borde de la bañera mientras su perrita le practicaba un apasionado cunnilingus. Disfrutó de nuevo de la suavidad con la que se lo realizaba la chica, deteniéndose en cada detalle, sin prisa.  

 

Después de correrse un par de veces en la boca de su esclava, la ordenó vestirse.  

 

Había preparado para ella una cortisima falda tableada con una camisa de manga corta ajustada. Unos tacones altísimos realzaba el estupendo culo de la chica. Todas las prendas eran color azul oscuro, lo que le daba un perverso parecido al uniforme de policía que en otra época tenía que llevar Missy.  

 

Llevaba unas medias de encaje justo hasta el borde de la falda, sujetas con un bonito liguero, pero no llevaba ropa interior. Esto, unido a los altísimos tacones, hacían que cualquier despiste dejase ver el precioso trasero de la chica.  

 

Diana no se molestó en darle una lista den la compra, simplemente grabó en su mente donde tenía que ir y que tenía que comprar.  

 

—————— 

 

Missy llegó a la dirección que le había indicado su ama. No había estado nunca, pero sin saber cómo, conocía perfectamente el camino para llegar. Vió sin sorprenderse que estaba ante un sex shop. Nunca había entrado en uno pero los que había visto desde fuera no se parecían en nada a este, todos estaban llenos de luces estridentes y neones, pero este era bastante sobrio y estaba algo escondido. Entró en el local y comenzó a dar vueltas por la tienda, cogiendo productos de una manera que a ella le parecía azarosa, pero que seguía a pies juntillas las instrucciones de su dueña.  

 

Cuando cogió un pequeño plug anal con un rabo de zorra acoplado a él, llegaron a su mente las imágenes del calvario pasado durante su secuestro. “No es lo mismo” Pensó. “Allí lo hacían para verme sufrir, contra mi voluntad. Mi ama… Mi ama lo hace por mi bien,  es lo que debo hacer, obedecer a mi ama” Missy haría todo lo que su adorada ama quisiera, estaba convencida de ello.  

 

Recorriendo la tienda cogió varios vibradores, dildos, arneses, disfraces, uniformes, algunas ball – gag, esposas, cadenas, collares… Pero lo que más le llamó la atención fue acercarse con interés a la zona que tenía aparatos para hombre… ¿Para que estaba mirando eso? Si no había ningún hombre en casa…  

 

Igualmente cogió algunos aparatos de castidad y un par de anillos, que según veía, servían para sujetar los testículos y el pene de un hombre, para evitar que eyaculara.  

 

Se dirigió a la caja y entregó todo al tendero. No se le escapó la mirada cargada de lujuriaque le dirigió, lógico por otra parte, viendo a una mujer como ella yendo a comprar todos aquellos aparatos.  

 

– ¿Necesita bolsa? –  Preguntó el tendero, como si de un supermercado se tratase.  

 

– Sí, por favor.  

 

– Son 624,30€. – Informó el chico, entregándole una enorme bolsa opaca con sus juguetes.  

 

– Eh… – Missy palpaba buscando dinero, pero su ama no le había dado nada… 

 

Entonces, las palabras acudieron a su boca de la nada.  

 

– Voy a pagar con un especial. – Dijo, segura de sí misma.  

 

– ¿Quien te ha dicho eso? – Preguntó el tendero, intrigado, pues poca gente sabía que alguna vez habían usado ese “método de pago”, es más, solo había hablado de eso con su primo Diego, y había fallecido unos meses atrás.  

 

– N-No se… ¿Puedo pagar así o no? – Balbuceó nerviosa.  

 

– Sí… Por supuesto… – Dijo el hombre mientras la observaba de arriba a abajo. – Pasa por aquí por favor.  

 

Missy le siguió a través de una pequeña puerta y un estrecho pasillo. A los lados del pasillo había varias puertas, el hombre se detuvo en la última y la abrió.  

 

– Este es tu cubículo. – Dijo. – Para pagar lo que has comprado tendrás que estar unas horas…  

 

Era un pequeño cuarto de un metro en cada lado. Uno de los lados lo ocupaba la puerta y los demás tenían un espejo en la parte superior y un agujero justo debajo de éste.  

 

– Será mejor que te desvistas, ahí dentro no te va a hacer falta y supongo que no querrás marcharte, ¿no? – Continuó el hombre.  

 

Missy dudó unos segundos y un poco asustada hizo caso a lo que le decía el hombre.  

 

– ¿Sabes lo que es un Glory Hole, verdad? – Preguntó inseguro, al ver sus dudas.  

 

– Sí, por supuesto. – Contestó la chica, segura de sí misma. No tenía ni idea de lo que era, aunque podía imaginárselo… De todas formas, era la única manera de pagar, y no estaba dispuesta a defraudar a su ama…  

 

 

Se quedó observándola unos segundos.  

 

– ¡Venga zorra! ¡No te quedes mirando, que no tengo todo el día! – La apremió una voz al otro lado del espejo.  

 

“Así que los espejos son transparentes por el otro lado” Pensó mientras se agachaba ante aquel rabo. No tuvo ningún reparo en meterselo en la boca, tragándoselo poco a poco hasta que sus labios tocaron la pared. Comenzó un movimiento de vaivén y en poco más de dos minutos, una descarga de semen la llenó la boca, cogiendola por sorpresa. Parte de ese semen se derramó sobre su cara y su pecho.  

 

“Menos mal que me quité la ropa” Era el único pensamiento que cruzaba su cabeza.  

 

No tardó mucho tiempo en aparecer otra polla en otro de los agujeros, y otra y otra y otra más.  Cuando acababa con una ya tenía otra esperándola, pero ella trabajaba satisfecha por satisfacer a su ama.  

 

Varias horas estuvo la otrora orgullosa detective encerrada en ese cubículo, entre pollas y semen, hasta que el dependiente fue a buscarla.  

 

– Joder, ¡vaya olor! – Exclamó ante la peste que desprendía la chica. – Con esto has saldado tu deuda, puedes ducharte si quieres en la sala del fondo.  

 

Missy salió de aquel zulo sonriendo, agotada pero satisfecha por haber cumplido. Su ama no tendría ninguna queja de como había llevado a cabo su encargo…  

 

—————— 

 

Diana observó satisfecha como Missy salía por la puerta para comprar multitud de aparatos para someterla. Hoy comprobaria el alcance de sus poderes, no estaba segura de que todo saliese como esperaba, pero al final del día resolvería sus dudas.  

 

Estuvo nerviosa, dando vueltas por el apartamento, probandose modelitos hasta que se decidió por unos leggins negros y un top blanco. Era sencillo pero en ese cuerpo de escándalo quedaba bien cualquier trapito.  

 

Se puso unos tacones y estuvo dando vueltas ante el espejo, agarrándose a todo para no abrirse la cabeza. “¿Alguna vez seré capaz de llevarlos?” Pensaba.  

 

El sonido del timbre la sacó de sus pensamientos. “Ya está aqui”…  

 

Se quitó los tacones y fue descalza hacia la puerta y al abrirla, allí estaba. Héctor.  

 

– H-Hola… – Saludó el chico, confuso.  

 

– Hola. – Contestó Diana.  

 

Veía claramente en la mente de Héctor su confusión. No sabia que hacía allí, ni siquiera sabía cómo había llegado, pero estaba contento de ver de nuevo a su diosa. Revisó los recuerdos del chico para ver si todo había ido correctamente. Vió como llegó a su casa y se estuvo más tumbado frenéticamente durante la noche, con el tanga de Diana siempre presente, oliendolo y frotandoselo. Vió como por la mañana, el deseo imperioso de ir a su piso había surgido, sin saber si quiera que dirección tomar, ni la razón por la que lo hacía.  

 

– Pasa por favor. – Indicó la mujer.  

 

El chico obedeció, intentando ocultar su evidente ereccion. Caminó detrás de Diana hasta el salón, sin poder quitar ojo de las redondeces de su culo, remarcado perfectamente por los leggins.  

 

– ¿Por qué has venido? – Preguntó Diana, sabedora de la respuesta.  

 

– Y-Yo… Te necesito… Necesitaba verte… – Héctor enrojecio al momento.  

 

– ¿Y eso? 

 

– No lo se… – Dudó. – Necesito estar a tu lado…  

 

– ¿No decías que todas eramos unas zorras?  

 

– Yo…  

 

– ¿Qué no querías atarte a ninguna mujer?  

 

– Lo siento… Estaba equivocado… No se que me pasa… No puedo dejar de pensar en ti…  

 

Diana le miraba, manipulaba su mente de tal forma que el chico sintiese lo que ella quería que sintiese.  

 

– Haré lo que sea…. Por favor…  

 

– ¿Lo que sea?  

 

– Lo que sea… – Repitió.  

 

– ¿Estás dispuesto a dejar tu vida atrás? ¿A dejar tu pasado, tus amigos y a tu familia?  

 

– Lo que sea… – Volvió a repetir, fanático.  

 

Diana estaba comprobando la potencia de su poder, estaba obligando a aquel hombre a renunciar a todo… Por ella.  

 

“Desnúdate.” Resonó en la mente de Héctor. Éste obedeció sin rechistar. Tiró su ropa a un lado mostrándose como dios le trajo al mundo.  

 

Diana se sorprendió a si misma deseando aquella imponente polla que portaba el muchacho. Anhelaba tenerla dentro igual que el día anterior. Levantó su pie descalzo y lo apoyó en una mesita que había entre ambos. Héctor, sin dudar, se lanzó de rodillas al suelo y comenzó a lamerlo con adoración. Nunca había hecho algo parecido, pero sentía que era una buena manera de mostrar sus respetos a aquella maravillosa mujer. Ésta encontraba placer en la sumisión de aquél hombre, se iba a convertir junto con Missy en una bonita mascota.  

 

Notar la lengua de Héctor entre sus dedos, lamiendo la planta de su pie, recorriendo de arriba a abajo con dedicación era una delicia. La sensación de que ese hombre estaba a su disposición se acrecentada con ese acto. Diana no podía más, estaba empapada en su calentura. Retiró el pie y se bajó los leggins y el tanga hasta medio muslo, se dio la vuelta y dobló su torso noventa grados.  

 

– Vamos, semental. – Le dijo. – A ver cuanto tardas en hacer que me corra…  

 

Héctor se situó tras ella, ansioso. Apoyó el glande en la húmeda entrada de la mujer y la introdujo lentamente, notando como la cavidad se amoldaba a su tranca. Diana gemia de placer, iba a disfrutar mucho con esa polla. Primero Héctor era el que llevaba el ritmo, metiendo y sacando la polla frenéticamente del coño de su diosa, pero luego fue Diana la que comenzó a moverse para notar más y más adentro la herramienta del chico.  

 

Se corrió entre gritos e inundada de placer se dejó caer sobre el sofá. 

 

Nuevamente Héctor no se podía correr. Tenía la polla durisima, empapada de los flujos de Diana. Comenzó a masturbarse, intentando llegar a un climax imposible de alcanzar.  

 

Diana se recompuso, besó con cariño el rabo del chico notando el sabor de su sexo y acabó de vestirse. Le ordenó que se arrodillara en un lado del salón y allí le dejó hasta la llegada de Missy.  

 

———- 

 

Varias horas tardó en sonar la puerta y,  cuando lo hizo, la atravesó Missy con una sonrisa de oreja a oreja y una enorme bolsa opaca en sus manos. Buscó con la mirada a su ama, deseos de mostrarle lo bien que había cumplido sus tareas, pero no la vió.  

 

Se dirigió al salón, pensando que estaría descansando en el sofá y cuando entro en la sala se quedó petrificada. ¿Quien era ese hombre? ¿Qué hacia desnudo?  

 

– Buenas tardes, Missy. ¿Qué tal han ido los recados? – Saludó Diana.  

 

Missy se olvidó de todo. Ya no importaba el hombre desnudo que había en el rincón, las horas que había estado encerrada chupando pollas. Nada importaba, sólo ella. Su ama.  

 

– Muy bien. – Contestó la mascota. – No he tenido ningún problema.  

 

Diana leyó en su mente como todo había salido como había planeado. No le habían puesto pegas en la forma de pago y había traído todo lo que le había encargado.  

 

– Me alegro. Déjame que te presente a tu nuevo compañero.  

 

“¿Compañero?” Pensó la chica.  

 

– Se llama Bobby y, como tú, ahora me pertenece.  

 

Missy observaba a Bobby con curiosidad. Estaba desnudo, arrodillado y con una enorme polla empalmada entre las piernas.  

 

– ¿Por qué no te desnudas y te presentas?  

 

Missy tardó pocos segundos en despojarse de la ropa que llevaba. Se echó al suelo y avanzó hasta el hombre.  

 

– Hola, me llamo Missy. Soy la mascota de la casa.  

 

– ¡Muy bien, Missy! – La felicito su ama. – Ahora vamos a ver que has traído.  

 

Comenzó a sacar cosas de la bolsa y fue seleccionando unas cuantas. Dos collares de perro y uno de los anillos para el pene.  

 

– Veníd, esto es para vosotros.  

 

Las mascotas se acercaron y Diana les puso el collar al cuello.  

 

– Toma, pónselo.  

 

Le dió a Missy el anillo y, con algo de vergüenza se lo colocó solicita a su nuevo compañero. Quedaba colocado de tal forma que la polla y los huevos quedaban alzados, preparados para embestir.  

 

– Cómo has cumplido bien con tu cometido – Le dijo a Missy -, te has ganado la recompensa.  

 

Mientras decía esas palabras comenzó a desvestirse. Se echó sobre el sofá y separó las piernas. Missy se situó inmediatamente de rodillas ante ella, dispuesta a devorar ese manjar que tenía delante.  

 

– Eso es… – Decía Diana al notar la lengua de su perra. – Buena chica…  

 

Bobby se mantenía quieto, al lado de la pareja, viendo con deseo como esa chica, su nueva “compañeta” devoraba el sexo de su diosa.  

 

– No te quedes ahí, Bobby. – Dijo Diana. – Haz que esta perra descubra por qué ahora vas a vivir con nosotras…  

 

No se lo pensó dos veces. Se situó detrás de la chica, que por su posición facilitaba el acceso, y le enterró su enorme polla de un empellón. Missy soltó un grito de sorpresa, pero inmediatamente volvió a su tarea.  

 

Diana pensaba que iba a explotar. Notaba la excitación de sus mascotas casi tanto como la suya. Era un mundo de sensaciones placenteras que no tardaron en llevarla al orgasmo, empapando la cara que tenía entre las piernas.  

 

Missy estaba cercando correrse también, pero Diana no quería que lo hiciera todavía, así que ordenó a Bobby que dejase libre el coño de la chica para comenzar a sodomizarla. Sabía que en su cautiverio su culito había sido usado múltiples veces, así que no seria un problema.  

 

La perra se asustó cuando Bobby situó el glande en su ano, pero Diana no tardó en eliminar esas sensaciones de desasosiego. Cuando el hombre empujó, solo pudo dejar escapar un gemido, mezcla de dolor y de placer, sobre el coño de su ama.  

 

Diana no se esperaba esto. No había pensado que iba a notar todas las sensaciones de la sodomizacion. Como la polla se abría paso a través del estrecho conducto, como este se dilatada para tragarse aquella barra de carne, el dolor… Y el placer que eso producía… Notaba como Missy se partía en dos y como su recto presionaba la polla de Bobby. Inmediatamente se corrió de nuevo en la cara de su mascota y liberó al hombre para que hiciese lo mismo, llenando el culo de la perra de leche.  

 

Hasta entonces no se lo había planteado pero…  

 

Se levantó y se colocó a cuatro patas. Missy, siguiendo sus instrucciones, comenzó a lamer su ojete, lubricandolo y preparándolo para lo que venía. El semen resbalaba a chorretones del culo de la chica.  

 

Bobby se acercó y la perra alternaba sus lametones entre el culo de su ama y la polla de su compañero.  

 

Y entonces comenzó.  

 

Notó la presión en su esfinter, como éste cedía centímetro a centímetro, claudicando ante el avance impasible de aquella polla. Hasta que tocó fondo. Se quedaron así unos segundos. Missy comenzó a lamer su coño, para aumentar el placer, y poco a poco éste se sobrepuso al dolor. Bobby comenzó a meter y sacar el rabo, sodomizando a aquella diosa que le tenía obsesionado, viendo como aquel culo se tragaba su polla una y otra vez.  

 

Diana también era participe de esas vistas y sensaciones. Como hombre, nunca había probado el sexo anal, su mujer se negaba, y ahora estaba viviendo y sintiendo las dos caras de la moneda. No tardó en abordarla un nuevo orgasmo, que acompañó dando la orden de correrse a Bobby. Chorros de espera caliente llenaron su recto que se contraia entre los espasmos del orgasmo, ordeñando la polla del hombre.  

 

 

Cuando el chico abandonó su culo, la lengua de Missy ocupó su lugar, lamiendo y limpiando la zona. Estuvo varios minutos recibiendo las atenciones de su perra hasta que decidió que ella merecía un orgasmo también. La hizo cabalgar a Bobby hasta que se corrió sobre él.  

 

– Parece que te diviertes. – Dijo una voz a su espalda. Diana se dió la vuelta, era Tamiko.

 

– Tamiko, ¿Cuanto tiempo llevas ahí?

 

– El suficiente para ver como te desvirgan el culo. – Respondió la asiática, guiñándole un ojo.

 

Se acercó a ellos, deteniendose delante de Bobby, evaluándole.

 

– Has encontrado una buena presa… ¿Vas a quedartelo?

 

– Si. Pensé que estaría bien tener un perro y una perra… Así será más entretenido.

 

Tamiko miraba al chico, Diana suponía que estaba leyendo su mente, con lo que sabría todo sobre su salida de ayer.

 

– Ayer te divertiste bastante. – Confirmo Tamiko. – ¿Notaste algo?

 

– Si… Ayer, cuando follé… Cuando este chico eyaculó… Me sentí… Viva. Poderosa. No sabría explicarlo…

 

– No te preocupes. Yo sí. Nosotras vivimos del sexo. Lo necesitamos. Sin él no podríamos mantener nuestros poderes. Tanto para desarrollarlos a su máxima expresión, como para mantenerlos, necesitamos tener orgasmos, provocar orgasmos. Vivimos del placer.

 

Diana pensó como al principio de la noche no pudo soportar varias mentes en su cabeza, pero al final, después de tener sexo con Bobby, pudo aguantar perfectamente las mentes de sus amigos, e incluso manipularlas…

 

– Tengo una pregunta. – Comentó Diana.

 

La asiática no le dijo nada, solo la miró fijamente, esperando a que hablara.

 

– Ahora soy una mujer… ¿Completa?

 

– … Si…. y no.

 

– ¿Cómo?

 

– Te refieres a quedarte embarazada, ¿Verdad?

 

– Si.

 

– Pues no podrás. No tendrás nunca el periodo ni podrás quedarte embarazada. – Diana se quitó un peso de encima. No tenía ninguna gana de eso. – Pero no es por que seas una mujer, sino por haber adquirido los poderes que has adquirido. No podemos procrear, tenemos que subsistir creando nuevas acólitas de nuestro culto, como tú.

 

Diana quedó pensativa de las palabras de Tamiko.

 

– ¿Algo más?

 

– … Esta corporación, Xella Corp. ¿Qué quiere de mí? ¿Por qué me han elegido? 

 

– La elección fue cosa mía. Vi que tenias el potencial necesario para ser una buena cazadora, que no te importaría abandonar tu anterior vida… Ellos me ayudaron a realizar el cambio, tienen tecnología muy avanzada para lograr sus fines. 

 

– Eso contesta una de las preguntas nada más. 

 

– ¿Qué quieren? Obvio, tus habilidades, al igual que las mías. Es un acuerdo para las dos partes, ellos nos proporcionan todo lo que necesitamos, y nosotras les hacemos ciertos… trabajos. 

 

– ¿Cazamos? 

 

Tamiko no contestó, solo guiñó el ojo con complicidad. 

 

Diana estaba pensativa, dándole vueltas a lo sucedido en los últimos días, a todos los cambios acaecidos. 

 

– Además, creo que ha llegado el momento. 

 

– ¿El momento de que? 

 

– De vengarte. A la vista está que ya estás preparada. Eres una cazadora. 

 

Diana se quedó mirándola, enmudecida. Una sonrisa comenzó a aflorar en sus labios mientras asumía lo que significaban esas palabras. Por fin, había llegado el momento de preparar su venganza. 

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