Historias de Hermanas
 
 

Alexandra se ve radiante, alegre y activa. Se le ve llena de energía y sin las ojeras de antes a causa de los abusos y los problemas en su antigua casa. El responsable de este cambio es su hijo, Javier. En las noches ambos dan rienda suelta a su pasión, Alexandra lo disfruta como nunca, su hijo también se esmera en complacer a su madre. Mónica, solo guarda silencio, ella sabe lo que sucede y mientras su hermana tiene sexo con Javier, en la otra habitación ella tiene sexo con Ricardo.

 
Por las tardes Alexandra va a buscar a su hijo, como Ricardo ahora esta en clases de deportes ambos quedan solos en las tardes y Javier se muestra muy ansioso y ella tiene problemas en controlarlo, prueban de todo e incluso Alexandra se atreve a probar el sexo anal, esto tras espiar en una ocasión a Mónica y Ricardo.
 
Si bien para Mónica era algo sumamente obvio lo que sucedía, nunca se atrevió a preguntarle o a hablarle del tema, esto para no incomodarla mientras que Alexandra no dice nada por vergüenza, para ella esto es aun algo nuevo, algo tabú.
 
El sábado por la tarde Ricardo y Javier pidieron permiso para ir a la casa de unos amigos, van a hacer una pequeña fiesta y los invitaron, pero van a quedarse a dormir allá. Mónica llama a la madre del muchacho para saber si es cierto y bajo que condiciones, luego de conversar por un rato finalmente les dan permiso. Ellos salieron a jugar fútbol y Mónica les avisa que lleguen temprano para ir a dejarlos donde su amigo. “Al parecer esta noche estaremos solas, podríamos ir al cine” propone Mónica, “buena idea hace tiempo que no voy a ver una buena película”.
 
Cerca de las 8 los van a dejar, “pórtense bien los dos” les dice Alexandra, luego ambas van al centro comercial donde aprovechan de ver alguna película y descansar un rato. Algunos tipos que están ahí se les acercan, todos universitarios y menores que ambas, Mónica les coquetea un poco pero Alexandra no esta de humor, “al parecer extrañas a alguien” le dice Mónica, Alexandra se hace la desentendida ante el comentario.
 
Ya de noche regresaron a la casa, “quieres una copa, tengo un buen vino guardado por aquí”, Alexandra acepta y se instalan en el living. “No recuerdo que algunas vez saliéramos juntas a alguna parte”, “tienes razón, excepto por el matrimonio de la tía Cristina”, “ah bueno, pero éramos niñas aun, teníamos como 14 años” dice Alexandra, “yo siempre me acuerdo, fue muy especial”, “¿y por que tan especial?”, Mónica sonríe antes de responder, “en esa fiesta me desvirgaron”, Alexandra la mira y mueve la cabeza.
 
“Y dime, ¿como es Javier en la cama?” le lanza Mónica de forma directa, Alexandra se atora con el vino, “no se de que me hablas, como puedes insinuar algo así” le responde pero sin mirarla fijamente. “Alexandra, eres mi hermana menor y yo no soy estupida, sabes bien que yo hago lo mismo con Ricardo”. Hay un momentáneo silencio entre ambas, “se que es difícil de entender o de asimilar, pero mírate, te ves muy bien, animada muy distinta a como llegaste”.
 

Alexandra levanta la mirada, “pero es incesto, a veces yo creo que le hago un daño a mi hijo al tener sexo con él”, “tonterías, no eres la primera ni la ultima, además él te quiere mucho, es una relación que va más allá de lo meramente carnal”. “¿Cómo llegaste a tener sexo con Javier?”, “fue tras el paseo que hicimos al camping, ese día te”, “Ya entiendo, me viste con Ricardo, hacia días que no teníamos relaciones como estabas tu en la casa, tenia miedo que nos descubrieras y pensaras mal”, “esa noche me acosté con Javier, en realidad no me explico aun como fue que llegamos a eso” los ojos de Alexandra brillan al recordar lo sucedido, Mónica sonríe tímidamente.

 
“Fue intenso o no, fue apasionado, te sentiste plena como mujer, satisfecha”, Mónica le describe exactamente lo que Alexandra sintió esa noche. “¿Y tu como llegaste a tener relaciones con Ricardo?”. Mónica bebe un poco y empieza a recordar.
 
“Vivíamos en hogar diferente, un departamento más pequeño, Ricardo tenia poco mas de nueve años y yo aun estudiaba y trabajaba de prostituta para pagar mis estudios, tener que comer y donde vivir”, Alexandra pone una cara de asombro, “así es, me dedicaba a la prostitucion a Ricardo lo dejaba al cuidado de una vecina y yo volvía a la casa de noche o de madrugada, él era el que me daba fuerza para aguantar todo ello”, Mónica hace una pausa y se acomoda en el sofá, “como era un hogar pequeño dormíamos juntos y siempre nos duchábamos juntos, así que él me veía desnuda, nunca se hizo problema por ello, solo le pedía que no lo comentara con nadie más, a esa edad ellos aun no ven el sexo como algo morboso”.
 
Alexandra escucha con atención a su hermana. “Ricardo a veces me miraba fijamente, me preguntaba si era normal que mis pechos fueran tan grandes o por que no tenia pene, cosas normales en un chico de su edad, a veces cuando nos bañábamos juntos me tocaba pero de forma inocente sin nada morboso, aunque a mi me hacia sobresaltarme un poco”. Alexandra llena las copas de vino y Mónica prosigue.
 
“Una tarde él salio a jugar con sus amigos, jugaban en un patio, nunca lo dejaba salir a la calle, en ese instante aproveche de masturbarme un rato, me sentía tensa y eso me ayudaba mucho a descargarme, lo hacia en el dormitorio que compartíamos, me abrí la blusa y me subí la falda y me hice una paja usando mis dedos y un consolador que me regalo uno de mis clientes, era voyerista y le gustaba mirarme, me regalo varios en realidad. Luego de unos minutos me corrí, limpie, guarde todo y me arregle la ropa, seguí con mis cosas con normalidad”.
 

Mónica respira hondo, como tomando aliento y sigue con su historia. “En la tarde cuando Ricardo regreso lo encontré distinto, actuaba de forma extraña, no me miraba a los ojos, le pregunte si le ocurría algo, pero me dijo que no, sabia que me mentía, pero no quise insistirle y lo deje así. Pasaron unos días y lo notaba igual, seguía siendo cariñoso pero actuaba de forma diferente, cuando nos duchábamos me miraba distinto, ponía más atención a mi cuerpo, me ponía nerviosa, en sus ojos notaba algo extraño, un destello diferente, así que una noche le insistí y le pregunte que le sucedía, si le había pasado algo con la vecina, en el colegio, mi peor miedo era que alguien le hubiera dicho a lo que me dedicaba”.

 
“¿Y bien, que ocurrió?” le pregunta Alexandra. “Cuando termine de hablar guardo silencio por un instante, entonces me dijo que el otro día volvió a la casa a buscar su gorra y me vio en la cama, semidesnuda, me vio cuando me tocaba mi cuerpo y metía mis dedos en mi cuerpo y después usaba una cosa extraña, larga y de color rojo, se quedo desconcertado y me espió hasta que acabe y después me espió un par de veces más en los días siguientes, no entendía lo que hacia o el por que yo lo hacía y que se sintió extraño al verme, sintió que su pene se puso duro y erecto, no sabia si eso era algo bueno o malo, lo que él sentía”. Alexandra ya se imagina el rostro de su hermana en ese momento.
 
“Ricardo clavo sus ojos en mi, esperaba, ansiaba una respuesta, que le dijera algo, una explicación”, “¿Qué hiciste, que le dijiste?”, “por unos instantes lo pensé, primero en una mentira, pero después me arrepentí, a la larga seria peor, luego pensé en decirle que era algo sin importancia, pero dejarlo con la duda podría llevarlo a peguntarle a alguien más y al final seria peor que mentirle, así que opte por la verdad”, “¿La verdad?”, “así es, la verdad. Le dije que me pusiera atención, y le conté todo, que era lo que yo hacia en la cama, por que lo hacia y lo que significaba, le explique el por que él se sentía excitado y su cuerpo o su pene reaccionaba de esa forma”, “¿Qué te dijo Ricardo?”, “me escucho atentamente, cada palabra que le decía, me preguntaba algunas cosas si acaso era normal cuando frotaba su miembro este reaccionara así y le explique eso también, te confieso que fue el momento más difícil hasta ese instante fue hablarle de sexo a mi hijo, pensé que no tendría que hacerlo aun, pero en vista de las circunstancias era lo mejor”.
 
Mónica bebe de su copa, Alexandra la mira fijamente, “¿Qué ocurrió después?”, “hubo un silencio, como si Ricardo estuviera asimilando todo lo que le dije, le pregunte si estaba bien y me dijo que si, que se sentía más tranquilo ahora. Para mi eso fue un alivio, como si me hubiera sacado una tonelada de encima, recogí los platos y me puse a lavar la loza cuando Ricardo se me acerco, me dijo que me quería pedir algo, si podía verme de nuevo masturbándome”. Alexandra pone una cara de sorpresa similar a la de su hermana. “Los platos casi se me cayeron, esto me tomo completamente por sorpresa, pero a pesar que pensé en decirle que no, no pude, algo me detuvo, me sentí extraña como Ricardo, me sentí excitada”, “¿y que le dijiste al final?”, “algún día, le respondí, y con eso él se quedo feliz y fue a ver televisión”.
 

“Desde ese momento todo cambio, Ricardo me veía con otros ojos y en más de una ocasión lo sorprendí cuando estaba sola en la casa y me quería hacer una paja, pero nunca lo castigue por ello, se convirtió en una especie de juego, él trataba de espiarme y yo lo descubría, nuestros baños tampoco fueron lo mismo, él se mostraba ansioso por verme desnuda, miraba con insistencia mis pechos, mi sexo a veces me abrazaba y ponía sus pequeñas manos en mi cuerpo, comencé a excitarme con ello, lo dejaba que me enjabonara y el sentir sus delicadas manos en mi me ponía muy caliente, pero a la vez sentía una vergüenza horrible por ello”, “así como me siento yo a veces”, “exactamente, cuando dormíamos juntos él se pegaba a mi cuerpo, ponía sus manos en mis pechos y a veces sentía como él se frotaba conmigo, en más de una ocasión me hice una paja con él durmiendo a mi lado, fueron los mejores orgasmos que había tenido hasta entonces”.

 
“¿En que momento decidiste llegar, más lejos con tu hijo?”, Mónica respira hondo otra ves, “fue en su cumpleaños, cuando cumplió los diez, tenia algo de dinero extra y le hice una pequeña fiesta, con sus amigos y compañeros de curso, estaba más feliz que nunca, le regale un videojuego portátil que tanto quería y una pelota de fútbol, su sonrisa me hacia llorar de felicidad, se divirtió, comió torta y jugo hasta cansarse con sus amigos, otras mamas también estaban ahí, lo hicimos en el patio ya que en la casa no había espacio. Cerca de las 8 de la noche quedamos solos finalmente, él me ayudo a ordenar y lavar la loza, cuando me di cuenta que estaba todo sucio le dije que se fuera a bañar, pero él me dijo que lo haría solo si yo iba también, así que nos duchamos juntos, en realidad yo lo necesitaba”.
 
Alexandra la escucha expectante. “Había algo extraño en ese momento, podía sentirlo, como si yo esperara o ansiara algo y en ese momento ocurrió, me miro fijamente como si juntara valor para algo, me dijo, o me recordó más bien, que yo le había dicho que algún día me masturbaría frente a él y ahora me cobraba la palabra”. Ambas guardan silencio un instante. “Le dije que si, que lo haría, sentí un escalofrió en mi cuerpo, pero me sentí tan bien y tan excitada. El agua tibia de la ducha seguía cayendo, me apoye en la pared y separe mis piernas, Ricardo miraba mi coño atentamente, entonces comencé, cerré mis ojos y empecé a acariciarme mis pechos, mis pezones se pusieron duros casi de inmediato, me los masajeaba y apretaba ligeramente, me sentía ardiendo estaba terriblemente caliente, abrí mis ojos y me encontré con los de mi hijo, tenia su mirada clavada en mi, sentía que me devoraba con la vista”.
 
“Descendí mis manos por mi cuerpo hasta llegar a mi entrepierna, cuando roce mi clítoris con mis dedos deje escapar un gemido, Ricardo se sobresalto, pero siguió mirando, metí mis dedos lentamente en mi sexo, me estrujaba mis pechos y lamía mis pezones mientras frotaba mi coño, hundí mis dedos en el y Ricardo lo veía todo, eso era lo que más me excitaba”, Alexandra aprieta sus muslos, la excitación la alcanza a ella también. “Estuve así por unos instantes, me masturbaba como loca, frotaba mis senos, mi coño y mi hijo me miraba casi sin pestañear, yo gemía y me retorcía ahí mismo, apoye mis pechos en la pared y me incline un poco mostrándole mi coño me masturbe con más fuerza, en especial cuando vi su pene totalmente erecto, eso me derritió por completo, mis gemidos ya no los podía controlar, de hecho ni siquiera controlaba mi cuerpo, Ricardo tenia mi coño frente a sus ojos y observaba mis dedos hundidos en el”.
 

“En ese momento ya no pude más, me volví hacia Ricardo y lo bese, fue un beso ardiente y apasionado, le dije que cruzara su lengua con la mía y así lo hizo, fue un beso largo y lleno de pasión, tome sus manos y las lleve a mis pechos, le dije que los tocara, en realidad le dije que me tocara por donde quisiera, que yo era suya ahora y él así lo hizo, masajeo mis pechos, mis nalgas y froto mi coño, le enseñe como debía hacerlo, donde presionar y le pedí que besara mis pechos, que los chupara y lamiera como si se tratara de un helado, fue muy obediente, lamía mis pezones, me los chupaba, sentía su inexperta lengua sobre ellos, guié una mano hasta mi sexo y le dije que metiera sus dedos ahí, al principio lo vio como algo extraño, pero lo hizo. Ricardo se hinco en la tina y yo separe ampliamente mis piernas y apoye una en un borde, así él veía mi coño completamente expuesto”. Alexandra presiona fuertemente sus muslos bajo su falda, una enorme calentura la invade al escuchar el relato de su hermana.

 
“Tímidamente tocaba mi sexo, ya lo tenia mojado no solo por el agua, en un comienzo metió un dedo, pero igual me excito, le dije que lo metiera y sacara con fuerza, me dijo que sentía mi sexo envolviéndoselo luego metió otro más, me lo hacia con fuerza los sentía recorriéndome, yo gemía y gemía sin parar, me sobaba mis senos y sentía casi convulsiones por el placer, era el mejor sexo de mi vida hasta ese instante y mi hijo me lo daba. Como pude en medio de mis gemidos le dije que usara su boca, que me encantaba que usara su boca en mi, no necesite más y de pronto sentí su lengua paseándose por mi coño, me lo devoraba de una forma única, increíble, punteaba mi coño con su lengua, me chupaba mi sexo y mi clítoris, yo me retorcía, casi me caí al moverme tanto pero él no paraba, no me daba tregua, yo no quería que parara en todo caso, quería que siguiera, que me lo diera todo”. La respiración de ambas mujeres se vuelve entrecortada, están muy excitadas por todo esto, pero Mónica continua.
 
“Me tomo trabajo hacerlo detenerse un instante, pero le dije que sacara una caja detrás de un mueble, él me obedeció y saco una caja de plástico, me la entrego extrañado sin entender, la abrí y saque un consolador, uno rojo, el mismo que vio usando el otro día, lo chupe y lo lamí con ganas, él me miraba entre excitado y sorprendido, luego lo puse contra mi coño y me lo metí, Ricardo no sabia que hacer, entonces le dije que me follara con el, que me lo metiera de la forma en que uso sus dedos, Ricardo lo sujeto con ambas manos y lo empujo en mi sexo y después lo saco, al cabo de un instante lo hacia más rápido y más fuerte, me estremecía por completo, me metí un dedo en el culo y mi hijo me seguía follando con aquel consolador, fue increíble”.
 

La boca se le hace agua a Alexandra. “Fueron unos minutos que me parecieron una eternidad, me follaba sin parar y lo disfrutaba, disfrutaba hacerme gemir y darme placer, pero decidí que era hora que él lo hiciera directamente. Saque el consolador y le dije que se pusiera de pie frente a mi, tome su miembro, delgado y muy erecto, y lo lleve hasta mi coño, le dije que empujara con toda su fuerza y sentí como me penetraba, su rostro reflejaba el placer que sentía al hacérmelo, lo bese de nuevo y él me abrazo con fuerza para penetrarme mejor, le dije que arremetiera contra mi, que me lo hiciera rítmicamente igual como lo hacia con sus dedos y el juguete, pronto tomo el ritmo y me empezó a follar”.

 
“¿Cómo lo hizo?” pregunta Alexandra, “fue, maravilloso, si bien era su primera vez el solo hecho que mi hijo me follaba con pasión y que yo era su primera mujer, la que lo hacia hombre me excitaba, él me besaba, lamía mis pechos y se cargaba contra mi, sentía su joven miembro moverse en mi sexo, yo estaba totalmente entregada a Ricardo”. Alexandra entiende completamente lo que Mónica le dice.
 
“Me puse en cuatro dentro de la tina y él me sujetaba de las caderas, me follaba con fuerza, se empeñaba en seguir cogiendo aun si ya estaba algo cansado, me decía que yo era increíble, que me amaba y que no me dejaría nunca, sus palabras solo me excitaban más aun. Le dije que se pusiera de pie frente a mi, que si él me había hecho sexo oral yo le haría lo mismo, tome otro consolador y lo fije en el borde de la tina y me empale sobre el mismo, así mientras se la mamaba a Ricardo me seguía dando placer con un juguete, nunca antes me había sentido tan caliente hasta ese instante, Ricardo se deleitaba mientras con mi boca acariciaba su miembro, le tomaba sus testículos, lo chupaba y lo lamía, su sabor me enloquecía, pero a Ricardo le pedí algo más”.
 
Alexandra esta expectante al escuchar a su hermana, “le dije que me lo hiciera por el culo, Ricardo me miro muy sorprendido”, Alexandra casi no puede creer lo que oye. “Mi hijo rápidamente reacciono, yo me incline un poco y él veía el consolador bien metido en mi sexo, separe mis nalgas y le dije que me penetrara por ahí, se lo chupe bien para lubricarle su miembro, luego me lo empezó a meter, lo sentía abrirse paso, presionaba con fuerza hasta que lo recibir por completo, comencé a moverme sintiendo a ambos dentro de mi, aquel consolador en mi sexo y el miembro de mi hijo en el culo, él no paraba de decirme que mi culo era increíble y que me lo haría por ahí todo el tiempo, yo solo le pedía que continuara, que me follara sin detenerse, que me complaciera y que no me diera tregua, fue la mejor cogida de mi vida hasta ese instante”.
 
“Cuando él se corrió dentro de mi sentí una avalancha de sensaciones recorriendo mi cuerpo, él se quedo sentado y yo me acerque a él, se la chupe hasta que sentí el sabor de su semen en mi boca, juntos nos fuimos al dormitorio y nos tiramos en la cama, exhaustos. Ricardo me abrazaba y me decía que era la mejor mama del mundo, que me amaba y que me lo haría todos los días, yo solo le dije que me había hecho muy feliz y que descansara, se pego a mi y al cabo de unos instantes se durmió”. Alexandra luce desconcertada y muy excitada, “¿Cómo siguieron las cosas después?”.
 
“Me acosaba a cada momento, quería hacérmelo a cada instante, me tomo un tiempo pero conseguí controlarlo, enseñarle que hay momentos y momentos, pero fue increíble, y hasta ahora lo seguimos haciendo, ahora ya tiene 15 años y es un muchacho lleno de vigor, es más intenso ahora, pero igual es un placer enorme tener sexo con él, me conoce y sabe bien como prenderme”. Ambas se miran fijamente, Alexandra esta visiblemente excitada, el brillo de sus ojos la delata.
 
“Me serviré otra copa” le dice a su hermana, se pone de pie y trata de abrir una botella que esta en la mesa, pero le faltan fuerza, el relato de Mónica la dejo hirviendo, ahora más que nunca desearía que Javier estuviera aquí. Cuando consigue abrir la botella el pulso le tiembla, en ese momento Mónica la toma de las caderas apoya sus pechos en la espalda de su hermana y le da un sutil beso en el cuello, “estas caliente, igual yo, probemos algo nuevo entre nosotras” le dice de forma insinuante al oído, Alexandra cierra sus ojos y casi se derrite ante estas palabras y el beso que Mónica le da.
 
Mónica se vuelve insistente, la besa en el cuello y sube sus manos y presiona los pechos de Alexandra por encima del vestido, busca sus labios para besarla, pero su hermana opone algo de resistencia, “espera, espera, esto no es correcto”, Mónica la mira a los ojos, “¿y por que no es correcto?”, “somos hermanas”, la respuesta de Alexandra la hace reír, Mónica la toma del rostro, “yo soy madre soltera y tu a punto de divorciarte, ambas tenemos sexo con nuestros hijos, define que es correcto a estas alturas”, Alexandra no sabe que responderle y Mónica le sella los labios con los suyos.
 
Finalmente Alexandra cede y le devuelve el beso, las lenguas de ambas se entrecruzan, Alexandra abraza a su hermana y Mónica mete su pierna derecha entre las piernas de su hermana y le frota el coño con la rodilla. Sus pechos se rozan entre si, ellas continúan besándose y Mónica se muestra más activa, ella ya tiene experiencia con otras mujeres.
 
Alexandra se va dejando llevar por su hermana, los besos y las caricias de Mónica la hacen excitarse. De un solo tirón Mónica le abre el vestido y le aparta el sostén, le chupa los pezones y le pasa su lengua por los pechos, Alexandra carga a Mónica contra ellos y pronto siente una mano metiéndose entre sus muslos y frotando su entrepierna. Mónica empuja a su hermana sobre la mesa y le separa las piernas, Alexandra esta expectante, Mónica le sube el vestido y pronto siente la lengua de su hermana pasando por su sexo, Alexandra se retuerce sobre la mesa, Mónica pasa su lengua por sus tersos muslos y presiona sobre su coño, le aparta el calzón y desliza su lengua de arriba abajo haciendo gemir a su hermana, Mónica sigue haciéndole sexo oral a Alexandra la cual esta entregada a ella, la masturba con sus dedos y pasa sus pezones sobre el clítoris haciéndola gemir aun más.
 
Mónica desaparece un instante, pero antes que Alexandra pueda moverse demasiado ella regresa, “¡ahora te haré gritar!” le dice al oído, Mónica se desnuda por completo y pone a Alexandra de estomago sobre la mesa con su culo y su sexo bien a la vista. Ella mira a Mónica y la ve con un consolador atado a su cintura, “¿te gusta verdad?”. Antes que Alexandra reaccione Mónica la penetra, su hermana se estremece al sentir el miembro de látex hundiéndose en su coño, “solo relájate” le dice al oído. Ambas se besan mientras cogen, Mónica la penetra incansablemente y a Alexandra le gusta estar así, siendo follada de esa manera, Mónica le toma sus pechos y se los masajea mientras mueve sus caderas para coger a su hermana menor, hacia tiempo que no se follaba a otra mujer.
 
Sobre el sofá continua la acción, Alexandra esta desnuda y le hace una mamada al juguete de Mónica, lo chupa, lo lame y se lo pasa entre sus pechos, “Javier debe disfrutar de una mamada de esas”, pero Alexandra no responde, tiene su boca ocupada. Alexandra se empala de nuevo, se monta sobre su hermana dándole la espalda, sube y baja metiéndose el consolador en su sexo, los gemidos de ambas llenan el living, Mónica hace que su hermana se recueste sobre ella, le frota sus pechos e intercambian besos y lamidas, para Alexandra es su primera relación lesbica.
 
Sobre la alfombra se montan haciendo un 69, se devoran sus coños y usan hábilmente sus dedos la una sobre la otra. Alexandra le devuelve el favor a su hermana, ella recoge un consolador y lo usa en Mónica sin dudarlo, lo mueve dentro del coño, lo retuerce, lo agita y Mónica gime y se queja, le gusta que se lo haga así, todo acompañado de una activa lengua que se pasea por los labios de la vagina y sobre el clítoris, se meten los dedos en el culo, no dejan agujero que no se penetran con sus dedos, con sus lenguas o con algún juguete, en medio de sus gemidos Alexandra dice que le gustaría que Javier las viera así, Mónica también cree lo mismo, con Ricardo de observador.
 
Mónica y Alexandra cruzan sus piernas entre ellas y hacen tocarse sus coños entre si, entonces Mónica sujeta las piernas de su hermana y presiona sobre ella, a Alexandra le toma instante tomar el ritmo y hace lo mismo. El roce de sus sexos las hace delirar, sus gemidos son más fuertes que nunca y se dan con todo sobre la alfombra. Las sensaciones entre ambas son irresistibles al entrar en contacto partes tan sensibles entre si, Alexandra se ve totalmente rebasada por ellas, su respiración se hace entre cortada y el placer le provoca toda clase espasmos, ella ya no da más al igual que Mónica y solo se detienen cuando un profundo orgasmo las invade.
 

Ambas se miran las caras, “vez que no había nada de malo” le dice Mónica, Alexandra se ríe, “lo mejor que me pudo haber pasado fue venir a vivir a contigo”. Dejando todo botado en el living se van al dormitorio de Mónica, donde se pasan el resto de la noche conociéndose mejor.

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