
I. Año 1368 La Luna no era más que una pálida y delgada línea en un cielo negro atiborrado de estrellas. La brisa era fría, pero aquello no aminoró el espíritu de los miles de jinetes que se agolpaban al frente de la capital del reino de Xin, expectantes a la orden de entrar y asaltar el castillo del emperador. Levantaban la mirada y veían, más allá de las altas murallas que protegían la ciudad, cómo grandes volutas de humo ascendían por el aire para dibujar figuras informes en el cielo ennegrecido. El último bastión del viejo imperio, Ciudad del […]