
Llevaba en el País poco más de diez y las cosas hasta entonces no me habían ido demasiado mal, tenía una habitación en una especie de casa comunal, un colchón donde dormir con mi entonces pareja y en el que todas las noches tenía que soportarlo, y hasta había conseguido un pequeño trabajito que nos permitía comer todos los días, si bien es verdad que mi pareja no aportaba nada más que palabras y seguía buscando su primer trabajo. Aquella situación tenía que romper por algún sitio, no era plan continuar en un país desconocido, sin conocer a nadie más que a un médico joven y guapísimo del que me quedé prendada nada más verle avanzar hacia mí en el vestíbulo de un hospital público.
Nunca antes había ido a un autocine, un estupendo invento como pude comprobar enseguida, entramos con el coche, nos pasamos al asiento de atrás y a partir de ahí no me enteré ni de que película exhibían; primero fue la camisa, después fueron falda y braga antes de desnudarse él y de que se me pasase el temor que nos descubriesen, aunque me dijo que en todos los coches estaban haciendo lo mismo. Su coche era un todo terreno con bastante anchos asientos traseros sobre los que me acostó para ponerse encima, para elevarme al cielo cuando me metió su verga, después de haberme lamido por todos los lados, como por todos los lados me hizo el amor y que yo le apremiase para que se corriera en mi interior, si bien luego me preguntó que tipo de protección estaba usando, y al responderle que ninguna, se enfadó realmente conmigo, llamándome de irresponsable para arriba y también fue la razón de llevarme a su casa y hacerme tomar “la píldora del día después”; y la de antes, porque ya que en su casa no había nadie follamos como conejos y sin parar durante toda la noche. Por la mañana tenía que volver al hospital, pero no sin antes echar el primer polvo del día y quedar para comer juntos en el comedor de su trabajo.
Cuando nos encontramos se produjo una especie explosión interna en cada uno de nosotros, es verdad que me había puesto una especie de pareo-vestido de color rosa que me dejaba toda la espalda al aire y el simple roce de aquella tela sobre mi pecho producía un efecto devastador, mis pezones se marcaban enormemente bajo la tela. Me llevó a su despacho para, nada más cerrar la puerta tras nosotros, cogerme entre sus brazos, darme un verdadero beso de tornillo con su lengua enlazada con la mía y apartar con sus manos la tela del pareo para tomar mis tetas. Era un riesgo tremendo porque alguien podía entrar de improviso y sorprendernos, pero allí mismo hicimos el amor, sentado él en su silla y yo sobre sus piernas y botando sobre su polla metida en mi vagina. Después todo aquello se convirtió en rutina, todos los días iba a buscarle, todos los días hacíamos el amor allí, para volver a repetirlo en su casa, su coche, una disco o en cualquier sitio, hasta en el coche aparcado en una calle oscura. Por cierto que en una de ellas tuvimos un incidente imprevisto; estábamos haciendo el amor dentro del coche cuando nos deslumbraron los faros de otro que llegaba y se paraba tras nosotros. A toda prisa recompusimos nuestra ropa, era una patrulla de policía que, a golpe de linterna nos pidió identificarnos una vez hecho, seguirles hasta su comisaría. Por supuesto era ilegal el detenernos, cuando lo que realmente sucedía es que, un par de calles mas adelante, pararon su coche, se bajaron y vinieron hacia nosotros para, con todo descaro, pedirnos dinero que pagamos, mejor era eso que meternos en un lío con policías, así que la noche terminó follando de nuevo dentro del coche y riendo al mismo tiempo como locos.
La consecuencia de aquel viaje fue un embarazo y un aborto que me practicó una de sus hermanas.
En aquella época y paseando sola cerca de su casa, se me acercó un tipo joven, el típico guaperas, que comenzó a darme coba comenzando por decirme era muy amigo de mi medico. Pocos días después y haciendo Stop en una carretera cerca de un pueblo típico de la montaña, un coche se paró ante mi y, lo que son las casualidades, era el mismo personaje que volvía con su mujer embarazadísima. Eran simpáticos y durante el viaje les conté un poco de mis aventuras; juntos me ofrecieron ocupar una casa que tenían en la misma plaza donde vivía mi medico, con la condición de cuidar de ella. Como la propuesta me la hicieron juntos, no tuve problema en aceptarla y, a partir de entonces salía de una casa para meterme en la otra casi pegada, aunque como el mediquito lindo era un verdadero Don Juan, algunas veces me encontraba la plaza de su cama ya ocupada por alguna enfermera o cualquiera de sus muchas amigas, aparte de que, al continuar teniendo como pareja oficial al mismo acompañante con el que hice el viaje, casi todas las noches tenía que terminarlas en la cama con él, de modo que mi vida sexual era mas que copiosa, entre uno y otro no había un solo día en que no saliese por menos de dos o tres coitos. Por cierto que pocas semanas mas tarde tuve retraso con la bajada de la regla, y esta vez me auto-convencí de que lo quería, por lo que durante varias noches seguidas tuve que follar con mi pareja de entonces para que él pensase que el bebé era suyo, sin dejar por ello de follar varias veces al día con mi medico. Lo malo fue que tanto va el cántaro a la fuente, como dicen, que follar demasiadas veces cada día, esa actividad ocupaba el 80% de mi tiempo y no exagero nada, me provocó un descolgamiénto del feto y lo perdí. Como consecuencia de aquella crisis me sentí un tanto abandonada por él aunque la posibilidad de ser padre nunca le había entusiasmado; sencillamente inicié una nueva etapa que comenzó haciendo stop en una calle de la ciudad y el primer coche que se detuvo fue el de un joven francés, huido de Chile por el golpe de Pinocho. Charlamos, me llevó hasta mi casa y quedamos en encontrarnos por la tarde en la puerta de mi casa para ir a bailar en una discoteca. No tenía nada pensado, pero cuando llegó a buscarme, vio aparecer una mujer provocativa, deslumbrante y sencilla al mismo tiempo, maquillados los ojos, un simple toque de lápiz de labios y sin mas adornos que una minifalda y una camisa blanca de lino, que permitía ver a través la forma y tamaño de mis pechos. Como suponía se mostró encantado de verme vestida de tal modo, no fue a una discoteca donde me llevó, sino a un exclusivo club privado donde se repitió el saludo inicial, un beso, pero esta vez en la boca, y continuó con su lengua jugando con la mía; nos sentamos y yo lo hice directamente sobre sus piernas por lo cual no tardé en sentir la dureza de su erección bajo sus pantalones. Se iniciaron las caricias bajo mi camisa, aunque no tardaron mucho en desabrocharla para jugar con mis pechos y pezones que enseguida respondieron erectándose. Sabía besar, no había duda, sus besos y caricias me estaban excitando, y cuando me propuso ir a una de las habitaciones le acompañe encantada. El ambiente era agradable y de buen gusto, se veía que los socios del Club eran gente bien, y el desarrollo de la noche estuvo en consonancia con las expectativas, hicimos el amor con verdaderas ganas, su piel era suave y él adoptó toda una amplia gama de recursos, desde lo mas suave hasta lo mas violento, me gustaba y aquella noche conocí cosas del sexo que ni siquiera imaginaba, tanto es así que cuando me propuso bajar al yakuzzi, donde podría haber otras personas, no me opuse, lo tomé como la cosa mas normal del mundo, Ya no solo me embestía, sino que pegaba y separaba su cadera de mi con violencia, sus tetas empapadas rebotaban con cada arremetida, sin dejar de subir la velocidad, buscando ritmos cómodos que pudiera mantener durante unos minutos, cuando me cansaba bajaba la velocidad pero no cesaba en el movimiento, y retomaba con violencia, noté que Eli vibrara todo el tiempo, ya no gritaba, solo aguantaba como una pared los martillazos que le daba, en silencio, soltando algún gemido entre respiraciones, noté en repetidas ocasiones como su cuerpo se tensaba y debía de correrse, entre el agua y mi fuerza no lo percibía. La llevé a un orgasmo tras otro, durante mas de 15 minutos no paré y eso me llevó a correrme de forma brutal en su interior, descendiendo el ritmo hasta que paré del todo. . Envueltos en las batas bajamos a un enorme piscina burbujeante, en la que, como me había anunciado, había tres o cuatro personas en el agua, en la que penetré totalmente desnuda y participé encantada en todos los juegos y posturas que me fue indicando. Salvo una vez con el medico y en circunstancias especiales, nunca había tenido relaciones sexuales en publico, y sin embargo allí estaba yo follando en una piscina con alguien que acababa de conocer y con un corro de espectadores que se nos iban acercando. Tampoco puse reparos cuando el primero de ellos se pegó a mi espalda y sentí su cuerpo desnudo contra el mío, tampoco cuando mi pareja sacó su verga de mi vagina para dejar su puesto a otro de los intrusos, o cuando después de varias corridas en mi interior, me tomaron en brazos entre varios de ello para ofrecerme, piernas abiertas y en la superficie del agua a la verga tiesa de mi acompañante, como muda ofrenda de mis folladores y su agradecimiento al haberme cedido a ellos.
Tras varias semanas de reflexión me lancé a conocer gente, importantes, por supuesto, y para ello me vestí con mis mejores galas, un vestido de noche de gasa enteramente transparente, hecho para seducir con ropa interior, aunque tan solo me puse una escueta tanga negra, los ojos muy pintados y tacones de 9cm a pesar de saber de antemano que al final de la noche tendría los pies destrozados. Pedí un taxi que me llevó a un restaurante selecto que estaba de moda. Sabía de antemano que tendría dificultades para que el Maitre me otorgara una mesa, pero contaba para ellos con la colaboración de los caballeros que ocupaban mesas sin mujeres; no tardó en suceder, mientras hablaba con el Maitre, uno de los caballeros que ocupaban una mesa de cinco, se acercó para presentarse e invitarme a compartir su mesa. Se presentó como Almirante X e hizo bastante alarde de su jerarquía. Dos Generales, un Almirante, un diplomático extranjero y otro civil, alto cargo de un Ministerio; esa era la composición de la mesa a la que me habían invitado y a la que me senté con la mejor de mis sonrisas, correspondiendo así a la lluvia de piropos con los que me recibieron. Me explicaron que estaban celebrando la firma de un importante contrato, y que mejor forma para hacerlo que compartir su mesa con una bella y elegante extranjera. En mi fuero interior sabía perfectamente que mi vestido, tal como lo llevaba, no era precisamente muy elegante, jamás lo es un vestido que permite ver todo mi cuerpo casi completamente desnudo, pero eso era precisamente lo que les atraía y ninguna otra ropa hubiera estado tan bien elegida. La cena fue muy buena y abundantemente regada con vinos y Champagnes, licores con los postres aunque ya me habían hecho saber que su postre preferido hubiera sido yo servida allí en bandeja, pero los clientes ajenos a nuestro grupo se hubieran sentido muy hipócritamente ofendidos si los camareros hubieran aparecido con una bandeja y yo sobre ella. Estaban todos, será mas acertado decir que estábamos los seis bastante achispados cuando me invitaron a un club privado del cual todos eran socios, todos salvo el diplomático extranjero, y en el cual se entraba utilizando la llave que cada uno tenía, llave que además daba nombre al club, The Key. La salida del restaurante fue un tanto caótica, cada uno de ellos quería llevarme en su coche, pero yo le di preferencia al Almirante, él había sido el que primero me había invitado. Por supuesto que el coche estaba conducido por un marino con guantes blancos y uniforme con cordones dorados, muy serio en su papel, lo cual no impidió que el Almirante se tomase conmigo algunas libertades, besarme y abrazarme, deslizar el amplio escote de mi vestido para tocar mis tetas, y no hubo mas porque el club estaba verdaderamente a poca distancia de restaurante donde habíamos cenado, aparte de que su mano izquierda estaba ocupada con mis tetas, y la derecha escursionando entre mis muslos. Llegamos al club muy formalitos y enseguida se reunieron los cinco del grupo, me enseñaron las instalaciones de las que se sentían muy orgullosos, y al fin nos aposentamos en un salón decorado con gusto y en cuya mesa central había ya una buena provisión de bebidas. El primero en invitarme a bailar fue uno de los Generales, lo hizo en plan guerrero desplegando toda su estrategia de conquista, tan apretado que podía sentir todo su cuerpo contra el mío y con sus manos recorriendo mis nalgas al través del vestido, el segundo, su colega en rango, ya fue un poco mas osado, además de sobarme, dejó una de sus manos en avanzada sobre mi pecho y hasta llegó a bajar el escote para verlo y acariciarlo. El tercero en la fila era el civil, el mas joven del grupo, descarado y prepotente, hizo lo mismo que el anterior pero con mucho mas descaro, me subía el vestido por detrás para que todos pudieran ver mis nalgas y mi tanga, con lo que consiguió que se oyese unos cuantos bufidos de los espectadores. El Diplomático no lo fue en su caso, tenía en sus brazos una mujer deseable, con un vestido subido hasta casi la cintura y un trasero casi enteramente desnudo que amasaba con sus manos, fue el primero que me besó en la boca y me bajó el vestido hasta la cintura, pero el baile terminó ahí, era el turno del Almirante. Aunque todos querían llevarme a la cama, tácitamente admitían que este sería el mas favorecido de la noche; antes de iniciar el baile con él quise recomponer el estado de mi vestido, pero las voces de todos ellos me pedían que hicieran justamente lo contrario; accedí y sus ruegos y dejé caer al suelo mi vestido, la tanga me la quitó él solemnemente, y fueron sus manos las primeras que acariciaron mi sexo, el baile fue ajeno totalmente a la música que sonaba por los altavoces, un tío en mangas de camisa y pantalones, con una mujer totalmente desnuda entre sus brazos, en realidad lo estaba entre sus brazos y los de los otros, porque allí se rompió el consenso y todos pretendían follarme los primeros. Llegamos a un acuerdo y para ponerlo en practica pasamos a una sala mas grande en cuyo centro había un jakuzzi en el cual nos metimos los seis desnudos; aquello era una autentico desmadre, así es que fui yo la que tomé el control de las operaciones. Les formé contra las paredes del jakuzzi y les pasé revista deteniéndome en cada uno de ellos, todas sus armas estaban bien derechas, una tras otra las metí en mi vaina, uno tras otro le rodeé su cintura con mis piernas, dejándome caer sobre cada una de sus vergas y cuya munición descargaron dentro de mi. Ahora venía el asedio, sentados todos sobre el borde del yakuzzi y con las piernas abiertas, les fui atacando uno a uno con mi boca sobre sus vergas, todos se defendieron heroicamente pero terminaron rindiendo sus armas cuando se terminaron sus municiones.
De allí salí un año y medio después, siendo la única dueña de una selecta tienda de moda para mujer, un taller de confección, un club de noche para caballeros, un ático precioso y una solida cuenta corriente en divisas, en uno de los principales bancos. Todo ello gracias a la amistad de nuestro exclusivo Club de los Cinco y, como no, lo que puede el sexo.
El Club de los Cinco
Desde el día que nos conocimos, así los denominé interiormente, si bien con la partida del diplomático extranjero el grupo se vio reducido a cuatro. Como quiera que nada se rompió al pasar a ser la pareja semi oficial del Almirante, unos meses mas tarde se concretó secretamente el grupo de los cinco y yo pasé por elección unánime a ser el quinto elemento de pleno derecho, amigos íntimos capaces de hacer todo lo que fuera necesario para ayudar a cualquier miembro del grupo que tuviera alguna necesidad. Meses después me llamó por teléfono Omar, al alto funcionario del Estado, quería hablar conmigo secretamente y eso bastó para que nos encontrásemos tomando toda clase de precauciones, de noche, en el segundo sótano de un centro comercial desierto a aquellas horas. Un potente grupo de presión había falsificado las conclusiones de un proyecto realizado por Omar y su gente; lo habían presentado al directorio financiero y desviado 500 millones de dólares norteamericanos. Había que impedir el cierre de la operación, impedir la fuga del dinero y desenmascarar al político gubernamental que había montado toda la trama, aparte de evitar que la reputación y el buen nombre de nuestro amigo quedase en entredicho.
Después de haberme explicado todo el asunto y sabiendo de su gran inquietud, le sugerí nos encontráramos, por casualidad, en el Club The Key, a donde llegamos en distintos coches una hora mas tarde, con algunos apuros el tiempo justo para cambiar a un atuendo mas acorde con el Club. Nos saludamos con un efusivo abrazo al encontrarnos, tal como hubiéramos hecho si lleváramos semanas sin vernos, y como había que evitar las suspicacias pasamos a una pequeña sala de baile en la que tan solo había luces tenues. Mi vestimenta se componía de una larga falda negra, de seda muy tenue, y una chaqueta de la misma tela y con solo dos botones como cierre. Entramos en la pista y aunque no había nadie mas en ella, nos pegamos con un tórrido beso mientras sus manos desabrochaban completamente mi chaqueta para apoderarse de mis pechos e iniciar una larga sesión de besos y caricias que terminaron sobre la cama en una de las habitaciones, la reservada para el Club de los Cinco.
Apenas nos habíamos vestidos cuando nos avisaron de la entrada de nuestro enemigo, con su corte de amiguetes celebrando, de forma anticipada, los millones que se pensaban embolsar al día siguiente. Había que utilizar la oportunidad, estando en grupo sería menos suspicaz, aparte de que no dejaría pasar la ocasión de lucirse como conquistador ante sus amigos.
Retoqué mi maquillaje, desabroché uno de los botones de la chaqueta, y cogida al brazo de Omar nos presentamos en el salón principal, donde se encontraba el individuo aquel. Al vernos se acercó hipócritamente a saludarnos y como atraídos por un iman, sus ojos se quedaron clavados en mi escote, en mis tetas porque al haber dejado abierto uno de los botones la chaqueta se abría casi por entero y mi pecho era mas que visible. Se dio cuenta de que me había percatado de la dirección en que miraban sus ojos, se puso rojo pero yo le sonreí para indicarle que no solo no me molestaba su mirada, sino que me sentía halagada por ella y para demostrárselo y sin que Omar se diera por enterado, abrí la chaqueta por completo y solo unos segundos, lo justo para que se diera cuenta que lo estaba haciendo solo para él.
Casi nos arrastró a su mesa como invitados, para él era el placer supremo, tener a su mesa a la persona que pensaba hundir en el descrédito y además, llevarse a la cama a la mujer que llevaba al brazo, así que se sentó a mi lado, del lado en que mas se abría mi chaqueta y ver como a cada uno de mis movimientos mis pechos salían a tomar el aire. Para hablar con Omar, sentado a mi derecha, apoyó su mano sobre mi muslo como si no se hubiera dado cuenta, hizo lo mismo al momento siguiente pero un poco mas arriba y dejándola apoyada por mas tiempo, así es que estaba reaccionando como yo esperaba y era el momento de avanzar. A mi señal Omar se levantó para ir al baño, yo a mi vez puse mi mano sobre la suya, una simple presión que entendió como luz verde para que siguiera avanzando y mientras lo hacía y llegaba hasta el borde de mi tanga, yo abría el segundo botón de la chaqueta y las ofrecía a sus ojos y a sus manos que , a toda prisa se apoderaron de ellas, todo ello ante los ojos de su corte. Omar ya regresaba y abroché de nuevo mi chaqueta y adoptando una postura recatada lo que aumentó la rechifla hacia Omar de sus compinches y que él soportó estoicamente. Un rato después y consumida toda una botella de Champagne mas, empecé a simular que me hacía bastante mas efecto del real y me apoyé claramente sobre el tipo aquel, sin reaccionar cuando desabrochó totalmente mi chaqueta y comenzó a apretar y acariciar mis tetas con sus manos; volví la cara hacia él que aprovechó para estamparme un beso en plena boca mientras tiraba de mi hasta tumbarme sobre sus piernas y avanzar con una de sus manos hasta meterla debajo de mi tanga y sobre mi sexo.
En el Club The Key todo era posible, pero él prefirió llevarme hasta una de las habitaciones donde me desnudó y trató de acostarme sobre la cama. Le pedí que antes fuéramos al jakuzzi donde los preliminares podrían ser mas divertidos, así, los dos desnudos y aparentando tambalearme por la bebida, entramos en el agua en la que al momento aparecieron varios de sus esbirros. Les ignoré centrándome sobre nuestro enemigo, aunque abrazándome por la espalda me hizo pegarme a cada uno de ellos, así cada uno de ellos hizo lo que quería, apretarme las tetas, abrir los labios de mi vulva, meter sus pollas en mi y correrse dentro, después me sujetaron varios de ellos mientras uno por uno iban metiendo y sacando sus pollas en mi boca y cuando se cansaron, o cuando su líder se lo indicó, me hicieron inclinar hacia adelante mientras él hacía presión con su verga sobre mi culo y me la metía hasta todo lo dentro que podía y así acabó en el Club The Key, la continuación fue en su casa, como yo pensaba. En la semana que allí permanecí averigüé la combinación de su caja fuerte, conseguí pruebas fotográficas de todos sus manejos, y cuando avisados por mi aparecieron en la puerta los miembros restantes de el Club de los Cinco, acompañados de la escolta Presidencial en pleno y a cuya cabeza estaba el mismo Presidente, el personajillo imitador de Machiavello vió como el cielo se le caía encima, sobre todo cuando yo misma abrí su caja fuerte, saqué los documentos y los puse en las manos del Presidente.
A él se lo llevaron preso, sin juicio a una mazmorra en lugar desconocido, a mi el agradecimiento no oficial del Estado, un par de millones de dólares más en mi cuenta y la fiesta interna en el Club de los Cinco, con el abrazo de Omar como final.
Nelson, General de la Guardia Nacional y candidato in-pectore a ser Ministro de Defensa, tan solo le faltan un par de apoyos de diputados de la Asamblea, uno de ellos un puritano y reaccionario personaje, el otro era la voz de su amo del primero, el encargado de los trabajos sucios. Me pide ayuda para quitarle de en medio los obstáculos y, por supuesto las explicaciones me las dio en la cama. Hay que recordar que en el Club de los Cinco era norma que me acostase con quien quisiera de los cuatro miembros masculinos, pero como nunca he sido idiota, ahora ya no era la pareja de ninguno de ellos pero si hubiera sido de uno en vez libre y de todos, se hubieran generado conflictos de muy difícil solución, todos estábamos unidos y era yo el elemento aglutinante.
Tres días después alguien me llevó ropa, una bata vestido, una braga y unas chanclas para los pies. Me ordenaron vestirme y de esa guisa me llevaron ante un juez que, al conocer los informes no halló motivo para mi detención y ordenó mi puesta en libertad inmediata y que se me alojase por cuenta del Estado mientras se arreglaba mi documentación.
Pasé allí una semana hasta que solicité audiencia con el Parlamentario puritano y le expliqué los hechos y señalando a Nelson como uno de los violadores. Al escuchar aquello se le pusieron tiesas hasta las orejas, para él era la oportunidad soñada aunque para hacerlo público tuviera que moverse con pies de plomo. Mientras verificaba mi versión hizo que me llevasen a una casa segura y permaneciese en ella sin contacto ninguno con el exterior, aunque mis carceleros, un matrimonio cincuentón, me mantenía al tanto de lo que ocurría en el mundo y me atendían con amabilidad. Todos los días me ponía la misma bata-vestido, sin sostén y a la mujer le dije que me estaba muy prieto el que me habían dado, en previsión de que en cualquier momento, como así fue, se presentaría el Parlamentario para hablar conmigo, y así estábamos sentados frente a frente, ofreciéndome visa para poder estar libremente en el país, una cantidad modesta de dinero que me permitiera vivir mientras encontraba trabajo, y hasta su ayuda personal para ello. Todo para que yo mantuviese mi postura durante todo el proceso mediático que él y los suyos estaban preparando para hundir a Nelson. Continuando en mi papel de lerda y desdichada fui muy despacio perdiendo la compostura en mi actitud, le pedí un cigarrillo que él me ofreció sin levantarse, me incliné para cogerlo y al hacerlo y sin que se percatase desbroché uno de los botones de la bata que al darme fuego, siempre sin levantarse, le permitió ver perfectamente que debajo de la bata no había nada mas que mi cuerpo desnudo. Se puso rojo y se irguió como si le hubiera atacado, le costó un poco recuperar la compostura, y yo seguí mirándole como si no me hubiera dado cuenta de nada. En cierto momento me removí en mi asiento, como si me estuviera agobiando con su presión verbal, en el movimiento mis piernas se abrieron permitiéndole ver mis muslos hasta la braga, mostrándome cada vez mas asustada por el proceso de que me estaba hablando. El trataba de darme confianza, que todo lo dejase en sus manos, que se ocuparía de mi, y yo seguía con mi papel de mujer atemorizada y poseedora de un gran y peligroso secreto. Se acercó como para inspirarme confianza, y yo profundicé el escote de la bata, estaba parado junto a mi asiento y no miraba mi cabeza, miraba claramente, fijamente mis tetas, y cuando posó una de sus manos sobre mi hombro, me apoyé mas contra ella dejándome reclinar contra sus piernas. Se hizo un silencio aunque su respiración se hacía mas sonora por momentos, su mano se deslizaba lentamente sobre mi piel, estaba llegando hasta mi pecho, y cuando levanté mis ojos y le miré fijamente a los suyos, se rompió y asió con fuerza una de mis tetas y bajó su cabeza para besarme en la boca, me hizo levantar arrancando la bata, después la braga y él mismo y sin soltarme se quitaba toda su ropa, se sentó en el sofá y me hizo sentar sobre sus piernas, su polla tiesa estaba en las puertas de mi vagina, con lo que le bastó una leve presión para metérmela todo lo que daba, estaba a punto de correrse y lo hizo dentro, ya no podía contenerse y como había grabado todas las secuencias, estaba completamente en mis manos y en las del Club de los Cinco.
Nicolas, Major General, por supuesto miembro del Club de los Cinco. La verdad es que desnudo a mi lado no parecía tan impresionante, aunque era muy bueno en la cama, como me acababa de demostrar una vez mas, pero tampoco su problema era de vital importancia ni había millones en juego. Era mas simple, un vividor de muy buena familia había conquistado a su hija y estaba en camino de hacerla un caso irrecuperable. Para Nicolas hubiera sido fácil hacer desaparecer al corruptor, pero eso era algo que no haría nunca, por principios, el abuso de poder no entraba en su vocabulario ni en su cabeza, había que conseguir sacarla de su trampa de la forma mas limpia posible y sin que su hija reaccionase de forma negativa. Era un buen lío aunque fuese hasta divertido algo tan fácil.
Por supuesto el video grabado fue filtrado a los Medios y a las Redes Sociales, sin mi cara para no ser identificada, pero la suya muy clara y a la vista. Otra misión cumplida para el Club de los Cinco aunque aquella no había terminado, los cuatro hombres querían tenerme como aparecí en el video, y la fiesta fue de las que no se olvidan, estuve cinco días en una clínica privada, haciendo una cura de sueño para reponerme del cansancio.
Te echaba de menos, mi conciencia, tu habitual calificativo de “horrible” hace que pueda vivir con los pies en el suelo. Gracias y besitos