Corría el año setecientos veintitantos. España estaba bajo dominio árabe, aunque en el norte, al pie de los Pirineos, era algo que parecía muy lejano. La zona fronteriza entre el dominio árabe y los pequeños condados de los pequeños valles de la vertiente sur, apoyados por el Rey de Francia para mantener a raya a los musulmanes, se entretenían en pequeñas escaramuzas. Ahora atacaban los cristianos porque faltaba comida en sus valles, luego atacaban los árabes en represalia y para conseguir mujeres.

Don Teodomiro era uno de esos condes que, a sus 50 años. había heredado el título a la muerte de su padre, justo en el ataque a su castillo por los árabes, dos meses atrás. El pudo escapar montado en una mula junto con sus armas, y desde entonces, recorría la frontera buscando mujeres prisioneras o esclavizadas para liberarlas y así poder casarse con alguna heredera de otro condado con el fin de poder liberar sus tierras y su castillo.

Su padre, hombre severo y dictador, además de algo ido de cabeza en los últimos años, le tenía prohibido el sexo a todos los soldados, incluido su hijo, hasta que tuviesen una esposa, ya que el sexo restaba fuerzas y arrojo en la lucha, según decía y necesitaba de hombres valientes y preparados para la lucha. Aquél o aquella que transgredían sus normas eran severamente castigados y azotados en la plaza de armas del castillo, delante de los demás, por eso, casi todo el mundo en aquel lugar se mantenía célibe.

Teodomiro tuvo dos experiencias sexuales, una a los 22 años con una jovencita de 15 que vino del campo y a la que consiguió engañar con unas monedas para llevarla a los establos, donde los encontró el padre de ella, en el momento en que, con los calzones en los tobillos, la muchacha arrodillada a sus pies, con los pechos fuera del vestido y el pene en su boca, estaba a punto de descargarse, y los emprendió a fustazos hasta que consiguió subirse los calzones y salir corriendo.

La segunda fue con una de las criadas del castillo, mujer de espíritu ligero, que también accedió, convencida por unas monedas. Mientras él lamía los pechos y chupaba los pezones, ella acariciaba su bulto sobre el jubón, también fue interrumpida por el grito del vigía anunciando el ataque morisco.

Esta historia comienza con el conde sentado en el suelo, con la espalda apoyada en un árbol de un pequeño bosquecillo junto a un río, donde se encontraba don Teodomiro con los calzones bajados, y recorriendo su polla con suaves movimientos arriba y abajo, mientras veía a las mozas del pueblo cercano lavar la ropa, algunas metidas en el agua con las faldas remangadas hasta los muslos, mientras hacían chistes y reían y otras lavando en la orilla, también con las faldas tan subidas y enseñando sus hermosas y bien torneadas piernas.

Su vista iba de unas a otras, mientras su mano subía y bajaba despacio, disfrutando del momento. Iba de las piernas de las del río a las de las lavanderas de la orilla, pasando por las transparencias de los pechos que se adivinaban en la distancia en las lavanderas del otro lado del río, cuyas camisas se encontraban empapadas de agua y marcaban sus oscuras areolas sobre la tela, mientras recordaba las sensaciones de sus fallidas relaciones amorosas, sobre todo, los momentos de la maravillosa felación de la joven, sin olvidar los turgentes pechos de la moza.

En esto estaba, cuando sopló una volada de aire más fuerte que las demás, coincidiendo con el movimiento hacia delante de una de las lavanderas arrodilladas en la orilla, con la consecuencia de que le levanto las faldas hasta los riñones, enseñando culo y la abundante mata de pelo que cubría su coño, pues no se estilaba la ropa interior entre los campesinos, hasta que se la bajo entre las bromas de las demás y las risas de todas.

Pero para Don Teodomiro, esto fue demasiado. A pesar de que intentaba alargar su placer lo más posible, esta imagen aceleró su orgasmo, lanzando tres potentes chorros de esperma a buena distancia y manando una buena cantidad que mojó su mano en sus últimas presiones.

Después de un largo minuto de recuperación y con la polla aún dura tanto por las imágenes que seguía viendo como por su gran tiempo de abstinencia, cuando iba a volver a acariciarse, un leve olor llegó a sus fosas nasales: Alguien estaba asando algo.

Su hambre de varios días alimentándose con frutos del camino y algunas raíces pudieron más que sus ganas de sexo. Trepando al árbol sobre el que se apoyaba, alcanzó a ver una débil columna de humo que ascendía entre los árboles, con precaución y curiosidad, se acercó escondiéndose hasta que pudo observar que se trababa de un comerciante árabe, que viajaba solo, y que, sentado en un tronco, estaba comiendo un trozo de la pata de una liebre que se asaba lentamente en el fuego.

Por una vez, consiguió acercarse por detrás sin hacer ruido, y colocando su daga en el cuello, a la altura de la yugular, dijo.

-Si te mueves o gritas, eres hombre muerto.

Durante unos segundos, nadie se movió, solamente se oyó el crepitar de las llamas. De repente, un tremendo ruido como de trueno, pero de origen anal, sonó en el ambiente, mientras un fuerte olor comenzó a extenderse en la zona.

Don Teodomiro, sonriendo, retiró de la mano del hombre la pata de la liebre y se puso a devorarla con ansia. Luego lo hizo tumbar en el suelo, le quitó el cordón de sus calzones y ató sus manos él. Seguidamente continuó con la liebre hasta comerse la mitad.

Saciado su hambre, recorrió con su vista el campamento observando que el comerciante era hombre adinerado. El magnífico caballo blanco atado cerca, la preciosa silla de montar, con borrén delantero y trasero, una espada con la empuñadura bellamente decorada sin ser perjudicial para su manejo, sus ropajes bajo un andrajoso guardapolvo y los cuatro burros con su carga de mercancía al lado, etc. Le dieron la idea primero de cambiar el mulo con el que había salido del castillo por ese hermoso caballo y aligerarle de peso quitándole la bolsa para mejorar su inexistente economía. Así que eso hizo, le dejó un cuarto de la liebre, algunas monedas, colocó la silla y sus armas en el caballo y, tras soltar al hombre, salió al galope del lugar.

Dos días después, incómodo sobre el caballo, pues estaba empalmado y no podía ir meneándosela porque los borrenes (una tabla situada delante y otra detrás, forrada de material embellecedor o no, que ayuda a la sujeción del jinete en la silla.) le impedían manipularla a gusto, escuchó sonido de lucha de espadas y ladridos de perro, aproximándose con precaución.

Justo al volver una curva del camino, vio a un joven que luchaba espada con espada contra un hombre corpulento, mientras un perro ladraba y atacaba mordiendo al hombre.

Al ver las posibilidades de superioridad, su innata valentía le hizo lanzarse al galope hacia ellos al grito:

-¡Por Cristo muerto en la cruz, que os envío al infierno ahora mismo!

El hombre atacante, viendo que se lo que se le venía encima y que ya el muchacho había resultado difícil de vencer, incluso ya temía por su vida, salió corriendo, dejando abandonado su caballo y pertenencias.

-Gracias por su ayuda, caballero. –Dijo el muchacho cuando el D. Teodomiro llegó a su lado.- No se si yo hubiese podido con él.

-No hay de qué muchacho. Creo que no merece la pena que lo siga. Ha dejado todo aquí y ahora no es peligroso.

-A quién debo agradecer mi salvación, señor. Veo que sois caballero, vuestra cota de malla y armas lo indican, pero ¿Cuál es vuestro nombre?

-Soy el conde Don Teodomiro de Anjou. Descendiente directo de Ardó, último rey visigodo. ¿Y quién eres tú?

-Mi nombre es Valentín, y recorro los pueblos en busca de trabajo con mi perro sultán.

-He visto que luchas bien. ¿Dónde has aprendido?

-Mi padre fue soldado, y desde muy pequeño me enseñó su manejo.

-¿Qué edad tienes?

-22 años, mi señor

-Puedes venir conmigo como escudero, si lo deseas. Así estarás protegido por mi. –Le ofreció el caballero.

-Gracias señor, será para mi un honor, pero no tengo montura para poder seguiros.

-Puedes tomar el del delincuente que ha huido. No creo que venga a reclamarlo.

Y así lo hicieron. A partir de ese momento, se convirtieron en inseparables. El caballero cabalgaba delante, con todas sus armas, haciendo ostentación de ellas, y era seguido por el joven, con su espada, un arco y unas flechas y las escasas pertenencias de ambos, acompañado por su fiel Sultán.

Dedicaron sus días, unas veces a proteger caravanas o comerciantes por los caminos, con lo que iban incrementando la bolsa, otras a capturar delincuentes, cuyas bolsas eran retiradas y aligeradas, para ser luego entregados a la justicia y teniendo que salir rápidamente para no tener que discutir con los carceleros para compartir el botín.

Durante el camino, el caballero contaba al muchacho sus andanzas sexuales.

-Yo necesito follar a menudo. Normalmente dos o tres veces diarias. Estos días tenemos la mala suerte de que no encontramos un buen lugar para descargar mis cojones, que están a reventar.

Un muchacho joven y virgen como tú, que no ha estado nunca con una mujer, no sabe lo que es –dijo al joven, que no quiso sacarle de su error.

Hay experiencias que se recuerdan toda la vida. Yo recuerdo una con una jovencita de 15 años, cuando yo tenía unos veinte, que me entregó su cuerpo virgen y me hizo disfrutar como nunca nadie lo había hecho. La llevé a mi alcoba, la ayudé a desnudarse y vencer sus temores con mis besos, que eso es algo que tienes que tener en cuenta cuando estés con una virgen, la fui llevando hasta mi gran cama a base de besos y caricias hasta que la acosté sobre ella.

Entonces fui descendiendo por su cuerpo besando su cuello, sus hombros, bajé a sus pechos, que aunque joven, estaban muy bien formados y llevé alternativamente a mi boca las dos cerezas que eran sus pezones, rodeados de una areola pequeña, de color marrón.

Nunca más he probado unos pechos tan exquisitos. Pero eso no es todo. Cuando me cansé de chuparlos y lamerlos, bajé hasta su coño, escasamente cubierto por unos finos pelitos. Oooooohhhhh, ¡Qué coño! ¡Qué maravilla! Aunque me repita, tengo que decirlo. Fue, con mucha diferencia el mejor coño que me he comido. Su sabor, su olor, su tersura y color no los he encontrado en ninguna otra mujer, ¡y mira que me he acostado con muchas! Algunas incluso más jóvenes.

En este punto, el joven observó que se había sacado la polla y se la iba meneando suavemente.

-Metí mi lengua entre los labios de su coño, que ya se encontraban bastante abiertos, terminando de abrirlos y pasando sobre su clítoris y rodeándolo con ella, haciéndole soltar sus primeros gemidos de placer.

Bajé hasta metérsela en su agujero todo lo que pude, bebí sus jugos. Ooooohhhh qué dulzura. La hice alcanzar res orgasmos, antes de penetrarla.

Cuando creí que estaba preparada, saqué mi polla, dura como una piedra, dispuesto a clavársela y ella al verla me dijo: ooohhh qué hermosa polla tenéis, se que va a darme mucho placer.

Yo la coloqué a la entrada de su gruta y la fui metiendo despacio mientras ella gemía de placer. Cuando llegué a su virginidad, di un fuerte empujón que la hizo alcanzar un nuevo orgasmo.

Pasamos toda la noche follando. Amanecía cuando me dijo: Mi señor, no puedo más, estoy agotada de tanto placer. Creo que jamás encontraré un hombre que folle como vos.

A todas horas contaba historias iguales o parecidas, exaltando su propia virilidad y atractivo sobre las mujeres, que caían rendidas a sus pies para que hiciese con ellas lo que quisiera.

Llevaban varios días sin hacer nada que les rentase, cuando fue Sultán el que con sus ladridos apuntando hacia un montículo con abundantes rocas llamó su atención.

Pensando en un conejo, se acercaron con cuidado, uno por cada lado de un grupo de rocas, dispuestos a ensartarlo en sus espadas, cuando se toparon con dos mujeres escondidas tras ellas que empezaron a gritar:

-¡Por favor, no nos hagan daño! ¡Piedad, por favor! ¡No volveremos a huir!

-No teman señoras, no les haremos ningún daño. –Dijo el caballero- .Somos cristianos de honor…

Ambos quedaron paralizados. Las mujeres vestían camisas y pantalones de seda transparente, sin nada debajo, como vestían los árabes a sus esclavas, dejando a la vista sus pechos y su cuerpo, cubierto solamente por los finos velos.

Ellas también se percataron de los bultos que aparecieron en ambos calzones, más disimulado en el caballero por su cota de malla y más notable en el muchacho que carecía de protección.

-Nos hemos escapado de una caravana de esclavos. Nos llevaban a vender por los pueblos del camino a los jeques y emires del otro lado de la frontera.

-¿Y cómo consiguieron escapar? -Preguntó el caballero mientras ambos se ponían al resguardo de las rocas para no mostrar lo evidente.

La más mayor, que aparentaba unos 30 años, con buenas curvas y hermosas, redondas y duras tetas, dijo que la joven se llamaba Isabel, que tenía 17 años y era hija de un noble francés cuyo castillo había sido atacado por el ejército árabe y vencido. Como consecuencia, los hombres fueron pasados a cuchillo y las mujeres y niños llevados para su venta como esclavos.

Ella, cuyo nombre era María, era el ama y dama de compañía de la joven, viuda desde hacía seis meses de un capitán de las tropas del castillo, que murió en uno de los enfrentamientos con las tropas árabes.

En la primera ciudad dominada por ellos, les habían despojado de todo y les habían dado esas ropas que les ponían a las esclavas y que habían llevado con mucha vergüenza hasta acostumbrarse.

A la pregunta de si les habían hecho algo, contaron con más vergüenza todavía que habían sufrido mucho durante el camino, porque cuando acampaban, el oficial al mando permitía que los soldados se divirtiesen con las más mayores, casi o sin casi, ancianas, mientras las demás, vírgenes o más jóvenes, tenían que masturbar a los que esperaban y chupársela para mantenerlos excitados. Por suerte, la prohibición de utilizar a las muchachas vírgenes para que no perdiesen valor, había salvado el honor de la joven.

Durante el día, viajaban amontonadas en carretas, con las manos y pies atados, las soltaban en la tienda donde se violaban a las viejas y las volvían a atar al salir. A las que no intervenían ese día, ni las soltaban. Cuando alguna de ellas tenía alguna necesidad, el soldado de guardia la llevaba al límite del campamento, retiraba sus velos, con un buen manoseo y volvía a ponérselos y atarla nuevamente en su sitio, todo sin soltar sus manos, que siempre estaban atadas a la espalda.

Uno de los días, al volver de la orgía, el ama notó que la cuerda de sus manos no estaba bien atada, consiguiendo soltarse y hacer lo mismo con la joven. Luego, en un descuido de lo guardias, cuya vigilancia se había relajado bastante con el tiempo, huyeron escondiéndose de todo y de todos, hasta que el perro las había delatado. Iban al castillo de un hermano del padre de la muchacha, que, a su vez, era el padrino de la misma y que se tenían mucho cariño.

Intentaban dirigirse al castillo de un hermano del padre de la joven

Tras esto, el caballero mandó al joven a buscar las camisas que ambos tenían de repuesto y que precisamente habían lavado en un río el día anterior, con el fin de que las damas pudiesen cubrir su casi desnudez.

Aunque arrugando un poco la nariz, ambas se colocaron encima las prendas, que por su anchura y longitud las cubrió prácticamente del cuello a los tobillos.

-Bien. –Dijo el caballero – Es hora de partir. Las acompañaremos hasta el castillo de su tío, antes de proseguir nuestro camino. Valentín, que monten en tu caballo y tu vienes andando detrás. En el mío no puede ser porque llevo las armas. Ahora incluiré también nuestras pertenencias.

Valentín se dispuso a ayudar a subir a ambas mujeres. Primero lo hizo con la joven, pero al montar a caballo con las piernas abiertas, se subía su camisola hasta casi quedar al aire su culo y coño.

-Eso no puede ser. Todos los hombres con los que nos crucemos saltarán sobre ellas y vamos a tener que ir peleando todo el camino, si no se unen en un ataque y nos matan para quedarse con ellas.

Probaron a montarlas sentadas de lado, pero si no hubiese estado situado el muchacho en el lado correcto, ellas hubiesen terminado con sus cuerpos en el suelo al no poder sujetarse y caer sobre él con el movimiento del caballo.

-Señor, ¿porqué no voy en el caballo con una de las damas delante, sujeta por mis brazos y la otra detrás, agarrada a mi?

No le gustó mucho al conde, pero no vio otra opción y tuvo que aceptar a regañadientes. En ese momento hubiese preferido llevar otra silla y ser él quien llevase a las damas.

Así que, de esta guisa continuaron el camino. El muchacho procuraba apretar contra si a la joven, lo que hacía crecer y endurecer su polla cada vez más, sin contar que el ama, para no caer, presionaba con sus pechos en su espalda. Por su parte, el ama, agarrada a su cintura, empezó a notar que algo empujaba sus manos desde abajo. Enseguida supo qué era aquello y, aprovechando los movimientos del caballo, llegó a colocar disimuladamente las manos cubriendo la punta del capullo del muchacho.

Tampoco pasó desapercibida para la muchacha la dureza que presionaba en su muslo que estaba en contacto con el muchacho.

Los mismos movimientos del caballo y una malsana idea por parte de ambas que movían sus cuerpos para facilitar el roce con su cuerpo y sobre todo con su polla, hicieron que poco después las manos del ama se llenasen de una humedad pegajosa que filtraban los calzones, que la recibió sonriente.

A media tarde pasaron junto a un río, donde consiguieron pescar una docena de peces más bien pequeños. Las mujeres pidieron de acampar allí, pues llevaban días sin comer prácticamente, pero el caballero dijo que no era buen lugar y siguieron avanzando mientas seguían el curso hasta llegar, anochecido ya, a una zona donde el río casi rodeaba a un bosquecillo donde podían ocultarse en un pequeño claro, y que albergaba a su vez también un pequeño remanso.

Allí hicieron un poco de fuego, asaron los peces y se los comieron, acompañados de algunas frutas. Al terminar, el caballero dijo al muchacho que preparase una zona para dormir con sus mantas, que ambos dormirían en las de él por turnos. Cuando todo estuvo preparado, lo envió a hacer la primera guardia al borde del bosquecillo y él haría la segunda.

Ambas mujeres se acostaron juntas y bien tapadas a un lado del apagado fuego, después de quitarse las camisolas, y el caballero se acostó frente a ellas.

El caballero observaba a la luz de la luna que se filtraba entre los árboles, los cuerpos de ellas bajo las mantas, imaginando mil y una historias, mientas su mano acariciaba su polla suavemente, sin hacer ruido. Al cabo de un rato, cuando parecía que todos dormían, el caballero observó que el ama se destapaba y levantaba y se adentraba en el bosquecillo.

-(Esta irá a hacer alguna necesidad) –Pensó, mientras notaba el movimiento de sus pechos bajo los finos velos. Eso, unido al largo rato que llevaba meneándosela, le hizo alcanzar un fuerte orgasmo que le hizo resoplar.

-Prrrrrffffff. FFFssssssssssss.

El ama, pensó que eran los ronquidos y procurando no hacer ruido salió del claro y fue dando la vuelta hasta acercarse al lugar donde el muchacho montaba guardia.

El había buscado un sitio, oculto al paso, pero con buena visibilidad en la noche iluminada por la luna. Había colocado un tronco cortado al pie de un árbol y se había sentado sobre él, mientras reposaba su espalda en el árbol. Sus calzones en los tobillos, una mano en los huevos y otra acariciando su polla.

De repente, una mano aparecida por detrás agarró esa polla, dándole un susto casi de muerte, mientras con la otra bloqueaba su movimiento hacia la espada.

-Shhhh. Tranquilo. –Dijo el ama

-¿Qué haces?

-Estoy comprobando. He adivinado que tenías una buena herramienta, pero esto supera con creces cualquier expectativa. Seguro que haces unos buenos trabajos con ella.

-Está a tu disposición para lo que gustes.

-Pues veamos cómo la manejas, llevo más de 6 meses sin recibir un buen trabajo.

-Es toda tuya. –Dijo levantando las manos.

Ella no esperó más, se arrodilló a su lado tomó la polla junto a la base con su mano y comenzó a pasar la lengua por el resto que sobresalía. Llegaba hasta el glande, lo rodeaba y volvía a bajar. Estaba tan dura y tiesa, que bajó la mano hasta los huevos y comenzó a metérsela en la boca. Primero un tercio, luego dos tercios y el último tercio de los, como mínimo, 25 cm., no hubo forma, a pesar de las arcadas y ríos de saliva.

Pero el muchacho estaba tan excitado que se corrió sin dar tiempo a más. Los lechazos fueron directamente al estómago de ella, sin que por eso se le bajase la erección. No hubo más preámbulos. Ella se sentó de espaldas a él, metiéndosela en el coño, donde entró con total suavidad, sin que el muchacho se hubiese dado cuenta del momento en el que se había quitado los velos.

-Ahhhhhh¡ Qué gusto! Después de sentir esto, creo que mi marido me debía de follar con el dedo.

A lo lejos se oían los fuertes ronquidos del caballero, por lo que no se apreciaron los gemidos del ama.

El joven alargó sus manos por la cintura, metiendo su mano bajo la vaporosa prenda, subiéndolas hasta los pechos. Los amasó. Acarició sus pezones y los presionó. Besó su nuca y cuello, en los momentos en los que los botes de ella sobre su polla se lo permitían

-MMMMMM. ¡Qué polla! ¡Nunca había probado nada igual!

-Tampoco yo había probado un coño tan suave y ajustado. Sigue. Muévete. –Dijo él

Ella subía y bajaba, mientras su mano presionaba la polla y frotaba el clítoris

-Ohhhhhhh. Me estás haciendo llegar. Siento esa polla que me llena todo. Me voy a correr. Siiiiiii. Yaaaaa.

Después de sus rápidos orgasmos. Primero el de él y luego el de ella, se levantó, sacándose la enorme y gorda polla de su coño, para darse la vuelta y abrazarse a él, clavando sus tetas en el pecho del muchacho, a la vez que volvía a meterse la polla hasta lo más profundo.

Una mano de él se desplazó al culo de ella, después de haber ensalivado el dedo medio, aprovechando que la postura separaba al máximo sus cachetes, y ese dedo se puso a jugar con su ano con movimientos circulares y pequeñas presiones que forzaban la entrada, ampliando poco a poco la dilatación.

La otra mano entró entre ambos, con el pulgar sobre la zona del clítoris y la unión con la polla, dando también un ligero masaje.

-Mmmmmmm

-Ohhhhhhhhh

Sus gemidos iban en aumento así como el chapoteo de la polla al moverse el coño a su alrededor.

Sus labios se juntaron y sus lenguas estuvieron luchando largo rato, mientras los duros pechos de ella se clavaban en el de él y el suave movimiento circular, con un ligero movimiento adelante y atrás por parte de ella que los llenaba de fuego interior que les hizo subir la temperatura hasta el punto de llevarles a un nuevo orgasmo, solamente delatado por sus fuertes respiraciones nasales y los chasquidos de sus lenguas.

-Ffffff

-Mmmmm

Fue simultáneo. El lanzó nuevamente su esperma y ella alcanzó su placer cuando sintió la descarga y fue el más intenso que recordaba.

Ella se levantó saliéndose la polla, ya morcillona, de su coño, junto con un reguero, mezcla de lefa de él y jugos de ella.

Con paso inseguro, se alejó por donde había venido, dejando al muchacho con la polla en la mano, dándose un suave masaje. Disfrutando de los restos de su placer.

El ama, volvió a su lugar en las mantas e inmediatamente se puso a imitar al caballero con suaves ronquidos.

En ese momento, se levantó la joven e hizo el mismo trayecto que el ama. El joven se encontraba repasando su instrumento cuando la figura de la joven apareció a su lado.

-¿Necesitas más? –Dijo sin mirar, pensando que era el ama.

-¡La necesito toda!

El joven se volvió, viendo a la muchacha totalmente desnuda, que sin ningún pudor, colocó un pie a cada lado de su cuerpo y, apoyándose en sus hombros, se subió en el tronco donde él estaba sentado, plantando su coño directamente en su boca.

-¡Venga, cómemelo! ¡No aguanto más!

-Como digáis, mi sennoogga.

Agarrado por su cabellera, le presionó la cara contra el coño para que él comenzase a comérselo.

Puso los labios alrededor de su clítoris, que se encontraba hinchado como un micropene, lo chupó, lamió y presionó con lengua y labios, bajando lentamente para meterla en su agujero. Al llegar a él lo encontró como soltando flujo sin parar.

-¡Tenéis el coño como un río!

-Llevo dos horas excitándome mientras os oigo follar y haciéndome dedos. Ahora necesito que me llenes de placer para calmar mi fuego.

El muchacho no dijo más. Siguió lamiendo su raja, subiendo y bajado en un recorrido completo, casi hasta su ano. Volvía a chupar y lamer el clítoris hasta que sentía que se le acercaba el orgasmo, entonces continuaba subiendo y bajando.

Subió sus manos hasta alcanzar sus pechos, que eran como dos conos acabados en unos grandes y duros pezones, a los que dedicó un tiempo a frotar entre los dedos y a estirar suavemente. Todo sin detener el recorrido de su lengua

-Ahhhhhh. Siiiii. Dame maaasss. Necesito correrme yaaaa.

El se dedicó a su clítoris un momento más largo y la hizo estallar en un potente orgasmo,

-AAAAAAAAAHHHHHHHHH. Ahora siiiiii. Me estoy corriendo.

Desde luego, la gran cantidad de flujo que soltaba lo confirmaba.

-Ahora te voy a follar como te mereces. Vas a disfrutar como nunca.

-No, no puedes follarme. Soy virgen y debo conservarme así hasta mi matrimonio.

-Tendrás que chupármela hasta que me corra, entonces.

-Hay otra solución…

-¿Cuál?

-Métemela por el culo.

-¿No temes que te haga daño?

-No te preocupes, lo tengo bien entrenado.

-(¡Caramba con la doncellita!)

La hizo bajarse y frotar la polla contra su coño, para que el abundante flujo de ella la engrasase bien.

-Ponte a cuatro patas en el suelo y ábrete bien.

Ella se colocó en posición, el colocó la polla en la entrada y metió la punta de un solo golpe de riñones.

-Por favor, despacio. Nunca he tenido una tan grande y gorda como esa.

Él paso la mano por su encharcado coño, recogiendo flujo para extenderlo y ensuavecer la entrada.

Poco a poco fue entrando, hasta que los huevos chocaron con el coño. Tras una espera para que se acostumbrase, comenzó un suave mete saca.

-Ohhh. Siento mi culo y los intestinos completamente llenos. ¡Más fuerte! Dadme más fuerte.

El empezó a acelerar sus movimientos, ella a disfrutar, la sacaba casi entera del todo para clavarla nuevamente con fuerza mientras se agarraba a sus costados. Pronto solamente se oían los golpes de los huevos contra el coño y las caderas contra los cachetes por un lado y los gemidos de ambos, casi a la par, por otro

-Ah, ah, ah, ah, ah, ah, ah, ah, ah, ah, ah.

No tardó mucho rato en tener ella un nuevo orgasmo, sin que por ello el muchacho se detuviese. Las manos cambiaron de sus costados, una al clítoris y la otra a su pecho, dándoles duros masajes mientras seguía taladrándola.

Tras un buen rato con este tratamiento, el muchacho estaba que no aguantaba más, y le dijo:

-Ahora te voy a llenar bien el culo, Prepárate a recibir mi corrida.

-Siii. Yo también estoy apunto otra vez. Córrete en mi culo. Siii.

Ella apretó su esfínter y él no pudo aguantar más y se corrió. Ella, al sentirlo, puso una mano sobre la que él tenía en su clítoris y aceleró los movimientos, lanzando también el nuevo orgasmo de ella.

-Gracias, lo repetiremos con más tiempo. –Dijo ella tomando sus sedas del suelo y vistiéndose mientras se iba.

El muchacho no tenía palabras, estaba totalmente agotado. Solamente tuvo fuerzas para acercarse a un matorral cercano y descargar su vejiga.

Al volver la joven a su sitio, se despertó el caballero, viéndola llegar y disfrutando de sus transparencias a la luz de la luna. Pensó que también volvía de hacer una necesidad y de nuevo sintió la urgencia de meneársela. Decidió sustituir al muchacho, ya que debía estar próxima la hora del relevo.

Cuando se acercó, con el correspondiente ruido metálico, el muchacho acababa de terminar y ya estaba frente a él, por lo que esta vez no dijo nada inconveniente.

-Ve a dormir, yo continuaré la guardia.

El volvió al campamento, se metió entre las mantas del caballero y quedó dormido al instante.

El caballero, ocupó el lugar del muchacho, sacó su polla y siguió meneándosela varias veces hasta casi el amanecer, no porque llegase a alcanzar el orgasmo, que a su edad no era muy posible, pero le encantaba estar tocándosela mientras veía o imaginaba escenas eróticas. En ese momento se quedó dormido también.

El sol hacía rato que había salido cuando comenzaron a despertarse. Primero fue el joven, que fue a buscar al caballero y despertarlo,

-Mi señor… Mi señor..

-Eh, si. No estaba dormido, solo había cerrado un momento los ojos porque me molestaba el sol.

-Si mi señor. Ya que me he despertado, ¿Le parece que intente cazar algo para el desayuno?

-Emmm. Si. Si. Muy bien.

El volvió al campamento donde las mujeres dormían todavía abrazadas, tomó su arco y flechas y salió en busca de alguna pieza.

Cuando las mujeres despertaron, vieron al caballero sentado al pie de un árbol, mirándolas. Vestido, con la polla dolorida y en carne viva por las manipulaciones nocturnas, pero, a pesar de todo, dura nuevamente viendo sus cuerpos casi destapados, cubiertos solamente con las sedas transparentes.

-Buenos días, señoras, no quería hacer ruido para no despertarlas.

-Buenos días caballero. Sois muy amable por vuestra parte. ¿Dónde está el joven escudero?

-Salió a buscar algo para desayunar. Pronto vendrá.

Ellas se pusieron en pie, mostrando su casi total desnudez, y mirando sus cuerpos dijeron.

-Caballero, ¿podríamos tomar un baño en el remanso cercano? Estamos algo sucias por el viaje.

-Por supuesto, vayan tranquilas que yo vigilaré que nadie las moleste.

Así lo hicieron.

El remanso era una especie de mini lago o charco grande, casi redondo, con una abertura al río, totalmente rodeado de árboles que dejaban como cosa de un metro de playa de tierra cubierta de hierba y algún matorral.

A esas horas de la mañana, el sol daba plenamente en un lado y dejaba una buena sombra en el otro. Ellas se situaron en el lado del sol. Esto fue aprovechado por el caballero para ocultarse en la sombra. Ellas se quitaron las prendas que llevaban, entrando primero el ama totalmente desnuda en el agua y luego la joven.

El caballero, con los calzones por las rodillas, las veía lavarse la una a la otra, mientras su mano sujetaba su polla y la agitaba con movimientos unas veces rápidos y otras lentos.

En un momento dado, el ama salió del agua, recostándose desnuda en la hierba de la orilla para secarse, mientras la joven seguía disfrutando de su baño.

Miraba el ama a su pupila cómo evolucionaba por la charca, cuando un leve chisteo llegó a sus oidos.

– Ssssshhisssstttttt, ssssshhisssstttttt, ssssshhisssstttttt.

Se volvió hacia los árboles y allí, entre los matojos del borde del bosque, vio la cabeza del mucho que la llamaba. Tranquilamente, se levantó y dijo:

-Isabel, voy a ponerme a la sombra, que el sol me molesta mucho. Tras esas altas hierbas vigilaré tu baño y los alrededores.

-Si, ama, como quieras.

Totalmente desnuda se acercó al lugar donde el joven se encontraba. No hizo más que rodear el matorral tras el que se encontraba el joven, cuando se fundieron en un beso apasionado, donde el cuerpo de ella se pegó como una lapa al de él, notando enseguida la potente erección que tenía. Con las manos de ella en el culo de él, frotaba su coño contra la polla, solamente separados por la fina tela del calzón de él.

Se separaron un momento, y ella se puso de rodillas ante él para sacar su polla. El calzón estaba mojado por el flujo de ella. Sonriendo, bajó los calzones hasta los tobillos y le ayudó a quitárselos de los pies, mientras la polla tiesa y bamboleante daba golpes a diestro y siniestro.

Se la metió en la boca directamente, despacio, esta vez consiguió meterla entera.

-Ohhh –Le susurró él- Que buena mamadora eres. Hasta ahora nadie la había tragado entera.

Volvió a sacarla entera entre toses y arcadas, mientras gruesos churretones de saliva caían al suelo.

-No sabes bien de lo que somos capaces.

-¿Somos?

-Hemos vivido muchas experiencias durante nuestro cautiverio y hemos hablado mucho. Nos compenetramos totalmente y, si te mantienes callado, podremos disfrutar los tres mucho. Ahora fóllame que estoy que no puedo más de ganas de sentir esta polla dentro de mi.

-Ponte a cuatro patas. ¿Por qué agujero la quieres?

-Por el que prefieras. –Dijo ella ya colocada.

El joven empezó a recorrer lentamente con la punta de su polla toda la raja de ella, notando como iba subiendo su excitación y la humedad que expulsaba para engrasar bien su instrumento.

Cuando consideró que ambos estaban apunto, una por excitación y la otra por su humedad, la colocó en la entrada de su coño y presionó ligeramente consiguiendo que su glande fuese absorbido y metido dentro como atraído por un imán.

-MMMMMM –Fue la placentera expresión de ella.

-OOOHHHHH, es como una suave boca.

-Sigue, te necesito dentro.

El muchacho la fue metiendo sin prisa, pero sin pausa, hasta que sus cuerpos chocaron.

-MMMMMMM Siiii –Susurraba ella

-Más deprisa.

-Sigue, sigue.

Mientras tanto, la joven salió del agua y se acostó al sol, sobre la hierba. Por la proximidad, oyó los susurros.

-Ama ¿Estas bien? ¿Necesitas ayuda?

-No, niña, no. Estoy en la gloria. Este muchacho me está dando muchísimo gusto.

-¿Me dejas participar? Yo también lo necesito.

-MMM. No, tu sigue distrayendo AHHHHaaaal viejo, que luego podrás seguiiirrr.

La joven comenzó a ponerse las prendas de cara a donde sabían que se ocultaba el caballero, mientras se oían los susurros de la pareja.

-Dame más fuerte, más, más.

Y el muchacho le dio.

-¿Te gusta así?

-Siiii. Sigue, sigue.

-Pues toma, hasta que te hartes de polla.

El chapoteo en su coño era cada vez más notable, hasta que…

-Mmmmmm. Aaaahhhhhh.

Los gemidos contenidos de ella le anunciaron su orgasmo.

No por eso paró de darle, consiguiendo volver a excitarla nuevamente.

Consiguió sacarle dos orgasmos antes de correrse él.

-¡Señoras, deberían volver ya!, pronto regresará mi escudero con el desayuno y tenemos que estar preparados para marchar. –Se oyó la voz del caballero, que se había alejado del remanso para llamarlas, ahora que ya no había nada que ver.

-Id vosotras por delante, que yo iré dentro de un rato.

-¡Pero yo me quedo sin nada! –Dijo la joven.

-No te preocupes, que buscaremos solución.

Una vez totalmente vestidas, se fueron a reunir con el caballero y poco después apareció el muchacho con fruta, un conejo y un ave.

Asaron el conejo y el ave, comieron un buen trozo y guardaron el resto para el camino, partiendo inmediatamente.

Antes de hacerlo, las mujeres habían hablado en un aparte, por lo que al subir al caballo delante del muchacho y ponerse de costado, emitió un doloroso quejido:

-ayyyyy

-¿Qué os ocurre, mi señora? –Preguntó el caballero.

-Me he debido clavar alguna espina cuando me bañaba y me hace daño al rozarme con el escudero.

-Ven, mi pequeña –dijo el ama- y vos, caballero, ¿seríais tan amable de dejarme vuestra daga? Pasaremos tras esos arbustos y le quitaré la espina.

Eso hicieron, estuvieron un rato manipulando algo, se oyó rasgar alguna tela y pronto salieron ambas otra vez.

-Mi señor, sería conveniente que la joven monte a caballo como los hombres, para que no le moleste la herida.

-¡Pero tendrá que ir con las piernas al aire! –dijo el caballero – (y el imberbe este podrá frotarle la polla por el culo hasta cansarse. Maldita sea mi silla) -Pensó

-No, si le ponemos una de las mantas de dormir bien rollada. La aislará del roce con el caballo y con el muchacho, además de cubrir sus piernas.

-Siendo así, no hay inconveniente. (Y de paso, que se joda el imberbe).

El ama colocó la manta con múltiples dobleces delante del muchacho, que cuando todo estuvo preparado, la ayudó a subir, colocando una pierna a cada lado del caballo. Con lo que daba de si la camisa, taparon su culo y su coño, al igual que una parte de los muslos. Luego los envolvieron con la manta, quedando tapados sus muslos y parte de los del muchacho, así como la cintura de ambos. El ama subió detrás agarrándose a la cintura del muchacho, con las manos ocultas por la manta, el joven sujetó con su brazo a la joven, pasándolo bajo sus pechos y el pequeño grupo partió, con el caballero delante, seguido a unos metros por el trío.

Al poco, la joven se inclinó hacia delante, hasta apoyarse en el cuello del caballo, ante la sorpresa del muchacho, que tuvo que sujetarla bien. Al mismo tiempo, el ama soltó la cinta que sujetaba los calzones volviendo a sorprenderlo. Su polla estaba casi lista. Con una breve masturbación, la puso como una piedra y la hizo bajar, tanteando, hasta que encontró un agujero en la tela a la altura del ano de la joven, apuntando la cabeza y cuando quedó encajada, ella empujó hacia atrás, empalándose ella misma y levantando su cuerpo de nuevo. Los dobleces de la manta le daban la altura suficiente para que la polla quedase justo encajada completamente en su culo. Los movimientos del caballo, unido a un leve vaivén de ambos, empezó a darles un tremendo placer. El muchacho, sujetó las riendas con el brazo que evitaba la caía de la joven de la silla y metió la otra para mover la camisa y llegar a su coño, acariciándolo en círculos por encima, a la altura del clítoris.

La muchacha tardó unos quince minutos el alcanzar su primer orgasmo, pudiendo soportarlo sin casi emitir sonidos, pero la polla seguía como una piedra dentro de su culo y el movimiento no paraba, así que cada diez, quince o veinte minutos, le inundaba un orgasmo, que desde el segundo, ya no supo ocultar totalmente.

-Ahhhh.

-¿Que os ocurre, mi señora? –dijo el caballero.

-No os preocupéis, mi señor, -dijo el ama- el roce de la manta le molesta un poco y se queja de vez en cuando.

Dado que el movimiento afectaba más a ella que al joven, aguantó seis orgasmos de ella, hasta que, coincidiendo con el sexto y sintiendo sus contracciones, no pudo ni quiso aguantar más y se corrió en su interior abundantemente.

Cuando le quedó morcillona, le permitió sacarla y colocarla entre ambos, momento que aprovechó el ama para agarrarse a ella y ya no la soltó.

Anduvieron tres días de camino, en similares circunstancias, por las noches se follaba a ambas una tras otra, mientras el caballero se la meneaba y por el día cabalgaban alternándose el ama y la joven para ir delante, siempre conservando la manta porque les resultaba más blanda y cómoda que la silla, así que una iba por la mañana delante y la otra detrás, cambiando por la tarde. Cuando la joven iba delante, era follada por el culo y masturbada, cuando era el ama la que iba delante, era follada por el culo o coño indistintamente o seguido, según su inclinación hacia adelante.

Al cuarto día llegaron a las puertas del castillo del tío de la muchacha, pero era ya tarde, las puertas estaban cerradas, y no serían abiertas hasta el amanecer del día siguiente.

Ante esta contrariedad, el caballero decidió pasar la noche en la posada, adelantando algo de las monedas que esperaba recibir del señor del castillo por entregarle a su sobrina.

-Voy a pedir tres habitaciones, una para las damas, otra para mí, y otra para ti, pues la mía quiero compartirla con una mujer de la fonda, ya que ando muy necesitado, después de tanto día sin descargar mis cojones.

El posadero les dio tres habitaciones, dos contiguas, donde se alojaron en una las mujeres y en otra el caballero, la tercera se encontraba enfrente de la de las mujeres y allí se alojó el muchacho.

Tras la cena, las mujeres fueron a su habitación y el muchacho a la suya. Cuando llegaron, ellas quisieron que entrase en la suya para pasar una buena noche, pero el no aceptó, alegando que estaba junto a la del caballero y podría oír los ruidos. Entonces, ellas quisieron entrar en la de él, pero les dijo que mejor esperar a que se hubiese dormido para poder estar con tranquilidad. Acordado esto, cada uno fue a su habitación dispuestos a esperar.

Al rato, se oyó al caballero hablando en voz baja y las risas de una mujer, seguido del cierre de una puerta.

En la habitación, la mujer, poco agraciada y falta de algún diente, procedía a desnudar al caballero, mientras las manos de él intentaban alcanzar el generoso escote que le ofrecía.

-Más despacio, caballero, que nos espera una larga noche.

-Calla, puta, y déjame tocarlas y agarrarlas.

-Esperad un poco… Veis, vos ya estáis preparado. Acostaos en la cama, mientras me desnudo para vos.

El se tumbó sobre el colchón, mientras ella comenzaba a desabrochar su vestido. Poco a poco fue mostrando sus piernas con abundante celulitis hasta enseñar su peludo coño, luego quitó su corpiño, que sujetaba y mantenía dos gordas y caídas tetas.

Ya desnuda, se acercó a la cama.

-Vaya, veo que vuestra polla no ha reaccionado mucho. ¿Acaso no os gusta lo que veis?

-Si que me gusta, pero déjate de tonterías y chúpamela para ponerla dura. –Dijo el malhumorado.

Ella se puso a chupársela con toda la sabiduría que sus años de puta le habían dado, sin conseguir más que ponérsela morcillona. Las intensas masturbaciones de los últimos días, incluyendo la de esa misma mañana con la que casi no podía eyacular, habían mermado mucho sus fuerzas y no conseguía una erección. Al contrario, las manipulaciones le causaban irritación, le escocía la polla y tenía rojo y dolorido el glande.

La mujer probó con todas sus artes: Le comió el culo, le frotó las tetas por el cuerpo, le hizo paja con ellas, le metió el dedo en el culo, le pasó el coño por la boca. Incluso ella, excitada con todo esto, llegó a correrse dos veces. Cosa que no solía ocurrirle casi nunca.

Una hora después, cayó a su lado agotada.

-Lo siento, mi señor. No sé que más hacer para ponerla dura. Sin duda tenéis una maldición que alguien os ha echado para que no podáis follar.

-Lo que pasa es que eres una inútil, que no sabes excitar a tus clientes. ¡Puta de mierda! Vete de aquí antes de que te atraviese con mi espada.

Y la mujer se fue, quedando todo en silencio. Entonces aprovecharon las otras mujeres para pasar a la habitación del joven, sin hacer el más mínimo ruido.

Nada más entrar, se quitaron las camisas, quedando totalmente desnudas, e inmediatamente saltaron sobre la cama. La joven, con una pierna a cada lado de su cabeza para colocar su coño, abierto y mojado ya, sobre su boca, y el ama metida entre las piernas del muchacho para llevar su polla a la boca y ponérsela como una piedra.

El joven, agarró las nalgas de la chica para forzar sus movimientos según quería él, pues ella le presionaba el coño sobre su boca y movía el culo adelante y atrás buscando un rápido orgasmo que él no estaba dispuesto a permitir.

Con sus manos la levantaba ligeramente y la mantenía, mientras hacía que se desplazase despacio en sus movimientos de avance y retroceso. Eso le permitía recorrer con su lengua desde el clítoris hasta su ano, deteniendo el movimiento en los puntos que a él le interesaba. Eso volvía loca a la muchacha, que no paraba de gemir y hablar.

-MMMMMM Siiii. No pareees. ¡AAAAAAHHHHH que gusto!

Sus gemidos hacían coro con los sonidos que el ama sacaba con su polla, metiéndosela entera en la boca hasta darle arcadas y sacándola escurriendo babas, para luego recogerlas lamiéndola toda.

Cuando la tuvo bien dura, el ama también colocó una pierna a cada lado del muchacho y, colocando la punta en la entrada de su coño, procedió a metérsela entera, seguidamente, comenzó un movimiento de pelvis atrás y adelante que sacaba y metía media polla, al tiempo que acariciaba, presionaba y estiraba los pezones de la joven y besaba su cuello. Se notaba que no era la primera vez que lo hacían.

-OOOOOHHHHH qué bueno. Cómo me gusta. Estoy excitadísima. –Dijo la joven.

-Siii. Yo también. Sentir esta polla dentro, me vuelve loca.

El ama siguió con sus movimientos pélvicos estrujando la polla del muchacho, cada vez más rápido

-AAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHH.

El muchacho aguantaba bien. El desgaste de las últimas noches no había sido en vano, su erección se mantenía, pero estaba lejos del orgasmo.

Aceleró los movimientos de su lengua en el coño de la joven al tiempo que el ama se lanzaba a un ritmo desenfrenado.

El ama fue la primera en correrse.

-UUUUUUUAAAAAAAAAAAAAUUUUUUUUUUUUUU .-Gritó.

Y la joven la siguió.

-AAAAAAAAAAAAAAAGGGGGGGGGGGGGGGGGGGGGGGGG.

Ambas sacudidas por un fuerte orgasmo, cayeron a ambos lados del muchacho. Se besaron alternativamente, metiéndose la lengua hasta la garganta.

Luego se dedicó a las tetas del ama, chupando sus pezones y acariciándolas. Entonces, la joven pasó a besarse con el ama, que empezaba a gemir de nuevo.

-MMMMMMM.

Entonces el joven bajó para humedecer más su encharcado coño.

-Quiero más. Lléname el coño con tu polla.

El joven la hizo ponerse a cuatro patas y se la clavó en su coño, la joven aprovechó para colocar su coño a la altura de la boca el ama.

El festín de placer estaba en su apogeo. Los gemidos y gritos de ambas así lo demostraban.

-MMMMMMMMMM.

-AAAAAAAAHHHHH

-Dame fuerte.

-Siiii. Chúpame más.

-Plas, plas, plas. –Sonaba cuando el cuerpo del muchacho chocaba con el culo de ella.

-PLAS, plas –Empezó a sonar cuando sacaba la polla y le daba un azote, cada vez en un glúteo, para luego meterla con fuerza hasta chocar.

-Siiii. Qué gusto. Dame más.

-No pares y cómemelo. Estoy apunto.

Las mujeres pronto alcanzaron un nuevo orgasmo, pero nadie se detuvo, manteniendo la excitación, la joven porque, si bien alcanzaba orgasmos increíbles con su clítoris, no se sentía satisfecha hasta ser enculada y correrse con una polla dentro. El ama porque alcanzaba su mayor placer cuando era acariciado o frotado su clítoris. Eso le permitió mantenerse en la follada hasta que ellas se corrieron por tercera vez.

-Siiii. Me corro otra veeeez.

-Aggg. No pares, que te sigo. También estoy apunto.

Tanto gemido, voces y ruido de la cama, que se oía por toda la planta, tenían al Conde totalmente excitado de mente, ya que de polla no conseguía más que una media erección, incapaz de servir para nada. El seguía manipulándola inútilmente con la ilusión de llegar a correrse.

El joven, por su parte, mandó cambiar a las mujeres de posición, porque estaba ya apunto de correrse, poniéndolas en un sesenta y nueve, con la joven arriba.

Ellas empezaron a lamerse y chuparse, volviendo los gemidos y gritos, el joven esperó unos momentos para que bajase su excitación, para colocarse luego tras la joven, escupir en su culo y en la polla y metérsela despacio. Una vez acostumbrada a tenerla totalmente dentro, empezó un fuerte vaivén, que la hacía mover la cabeza y lengua por el coño del ama, al tiempo que la presión de los golpes hacía que la lengua del ama se clavase en su coño.

Los gemidos y voces, ahora más apagados, prosiguieron.

-Mmmmmmmm

-Pfffffffffffffffff

-Plas, plas, plas, …

Tres orgasmos más de ellas y el ama decidió retirarse. El joven dio la vuelta a la muchacha, colocando las piernas elevadas delante de él, para acariciar su coño con la mano y atacó con fuerza su ano corriéndose cuando los espasmos del nuevo orgasmo de ella presionaron su polla.

-Mmmmmmmmmmmmm.

-AAAAAAAGGGGGGGG. Me corroooo.

-Siii, lléname el culo de tu leche.

Y coincidiendo con estos últimos gemidos y gritos, el caballero consiguió correrse en un orgasmo flojo y dolorido de tanto meneársela.

Tras esto, todos se fueron a dormir, cuando ya el sol empezaba a iluminar el horizonte.

Se levantaron tarde. Primero el caballero, luego el joven, con cara de cansado y de no haber dormido.

-Parece que has dormido poco. ¿Acaso los gemidos y gritos de placer no te han dejado dormir?

-En efecto, mi señor, hasta que no me he corrido, no he podido dormir.

-Siento no haberte permitido descansar, pero no sabes lo fogosa que era la muchacha que me llevé a la habitación. Hemos estado follando hasta el amanecer, así que todavía estoy más hecho polvo que tu.

Viendo que estaba contando una mentira para no quedar mal, le dijo:

-Me alegro por vos, mi señor, por los gemidos y gritos, debisteis dejarla totalmente satisfecha.

-Cierto es. Cuando terminamos, marchó casi arrastrándose, pero también a mi me dejó agotado.

En ese momento bajaron las mujeres y cambiaron de tema:

-¿Y qué tal han descansado nuestras damas? –Les preguntó el caballero.

-Nos dormimos tarde, pero hemos hecho tan profundamente que hemos descansado como si llevásemos dos días durmiendo.

-Si, parece ser que a primera hora de la noche hubo bastante ruido por aquí.

Conteniendo la risa, el joven y las mujeres dieron cuenta del desayuno que les habían puesto.

Cuando terminaron, salieron de la posada y entraron en el castillo del tío de la joven. Tras identificarse en el cuerpo de guardia, fueron conducidos al salón de recepciones donde el conde, se levantó de su sillón, ubicado sobre una tarima y bajó a abrazar a la joven. La alegría fue enorme, el conde y su esposa dieron efusivamente las gracias al caballero y al joven por traer sanas y salvas a las mujeres, también les recompensó con una buena bolsa de oro que entregó al caballero.

Ya estaban dispuestos a marchar, una vez cumplida su misión, cuando uno de los soldados que había entrado en la sala, se acercó al muchacho y, poniendo una rodilla en tierra dijo:

-Mi joven señor, os creíamos muerto, como a vuestro padre. Soy uno de los soldados del castillo que resultó herido y dieron por muerto. Es increíble que estéis todavía vivo.

-En lo más duro del ataque, mi padre me hizo meterme en un rincón oscuro, que cubrió con varias cosas, el caso es que pasé desapercibido y marché amparado por la oscuridad de la noche.

-¿Qué vais a hacer ahora?

-Quiero reconquistar mi castillo, que por derecho me pertenece. Buscaré oro y soldados, atacaré el castillo y mataré a todos los sarracenos que se encuentren en él. Igual que hicieron ellos con los míos.

-Marchareis entonces. No preferís quedaos aquí e intentar que os ayuden de los castillos vecinos. –Dijo el conde tío.

-No, bastante tienen aquí con defenderse de los ataques a sus propios castillos. Yo lideraré mi propia tropa.

Y tras las despedidas, el caballero y el joven salieron del castillo, en busca de su destino.

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