También pude localizar el segundo diario de George, que, al parecer, había escrito años después, más como memorias que como diario y donde cuenta el resto de su odisea.

Diario de George Geldof –7 El nuevo mundo.

Partimos de Inglaterra al amanecer, con buenos vientos a favor, lo que hacía que la nave llevase una buena marcha.

Llevaba mercancías para comerciar y transportaba nueve pasajeros. Dos matrimonios con un hijo cada uno, otro matrimonio joven y bien agraciado, que parecían recién casados, él era pastor de una iglesia e iba a evangelizar a los indios, y yo.

Nos repartíamos en dos cuartos estrechos, con 6 hamacas cada uno, un para mujeres y niños y otro para los hombres.

El calor en los dormitorios era alto a primeras horas de la noche, por lo que me gustaba permanecer en cubierta hasta altas horas.

La mujer del pastor, de nombre Betty, también acostumbraba a acostarse tarde, porque las otras mujeres primero tenían que acostar a los niños, luego ellas y eso suponía mucha algarabía que no la dejaba dormir, y decidió que si no podía dormir, al menos buscaría el fresco de cubierta.

En los primeros días, empezamos a hablar, primero de tonterías, del tiempo, de la navegación, etc. Luego cambiamos a nuestras vidas, ella empezó a contarme sus circunstancias:

-Hace casi un año que me case con Bryan, el es pastor. Es un hombre muy bueno y temeroso de Dios. Yo pertenezco a una familia de 15 hermanos. Mi madre falleció hace cinco, y me había hecho cargo de mi padre y mis hermanos. Hasta que Bryan me pidió en matrimonio y me casé, no había salido casi de casa. Tengo hermanos casados y me llevo muy bien con mis cuñadas, nos hacemos muchas confidencias. Después de casarme, fui a la casa de mi marido, que vivía con su hermana.

Desde el principio no congeniamos, siempre había tensión entre nosotros, y mi marido siempre se ponía a favor de su hermana, por lo que insistí en que buscara otra parroquia, pero su Obispo solamente le había ofrecido ir al nuevo mundo, y, después de pensarlo mucho, decidimos aceptar la oferta. Sobre todo por mi insistencia, que pretendía llevar una vida juntos y sin interferencias.

Noche a noche me fue hablando de sus hermanos, de sus hermanas, de sus sobrinos, de sus vecinos, de todo.

Cuando estábamos a algo más de la mitad del viaje aproximadamente y nos encontrábamos hablando apoyados en la borda, fijé distraídamente la vista en un punto oscuro del horizonte, dentro de lo que se podía ver con la escasa luz de la luna, observé que es punto se movía a lo lejos. No lo veía bien, porque no llevaba ninguna luz. Desde luego, era un barco aunque normalmente llevaban linternas encendidas para poder ser vistos por otros barcos y este no llevaba ninguna. Venía perpendicular hacia nosotros, lo que me extrañó mucho y me hizo sospechar. Mandé a Betty al dormitorio con orden de que no saliera nadie bajo ningún concepto y fui en busca del capitán.

Observándolo, el capitán casi confirmó mi sospecha. Debían ser piratas.

-Despertaré a la tripulación, hemos de largar todo el trapo para alcanzar más velocidad y escapar –dijo él.

-Espere, capitán, es un barco más pequeño que el nuestro, más maniobrable, más ligero y más veloz. No lo conseguiríamos.

-Y qué propones, solamente tenemos un pequeño cañón y está en la proa.

-Parece que intentan abordarnos por la popa. Intentan la ventaja. Si no nos damos cuenta, nos destrozarán en unos minutos y si los vemos y huimos, ya están a nuestra estela para alcanzarnos rápidamente y destrozarnos.

-Hagamos como que no nos damos cuenta, preparamos el ataque y los recibimos con una descarga con todas nuestras armas. A poco que nos acompañe la suerte eliminaremos a una buena parte de ellos, y la ventaja de la sorpresa pasará a ser nuestra.

-Es una buena idea, teniente (ya le había dicho anteriormente quién era). Vamos a ponerla en práctica. Ve dando tú las instrucciones.

Desperté a los hombres, incluidos los pasajeros varones, les hice preparar dos muñecos con ropas rellenas y dispusimos la mercancía, consistente en fardos y toneles haciendo una línea divisoria de proa a popa en cubierta. Encima colocamos objetos, velas viejas, etc. para cubrir las armas. También cargamos el cañón de proa.

Sustituimos el vigía del palo mayor por uno de los muñecos y el timonel por otro, atamos al timón unas cuerdas que llegaban hasta detrás del parapeto.

-¿Cómo sabremos por qué lado nos abordarán para poder situarnos al otro?-Me dijo el capitán.

-Por babor. –Dije yo.

-¿Cómo lo sabes?

-Porque los iremos guiando.

-¿Cómo?

-Con las cuerdas. Si se deciden por estribor y vemos que apuntan hacia ese lado, moveremos las cuerdas para que la nave gire a babor ligeramente y tendrán que modificar el rumbo para acortar distancia.

El barco se situó a nuestra popa y fue acercándose lenta y sigilosamente. La espera se hizo eterna. Al fin, dos saetas de ballesta hicieron sendos blancos en el muñeco del vigía y en el timonel. Todo era silencio en nuestro barco. Los hombres sabían lo que se jugaban. Si perdíamos, seríamos pasados todos a cuchillo, y si ganábamos, viviríamos un poco más. Dos linternas estaban colocadas en los palos, volcando su luz hacia el lado de babor, con eso, nosotros estábamos a oscuras y ellos iluminados.

Poco a poco la nave pirata se fue acercando precisamente por el lado que nos interesaba. Esperábamos todos con las armas preparadas. Les había dicho que eligiesen cada uno un blanco distinto, por lo que les vi pasarse las correspondientes señas de los elegidos y yo estuve observando quién daba las órdenes, hasta que lo descubrí, y no dejé de seguirlo en todo momento.

A una señal del capitán lanzaron los garfios y aproximaron ambas naves. Entonces saltaron un grupo de hombres a nuestra cubierta, encabezados por su capitán, todos con las armas en la mano, pero sin apuntar, confiados en que nos pillaban desprevenidos.

A una señal mía, recibieron una descarga cerrada y repetida que sembró la cubierta de cadáveres. Los que sobrevivieron más o menos heridos, entre ellos su capitán, sorprendidos, no reaccionaron lo suficientemente rápido para repeler nuestra agresión y fueron rematados.

Yo salté sobre su capitán con la espada por delante, clavándosela en el corazón. Seguidamente, cogí su propio alfanje y le corté la cabeza de un tajo. La tomé por la cabellera y lancé un fuerte alarido, al estilo de los rebeldes hindúes, que tuvo la virtud de paralizar a los que quedaban en el barco y que pretendían abordarnos para ayudar a sus compañeros, y al verse sin capitán y a mí manchado con su sangre que había salpicado mi cuerpo, volvieron atrás y cortaron las cuerdas que nos mantenían anclados a ellos, separándose de nosotros y disponiéndose a huir.

En ese momento, sonó el disparo del cañón, que estaba apuntando bajo la línea de flotación del barco pirata. Seguramente no les hundiría, pero les crearía muchos problemas, sobre todo con la tripulación reducida.

La lucha no había durado más de treinta minutos y los hombre se pusieron enseguida a limpiar el barco y reorganizar todo, al tiempo que incrementábamos velocidad para alejarnos de los cañones del barco pirata, que, ocupados con sus problemas, no hicieron nada para retenernos.

Salieron las mujeres y los niños y calmaron su miedo con gran alegría y abrazos con maridos y padres. Todos me dieron las gracias efusivamente. El capitán, como todavía no había amanecido, mandó a todos la intentar dormir un rato.

Yo aún permanecí un tiempo en cubierta preocupado por lo que había sentido al volver a matar y sentir el placer de hacer correr sangre. Cuando lo mataba, pensaba en los oficiales allá en la India, y eso me asustó.

Las siguientes noches ya no fueron iguales. Betty no me miraba con los mismos ojos. A partir de entonces, me preguntó por mi vida y mis intenciones, yo le fui contado día a día que había tenido unos escarceos amorosos que me habían obligado a ir a la India, donde me enamoré de una mujer, a la que asesinaron cuando estaba cerca de dar a luz a mi hijo.

Le conté mi desesperación, mi locura, la gente muerta a mis manos, y mi salida de la India para volver a casa. Cuando le conté esto, ella me abrazó para consolarme, apretándose contra mí y clavando sus pechos en mi torso. Mi cuerpo, después de tantos días de abstinencia, saltó como un resorte.

La polla se me puso dura al instante, hasta el punto que me dolía.

Ella lo notó, porque dijo:

-¿Vais armado, milord?

-No, porqué lo preguntáis.

-Porque lleváis algo que me incomoda al abrazaos para daos mi consuelo y me ha parecido una daga.

-Es mi polla.

-¿El qué?

-Mi polla, mi pene. Con tantos días sin una mujer, presenta sus respetos ante vuestra presencia.

Era de noche, pero pude ver el enrojecimiento de su cara. Bajó la cabeza, murmuró un perdón y se retiró a toda prisa.

Las dos noches siguientes no salió, y la verdad es que la eché mucho de menos. Me había acostumbrado a nuestras conversaciones.

A la tercera noche se acercó como si no hubiese pasado nada. Empezó hablando de la maravillosa noche y yo le contesté que mucho menos maravillosa que ella, que la había echado de menos y a nuestras conversaciones.

-No he podido salir. Las madres me han pedido ayuda estas noches, los niños estaban nerviosos y temerosos de otro ataque pirata. Las he ayudado a dormirlos y luego ya era tarde para salir. Ahora ya se ven fuera de peligro y están más calmados. Pero podemos seguir donde lo dejamos. –Dijo volviendo a abrazarme y poniéndose totalmente roja.

Nos encontrábamos entre unas mercancías, junto a la borda, a cubierto de miradas del piloto y un par de marineros. Solamente podía vernos el vigía, pero debía estar a lo suyo o dormido o borracho.

Yo me incliné sobre ella y le tomé la cara con mis manos, fui aproximando mis labios a los suyos hasta que rompimos en un beso brutal. Con una mano en su nuca y otra en su culo, le metí la lengua y jugué con la suya sin permitirle separarse y haciéndole sentir toda mi virilidad presionando contra su coño y tripa.

Su vestido se abotonaba por delante. Solté los botones y metí primero una mano, para encontrarme sin nada debajo, acariciando directamente su pecho. Mi otra mano también fue al encuentro del otro pecho, mientras nuestros labios no dejaban pasar ni el aire.

Dejé de besarla para bajar a succionar sus pezones estaba muy excitada y temerosa de que nos sorprendieran.

-Llevamos tres semanas de navegación hablando en este lugar y nunca ha venido nadie. ¿Por qué tendría que venir ahora? (Creo que lo sabían y nos dejaban intimidad en agradecimiento)

Eso parece que la calmó un poco y se dedicó a disfrutar de mis caricias y besos. Tomé la falda de su vestido y fui tirando de ella hasta levantarla lo suficiente. Al echar mano a su culo, pude comprobar que tampoco llevaba bragas.

-¿No te pones ropa interior?

-Ninguna de las mujeres la llevamos. Al segundo día de navegación acordamos quitárnosla para pasar menos calor, así como cualquier otra prenda que nos impidiese movernos con soltura si caíamos al agua.

Eso todavía me calentó más si cabe. Desplacé mi mano hasta su coño, ligeramente peludo, y lo noté totalmente empapado. No esperé más, desabroché y dejé caer mis pantalones y calzones para liberar a mi polla, que saltó como un resorte. La dejé apuntada a su coño, la levanté y se la fui metiendo poco a poco.

Cuando notó su tamaño, me dijo:

-¿Qué es eso? ¿Qué me metes?

-Mi polla

-¡Dios mío! ¡Tiene que ser tremenda! – Su falda remangada no le dejaba verla.

-¡Ya lo comprobarás!

Y continué metiéndola

-Me vas a reventar. La de mi marido no la siento ni la mitad

La dejé dentro un rato para que se acostumbrara y comencé a meterla y sacarla. La fui bajando hasta dejarla en el suelo, contando con que esa postura no solamente me producía una gran fricción en mi polla, sino que esta frotaba el clítoris en sus movimientos.

Ella mordía el cuello de mi camisa y respiraba con fuerza, para no emitir sonidos. Cuando sentí que se iba a correr, besé sus labios y la apreté fuerte, haciendo que su intenso orgasmo pasase desapercibido para la tripulación. Porque, de no ser así, habría gritado.

Aún tuve que repetir la operación tres veces más, antes de llenarla con mi lecha.

Al terminar, recompusimos nuestras ropas y allí mismo, de pie, permanecimos abrazados.

-¡Ha sido increíble! –Dijo- Ni en los mejores momentos con mi marido he llegado a esto. Yo pensaba que disfrutaba mucho con él, pero la verdad es que, a partir de ahora, tendrán que cambiar mucho las cosas.

-Mañana y los cinco o seis días que nos faltan para llegar a puerto, podemos ponernos al día.

-¿Podrás? ¿Me preguntó extrañada?

-Si, ¿Por qué?

-Porque con mi marido tengo que esperar cuatro o cinco semanas que necesita para reponerse.

-Bueno, yo no necesito tanto. ¿Quieres que repitamos?

-¿Puedes?

-Toca y verás.

Pasó mi mano por mi polla, dura nuevamente, dijo algo así como “es tremenda”, la sacó, se remangó las faldas y ella misma se la clavó entera.

Nos estuvimos moviendo acompasadamente disfrutando de cada empuje. Ella tuvo dos orgasmos más, y yo volví a correrme en su coño.

Al terminar, estaba agotada. Solamente preguntó:

-¿Y mañana más?

-Mañana más –le contesté.

-¡¡Increíble!! – y se fue sujetándose donde podía para irse a dormir.

Unos minutos después me fui yo.

A la noche siguiente, no perdimos mucho tiempo. Tras comprobar que estábamos solos, comenzamos a besarnos y me dijo:

-No sé que me pasa hoy. Desde que he despertado me encuentro excitada y mojada. Estoy ansiosa por sentirla dentro otra vez.

Saltándome los preliminares, subí sus faldas y acaricié su coño por encima, lo tenía tan empapado que rezumaba por sus piernas. Eso terminó de empalmarme y no esperé más. Se la metí sin más hasta el fondo de un empujón. Ella emitió un gemido de placer que acallé con mis labios en los suyos. Abrí su vestido y saqué sus pechos, que acaricié con mis manos y froté sus pezones.

-¡MMMMM! No aguantaba más sin sentirla dentro de mí. ¡Sigue! ¡Sigue! Me siento cerca de mi placer. ¡Más! ¡Máaaaaasssss!

-¡OOOOOHHHH! ¡Que gusto! Pero no pares, quiero más.

Seguí bombeando a todo lo que podía. Era tal la calentura que tenía que no me dejaba parar. Sus orgasmos se encadenaban. Hasta tal punto debía estar excitada, que anteriormente, cuando le conté mis relaciones y hablé de la felación, puso cara de asco, pero en ese momento, cuando me corrí en su coño y me flojó ligeramente, ante su petición de seguir le dije:

-Chúpamela y pónmela bien dura para seguir.

No lo dudó. Se puso de rodillas, se llevó la polla a la boca y empezó a autofollársela. No sabía hacerlo y le tuve que dar alguna indicación. Hizo de la necesidad virtud y en un momento se convirtió en una mamadora experta, volviendo a darle a mi polla todo su esplendor. Se puso de pie y ella misma se la metió.

Esto se repitió hasta altas horas de la madrugada, cuando conseguí convencerla de que ya estaba satisfecha, porque yo no podía más. Además, le tuve que recordar que me había corrido dentro de ella, y que corría el riesgo de quedarse embarazada.

Ella asintió y dijo:

-¡Mañana haré el amor con mi marido!

Las mujeres, para tener a los maridos contentos, habían acordado dejar su dormitorio vacío por las mañanas cuando alguno de los maridos las solicitase, haciéndose cargo las otras de los niños y de dejarles tranquilidad. Así, las semanas anteriores, las otras habían hecho uso frecuente de esto, y Betty tenía la intención de aprovechar el día siguiente.

Y el día siguiente llegó. Vi como ella hablaba con su marido y cómo el negaba con la cabeza. Pero no se rindió. Insistió y consiguió su aprobación. Con algo de resquemor los vi partir hacia el dormitorio, y con alegría cuando un rato después, salieron. Ella primero, con paso rápido y el detrás, con paso más relajado.

Durante el día hablábamos en corrillos mixtos, y pocas veces en parejas. Solamente los matrimonios lo hacían en cualquier momento.

Ese mismo día, al atardecer, nos reunió el capitán y nos informó de que nos encontrábamos ya muy próximos a la costa, que, de seguir a ese ritmo, llegaríamos en plena noche, pero como no quería correr el riesgo de chocar con alguna roca o encallar en algún bajío. Por eso, pasaríamos la noche en el mar y por la mañana entraríamos en el puerto.

Esa noche, cuando nos quedamos solos me abrazó y me dijo:

-¡Por favor, bésame! ¡Hazme gozar como nunca!

-¿Qué te pasa? ¿Qué te ha ocurrido? –Le pregunté.

-Hasta ahora, nuestras relaciones eran algo indefinible, pero eran algo. Me besaba un poco, yo me excitaba solamente con eso. Se ponía encima de mí, me metía su polla, se movía un poco, lo justo para sentir algo de placer y se corría.

-Hoy he ido pensando en que sería diferente, iba excitada ya, pero ha sido totalmente decepcionante. Ni siquiera me ha besado. Se ha bajado los pantalones, me la ha metido y se ha corrido casi inmediatamente.

Yo la acaricié suavemente y la besé, pero ella tenía prisa. Aún respondiendo a mis besos y caricias, bajó mis pantalones y, sacando mi polla, se la metió ella misma.

A partir de ahí, todo fue suave y lento. Los movimientos eran para disfrutar del erotismo, no para alcanzar un orgasmo. Mucho duró ese momento. Cuando, al final, alcanzamos el orgasmo, todavía permanecimos abrazados durante mucho rato.

-¡Llévame contigo! –Me dijo

-No es posible. Ni siquiera tengo con qué mantenerme yo. Debes seguir con tu marido y buscar cómo arreglar vuestra relación.

-Pero yo me adapto a cualquier cosa.

-No, es imposible y no se hable más. Vamos a disfrutar de las horas que nos quedan hasta desembarcar.

Me puse de rodillas delante de ella, levanté sus faldas y me puse a comerle el coño y clítoris. Ella no esperaba nada así y empezó a presionar mi cabeza contra su coño. Le metí dos dedos directamente, haciéndola gemir de placer.

-MMm. AAHH. Qué rico. Sigue, no pares.

Empecé a meter y sacar los dedos rápidamente, hasta que estalló en un nuevo orgasmo, que pensaba que la iba a dejar sin ganas de continuar, sin embargo insistió:

-Sigue más, no te pares ahora Sigue. Sigue. Sigue. Sigue.

-AAHH –Estalló en un nuevo orgasmo.

Toda la noche estuvimos disfrutando, con algunos intervalos de descanso. El amanecer nos sorprendió estando yo sentado sobre un bulto, con la espalda apoyada en otro y con ella sentada sobre mi polla, que la tenía metida en su coño. Ambos mirábamos el amanecer, pero ella, además, realizaba movimientos circulares sobre mi polla, que la hicieron alcanzar un nuevo orgasmo (habíamos perdido la cuenta de los que llevaba ella) al poco de que apareciese el sol totalmente.

En este punto nos separamos y, apoyados en la banda del barco, terminamos de contemplar el amanecer. Cuando los marineros despertaron y empezaron a izar velas, nos fuimos a la proa del barco, a esperar la llegada a puerto. Poco a poco se nos unieron el resto de los pasajeros, lo que nos mantuvo en una animada y excitada conversación hasta desembarcar.

Al bajar del barco, todos nos despedimos con abrazos, besos y buenos deseos. Me dieron las gracias cientos de veces y me excusé otras tantas.

Cuando me despedí de Bryan y Betty, no pude evitar decirle:

-Adiós Bryan. Cuide bien de su esposa y mímela mucho, se la ve una gran mujer.

Ella me miró y solamente dijo gracias.

El dijo

-Tiene razón, George, por eso la elegí.

Yo solamente llevaba un petate, que tomé y me marché sin volver la vista atrás, mientras los demás quedaban descargando sus pertenencias.

Mi primer destino fueron las tabernas del puerto, don de anduve preguntando la forma de llegar a la finca del amigo de mi hermano.

Todas las pesquisas fueron infructuosas, hasta que en una de las tabernas, había un hombre que, al oírme preguntar, me dijo:

-Permítame presentarme, todos me llaman Látigo, y salgo mañana con mercancía hacia la zona, y pasaré por la hacienda de su amigo. No me vendría mal una mano más de ayuda si quisiera echármela, no le cobraría nada por llevarle y le incluiría la comida.

-Estaré encantado de ayudarle y acompañarle, Látigo. –Dije yo.

-Entonces de acuerdo. Saldremos mañana al amanecer, esta tarde cuando el sol haya bajado un poco, cargaremos los carros con las mercancías que están en el almacén de aquí al lado. Nos alojamos en las habitaciones que dispone esta taberna.

Pasé la mañana ayudando a Látigo a preparar la mercancía que sería cargada por la tarde en los carros.

Comimos juntos en la taberna y solicité una habitación y me eché a dormir hasta que golpearon mi puerta para ir a cargar los carros.

A la mañana siguiente partimos hacia nuestro destino, al cual llegamos doce días después, sin más incidencias que el cansancio del viaje.

Cuando llegué a casa del amigo de mi hermano e hice mi presentación, me recibió con los brazos abiertos, Se presentó como Tom y me presentó a su esposa Leslie y a sus hijos Marcus de 12 años, Sebastián de 10 y Myrian de 7

Vivían en una casa de estilo colonial, enorme, rodeada de plantaciones de tabaco hasta donde se perdía la vista y atendida por esclavos negros.

Una criada esclava me acompañó a mi habitación y otro esclavo trajo mi modesto equipaje y se marchó rápidamente.

La muchacha sacó las cosas de mi petate separando las que tenían que ser lavadas de las que solamente necesitaban plancha, para colocarlo todo en los armarios, mientras yo miraba por la ventana las interminables líneas de plantas de tabaco.

En estas, entró Tom para saber si me gustaba la habitación, si me parecía cómoda, etc.

Yo le respondí que me gustaba mucho, y era cierto, pero aunque no hubiese sido así, no lo diría. Y le pregunté el qué podría hacer yo para compensar tanta amabilidad.

-Ya hace un tiempo que le escribí a tu hermano para que me mandase a alguien de confianza y con conocimientos para actuar de capataz general o de segundo amo de mis plantaciones. Yo no puedo llegar a todo y necesito ayuda. El personal que tengo solamente saben hacer trabajar a los negros, pero no tienen idea de qué trabajos tienen que hacer.

-Vivirás en una casa que hay aquí al lado, tendrás tu sueldo y una parte de los beneficios, también comida y criados. Durante este mes, vivirás con nosotros y me acompañarás a todo para ir haciéndote a la idea de lo que es el trabajo.

-Esta es Sara –dijo señalando a la negra- si te gusta, será tu criada y tu esclava personal, para que hagas con ella lo que quieras.

-No es necesario, puedo valerme solo….

-Déjate de tonterías. ¡Tú, desnúdate! -Dijo a la negra, que no tardó ni un segundo en quitarse los harapos que llevaba- ¿Te gusta?, creo que tiene unos 16 años. ¡Date una vuelta!

Pude observar a toda una mujer. Unos senos perfectos, color café, con aréolas pequeñas y pezones grandes. Su cuerpo, más bien delgado, tenía las curvas en su sitio. Su culo respingón invitaba a follárselo. Sus piernas perfectas llevaban marcas del látigo, al igual que su espalda.

No pude evitar una erección ante la esa vista y después de tantos días sin nada. Eso no pasó desapercibido para mi anfitrión, que dijo:

-Veo que has causado un buen efecto en nuestro invitado, Sara. Hazte cargo y procura que quede bien relajado y a gusto, si no quieres probar el látigo.

-Si amo Tom –dijo ella- y seguidamente se acercó a mí, soltó y bajó mis pantalones sacando mi polla a reventar. Inmediatamente se la metió en la boca y comenzó a hacerme una buenísima mamada.

– Ja, Ja, ja, ja. Disfrútala de todas las maneras que quieras, George, es tuya. La cena es a las 6, no llegues tarde. Ja, ja, ja, ja, ja, ja. –Y se fue cerrando la puerta.

Yo volví a prestar atención a la mamada, observando que lo hacía muy bien. La recorría con la lengua toda lo larga que es y se metía solamente el glande al llegar a la punta, para con los labios y lengua acariciar el borde. Hubo un momento que estuve a punto de caerme, por lo que le indiqué que me iba a tumbar en la cama, me siguió, me ayudó a desnudarme, se subió también, se puso a cuatro patas y continuó con la maravillosa mamada.

-¡AAAAAAAAAAAAGGGGGGGGGGGGGG! ¡ME CORROOOO! –Dije

Ella se metió toda la polla en la boca y yo me corrí directamente en su garganta. Cuando dejó de salir, la limpió y me dijo

-Gracias, amo. Veo que todavía no se le ha bajado. ¿Quiere que se la siga chupando?

-Si, pónmela bien dura de nuevo. ¿Eres virgen? –Le pregunté.

-No, amo.

-¿Has estado con muchos hombres?

-No, amo, solamente con el amo Tom

-Entonces, ¿te vamos a compartir?

-No, amo, el amo Tom tiene a otra más joven y a mi no me necesita, estoy únicamente a su servicio, amo.

-El culo también lo tienes virgen.

-No, amo, pero no ha sido penetrado muchas veces.

-Ponte a chuparla encima de mí, que mientras quiero comerte el coño.

Mientras ella recorría mi tronco y lo ensalivaba bien, yo le repasaba el coño con la lengua, mientras le metía un dedo y sentía cómo empezaba a soltar flujo.

Mojaba mi dedo en su coño y se lo aplicaba al culo para ir dilatándolo, además de lamer su clítoris y recorrer toda su raja con la lengua.

Cuando ya metía tres dedos en su culo y ella se había corrido una vez, la hice ponerse en cuatro a mi lado y me coloqué detrás.

Fui metiéndola poco a poco, para acostumbrarla hasta que mis huevos chocaron con su coño.

Empecé a sacarla casi completamente para volver a clavarla haciendo que mis huevos fueran chocando con su clítoris, que sobresalía entre los labios del coño. Ella empezó a gemir.

-¡MMMMMMM! Amo ¡AAAAAAAAHHHHHHH! Amo ¡OOOOOOOOOHHHHHHHH!

Yo me recosté sobre ella puse mi mano en su clítoris, frotando y presionando. Ella se corrió gritando:

-¡AAAAAAAAGGGGGGGGGG! Amo ¡AAAAAAAAAAHHHHHHH! Amooooo.

Yo no le hice caso y continué con lo mío. Su culo era estrecho y me daba un placer enorme. Al poco rato, estaba otra vez en marcha y apunto

-¡OOOOOHHHHHH! Amo, ¡OOOOOHHHHHH! Amo, ¡OOOOOHHHHHH! Amo.

Cuando empezó a correrse, contrajo su ano, aumentando la presión sobre mi polla, y eso fue lo que desencadenó mi orgasmo, llenándole el culo de leche.

A todo esto, se estaba acercando la hora de la cena, y pregunté a Sara si podía tomar un baño y asearme, a lo que asintió, vistiéndose con presteza y saliendo rápidamente. Un momento después, entraron dos esclavos con una bañera que depositaron frente a la cama y seguidos por media docena de mujeres con cubos de agua que echaron dentro, saliendo inmediatamente.

Sara entró con todo un servicio de afeitado, navaja, brocha, jabón y jofaina y otra muchacha aproximadamente de su edad.

-Amo ¿Deseará también afeitarse?

-Si, lo haré. -Dije mientras me metía en la bañera y pasaba mi mano por una barba de mes y medio, ya que en el barco no podíamos gastar agua en eso y en los días con los carreteros solamente se paraba en los ríos para dar de beber a los caballos.

La otra joven, sacó una esponja, la enjabonó y procedió a pasarla por todo mi cuerpo y extremidades, procediendo a retirar la mugre acumulada. Curiosamente, solo mi polla estaba limpia.

Mientras, Sara, procedió a recortar los pelos con una tijera, hasta que quedó a un tamaño mínimo. Preparó la brocha y empezó a enjabonarme la cara.

-Deja, yo lo haré.-Dije

-El amo Tom me castigará si no lo hago. A él era yo quien lo afeitaba.

Hice gesto de asentimiento y eché la cabeza hacia atrás, apoyándola en el borde de la bañera. Ella siguió humedeciendo y repartiendo jabón sobre mi barba. Cuando estuvo bien humedecida, tomó la navaja, la suavizó y comenzó a afeitarme.

Ni cuando yo me afeitaba lo hacía tan bien.

-Lo haces muy bien y con mucha suavidad. Me da mucho gusto –Le dije.

-Gracias, amo. También tú lo haces muy bien. Nunca había recibido tanto placer.

-No solías correrte con el amo Tom.

-No, amo, el amo Tom solamente me usaba para su placer. Había días que me daba mucho gusto, pero lo que he sentido hoy no lo había sentido nunca.

-Cuando estés sola, quiero que te afeites el coño y lo tengas siempre sin un solo pelo.

-Si, amo.

Mientras, la otra muchacha, se había puesto a limpiarme la polla con la esponja y una vez limpia, vi que Sara le asentía y noté que se la metía en la boca y comenzaba una experta mamada

-¡MMMMM! Qué maravilla. –Dije

Sentía los labios de la joven recorrer mi polla, mientras acariciaba mis huevos con una mano y con la otra me masturbaba,

Sara terminó el afeitado y me dio un masaje con un afeite que dejó mi cara suave y perfumada.

La otra joven siguió con su mamada, acelerando mi orgasmo y corriéndome en su boca con un largo gemido.

-¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHH!

Volvió a limpiarla con la esponja y aclaró todo mi cuerpo.

Sara se acercó sonriendo con una gran toalla en las manos, yo me puse de pie y ella me envolvió. Salí de la bañera y, entre ambas, frotaron mi cuerpo para dejarlo bien seco.

Preparó unos calzones limpios, medias, pantalones, camisa y casaca y me ayudó a vestirme. Cuando estuve listo, me acompañó hasta el comedor, donde la familia estaba ya reunida.

-Vaya, George. Tienes bastante mejor aspecto que antes. ¿Verdad querida? –Dijo Tom dirigiéndose a su mujer.

-Si, querido. Tu amigo tiene un hermano muy apuesto. –Dijo Leslie, su esposa.

-¡¡Y huele mejor que antes!! –Dijo Myriam, la pequeña.

-Myriam –Dijo la madre- ¡¡Eso no se dice!!

Su padre y yo nos miramos y nos echamos a reír.

– Ja. Ja. Ja. Ja. Ja. Ja. Ja. Tiene razón, llevaba más de un mes sin lavarme a fondo.- Les dije

Nos sentamos a la mesa y entre comentarios y risas cenamos muy a gusto.

Tras la cena, Tom y yo nos sentamos en el salón a tomarnos unas copas y fumar unos cigarros.

Hablamos de la plantación y de los trabajos pendientes, hasta que nos fuimos a la cama con la intención de madrugar al día siguiente.

Cuando llegué a mi cuarto, estaba todo recogido, y Sara estaba recogiendo la ropa planchada en el armario.

Se empeñó en ayudar a desnudarme y recogió mi ropa. Cuando me metí en la cama, me preguntó:

-Amo, ¿Desea que apague las luces totalmente o dejo alguna encendida?

-Puedes apagarlas todas.

Las apagó y oí que se movía a un rincón y quedaba en silencio.

-¿Qué haces?

-Vigilo su sueño por si necesita alguna cosa.

-¿Dónde estás?

-De pie junto al armario.

-Vete a dormir, no te necesitaré.

-No puedo, amo, debo permanecer aquí, despierta, por si me necesita.

-Pero yo no te voy a necesitar.

-Lo siento, pero el amo Tom me castigaría si entrase y no me encontrase aquí o estuviese dormida. No puedo salir de la habitación hasta que se vaya a trabajar.

-¿Has comido algo?

-No amo, no puedo salir a comer nada. Mañana comeré algunas sobras si hay.

-Sabes, si que te voy a necesitar. Ve a la cocina y tráeme algo de comer.

-¿Qué deseas, amo?

-Cualquier cosa, sobras de la cena, si hay y algo de pan.

Volvió al poco con una bandeja con vino, agua unos platos con comida, pan y una vela encendida.

Fue a poner la bandeja en mis piernas y le dije

-No, déjala en aquella mesa. –Ella lo hizo- Ahora, cómete lo que has traído.

-¡NO! ¡NO!. ¡NO!. ¡NO!. ¡NO!. Si se entera el amo Tom me azotará

-¡Y SI NO TE LO COMES TE AZOTARÉ YO! ¡Come!, que yo no diré nada.

-Ella, llorando y sin hablar fue comiendo poco a poco.

Cuando lo dejó, le dije

-Desnúdate y métete conmigo en la cama.

Ella hizo lo que le pedía. Apagué la vela y le pedí que se colocase de espaldas a mí, ensalivé bien mis dedos y humedecí su coño, separé sus piernas con la mía y metí mi polla en su coño. Me abracé a ella y me dejé llevar por el sueño. Aún llegué a oír un “gracias amo” murmurado bajito entre lágrimas.

Gracias por vuestras valoraciones y comentarios. Sugerencias en privado a: amorboso arroba hotmail punto com

2 comentarios en “Relato erótico: “Diario de George Geldof –7” (POR AMORBOSO)”

  1. Me encanto, me parece que la historia se sigue poniendo interesante a medida que pasa. Pero te digo que seria bastante mas interesante si meterías mas vírgenes o princesas. Otra cosa que seria un plus seria describir un poco mas a las otras mujeres del relato para marcar el contraste. Pero segui asi que estaba bastante bien

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