Las chicas durmieron esa noche juntas, abrazadas y acurrucadas en la misma cama. Así se daban fuerza y consuelo entre ellas para lo que las esperaba. Lo que no podían esperar era la manera tan horrible de la que se iban a despertar…
Una fuerte descarga desde el collar recorrió sus cuerpo, haciendo que se despertasen gritando de dolor y recordando de la peor manera posible en qué lugar estaban.
– ¿Qué cojones es esto? – Gritaba el Oso, entrando en la habitación y encendiendo la luz.
Las chicas se miraban asustadas, ¿Qué habían hecho para cabrearle así? El hombre se acercó a Miranda y, agarrándola del brazo la dió un tirón para obligarla a bajar al suelo.
– ¿Desde cuando los perros duermen en las camas? ¡Tu lugar es el suelo, zorra!
Le dió un par de fuertes azotes en el culo y se dirigió a las dos sirvientas.
– ¿Y vosotras? ¡Deberíais estar preparando el desayuno!
– N-No sabíamos nada… L-Lo siento… – Balbuceó Lorena.
– ¡No quiero excusas!
Apretando un botón, dió una nueva descarga a las tres chicas.
– ¡Rápido, a la cocina! No me hagáis esperar más.
Erika y Lorena salieron corriendo de la habitación… Ni siquiera sabían donde estaba la cocina, pero no tenían valor a preguntarlo… Por suerte, era la única habitación en la que se veía luz… porque Roco y el Piernas estaban esperandolas allí…
Miranda seguía arrodillada ante el Oso.
– No te preocupes, Missy. – Le decía el hombre. – Poco a poco irás adaptándote a tu nueva forma de vida… a partir de entonces será todo más fácil… Y ahora vamos, nos están esperando para desayunar.
El negro empezó a andar y Miranda se levantó para ir tras él…
Se oyeron gritos en la cocina y una taza que se rompía, a la vez que Miranda volvía a caer al suelo debido a la descarga.
– ¿Qué te dije ayer? Las perras van a cuatro patas…
Miranda, resignada, comenzó a gatear tras el hombre en dirección a la cocina. Cuando atravesaron la puerta encontraron a Lorena barriendo la taza rota y a Erika arrodillada bajo la mesa, tragándose entera la polla del Piernas.
– Avisa antes de darles una descarga, cabrón. – Dijo enfadado el Piernas. – Porque había parado a coger aire, que si llega a tener mi polla en la boca en ese momento me la arranca…
– Mucho no te ha debido molestar cuando has vuelto a hacer que te la chupe. – Replicó el jefe.
– Joder, es que lo hace de miedo… Vaya joyita hemos encontrado.
Erika miraba de reojo a su hermana, que iba detrás del Oso, con la cabeza gacha. Nunca la había visto tan derrotada…
– Ves preparándome un café y unas tostadas, pelirroja. – Dijo el Oso. – Yo voy a echar comida a Missy.
Diciendo eso se acercó a la nevera, sacó un tupper con sobras y lo echó en un comedero de perros que había en un rincón de la cocina. También relleno con agua un bebedero.
– Ahí tienes tu comida, zorrita. Y que no te vea usar las manos…
Miranda se quedó en el sitio. Ni siquiera se acercó a los platos.
– Bueno… Ya tendrás hambre… – Comentó el Oso ante su actitud.
– OOOOOoohhhhhhhh! – Gritaba el Piernas, sujetando la cabeza de Erika, forzándola para que tuviera su polla metida hasta la garganta. – ¡Tragatelo todo, zorra! ¡Joder!
Poco a poco, dejó que la chica separara la cabeza y respirara. Un hilo de baba y semen unía la boca de la chica con la polla del hombre. Éste se sujeto el rabo y se lo restregó a Erika por toda la cara, llenándola de sus restos.
– Hala, ya estás preparada para seguir trabajando…
Erika salió de debajo de la mesa y se situó junto a Lorena para ayudarla. En unos minutos tenían el desayuno preparado y se lo sirvieron a los hombres. Se mantuvieron a un lado, intentando que no se fijasen en ellas, las dos modelos estaban de pie, y la detective arrodillada junto a su plato de comida.
Nada más acabar, Roco se levantó, agarró a Lorena por la cabeza y la obligó a inclinarse sobre la encimera. Apartó el tanga a un lado, quitó de un tirón el plug anal, provocando un pequeño grito de dolor en ella.
– No te quejes, lo que viene ahora va a ser algo más grande. – Le dijo el hombre. – Toma. – Estaba dando a Erika el plug. – Sujetalo mientras me la follo.
La chica lo cogió, y se quedó observándo como ese hombre penetraba de un golpe el culo de su amiga. Lorena gritaba, y no era para menos… Roco tenía un pollón enorme… Debía estar partiendola en dos…
– ¡Callate, zorra! – La gritaba. – Vas a tener que acostumbrarte a esto, todas las mañanas voy a follarte el culo hasta que dejes de quejarte.
Los otros dos hombres seguían acabando su desayuno tranquilamente, sin prestar atención a la violenta sodomizacion que estaba ocurriendo a su lado. Miranda y Erika estaban inmóviles.
– Aaaaahhh. – Gritaba Lorena. – ¡Me vas a partir en dos!
Roco disfrutaba de los gritos de la chica, sabía que haría lo que el quisiera por mucho que se quejase. La agarró del pelo, obligandola a levantar la cabeza, mientras aumentaba el ritmo de la follada.
Tardó pocos minutos en descargar dentro de su culo.
– ¡Ven Missy! – Exclamó el hombre. – Aquí tengo un regalo para ti.
Miranda sabía lo que quería que hiciera. Siempre, después de follarla, la obligaban a limpiarles las pollas… Al principio le daba reparo, sobre todo después de que la polla en cuestión hubiese estado dentro de su culo, pero a base de palizas, había aprendido a hacerlo sin rechistar…
La chica se acercó gateando, sabía que no debía levantarse, y agarrando la polla del negro, se la metió en la boca hasta el fondo. No quiso pensar en el sabor que tenía después de haber estado en el culo de Lorena, sabía que no tenía opción.
Un par de minutos después, había terminado de limpiar, así que paró y agachó la cabeza.
– ¿ Qué pasa zorra? ¿ Crees que has terminado?
Miranda miró al hombre y luego a su polla, viéndola impecable.
– Aquí todavía tienes trabajo. – Añadió Roco, señalando el ojete de la pelirroja.
Un reguero de semen se deslizaba desde el dilatado agujero trasero de la chica, deslizándose por su coño hasta los muslos… Eso sí que no… Miranda no estaba dispuesta a eso… Nunca había estado con una chica, y por supuesto no estaba dispuesta a hacerle eso a la que siempre había considerado como una hermana pequeña… Todos estaban expectantes.
El negro agarró del pelo a la detective, obligandola a mirarle.
– ¿No me has oído, perra? ¿No has aprendido que tu única opción es obedecer? ¡Déjame el control! – Pidió.
El Oso se lo lanzó y Roco lo atrapó al vuelo.
– Noooo – Gritaron a la vez Erika y Lorena.
Demasiado tarde. Ya había apretado el botón. Las chicas se retorcían entre gritos de dolor. Los espasmos en el culo de Lorena, hacían que los chorretones de lefa salieran de él. Cuando Roco paró, se quedó observando a Miranda, con el interruptor en la mano.
– Por favor, Miranda… – Suplicó Erika.
La detective miraba a su hermana con cara de pena… No podía dejar que sufriese aun más por su culpa… Se acercó lentamente a los muslos de Lorena, y comenzó a recoger el semen que caía por ellos con su lengua. Quería retrasar todo lo posible el momento de lamer el coño y el culo de la pelirroja, pero sabia que era inevitable…
Cuando dió el primer lametón al coño de la chica, habría jurado que la había notado estremecerse… El sabor no era desagradable… Cerrando los ojos y sin pensar realmente lo que estaba haciendo, se sobre llevaba mejor…
– ¡Venga, perra! No seas remilgada y mete bien la lengua. – Espetó Roco.
El hombre separó las nalgas de Lorena con las manos, mostrando a Miranda el camino que tenia que seguir. La detective no luchó más… Metió su lengua en el rosado ojete que tenía delante, aplicándose en dejarlo limpio lo antes posible.
Cuando terminó, Lorena continuó ayudando a Erika con las labores de la cocina… Miranda habría jurado que tenía la cara ligeramente colorada… No sabia si por la vergüenza o… ¿Habría disfrutado?
Durante el resto del día, las dos asistentas estuvieron atendiendo a los hombres en todas sus necesidades. Mientras, Miranda esperaba acurrucada en un camastro en un rincón de la habitación, de vez en cuando le tiraban un hueso de plástico y la obligaban a traerlo, como una perrita de verdad. Al principio se negaba, pero después de varias descargas comenzó a hacerlo de forma bastante eficiente.
Para combatir el aburrimiento, los hombres obligaron a Erika y a Lorena a entretenerles, montándose un pequeño número lésbico. Las chicas no querían más descargas, así que se aplicaron desde el principio… No fue demasiado difícil… Ya habían participado juntas en algunas orgías y, en cuanto lograron olvidarse de donde y con quién estaban, comenzaron a centrarse la una en la otra, a sentir sus caricias, sus besos, su aliento… En unos minutos estaban haciendo un 69 en medio del suelo del salón, ante la mirada de los noegros y de Miranda.
Los hombres no aguantaron más aquella situación y se añadieron rápidamente al juego. Entre los tres, se follaron a las asistentas por todos sus agujeros, mientras las “obligaban” a seguir besándose… Erika se corrió un par de veces mientras aquellos bestias la follaban, estaba comenzando a disfrutarlo de verdad… En cambio, Lorena era más reticente… se notaba que estaba caliente… Aquellos hombres la follaban muy bien… Pero su subconsciente no la dejaba disfrutar de la misma manera que lo hacía Erika…
Una vez acabaron, la perrita de la casa volvió a ser la encargada de limpiar tanto las pollas de los hombres como los agujeros de las chicas…
Al final del día, cuando las tres chicas se quedaron solas en su cuarto, cayeron derrumbadas en la cama.
– ¿Q-Qué haces? – Preguntó Erika a su hermana, temerosa.
– ¿Cómo?
– N-No puedes estar en la cama, ya les has oído…
– ¿Qué? No estarás hablando en serio… No pensarás que voy a dormir en el suelo…
– Yo… Yo no quiero más descargas… – Apuntó Lorena
– Tiene razón… Tenemos que evitar enfadarles… – Erika miraba a su hermana a los ojos mientras hablaba. – Hoy hemos recibido muchas descargas… Y muchas por tu culpa…
– ¿ Qué? – Miranda no creía lo que estaba escuchando. – ¡Quieren que sea su mascota! – Gritó. – ¿Crees que voy a dejar que hagan lo que quieran?
Las nuevas asistentas de la casa miraban a Miranda impasibles, dando a entender que no iban a dar su brazo a torcer.
– No tenemos salida Miranda. Lo único que podemos hacer es intentar evitar los castigos…
La detective miraba incrédula a su hermana… Con todo lo que había pasado por ella… En silencio, bajó de la cama y se tumbó en el suelo, dando la espalda a las dos modelos. Pasó toda la noche llorando, acurrucada en un rincón.
El resto de los días transcurrieron entre infinidad de humillaciones para las tres chicas, querían llevarlas al límite y allí, obligarlas a superarlo. Las descargas eran habituales al principio… Pero Erika y Lorena aprendieron rápido como debían comportarse para evitarlas… No así Miranda, que se rebelaba, intentando evitar lo inevitable. Ella era la más humillada de todas… Pasaban el día jugando con ella como una perrita de verdad, la obligaban a hacer sus necesidades en un rincón y a comer y beber de un plato en el suelo.
Erika y Lorena, sin embargo, eran obligadas a actuar como las sirvientas que eran, pero además, eran folladas a cada ocasión. Sus esculturales cuerpos de modelos no eran desaprovechados por los hombres, que habían comprado multitud de lencería y disfraces eroticos para que luciesen sus cuerpos ante ellos.
Primero, elegían con qué atuendo les deleitarian esa vez, después, las chicas hacían un pequeño pase de modelos que acababa con streptease y numerito lesbico, para calentarles tanto a ellos como a ellas. Por último solían acabar en una orgia desenfrenada entre los cinco. Miranda rara vez participaba ya, salvo para la limpieza y aseo de los participantes, por supuesto, con su lengua. Alguna vez tenía que chupar una polla, o la sodomizaban, pero normalmente disfrutaban de las modelos que, además, se habían vuelto bastante receptivas y participativas… Disfrutaban casi tanto como los hombres de las sesiones de sexo.
Pasaron varios meses. Erika y Lorena habían aceptado su rol en la casa mientras que Miranda seguía rebelándose. Una noche, Miranda decidió que no podía más. No podía someterse tan facilmente, sin siquiera hacer intención de escapar.
– Erika… – Susurró la detective, desde el suelo. – Erika…
– ¿Q-Qué pasa? ¿Qué hora es?…
– Da igual la hora. Tenemos que irnos.
– ¡¿Qué?! ¿Te has vuelto loca? ¡No podemos irnos!
– ¡SSssshhhh! Nos van a oir…
– ¿Qué pasa? – Dijo Lorena, desperezándose.
– Miranda quiere que escapemos…
– P-Pero…
– ¡Tenemos que salir de aquí! – Susurraba Miranda, intentando no gritarlas. – No podemos aguantar esto más tiempo.
Miranda se levantó. Erika y Lorena se miraban.
– Pero… Miranda… Los collares… – Decía Lorena.
– Me dan igual los collares…
– ¡No quiero más descargas! – Dijo Erika.
– No nos darán descargas. – Contestó su hermana.
– Dijeron que al salir del edificio se activarían solos…
– ¿Y nos lo vamos a creer? ¿Sin intentar comprobarlo? ¿Así de fácil se lo vamos a poner?
Miranda avanzó hasta el conducto de ventilación por el que había entrado, hacía tanto tiempo. Mientras andaba, se extrajo el plug anal que estaba unido al rabo de perra que llevaba, tirándolo a un lado. Al quitárselo, notó una sensación extraña, mezcla de alivio y vacío.
– Si los collares se activan no habrá nada que hacer… Pero no puedo dejar de intentar todo lo posible por huir…
Erika y Lorena se levantaron y se situaron al lado de Miranda. Se miraban entre ellas, sin decir nada, mientras la detective apartaba la rejilla.
– Miranda… Yo… – Comenzó Erika.
– ¿Tú qué? – Increpó su hermana, sin dejar de trabajar con la rejilla
– …
– ¿Qué pasa? – La mujer dejó de hacer lo que estaba haciendo.
– Yo no me quiero ir.
El silencio que siguió a esa declaración fue aplastante.
– ¿Qué? ¿Cómo que no te quieres ir?
– Yo… Yo tampoco. – Apuntó Lorena, situándose al lado de su amiga.
– ¿Os habéis vuelto locas? – Las gritó Miranda, perdiendo los papeles. No podía creer que le estuviesen diciendo eso.
Las dos chicas se miraron entre ellas y, sonrojandose, agacharon la cabeza.
– Aquí… – Comenzó Erika. – Aquí no se vive tan mal…
– ¡Estamos secuestradas! – Gritó la detective, sin tener ya cuidado por el volumen de su voz. – ¡Somos sus putas! No, peor… ¡Somos sus esclavas!
– No nos tratan mal… – Apostilló Lorena.
– ¿Cómo que no? ¿Y esto que es? – Miranda recogió del suelo el rabo que llevaba permanentemente en su culo y se lo lanzó a Lorena a la cara. La pelirroja lo apartó de un manotazo. – Vosotras no lleváis rabo, pero también lleváis uno de estos…
Las dos asistentas miraron el culo de su compañera. Efectivamente allí asomaba el plug que las obligaban a llevar… Casi se habían olvidado de él… una vez se habían acostumbrado no era tan malo, era incluso… placentero…
– ¿Y esto qué? – Continuó Miranda, agarrándose el collar de descargas. – ¿Os gusta que nos electrocuten cuando quieran?
– Ellos… Ellos solo lo hacen cuando nos portamos mal… – Susurro Erika, acobardada ante la actitud de su hermana. Nunca había discutido así con ella…
– ¿Te estás oyendo? “Cuando nos portamos mal”… ¿Y qué es portarse bien? ¡Limpiarles la casa! ¡Hacerles la comida! ¡Chuparles la polla! ¡Poner el culo! Erika, ¡Despierta!
La chica aguantó la regañina de su hermana hasta ese punto. Entonces estalló.
– ¡Despierta tu! ¡Los únicos castigos que nos hemos llevado desde hace meses son por tu culpa! ¡Eres la única que no lo acepta!
Miranda no se esperaba esa reacción de su hermana.
– ¡Si no fuese por tu puto orgullo la vida nos iría mucho mejor! – Lorena asentía, apoyando las palabras de Erika. – Cuando aceptes tu lugar en esta casa todo irá mejor…
– ¿Mi lugar? ¡Soy una perra! Y aunque vayáis vestidas de otra forma… Vosotras también… Aunque no lo queráis ver…
– ¿Qué está pasando aquí?
Las tres mujeres se quedaron paralizadas mirando a la puerta. Habían perdido las formas y estaban gritandose, lo que había alertado al Oso. El hombre las miraba con un enfado notable en su cara. No les pasó desapercibido que llevaba el mando de los collares en la mano…
– ¡Os he hecho una pregunta! – Gritó mientras asestaba una descarga a sus esclavas.
Las chicas cayeron al suelo, agarrándose el cuello. El hombre reparó en el plug anal que se había quitado Miranda y, recogiendo avanzó hacia ella, amenazante.
– ¡¿Quien te ha dado permiso para quitarte…?!
El Oso no acabó la frase… Había visto la rejilla descolgada.
Una nueva descarga azotó a las mujeres.
– ¿Estabais planeando escapar? – Dijo de forma calmada. Erika y Lorena se encogieron de miedo, esperando una descarga. Miranda, por contra, miraba al hombre a los ojos.
– Fue… Fue idea mía… Ellas intentaban impedirmelo… – Dijo la detective.
El Oso la miró, y después observó a las dos asistentas. Éstas miraban con una mezcla de incredulidad y agradecimiento a Miranda, por protegerlas aun en esos momentos.
Por supuesto, el hombre sabía perfectamente lo que había pasado… Tenía cámaras y micrófonos en la habitación y en cuanto escuchó el ruido, observó la situación. Vió como aquellas dos zorras estaban tan encantadas de estar allí que no querían irse… Nunca pensó que llegarían a ese punto… Se veía que habían asimilado su situación, y que disfrutaban enormemente siendo folladas, pero tanto como para elegir quedarse… Había sido una grata sorpresa.
En esos momentos entraron por la puerta Roco y el Piernas.
– ¿Qué pasa aquí? – Preguntaron.
– Esta zorra. – El Oso agarró del pelo a Miranda, obligandola a levantar la cabeza. – Quería escapar… Menos mal que nuestras pequeñas amigas estaban aquí para impedírselo…
Erika y Lorena agacharon la cabeza… Se daban cuenta de que por su culpa Miranda lo pagaría caro…
– Piernas, trae la bolsa. Vamos a jugar un poco con esta zorra.
El hombre obedeció y salió de la sala.
– Y tu… – El jefe de la banda propinó un fuerte bofetón a la detective. Seguidamente la lanzó boca abajo a la cama y comenzó a darle fuertes azotes en el culo.
– Así… Aprenderás… A… No… Desobedecer… – El hombre acompañaba sus palabras con los golpes. – Eres… Una… Perra… Tu… Lugar… Es… A… Nuestros… Pies…
El Piernas entró de nuevo en la habitación.
– Aquí estoy, jefe.
– Perfecto…
El Oso dejo a Miranda tirada en la cama y se dirigió a la bolsa. De allí saco un amasijo de correas con un enorme consolador negro enganchado a él y, tirandoselo a Lorena, la instó a ponérselo.
La chica cogió el aparato y se quedó paralizada, mirándolo. Tenía varias correas para engancharlo y, a parte del enorme consolador que había visto, había otro algo más pequeño por la parte de dentro…
– ¿Qué pasa? ¿No sabes por donde te tienes que meter eso? Ja ja ja – Reía Roco. – ¡Vamos! Que no tenemos todo el día…
El hombre hizo ademán de acercarse, con la mano levantada y Lorena se apresuró a ponerse el arnés. Estaba nerviosa, le costó introducirse el falo de plástico que le correspondía a ella, pero en un par de minutos, ante la atenta mirada de todos, estaba armada con una enorme polla negra.
– Follatela. – Dijo secamente el Oso, señalando a Miranda.
– ¿C-Cómo?
– ¡Qué te la folles! – El hombre volvió a activar el collar, haciendo que las chicas gritaran. – ¡Y tu, perra, ábrete de piernas! – Añadió, señalando a la mascota de la casa.
Miranda no pudo hacer más que obedecer, sabía que no tenía opción… Con la cabeza agachada para ocultar su vergüenza, se tumbó boca arriba en la cama y separó sus piernas, dejando libre acceso a la pelirroja. Lorena, con lágrimas en los ojos mezcla de la descarga y de la situación se acercó a su amiga, se situó ante ella e, intentando hacerlo con la mayor suavidad posible introdujo lentamente la polla que blanda entre sus piernas. La detective dejo escapar un grito de dolor, pero intentó ocultar su sufrimiento… No quería darles el gusto de verla sufrir a aquellos cerdos.
Lorena nunca había hecho nada parecido… El movimiento de “penetracion” era nuevo para ella, de tal manera que le costaba seguir el ritmo correctamente. Los primeros momentos de la follada fueron duros para las dos, pero en pocos minutos Lorena se empezó a mover correctamente y el consolador que llevaba introducido comenzó a hacer efecto. Ligeros gélidos comenzaron a salir de su boca, dando muestra a los demás de que estaba comenzando a disfrutar…
Entonces, Roco la tiro de ella hacia atrás, agarrandola del pelo y separandola de Miranda. Sin miramientos la tiró encima de la cama, boca arriba.
– Ahora follate tu sola. – Le dijo a Miranda. – Queremos ver como cabalgas a tu amiguita…
La mujer obedeció, sabiendo que no tenía otra opción. Se sentó a horcajadas sobre el falo negro y se lo introdujo lentamente.
– Eso es… Ahora, comienza a moverte perra…
Miranda comenzó a cabalgar aquel rabo de plástico, llevando ella el ritmo era más placentero que de la manera anterior, aunque no podía quitarse de la cabeza la situación. Los comentarios de los hombres que observaban no ayudaban a ello tampoco…
– ¡Eso es! ¡Metetelo hasta dentro, perra!
– Mira como le botan las tetas… ¿Por qué no jugáis un poquito con ellas?
Lorena estaba desatada. Desatada y cachonda… Sin pensarlo comenzó a lamer los pezones de Miranda, deteniéndose en los brillantes aritos que le habían colocado como castigo. ¿Le pondrían alguna vez piercing a ella?
Entonces, Erika noto que se le acercaban por detrás. El Piernas estaba tras ella colocándole algo… ¡Eran otro arnés! No… No pensarían…
Cuando el hombre se lo empezó a poner intentó resistirse, pero un par de bofetones la hicieron recapacitar.
– ¡Tu, la zorrita pelirroja! Abrele el culo a la perra que vamos para allá.
Lorena miro a Miranda a los ojos y esta asintió con la cabeza… Ya le habían sodomizado muchas veces… ¿Qué más daba una más? Pero entonces vió la cara de terror de la pelirroja y se giró. Lo que vió la dejo helada… ¡Querían que su hermana la diese por el culo!
Intentó levantarse e irse pero el Oso estaba preparado a su reacción y las frió a descargas.
– ¡Vamos putas! Sabéis que no tenéis elección, así que no os lo pongáis más difícil.
Miranda cerró los ojos y se inclino hacia delante, pegándose a Lorena y permitiendo que esta le separase las nalgas con facilidad, para que todo fuese más sencillo, pero, cuando notó la punta del consolador penetrando su ojete, no pudo evitar dar un grito. Más que por el dolor, por tomar conciencia de hasta donde las habían hecho llegar.
Al principio, como a su amiga, a Erika le costó acostumbrarse al movimiento, pero en breve estaban las dos acompasadas, moviéndose rítmicamente mientras se follaban a la “perra” de la casa…
Los hombres estaban disfrutando del espectáculo, era impresionante ver a las tres allí fallando y gimiendo. Para desfogarse, se subieron a la cama, alrededor de las chicas, y comenzaron a masturbarse hasta correrse encima de ellas. Ni se inmutaron. Sabían que si paraban las castigarian y, además, con lo calientes que estaban ya no podían parar.
Al cabo de unos minutos, se corrieron entre sonoros gritos y cubiertas del semen de los hombres. Se quedaron quieras, abatidas, una encima de la otra, todavía con las pollas dentro de Miranda. Entonces, Roco agarró su polla, apunto a Miranda a la cabeza y comenzó a mearse sobre ella.
El grito que dieron las mujeres fue escandaloso, a la altura de las risotadas de los otros dos hombres que, agarrando sus pollas imitaron a sus compañeros.
Cuando acabaron de mearlas, volvieron a colocar la rejilla en la pared y las dejaron allí, tiradas en la cama, entre semen y orín.
A la mañana siguiente, cuando entraron en la cocina para preparar el desayuno a los hombres, el Oso estaba hablando por teléfono.
– Si…
– En cuanto pueda…
– Ya está todo preparado…
– Estupendo
– ¿Esta tarde? ¡Magnifico! Cuanto antes mejor…
– Si…
– De acuerdo…
– Muchas gracias, señorita Aizawa.
Y colgó.
– ¿Qué tal se han levantado mis niñas? – Preguntó, dirigiendole a las asistentas. – ¿Y Missy? ¿Qué tal ha dormido mi perrita? Seguro que bien… Recién follada… ja ja ja
Ese día no hicieron nada con ellas, a parte de algún manoseo o algún cachete.
Cuando llegó la tarde, el timbre de la puerta sonó. El Oso abrió la puerta y entró una bella mujer asiática, de pelo negro, largo y liso. No parecia mayor, pero tampoco parecía joven… Unos preciosos ojos verdes destacaban en el conjunto de su belleza, atrayendo las miradas hacia ellos.
– Buenas tardes, Tamiko. – Saludó amablemente el Oso. – Me alegra que hayas podido venir tan pronto.
– Buenas tardes, Adrián. – Saludó la mujer, por el nombre de pila del hombre. – Sabes que es un tema que me interesa, necesito una cobaya y me vienes de perlas…
Miranda se quedó observandola… ¿Tamiko? ¿Tamiko Aizawa? ¿La misma Tamiko Aizawa que había sido investigada cientos de veces por trata de blancas y prostitución? Siempre había salido indemne… pero… ¿Que querrían hacer con ella?
– Bueno… – Continuó la mujer. – ¿Donde está?
– Aquí la tienes. – El Oso se acercó a Miranda y, agarrandola del pelo la obligó a acercarse a la asiática. – Está un poco sucia pero, como te dije, esta nomche hemos tenido que castigarla…
– No te preocupes… Ya me encargo yo del resto…
Tamiko Aizawa se acercó a Miranda, le quitó el collar de descargas y le colocó un collar de perro, al que enganchó una cadena. Al acercarse, Miranda notó un olor dulce e intenso… parecían… lilas… y algo más… Se quedó mirando a la mujer a los ojos fijamente… Ésta le devolvía la mirada. Estuvieron así un instante, pero a Miranda se le hizo eterno…
– Está bien, pues entonces me voy ya. – Finalizó la mujer. – ¿A estas os las quedáis?
– Si, estas de momento nos seguirán sirviendo.
– Es una pena… Son una preciosidad… Ya sabes… Si algún día te cansas…
– Lo tendré en cuenta, Tamiko. Muchas gracias por todo.
Se despidieron con dos besos y la asiatica salió, arrastrando a Miranda por la cadena. Lorena y Erika estaban pasmadas… ¿Qué acababa de pasar? ¿A donde la llevan? ¿Qué pasaría con ellas? ¿Porqué Miranda no se ha resistido?
– ¿Q-Qué…? – Comenzó a balbucear Erika.
– No tienes que saber nada. – La cortó el Oso – Lo único que te diré, es que no vas a volver a ver a tu hermana.
La cara de Erika era de confusión… No se hacía a la idea de lo que acababa de escuchar…
– Lo único que debéis saber es que si seguís como hasta ahora y obedece en todo, no tendréis que seguir el mismo destino que ella, que, por otra parte, no os recomiendo…
Desde aquél día, efectivamente, no volvieron a tener noticias de Miranda. Erika y Lorena continuaron como hasta ahora, de asistentas y esclavas sexuales de la casa, la única diferencia es que a sus números lesbicos, incorporaron los arneses, para su satisfacción y la de sus dueños.
Lorena, después de un tiempo, pregunto si le podían anillar los pezones. A los hombres les pareció tan buena idea que se los anillaron a las dos, así como un arito más en el clitoris a cada una.
Realmente esa vida no les parecía mal… No tenían que preocuparse por nada y tenían una vida sexual totalmente satisfactoria… Aquellos hombres sabían como hacer que se corrieran… Desde que se fue Miranda, no volvió a hacer falta que les diesen ni una descarga más…
Y ellas eran felices siendo las esclavas de aquellos hombres.
Miranda, por su parte… Se puede decir que se convirtió en una perrita sumisa y obediente en manos de su nueva ama…
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