
Daniel me había conseguido a quien, se suponía, podría ser un buen partenaire para los ensayos de Sarah, un chico colombiano, Diego, con algo más de veinte años y medianamente alto, casi 1,80, y sin ningún rasgo que le identificase como latino, más aspecto de europeo y con aspecto discreto y talante cortés y educado. Músico de profesión y, de acuerdo a la moda de entonces, media melena limpia y cuidada y bastante guapo de cara.
Iríamos a un pub cercano a Denia, agradable y discreto, a unos 60 km de casa, de modo que los primeros contactos entre Sarah y él serían en el coche para romper el hielo. Sentados juntos sobre los asientos de atrás, conversan entre ellos y parecen sintonizar bien, por su tono y la fluidez de su diálogo, aunque no tardan en producirse algunos silencios que debo romper para que se anime el ambiente. A una discreta señal mía, Sarah, que para la ocasión viste un colorido vestido hindú de suave seda natural, sin mangas y cerrado desde la base del cuello hasta casi media pierna con pequeños botones que ella comienza discretamente a desabrochar y al hacerlo con los tres o cuatro primeros aparecen sus pechos desnudos ante los ojos asombrados de él, ese asombro no impide que reacciones tomándolos en sus manos. No es muy hábil o está tremendamente cortado, se limita a acariciarlos sin avanzar en nada, y así hasta que llegamos al pub nuestro destino. El lugar se presta para todo lo que se quiera hacer en el, pero Sarah tiene que insistir mucho para que se anime, el esfuerzo bien vale la pena porque al fin logra una de las imágenes mas eróticas de la noche, sentado él en una butaca y ella totalmente desnuda, sentada sobre él dándole la espalda, con las piernas abiertas y viéndose entre ellas como su polla entra y sale de su sexo totalmente dilatado. A partir de ese momento ya las cosas ocurrieron normalmente y la noche se animó rápidamente, follaron durante horas, en todas las posturas imaginables y jamás volvieron a verse después de aquella noche.
Había conocido a José, es su nombre, en una pagina de Adultos, me había hecho gracia su pretensión de encontrar a dos mujeres. Es un encanto si bien no tiene nada de Adonis, estatura media baja, gordito, mucho talento como escritor y con media docena de libros publicados, sentido del humor y una sexualidad exacerbada bajo una imagen de carca puritano, como fui descubriendo poco a poco. Habíamos comunicado algunas veces a través de internet hasta que coincidió un viaje de trabajo y, aún sin habernos visto nunca, me invitó a cenar en un restaurante de Valencia, al que llegué con tanto retraso que estaba a punto de cenar solo y marcharse, convencido de que yo no aparecería, pero lo hice y mi apariencia le deslumbró notoriamente, para la ocasión vestía un precioso conjunto de cuero granate, de Jesús del Pozo, falda mini asimétrica y chaqueta cerrada con cremallera bajo la cual solo estaba mi piel. Nos caímos muy bien y la sintonía fue evidente, larga conversación chispeante aderezando una excelente cena, para después ir a una disco de moda aunque no era muy ducho en baile, a mí me encanta. Fue a la barra para buscar unas copas y al regresar se encontró la sorpresa, la cremallera de mi chaqueta había descendido como por arte de magia, y de mis pechos quedaban ocultos tan solo los pezones que él quiso descubrir enseguida. Falda muy corta y tetas al descubierto eran su postre preferido aquella noche, sobre todo cuando puse mis piernas sobre las suyas al recostarme en el sofá y se encontró con el camino expedito entre mis piernas para llegar hasta mi tanga y deslizarse bajo ella, encontrar los labios de mi sexo y abriéndolos acariciar mi clítoris, mientras su otra mano acariciaba mis tetas, pero tuve que interrumpirle para explicarle algunas cosas, la existencia de mi pareja, mi libertad para hacer lo que mejor me apetezca, limitado tan solo por compartirlo con él y él conmigo, sin límites y total complicidad. No se asombró, todo lo contrario, me pidió que nos presentase y cuando llegaste la sintonía fue mas que evidente entre los tres. Ahora sí le permití la entrada cuando sus dedos penetraron mi sexo, aunque ninguno de los tres estaba cómodo allí y decidimos ir hasta su hotel. En realidad no hubo mas sexo aquella noche, la pasamos charlando, conociéndonos, y a medida que la noche y la charla avanzaba se afirmaba la mayor compatibilidad entre nosotros. Era ya de mañana cuando nos separamos, partía el tren que le llevaba a Madrid.
Pasaron muchos meses en los que solo hubo contacto por escrito, su trabajo en Madrid y su familia impedían su vuelta. Hablábamos de libros, los dos ultimábamos los detalles para la publicación de los nuestros que se publicaron casi en las mismas fechas y para su lanzamiento en esta zona coordinamos el viaje deseado.
Sin darnos cuenta habíamos llegado al bungalow que habíamos alquilado previamente. Sobre una mesa estaba dispuesto un abundante bufet compuesto íntegramente de caviar y de mariscos, que él adora, y varias botellas de vinos blancos y Champagne, sobre todo lo que se avalanzó como si estuviera a punto de morir de hambre; sus manos y su boca se movían con verdadera ansia y en muy pocos minutos, el jugo de los crustáceos le chorreaba por toda la cara, por sus manos y brazos, sobre su camisa ahora abierta y, deben ser muy ciertas las leyendas sobre los poderes afrodisíacos de los mariscos porque a través de su pantalón, podía observarse una fenomenal erección y, para poder estudiarla en condiciones, abrí su pantalón dejando aparecer una verga turgente, la toqué y él como respuesta se arrancó su propia ropa para seguir con la mía, en el suelo, revolcándonos entre caparazones de crustáceos, hicimos el amor más violento y salvaje que nunca antes había hecho y yo me contagié de su locura. Él bebía en mi sexo el jugo de los mariscos mezclado con el torrente de jugos vaginales que su lengua me estaba provocando, yo de su verga mezclados con los chorros de semen que iba descargando, masticaba al mismo tiempo mis pezones que la carne de marisco o de percebes, yo aplastaba con mi cuerpo al sentarme sobre su polla, los caparazones vacíos pegados al suyo, nos convertimos en masas extrañas de cuerpos humanos cubiertos de restos informes de caparazones, follando sin parar durante horas, él gracias a su Viagra y los mariscos, yo gracias a su energía, a su verga gloriosa y a la locura que habíamos creado.
Sé que le gusta mirarme, y me divierto haciendo que me mire. Al día siguiente me vestí con una simple minifalda negra y una blusa calada de ganchillo, escote barco y puntos muy sueltos, de modo que, a través de sus muchos huecos y calados puede verse mi pecho casi por entero. Fuimos a cenar a un restaurante selecto en el qué, intencionadamente, pedí una mesa en la que estuviera sentada dando la espalda al resto de comensales, tenía muy clara mi intención que no era otra que la de jugar con él, provocando el morbo que a los dos nos gustaba. Mi primer movimiento fue deshacer la lazada que cierra el escote de la blusa y lo mantiene en su lugar, la consecuencia fue que el escote se abrió sobre los hombros, descendió por el frente y quedó sostenido simplemente por la turgencia de mis pechos que quedaron descubiertos hasta casi los pezones y en un equilibrio altamente inestable, el simple peso de la blusa se encargaría de que cayese hasta la cintura y desnudase totalmente mi torso. La llegada del Maitre con la carta coincidió con el momento justo en que se produjo la caída, mis tetas quedaron descubiertas ante sus ojos y los de José y fue el Maitre quien primero reaccionó, se retiró, eso si, sin cesar de mirarme y caminando de espaldas pero volvió enseguida con un ayudante que portaba un elegante biombo que abrió ante nosotros. No llamó la atención, los clientes habituales del local estaban habituados y sabían que el biombo indicaba la discreta presencia de canallas de guante blanco. Era un tanto vergonzoso que alguien nos pudiera confundir con cualquiera de ellos, pero el biombo servía mi propósito así es que obsequié al Maitre con una visión más amplia de mis tetas desnudas y me dediqué a mi interlocutor, que a esas alturas ya babeaba. Acerqué mi silla a la suya permitiéndole que pudiera alcanzarlas con sus manos, con las mías bajo la mesa llegué hasta su verga que había desnudado, me levanté para sentarme a caballo sobre sus piernas, buscando que su polla me penetrase y no cesé de moverme sobre él hasta conseguir que alcanzase un silencioso pero intenso orgasmo. Después cenamos o al menos yo lo hice, la visión de mis tetas desnudas le soliviantaba, así es que le dejé solo en la mesa para que comiendo recuperara fuerzas. Pedí al Maitre hablar en un lugar privado y me condujo a su despacho, tenía una deuda con él por el detalle del biombo, y yo siempre pago mis deudas. Cuando entramos en su despacho ya lo hice con la blusa nuevamente abierta, y fueron sus manos las que me desnudaron totalmente; me condujo hasta el sofá sobre el que me acosté con él encima, tenía una hermosa verga y sabía usarla en mi boca y mi culo, el hecho de que mi vagina rebosase todavía con el semen de José, no le satisfacía especialmente, prefirió meterme su verga por el culo y yo le recibí gozosa hasta que se vació dentro de mi.
Cuando al día siguiente desperté, lo hice con mi cabeza sobre sus piernas, mi mano aferrada a su verga y su dedo pulgar metido en mi boca como si de su falo se tratara, continué con la tarea iniciada pero cambiando un poco las cosas, su verga entrando y saliendo de mi boca, lamiendo sus testículos, devorándole entero para después que fuera su boca la que se pegara a mi sexo, la que con su lengua lamiera mi clítoris hasta volverme loca de placer, como sucedió otra vez más tarde cuando sentí como su polla hacía presión sobre mis labios vaginales, como me penetraba hasta sentir sus huevos pegados a mi sexo. Tuve su verga dentro de mi por todos los lados posibles, boca, culo, vagina, y yo me aventuré dentro de él con mi lengua y mis dedos.
Esa noche volvimos al jakuzzi, tenía necesidad de complementos, de nuevas invenciones, bailé para él y para todos los presentes, me iba desnudando, admitía las manos de todos los hombres que cuando entré en el agua me siguieron, jugué con todos ellos, tuve sus pollas dentro de mi y cuando más tarde me tumbé en la gran cama, fueron incontables los que se vaciaron dentro de mi, los que me tuvieron cuantas veces y como quisieron, hasta terminar con la polla de José y la de otro, metidas al tiempo en mi vagina, una tercera se alojaba en mi culo, otra en mi boca y a dos mas les masturbaba con mis manos. Al día siguiente José regresaba a su casa en Madrid, con varios quilos de menos y un cansancio que tardó algunos días en reponerse de el.
Estoy sentada sobre el sofá, en los brazos de Melvin, el vestido abierto y caído hasta la cintura, la falda descubriendo hasta casi mi tanga y sus manos acariciando mis pechos, pellizcando mis pezones, trepando por mis muslos y apartando mi braga, buscando mi vagina, penetrándome, titilando mi clítoris ya más que dilatado, su boca sin cesar de comerse mi boca. La música de fondo invitaba a bailar, nos levantamos para hacerlo y la fuerza de la gravedad hizo que mi vestido, completamente abierto, cayera por su peso, bailábamos desnudos porque me quitó la braga en el momento mismo que nos levantamos, y en nuestro baile, presionando su verga erecta sobre mi, buscando su acomodo, me condujo hacia una biblioteca contra el muro, me dio la vuelta para apoyar mis manos sobre ella, abombando mi culo se colocó entre mis nalgas y metió su verga impresionante en mi vagina, me llegaba hasta el alma, suponiendo que el alma forme parte del sexo, pero me daba igual, estaba disfrutando. No llegó a correrse dentro de mi, salió de mi vagina para tomar impulso, de un golpe me clavó su verga entera por el culo y aunque dí un respingo de dolor, bien pronto aquel dolor se había convertido en un placer intenso, sentía sus testículos chocando con mis nalgas, como se retiraba para avanzar de nuevo buscando perforarme, llegarme a lo mas lejos, y cuando se corrió, y ahora si lo hizo, fue en el momento justo en el que llegó mi orgasmo y mis piernas y las suyas se doblaron sin fuerzas.
Volvimos al sofá y me estaba durmiendo agotada en sus brazos, pero la postura no era nada cómoda así es que tirando de él nos fuimos a mi cama sobre la que enseguida nos quedamos dormidos. Me desperté sintiendo el peso de su cuerpo sobre el mío, de nuevo su verga palpitaba dentro de mi, se retiraba hasta casi sacarla por completo para de un solo empellón meterse hasta los huevos y así hasta vaciarse en una corrida impresionante.
No me había gustado nada de lo ocurrido, eché de mi casa a todos ellos prohibiéndoles volver a aparecer en mi vida.
Una larga y buena ducha más tarde, maquillaje y elección de la ropa más adecuada para salir. Elegí una superminifalda de capa color marrón y un camisero blanco, liso y de tela muy fina aunque no por completo transparente, dejando tres botones sin abrochar, lo necesario para que se viesen los globos de mis pechos pero tapando justo los pezones. El conjunto era impresionante, al caminar o sentarme, la capa de la falda se abría dejando entrever la tanga color carne, y la blusa a cualquier movimiento provocado, dejaría salir mis tetas por entero. Zapatos de muy alto tacón completaban el conjunto.
Llamé por teléfono a un viejo conocido para que me sirviera como “chevalier servant”, no era prudente ir sola ni entrar en ningún sitio vestida de tal modo, y nos dirigimos a un local viejo conocido, un antiguo jakuzzi al que las Ordenanzas habían cerrado la piscina, que había sido sustituida por diferentes ambientes, pista de baile, amplias camas y zonas de contactos. Elegimos la amplia barra de la entrada en la que nos sentamos sobre altos taburetes, con el devastador efecto de que la falda, abierta por completo, mostraba hasta mi tanga y atraía moscones. La zona que ocupábamos en la barra se había superpoblado, los dos primeros, cuarentones, se acercaron sin pronunciar palabra; después llegó una camarera para decirnos que un tercero nos invitaba a tomar con él una botella de Champagne. Se levantó cortés al acercarnos a la mesa que ocupaba, cincuenta años con cuerpo y aspecto muy cuidados, amable y educado, podría merecer la pena, y su conversación agradable merecía un premio, desabroché un cuarto botón de mi camisero y ya mis tetas lucieron desnudas para unas primeras caricias. Pasamos a los salones interiores donde mis dos caballeros pusieron mucho interés en desnudarme por completo, pero que no les permití; permanecí, eso sí, con la blusa completamente abierta y yo misma retiré mi tanga para dejar mi sexo al alcance de sus manos. De sus manos y de sus bocas, porque el recién incorporado decidió homenajearme metiendo su cabeza entre mis piernas para lamer y mordisquear mi clítoris con su lengua. Era mi turno de sentarme sobre sus piernas y colocarme para que su verga entrara en mi vagina, a partir de ese momento mi ropa voló fuera de mi, los movimientos cada vez más descontrolados, mis nalgas rebotaban sobre sus piernas, las llama da s a mi orgasmo eran cada vez más sonoras y en el momento en que me llegó aún tuve fuerzas para cambiarme de lugar, conseguir que su polla abandonase mi vagina y de un solo envite s e colas e entera en mi culo. Para él fue el acabose, ni siquiera se lo había imaginado y cuando la tuvo entera dentro de mi. le vino una corrida monstruosa, se aferraba a mis tetas, se ahogaba con ellas al intentar meterlas enteras en su boca, todo su cuerpo estaba contraído mientras trataba de que su polla me llenase por entero. Después, ya mas calmados, empujaba con su polla todo el semen que había rebosado de mi vagina, no quería que ni una sola gota se perdiera.
Vestidos nuevamente salimos a la barra. Había bastante más gente que cuando entramos y tuvimos que hacernos un hueco para pedir las copas. Supe ahora que era el día de solteros, es decir, el único día de la semana en el que los hombres solos, tenían acceso a todas las instalaciones y, por lo visto, a todas las chicas que hubiera en el local porque mientras varias manos trataban de deshacer el cierre de mi falta, otras trataban de quitarme la braga directamente, llevándose la sorpresa de que no la llevaba puesta, otras mas masajeaban mis tetas, hasta que el más osado, me tomó en brazos, selló mi boca con un largo beso y me llevó de regreso al interior, sobre una de las camas y allí follamos durante una hora, sin prestar atención a las vergas desnudas que trataban de meterse en mi boca, ni a las muchas manos que acariciaban mi cuerpo. Todos los machos que había en el local estaban desatados, y las pocas mujeres do dábamos abasto, pero lo cierto fue que, pese a las muchas pollas que había tenido dentro de mi, el que más me agradaba fue el primero, de modo que decidimos continuar la fiesta fuera de aquel lugar, pero teníamos hambre, y antes de ir a mi casa, buscamos una churrería de las que existen cerca de los mercados, era la hora en que solían abrir y su clientela habitual estaba compuesta de juerguistas agotados, tíos con resaca y putas en recogida, algunas de ellas acompañadas por sus últimos clientes, tratando todos de alargar la noche y de saciar el hambre a base de churros con chocolate y la correspondiente copa de aguardiente.
Salía de la ducha, en casa, cuando sonó el timbre del intercomunicador con la Portería, había alguien que preguntaba por mí para entregarme mi billetera y portadocumentos. No tenía conocimiento de haberlos perdido, así es que verifiqué rápidamente y al no encontrarlos, autoricé la subida de esa persona hasta mi apartamento; rápidamente me puse lo que tenía más a mano, un corto salto de cama de gasa que descubría muchísimo más de lo que tapaba. Abrí la puerta y me quedé de piedra, la persona que me devolvía la cartera era el mismísimo boliviano que me había follado un par de horas antes; era él mismo, sin duda, el que me había robado la cartera para obtener mi nombre y dirección, pero tampoco podía acusarle puesto que era quien me lo devolvía, diciendo haberla encontrado en La Churrería. Con la sorpresa ni me di cuenta de que mi cuerpo estaba casi totalmente desnudo cuando le hice entrar hasta el salón. Tartamudeando me explicó haber encontrado la cartera, pero su actitud y su tono me hacían suponer que me la había quitado para saber mis datos; no faltaban ni dinero ni documentos, el motivo para mi estaba claro, aquel individuo era sumamente peligroso, buscaba mucho más que lo que había en la cartera, era inteligente, ya que había montado todo aquello, y el sexo que habíamos tenido no le había bastado, seguramente quería mucho más y para conseguirlo podría llegar a ser extremadamente violento. En mi cabeza estaba analizando todas las posibilidades mientras le escuchaba, tendría que ser muy hábil, pero era precisamente el sexo la única manera de salvarme y salir indemne de aquella peligrosísima situación, a partir de aquel momento iba actuar, debía hacerlo, como la mejor actriz del mundo.
Estaba sentada frente a él que no perdía ojo de mi cuerpo, mi salto de cama era corto y transparente, mi juego comenzó con el pecho que, de pronto, apareció totalmente desnudo ante sus ojos, con mis propias manos acaricié mis tetas, me desperecé en el sillón y al estirarme, el corto velo de gasa le mostró todo mi cuerpo desnudo, cambié de asiento para sentarme a su lado y tomé una de sus manos para posarla sobre mis piernas, cogí su cara con mis manos para estamparle un largo beso en su boca como si le mostrase mi agradecimiento por su buena acción, y se lo creyó, me vio como la tonta del pueblo, su presa más que fácil. Busqué su lengua con la mía para entablar una lucha con ella, dentro de su boca y en la mía, mientras sus manos habían dejado de trepar por mis piernas al llegar a mi sexo que abrió con sus torpes dedos. Actuaba con brusquedad, con mucha violencia, habría que enseñarle otra forma de sexo si quería ganar, pero lo inmediato era calmar su violencia y yo misma me acosté sobre el sofá, abrí mis labios y conduje su polla para que me penetrase. Martilleaba con furia, tan solo buscaba vaciarse y cuando lo hizo solo produjo en corto rugido gutural, sus fuerzas habían disminuido aunque en ese momento trataba de sodomizarme. El esperaba mi resistencia y me sujetaba con fuerza, pero no lo hice y le sorprendí con ello, me ofrecí claramente, le ayudé a que su polla entrase por completo, con lo que evité la rotura del esfínter y ni mucho menos fue tan doloroso. Me moví bajo él provocándole, tratando de mostrar que estaba disfrutando, con lo cual le quitaba gran parte de su placer, el componente de violencia, de ese modo le provoqué un nuevo orgasmo y su polla se salió sola. No me paré por ello, comencé por acariciarle con mis manos, amasé sus testículos, masturbé su polla para después tomarla en mi boca, lamí su glande como si me encantase, le hacía entrar y salir de mi boca, le hacía sentir que me llegaba hasta la garganta y, claro está, le llegó un nuevo orgasmo, el tercero o cuarto de la sesión, y sus fuerzas le abandonaron por completo, aún así, ahora fui yo la que me puse sobre él, con enorme trabajo conseguí sentarme sobre su polla casi totalmente flácida, ya ni le sentía dentro de mi pero había mucho en juego y tenía que seguir hasta que le llegó una nueva corrida que ya no era ni semen, un líquido blanquecino que más parecía agüilla. Allí cayó dormido y agotado. Me levanté y sin asearme siquiera, llamé a la policía que no tardó en llegar.