
Mi prima preñada y su dinero, mis mejores afrodisiacos 4 -¡Menudo mierda de horario!- protesté esa mañana cuando el despertador sonó en la mesilla. Ningún español en su sano juicio comenzaba la jornada a las cinco y media. De muy mala leche, me levanté a darme una ducha al recordar que siguiendo las costumbres de Filipinas, había quedado con Ana a desayunar a las seis. «No creo poder acostumbrarme, ¡a estas horas no han puesto ni las calles!», me dije mientras como un autómata abría el grifo del agua caliente. Refunfuñando todavía, me metí bajo el chorro. Poco a poco, […]